- El desarrollo
psicosexual - Nacimiento y
vinculación - Los primeros
años - De los
seis a los diez años - La
adolescencia y la pubertad de los diez a los
trece - La
adolescencia - Adolescencia
y sexualidad - Conclusión
- Bibliografía
Introducción
Este punto de vista implica que tanto la
socialización como la adopción
de determinados papeles son más conflictivas en esta etapa
que en cualquier otro momento de la vida. En este sentido,
psicólogos sociales y sociólogos coinciden en
considerar esta fase de transición como un período
que contiene una gran cantidad de características
potencialmente generadora detención, especialmente todo lo
relacionado con la sexualidad.
Los cambios de la pubertad no
aparecen de repente ni en un solo momento, sino que se
desencadenan gradualmente y en distintas edades según las
personas. La pubertad comienza en las niñas, entre los 9 y
los 12 años y concluye entre los once y los catorce. Los
niños
comienzan a realizar estos cambios entre los diez y los doce y el
proceso llega
hasta los quince y dieciséis años
Los niños y niñas que han
sido preparados para hacer frente a esta etapa, se adaptan a los
cambios con mayor facilidad que aquellos que no han recibido
ningún tipo de preparación.
El desarrollo
psicosexual
Ya hemos comentado anteriormente una
cuestión obvia: la sexualidad es una realidad compleja.
Esta complejidad se refiere por un lado en que la sexualidad
humana se ve condicionada por un elevado número de
factores y por otro que ha de entenderse como un elemento
más de las características de la persona que
está íntimamente relacionada con las demás.
Así cuestiones como expresividad de los afectos, la
confianza, la autoestima, el
respeto por los
demás, la forma de manejar la ansiedad ante distintas
situaciones, etc., son cuestiones ligadas íntimamente a la
sexualidad de cualquier persona y su desarrollo.
Nacimiento y
vinculación
Cada momento de la vida, tanto por el
proceso evolutivo de las personas como las circunstancias
externas que rodean a cada individuo,
tiene una expresión distinta en cuanto ámbito de la
sexualidad. Esto es así desde el nacimiento. En los
primeros momentos y meses de la vida de una persona la realidad
de su existencia la componen aspectos puramente sensoriales. La
única realidad que un bebé percibe es la resultante
del cúmulo de sensaciones que experimentan. Si
retomáramos una postura adulta ante esto, podríamos
considerar que la vida, en los primeros meses, es pura
sexualidad.
Los bebes, algo que resultan
fácilmente observable reaccionan y experimentan a
través de sus órganos sensoriales. Además de
emitir conductas destinadas a cubrir sus necesidades
básicas, el mundo es cúmulo de
experimentación y percepción
de sensaciones provenientes de los cinco sentidos.
Como padres y madres podemos favorecer el
desarrollo de nuestros hijos e hijas aportando estímulos
que fomenten sus necesidades primordiales. Puede ser interesante
destacar que abrazándolos, jugando con ellos, no solo
estimularemos un crecimiento apropiado con respecto a su
sexualidad, si no que favorecemos su desarrollo integral en esta
etapa.
Otra cuestión influyente en la
caracterización de la sexualidad de los niños y
niñas que puede tener consecuencias posteriores de la
desnudez. A través de la información que transmitamos a nuestros
hijos e hijas sobre esta cuestión ellos elaborarán
ideas sobre la desnudes propiamente dicha, sobre sus cuerpos y
también sobre sí mismos. Se trata de una comunicación que se realiza tanto por
palabras como por hechos y actitudes.
Además de la estimulación
física y
de la valoración del cuerpo es importante que durante los
primeros años de vida el bebé desarrolle una
sensación de confianza. Esto quiere decir que el
bebé perciba de los adultos y del entorno que le rodea
mensajes de calma y de continuidad. De esta manera el bebé
se percibirá de una manera positiva y sosegaba y
entenderá que el mundo que le rodea es coherente y
predicable. La confianza redundara ya en estos momentos en la
autoestima que el niño y la niña vallan
desarrollando posteriormente y en la capacidad de estos para
confiar y aproximarse emocionalmente a los demás. La
confianza se adquiere fundamentalmente a través de los
padres, quienes la pueden enseñar a base de coherencia de
sus acciones y
actitudes y perseverancia en sus planteamientos.
Los primeros
años
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