Indice
1.
Introducción
2. Microempresas, pobreza y servicios
financieros
3. Formas de Intervención en la
Microempresa
4. Microempresas y acción
estatal
6. Formas modernas de
intervención
Consciente de que la temática del crédito
para la microempresa
está promoviendo un diálogo
fecundo en todos los sectores de la economía de nuestro
país (Perú) y de los países
latinoamericanos, aunque no exento de distorsiones, creo que es
importante contribuir a este debate con la
finalidad ayudar a comprender mejor la importancia de las
microfinanzas en nuestra sociedad. Los
mismos que tienen por objetivo
contribuir al debate
nacional que ha suscitado recientemente el interés
por promocionar y apoyar al sector de la microempresa en
el país.
Durante las últimas décadas, muchos programas de
apoyo a la pequeña y microempresa se han diseñado
con el propósito de canalizar fondos a los estratos
más pobres de la sociedad. Esta
estrategia se
contrapuso a los esquemas de desarrollo
prevalecientes desde finales de la segunda guerra
mundial y hasta los años setenta, período
durante el cual el interés
principal de las políticas
para la promoción de desarrollo
económico consistió en transferir gran cantidad
de fondos a los países del tercer mundo, pues se
suponía que el principal obstáculo al desarrollo
económico era la falta de capital.
Durante esa época se financiaron grandes proyectos de
infraestructura y plantas
industriales enormes.
El cambio de
enfoque de las políticas
de desarrollo
financiero obedeció en parte a la observación de que el segmento de la
población cuyo nivel de vida depende de la
productividad
de sus microempresas
es numeroso. En algunos países latinoamericanos este
sector agrupa a más de la mitad de la fuerza de
trabajo urbana. Dada la magnitud de esta población, no cabe duda de que el
mejoramiento de las circunstancias en que operan los
microempresarios es una condición necesaria para el
desarrollo
sostenible y el crecimiento equitativo de las
economías latinoamericanas.
En la actualidad existe consenso en que los aumentos en la
productividad
de la fuerza de
trabajo del sector de la microempresa y el mejoramiento de las
condiciones de vida de ese amplio sector de la sociedad, cuyos
empleos e ingresos dependen
de actividades microempresariales, son indispensables para
promover un crecimiento
económico con paz social.
Según estimaciones de especialistas, durante las
últimas dos décadas el Banco Mundial
ha canalizado aproximadamente US$5.000 millones hacia proyectos cuyo
objetivo fue
aumentar la oferta de
crédito
a los pequeños y microempresarios.
J.D. von Pischke, destacado economista y ex-funcionario del
Banco Mundial,
afirma que la mayoría de esos proyectos estaba mal
concebida y su impacto económico fue muy reducido ya que
la "frontera financiera", es decir, el acceso sostenible y
permanente por parte de un microempresario a una
institución financiera, no se expandió. La
experiencia de las últimas décadas ha demostrado
que el principal obstáculo para la promoción de la microempresa no es la
escasa oferta de
recursos, sino
más bien la falta de capacidad institucional, o sea, la
ausencia de instituciones
manejadas eficientemente, capaces de ofrecer servicios de
calidad a
miles de microempresarios en forma rentable y permanente. En
nuestro medio local una de las instituciones
que se mantiene desde 1993 ofertando crédito, capacitación y servicios
colaterales como atenciones elementales de salud (a través de
convenios) es la Cámara de Comercio y
producción de Lambayeque, en mérito
a un Convenio firmado con el BID, entre otras instituciones como
Caja Municipal de Piura, CES Solidadridad, IPR, IDESI, Caja de
Ahorro y
Crédito Cruz de Chalpón y recientemente Edpyme
Solidadridad y Mibanco.
2. Microempresas,
pobreza y
servicios financieros
Al contrario de lo que generalmente se piensa, el
microcrédito no es la pomada maravilla que soluciona el
desempleo, ni
reactiva el sector productivo, ni compensa la falta de competitividad
de nuestros productos en
el mercado
internacional. El microcrédito es sólo un factor
más de los muchos que intervienen para hacer posible el
funcionamiento de la economía. El
desarrollo y apoyo a la expansión del microcrédito,
de las microfinanzas, en general, busca hacer accesibles los
servicios financieros a sectores de la población que
aún no cuentan con ellos, pero no necesariamente soluciona
deficiencias estructurales ni alivia la
pobreza.
¿Pueden los servicios microfinancieros, por
tanto, contribuir a aliviar la pobreza? La
respuesta correcta es: sólo en aquellos casos donde se
espera que los servicios financieros cumplan sus funciones
propias.
Por el contrario, los servicios financieros son un instrumento
poco apropiado para alcanzar otros tipos de objetivos
económicos (no propios) y, en particular, para intentar
una redistribución directa (que no sea regresiva) de la
riqueza. El fracaso de muchos programas de
crédito para alcanzar estos objetivos,
sobre todo el de los bancos estatales
de desarrollo, ha sido ampliamente documentado en la literatura del desarrollo
económico. Esta limitación refleja, en gran medida,
la insistencia en utilizar el crédito para
propósitos para los cuales no tiene ventajas comparativas
y la insistencia en hacerlo incluso en aquellos casos cuando no
existe capacidad de endeudamiento.
En ese sentido, los servicios financieros, tanto los que ofrecen
los bancos
comerciales como los de las instituciones microfinancieras,
cumplen con sus funciones propias
cuando:
- Permiten transferencias de poder de
compra desde usos menos rentables de los recursos hacia
aquellos más rentables; - Facilitan los pagos y el traslado de poder de
compra en el tiempo y en el
espacio (como en el caso de facilidades para enviar y recibir
remesas, hacer o recibir pagos); - Permiten decisiones intertemporales (de ahorro e
inversión) más eficientes,
contribuyendo a la acumulación de activos
productivos; - Facilitan el manejo de la liquidez por parte de los
hogares y las empresas,
reduciendo los costos de
transacciones en mercados de
bienes,
servicios y factores de la producción; - permiten la acumulación (poco costosa,
rentable y poco riesgosa) de depósitos de valor, es
decir, de reservas para hacerle frente a eventos futuros
(emergencias u oportunidades de inversión no previstas), y - Facilitan el manejo del riesgo y
ofrecen mecanismos para compartirlo.
Si contribuyen a estos propósitos, entonces los
servicios financieros (incluido el microcrédito) tienen un
papel
importante que cumplir en el alivio de la pobreza. En
particular, la función de
intermediación permite mejorar sus ingresos tanto a
quienes poseen recursos en exceso de sus propias oportunidades
marginales (depositantes), como a quienes no tienen recursos
suficientes para aprovechar sus oportunidades (deudores).
Los servicios financieros (tanto préstamos como
facilidades de depósito) permiten mejorar el ingreso y el
bienestar de los hogares-empresa cuando se
presentan circunstancias particulares. Muchas veces al
diseñar mecanismos de apoyo para las microempresas se
sobrestima el papel del
crédito y se ignora la función de
captación de depósitos. La experiencia, sin
embargo, demuestra lo siguiente:
- No todos los productores demandan crédito, a
pesar del supuesto de que sí lo hacen. Esto no ha de
extrañar: son los activos, no
los pasivos de una empresa,
los que generan un rendimiento. Acumular estos activos no
siempre requiere endeudarse. La mayoría de las
microempresas comienzan con recursos propios o de personas
allegadas, tales como amigos y parientes; de hecho esta fuente
de fondos es la más común entre las micro y
pequeñas unidades económicas. - Entre aquellos que sí demandan
préstamos, no lo hacen todo el tiempo sino en
momentos particulares; un agricultor, por ejemplo, durante el
período entre siembra y cosecha; una microempresa, en
períodos de demanda
excepcional; un hogar, ante una emergencia. - En cambio, la
mayoría de los hogares y de las empresas
demandan instrumentos de pago, facilidades de depósito y
otros medios para
el manejo de la liquidez y la acumulación de reservas,
prácticamente todo el tiempo. Esta demanda es
más fácil de satisfacer en las áreas
urbanas que en las zonas rurales de los países en
desarrollo. - Además, mientras que con el crédito los
hogares y las empresas tienen que establecer su capacidad de
pago, lo que no siempre es posible, las decisiones de depositar
y de retirar fondos están bajo su control. El
comportamiento del cliente en el
manejo de los depósitos le confiere a la vez información al intermediario, lo que
ayuda a establecer la condición de sujeto de
crédito en el futuro. - La experiencia demuestra, además, que la
demanda de crédito no es simplemente una demanda por
fondos (prestables), sino una demanda por un contrato
implícito, asociado a una relación de largo
plazo. Lo que importa es la posibilidad de endeudarse, en caso
de que fuese necesario.
Estas lecciones de la experiencia sugieren que debe
ponérsele atención a una intermediación
financiera completa, que considere tanto el crédito como
la movilización de depósitos, con
participación de intermediarios financieros permanentes,
capaces de ofrecer contratos
implícitos de largo plazo a su clientela. El
microcrédito no debe planearse como una herramienta de
intervención social para aliviar un problema de pobreza,
si no más bien como un servicio
financiero más, ofrecido por una institución
autosostenible y con visión de permanencia en el mercado. El
microcrédito debe enfocarse como parte del desarrollo del
sistema
financiero y no como un proyecto social
aislado.
3. Formas de
Intervención en la Microempresa
La mayoría de los esfuerzos de apoyo a la
pequeña y microempresa se han dirigido principalmente
hacia programas de crédito que, naturalmente, tienden a
absorber la mayor parte de los fondos disponibles. Este sesgo
usualmente refleja el supuesto implícito de que la falta
de acceso al crédito formal -preferiblemente subsidiado-
representa el obstáculo más serio al que se
enfrenta la microempresa. Sin embargo, los microempresarios no
siempre necesitan crédito, ni éste es el
único servicio
financiero que demandan.
El crédito puede tener un impacto importante
sobre el desempeño de las microempresas
únicamente cuando existe una oportunidad productiva, de lo
contrario no existe capacidad de pago, es decir, no hay demanda
legítima de crédito. En estos casos el
crédito es contraproducente. En efecto, el crédito
no puede "crear" el mercado inexistente para un producto no
deseado; el crédito no puede construir el camino cuya
ausencia impide la comercialización de un cultivo; el
crédito no genera la tecnología
desconocida que permitiría reducir los costos a un nivel
competitivo; el crédito no convierte en empresario a quien
no tiene esa capacidad. Centrar los esfuerzos en el
crédito no sólo no resuelve nada, sino que distrae
la atención de las acciones
necesarias para enfrentar esos otros obstáculos al
desarrollo.
4. Microempresas y
acción estatal
Entre los servicios de apoyo a la microempresa
comúnmente se incluyen programas de asistencia
técnica, capacitación, concesión de
microcrédito y apoyo a la gestión
comercial. Esos servicios deben manejarse en forma separada y con
criterio de transparencia financiera, puesto que si el
microcrédito nunca debe ser subsidiado, los otros
servicios, en determinadas circunstancias, sí pueden
ameritar la concesión de subsidios y la transferencia de
fondos públicos. Además, es importante destacar que
en materia de
microfinanzas ya se tiene claro cuáles son los principios y los
ingredientes necesarios para diseñar instituciones
privadas con fines de lucro que, a su vez, sean financieramente
autosostenibles y capaces de ofrecer servicios financieros en
forma rentable y eficiente, mientras que para los otros
componentes no financieros, aun no.
Combinar el apoyo estatal con los servicios financieros
para los pobres es difícil, en parte porque los
términos bajo los que esos servicios son ofrecidos
difieren fundamentalmente entre sí. La necesidad de
crédito no puede ser atendida de la misma manera que la
necesidad de salud o educación. Es
prácticamente imposible que una institución que ha
estado
efectuando donaciones y entregando servicios en forma
subvencionada pueda, de pronto, otorgar préstamos y
esperar recuperarlos puntualmente. Por otra parte, existe un
consenso, cada vez mayor, de que los servicios financieros son
mejor operados y administrados por agentes privados.
También existe la certeza de que los servicios
financieros para ser eficientemente prestados deben ser atendidos
por instituciones exclusivamente dedicadas a ellos, sin la
interferencia que se da cuando estas instituciones además
se encargan de la canalización de servicios de
capacitación, asistencia técnica y otros servicios
no financieros. Las instituciones microfinancieras más
exitosas y con mayor cobertura en cuanto a número de
clientes, son
precisamente aquellas que han abandonado la prestación de
estos servicios para que sean otras instituciones -no
financieras- las que se encarguen de su manejo.
5. Formas tradicionales de
intervención
En contraste con los esfuerzos recientes por mejorar la
condición de la microempresa, en el pasado la
acción estatal no fue favorable a este sector. Las
estrategias
proteccionistas e intervencionistas asociadas con la política de
desarrollo del pasado no favorecieron a la pequeña ni a la
microempresa; en el mejor de los casos las ignoraron y con
frecuencia más bien propiciaron entornos poco favorables a
su crecimiento y rentabilidad.
Así, el proteccionismo arancelario fue de poco
interés para actividades que típicamente producen
bienes no
transados internacionalmente, con pocos insumos importados.
Cuando estas microempresas necesitaron utilizar insumos, los
encontraron a precios
elevados y de mala calidad en los
productos
locales, consecuencia directa de la sustitución de
importaciones.
El proteccionismo más bien volvió
artificialmente rentables a unas pocas empresas grandes,
dedicadas a la sustitución de importaciones
que, en su producción, utilizaban una elevada
proporción de insumos extranjeros, en lugar de comprarlos
localmente, tal vez a pequeñas empresas nacionales. Las
empresas grandes protegidas adquirieron además ventajas
artificiales sobre aquellas pequeñas empresas que
podían producir, con materias primas locales, sustitutos
cercanos a los bienes finales fabricados por las primeras. A su
vez, el sesgo antiexportador de la estrategia
proteccionista desestimuló a empresas pequeñas con
algún potencial de exportación (p.e. artesanías).
Adicionalmente, en países con una fuerte
sobrevaluación de la moneda nacional, las empresas del
sector informal, sin acceso a las divisas oficiales, tuvieron que
adquirirlas en los mercados
paralelos a tipos de cambio más altos, aspecto que
elevó aún más sus costos relativos y redujo
su competitividad.
6. Formas modernas de
intervención
Recientemente, en la mayoría de los países
la acción estatal ha estado
dominada por esfuerzos de estabilización
macroeconómica y por reformas de políticas
económicas que buscan una utilización más
eficiente de los recursos disponibles. Existe consenso
profesional en cuanto a que estos programas de ajuste estructural
en general han tenido éxito
en lograr el equilibrio
macroeconómico interno y externo. Hay, además, un
reconocimiento generalizado de que, sobre todo en
economías pequeñas y abiertas, las nuevas
políticas son indispensables para promover el crecimiento
del poder de compra de la población.
El reto adicional para los gobiernos estriba, entonces,
en alcanzar estas metas macroeconómicas globales
indispensables, al mismo tiempo que se protege a los más
vulnerables, para que no sufran un impacto negativo
desproporcionado en el proceso de
ajuste y, sobre todo, para que se establezcan las bases para
incorporar de lleno a los pobres en los nuevos procesos de
crecimiento.
Para lograr el crecimiento sostenido con equidad en el largo
plazo se requieren políticas y programas que faciliten la
participación de los pobres en el proceso de
crecimiento mismo. Esto se logrará:
- creando oportunidades de empleo
más estables y mejor remuneradas; - aumentando el acceso de los pobres a los activos
productivos, y - aumentando la productividad de sus activos (tanto su
capital
físico como, principalmente. su capital
humano).
Para lograr la participación de los pobres en el
proceso de crecimiento hay que mejorar su capital humano
con servicios de nutrición, salud y
educación;
hay que mejorar el funcionamiento e integración de los mercados, principalmente
del mercado de trabajo, y hay que promover un entorno
macroeconómico que multiplique sus oportunidades
productivas. Los servicios financieros eficientes se encuentran
entre otros ingredientes que hacen este proceso
posible.
Autor:
Econ. Lindon Vela Meléndez
Cámara de Comercio de
Lambayeque-Perú