Indice
1.
Introducción
2. Desarrollo
3. Conclusión
4. Bibliografía
En este trabajo se investigará a cerca de la
Pulsión de muerte,
postulada por Freud en 1.920,
en su obra " Más allá del Principio del Placer ";
cuando lleva a cabo el tercer gran paso en su Teoría
de las Pulsiones, cambiando definitivamente el dualismo pulsional
que hasta ese momento sostenía constituido por las
pulsiones sexuales y las pulsiones yoicas o de
autoconservación; quedando formado por las pulsiones de
vida y las pulsiones de muerte.
El trabajo
monográfico se basa en un recorrido cronológico del
tema ya explicitado, tomando como referencia sólo los
textos más puntuales de las Obras Completas de S. Freud;
considerando que durante toda su vida, trabajó durante
tres hipótesis, que son:
1)- La existencia de un Aparato Psíquico.
2)- La existencia de una energía mental que recorre ese
Aparato (una cantidad).
3)- El funcionamiento del Aparato Mental.
La Teoría
de las Pulsiones surge de la segunda hipótesis y se
inserta en lo que Freud llamó "Metapsicología", en
el punto de vista económico, constituyéndose en el
nivel más alto de abstracción.
El énfasis de esta monografía
está ubicado en la Pulsión de Muerte (resultante
del último dualismo pulsional, postulado por Freud), pero
ya en 1.905, en la obra "Tres Ensayos de
Teoría Sexual", se encuentra como antecedente la
manifestación del Sadismo y su opuesto el Masoquismo,
siendo considerados como la inclinación a inflingir dolor
al objeto sexual. El sadismo en este artículo tiene tres
acepciones:
1)- Responde a un componente agresivo de la pulsión
sexual, que se ha vuelto autónomo y elevado por
desplazamiento al papel
principal.
2)- Inclinación a dominar el objeto sexual para vencer su
resistencia.
3)- Fluctúa entre la actitud
meramente activa (violenta) hacia el objeto sexual, hasta el
sometimiento, inflingiendo malos tratos a éste como
condición única de la satisfacción:
perversión.
Se puede considerar al sadismo como "activo" y de manera similar
el masoquismo abarca las actitudes
"pasivas" hacia la vida y el objeto sexual, donde la
satisfacción se encuentra en el hecho de padecer dolor
(físico o anímico) infligido por el objeto
sexual.
En cuanto perversión, el masoquismo se aleja de la meta sexual
normal más que el sadismo: siendo éste primario,
originario; en tanto el masoquismo secundario; (nace por
transformación a partir del sadismo). El masoquismo es una
prosecución del sadismo vuelto hacia la propia persona, la cual
en un principio hace de objeto sexual. Tanto el sadismo como el
masoquismo van juntos en la misma persona;
así como se goza con el dolor propio, también se
goza con el dolor del otro. Una persona sádica es al mismo
tiempo
masoquista, aunque uno de los dos aspectos de la
perversión puede haberse desarrollado con más
fuerza.
En la historia de la
cultura
humana, se observa que crueldad y pulsión sexual se
copertenecen, asegurando la existencia de un componente agresivo
de la libido.
Entre los formadores de síntomas de la psiconeurosis,
desempeñan un papel
importante las pulsiones parciales que generalmente se presentan
en pares de opuestos como promotoras de nuevas metas sexuales: la
pulsión de ver y de exhibir, la pulsión de crueldad
activa (sadismo) y pasiva (masoquismo). Por medio de este enlace
de la libido con la crueldad se produce la mudanza del amor en odio
característica de las neurosis.
Se debe admitir también que la vida sexual infantil,
muestra
componentes que desde el comienzo envuelve a otras personas como
objeto sexual. De esta índole son las pulsiones de ver y
de exhibirse y de la crueldad activa y pasiva que aparecen con
cierta independencia
respecto de las zonas erógenas, que imperan la sexualidad
infantil y sólo más tarde entran en estrecha
relación con la vida sexual.
La crueldad es totalmente natural en el carácter
infantil, ya que hay que tener en cuenta que la inhibición
de la pulsión de apoderamiento, la capacidad de
compasión ante el dolor del otro, se desarrolla
relativamente tarde. De esta manera se supone que la
moción cruel proviene de la pulsión de
apoderamiento y emerge en la vida sexual en una época en
que los genitales no han asumido el papel que
desempeñarán después.
Si a esa tierna edad los niños
son espectadores del comercio
sexual entre adultos, no puede menos que concebirse el acto
sexual como un maltrato en sentido sádico. Esto contribuye
mucho a la disposición para un posterior desplazamiento
sádico de la meta
sexual.
Una de las raíces de la pulsión sádica puede
reconocerse en la promoción de la excitación sexual
por medio de la actividad muscular.
Ya en 1.915, en su artículo "Pulsión y Destinos de
Pulsión", Freud, continúa manteniendo el
mismo concepto de
pulsión que en "Tres Ensayos de
Teoría Sexual", aquí le agrega una característica más a la
pulsión que pasa a estar constituida por una meta, un
objeto, una fuente y ahora posee un esfuerzo; ya se sabe que en
el yo también hay libido (energía sexual), y sigue
en
pie el primer dualismo pulsional, formado por pulsiones yoicas o
de autoconservación y pulsiones sexuales.
En este texto, Freud,
aplica la "Teoría del Narcisismo" al esquema pulsional;
afirmando que todas las pulsiones son al principio
autoeróticas, exceptuando dos pares de opuestos que
necesitan de un objeto externo, entre éstos se encuentra
el par "sadismo-masoquismo".
Freud, menciona cuatro defensas o destinos de las pulsiones;
éstos son:
1)- Sublimación.
2)- Represión.
3)- El trastorno hacia lo contrario.
4)- La vuelta hacia la propia persona.
El trastorno hacia lo contrario se resuelve en dos
procesos:
a)- La vuelta de una pulsión de la actividad a la
pasividad (ej. sadismo-masoquismo), aquí el trastorno lo
sufre la meta de la pulsión.
b)- El trastorno en cuanto al contenido que se observa en la
mudanza del amor en
odio.
En cuanto al otro de los destinos relevantes al tema; la vuelta
hacia la persona propia se lo comprende si se piensa que el
masoquismo es el sadismo vuelto hacia el yo. Aquí se
produce un cambio de
vía de objeto, manteniéndose la meta
inalterada.
En cuanto al par de opuestos "sadismo-masoquismo", el proceso se
presenta de la siguiente manera:
a)- El sadismo es una acción violenta, afirmación
de poder,
necesidad de dominio dirigida
a otra persona como objeto.
b)- El objeto es resignado y sustituido por la propia persona; al
volver el sadismo a la propia persona también se muda la
meta activa en pasiva.
c)- Se busca un nuevo objeto que toma el papel activo del
sadismo. Aquí se presenta el masoquismo, donde la
satisfacción se obtiene por el camino del sadismo
originario, en cuanto el yo pasivo se traslada a su opuesto
anterior, que ahora se deja al sujeto ajeno. No hay masoquismo
que no se engendre del sadismo.
La concepción del sadismo es deteriorada por la
acción-meta muy especial que parece seguir, junto a la
humillación y al apoderamiento, se persigue el inflingir
dolor, que no desempeña ningún papel entre las
acciones metas
originarias de la pulsión. El niño sádico no
toma en cuenta el inflingir dolores, ni se lo propone, pero una
vez que se trasmudó al masoquismo, los dolores sirven para
proporcionar una meta masoquista pasiva entonces las sensaciones
de dolor desborda la excitación sexual y producen placer;
luego puede seguir la meta sádica de inflingir dolores en
otro. El sujeto los goza de igual manera masoquista al
identificarse con el objeto que sufre.
Hay que tener en cuenta que en ambos casos, no se goza del dolor
mismo, sino del placer, de la excitación sexual que lo
acompaña. El gozar del dolor sería una meta
originariamente masoquista, pero que sólo puede devenir
meta pulsional en quien es originariamente sádico (se
continúa afirmando el sadismo primario y el masoquismo
secundario).
En cuanto al otro destino importante que sufre la pulsión,
el trastorno hacia lo contrario, se lo, puede observar en la
mudanza del amor en odio. El vínculo más
íntimo une estos dos sentimientos opuestos con la vida
sexual, aunque es difícil concebir el amar como si fuera
una pulsión parcial de la sexualidad
entre otras, se querría percibir en el amar la
expresión de la sexualidad como un todo.
El amar es susceptible de tres opciones:
1)- amar – odiar
2)- amar – ser amado
3)- amar y odiar – indiferencia
La segunda opción, amar – ser amado, se corresponde con la
vuelta de actividad a la pasividad. La meta activa es el "amar" y
la pasiva es el "ser amado", ésta última se
aproxima al Narcisismo.
La vida anímica está gobernada por tres
polaridades:
1)- Sujeto (yo) – Objeto (mundo externo)
2)- Placer – Displacer
3)- Actividad – Pasividad
Las tres polaridades se relacionan recíprocamente, hay una
situación psíquica originaria en que dos de ellas
coinciden: el yo se encuentra originariamente investido y
también es capaz de satisfacer sus pulsiones en sí
mismo. Esto es narcisismo, donde el mundo exterior no está
investido y es indiferente para la satisfacción. El yo es
autoerótico y no necesita del mundo exterior, aunque
igualmente recibe objetos de él por medio de la
pulsión de autoconservación, sintiendo por
determinados momentos displacer a ciertos estímulos
internos.
Ahora bien, el "Principio del Placer", recoge los objetos que son
fuentes de
placer y los introyecta, librándose de los que producen
displacer proyectándolos (hacia afuera del yo). Así
se forma una coincidencia entre dos polaridades:
* Yo – Sujeto coincide con el placer.
* Mundo externo coincide con el displacer.
Así como el objeto es aportado por el mundo
exterior, el odiar también puede ser una relación
hacia ese mundo exterior proveedor de estímulos.
La indiferencia se subordina al odio, después de haber
emergido como su precursora. El objeto, lo odiado, han sido
idénticos al principio, pero si luego el objeto produce
placer entonces es amado, incorporándose al yo;
coincidiendo para el yo-placer el objeto con lo ajeno y lo
odiado.
Cuando el objeto es fuente de displacer, es odiado y este odio
puede aumentarse inclinándose a agredir al objeto con el
propósito de aniquilarlo.
Se revela así que los vínculos de amor y de odio no
son aplicables a las relaciones de las pulsiones con sus objetos,
sino a las relaciones del yo con sus objetos.
Los legítimos modelos de la
relación de odio no provienen de la vida sexual, sino de
la lucha del yo por conservarse y afirmarse.
Amor y odio no mantienen una relación simple entre
sí, ya que cada uno tiene orígenes diversos y ha
recorrido su propio desarrollo.
El amor
proviene de la capacidad del yo para satisfacer
autoeróticamente una parte de las mociones pulsionales, es
originariamente narcisista, después pasan a los objetos
que se incorporaron al yo en cuanto son fuentes de
placer, enlazándose íntimamente con el que hacer de
las posteriores pulsiones sexuales y coincidiendo con la
aspiración sexual total.
El odio es más antiguo que el amor, brota
de el rechazo que el yo narcisista opone al mundo exterior que lo
llenan de estímulos displacenteros.
La historia de la
génesis y de los vínculos del amor, permite
comprender que a menudo se muestra
ambivalente hacia el mismo objeto.
El odio mezclado con el amor, proviene de las etapas previas del
amar no superadas completamente y por reacción repulsiva
de las pulsiones yoicas. Cuando el vínculo de amor con un
objeto determinado se interrumpe, no es raro que lo reemplace el
odio, pero el odio es reforzado por la regresión del amar
a la etapa sádica previa, entonces el odiar adquiere un
carácter erótico garantizando la
continuidad de un vínculo de amor.
Hasta 1.920, Freud sostenía que el Aparato Anímico
funciona regido por el Principio del Placer, quien se encarga de
mantenerlo libre de exceso de excitación, evitando
así el displacer; pero en su obra "Más allá
del Principio del Placer" , encuentra tres situaciones donde este
principio no domina, estando restringido, éstas son:
a)- El principio del placer es reemplazado por el principio de
realidad que exige postergar la satisfacción y tolerar
provisionalmente el displacer.
b)- Durante el desarrollo del
yo, surgen conflictos y
escisiones donde ciertas pulsiones se muestran inconciliables con
las restantes, entonces se reprimen, pero si luego alcanzan la
conciencia, son
sentidas por el yo como displacenteras.
c)- Displacer de percepción, que puede ser:
* percepción de una pulsión
insatisfecha.
* percepción exterior penosa en sí misma.
* percepción con expectativas displacenteras.
En el modo de trabajo del Aparato anímico, en una
de sus prácticas normales más tempranas como es el
juego
infantil, se recibe la impresión de que el niño
convirtió en juego una
vivencia real a raíz de otro motivo. Se advierte que los
niño repiten en el juego todo cuanto les ha hecho gran
impresión en la vida, así abreaccionan la
intensidad de la impresión y se adueñan de la
situación.
En la vivencia, el niño era pasivo, era afectado por ella;
en el juego se pone en un papel activo repitiéndola aunque
fue displacentera.
También se observa que el carácter displacentero de
la vivencia no siempre la vuelve inutilizable para el juego.
Si el doctor examina la garganta del niño, ésta
vivencia horrible será el contenido del próximo
juego. En cuanto el niño cambia la pasividad del vivenciar
por la actividad del jugar, inflige a un amigo lo desagradable
que él mismo tuvo que vivir.
Así se confirma que aún bajo el imperio del
Principio del Placer existen suficientes medios y
vías para convertir en objeto de recuerdo y
elaboración anímica lo que en sí mismo es
displacentero.
Por otro lado, el enfermo puede no recordar todo lo que hay en
él de reprimido, más bien se ve forzado a repetir
lo reprimido como vivencia presente (en lugar de recordarlo).
Freud agrega aquí una quinta característica a las
pulsiones que es el carácter repetitivo de las mismas. Lo
que la "compulsión a la repetición" hace
revivenciar provoca displacer para un sistema del
Aparato Anímico y al mismo tiempo placer
para otro sistema.
Lo asombroso es que la compulsión a la repetición
devuelve también vivencias pasadas que no contienen
posibilidad de placer porque tampoco en el momento vivido
pudieron ser satisfechas.
Las exteriorizaciones de una compulsión a la
repetición, muestran en alto grado un carácter
pulsional donde se encuentra una oposición al Principio
del Placer, por ejemplo en el caso del juego infantil se advierte
que el niño repite la vivencia displacentera, porque
así consigue un dominio sobre la
impresión intensa mucho más radical que el que era
posible en el vivenciar pasivo. La compulsión a la
repetición aparece como más originaria, más
elemental, más pulsional, que el Principio del Placer que
ella destrona.
Una pulsión es entonces un esfuerzo inherente a lo
orgánico vivo, de reproducción de un estado
anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de
fuerzas perturbadoras externas. La pulsión adquiere
así, la expresión de la naturaleza
conservadora del ser vivo.
Las pulsiones orgánicas conservadoras han regido con
variación impuesta en su curso vital,
preservándolas en la repetición,
empeñándose por alcanzar una vieja meta.
Ahora bien, se contradiría la naturaleza
conservadora de las pulsiones, el que la meta de la vida fuera
alcanzar un estado nunca
alcanzado antes. Ha de ser más bien un estado antiguo,
inicial, que lo vivo abandonó una vez y al que aspira
regresar por todos los rodeos de la evolución. Todo lo vivo muere, regresa a lo
inorgánico por razones internas, entonces la meta de toda
vida es la muerte, lo
inanimado estuvo antes que lo vivo.
Tan extraño es que el estatuto de las pulsiones de
autoconservación presentan notable oposición con el
presupuesto de la
vida pulsional en su conjunto, sirviendo a la provocación
de la muerte.
Entonces todo organismo muere por una pulsión interna
(pulsión de muerte),no es necesario que nos ataquen desde
afuera para morir. Aquí queda unida la pulsión de
autoconservación con la pulsión de muerte,
modificándose el primer dualismo pulsional, donde las
pulsiones yoicas o de autoconservación se esfuerzan en el
sentido de la muerte y las pulsiones sexuales en el de la
vida.
También, Freud, observa que en el yo hay libido,
expresión de la pulsón sexual (Teoría del
Narcisismo), entonces más confuso y oscuro se torna el
tema.
La teoría pulsional es dualista, ya que por un lado se
reconoce la existencia de las pulsiones sexuales y por otro el de
las pulsiones yoicas libidinosas.
El propio amor de objeto enseña una segunda polaridad
entre amor (ternura) y odio (agresión), y desde siempre se
ha reconocido un componente sádico en la pulsión
sexual que puede volverse autónomo y gobernar la
aspiración sexual íntegra de la persona
(perversión), destacándose también como
pulsión parcial dominante en una de las etapas de la
organización pre – genital (sádico – anal).
Entonces se supone la existencia de un Eros conservador de la
vida, con una pulsión sádica que apunta a
dañar el objeto.
El sadismo es una pulsión de muerte apartada del yo por el
esfuerzo y la influencia de la libido narcisista (por la libido
que hay en el yo), después entra al servicio de la
función
sexual, en el estadio de la organización oral de la libido; más
tarde se separa, en la etapa del primado genital, regido por el
fin de la reproducción, la función de
dominar el objeto sexual en la medida en que lo exige la
ejecución del acto genésico. El sadismo esforzado a
salir del yo ha enseñado el camino a los componentes
libidinosos de la pulsión sexual, que se esfuerzan en
apoderarse del objeto sexual.
Ahora bien, una vuelta de la pulsión desde el objeto hacia
el yo es en principio, la vuelta desde el yo hacia el objeto. El
masoquismo, la vuelta de la pulsión hacia el yo propio,
sería entonces una regresión.
"Acá se produce una modificación en la
teoría, ya que el masoquismo pasa a ser primario, quedando
el sadismo secundario".
La investigación biológica,
enseña que la unión de dos individuos sin
división subsiguiente a su separación, produce un
efecto fortalecedor y rejuvenecedor en ambos. Esto armoniza con
el supuesto de que el proceso vital
del individuo, lleva por razones internas a la nivelación
de las tensiones químicas (la muerte), mientras que la
unión con una sustancia viva que conforme un individuo
diferente aumenta estas tensiones, introduciendo nuevas
diferenciaciones vitales (la vida).
Entonces, si se ha dicho que la tendencia dominante de la vida
anímica es la de mantener constante, rebajar o suprimir la
tensión interna, de lo cual es expresión el
Principio del Placer, esto constituye un fuerte motivo para creer
en la existencia de una "pulsión de muerte", y que parece
realizar su trabajo en forma inadvertida, contando con el
Principio del Placer a su servicio, que
se caracteriza por montar guardia ante los aumentos de
estímulos procedentes del interior, que apuntan a
complicar la tarea del vivir. "La pulsión siempre intenta
restablecer un estado anterior".
En este momento de la Teoría de las Pulsiones, queda
ligado el Principio del Placer al servicio de la Pulsión
de Muerte; aunque Freud asegura estar dando el tercer y gran paso
en su teoría, es conciente de este absurdo que lo resuelve
en 1.924, en su obra "El problema económico del
masoquismo".
Podemos distinguir claramente las dos clases de pulsiones que
dominan nuestra vida anímica; por un lado, la
pulsión de vida o Eros y por otro, la pulsión de
muerte, con el sadismo como su representante.
Ahora bien estas dos pulsiones se ligan, se mezclan entre
sí en gran escala y de
manera regular. Se puede decir entonces que una pulsión
neutraliza a la otra, y como consecuencia de la unión de
los organismos elementales en seres vivos, se habría
conseguido neutralizar la pulsión de muerte y desviarla
hacia el mundo exterior por medio de un órgano particular
(la musculatura), exteriorizando dicha pulsión como la
pulsión de destrucción. Esto es representativo de
una mezcla o fusión
pulsional.
Los componentes sádicos normales de la pulsión
sexual, también son un ejemplo de mezcla pulsional al
servicio de un fin, pero el sadismo, devenido como
perversión, es el modelo de una
desmezcla pulsional. Es muy importante poder
encontrar en la pulsión de destrucción, a la que el
odio marca su camino,
un subrogado de la pulsión de muerte, podemos decir que en
este sentido, la pulsión de muerte está al servicio
del Eros, ya que si no se produce una descarga llevaría a
la muerte del ser vivo.
Hay que tener en cuenta que las mociones pulsionales se estudian
ya que se revelan como retoños del Eros, sería muy
difícil sostener la existencia de otra pulsión que
se opone, entonces se impone la impresión de que las
pulsiones de muerte son mudas, esencialmente, ya que trabajan en
silencio, sólo se las observa por los efectos que
producen.
Luego de observar y dar a conocer la importancia y
características de los proceso de fusión y
defusión pulsional en 1.923, en la obra "El yo y el ello",
específicamente en el capítulo IV, correspondiente
a "Las dos clases de pulsiones". Freud resuelve el problema
planteado en 1.920, a cerca de la coincidencia entre los principios que
rigen la vida anímica y las pulsiones en 1.924, en su obra
"El problema económico del masoquismo". Hay que recordar
que hasta este momento el Principio del Placer – Displacer era
idéntico al Principio de Nirvana, pero aquí Freud
se da cuenta que es indudable que existen tensiones placenteras y
distensiones displacenteras, por ejemplo: el estado de
excitación sexual, donde hay un incremento placentero de
estímulo.
Entonces, placer y displacer no pueden ser referidos al aumento o
disminución de una cantidad de tensión de
estímulos. Esto pareciera no depender de este factor
cuantitativo, sino de un carácter cualitativo.
Hay que advertir que el Principio de Nirvana, súbdito de
la pulsión de muerte, ha experimentado en el ser vivo una
modificación por la cual devino Principio de Placer,
entonces se debe evitar considerar a esos dos principios como
uno solo. El Principio de nirvana expresa la tendencia de la
pulsión de muerte; el Principio del Placer subroga la
exigencia de la libido, y el Principio de Realidad, el influjo
del mundo externo.
El masoquismo se observa en tres figuras:
- Como una condición a la que se sujeta la
excitación sexual (erógeno). - Como una expresión de la naturaleza femenina
(femenino). - Como una norma de la conducta en
la vida (moral)
El masoquismo erógeno es placer por recibir
dolor. El masoquismo moral es
sentido como un sentimiento de culpa. En cuanto al masoquismo
femenino, la observación se aprecia en las
fantasías de personas masoquistas que: o desembocan en el
acto onanista o figuran por sí solas la
satisfacción sexual. En ambos casos el contenido
manifiesto es el mismo: ser maltratado de cualquier modo.
La interpretación más inmediata es que el
masoquista quiere ser tratado como un niño pequeño,
desvalido y dependiente. Aún en casos más ricos el
masoquista se pone en situaciones características de la
feminidad, como por ejemplo: ser castrado, ser poseído
sexualmente o parir.
El masoquismo femenino se basa en el masoquismo
erógeno.
En el ser vivo, la libido se enfrenta con la pulsión de
muerte que impera dentro de él, queriendo desgarrarlo y
llevarlo a la condición de estabilidad inorgánica.
La tarea de la libido es volver inocua esta pulsión
destructora desviándola, en parte, hacia el mundo exterior
(pulsión de destrucción, de apoderamiento, de
poder). Un sector de ésta es puesto al servicio de la
función sexual: el sadismo, propiamente dicho, pero otro
sector no obedece este traslado permaneciendo en el interior del
organismo ligado libidinosamente: masoquismo erógeno,
originario.
En cuanto a los caminos y los medios por los
que pueda consumarse este dominio de la pulsión de muerte
por la libido, se produce una mezcla de proporciones variables,
entre las dos clases de pulsiones.
Puede decirse que la pulsión de muerte actuante en el
organismo es idéntica al masoquismo, no es sorprendente
que el sadismo proyectado pueda bajo ciertas condiciones ser
introyectado de nuevo, regresando así a su
situación anterior. En tal caso da por resultado el
masoquismo secundario, que viene a agregarse al originario.
El masoquismo erógeno acompaña a la libido en todas
sus fases de desarrollo, tomándole prestados todos sus
revestimientos psíquicos:
* La angustia de ser devorado, proviene de la
organización oral.
* El deseo de ser golpeado, proviene de la fase sádico –
anal.
El masoquismo moral es notable por haber aflojado su
vínculo con la sexualidad. En general todo padecer
masoquista tiene por condición partir de una persona amada
y ser tolerado por orden de ella; esto desaparece en el
masoquismo moral, donde lo que importa es el padecer como tal sin
interesar la persona que inflija dicho padecimiento. En todo
masoquismo hay un
componente erótico; en el moral también.
En la clínica, se puede observar que hay pacientes cuyo
comportamiento
frente a los influjos de la cura, demuestran un sentimiento de
culpa "inconciente". Ahora bien, en lugar de la
denominación: "sentimiento inconciente de culpa" se
prefiere hablar de "necesidad de castigo".
Pero si se estudia detenidamente la diferencia entre la
continuación inconciente de la moral y el
masoquismo moral. En el primero el acento recae sobre el sadismo
acrecentado del superyó , al cual el yo se somete; en el
segundo sobre el genuino masoquismo del yo, quien pide castigo.
En ambos casos se trata de una relación entre el yo y el
superyó, cuya necesidad se satisface mediante castigo y
padecimiento.
Para provocar el castigo, el masoquista hace cosas inapropiada en
contra de su beneficios, destruyendo las perspectivas que se le
abren en el mundo real aniquilando su propia existencia.
La reversión del sadismo hacia la propia persona sucede a
raíz de la sofocación cultural de las pulsiones
donde la persona se abstiene de aplicar en su vida componentes
pusionales destructivos, entonces esta parte de la pulsión
destructiva sale a la luz como un
acrecentamiento del masoquismo en el yo.
El sadismo del superyó y el masoquismo del yo se
complementan uno al otro y se aúnan para provocar las
mismas consecuencias. Sólo así se comprenden que la
sofocación de las pulsiones resulta un sentimiento de
culpa y que la conciencia moral
se vuelve más severa cuanto más se abstiene la
persona de agredir a los demás: el reclamo ético es
lo primario y la renuncia de lo pulsional su consecuencia. En
realidad, la primera renuncia de lo pulsional es producida por
poderes exteriores, siendo ella la creadora de la eticidad que se
expresa en la conciencia moral reclamando nuevas renuncias
pulsionales.
El masoquismo moral es el testimonio clásico de una mezcla
pulsional, su peligro se debe a que desciende de la
pulsión de muerte que corresponde al sector que se ha
sustraído a su vuelta hacia fuera como pulsión de
destrucción.
Entonces se confirma que la culpa viene de la pulsión de
muerte, de un superyó muy fuerte, rígido, severo,
donde la tensión es producida entre el yo y el
superyó, considerando que antes de 1923, el superyó
se formaba por la identificación con los padres al
producirse el "Sepultamiento del Complejo de Edipo", ahora el
superyó depende de la pulsión de muerte y de las
características de los padres teñidos con dicha
pulsión, introyectándoselos de esa manera, entonces
realmente como son los padres es algo muy relativo para la
formación del superyó.
En 1929, Freud, hace los últimos aportes al concepto de
pulsión de muerte, en su obra llamada: "El malestar en la
cultura".
La cultura exige otros sacrificios, además de la
satisfacción sexual. El ser humano no es un ser manso,
amable, sino que posee en su dotación pulsional una buena
cantidad de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es
un posible auxiliar y objetos sexual, sino una tentación
para satisfacer en él la agresión.
Esta inclinación agresiva que se puede registrar en cada
uno de nosotros es el factor que perturba el vínculo con
el prójimo y compele a la cultura quien tiene que poner
límites
a las pulsiones agresivas de los seres humanos, para detener
mediante formaciones psíquicas sus exteriorizaciones. Pero
aún no se han alcanzado grandes logros. La cultura espera
prevenir los excesos agresivos adoptando el derecho de ejercer
ella misma la violencia
sobre los criminales pero la ley no alcanza a
las exteriorizaciones más cautelosas de la agresión
humana.
Una de las pulsiones de objeto, la sádica, se destaca por
que su meta no es precisamente amorosa, y no puede ocultar su
estrecho vínculo con pulsiones de apoderamiento sin
propósito libidinoso. A pesar de todo es evidente que el
sadismo pertenece a la vida sexual, pues el juego cruel puede
sustituir a juego tierno.
Tanto en sadismo como en masoquismo se han visto las
exteriorizaciones de la pulsión de destrucción,
dirigida hacia afuera y hacia adentro manteniendo una
unión fuerte de tipo erótica. Pero no se puede
pasar por alto la ubicuidad de la agresión y de la
destrucción no eróticas, y su posición en la
vida.
El nombre de libido puede aplicarse a las exteriorizaciones del
Eros con el fin de separarlas de la energía de la
pulsión de muerte. En el sadismo, ella tuerce a su favor
la meta erótica, aunque satisface la aspiración
sexual, se obtiene la más clara visión de su
naturaleza y de su vínculo con el Eros. Pero aún
donde emerge sin propósito sexual, es imposible desconocer
que su satisfacción se enlaza con un goce narcisista muy
alto. Inhibida en su meta, la pulsión de
destrucción, dirigida a los objetos, se ve forzada a
procurar al yo la satisfacción de sus necesidades vitales
y el dominio sobre la naturaleza.
La inclinación agresiva es una disposición
pulsional autónoma, originaria, del ser humano, donde la
cultura encuentra su obstáculo más poderoso. La
cultura sería un proceso al servicio del Eros, que quiere
reunir a los individuos aislados en una gran unidad: la
humanidad. Ahora bien, a esto se opone la pulsión agresiva
natural de los seres humanos que es el retoño y el
principal subrogado de la
pulsión de muerte.
3. Conclusión
En este trabajo se ha enfatizado a cerca de la
Pulsión de Muerte, postulada por Freud en 1.920, siendo en
su momento una idea muy discutida por sus discípulos.
Aunque Freud, venía hablando de dicha pulsión desde
1.905, en "Tres Ensayos de Teoría Sexual", donde hace su
primer análisis extenso del sadismo, que aparece
como una de las "Pulsiones Parciales" de la Pulsión
Sexual. Sin embargo en el segundo ensayo, Freud,
reconoce la independencia
primitiva de las mociones agresivas, siendo éstas
independientes de la sexualidad, pero entran en conexión
tempranamente: la moción cruel proviene de la
pulsión de apoderamiento.
Hasta que Freud no estableció la hipótesis de una "Pulsión de
Muerte", no se aclaró una pulsión agresiva
verdaderamente independiente, "Más allá del
Principio del Placer"; aunque acá se le produce un
conflicto
entre los principios que rigen la vida anímica y las
pulsiones que forman parten del segundo dualismo postulado en
esta obra: pulsión de vida y pulsión de muerte.
Recién en 1.924, se le aclara el panorama teórico,
a Freud, con respecto al tema, donde da por cierta la existencia
de un masoquismo primario, basándose en la fusión y
defusión de las dos clases de pulsión, publicado un
año antes: "El yo y el ello" (1.923), quedando afirmado
definitivamente en 1.930, en la obra llamada "El malestar en la
cultura", cuyo interés
sobrepasa considerablemente a la Sociología.
Se debe destacar que la postulación de la pulsión
de muerte, permitió entender muchos acontecimientos que
sucedían en el ámbito clínico, como ser : la
existencia de una pulsión sádica, una
pulsión masoquista y las llamadas " Reacciones
Terapéuticas Negativas" (R.T.N.).
Aunque en su primer momento esta pulsión fue discutida y
muy poco creída o aceptada por todos, quedó
firmemente consolidada tanto en la Teoría de Freud como en
sus seguidores; tal es el caso de las dos grandes líneas
pos freudianas, encabezadas por Melanie Klein, por un lado y
Jaques Lacán, por otro, quienes desde su punto de vista
adoptan la existencia de dicha pulsión.
FREUD, Sigmund. (1.905). "Tres ensayos de teoría
sexual", Vol. VII, AE.
FREUD, Sigmund. (1.915). "Pulsiones y destinos de
pulsión", Vol. XIV, AE.
FREUD, Sigmund. (1.920). "Más allá del principio
del placer", Vol. XVIII, AE.
FREUD, Sigmund. (1.923). "El yo y el ello", Vol. XIX, Cap. IV,
AE.
FREUD, Sigmund. (1.924). "El problema económico del
masoquismo", Vol. XIX, AE.
FREUD, Sigmund. (1.930)."El malestar en la cultura", Vol. XXI,
Cap. V y VI, AE.
LAPLANCHE, J. y PONTALIS, J., "Diccionario de
Psicoanálisis", De. Labor, Buenos Aires,
1.968
Autor:
Monica viviana Martinezvaldez
Edad: 26 años.
Estudios: 5° año de Licenciatura de
Psicología
Título: "Pulsión de Muerte"
Categoría: Salud – Psicología (Psicoanálisis)