Indice
1.
Desarrollo Del Trabajo
2. Bibliografía
1. Desarrollo Del
Trabajo
Ya lo dijo Nietzsche
proclamando por boca de Zaratustra: Dios ha muerto. El Dios de la
metafísica y de la moral que
nació en Sócrates y
Platón
y que llegó al tiempo moderno ha
dejado de latir en el corazón
del hombre.
El hombre ha
ocupado su lugar y ha iniciado una obra que inexorablemente tiene
que terminar bien, los hombres viven como si Dios no existiera,
es más viven con un espíritu totalmente
despreocupado y libre de presiones.
"… vivimos con el espíritu del bibamus, edamus, cras
moriemur, al celebrar el crepúsculo de las
ideologías…"
Pero por más que le pese a Nietzsche,
Dios aún sigue vivo, tal vez no tanto como antes, pero
aún está presente. Dios y sus predicadores no
terminan de irse, por lo tanto todavía quedan resabios de
trasmundo, de metafísica
y de moral
De hecho, todavía hay hombres creyentes que tienen en su
fe razones válidas para distinguir lo bueno de lo malo y
para sostener una línea de conducta
aún en el medio de las dificultades. Esto es evidente,
puesto que al recibir su orientación ética
desde el ámbito metafísico, desde una
fundamentación absoluta el creyente encuentra un apoyo en
el origen mismo del criterio de distinción entre lo bueno
y lo malo.
Pero el mensaje de Nietzsche es claro y ciertamente demoledor.
Para muchos en la actualidad Dios ha muerto y junto con
él, como ya hemos estado
diciendo, murió la metafísica y la moral. Hoy hay
muchos no creyentes, hay muchos para los cuales Dios ha muerto,
de hecho este planteo nos llevaría a considerar el tema
del agnosticismo o en su defecto del ateísmo. Si bien este
no es el tema central de nuestro trabajo, conviene que hagamos
una breve mención al respecto, deteniéndonos a
considerar lo que Etienne Gilsón plantea respecto a
este tema :
"El verdadero ateo, si existe, no niega la existencia de Dios, no
piensa en ella."
Esta afirmación evidencia claramente que no hay
verdaderos ateos, al contrario, si los hubiera, para ellos Dios
no sería un problema, de allí que Gilsón
esté expectante ante las razones de un ateo. En el mismo
texto
él distingue un ateísmo dogmático que surge
después de una madura reflexión y concluye con
certeza racional que nada responde a la palabra "dios",
entendiendo por nada ningún ser. Pero aquí la
cuestión es otra, Dios existía y el hombre lo
retiró del lugar que ocupaba. En este sentido
Gilsón remata este tema planteando :
"Por lo demás, nunca se está seguro de que
(Dios) haya muerto en un corazón en
el que vivió"
Esta claridad objetiva demuestra que por más
intentos que se hagan, Dios sigue viviendo en el corazón
del hombre, tal
vez no de la misma manera en que estaba antes de aquella
fórmula pronunciada por Zaratustra. Dios no termina de
irse porque nunca terminó de morir.
En este sentido también Gianni Vattimo descubre el renacer
del interés
religioso en el clima cultural
actual. Ciertamente que mientras Dios perdure en la cultura, Dios
seguirá sin morir definitivamente. Lo que para unos era un
conjunto de ideas infantiles que había que olvidar y hasta
rechazar sigue vigente. Es más Vattimo plantea lo
siguiente:
"…lo que creo que se puede decir en términos de un
pensamiento no
metafísico es que gran parte de las conquistas (…) de la
razón moderna están arraigadas en la
tradición hebraico cristiana y no son pensables fuera de
ella"
Es por ello que, aunque muchos hombres modernos no lo quieran
reconocer, los problemas de
la filosofía de hoy están condicionados e
inspirados profundamente, por la herencia
cristiana.
En este sentido, el planteo de Umberto Eco se ubica en esta
línea esbozada anteriormente a través de los
aportes de Gilsón y de Vattimo.
Eco no es el verdadero ateo, si bien su filosofía
puede aparecer totalmente desprendida de todo elemento de origen
religioso, en su convicciones hay muchos elementos que le han
venido por su formación religiosa católica que,
según sus propias expresiones, abandona a los
veintidós años.
"… mi formación se caracteriza por una fuerte huella
católica hasta (por señalar un momento de fractura)
los veintidós años. (…) de modo que me queda
siempre la duda de si algunas de mis convicciones morales no
dependen todavía de esa huella religiosa que ha marcado
mis orígenes."
De allí que sea de sumo interés el
planteo que realiza, puesto que Eco ciertamente es el prototipo,
a nuestro modesto modo de ver, del ateo moderno. Mientras otros
hombres en su filosofía ética parten de Dios, Eco
no parte de Dios, como gran parte de la filosofía
occidental. En el caso de los filósofos no cristianos, y aun
anticristianos o al menos agnósticos, como el caso de Eco,
sin embargo actúan muchos principios que
los ha traído el cristianismo y
que han entrado dentro de la cultura y que
son redescubiertos ahora no por la fe que ha sido sacada, sino
que han sido redescubiertos por la razón.
Un ejemplo claro de lo que acabamos de plantear es la
revolución
francesa y toda la filosofía contemporánea que
da por sentados y fundamenta una cantidad de principios entre
ellos la igualdad, la
libertad y la
fraternidad. Obviamente que estos principios son de origen
cristiano, pero al haber "muerto Dios", al hombre le queda su
razón y así es que por medio de ella se ha ido
desarrollando una confirmación por vía racional de
tal manera que aún sacando de perspectiva su origen y
fundamento en Dios, lo llega a sostener, asumir, aceptar y
establecer como un valor.
En este sentido, hay muchos no creyentes, es decir
personas que no fundan su vida en la relación con Dios,
con el absoluto y que sin embargo en su vida mantienen una
línea ética, es decir mantienen una línea de
servicio y de
conducta que los
hace llevar una vida coherente a los principios que dicen tener
asumidos, al punto tal que hasta llegan a morir por sus
convicciones.
La pregunta que surge es ¿donde encuentran los no
creyentes ese nivel de absoluto, ese nivel metafísico de
apoyo y referencia ?¿adonde está ese nivel
para el no creyente ?
Para el problema de la fundamentación, los
creyentes tienen a Dios y su gracia para la práctica, es
decir que el problema se agota con Dios. Aquí el verdadero
problema surge con los no creyentes, agnósticos o
anticristianos para los cuales en algún sentido Dios ha
muerto.
Es por ello que trataremos de esbozar una respuesta.
Ciertamente que todos los hombres captan la realidad desde
algún punto fijo, esto es buscan una
fundamentación. Eco trata de encontrar algo seguro sin partir
de la fe en un Dios que singularmente ha muerto.
Entonces hay que empezar a buscar aquello seguro que
haya en la razón, esto es buscar qué hay de seguro
en el mundo del conocimiento,
es decir una fundamentación gnoseológica. Para
ello, primero hay que discernir si la inteligencia
puede o no puede tener certezas, puede o no puede tener algo
seguro o algo válido. Entonces aquí es donde invita
Eco, a empezar desde cero. Empezando desde cero se encuentra que
la comprensión, el pensamiento
que tiene la inteligencia
humana se hace desde algunas categorías que vienen dadas
desde su cuerpo. Esa certeza fundante de algo sobre lo cual
partir y mirar toda la realidad lo da el hecho que el hombre se
descubre a sí mismo y descubre el mundo.
La categoría que surge del cuerpo le permite la
posibilidad al hombre descubrir que en función
del cuerpo hay un arriba, hay un abajo, hay un enfrente. Esto
significa entonces que hay algo fijo, esto es un fundamento desde
el cual se puede mirar toda la realidad..
Ahora bien, dice Eco que esto fijo universal, fundante,
no se instala solo desde la individualidad sino que se instala en
el seno de la
comunicación. De hecho los hombres somos seres que nos
estamos comunicando permanentemente a través de un signo,
un símbolo, una mirada, un gesto, etc..
En este sentido, Eco trae la experiencia de los llamados
niños
lobos. El caso del chico que se pierde en la selva y que logra
subsistir pero que al no estar en contacto con los otros no puede
desarrollar el pensamiento, ni el lenguaje,
es decir se animaliza, entonces plantea que el desarrollo del
pensamiento solo se realiza en el seno de la comunicación, esto es, en el encuentro con
el otro.
Ahora bien, al descubrir la categoría del cuerpo
y todo lo que ello implica, el hombre tiende a expresarlas de
alguna forma, esto es sean comunicadas y entendidas por el otro.
De allí que el tema no sea la lengua en que
se expresen esas categorías, el hecho irrefutable de que
el hombre piense sabiendo necesariamente que hay arriba y que hay
abajo no es una convención, lo convencional estará
en qué sonidos que se utilicen para designar lo arriba y
abajo, pero que haya un arriba y que haya un abajo ciertamente
eso no es convencional, va junto con el cuerpo humano.
No importa con qué sonidos se expresen esas
categorías, que uno lo diga en inglés,
francés, castellano,
latín, eso es lo convencional.
Y lo otro que Eco señala es que el pensamiento y
el lenguaje solo
aparecen en la
comunicación humana y es allí también
donde va a aparecer la ética.
En este sentido, él encuentra algunas certezas, no podemos
negar que son universales, que las tenemos todos y que se
expresan semánticamente de distinto modo. Este planteo nos
permite descubrir un hecho innegable cual es la constitución de un yo frente a un otro en
el seno de la comunicación.
No debemos olvidar que para que haya comunicación
se necesitan un emisor y un receptor, es decir dos, no uno.
Es aquí donde se instala, según Eco, la
ética. ¿por qué ? Porque ciertamente
cuando los hombres se comunican entre sí están
reconociendo la presencia de un otro, nadie se comunica consigo
mismo, salvo que tenga alteradas sus facultades mentales. Esta
presencia del otro en el proceso de
comunicación permite descubrir algunas estructuras
humanas que el hombre las tiene en su poder y que
las encuentra en el otro, por lo tanto se instalan en el seno del
reconocimiento de estas estructuras en
uno y en otro y en el mutuo respeto.
Así planteado, Eco concluye diciendo que a partir
de la comunicación nace la ética, siendo su primer
principio el del amor al
prójimo.
Amor al prójimo que también puede
entenderse como solidaridad para
con el otro. De hecho la presencia del otro permite interrogarnos
por la responsabilidad y el desinteresado interés
que nos envuelve ante su presencia.
El reconocimiento de un otro a partir de la comunicación
nos mueve a reconocer por un lado la corporalidad ajena y
conjuntamente los derechos que esa
corporalidad implica.
"La dimensión ética comienza cuando entran en
escena los demás. Cualquier ley, por moral o
jurídica que sea, regula siempre relaciones
interpersonales."
"No hay ninguna razón para ser crueles" ya que el
único vínculo social entre los hombres es el
reconocimiento de la condición común de ser
susceptibles de sufrir humillación. De hecho estamos
planteando la cuestión de la solidaridad
humana que claramente es compartir la esperanza egoísta
común de que el mundo de uno no será
destruido.
Esa situación nos permite acercar una primera
respuesta a la pregunta ya formulada : ¿donde
encuentran los no creyentes ese nivel de absoluto, ese nivel
metafísico de apoyo y referencia ?. La respuesta que
podemos dar es que ese nivel de absoluto, de apoyo y referencia
son los otros y podríamos decir tratando de precisar
aún más que concretamente que el principio absoluto
es el amor a los
demás. Hablamos entonces de ese instinto natural – "no hay
ninguna razón para ser crueles" – que permite al hombre
ejercer la caridad y la solidaridad. Es el reconocimiento del
otro como un espacio que debe ser respetado y de esta forma el
respeto por el
espacio del otro se transforma en amor hacia el
otro, en solidaridad, en misericordia con el que está en
frente mío.
En ese sentido, Eco afirma :
"…esta conciencia de la
importancia de los demás es suficiente para proporcionarme
una base absoluta, unos cimientos inmutables para un comportamiento
ético…"
A partir de lo propuesto observamos que el comportamiento
ético surge ciertamente del descubrimiento de los
demás y del reconocimiento de su presencia. Esta
afirmación del otro no es algo que se pueda "poner", sino
que al contrario, se descubre en el seno de la
comunicación.
Las relaciones
interpersonales permiten ciertamente el ejercicio continuo de
determinadas acciones
concretas, la solidaridad, el respeto, el amor entre otras,
incluyo las leyes regulan
siempre relaciones entre los hombres. La pregunta que surge es
¿cual sería el principio fundamental que regula las
relaciones interpersonales ?. Estaríamos en
condiciones de plantear que el principio sería "hacer el
bien y evitar el mal", pero conviene aclarar que, según
Eco, no es un principio metafísico, aún a pesar que
sea un principio claro y evidente, lo que sucede es que este
principio es el fundamento de un orden eminentemente
práctico que asume las características de absoluto y
universal :.
"El principio fundamental que se expresa generalmente
así "haz el bien y evita el mal", es conocido en escala universal.
Todo hombre, que no tenga impedido el uso de la razón lo
comprende aunque no lo practique"
Hacer el bien y evitar el mal es un primer principio de la
ética que además es autoevidente, esto es que
se lo captan por sí mismo. No se derivan mediante un
razonamiento de principios especulativos, descriptivos, sino que
la razón humana funcionando prácticamente comienza
descubriendo entre otras cosas que el bien debe hacerse y el mal
debe evitarse. Este principio ciertamente no es inferido de los
principios especulativos, no es inferido de los hechos, no es
derivado ni tampoco inferido de nada. Ciertamente si no es
inderivados se creerá que es innato, al contrario no es
inderivado, y tampoco es innatos.
En este sentido, el principio ético de hacer el bien y
evitar el mal es un principio grabado en la conciencia o en
el corazón del hombre, no innatamente, podríamos
decir que se lo adquiere espontáneamente a partir de la
permanente observación de la realidad por el
conocimiento y a partir de ese conocimiento
entonces se adquiere y se graba en la conciencia o en el
corazón del hombre.
A partir de lo expuesto estaríamos en condiciones
de plantear que la claridad y evidencia del principio obliga en
conciencia, y por lo tanto llama para actuar en consecuencia.
"Los principios de la moralidad NO se manifiestan a los hombres
como simples sugerencias, directivas convenientes pero libres,
también se imponen con los caracteres de
obligatoriedad…"
De hecho el carácter
de obligatoriedad de esta ley moral es tan
evidente que no se la puede poner en duda, ni por el contrario
negarlo en algún sentido. Aún el materialista
extremo reconoce esta obligatoriedad.
Ante la muerte de
Dios, es claro que el Dios trascendente ha dejado de ser el
fundamento metafísico absoluto de la ética. Ahora
es el hombre el fundamento, única fuente de verdad. Y
ciertamente es el hombre el que descubre que hay ciertas normas obvias que
deben ser respetadas por todos : Por ejemplo "no matar al
que te ha hecho daño", "No hurtar los bienes
ajenos", "no hacer el mal a quien te ha hecho el bien"…. Esto
significa que el nuevo fundamento ético es el amor al
prójimo. Ciertamente no es el amor cristiano, es la
búsqueda del bien común muy lejano del planteo
cristiano, pero bien al fin, teñido tal vez, como hemos
visto al inicio de nuestro trabajo de la herencia judeo –
cristiana. Ahora bien, repugna al hombre el plantear que ese amor
al prójimo es fruto de esta herencia.
Ciertamente este amor debe "comenzar por casa", esto es
amarse uno mismo para de allí llegar al amor a los
demás.
"…esos comportamientos pueden ser definidos como morales
siempre que superen de alguna forma el horizonte individual y
obren en favor del bien del prójimo"
El hombre practica el amor al prójimo y la caridad
simplemente porque sigue el instinto que proviene de su
razón y ciertamente de su corazón, lo cual nos
permite plantear que el hombre en función de
sus afectos se mueve en esta práctica. De allí que
el hombre se sienta afectivamente comprometido para el ejercicio
del amor al prójimo. Este ejercicio es una
intuición del corazón.
Es así que asumiendo el amor al prójimo se
pueden reconocer valores y
normas
válidas para una recta convivencia humana como
también una última y siempre válida
justificación al proceder del hombre. Es el amor lo que
regula las relaciones conformándose en una verdadera
conciencia ética que ciertamente elimina toda actitud que
cosifica o utiliza al otro. Ciertamente esta afirmación
del otro no es algo que puede el hombre poner, sino que es algo
que constantemente debe actualizarse
A partir de lo expuesto, surge un interrogante:
¿qué ética postulamos a partir de la
muerte de
Dios ?
Para ello , primeramente observamos que :
La muerte de
Dios es el grito desesperado del hombre atado a una
metafísica y moral asfixiante. ¿Por
qué ? Porque la metafísica en el pensamiento
nischeano es igual a esclavitud y
decadencia. El hombre para ser verdaderamente libre debe matar
todo aquello que tenga resabios metafísicos, Dios es el
principal elemento metafísico, de allí que se deba
producir su muerte.
La moral
metafísica, la del trasmundo es una moral decadente,
mediocre y miserable. Esta es la moral que inventó a Dios
y a la religión para hacer creer que actuando de
una determinada manera se puede alcanzar la virtud. Es necesario
reafirmar, la necesidad de la muerte de Dios.
La muerte de Dios significa muerte de la moral y de la
metafísica, muerte de todo dualismo y, obviamente,
recuperación por parte del hombre de un espacio para
proyectar un nuevo mundo de valores.
Ciertamente, la filosofía
moderna, al haber otorgado la primacía a la
razón, necesitó vaciarse de Dios ; de
allí la necesidad de su muerte.
El hombre al experimentar la libertad de
los valores
milenarios apoyados en Dios, la moral y la metafísica, ha
creado nuevos valores frutos de una tendencia afectiva.
Zaratustra pide la muerte definitiva de Dios, la partida de sus
predicadores y creyentes, porque mientras no se terminen de ir,
seguirá viviendo y engañando.
Habiendo arribado a estas cuestiones, entramos en el segundo
planteo con una pregunta : ¿donde encuentra el hombre
no creyente el nivel de apoyo y referencia en su
acción ? La reflexión se hizo en base a la
postura de Umberto Eco, la cual nos permitió observar
que:
Aunque la filosofía
moderna no lo haya querido reconocer, sus problemas
están, según el planteo de Gianni Vattimo,
condicionados e inspirados por la herencia cristiana, como Dios
al no morir sigue "vigente" y presente, la herencia que
tenemos, mal que nos pese, tiene vetas cristianas.
El planteo que realiza Eco parte de principios traídos por
el cristianismo,
pero ciertamente no redescubiertos por la fe, sino por la
razón.
El principio postulado por eco parte de categorías que
surgen del cuerpo, siendo éste lo fundante y la base sobre
la cual mirar toda la realidad. Estas categorías se
instalan en el seno de la comunicación lo cual lleva a
descubrir un otro al cual hay que respetar.
En base a este descubrimiento y reconocimiento de un otro surge
la ética. El primer principio de esta ética es el
amor que a su vez conlleva un principio intrínseco :
hacer el bien y evitar el mal.
Hechas estas observaciones podemos concluir
que :
El descubrimiento y reconocimiento de un otro plantea la
cuestión del respeto. ¿por qué respetar al
otro ? Sencillamente porque es igual a mí y
ciertamente no deseo que hacer al otro lo que no quiero que me
hagan a mí.
Este reconocimiento del otro es ciertamente intuitivo,
el otro se presenta como una realidad innegable, patente y "bien
presente". En este sentido la inteligencia no lo puede inteligir,
en la acepción de captar la esencia. Hay un otro que la
inteligencia lo reconoce, no lo descubre, de allí que sea
meramente un reconocimiento intuitivo. De allí que esta
conciencia del otro sea una conciencia intuitiva.
El respeto por el otro se rige por el amor. De hecho,
podríamos aventurar decir que el otro asume las características de fundamento derivado a
partir del amor, principio claro y evidente de esta
ética.
Siguiendo a Eco, para él en su ética, a
partir de la comunicación el primer principio ético
es el del amor al prójimo. Obviamente que sin
necesariamente ser un creyente, reivindica como principio
ético la actitud
doctrinal del amor de Jesucristo, esto es tomarlo a Jesucristo
como doctrinario ético prescindiendo del aspecto
religioso, sin negarlo.
Esto nos permite plantear que la postura de Eco, si bien
es coherente en su estructura
interna, observamos que está avizorando un ámbito
metafísico, pero, siguiendo su pensamiento, no puede
entrar en este ámbito, no puede reconocer. Dicho en otros
términos, está viendo el sol pero no lo
reconoce, mejor dicho, no lo quiere reconocer, de allí que
podamos decir que no hay peor cosa que un corazón noble,
pero sin inteligencia. Todo su pensamiento debe fundamentarse
desde este ámbito que no es el metafísico. De
allí su riqueza, por su coherencia, pero de allí su
pobreza,
porque teniendo la gran posibilidad de abrirse a un ámbito
trascendente, se queda mirando "lo fundamental"
En esta época de sinsentido, de carencias de
metas, donde como ya lo había predico Discépolo,
"da lo mismo un burro que un gran profesor", en esta época
que se dio en llamar posmoderna, es importante que haya "algo"
que le de sentido, de allí que el amor puede ser el
fundamento de este hacer del hombre, ciertamente no es el amor
cristiano, claro, pero un amor que, inspirado en Jesucristo,
puede ayudar al hombre de hoy a no ser "el lobo del hombre". El
amor puede permitir la "generación" y la
"proliferación" de ciertos valores y acciones que
permitan al hombre ser mejor hombre y evitar caer en una
"animalización" insostenible.
De allí que creemos sea importante postular el
amor como el fundamento de una ética posmoderna,
ciertamente insistimos que no es el amor al "estilo cristiano",
pero que inspirado en él, permiten al hombre tener un
sentido y una meta tanto en lo individual como en lo social. El
amor puede generar actitudes,
compromisos y valores importantes para el hombre. El amor
unifica, crea lazos de unidad en torno a
él, por lo que estimamos puede considerárselo como
un fundamento de acción en esta época
posmoderna.
Un amor se levanta como meta y sentido para el hombre de hoy que
tanto lo necesita.
NIETZSCHE, Friedrich : Humano, demasiado
humano ; Traducción de Carlos Vergara, Biblioteca EDAF,
Madrid 1984
Ecce Homo como se llega a ser lo que es, traducción de
Andrés Sánchez Pascual, Alianza Editorial, Madrid,
Primera edición, decimoséptima
reimpresión
Así habló Zaratustra, traducción Juan Carlos
García Borrón, Planeta Agostini, España
1992
Crepúsculo de los ídolos o Cómo se filosofa
con el martillo, Traducción de Andrés
Sánchez Pascual, Alianza Editorial Madrid Primera
Edición, decimocuarta reimpresión, 1996
Mas allá del bien y del mal, Traducción de
Andrés Sánchez Pascual, Alianza Editorial, Primera
edición, decimoquinta reimpresión, Madrid 1995
GILSON, Etienne :El difícil ateísmo,
traducción de Eloy Sardón, Ediciones Universidad
Católica de Chile,
Chile
( ?) Setiembre 1991( ?)
ECO, Umberto ; MARTINI, Carlo María : ¿En
qué creen los que no creen ? un dialogo sobre la
ética en el fin del milenio, traducción de Carlos
Gumpert Melgosa, Temas de Hoy Planeta, Séptima
Edición, Buenos Aires
setiembre de 1998
VATTIMO, Gianni, Creer que se cree, traducción de Carmen
Revilla, Editorial Paidós, Buenos Aires,
Primera Edición, diciembre de 1996.
Resumen
Somos hijos de una época caracterizada por una
negación de la razón.
El movimiento
pendular de la historia nos muestra el
tránsito de una época excesivamente racionalista,
donde la moral pasó de ser un mandato divino a un
imperativo de la razón y la providencia reemplazada por la
racionalidad del devenir histórico, a un momento
histórico donde la razón ha quedado disminuida – no
desechada – en su valor para
conocer la realidad y apuntalar el edificio de la
tradición judeo – cristiana.
A tal punto es la crisis del
mundo actual que han tambaleado la fe y los valores
tradicionales, generando incertidumbre en el hombre que no
encuentra respuesta a sus interrogantes más profundos.
En este sentido, las creencias, normas y valores tradicionales,
han perdido su fuerza, y de
hecho, como Nietzsche lo anuncia, Dios ha muerto ; con
él, la moral y la metafísica. Obviamente
éstas ya no pueden brindar la base sobre la cual montar
nuestras exigencias y metas como sociedad. Es el
hombre individual el que debe contestar por sí mismo la
pregunta por su ser y su sentido. Desaparecida la moral y la
metafísica, Nietzsche, el profeta de la muerte de Dios, ve
la gran oportunidad para el engrandecimiento del hombre.
A partir de este análisis, nos acercaremos al pensamiento de
Umberto Ecco expresado en el libro
"¿En qué creen los que no creen ? Un dialogo sobre la
ética en el fin del milenio" – Traducción de Carlos
Gumpert Melgosa Ediciones Planeta, Temas de hoy, Séptima
Edición Buenos Aires 1998 – para tratar de dar respuesta a
nuestro principal interrogante surgido en relación con el
tema ético : ¿que ética postulamos a
partir de la muerte de Dios ?
Autor:
Prof. Gabriel A. Tejerina Navarro