Indice
1.
Descripción temática
2.
Fundamentación
3. Política
social
4. Apéndice
5.
Conclusión
6.
Bibliografía
1. Descripción temática
Acción social, objeto de estudio de la sociología, es el análisis del comportamiento
humano en los diferentes medios
sociales. La acción humana está estructurada de
acuerdo a normas
compartidas y aceptadas por los miembros de una
colectividad.
La sociología presenta una doble perspectiva
complementaria al analizar la realidad social: subjetiva o
interna y objetiva o externa. Ambos análisis se remontan a las dos concepciones
sobre la acción social: la del sociólogo
alemán Max Weber y la
del teórico social francés Émile Durkheim.
Weber define
la sociología como "ciencia de la
acción social" y afirma que "la acción humana es
social siempre que los sujetos de la acción incorporen en
ella un sentido subjetivo", esto es, los caracteres de una
acción social se encuentran en la percepción
y en la comprensión del sujeto de la conducta de los
demás. Para Durkheim, el
carácter social de la acción humana
es objetiva, ya que obedece a las "maneras colectivas de obrar,
pensar y sentir externas al individuo", que ejercen un poder
coercitivo sobre su conducta.
Véase Patrón de conducta.
La acción social ha sido estudiada por el
sociólogo estadounidense Talcott Parsons, uno de los
principales teóricos de la sociología
contemporánea. Partiendo de la definición de
Weber, en su
obra La estructura de
la acción social (1937) sitúa la acción en
cuatro subsistemas: biológico, psíquico, social y
cultural, que conforman el sistema de la
acción. Para Parsons, toda acción es siempre
global, es decir, está inscrita en esos cuatro subsistemas
y es resultado de la interacción de las fuerzas o
influencias de cada uno de ellos.
Bajo el título Sociología y antropología se recoge un conjunto de
estudios realizados por el antropólogo francés
Marcel Mauss sobre temas que hoy forman parte de la denominada
antropología cultural o etnología.
Extraemos un fragmento de su larga introducción, "Introducción a la obra de Marcel Mauss",
escrita por su colega francés Claude Lévi-Strauss,
en la que subraya la importancia de analizar y comparar la
organización social de las diferentes culturas y del
papel que
juega la interrelación entre el individuo y el grupo social a
la hora de estudiar cualquier tipo de sociedad.
Fragmento de Sociología y
antropología.
De Marcel Mauss.
Introducción, de Claude Lévi-Strauss.
Y es que por primera vez en la historia del pensamiento
etnológico se lleva a cabo un esfuerzo por superar las
observaciones empíricas y llegar a realidades más
profundas. Por primera vez lo social sale de la esfera de la
cualidad pura: anécdota, curiosidad, materia de
descripción moralizante o de
comparación erudita, y se transforma en un sistema, entre
cuyas partes pueden descubrirse conexiones, equivalencias y
solidaridades. Se comparan, en primer lugar, los resultados de la
actividad social, bien sea técnica, económica,
ritual, estética o religiosa —como son los
instrumentos, productos
manufacturados, productos
alimenticios, fórmulas mágicas, ornamentos, cantos,
danzas y mitos—,
comparación que es posible por el carácter
común que todos poseen de ser transferibles, de acuerdo
con modalidades que pueden ser objeto de análisis y
clasificación y que incluso cuando parece que no pueden
separarse de determinados tipos de valores,
sí pueden reducirse a formas más fundamentales,
más generales. No sólo son comparables, sino con
frecuencia sustituibles, en la medida en que valores
diferentes pueden ser reemplazados unos por otros dentro de la
misma operación, y, sobre todo, son las mismas operaciones, por
diversas que puedan parecer, a través de los
acontecimientos de la vida social: nacimiento, iniciación,
matrimonio,
contrato,
muerte o
sucesión, y por arbitrarias que parezcan, debido al nombre
y distribución de los individuos que ponen en
causa, como son los recipiendarios, intermediarios o donatarios,
lo que permite siempre la reducción de operaciones,
grupos o
personas a un número más pequeño, donde, a
fin de cuentas,
sólo se encuentran los fundamentos de un equilibrio
concebido y realizado de forma diferente, según cual sea
el tipo de sociedad objeto
de consideración. De este modo los tipos pueden ser
definidos por sus caracteres intrínsecos y se pueden
comparar entre sí, ya que sus caracteres no se califican
cualitativamente, sino por el nombre y ordenación de sus
elementos, que a su vez son constantes en todos ellos. Tomemos un
ejemplo de un sabio que quizá mejor que
ningún otro ha sabido comprender y explotar las
posibilidades que este método
abre: las interminables series de fiestas y regalos que
acompañan el matrimonio en
Polinesia, poniendo en relación decenas e incluso cientos
de personas, que parecen desafiar la descripción
empírica, pueden, sin embargo, canalizarse en treinta o
treinta y cinco prestaciones
que se llevan a cabo a través de cinco líneas,
líneas que están entre sí en una
relación constante y que pueden descomponerse en cuatro
ciclos de reciprocidad entre las líneas A y B, A y C y A y
E; la totalidad compone un determinado tipo de estructura
social, en que, por ejemplo, los ciclos entre B y C o entre E y B
o D, o incluso entre E y C, están excluidos, siendo
así que cualquier otra forma de sociedad los
colocaría en lugar predominante. Este método es
tan riguroso que si se produjera un error en las ecuaciones
así obtenidas es probable que hubiera que imputarlo
más a una laguna en el
conocimiento de las instituciones
indígenas que a un defecto del cálculo.
Así, en el ejemplo que acabamos de citar se constata que
el ciclo entre A y B comienza con una prestación sin
contrapartida, lo cual nos induciría inmediatamente, si no
se conociera, a buscar la presencia de una acción
unilateral, anterior a las ceremonias matrimoniales, aunque en
relación directa con ellas, pues tal es el papel que
dentro de esta sociedad en cuestión juega la
abducción de la prometida, cuya primera prestación
representa, según la terminología indígena,
«la compensación». Este hecho se hubiera
podido deducir de no haber sido observado.
Podemos fácilmente darnos cuenta que esta
técnica operatoria es muy semejante a la que Troubetzkoy y
Jakobson describían mientras Mauss escribía su
Essai, lo cual iba a permitirles crear la lingüística
estructural. El problema radica aquí también en
distinguir un dato puramente fenomenológico, del cual no
se ocupa el análisis científico, de una
infraestructura más simple y a la cual debe su ser.
Gracias a las nociones de «variantes facultativas»,
«variantes combinatorias», «términos de
grupo» y
a la de aneutralización», el análisis
fonológico iba a permitir definir un lenguaje por
medio de un pequeño número de relaciones constantes
en las cuales la diversidad y complejidad aparente de su sistema
fonético no hacen sino ilustrar la posible gama de
combinaciones autorizadas.
Del mismo modo que la fonología para la
lingüística, el Essai sur le don inaugura una nueva
era para las ciencias
sociales. La importancia de este doble acontecimiento (que
desgraciadamente Mauss dejó en esquema) puede
perfectamente compararse con la importancia del descubrimiento
del análisis combinatorio para la matemática
moderna. El que Mauss no se dedicara al desarrollo de
este descubrimiento, incitando inconscientemente con ello a
Malinowski (de quien hay que reconocer, sin que ello le
perjudique, que fue mejor observador que teórico) a
lanzarse solo a la elaboración del sistema correspondiente
sobre la base de los hechos y conclusiones análogos a que
ambos habían llegado, por caminos independientes, es uno
de los grandes males de la etnología
contemporánea.
Es difícil hoy llegar a saber en qué
sentido hubiera desarrollado Mauss su doctrina, si lo hubiera
hecho. El principal interés de
una de sus obras tardías, la Notion de Personne, publicado
también en este volumen, radica
menos en su argumentación, considerada a veces cursiva e
incluso negligente, que en la tendencia actualizada hoy de
aplicar al orden diacrónico una técnica de
permutaciones que el Essai sur le don concebía más
en función
de los fenómenos sincrónicos. En cualquier caso,
probablemente Mauss habría encontrado ciertas dificultades
en completar la elaboración del sistema (más
adelante veremos por qué), pero nunca, sin embargo, le
habría dado la regresiva forma que recibió de
Malinowski, para quien la noción de función,
concebida por Mauss al estilo del álgebra,
es decir, implicando que los valores
sociales se pueden conocer unos en función de otros, toma
el camino de un simple empirismo cuyo
objeto es únicamente el de señalar los servicios
prácticos prestados a la sociedad por sus costumbres e
instituciones.
Cuando Mauss consideraba la relación constante entre los
fenómenos, relación donde reside su
explicación, Malinowski se pregunta únicamente para
qué sirven, con el fin de hallarles una
justificación. La posición adoptada ante este
problema deshizo los anteriores avances, al dar entrada a una
serie de postulados que carecían de valor
científico.
El fundamento de que la posición adoptada por
Mauss ante el problema es la única acertada ha quedado
atestiguado por los más recientes desarrollos de las
ciencias
sociales que permiten confiar en una matematización
progresiva. En determinados campos fundamentales, como es el del
parentesco, el de la analogía con el lenguaje,
tan repetidamente mantenido por Mauss, ha permitido descubrir las
reglas concretas que permiten la creación dentro de
cualquier tipo de sociedad de ciclos de reciprocidad cuyas
leyes de
funcionamiento sean ya conocidas, permitiendo así el
empleo del
razonamiento deductivo en un campo que parecía sujeto a la
arbitrariedad más absoluta.
Por otra parte, al asociarse cada vez más
estrechamente con la lingüística, con el fin de crear
algún día con ella una amplia ciencia de
la
comunicación, la antropología social espera
beneficiarse de las inmensas perspectivas abiertas a la
lingüística, al aplicar el razonamiento
matemático al estudio de los fenómenos de la
comunicación.
A partir de ese momento sabemos que un gran número de
problemas
etnológicos y sociológicos, ya sea en el terreno de
la morfología, en el del arte o en el de
la religión,
sólo esperan la buena voluntad de los matemáticos
que en colaboración con los etnólogos podrán
conseguir un progreso decisivo, si no todavía en el camino
de la solución, sí, al menos, en el de una
unificación previa, que es condición para su
solución.
Fuente: Mauss, Marcel. Sociología y antropología.
Colección de Ciencias
Sociales. Madrid. Editorial Tecnos,
1991.
Forma de intervención del Estado en la
sociedad
civil. En un sentido sociales de una sociedad.
Los orígenes de las políticas
sociales se remontan a las últimas décadas del
siglo XIX en Europa, donde
nacen con el objetivo de
moralizar la economía liberal, a
fin de evitar las injustas consecuencias sociales de la Revolución
Industrial. En sus inicios, la política
social ‘anglosajona’ se preocupó
fundamentalmente por todas aquellas personas amenazadas por
la pobreza:
ancianos, vagabundos, enfermos, etc. La política
social ‘latina’, en cambio, se
interesó por las condiciones de la clase trabajadora,
identificándose con la política laboral:
prohibición del trabajo a los menores de edad,
reducción de la jornada laboral, salarios
más justos, seguridad en
el trabajo,
etc. Con el tiempo, las
políticas sociales han ido
transformándose y ampliando su radio de
acción no sólo a las capas más necesitadas
de la población, sino a la mayoría de los
individuos que componen una sociedad.
Relacionadas con la provisión de servicios
sociales, las políticas sociales forman parte del Estado de
bienestar, su representación institucional, y abarcan una
extensa gama de programas
sociales, como políticas de salud, seguridad
social, vivienda, educación u ocio. Hoy
su objetivo es la
búsqueda del bienestar y la mejoría de las
condiciones materiales de
vida de la población.
Estado: denominación que reciben las entidades
políticas soberanas sobre un denominado territorio, su
conjunto de organizaciones de
gobierno y, por
extensión, su propia extensión
territorial.
La característica distintiva del Estado
moderno es la soberanía, reconocida tanto dentro del
propio Estado como por parte de los demás de que su
autoridad
gubernativa es suprema. En los estados federales, este principio
se ve modificado en el sentido de que ciertos derechos y autoridades de
las entidades federadas, como los länder en Alemania, los
estados en Estados Unidos,
Venezuela,
Brasil o
México, no
son delegados por un gobierno federal
central, sino que se derivan de una constitución. El gobierno federal, sin
embargo, está reconocido como soberano a escala
internacional, por lo que las constituciones suelen delegar todos
los derechos de
actuación externa a la autoridad
central.
Aunque el siglo XX ha sido escenario del nacimiento de
muchas instituciones internacionales, el Estado
soberano sigue siendo el componente principal del sistema
político internacional. Desde una perspectiva
internacional, un Estado nace cuando un número suficiente
de otros estados lo reconocen como tal. En época moderna,
la admisión en la Organización de las Naciones Unidas
(ONU) y en otros
organismos internacionales proporciona una constancia eficiente
de que se ha alcanzado la categoría de Estado.
La ONU es una de las
muchas instituciones que han surgido de la creciente
interdependencia de los Estados. El Derecho
internacional ha proporcionado durante siglos un modo de
introducir cierto margen de pronóstico y orden en lo que,
en un sentido técnico, constituye todavía un
sistema anárquico de relaciones
internacionales. Otros vínculos internacionales son
posibles gracias a tratados, tanto
bilaterales como multilaterales, alianzas, uniones aduaneras, y
otras uniones voluntarias realizadas para mutuo beneficio de las
partes implicadas. No obstante, los estados disponen de libertad para
anular estos vínculos, y sólo el poder de otros
estados puede impedírselo.
En el plano nacional, el papel del Estado es
proporcionar un marco de ley y orden en el
que su población pueda vivir de manera segura, y
administrar todos los aspectos que considere de su responsabilidad. Todos los estados tienden
así a tener ciertas instituciones (legislativas,
ejecutivas, judiciales, etcétera) para uso interno,
además de fuerzas armadas para su seguridad
externa, funciones que
requieren un sistema destinado a recabar ingresos. En
varios momentos de la historia, la presencia del
Estado en la vida de los ciudadanos ha sido mayor que en otros.
En los siglos XIX y XX la mayoría de los estados
aceptó su responsabilidad en una amplia gama de asuntos
sociales, dando con esto origen al concepto de
Estado de bienestar. Los estados totalitarios, como la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y
la Alemania
nacionalsocialista, se atribuyeron un derecho, a menudo
compartido con un partido hegemónico y único, de
regular y controlar pensamientos y opiniones.
Estas prácticas plantean cuestiones importantes
en lo que a la legitimidad de los estados se refiere. Desde la
aparición de las ciudades Estado en la antigua Grecia,
pensadores políticos y filósofos han discutido la verdadera
naturaleza y
fines reales del Estado. Con el paso de los siglos, y en la
medida en que la tecnología y la
evolución administrativa lo fueron
permitiendo, estos pequeños estados, concebidos por
Platón
y Aristóteles más como una comunidad
pequeña que como el marco donde se desarrolla la actividad
política de la vida humana, fueron sustituidos por
entidades territoriales cada vez mayores.
Los requisitos militares de crear y mantener dichas
entidades se inclinaron hacia el desarrollo de
sistemas
autoritarios, y algunos autores enfatizaron acerca del necesario
sacrificio de la libertad
individual en beneficio de las necesidades del orden colectivo,
ejercido con el respeto hacia el
bienestar de todos los grupos de la
sociedad. A partir de los siglos XVI y XVII, la tendencia a
identificar al Estado con pueblos dotados de un cierto grado de
identidad
cultural común corrió pareja con una
búsqueda de la legitimidad derivada de la voluntad e
intereses de esos pueblos. Así la aparición de
facto del nacionalismo,
identificado con la consecución del Estado nacional fue
fundamental durante la Revolución
Francesa. La contribución ideológica en este
aspecto de Jean-Jacques Rousseau y
Georg Wilhelm Friedrich Hegel produjo a
su vez una cierta sacralización de la nación
como entidad moral capaz de
conferir legitimidad tanto a sí misma como a sus acciones. La
reacción a algunos de los excesos surgidos del conflicto
entre estados nacionales que esta postura inspiró durante
los siglos XIX y XX preparó por su parte un sustrato
ideológico para el internacionalismo de finales del siglo
XX y para los conceptos de seguridad colectiva, comunidades
internacionales económicas y políticas,
además de diversas formas de trasnacionalismo. Esto ha
supuesto un desafío al propio concepto de
Estado como forma preferida de organización política.
En las postrimerías del siglo XX la
globalización de la economía mundial, la
movilidad de personas y capital, y la
penetración mundial de los medios de
comunicación se han combinado con el propósito
de limitar la libertad de acción de los estados. Estas
tendencias han estimulado un vivo debate sobre
si el Estado
puede retener algo de esa libertad de acción que se
asociaba en otros tiempos a la soberanía. Estas limitaciones informales a
la independencia
vienen acompañadas en algunas áreas, en especial
Europa
occidental, de proyectos de
integración interestatal, caso del proyecto de
Unión
Europea, considerado por unos como una alternativa al Estado
nacional y por otros como la evolución de nuevos y mayores estados. Sea
cual sea el efecto de este proceso, el
concepto clásico de Estado como entidad en cierto modo
cerrada, cuyas transacciones internas son mucho más
intensas que sus actividades interestatales, ha pasado a la
historia conforme han ido surgiendo nuevas formas de
colaboración e integración interestatal más
flexibles.
Estructura social: conjunto de formas en que grupos e
individuos se organizan y relacionan entre sí y con los
distintos ámbitos de una sociedad. En sociología,
la estructura es un instrumento para analizar la realidad
social.
El concepto de estructura tiene una larga
evolución. Ya se utilizaba en el siglo XVII en el campo de
la historia natural para hacer referencia a las relaciones entre
las partes de un todo. El término se usaba en anatomía, pero en el
siglo XIX se trasladó a la sociología como
consecuencia del empleo de
ciertos términos orgánicos por los pensadores de la
época (Auguste Comte, Karl Marx y
Herbert Spencer). El teórico social inglés
Herbert Spencer estableció el paralelismo entre la
organización y evolución de los organismos
biológicos, y la organización y evolución de
las sociedades. La
sociedad, considerada como un "organismo vivo", podía ser
dividida en partes ordenadas y diferenciadas. Para Spencer, la
estructura social sería la "trama de posiciones e
interrelaciones mutuas mediante las cuales se puede explicar la
interdependencia de las partes que componen la
sociedad".
El sociólogo estadounidense Talcott Parsons
elaboró su teoría
del sistema y organización social en términos de
estructura y función: la estructura, según Parsons,
comprende los elementos del sistema relativamente constantes y
estables, que serían: los roles (padre, maestro, etc.),
las colectividades (familia, partido
político, fábrica, etc.), las normas (los
modelos) y
los valores.
Véase Funcionalismo.
Sin embargo, fueron A. R. Radcliffe-Brown y Claude
Lévi-Strauss los representantes de dos concepciones
diferentes y enfrentadas sobre esta teoría:
Radcliffe-Brown comparó la sociedad a un mecanismo en
funcionamiento cuyas partes pueden ser descritas y representadas
por los propios participantes (modelo
conceptual). Lévi-Strauss, opuesto a la concepción
de Spencer y Radcliffe, consideró la estructura como algo
"latente" en la realidad pero a modo de un "orden oculto", es
decir, que sus partes sólo pueden ser interpretadas y
explicadas (modelo
teórico).
Pobreza: circunstancia económica en la que una
persona carece
de los ingresos
suficientes para acceder a los niveles mínimos de atención médica, alimento, vivienda,
vestido y educación.
La pobreza relativa
es la experimentada por personas cuyos ingresos se encuentran muy
por debajo de la media o promedio en una sociedad determinada.
La pobreza
absoluta es la experimentada por aquellos que no disponen de los
alimentos
necesarios para mantenerse sanos. Sin embargo, en el cálculo de
la pobreza
según los ingresos, hay que tener en cuenta otros
elementos esenciales que contribuyen a una vida sana. Así,
por ejemplo, los individuos que no pueden acceder a la educación o a los
servicios médicos deben ser considerados en
situación de pobreza.
Las personas que, por cualquier razón, tienen una
capacidad muy por debajo de la media para ganar un salario, es
probable que se encuentren en situación de pobreza.
Históricamente, este grupo viene formado por personas
mayores, discapacitados, madres solteras y miembros de algunas
minorías. En los países occidentales, un sector
considerable de población en situación de pobreza
(el 30%) está constituido por madres solteras con hijos.
Esto no se debe únicamente a que las mujeres que trabajan
fuera de casa suelen ganar menos que los hombres, sino
fundamentalmente a que una madre soltera tiene dificultades para
poder cuidar a sus hijos, ocuparse de su vivienda y obtener unos
ingresos adecuados al mismo tiempo. Otros
grupos son los discapacitados con personas a su cargo, familias
numerosas y otras en las que el cabeza de familia
está en situación de desempleo o tiene
un salario
mínimo.
La falta de oportunidades educativas es otra fuente de
pobreza, ya que una formación insuficiente conlleva menos
oportunidades de empleo.
Gran parte de la pobreza en el mundo se debe a un bajo
nivel de desarrollo
económico. China e
India son
ejemplos de países superpoblados en vías de
desarrollo en donde, a pesar de la creciente
industrialización, la pobreza es notoria. El desempleo
generalizado puede crear pobreza incluso en los países
más desarrollados. La crisis de 1929
empobreció a millones de estadounidenses y europeos
durante la década de 1930. Lógicamente las
fluctuaciones económicas menos graves, denominadas
recesiones, causan un aumento menor del índice de
pobreza.
Decenas de miles de personas en situación de
pobreza fallecen cada año a causa del hambre y la
malnutrición en todo el mundo. Además, el
índice de mortalidad infantil es superior a la media y la
esperanza de vida inferior.
Parece inevitable que la pobreza esté,
según los criminólogos, vinculada al delito, aun
cuando la mayor parte de las personas con muy bajos ingresos no
sean delincuentes y estos últimos no suelan sufrir graves
carencias. Otros problemas
sociales, como las enfermedades mentales y el
alcoholismo,
son más habituales, debido a que son causas y efectos de
la escasez de recursos
económicos y de una atención médica
inadecuada.
La pobreza ha sido considerada como indicador de
desigualdad de clase social y sexo en las
sociedades
industriales, en donde las mujeres que viven solas y las familias
de clase baja presentan el nivel más bajo de pobreza.
Asimismo, ha sido considerada como un indicador de trato
económico desigual entre los países desarrollados y
en vías de desarrollo, estando la riqueza acumulada en los
primeros y la pobreza en los segundos, lo que forma la denominada
línea Norte-Sur (véase Teoría de la
dependencia). Las zonas más pobres del mundo son el sur de
Asia
(Bangladesh, India y
Pakistán), los países subsaharianos, norte de
África, Oriente Próximo, Latinoamérica y este de Asia.
Servicios sociales: en un sentido amplio, es la
prestación de servicios sanitarios y educativos, la
protección social del trabajo y la vivienda, los seguros y
subsidios de renta, y la asistencia social individual. En un
sentido restringido, los servicios sociales son actividades
técnicas organizadas por las
administraciones públicas y enmarcadas dentro de las
políticas de bienestar social (véase
Política social), cuyo objetivo es la prevención,
rehabilitación o asistencia de individuos, de familias o
de grupos
sociales con amplias carencias y demandas, en pro de la
igualdad de
oportunidades, la realización personal, la
integración social y la solidaridad. La
finalidad global de los servicios sociales es la
satisfacción de determinadas necesidades humanas dentro de
una comunidad.
Los servicios sociales cubren, en general, los
siguientes sectores de población: mujer, familia y
menores, juventud,
tercera edad, minusválidos, toxicómanos,
delincuentes y reclusos, minorías étnicas,
emigrantes y personas en situación de pobreza y marginalidad.
La familia ha
sido la principal fuente de asistencia y provisión de
servicios a lo largo de toda la historia de la humanidad. Sin
embargo, siempre existió la polémica sobre la
entidad que debía responsabilizarse a nivel suprafamiliar:
el Estado, la Iglesia o
la
administración local. La caridad y la beneficencia
pública son prácticas fundamentales de la sociedad
medieval, en la que existía una red de gobierno local
más organizada y compleja que en el Imperio romano,
más centralizado, aunque el florecimiento de los Estados
(desde pequeños principados a amplias jurisdicciones) ya
dejaba entrever el auge del Estado de bienestar de la era
moderna.
En Europa, durante el Antiguo Régimen, la
Iglesia fue la
principal responsable de la asistencia social y de la
provisión de servicios sociales a la comunidad. En el
siglo XIX, el auge de conceptos como clase social y
sociedad, la centralización de la administración del Estado y las nuevas
experiencias de mutualismo patronal y obrero culminarían
en reformas fundamentales (como la de Bismarck en la Alemania de
1881 o, a principios del
siglo XX, la de Lloyd George y Clement Richard Attlee en
Gran Bretaña) surgiendo el embrión de la Seguridad
Social y posteriormente el moderno Estado de
bienestar.
El grado de desarrollo de los servicios sociales y el
nivel de colaboración entre la
administración central (el Estado) y local
(ayuntamientos, comunidades, etcétera), así como
entre las organizaciones de
voluntariado, varía de manera considerable según el
país, aunque la tendencia es avanzar hacia su descentralización y regionalización,
hacia la cooperación entre los sectores público y
privado, hacia la aplicación de un enfoque más
preventivo que asistencial y hacia el desarrollo de la ayuda
mutua dentro de las propias comunidades, con el fin de conseguir
una mayor efectividad.
Sin embargo, en las sociedades occidentales con derechos
sociales amplios, donde impera el Estado de bienestar, el
mantenimiento
de los servicios sociales también provoca fuertes
controversias. El porcentaje habitual de la renta nacional
invertido en servicios sociales por los países
económicamente más avanzados es del 30 por ciento.
Sin embargo, actualmente algunos gobiernos están
interesados en reducir sus gastos sociales
para que la comunidad libere al Estado de gran parte de las
cargas de asistencia social y servicios sociales, pero hay que
tener presente que estas medidas implican no reconocer estos
servicios como derechos inalienables de los
ciudadanos.
Por otro lado, expertos en el tema han demostrado que la
inversión en bienestar social va unida al
progreso económico, ya que los países que mantienen
altos gastos sociales
tienen asimismo un rápido crecimiento
económico. En consecuencia, el gasto social,
más que constituir la causa de una crisis
económica, forma parte de su solución. Véase
también Trabajo
social.
Ocio: tiempo libre o tiempo no utilizado para el trabajo. Se
trata de distinguir entre trabajo y ocio.
Desde el punto de vista histórico, el ocio se ha asociado
con el estilo de vida de la aristocracia, mientras que el resto
de la población no podía disfrutar de él
porque tenía que trabajar para subsistir. De hecho, y
según el protestantismo, el objeto de la vida es
glorificar a Dios por medio del trabajo. Paradójicamente,
el crecimiento
económico se ha explicado en parte como resultado de
una mayor aceptación del protestantismo, y hoy es
justamente en estos países donde la gente dispone de
más tiempo libre para el ocio al ser más ricos y
tener mayores ingresos.
En la realidad social, sin embargo, oportunidades de
ocio y recreación
han pasado a formar parte de la vida en todas las sociedades. Han
variado de acuerdo con las condiciones climáticas y la
naturaleza
circundante, y han ido progresando a medida que se han producido
mejoras tecnológicas y se ha logrado un mayor control sobre el
medio
ambiente.
El estudio de estas diferencias, tanto en el seno de las
sociedades como en las relaciones de unas con otras, ha dado
lugar a una extensa bibliografía. El ocio,
según parece, no es una pérdida de tiempo sino una
actividad recreativa. De igual manera, el trabajo ya no se define
tan sólo como una actividad, sino como una
modificación del mundo físico y mental a
través de un esfuerzo, y sólo se considera como
trabajo si no constituye un motivo de recreación
para la persona. En
última instancia, la diferencia entre trabajo y ocio
radica en el significado que demos al concepto de
recreación.
La pérdida de tiempo, tal y como Marx y De
Tocqueville señalaron desde puntos de vista muy
diferentes, es típicamente un fenómeno colectivo
que surge como consecuencia de fallos del mercado. Ciclos
de prosperidad y recesión, o fluctuaciones de la actividad
económica de veinte años o más, pueden
hundir o fomentar la prosperidad de una comunidad. La productividad
está ligada a la especialización en la
división del trabajo, pero, de igual manera, expone a la
zona o región especializada a las vicisitudes de las
fluctuaciones en la oferta y la
demanda.
Así, por ejemplo, Europa parece estar padeciendo una alta
tasa de desempleo al final del siglo XX, debido no sólo a
estos factores, sino también al desajuste entre las
demandas del mercado de
trabajo y las aptitudes de los trabajadores. Como resultado, se
produce una desocupación forzosa allí donde
la meta de la
innovación para reducir las necesidades de
trabajo ha sido ofrecer más ocio.
Ha habido también una reestructuración
generalizada de la división del trabajo en las sociedades
industriales avanzadas. Las mujeres han entrado en el mercado de
trabajo de forma masiva, empleadas tanto a tiempo parcial como a
tiempo completo. Hace 50 años, las mujeres con niños
pequeños estaban virtualmente confinadas en la
economía doméstica. Hoy la mayoría de las
mujeres trabaja fuera de casa y, por lo tanto, su tiempo para el
ocio ha disminuido. De igual manera, los niños
emplean más tiempo en el proceso
educativo, permanecen en él hasta una edad más
avanzada, juegan menos y se emplean en un trabajo remunerado con
menor frecuencia.
De cualquier manera, la tendencia actual apuesta por
menos trabajo y más ocio o tiempo libre. Las horas de
trabajo, diarias, semanales, anuales, así como vitales (a
lo largo de toda la vida), se han visto paulatinamente reducidas,
en especial para los hombres y, en particular, para los menos
cualificados. La edad tradicional de jubilación de 65
años se anticipa e iguala con frecuencia entre los sexos,
mientras que la esperanza de vida es mayor por lo que el mundo
del ocio nos atrae cada vez más. Como consecuencia, surgen
multitud de programas de
construcción de estadios, complejos
deportivos, centros de ocio y ciudades universitarias; el ocio se
ha convertido en una industria
gigantesca que, paradójicamente, ocupa a un número
creciente de personal laboral.
La
televisión se acerca a niveles de saturación y
el turismo o los
viajes al
extranjero se han generalizado. Distinciones tradicionales de
sexo y edad
pierden progresivamente su sentido en este contexto. La gente
puede divertirse en oficinas y fábricas, del mismo modo
que con el trabajo realizado desde su propia vivienda.
Trabajo: el esfuerzo necesario para suministrar bienes o
servicios mediante el trabajo físico, mental o emocional
para beneficio propio o de otros.
En el lenguaje
actual tiende a diferenciarse entre trabajo remunerado y trabajo
gratuito. Se suele denominar trabajo remunerado al empleo bajo
contrato a
cambio de un
sueldo o salario; suele ser considerado como un intercambio de
esfuerzos en un lugar determinado y dentro de un horario
específico. Sin embargo, estas características están asociadas a la
industrialización, con su organización en
fábricas y oficinas, que, en su conjunto, fue una
actividad masculina. Así, el trabajo en el sentido de
empleo ha sido básicamente masculino hasta la reciente
incorporación de la mujer.
Históricamente la definición de trabajo en su
sentido más amplio es incorrecta, ya que de hecho en su
mayor parte ha sido realizado por mujeres, especialmente en el
hogar y en las prácticas de crianza. Véase Trabajo
de las mujeres.
El impacto de la cultura
industrial ha sido tan grande que se ha llegado a asociar el
concepto de trabajo con el de la fábrica o la empresa,
cuando, por el contrario, actualmente se realiza cada vez
más en lugares como el hogar, la comunidad y los centros
de recreo. En el siglo XX se ha reducido el número de
horas de trabajo (por día, semana, año) al mismo
tiempo que se han ampliado el periodo de la infancia y los
beneficios de la jubilación.
Aristocracia: (del griego, aristos, 'mejor' y kratos,
'poder'), forma de gobierno en la que el poder soberano es
conferido a un número reducido de ciudadanos que,
teóricamente, son los más cualificados para
gobernar, en oposición a la monarquía, en la que la autoridad suprema
recae en una sola persona, y a la democracia,
donde la máxima autoridad es ejercida por el conjunto de
los ciudadanos o por sus representantes. En una aristocracia,
aunque el poder se concentra en unos pocos, teóricamente,
la administración del Gobierno procura el
bienestar de la mayoría. Cuando los intereses de la
totalidad del pueblo quedan subordinados a los intereses
egoístas de los gobernantes, la aristocracia se convierte
en una forma de Gobierno denominada oligarquía.
Existieron aristocracias en Atenas, con anterioridad al
periodo de las guerras persas
del siglo V a.C., y en Esparta, prácticamente durante toda
su historia. Lo mismo ocurrió en Roma durante el
periodo de la República, desde el siglo VI hasta el I a.C.
Durante el periodo Heian (794-1185) Japón
era una aristocracia de hecho, con unos cuantos miembros de la
alta nobleza (la mayoría de un solo clan, el Fujiwara)
gobernando en nombre de emperadores títeres. Durante la
edad media
europea no existió una verdadera aristocracia, puesto que,
aunque el poder político se hallara en manos de unos
pocos, cada señor feudal era dueño absoluto de su
propio dominio. En
Inglaterra el
gobierno vigente desde la subida al trono de la casa de Hannover
en 1714 y a lo largo del siglo XIX, aunque de naturaleza
parlamentaria, era en realidad una aristocracia, pues tanto el
rey como el Parlamento eran controlados por unas pocas familias
de nobles whig. Tras el proceso de emancipación de
América
Latina, en algunos de los nuevos países surgidos del
mismo, se dieron algunas inclinaciones hacia formas de
gobierno aristocrático, que no prosperaron.
En la actualidad, el término aristocracia se usa
en un sentido más genérico en diferentes contextos
para referirse a un grupo reducido y selecto considerado superior
en diversas categorías, como por ejemplo, la aristocracia
de linaje, de riqueza o intelectual.
Protestantismo: una de las tres principales confesiones
religiosas del cristianismo,
junto a las representadas por la Iglesia católica y la
Iglesia ortodoxa. El protestantismo empezó como un
movimiento
reformador de la Iglesia cristiana occidental en el siglo XVI,
que daría lugar a la Reforma protestante que separó
a las Iglesias reformadas de la Iglesia católica. El
objetivo declarado por los reformadores pioneros era el de
restaurar la fe cristiana como había sido en sus
orígenes, manteniendo lo que ellos consideraban valioso de
la tradición romana que se había desarrollado en
los siglos intermedios.
Las cuatro tradiciones protestantes principales que
emergieron tras la Reforma fueron la luterana, la calvinista, la
anabaptista y la anglicana. A pesar de las considerables
diferencias que hay entre ellas en cuanto a prácticas y
doctrina, coinciden en su rechazo a la autoridad del papa y en la
importancia que se concede a la Biblia y a la fe
individual.
El término protestantismo se otorgó al
movimiento
después de la II Dieta de Spira (1529), que fue una
asamblea imperial donde la mayoría católica
retiró la tolerancia
otorgada a los luteranos durante la primera, celebrada tres
años antes. Seis príncipes luteranos y los
dirigentes de 14 ciudades libres alemanas firmaron una protesta,
es decir, manifestaron su disconformidad y se reafirmaron con
ahínco en su fe, con lo que los luteranos pasaron a ser
conocidos como protestantes. El término ha ido
asociándose cada vez más a las iglesias que no son
la católica, ni la ortodoxa ni otras iglesias de la
tradición oriental. A principios de la
década de 1990, en el mundo había 436 millones de
protestantes (contando con los 73 millones de anglicanos), lo que
suponía la cuarta parte de la cristiandad.
En realidad, el movimiento protestante precedió a la
Reforma del siglo XVI. Algunos movimientos disidentes de la
Iglesia medieval tardía anticipaban la Reforma con sus
denuncias de la corrupción
generalizada de la Iglesia de Roma, así
como de aspectos importantes de las enseñanzas
católicas
Al empezar el siglo XII los valdenses, seguidores del mercader
francés Pierre Valdo, practicaban lo que consideraban el
sencillo y no corrupto cristianismo
de la Iglesia primitiva. El movimiento, localizado en Francia e
Italia,
sobrevivió a una violenta persecución oficial y,
durante la Reforma, muchos valdenses se convirtieron al
calvinismo.
Alrededor de 1380 los lolardos aparecieron en Inglaterra,
guiados por las enseñanzas del teólogo John
Wycliffe, quien negaba la autoridad de los prelados
eclesiásticos (que consideraba corruptos en el plano
moral), la
transubstanciación y otras enseñanzas
tradicionales, y abogaba por la fe bíblica. Los lolardos
fueron perseguidos, pero sobrevivieron e influyeron en la Reforma
inglesa.
Las enseñanzas de Wycliffe calaron en el
reformador bohemio Jan Hus, cuyos seguidores (los husitas),
reformaron la Iglesia bohemia y consiguieron una independencia
virtual tras el martirio de Hus, excomulgado por Alejandro V y
quemado vivo por orden del Concilio de Constanza en 1415. Muchos
se convirtieron al luteranismo en el siglo XVI.
Algunas novedades en la Europa del siglo XVI explican el triunfo
de Martín Lutero y otros reformadores en
comparación con sus antecesores. Tanto el poder del
Emperador como el del Papa estaba declinando y ambos estaban
preocupados por el avance de los turcos en Europa central y en el
Mediterráneo. Además, la invención de la
imprenta en el siglo XV posibilitó la difusión de
tratados
religiosos entre la nobleza y el pueblo llano, en especial en el
norte de Europa.
Es un hecho aceptado por la mayoría de los historiadores
que la publicación de las 95 Tesis de
Martín Lutero en el día de Todos los Santos, en
1517, marcó el comienzo de la Reforma; en ellas atacaba la
venta
indiscriminada de indulgencias para financiar la construcción de la basílica de San
Pedro en Roma, la gran empresa del papa
Julio II. Lutero era un monje agustino y profesor de
teología en la Universidad de
Wittenberg. Consideraba que no era suficiente para obtener su
salvación seguir las enseñanzas católicas
tradicionales. Empezó a pensar que esa salvación se
encontraba en la doctrina de la justificación de la gracia
divina a través de la fe sola, mientras que la
teología católica había oscurecido ese
aspecto dando la misma importancia a las buenas acciones, a
las obras. Pensaba que la venta de
indulgencias era un abuso basado en ese énfasis equivocado
en la importancia de las buenas acciones.
Al principio, Lutero quiso reformar la Iglesia desde
dentro, pero se topó con una firme oposición. Al no
querer retractarse y pedir que se demostrara su error mediante
las Escrituras, negó la autoridad de Roma y fue
excomulgado. Bajo la protección de Federico el Sabio,
elector de Sajonia, escribió libros y
panfletos, y sus ideas se extendieron rápidamente por toda
Alemania y otros lugares de Europa. En Escandinavia se
establecieron con gran rapidez iglesias luteranas que proclamaron
su carácter nacional.
Pocos años después de la
reivindicación heterodoxa de Lutero surgió un
movimiento reformador independiente y más radical en
Zurich (Suiza) dirigido por el pastor suizo Ulrico Zuinglio. Los
estudios bíblicos de Zuinglio le llevaron a la
conclusión de que sólo lo que se autorizaba de un
modo literal en las Escrituras debía conservarse en la
doctrina y en las prácticas de la Iglesia. El luteranismo
conservaba muchos elementos de la liturgia medieval, pero
Zuinglio abogaba por una ceremonia simple y, en oposición
a la Iglesia católica y al luteranismo, consideraba la
eucaristía una ceremonia tan sólo simbólica.
Las reformas de Zuinglio, adoptadas de forma pacífica
mediante votación por el Consejo de Zurich, pronto se
extendieron a otras ciudades suizas.
El principal reformador de la generación
posterior a Lutero y Zuinglio fue Juan Calvino, teólogo
francés que hubo de establecerse en Ginebra en 1536. Las
reformas de Calvino no eran tan extremas como las de Zuinglio,
pero iban acompañadas de un estricto régimen que
unía en la práctica Estado e Iglesia en el mantenimiento
de la moral y la
doctrina correctas. Calvino escribió la primera exposición
sistemática de la teología protestante, puso en
marcha un sistema de gobierno para la Iglesia presbiteriana y
fundó importantes instituciones educativas que formaron a
hombres como John Knox, introductor del calvinismo en Escocia,
donde se convirtió en la Iglesia presbiteriana. El
calvinismo también se extendió a Francia, donde
sus seguidores eran conocidos como los hugonotes, y a los
Países Bajos, donde reforzó la voluntad para
conseguir la independencia de la España
católica.
La Iglesia anglicana fue instaurada en Inglaterra cuando
Enrique VIII (en 1534) asumió la autoridad
eclesiástica que antes desempeñaba el papa. El
objetivo del rey era conseguir la anulación de su
matrimonio con Catalina de Aragón, hija de los Reyes
Católicos, más que reformar la doctrina de la
Iglesia. Impuso estrictas leyes que
defendían las principales características del
catolicismo medieval. Sin embargo, bajo los reinados de Eduardo
VI e Isabel I, la Iglesia anglicana llegó a convertirse en
una institución protestante sin paliativos, como
quedó definido en los Treinta y nueve artículos.
Los ritos anglicanos y la organización de la Iglesia
conservaron a pesar de todo muchas de las formas del catolicismo
romano, apareciendo ante los ojos de muchos como una vía
intermedia. Por esto los anglicanos recibieron las
críticas de algunos disidentes calvinistas: los
puritanos.
Mientras que los luteranos, los calvinistas y los anglicanos
constituían Iglesias estables, aparecieron algunos grupos
protestantes más radicales. Todos ellos pensaban que los
reformadores no habían ido tan lejos como hacía
falta en la dirección de un cristianismo bíblico
más sencillo. Atacaban, por tanto, con la misma fuerza a las
Iglesias protestantes que a la Iglesia católica, por lo
que eran perseguidos con virulencia por ambas. Algunos de estos
grupos provocaron revueltas políticas o invadieron
iglesias destruyendo sus vitrales, sus estatuas y sus imágenes;
otros renunciaron al uso de la fuerza. La
mayor parte rechazaba la unión entre la Iglesia y el
Estado. La más importante de estas sectas fue la
anabaptista. Estaba concentrada en Alemania y los Países
Bajos, y tuvo un importante papel en las Guerras
Campesinas. Rechazaban el bautismo de los niños y lo
reservaban para los creyentes adultos. Los menonitas, una secta
anabaptista originaria de Holanda y Suiza, eran pacifistas que
intentaban formar comunidades cooperativas
independientes según los principios del Nuevo Testamento.
En Inglaterra, un grupo guiado por Robert Browne rechazaba que el
gobierno de la Iglesia recayera en presbíteros u obispos,
y se convirtieron en los llamados separatistas o independientes.
Estos primeros movimientos ejercieron influencia sobre los
cuáqueros, que aparecieron hacia 1640 como seguidores de
George Fox (1624-1690). Profesaban el pacifismo y la "luz
interior".
Muchas de estas pequeñas sectas más
radicales huyeron de la represión emigrando a América. Los primeros fueron los puritanos.
Más tarde llegaron a Nueva Inglaterra los
congregacionistas y los baptistas. A las colonias del centro de
la costa occidental de lo que hoy es Estados Unidos
llegó una gran variedad de facciones, entre las que
estaban los luteranos, los menonitas y los anabaptistas. En las
colonias del sur se instaló la Iglesia
anglicana.
La historia del protestantismo primitivo estuvo marcada
por luchas donde se entremezclaban los motivos políticos
con los religiosos. En Alemania, las guerras religiosas del siglo
XVI y la guerra de los
Treinta Años en el XVII fueron encarnizadas y
devastadoras. En Francia los hugonotes calvinistas lucharon en
una sangrienta guerra civil
contra los católicos, y ello culminó con la masacre
de la Noche de San Bartolomé en 1572, en la que murieron
muchos caudillos hugonotes. Después de varios
enfrentamientos civiles los hugonotes vieron garantizado su culto
gracias al Edicto de Nantes (1598), pero muchos se vieron
forzados a emigrar cuando Luis XIV lo revocó en 1685. En
Inglaterra, la guerra civil entre el Parlamento y la monarquía correspondía
también en gran parte a una contienda intestina entre
puritanos y anglicanos. A partir de la Paz de Westfalia (1648),
el protestantismo entró en una fase de
consolidación. El siglo XVII fue un periodo en el que se
definió y expuso con rigor la ortodoxia protestante,
enfatizando la autoridad de la Biblia y la lógica
religiosa. Esta tendencia se llamó más tarde
escolasticismo protestante por analogía con la
teología católica sistemática de la edad
media.
Hacia 1670 surgió en Alemania el pietismo como
respuesta al intelectualismo de la ortodoxia. Bajo la dirección del sacerdote alemán
Philipp Jakob Spener, la gente empezó a reunirse en sus
hogares en pequeños grupos para estudiar la Biblia y orar.
El pietismo daba más importancia a la conversión
privada y a una piedad sencilla y activa que a la
aceptación de proposiciones teológicas correctas.
Se extendió por Alemania y de ahí pasó a
Escandinavia y América.
La influencia del pensamiento
científico y de la
Ilustración en la teología protestante se
reflejó en el racionalismo,
una tendencia que apareció entre los siglos XVII y XVIII.
Sus predecesores fueron corrientes como el arminianismo, que
negaba la doctrina calvinista de la predestinación de
acuerdo con las enseñanzas de Jacobo Arminio (1560-1609),
teólogo protestante holandés, y el latitudinarismo,
que fue una tendencia tolerante y antidogmática que
apareció dentro de la Iglesia anglicana, durante el siglo
XVII. El racionalismo
introdujo el espíritu crítico en la teología
al defender que se examinaran las creencias tradicionales a la
luz de la
razón y la ciencia. Al
considerar más importantes las coincidencias generales
entre las religiones que las
pequeñas cuestiones teológicas, cuestionó
duramente las rígidas ortodoxias que se habían
desarrollado durante el siglo XVII. La expresión
más pura de la tendencia racionalista fue el
deísmo, una concepción filosófica sobre la
religión
que negaba las revelaciones, los milagros y los dogmas de
cualquier credo.
Otra forma de racionalismo protestante que tuvo
importancia en el siglo XVIII fue el unitarismo. Se
originó en el siglo XVI en la Europa continental, donde
era llamada socinianismo por su fundador el reformador italiano
Fausto Socino (1539-1604). Después del Acta de Tolerancia de
1689, el unitarismo fue profesado de forma clara en Inglaterra;
durante el siglo XVIII empezó a tener también
seguidores en Nueva Inglaterra. Los unitarios negaban la Trinidad
y la divinidad de Jesucristo, y valoraban sobre todo sus
enseñanzas morales y su ejemplo.
La reacción contra las tendencias
intelectualistas y formalizantes del protestantismo que
había iniciado el pietismo continuó durante el
siglo XVIII con el surgimiento de varios movimientos populares
que apelaban a las emociones de la
experiencia religiosa. En Inglaterra esta reacción
adoptó la forma del metodismo, fundado por John Wesley y
su hermano Charles Wesley. Ambos se hallaban bajo la influencia
del pietismo y el arminianismo. Predicaban la conversión y
la inquietud por los pobres en grandes asambleas celebradas a la
intemperie por toda Gran Bretaña. Provocaron un renacer
del fervor religioso entre las clases británicas
más humildes, que se sentían saturadas por el
extremo formalismo y el racionalismo dominante de la Iglesia
anglicana. Debido a la desaprobación oficial, el
movimiento acabó por separarse de la Iglesia anglicana y
se incorporó a los denominados no conformistas.
En las colonias americanas el evangelista inglés
George Whitefield y otros sacerdotes itinerantes predicaban en
grandes reuniones religiosas a cielo abierto. Inspiraron el
primer Gran despertar, un renacimiento
generalizado del entusiasmo religioso.
Durante el siglo XIX, el protestantismo se
convirtió en un movimiento a escala mundial
como resultado de una intensa actividad misionera. También
se fue haciendo cada vez más variado al aparecer nuevas
sectas y tendencias religiosas. El teólogo protestante
más influyente de la época fue el alemán
Friedrich Schleiermacher (1768-1834). Schleiermacher interpretaba
la religión como un sentimiento intuitivo de dependencia
del Infinito o de Dios, que consideraba una experiencia universal
de la humanidad al completo. La importancia de la experiencia
religiosa más que de los dogmas fue retomada por la
escuela
teológica del liberalismo.
Los teólogos liberales se propusieron reconciliar la
religión con la ciencia y
con la sociedad moderna mediante nuevas técnicas
históricas y críticas de la ciencia bíblica.
Intentaron distinguir el Jesús histórico y sus
enseñanzas de lo que consideraban embellecimientos
mitológicos y dogmáticos.
También existían tendencias más
conservadoras, como por ejemplo el Movimiento de Oxford de la
Iglesia anglicana que sostenía con fuerza las tradiciones
católicas. Aunque algunos de sus adalides, como John Henry
Newman (1801-1890), acabaron ingresando en la Iglesia
católica, los anglo-católicos (como se les llamaba)
continuaron ejerciendo una importante influencia dentro de la
Iglesia anglicana. Restauraron el ayuno y la confesión, y
fundaron hermandades religiosas femeninas.
El movimiento evangelista mantuvo su importancia en el
mundo protestante, sobre todo en Estados Unidos. Aparecieron
muchas nuevas sectas evangélicas como los
adventistas.
Los protestantes destacaron en muchos movimientos
humanitarios y reformadores durante todo el siglo. En Inglaterra,
los protestantes evangélicos dirigieron la
agitación política que llevó al Parlamento a
abolir la esclavitud en los
territorios sometidos al dominio
británico. En Estados Unidos los protestantes
evangélicos también hicieron campaña en
contra de la esclavitud (con
lo que se provocaron cismas en algunas Iglesias) y en contra de
la intemperancia y la prostitución. Otros movimientos
respondieron a los problemas de
la Revolución industrial. El socialismo
cristiano y el evangelio social intentaban aplicar principios
cristianos para implantar cambios sociales
fundamentales.
El siglo XX produjo dos reacciones contra el liberalismo
teológico. Una fue el fundamentalismo, un movimiento
evangélico en su primera expresión que se basaba en
la infalibilidad de la Biblia. Otra fue la teología de la
crisis, o nueva ortodoxia, que se desarrolló como
respuesta al sufrimiento que provocó la I Guerra Mundial y
que está ligada al teólogo suizo Karl Barth. Barth
volvía a expresar doctrinas centrales de la Reforma como
la esencia pecaminosa de la humanidad, y la dependencia esencial
y trascendental de la humanidad respecto a Dios. Sin embargo, a
diferencia de los fundamentalistas, Barth aceptaba las
conclusiones de los estudios bíblicos modernos.
Tras la II Guerra Mundial,
el evangelismo, una evolución más moderada del
fundamentalismo, se convirtió en una fuerza destacada
dentro del protestantismo. También se incrementó la
participación en cuestiones políticas y sociales:
muchos protestantes militaban en movimientos contra la guerra y
en el movimiento estadounidense en defensa de los derechos
civiles que lideraba el ministro baptista Martin Luther
King.
Otro factor importante fue la aparición del
movimiento ecuménico que favoreció la unión
de muchas Iglesias protestantes en todo el mundo y llevó a
la formación del Consejo Mundial de las Iglesias (1948).
Los protestantes establecieron diálogos con la Iglesia
católica y con la Iglesia ortodoxa, así como con
otras creencias no cristianas.
La mayor parte de las Iglesias protestantes conservaron
las doctrinas centrales de las tradiciones católica y
ortodoxa como la Trinidad, la expiación y la
resurrección de Cristo, la autoridad teológica de
la Biblia, y el carácter sacramental del bautismo y de la
eucaristía o Cena del Señor. Sin embargo, algunas
doctrinas y prácticas distinguen la tradición
protestante de las dos tradiciones cristianas más
antiguas.
Lutero pensaba que la salvación no depende del
esfuerzo o del mérito humano, sino de la gracia otorgada
por Dios, que es aceptada por la fe. Las buenas acciones no son
despreciadas, pero se consideran más bien fruto de la
gracia de Dios que obra en la vida del creyente. La doctrina de
la justificación de la gracia a través de la fe se
convirtió en un componente esencial de muchas Iglesias
protestantes. Lutero y otros reformadores pensaban que el
catolicismo había insistido demasiado en la necesidad que
tenían los creyentes de hacer méritos, de labrarse
un camino hacia la gracia de Dios realizando buenas acciones,
ayunando, peregrinando y (como se pensaba generalmente en tiempos
de Lutero) comprando indulgencias. A los protestantes les
parecía que todo esto hacía innecesario el
sacrificio de Cristo y dejaba a los seres humanos, que por
definición son todos pecadores, en la duda respecto a su
posibilidad de redimirse. Los reformadores enfatizaban la
misericordia de Dios, que otorga la gracia inmerecida a los
pecadores a través de la actividad salvadora de
Jesucristo.
Los protestantes consideran que la Biblia es la
única fuente y la norma exclusiva y esencial de sus
enseñanzas, y rechazan la postura católica que
otorga al papa la autoridad suprema en materias de fe y de moral.
Lutero y otros reformadores tradujeron la Biblia para permitir
que los laicos pudiesen estudiarla y seguir su propio criterio en
cuestiones de doctrina. A pesar de este acuerdo general en cuanto
a la primacía de la Biblia, los protestantes discrepan
respecto a los estudios bíblicos y a su
interpretación. Aquellos que aceptan los resultados de la
"más alta crítica" (es decir, el estudio
crítico de la Biblia desde el punto de vista
histórico que se llevó a cabo durante los siglos
XIX y XX) consideran que algunos pasajes bíblicos no son
auténticos o lo son en un sentido alegórico o
simbólico. Los protestantes conservadores, como los
fundamentalistas y gran parte de los evangélicos,
sostienen la infalibilidad absoluta de las Escrituras, no
sólo en cuestiones de fe, sino también en lo que
afecta a la historia, la geografía y la
ciencia. Otras diferencias estriban en que algunos protestantes
consideran que el criterio individual es el que decide todas las
cuestiones relativas a la interpretación de la Biblia, en
tanto que otros delegan en las instituciones de sus respectivas
Iglesias para guiar a sus miembros en su fe.
Los líderes de la Reforma reaccionaron contra la
institución católica del sacerdocio exaltando el
"sacerdocio de todos los creyentes". Incluso sostienen, como
Lutero, que la vocación de cualquier cristiano, al
contribuir a la sociedad y servir así a su vecino, es tan
válida ante Dios como cualquier otra vocación
religiosa en un sentido convencional. A pesar de ello, casi todos
los movimientos protestantes cuentan con sacerdotes
institucionalizados. Mientras que el sacerdote católico se
considera un administrador de
la gracia de Dios a través de los sacramentos, el ministro
protestante se considera un laico que ha sido formado para
realizar ciertas funciones dentro
de la Iglesia (como predicar y administrar los sacramentos). Como
consecuencia de esta creencia en la igualdad
esencial de todos los miembros de su comunidad o
confesión, el gobierno de las Iglesias protestantes
siempre ha tenido una tendencia democrática, aunque con
amplios matices. Las principales formas de
gobierno en las Iglesias protestantes son la episcopal (los
obispos ejercen su autoridad), como en las Iglesias anglicana,
episcopal y metodista; la presbiteriana (en la que se elige a los
presbíteros o los ancianos, para que representen a las
congregaciones en las estructuras
decisorias), como en las Iglesias presbiteriana y reformada; y la
congregacionalista (en la que la congregación misma es la
máxima autoridad), como, entre otras muchas, en las
Iglesias congregacionalista y baptista.
En comparación con la misa católica y la
liturgia ortodoxa, el culto protestante es más simple y se
centra en el sermón del sacerdote. Los reformadores
establecieron que los servicios se celebraran en la lengua
vernácula e introdujeron himnos que la congregación
debe cantar. Algunos servicios protestantes (como el pentecostal)
son casi espontáneos y carecen de estructura
predeterminada: se centran en la participación de la
comunidad de fieles y en los dones espirituales, como el don de
lenguas. Todas las tradiciones protestantes redujeron el
número de sacramentos de los siete católicos
romanos a dos: el bautismo y la eucaristía.
El protestantismo mantiene aún su carácter
dinámico y los cambios se han acelerado desde 1960.
Algunas confesiones han adoptado formas de culto muy informal
para atraer a los jóvenes; otras se han dividido respecto
al ordenamiento de las mujeres como ministras de la fe, la
modernización del lenguaje
litúrgico, las fusiones con
otros credos, así como respecto al perenne debate sobre
la interpretación de la Biblia y su relación con la
verdad científica. Los protestantes, como individuos y
como colectivos, siguen involucrados de forma muy intensa en
materias y conflictos
políticos y sociales. Algunos militan en el bando
más reaccionario y otros en el más liberal o
radical. Las características que definieron a los primeros
protestantes (la voluntad de cuestionar las opiniones recibidas,
de denunciar los abusos y de desafiar a las autoridades
establecidas) se han mantenido a lo largo del siglo XX. El
protestantismo sigue extendiéndose durante este siglo y
ejerce una profunda influencia sobre las culturas y las
sociedades contemporáneas.
Jubilación: momento en la vida de una persona en
que cesa de trabajar y comienza a percibir una pensión. El
cese de la actividad laboral o empresarial puede deberse a la
edad o imposibilidad física del
trabajador. En la mayoría de los países, la edad de
jubilación es de 65 años. Sin embargo, en los
países más industrializados se tiende cada vez
más a anticipar la edad de jubilación; esto ha
provocado un aumento de las suscripciones de planes de ahorro y de
pensiones a nivel privado.
La jubilación está perdiendo su clara
delimitación frente a las demás fases de la vida
(infancia,
adolescencia y
edad adulta). El hecho de que en numerosos países se
desarrollen programas de actividades para la tercera edad, en los
que se desempeña un nuevo periodo de aprendizaje, ha
hecho que varios autores hablen de una 'segunda infancia'. Por
otro lado, la mejor calidad de
vida y las mayores expectativas de vida han llevado a algunos
autores a distinguir la tercera edad de la 'cuarta edad', etapa
que hoy hace referencia a aquellas personas con edades muy
avanzadas que sufren un mayor deterioro físico y
psíquico.
Turismo: actividad multisectorial que requiere la
concurrencia de diversas áreas productivas —agricultura,
construcción, fabricación— y de los sectores
públicos y privados para proporcionar los bienes y los
servicios utilizados por los turistas. No tiene límites
determinados con claridad ni un producto
tangible, sino que es la producción de servicios que varía
dependiendo de los países; por ejemplo, en Singapur, una
actividad turística importante son las compras, pero no
el entretenimiento; en Londres, tanto el entretenimiento
(teatro,
cine,
conciertos, museos y monumentos) como las compras son
entradas importantes para el sector del turismo.
El 4 de marzo de 1993 la Comisión de Estadística de las Naciones Unidas
adoptó las recomendaciones de la Organización
Mundial del Turismo (OMT) sobre las estadísticas del turismo. La
definición aceptada oficialmente es: "El turismo comprende
las actividades de personas que viajan a (y permanecen en)
lugares fuera de su medio normal durante más de un
año consecutivo por motivos de ocio, negocios u
otros propósitos". Las recomendaciones distinguen las
siguientes categorías de turismo: 1) turismo
doméstico, que abarca a los residentes de un país
que visitan ese mismo país; 2) turismo de entrada, que
implica a los no residentes de un país 'A' visitando el
país 'A', por ejemplo turistas japoneses que viajan a
España;
3) turismo de salida, que comprende a los residentes de un
país que visitan otros países, por ejemplo un
residente de Roma, Italia, visitando
Bruselas, Bélgica. Las tres clasificaciones básicas
pueden combinarse entre sí para derivar en las siguientes
categorías de turismo: 4) turismo interno, que abarca el
turismo doméstico y el turismo de entrada; 5) turismo
nacional, que incluye el turismo doméstico y el turismo de
salida; y 6) turismo internacional, que comprende el turismo de
entrada y de salida.
Todos los tipos de viajeros que hacen turismo son descritos como
visitantes, un término que constituye el concepto
básico de todo el sistema de estadísticas turísticas; el
término 'visitante' puede ser subdividido en visitantes de
un día o excursionistas y en turistas, de la forma
siguiente: los visitantes son quienes viajan a un país
distinto de su país de residencia habitual, fuera de su
medio ambiental usual, durante un periodo que no exceda los 12
meses y cuyo propósito principal de visita es cualquiera
que no sea el ejercicio de una actividad remunerada en el lugar
visitado, 2) los visitantes de un día o excursionistas son
aquellos que no pasan la noche en un alojamiento público o
privado en el país visitado y 3) los turistas son
visitantes que permanecen una noche como mínimo en el
país visitado.
Cuando los países utilicen esas nuevas
definiciones aumentará la calidad y
fiabilidad actual de las estadísticas turísticas,
que no son fáciles de analizar debido a las
inconsistencias en las definiciones y clasificaciones utilizadas.
Teniendo en cuenta esas limitaciones, el turismo sigue siendo
reconocido como una actividad de importancia económica
global.
En 1994 la OMT estimó la existencia de
528,4 millones de turistas que generaban 321.466 millones de
dólares en ingresos; además predijo que para el
año 2000 el turismo sería la actividad
económica global más importante, superando incluso
al comercio de
petróleo y
de mercancías fabricadas. Para los países
desarrollados y en vías de desarrollo es una fuente
importante de ganancia de divisas, una fuente de ingresos
personales, un generador de empleo y un contribuyente a los
ingresos del estado. El volumen de la
actividad turística en una base global no está
distribuido uniformemente; la OMT estimó en 1992 que el
62% de las actividades turísticas se producían
entre países desarrollados. Esta estadística ilustra el hecho de que el
turismo es disfrutado sobre todo por residentes de países
desarrollados que poseen los ingresos necesarios, el tiempo libre
suficiente y la
motivación para viajar.
El turismo puede ser reconocido desde el momento en que se
empezó a viajar; la narrativa de Marco Polo en el siglo
XIII, el grand tour de la aristocracia británica a Europa
en el siglo XVIII y los viajes de
David Livingstone por África en el siglo XIX son ejemplos
del turismo temprano. A Thomas Cook se le considera el fundador
de los viajes organizados en la medida en que utilizó, en
1841, un tren alquilado para transportar turistas de Loughborough
a Leicester. Antes de 1950 el turismo europeo era sobre todo una
actividad nacional, exceptuando algunos viajes internacionales,
en particular dentro de Europa continental. En el periodo de
recuperación que siguió a la II Guerra Mundial, una
mezcla de circunstancias dio ímpetu a los viajes
internacionales. Los factores que más contribuyeron son:
el número creciente de personas empleadas, el aumento de
ingresos reales y tiempo libre disponible y el cambio de la
actitud social
con respecto a la diversión y al trabajo. Esos factores se
combinaron para estimular la demanda de los
viajes y vacaciones al extranjero. La aparición de
agencias de viajes especializadas que ofrecían viajes
organizados que incluían el transporte, el
alojamiento y los servicios en un precio global,
posibilitó los viajes al extranjero a un nuevo grupo de
consumidores cada vez más creciente. El 'paquete' o viaje
'organizado' democratizó los viajes; las vacaciones en el
extranjero dejaron de ser exclusiva de las clases
sociales ricas y elitistas.
Las economías de escala que posibilitaron los viajes al
extranjero a tanta gente, ampliaron también el horizonte
de los viajes. Al mismo tiempo que las líneas
aéreas con el desarrollo tecnológico
adquirían aviones mayores y más rápidos, las
distancias se acortaban en términos de duración de
los viajes. Hoy, un avión de 400 pasajeros puede volar
desde Londres a Johannesburgo, Suráfrica, en 11 horas sin
escalas; o de Londres a Bangkok, Tailandia, en 14 horas. Las
vacaciones con destinos de largo recorrido son ahora realistas en
relación a la duración del vuelo, además de
atractivas en términos de precio, pues
las tarifas aéreas cuestan mucho menos que hace 15
años. Los viajes de largo recorrido se están
convirtiendo en un sector creciente en la demanda del turismo
internacional.
Además del turismo por vacaciones hay
también un importante mercado de turismo de negocios. Los
viajeros por negocios utilizan el transporte, el
alojamiento y los servicios en forma similar a los viajeros que
van de vacaciones. Sin embargo, como sus gastos son más de
negocios que personales, aunque su estancia sea más corta
en general, tienden a efectuar muchos más desembolsos por
visita que los viajeros vacacionales. En la actualidad se ha
desarrollado un sub-mercado especialista, el sector de reuniones,
incentivos,
convenciones y exposiciones, representado en muchos países
del mundo. En casi todas las ciudades importantes pueden
encontrarse centros cualificados de convenciones y exposiciones.
Muchas ciudades asiáticas, por ejemplo Yakarta, Hong Kong
y Singapur, han desarrollado en los últimos años
excelentes instalaciones que compiten favorablemente con los
centros establecidos en Europa y Estados Unidos. Las convenciones
y exposiciones atraen a visitantes de distintas partes del mundo.
En 1994 se estimó que este mercado generó 97.000
millones de dólares en ingresos globales.
El rápido crecimiento del turismo internacional
se ve reflejado en el incremento de los miembros de la OMT, que
en 1995 contaba con 125 países miembros y 250 miembros
afiliados. Con algunas excepciones, la mayoría de los
países han establecido una Organización Nacional
del Turismo (ONT), generalmente promovida por el Estado. Estas
organizaciones son el foco de la actividad del gobierno y el
sector privado para representar en el extranjero las ventajas
turísticas del país. El apoyo gubernamental a las
ONT se basa en la necesidad de asegurar los beneficios
económicos derivados del turismo. La importancia del
turismo como entrada de moneda extranjera se ve con claridad en
países como la India y Tailandia, donde el turismo es la
primera fuente de ingresos de divisas. España, donde el
turismo tiene una importancia económica de primera
magnitud, recibió en 1995 la visita de 51 millones de
turistas.
Sin embargo, el crecimiento del turismo a escala
internacional ha acarreado problemas, sobre todo en lo referente
a su impacto en las sociedades y en el medio ambiente. La
aceptación sin restricciones de los beneficios del turismo
en la década de 1970 empezó a dar paso a una
propuesta más equilibrada sobre el papel del turismo en el
desarrollo, especialmente en lo referente a sus impactos no
económicos. Los planificadores del turismo empiezan a
incluir factores socioeconómicos y medioambientales en su
trabajo. Algunos factores que se consideran negativos son, la
excesiva ocupación en las costas, por ejemplo en
España, la mala planificación de los lugares de temporada
en Pattaya, Tailandia o el turismo sexual en Bangkok, Cuba y Manila.
En la década de 1990, las ventajas económicas ya no
son el único criterio para apoyar el desarrollo del
turismo; éste está cada vez más unido al
concepto de sostenibilidad.
Un turismo sostenible puede definirse como "un proceso
que permite que se produzca el desarrollo sin degradar o agotar
los recursos que
posibilitan ese desarrollo". La sostenibilidad en el turismo,
como concepto, se define como 'eco-turismo', 'turismo verde', o
'turismo responsable'. Cualquiera que sea su descripción,
se considera como un medio de reconocer que la Tierra
posee recursos limitados y que el turismo, como en otros
sectores, tiene límites
para el desarrollo, sobre todo en lugares específicos. Hoy
preocupa mucho el uso turístico de los parques de animales de
Kenia, el deterioro de la Gran Barrera de Arrecifes de Australia
y el daño causado por los montañeros o alpinistas
irresponsables en las áreas montañosas del Nepal.
La interdependencia del turismo, la cultura y el
medio ambiente
se ha convertido en una consideración crítica al
formular las políticas turísticas. La
sostenibilidad no sólo se aplica a los proyectos
turísticos a pequeña escala; es igualmente
importante, si no más, en zonas donde existe un gran
volumen de turistas, como en los países de la cuenca del
Mediterráneo, donde la
contaminación medioambiental es de la mayor
importancia.
No hay ninguna razón para creer que el turismo
declinará como actividad internacional en el futuro. Todo
se inclina a suponer que aumentará para convertirse en un
aspecto significativo del desarrollo
económico y social en muchos países. El
desafío, pues, es asegurar que ese crecimiento pueda
acomodarse dentro de una estructura sostenible.
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