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Política social




Enviado por latiniando



Partes: 1, 2

    Indice
    1.
    Descripción temática

    2.
    Fundamentación

    3. Política
    social

    4. Apéndice
    5.
    Conclusión

    6.
    Bibliografía

    1. Descripción temática

    Acción social, objeto de estudio de la sociología, es el análisis del comportamiento
    humano en los diferentes medios
    sociales. La acción humana está estructurada de
    acuerdo a normas
    compartidas y aceptadas por los miembros de una
    colectividad.

    La sociología presenta una doble perspectiva
    complementaria al analizar la realidad social: subjetiva o
    interna y objetiva o externa. Ambos análisis se remontan a las dos concepciones
    sobre la acción social: la del sociólogo
    alemán Max Weber y la
    del teórico social francés Émile Durkheim.
    Weber define
    la sociología como "ciencia de la
    acción social" y afirma que "la acción humana es
    social siempre que los sujetos de la acción incorporen en
    ella un sentido subjetivo", esto es, los caracteres de una
    acción social se encuentran en la percepción
    y en la comprensión del sujeto de la conducta de los
    demás. Para Durkheim, el
    carácter social de la acción humana
    es objetiva, ya que obedece a las "maneras colectivas de obrar,
    pensar y sentir externas al individuo", que ejercen un poder
    coercitivo sobre su conducta.
    Véase Patrón de conducta.

    La acción social ha sido estudiada por el
    sociólogo estadounidense Talcott Parsons, uno de los
    principales teóricos de la sociología
    contemporánea. Partiendo de la definición de
    Weber, en su
    obra La estructura de
    la acción social (1937) sitúa la acción en
    cuatro subsistemas: biológico, psíquico, social y
    cultural, que conforman el sistema de la
    acción. Para Parsons, toda acción es siempre
    global, es decir, está inscrita en esos cuatro subsistemas
    y es resultado de la interacción de las fuerzas o
    influencias de cada uno de ellos.

    2.
    Fundamentación

    Bajo el título Sociología y antropología se recoge un conjunto de
    estudios realizados por el antropólogo francés
    Marcel Mauss sobre temas que hoy forman parte de la denominada
    antropología cultural o etnología.
    Extraemos un fragmento de su larga introducción, "Introducción a la obra de Marcel Mauss",
    escrita por su colega francés Claude Lévi-Strauss,
    en la que subraya la importancia de analizar y comparar la
    organización social de las diferentes culturas y del
    papel que
    juega la interrelación entre el individuo y el grupo social a
    la hora de estudiar cualquier tipo de sociedad.

    Fragmento de Sociología y
    antropología.
    De Marcel Mauss.
    Introducción, de Claude Lévi-Strauss.
    Y es que por primera vez en la historia del pensamiento
    etnológico se lleva a cabo un esfuerzo por superar las
    observaciones empíricas y llegar a realidades más
    profundas. Por primera vez lo social sale de la esfera de la
    cualidad pura: anécdota, curiosidad, materia de
    descripción moralizante o de
    comparación erudita, y se transforma en un sistema, entre
    cuyas partes pueden descubrirse conexiones, equivalencias y
    solidaridades. Se comparan, en primer lugar, los resultados de la
    actividad social, bien sea técnica, económica,
    ritual, estética o religiosa —como son los
    instrumentos, productos
    manufacturados, productos
    alimenticios, fórmulas mágicas, ornamentos, cantos,
    danzas y mitos—,
    comparación que es posible por el carácter
    común que todos poseen de ser transferibles, de acuerdo
    con modalidades que pueden ser objeto de análisis y
    clasificación y que incluso cuando parece que no pueden
    separarse de determinados tipos de valores,
    sí pueden reducirse a formas más fundamentales,
    más generales. No sólo son comparables, sino con
    frecuencia sustituibles, en la medida en que valores
    diferentes pueden ser reemplazados unos por otros dentro de la
    misma operación, y, sobre todo, son las mismas operaciones, por
    diversas que puedan parecer, a través de los
    acontecimientos de la vida social: nacimiento, iniciación,
    matrimonio,
    contrato,
    muerte o
    sucesión, y por arbitrarias que parezcan, debido al nombre
    y distribución de los individuos que ponen en
    causa, como son los recipiendarios, intermediarios o donatarios,
    lo que permite siempre la reducción de operaciones,
    grupos o
    personas a un número más pequeño, donde, a
    fin de cuentas,
    sólo se encuentran los fundamentos de un equilibrio
    concebido y realizado de forma diferente, según cual sea
    el tipo de sociedad objeto
    de consideración. De este modo los tipos pueden ser
    definidos por sus caracteres intrínsecos y se pueden
    comparar entre sí, ya que sus caracteres no se califican
    cualitativamente, sino por el nombre y ordenación de sus
    elementos, que a su vez son constantes en todos ellos. Tomemos un
    ejemplo de un sabio que quizá mejor que
    ningún otro ha sabido comprender y explotar las
    posibilidades que este método
    abre: las interminables series de fiestas y regalos que
    acompañan el matrimonio en
    Polinesia, poniendo en relación decenas e incluso cientos
    de personas, que parecen desafiar la descripción
    empírica, pueden, sin embargo, canalizarse en treinta o
    treinta y cinco prestaciones
    que se llevan a cabo a través de cinco líneas,
    líneas que están entre sí en una
    relación constante y que pueden descomponerse en cuatro
    ciclos de reciprocidad entre las líneas A y B, A y C y A y
    E; la totalidad compone un determinado tipo de estructura
    social, en que, por ejemplo, los ciclos entre B y C o entre E y B
    o D, o incluso entre E y C, están excluidos, siendo
    así que cualquier otra forma de sociedad los
    colocaría en lugar predominante. Este método es
    tan riguroso que si se produjera un error en las ecuaciones
    así obtenidas es probable que hubiera que imputarlo
    más a una laguna en el
    conocimiento de las instituciones
    indígenas que a un defecto del cálculo.
    Así, en el ejemplo que acabamos de citar se constata que
    el ciclo entre A y B comienza con una prestación sin
    contrapartida, lo cual nos induciría inmediatamente, si no
    se conociera, a buscar la presencia de una acción
    unilateral, anterior a las ceremonias matrimoniales, aunque en
    relación directa con ellas, pues tal es el papel que
    dentro de esta sociedad en cuestión juega la
    abducción de la prometida, cuya primera prestación
    representa, según la terminología indígena,
    «la compensación». Este hecho se hubiera
    podido deducir de no haber sido observado.

    Podemos fácilmente darnos cuenta que esta
    técnica operatoria es muy semejante a la que Troubetzkoy y
    Jakobson describían mientras Mauss escribía su
    Essai, lo cual iba a permitirles crear la lingüística
    estructural. El problema radica aquí también en
    distinguir un dato puramente fenomenológico, del cual no
    se ocupa el análisis científico, de una
    infraestructura más simple y a la cual debe su ser.
    Gracias a las nociones de «variantes facultativas»,
    «variantes combinatorias», «términos de
    grupo» y
    a la de aneutralización», el análisis
    fonológico iba a permitir definir un lenguaje por
    medio de un pequeño número de relaciones constantes
    en las cuales la diversidad y complejidad aparente de su sistema
    fonético no hacen sino ilustrar la posible gama de
    combinaciones autorizadas.

    Del mismo modo que la fonología para la
    lingüística, el Essai sur le don inaugura una nueva
    era para las ciencias
    sociales. La importancia de este doble acontecimiento (que
    desgraciadamente Mauss dejó en esquema) puede
    perfectamente compararse con la importancia del descubrimiento
    del análisis combinatorio para la matemática
    moderna. El que Mauss no se dedicara al desarrollo de
    este descubrimiento, incitando inconscientemente con ello a
    Malinowski (de quien hay que reconocer, sin que ello le
    perjudique, que fue mejor observador que teórico) a
    lanzarse solo a la elaboración del sistema correspondiente
    sobre la base de los hechos y conclusiones análogos a que
    ambos habían llegado, por caminos independientes, es uno
    de los grandes males de la etnología
    contemporánea.

    Es difícil hoy llegar a saber en qué
    sentido hubiera desarrollado Mauss su doctrina, si lo hubiera
    hecho. El principal interés de
    una de sus obras tardías, la Notion de Personne, publicado
    también en este volumen, radica
    menos en su argumentación, considerada a veces cursiva e
    incluso negligente, que en la tendencia actualizada hoy de
    aplicar al orden diacrónico una técnica de
    permutaciones que el Essai sur le don concebía más
    en función
    de los fenómenos sincrónicos. En cualquier caso,
    probablemente Mauss habría encontrado ciertas dificultades
    en completar la elaboración del sistema (más
    adelante veremos por qué), pero nunca, sin embargo, le
    habría dado la regresiva forma que recibió de
    Malinowski, para quien la noción de función,
    concebida por Mauss al estilo del álgebra,
    es decir, implicando que los valores
    sociales se pueden conocer unos en función de otros, toma
    el camino de un simple empirismo cuyo
    objeto es únicamente el de señalar los servicios
    prácticos prestados a la sociedad por sus costumbres e
    instituciones.
    Cuando Mauss consideraba la relación constante entre los
    fenómenos, relación donde reside su
    explicación, Malinowski se pregunta únicamente para
    qué sirven, con el fin de hallarles una
    justificación. La posición adoptada ante este
    problema deshizo los anteriores avances, al dar entrada a una
    serie de postulados que carecían de valor
    científico.

    El fundamento de que la posición adoptada por
    Mauss ante el problema es la única acertada ha quedado
    atestiguado por los más recientes desarrollos de las
    ciencias
    sociales que permiten confiar en una matematización
    progresiva. En determinados campos fundamentales, como es el del
    parentesco, el de la analogía con el lenguaje,
    tan repetidamente mantenido por Mauss, ha permitido descubrir las
    reglas concretas que permiten la creación dentro de
    cualquier tipo de sociedad de ciclos de reciprocidad cuyas
    leyes de
    funcionamiento sean ya conocidas, permitiendo así el
    empleo del
    razonamiento deductivo en un campo que parecía sujeto a la
    arbitrariedad más absoluta.

    Por otra parte, al asociarse cada vez más
    estrechamente con la lingüística, con el fin de crear
    algún día con ella una amplia ciencia de
    la
    comunicación, la antropología social espera
    beneficiarse de las inmensas perspectivas abiertas a la
    lingüística, al aplicar el razonamiento
    matemático al estudio de los fenómenos de la
    comunicación.
    A partir de ese momento sabemos que un gran número de
    problemas
    etnológicos y sociológicos, ya sea en el terreno de
    la morfología, en el del arte o en el de
    la religión,
    sólo esperan la buena voluntad de los matemáticos
    que en colaboración con los etnólogos podrán
    conseguir un progreso decisivo, si no todavía en el camino
    de la solución, sí, al menos, en el de una
    unificación previa, que es condición para su
    solución.
    Fuente: Mauss, Marcel. Sociología y antropología.
    Colección de Ciencias
    Sociales. Madrid. Editorial Tecnos,
    1991.

    3. Política
    social

    Forma de intervención del Estado en la
    sociedad
    civil. En un sentido sociales de una sociedad.
    Los orígenes de las políticas
    sociales se remontan a las últimas décadas del
    siglo XIX en Europa, donde
    nacen con el objetivo de
    moralizar la economía liberal, a
    fin de evitar las injustas consecuencias sociales de la Revolución
    Industrial. En sus inicios, la política
    social ‘anglosajona’ se preocupó
    fundamentalmente por todas aquellas personas amenazadas por
    la pobreza:
    ancianos, vagabundos, enfermos, etc. La política
    social ‘latina’, en cambio, se
    interesó por las condiciones de la clase trabajadora,
    identificándose con la política laboral:
    prohibición del trabajo a los menores de edad,
    reducción de la jornada laboral, salarios
    más justos, seguridad en
    el trabajo,
    etc. Con el tiempo, las
    políticas sociales han ido
    transformándose y ampliando su radio de
    acción no sólo a las capas más necesitadas
    de la población, sino a la mayoría de los
    individuos que componen una sociedad.

    Relacionadas con la provisión de servicios
    sociales, las políticas sociales forman parte del Estado de
    bienestar, su representación institucional, y abarcan una
    extensa gama de programas
    sociales, como políticas de salud, seguridad
    social, vivienda, educación u ocio. Hoy
    su objetivo es la
    búsqueda del bienestar y la mejoría de las
    condiciones materiales de
    vida de la población.

    4.
    Apéndice

    Estado: denominación que reciben las entidades
    políticas soberanas sobre un denominado territorio, su
    conjunto de organizaciones de
    gobierno y, por
    extensión, su propia extensión
    territorial.

    La característica distintiva del Estado
    moderno es la soberanía, reconocida tanto dentro del
    propio Estado como por parte de los demás de que su
    autoridad
    gubernativa es suprema. En los estados federales, este principio
    se ve modificado en el sentido de que ciertos derechos y autoridades de
    las entidades federadas, como los länder en Alemania, los
    estados en Estados Unidos,
    Venezuela,
    Brasil o
    México, no
    son delegados por un gobierno federal
    central, sino que se derivan de una constitución. El gobierno federal, sin
    embargo, está reconocido como soberano a escala
    internacional, por lo que las constituciones suelen delegar todos
    los derechos de
    actuación externa a la autoridad
    central.

    Aunque el siglo XX ha sido escenario del nacimiento de
    muchas instituciones internacionales, el Estado
    soberano sigue siendo el componente principal del sistema
    político internacional. Desde una perspectiva
    internacional, un Estado nace cuando un número suficiente
    de otros estados lo reconocen como tal. En época moderna,
    la admisión en la Organización de las Naciones Unidas
    (ONU) y en otros
    organismos internacionales proporciona una constancia eficiente
    de que se ha alcanzado la categoría de Estado.

    La ONU es una de las
    muchas instituciones que han surgido de la creciente
    interdependencia de los Estados. El Derecho
    internacional ha proporcionado durante siglos un modo de
    introducir cierto margen de pronóstico y orden en lo que,
    en un sentido técnico, constituye todavía un
    sistema anárquico de relaciones
    internacionales. Otros vínculos internacionales son
    posibles gracias a tratados, tanto
    bilaterales como multilaterales, alianzas, uniones aduaneras, y
    otras uniones voluntarias realizadas para mutuo beneficio de las
    partes implicadas. No obstante, los estados disponen de libertad para
    anular estos vínculos, y sólo el poder de otros
    estados puede impedírselo.

    En el plano nacional, el papel del Estado es
    proporcionar un marco de ley y orden en el
    que su población pueda vivir de manera segura, y
    administrar todos los aspectos que considere de su responsabilidad. Todos los estados tienden
    así a tener ciertas instituciones (legislativas,
    ejecutivas, judiciales, etcétera) para uso interno,
    además de fuerzas armadas para su seguridad
    externa, funciones que
    requieren un sistema destinado a recabar ingresos. En
    varios momentos de la historia, la presencia del
    Estado en la vida de los ciudadanos ha sido mayor que en otros.
    En los siglos XIX y XX la mayoría de los estados
    aceptó su responsabilidad en una amplia gama de asuntos
    sociales, dando con esto origen al concepto de
    Estado de bienestar. Los estados totalitarios, como la
    Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y
    la Alemania
    nacionalsocialista, se atribuyeron un derecho, a menudo
    compartido con un partido hegemónico y único, de
    regular y controlar pensamientos y opiniones.

    Estas prácticas plantean cuestiones importantes
    en lo que a la legitimidad de los estados se refiere. Desde la
    aparición de las ciudades Estado en la antigua Grecia,
    pensadores políticos y filósofos han discutido la verdadera
    naturaleza y
    fines reales del Estado. Con el paso de los siglos, y en la
    medida en que la tecnología y la
    evolución administrativa lo fueron
    permitiendo, estos pequeños estados, concebidos por
    Platón
    y Aristóteles más como una comunidad
    pequeña que como el marco donde se desarrolla la actividad
    política de la vida humana, fueron sustituidos por
    entidades territoriales cada vez mayores.

    Los requisitos militares de crear y mantener dichas
    entidades se inclinaron hacia el desarrollo de
    sistemas
    autoritarios, y algunos autores enfatizaron acerca del necesario
    sacrificio de la libertad
    individual en beneficio de las necesidades del orden colectivo,
    ejercido con el respeto hacia el
    bienestar de todos los grupos de la
    sociedad. A partir de los siglos XVI y XVII, la tendencia a
    identificar al Estado con pueblos dotados de un cierto grado de
    identidad
    cultural común corrió pareja con una
    búsqueda de la legitimidad derivada de la voluntad e
    intereses de esos pueblos. Así la aparición de
    facto del nacionalismo,
    identificado con la consecución del Estado nacional fue
    fundamental durante la Revolución
    Francesa. La contribución ideológica en este
    aspecto de Jean-Jacques Rousseau y
    Georg Wilhelm Friedrich Hegel produjo a
    su vez una cierta sacralización de la nación
    como entidad moral capaz de
    conferir legitimidad tanto a sí misma como a sus acciones. La
    reacción a algunos de los excesos surgidos del conflicto
    entre estados nacionales que esta postura inspiró durante
    los siglos XIX y XX preparó por su parte un sustrato
    ideológico para el internacionalismo de finales del siglo
    XX y para los conceptos de seguridad colectiva, comunidades
    internacionales económicas y políticas,
    además de diversas formas de trasnacionalismo. Esto ha
    supuesto un desafío al propio concepto de
    Estado como forma preferida de organización política.

    En las postrimerías del siglo XX la
    globalización de la economía mundial, la
    movilidad de personas y capital, y la
    penetración mundial de los medios de
    comunicación se han combinado con el propósito
    de limitar la libertad de acción de los estados. Estas
    tendencias han estimulado un vivo debate sobre
    si el Estado
    puede retener algo de esa libertad de acción que se
    asociaba en otros tiempos a la soberanía. Estas limitaciones informales a
    la independencia
    vienen acompañadas en algunas áreas, en especial
    Europa
    occidental, de proyectos de
    integración interestatal, caso del proyecto de
    Unión
    Europea, considerado por unos como una alternativa al Estado
    nacional y por otros como la evolución de nuevos y mayores estados. Sea
    cual sea el efecto de este proceso, el
    concepto clásico de Estado como entidad en cierto modo
    cerrada, cuyas transacciones internas son mucho más
    intensas que sus actividades interestatales, ha pasado a la
    historia conforme han ido surgiendo nuevas formas de
    colaboración e integración interestatal más
    flexibles.

    Estructura social: conjunto de formas en que grupos e
    individuos se organizan y relacionan entre sí y con los
    distintos ámbitos de una sociedad. En sociología,
    la estructura es un instrumento para analizar la realidad
    social.

    El concepto de estructura tiene una larga
    evolución. Ya se utilizaba en el siglo XVII en el campo de
    la historia natural para hacer referencia a las relaciones entre
    las partes de un todo. El término se usaba en anatomía, pero en el
    siglo XIX se trasladó a la sociología como
    consecuencia del empleo de
    ciertos términos orgánicos por los pensadores de la
    época (Auguste Comte, Karl Marx y
    Herbert Spencer). El teórico social inglés
    Herbert Spencer estableció el paralelismo entre la
    organización y evolución de los organismos
    biológicos, y la organización y evolución de
    las sociedades. La
    sociedad, considerada como un "organismo vivo", podía ser
    dividida en partes ordenadas y diferenciadas. Para Spencer, la
    estructura social sería la "trama de posiciones e
    interrelaciones mutuas mediante las cuales se puede explicar la
    interdependencia de las partes que componen la
    sociedad".

    El sociólogo estadounidense Talcott Parsons
    elaboró su teoría
    del sistema y organización social en términos de
    estructura y función: la estructura, según Parsons,
    comprende los elementos del sistema relativamente constantes y
    estables, que serían: los roles (padre, maestro, etc.),
    las colectividades (familia, partido
    político, fábrica, etc.), las normas (los
    modelos) y
    los valores.
    Véase Funcionalismo.

    Sin embargo, fueron A. R. Radcliffe-Brown y Claude
    Lévi-Strauss los representantes de dos concepciones
    diferentes y enfrentadas sobre esta teoría:
    Radcliffe-Brown comparó la sociedad a un mecanismo en
    funcionamiento cuyas partes pueden ser descritas y representadas
    por los propios participantes (modelo
    conceptual). Lévi-Strauss, opuesto a la concepción
    de Spencer y Radcliffe, consideró la estructura como algo
    "latente" en la realidad pero a modo de un "orden oculto", es
    decir, que sus partes sólo pueden ser interpretadas y
    explicadas (modelo
    teórico).

    Pobreza: circunstancia económica en la que una
    persona carece
    de los ingresos
    suficientes para acceder a los niveles mínimos de atención médica, alimento, vivienda,
    vestido y educación.

    La pobreza relativa
    es la experimentada por personas cuyos ingresos se encuentran muy
    por debajo de la media o promedio en una sociedad determinada.
    La pobreza
    absoluta es la experimentada por aquellos que no disponen de los
    alimentos
    necesarios para mantenerse sanos. Sin embargo, en el cálculo de
    la pobreza
    según los ingresos, hay que tener en cuenta otros
    elementos esenciales que contribuyen a una vida sana. Así,
    por ejemplo, los individuos que no pueden acceder a la educación o a los
    servicios médicos deben ser considerados en
    situación de pobreza.

    Las personas que, por cualquier razón, tienen una
    capacidad muy por debajo de la media para ganar un salario, es
    probable que se encuentren en situación de pobreza.
    Históricamente, este grupo viene formado por personas
    mayores, discapacitados, madres solteras y miembros de algunas
    minorías. En los países occidentales, un sector
    considerable de población en situación de pobreza
    (el 30%) está constituido por madres solteras con hijos.
    Esto no se debe únicamente a que las mujeres que trabajan
    fuera de casa suelen ganar menos que los hombres, sino
    fundamentalmente a que una madre soltera tiene dificultades para
    poder cuidar a sus hijos, ocuparse de su vivienda y obtener unos
    ingresos adecuados al mismo tiempo. Otros
    grupos son los discapacitados con personas a su cargo, familias
    numerosas y otras en las que el cabeza de familia
    está en situación de desempleo o tiene
    un salario
    mínimo.

    La falta de oportunidades educativas es otra fuente de
    pobreza, ya que una formación insuficiente conlleva menos
    oportunidades de empleo.

    Gran parte de la pobreza en el mundo se debe a un bajo
    nivel de desarrollo
    económico. China e
    India son
    ejemplos de países superpoblados en vías de
    desarrollo en donde, a pesar de la creciente
    industrialización, la pobreza es notoria. El desempleo
    generalizado puede crear pobreza incluso en los países
    más desarrollados. La crisis de 1929
    empobreció a millones de estadounidenses y europeos
    durante la década de 1930. Lógicamente las
    fluctuaciones económicas menos graves, denominadas
    recesiones, causan un aumento menor del índice de
    pobreza.

    Decenas de miles de personas en situación de
    pobreza fallecen cada año a causa del hambre y la
    malnutrición en todo el mundo. Además, el
    índice de mortalidad infantil es superior a la media y la
    esperanza de vida inferior.

    Parece inevitable que la pobreza esté,
    según los criminólogos, vinculada al delito, aun
    cuando la mayor parte de las personas con muy bajos ingresos no
    sean delincuentes y estos últimos no suelan sufrir graves
    carencias. Otros problemas
    sociales, como las enfermedades mentales y el
    alcoholismo,
    son más habituales, debido a que son causas y efectos de
    la escasez de recursos
    económicos y de una atención médica
    inadecuada.

    La pobreza ha sido considerada como indicador de
    desigualdad de clase social y sexo en las
    sociedades
    industriales, en donde las mujeres que viven solas y las familias
    de clase baja presentan el nivel más bajo de pobreza.
    Asimismo, ha sido considerada como un indicador de trato
    económico desigual entre los países desarrollados y
    en vías de desarrollo, estando la riqueza acumulada en los
    primeros y la pobreza en los segundos, lo que forma la denominada
    línea Norte-Sur (véase Teoría de la
    dependencia). Las zonas más pobres del mundo son el sur de
    Asia
    (Bangladesh, India y
    Pakistán), los países subsaharianos, norte de
    África, Oriente Próximo, Latinoamérica y este de Asia.

    Servicios sociales: en un sentido amplio, es la
    prestación de servicios sanitarios y educativos, la
    protección social del trabajo y la vivienda, los seguros y
    subsidios de renta, y la asistencia social individual. En un
    sentido restringido, los servicios sociales son actividades
    técnicas organizadas por las
    administraciones públicas y enmarcadas dentro de las
    políticas de bienestar social (véase
    Política social), cuyo objetivo es la prevención,
    rehabilitación o asistencia de individuos, de familias o
    de grupos
    sociales con amplias carencias y demandas, en pro de la
    igualdad de
    oportunidades, la realización personal, la
    integración social y la solidaridad. La
    finalidad global de los servicios sociales es la
    satisfacción de determinadas necesidades humanas dentro de
    una comunidad.

    Los servicios sociales cubren, en general, los
    siguientes sectores de población: mujer, familia y
    menores, juventud,
    tercera edad, minusválidos, toxicómanos,
    delincuentes y reclusos, minorías étnicas,
    emigrantes y personas en situación de pobreza y marginalidad.
    La familia ha
    sido la principal fuente de asistencia y provisión de
    servicios a lo largo de toda la historia de la humanidad. Sin
    embargo, siempre existió la polémica sobre la
    entidad que debía responsabilizarse a nivel suprafamiliar:
    el Estado, la Iglesia o
    la
    administración local. La caridad y la beneficencia
    pública son prácticas fundamentales de la sociedad
    medieval, en la que existía una red de gobierno local
    más organizada y compleja que en el Imperio romano,
    más centralizado, aunque el florecimiento de los Estados
    (desde pequeños principados a amplias jurisdicciones) ya
    dejaba entrever el auge del Estado de bienestar de la era
    moderna.

    En Europa, durante el Antiguo Régimen, la
    Iglesia fue la
    principal responsable de la asistencia social y de la
    provisión de servicios sociales a la comunidad. En el
    siglo XIX, el auge de conceptos como clase social y
    sociedad, la centralización de la administración del Estado y las nuevas
    experiencias de mutualismo patronal y obrero culminarían
    en reformas fundamentales (como la de Bismarck en la Alemania de
    1881 o, a principios del
    siglo XX, la de Lloyd George y Clement Richard Attlee en
    Gran Bretaña) surgiendo el embrión de la Seguridad
    Social y posteriormente el moderno Estado de
    bienestar.

    El grado de desarrollo de los servicios sociales y el
    nivel de colaboración entre la
    administración central (el Estado) y local
    (ayuntamientos, comunidades, etcétera), así como
    entre las organizaciones de
    voluntariado, varía de manera considerable según el
    país, aunque la tendencia es avanzar hacia su descentralización y regionalización,
    hacia la cooperación entre los sectores público y
    privado, hacia la aplicación de un enfoque más
    preventivo que asistencial y hacia el desarrollo de la ayuda
    mutua dentro de las propias comunidades, con el fin de conseguir
    una mayor efectividad.

    Sin embargo, en las sociedades occidentales con derechos
    sociales amplios, donde impera el Estado de bienestar, el
    mantenimiento
    de los servicios sociales también provoca fuertes
    controversias. El porcentaje habitual de la renta nacional
    invertido en servicios sociales por los países
    económicamente más avanzados es del 30 por ciento.
    Sin embargo, actualmente algunos gobiernos están
    interesados en reducir sus gastos sociales
    para que la comunidad libere al Estado de gran parte de las
    cargas de asistencia social y servicios sociales, pero hay que
    tener presente que estas medidas implican no reconocer estos
    servicios como derechos inalienables de los
    ciudadanos.

    Por otro lado, expertos en el tema han demostrado que la
    inversión en bienestar social va unida al
    progreso económico, ya que los países que mantienen
    altos gastos sociales
    tienen asimismo un rápido crecimiento
    económico. En consecuencia, el gasto social,
    más que constituir la causa de una crisis
    económica, forma parte de su solución. Véase
    también Trabajo
    social.

    Ocio: tiempo libre o tiempo no utilizado para el trabajo. Se
    trata de distinguir entre trabajo y ocio.
    Desde el punto de vista histórico, el ocio se ha asociado
    con el estilo de vida de la aristocracia, mientras que el resto
    de la población no podía disfrutar de él
    porque tenía que trabajar para subsistir. De hecho, y
    según el protestantismo, el objeto de la vida es
    glorificar a Dios por medio del trabajo. Paradójicamente,
    el crecimiento
    económico se ha explicado en parte como resultado de
    una mayor aceptación del protestantismo, y hoy es
    justamente en estos países donde la gente dispone de
    más tiempo libre para el ocio al ser más ricos y
    tener mayores ingresos.

    En la realidad social, sin embargo, oportunidades de
    ocio y recreación
    han pasado a formar parte de la vida en todas las sociedades. Han
    variado de acuerdo con las condiciones climáticas y la
    naturaleza
    circundante, y han ido progresando a medida que se han producido
    mejoras tecnológicas y se ha logrado un mayor control sobre el
    medio
    ambiente.

    El estudio de estas diferencias, tanto en el seno de las
    sociedades como en las relaciones de unas con otras, ha dado
    lugar a una extensa bibliografía. El ocio,
    según parece, no es una pérdida de tiempo sino una
    actividad recreativa. De igual manera, el trabajo ya no se define
    tan sólo como una actividad, sino como una
    modificación del mundo físico y mental a
    través de un esfuerzo, y sólo se considera como
    trabajo si no constituye un motivo de recreación
    para la persona. En
    última instancia, la diferencia entre trabajo y ocio
    radica en el significado que demos al concepto de
    recreación.

    La pérdida de tiempo, tal y como Marx y De
    Tocqueville señalaron desde puntos de vista muy
    diferentes, es típicamente un fenómeno colectivo
    que surge como consecuencia de fallos del mercado. Ciclos
    de prosperidad y recesión, o fluctuaciones de la actividad
    económica de veinte años o más, pueden
    hundir o fomentar la prosperidad de una comunidad. La productividad
    está ligada a la especialización en la
    división del trabajo, pero, de igual manera, expone a la
    zona o región especializada a las vicisitudes de las
    fluctuaciones en la oferta y la
    demanda.
    Así, por ejemplo, Europa parece estar padeciendo una alta
    tasa de desempleo al final del siglo XX, debido no sólo a
    estos factores, sino también al desajuste entre las
    demandas del mercado de
    trabajo y las aptitudes de los trabajadores. Como resultado, se
    produce una desocupación forzosa allí donde
    la meta de la
    innovación para reducir las necesidades de
    trabajo ha sido ofrecer más ocio.

    Ha habido también una reestructuración
    generalizada de la división del trabajo en las sociedades
    industriales avanzadas. Las mujeres han entrado en el mercado de
    trabajo de forma masiva, empleadas tanto a tiempo parcial como a
    tiempo completo. Hace 50 años, las mujeres con niños
    pequeños estaban virtualmente confinadas en la
    economía doméstica. Hoy la mayoría de las
    mujeres trabaja fuera de casa y, por lo tanto, su tiempo para el
    ocio ha disminuido. De igual manera, los niños
    emplean más tiempo en el proceso
    educativo, permanecen en él hasta una edad más
    avanzada, juegan menos y se emplean en un trabajo remunerado con
    menor frecuencia.

    De cualquier manera, la tendencia actual apuesta por
    menos trabajo y más ocio o tiempo libre. Las horas de
    trabajo, diarias, semanales, anuales, así como vitales (a
    lo largo de toda la vida), se han visto paulatinamente reducidas,
    en especial para los hombres y, en particular, para los menos
    cualificados. La edad tradicional de jubilación de 65
    años se anticipa e iguala con frecuencia entre los sexos,
    mientras que la esperanza de vida es mayor por lo que el mundo
    del ocio nos atrae cada vez más. Como consecuencia, surgen
    multitud de programas de
    construcción de estadios, complejos
    deportivos, centros de ocio y ciudades universitarias; el ocio se
    ha convertido en una industria
    gigantesca que, paradójicamente, ocupa a un número
    creciente de personal laboral.
    La
    televisión se acerca a niveles de saturación y
    el turismo o los
    viajes al
    extranjero se han generalizado. Distinciones tradicionales de
    sexo y edad
    pierden progresivamente su sentido en este contexto. La gente
    puede divertirse en oficinas y fábricas, del mismo modo
    que con el trabajo realizado desde su propia vivienda.

    Trabajo: el esfuerzo necesario para suministrar bienes o
    servicios mediante el trabajo físico, mental o emocional
    para beneficio propio o de otros.

    En el lenguaje
    actual tiende a diferenciarse entre trabajo remunerado y trabajo
    gratuito. Se suele denominar trabajo remunerado al empleo bajo
    contrato a
    cambio de un
    sueldo o salario; suele ser considerado como un intercambio de
    esfuerzos en un lugar determinado y dentro de un horario
    específico. Sin embargo, estas características están asociadas a la
    industrialización, con su organización en
    fábricas y oficinas, que, en su conjunto, fue una
    actividad masculina. Así, el trabajo en el sentido de
    empleo ha sido básicamente masculino hasta la reciente
    incorporación de la mujer.
    Históricamente la definición de trabajo en su
    sentido más amplio es incorrecta, ya que de hecho en su
    mayor parte ha sido realizado por mujeres, especialmente en el
    hogar y en las prácticas de crianza. Véase Trabajo
    de las mujeres.

    El impacto de la cultura
    industrial ha sido tan grande que se ha llegado a asociar el
    concepto de trabajo con el de la fábrica o la empresa,
    cuando, por el contrario, actualmente se realiza cada vez
    más en lugares como el hogar, la comunidad y los centros
    de recreo. En el siglo XX se ha reducido el número de
    horas de trabajo (por día, semana, año) al mismo
    tiempo que se han ampliado el periodo de la infancia y los
    beneficios de la jubilación.

    Aristocracia: (del griego, aristos, 'mejor' y kratos,
    'poder'), forma de gobierno en la que el poder soberano es
    conferido a un número reducido de ciudadanos que,
    teóricamente, son los más cualificados para
    gobernar, en oposición a la monarquía, en la que la autoridad suprema
    recae en una sola persona, y a la democracia,
    donde la máxima autoridad es ejercida por el conjunto de
    los ciudadanos o por sus representantes. En una aristocracia,
    aunque el poder se concentra en unos pocos, teóricamente,
    la administración del Gobierno procura el
    bienestar de la mayoría. Cuando los intereses de la
    totalidad del pueblo quedan subordinados a los intereses
    egoístas de los gobernantes, la aristocracia se convierte
    en una forma de Gobierno denominada oligarquía.

    Existieron aristocracias en Atenas, con anterioridad al
    periodo de las guerras persas
    del siglo V a.C., y en Esparta, prácticamente durante toda
    su historia. Lo mismo ocurrió en Roma durante el
    periodo de la República, desde el siglo VI hasta el I a.C.
    Durante el periodo Heian (794-1185) Japón
    era una aristocracia de hecho, con unos cuantos miembros de la
    alta nobleza (la mayoría de un solo clan, el Fujiwara)
    gobernando en nombre de emperadores títeres. Durante la
    edad media
    europea no existió una verdadera aristocracia, puesto que,
    aunque el poder político se hallara en manos de unos
    pocos, cada señor feudal era dueño absoluto de su
    propio dominio. En
    Inglaterra el
    gobierno vigente desde la subida al trono de la casa de Hannover
    en 1714 y a lo largo del siglo XIX, aunque de naturaleza
    parlamentaria, era en realidad una aristocracia, pues tanto el
    rey como el Parlamento eran controlados por unas pocas familias
    de nobles whig. Tras el proceso de emancipación de
    América
    Latina, en algunos de los nuevos países surgidos del
    mismo, se dieron algunas inclinaciones hacia formas de
    gobierno aristocrático, que no prosperaron.

    En la actualidad, el término aristocracia se usa
    en un sentido más genérico en diferentes contextos
    para referirse a un grupo reducido y selecto considerado superior
    en diversas categorías, como por ejemplo, la aristocracia
    de linaje, de riqueza o intelectual.

    Protestantismo: una de las tres principales confesiones
    religiosas del cristianismo,
    junto a las representadas por la Iglesia católica y la
    Iglesia ortodoxa. El protestantismo empezó como un
    movimiento
    reformador de la Iglesia cristiana occidental en el siglo XVI,
    que daría lugar a la Reforma protestante que separó
    a las Iglesias reformadas de la Iglesia católica. El
    objetivo declarado por los reformadores pioneros era el de
    restaurar la fe cristiana como había sido en sus
    orígenes, manteniendo lo que ellos consideraban valioso de
    la tradición romana que se había desarrollado en
    los siglos intermedios.

    Las cuatro tradiciones protestantes principales que
    emergieron tras la Reforma fueron la luterana, la calvinista, la
    anabaptista y la anglicana. A pesar de las considerables
    diferencias que hay entre ellas en cuanto a prácticas y
    doctrina, coinciden en su rechazo a la autoridad del papa y en la
    importancia que se concede a la Biblia y a la fe
    individual.

    El término protestantismo se otorgó al
    movimiento
    después de la II Dieta de Spira (1529), que fue una
    asamblea imperial donde la mayoría católica
    retiró la tolerancia
    otorgada a los luteranos durante la primera, celebrada tres
    años antes. Seis príncipes luteranos y los
    dirigentes de 14 ciudades libres alemanas firmaron una protesta,
    es decir, manifestaron su disconformidad y se reafirmaron con
    ahínco en su fe, con lo que los luteranos pasaron a ser
    conocidos como protestantes. El término ha ido
    asociándose cada vez más a las iglesias que no son
    la católica, ni la ortodoxa ni otras iglesias de la
    tradición oriental. A principios de la
    década de 1990, en el mundo había 436 millones de
    protestantes (contando con los 73 millones de anglicanos), lo que
    suponía la cuarta parte de la cristiandad.
    En realidad, el movimiento protestante precedió a la
    Reforma del siglo XVI. Algunos movimientos disidentes de la
    Iglesia medieval tardía anticipaban la Reforma con sus
    denuncias de la corrupción
    generalizada de la Iglesia de Roma, así
    como de aspectos importantes de las enseñanzas
    católicas
    Al empezar el siglo XII los valdenses, seguidores del mercader
    francés Pierre Valdo, practicaban lo que consideraban el
    sencillo y no corrupto cristianismo
    de la Iglesia primitiva. El movimiento, localizado en Francia e
    Italia,
    sobrevivió a una violenta persecución oficial y,
    durante la Reforma, muchos valdenses se convirtieron al
    calvinismo.

    Alrededor de 1380 los lolardos aparecieron en Inglaterra,
    guiados por las enseñanzas del teólogo John
    Wycliffe, quien negaba la autoridad de los prelados
    eclesiásticos (que consideraba corruptos en el plano
    moral), la
    transubstanciación y otras enseñanzas
    tradicionales, y abogaba por la fe bíblica. Los lolardos
    fueron perseguidos, pero sobrevivieron e influyeron en la Reforma
    inglesa.

    Las enseñanzas de Wycliffe calaron en el
    reformador bohemio Jan Hus, cuyos seguidores (los husitas),
    reformaron la Iglesia bohemia y consiguieron una independencia
    virtual tras el martirio de Hus, excomulgado por Alejandro V y
    quemado vivo por orden del Concilio de Constanza en 1415. Muchos
    se convirtieron al luteranismo en el siglo XVI.
    Algunas novedades en la Europa del siglo XVI explican el triunfo
    de Martín Lutero y otros reformadores en
    comparación con sus antecesores. Tanto el poder del
    Emperador como el del Papa estaba declinando y ambos estaban
    preocupados por el avance de los turcos en Europa central y en el
    Mediterráneo. Además, la invención de la
    imprenta en el siglo XV posibilitó la difusión de
    tratados
    religiosos entre la nobleza y el pueblo llano, en especial en el
    norte de Europa.
    Es un hecho aceptado por la mayoría de los historiadores
    que la publicación de las 95 Tesis de
    Martín Lutero en el día de Todos los Santos, en
    1517, marcó el comienzo de la Reforma; en ellas atacaba la
    venta
    indiscriminada de indulgencias para financiar la construcción de la basílica de San
    Pedro en Roma, la gran empresa del papa
    Julio II. Lutero era un monje agustino y profesor de
    teología en la Universidad de
    Wittenberg. Consideraba que no era suficiente para obtener su
    salvación seguir las enseñanzas católicas
    tradicionales. Empezó a pensar que esa salvación se
    encontraba en la doctrina de la justificación de la gracia
    divina a través de la fe sola, mientras que la
    teología católica había oscurecido ese
    aspecto dando la misma importancia a las buenas acciones, a
    las obras. Pensaba que la venta de
    indulgencias era un abuso basado en ese énfasis equivocado
    en la importancia de las buenas acciones.

    Al principio, Lutero quiso reformar la Iglesia desde
    dentro, pero se topó con una firme oposición. Al no
    querer retractarse y pedir que se demostrara su error mediante
    las Escrituras, negó la autoridad de Roma y fue
    excomulgado. Bajo la protección de Federico el Sabio,
    elector de Sajonia, escribió libros y
    panfletos, y sus ideas se extendieron rápidamente por toda
    Alemania y otros lugares de Europa. En Escandinavia se
    establecieron con gran rapidez iglesias luteranas que proclamaron
    su carácter nacional.

    Pocos años después de la
    reivindicación heterodoxa de Lutero surgió un
    movimiento reformador independiente y más radical en
    Zurich (Suiza) dirigido por el pastor suizo Ulrico Zuinglio. Los
    estudios bíblicos de Zuinglio le llevaron a la
    conclusión de que sólo lo que se autorizaba de un
    modo literal en las Escrituras debía conservarse en la
    doctrina y en las prácticas de la Iglesia. El luteranismo
    conservaba muchos elementos de la liturgia medieval, pero
    Zuinglio abogaba por una ceremonia simple y, en oposición
    a la Iglesia católica y al luteranismo, consideraba la
    eucaristía una ceremonia tan sólo simbólica.
    Las reformas de Zuinglio, adoptadas de forma pacífica
    mediante votación por el Consejo de Zurich, pronto se
    extendieron a otras ciudades suizas.

    El principal reformador de la generación
    posterior a Lutero y Zuinglio fue Juan Calvino, teólogo
    francés que hubo de establecerse en Ginebra en 1536. Las
    reformas de Calvino no eran tan extremas como las de Zuinglio,
    pero iban acompañadas de un estricto régimen que
    unía en la práctica Estado e Iglesia en el mantenimiento
    de la moral y la
    doctrina correctas. Calvino escribió la primera exposición
    sistemática de la teología protestante, puso en
    marcha un sistema de gobierno para la Iglesia presbiteriana y
    fundó importantes instituciones educativas que formaron a
    hombres como John Knox, introductor del calvinismo en Escocia,
    donde se convirtió en la Iglesia presbiteriana. El
    calvinismo también se extendió a Francia, donde
    sus seguidores eran conocidos como los hugonotes, y a los
    Países Bajos, donde reforzó la voluntad para
    conseguir la independencia de la España
    católica.

    La Iglesia anglicana fue instaurada en Inglaterra cuando
    Enrique VIII (en 1534) asumió la autoridad
    eclesiástica que antes desempeñaba el papa. El
    objetivo del rey era conseguir la anulación de su
    matrimonio con Catalina de Aragón, hija de los Reyes
    Católicos, más que reformar la doctrina de la
    Iglesia. Impuso estrictas leyes que
    defendían las principales características del
    catolicismo medieval. Sin embargo, bajo los reinados de Eduardo
    VI e Isabel I, la Iglesia anglicana llegó a convertirse en
    una institución protestante sin paliativos, como
    quedó definido en los Treinta y nueve artículos.
    Los ritos anglicanos y la organización de la Iglesia
    conservaron a pesar de todo muchas de las formas del catolicismo
    romano, apareciendo ante los ojos de muchos como una vía
    intermedia. Por esto los anglicanos recibieron las
    críticas de algunos disidentes calvinistas: los
    puritanos.
    Mientras que los luteranos, los calvinistas y los anglicanos
    constituían Iglesias estables, aparecieron algunos grupos
    protestantes más radicales. Todos ellos pensaban que los
    reformadores no habían ido tan lejos como hacía
    falta en la dirección de un cristianismo bíblico
    más sencillo. Atacaban, por tanto, con la misma fuerza a las
    Iglesias protestantes que a la Iglesia católica, por lo
    que eran perseguidos con virulencia por ambas. Algunos de estos
    grupos provocaron revueltas políticas o invadieron
    iglesias destruyendo sus vitrales, sus estatuas y sus imágenes;
    otros renunciaron al uso de la fuerza. La
    mayor parte rechazaba la unión entre la Iglesia y el
    Estado. La más importante de estas sectas fue la
    anabaptista. Estaba concentrada en Alemania y los Países
    Bajos, y tuvo un importante papel en las Guerras
    Campesinas. Rechazaban el bautismo de los niños y lo
    reservaban para los creyentes adultos. Los menonitas, una secta
    anabaptista originaria de Holanda y Suiza, eran pacifistas que
    intentaban formar comunidades cooperativas
    independientes según los principios del Nuevo Testamento.
    En Inglaterra, un grupo guiado por Robert Browne rechazaba que el
    gobierno de la Iglesia recayera en presbíteros u obispos,
    y se convirtieron en los llamados separatistas o independientes.
    Estos primeros movimientos ejercieron influencia sobre los
    cuáqueros, que aparecieron hacia 1640 como seguidores de
    George Fox (1624-1690). Profesaban el pacifismo y la "luz
    interior".

    Muchas de estas pequeñas sectas más
    radicales huyeron de la represión emigrando a América. Los primeros fueron los puritanos.
    Más tarde llegaron a Nueva Inglaterra los
    congregacionistas y los baptistas. A las colonias del centro de
    la costa occidental de lo que hoy es Estados Unidos
    llegó una gran variedad de facciones, entre las que
    estaban los luteranos, los menonitas y los anabaptistas. En las
    colonias del sur se instaló la Iglesia
    anglicana.

    La historia del protestantismo primitivo estuvo marcada
    por luchas donde se entremezclaban los motivos políticos
    con los religiosos. En Alemania, las guerras religiosas del siglo
    XVI y la guerra de los
    Treinta Años en el XVII fueron encarnizadas y
    devastadoras. En Francia los hugonotes calvinistas lucharon en
    una sangrienta guerra civil
    contra los católicos, y ello culminó con la masacre
    de la Noche de San Bartolomé en 1572, en la que murieron
    muchos caudillos hugonotes. Después de varios
    enfrentamientos civiles los hugonotes vieron garantizado su culto
    gracias al Edicto de Nantes (1598), pero muchos se vieron
    forzados a emigrar cuando Luis XIV lo revocó en 1685. En
    Inglaterra, la guerra civil entre el Parlamento y la monarquía correspondía
    también en gran parte a una contienda intestina entre
    puritanos y anglicanos. A partir de la Paz de Westfalia (1648),
    el protestantismo entró en una fase de
    consolidación. El siglo XVII fue un periodo en el que se
    definió y expuso con rigor la ortodoxia protestante,
    enfatizando la autoridad de la Biblia y la lógica
    religiosa. Esta tendencia se llamó más tarde
    escolasticismo protestante por analogía con la
    teología católica sistemática de la edad
    media.

    Hacia 1670 surgió en Alemania el pietismo como
    respuesta al intelectualismo de la ortodoxia. Bajo la dirección del sacerdote alemán
    Philipp Jakob Spener, la gente empezó a reunirse en sus
    hogares en pequeños grupos para estudiar la Biblia y orar.
    El pietismo daba más importancia a la conversión
    privada y a una piedad sencilla y activa que a la
    aceptación de proposiciones teológicas correctas.
    Se extendió por Alemania y de ahí pasó a
    Escandinavia y América.

    La influencia del pensamiento
    científico y de la
    Ilustración en la teología protestante se
    reflejó en el racionalismo,
    una tendencia que apareció entre los siglos XVII y XVIII.
    Sus predecesores fueron corrientes como el arminianismo, que
    negaba la doctrina calvinista de la predestinación de
    acuerdo con las enseñanzas de Jacobo Arminio (1560-1609),
    teólogo protestante holandés, y el latitudinarismo,
    que fue una tendencia tolerante y antidogmática que
    apareció dentro de la Iglesia anglicana, durante el siglo
    XVII. El racionalismo
    introdujo el espíritu crítico en la teología
    al defender que se examinaran las creencias tradicionales a la
    luz de la
    razón y la ciencia. Al
    considerar más importantes las coincidencias generales
    entre las religiones que las
    pequeñas cuestiones teológicas, cuestionó
    duramente las rígidas ortodoxias que se habían
    desarrollado durante el siglo XVII. La expresión
    más pura de la tendencia racionalista fue el
    deísmo, una concepción filosófica sobre la
    religión
    que negaba las revelaciones, los milagros y los dogmas de
    cualquier credo.

    Otra forma de racionalismo protestante que tuvo
    importancia en el siglo XVIII fue el unitarismo. Se
    originó en el siglo XVI en la Europa continental, donde
    era llamada socinianismo por su fundador el reformador italiano
    Fausto Socino (1539-1604). Después del Acta de Tolerancia de
    1689, el unitarismo fue profesado de forma clara en Inglaterra;
    durante el siglo XVIII empezó a tener también
    seguidores en Nueva Inglaterra. Los unitarios negaban la Trinidad
    y la divinidad de Jesucristo, y valoraban sobre todo sus
    enseñanzas morales y su ejemplo.

    La reacción contra las tendencias
    intelectualistas y formalizantes del protestantismo que
    había iniciado el pietismo continuó durante el
    siglo XVIII con el surgimiento de varios movimientos populares
    que apelaban a las emociones de la
    experiencia religiosa. En Inglaterra esta reacción
    adoptó la forma del metodismo, fundado por John Wesley y
    su hermano Charles Wesley. Ambos se hallaban bajo la influencia
    del pietismo y el arminianismo. Predicaban la conversión y
    la inquietud por los pobres en grandes asambleas celebradas a la
    intemperie por toda Gran Bretaña. Provocaron un renacer
    del fervor religioso entre las clases británicas
    más humildes, que se sentían saturadas por el
    extremo formalismo y el racionalismo dominante de la Iglesia
    anglicana. Debido a la desaprobación oficial, el
    movimiento acabó por separarse de la Iglesia anglicana y
    se incorporó a los denominados no conformistas.

    En las colonias americanas el evangelista inglés
    George Whitefield y otros sacerdotes itinerantes predicaban en
    grandes reuniones religiosas a cielo abierto. Inspiraron el
    primer Gran despertar, un renacimiento
    generalizado del entusiasmo religioso.

    Durante el siglo XIX, el protestantismo se
    convirtió en un movimiento a escala mundial
    como resultado de una intensa actividad misionera. También
    se fue haciendo cada vez más variado al aparecer nuevas
    sectas y tendencias religiosas. El teólogo protestante
    más influyente de la época fue el alemán
    Friedrich Schleiermacher (1768-1834). Schleiermacher interpretaba
    la religión como un sentimiento intuitivo de dependencia
    del Infinito o de Dios, que consideraba una experiencia universal
    de la humanidad al completo. La importancia de la experiencia
    religiosa más que de los dogmas fue retomada por la
    escuela
    teológica del liberalismo.
    Los teólogos liberales se propusieron reconciliar la
    religión con la ciencia y
    con la sociedad moderna mediante nuevas técnicas
    históricas y críticas de la ciencia bíblica.
    Intentaron distinguir el Jesús histórico y sus
    enseñanzas de lo que consideraban embellecimientos
    mitológicos y dogmáticos.

    También existían tendencias más
    conservadoras, como por ejemplo el Movimiento de Oxford de la
    Iglesia anglicana que sostenía con fuerza las tradiciones
    católicas. Aunque algunos de sus adalides, como John Henry
    Newman (1801-1890), acabaron ingresando en la Iglesia
    católica, los anglo-católicos (como se les llamaba)
    continuaron ejerciendo una importante influencia dentro de la
    Iglesia anglicana. Restauraron el ayuno y la confesión, y
    fundaron hermandades religiosas femeninas.

    El movimiento evangelista mantuvo su importancia en el
    mundo protestante, sobre todo en Estados Unidos. Aparecieron
    muchas nuevas sectas evangélicas como los
    adventistas.

    Los protestantes destacaron en muchos movimientos
    humanitarios y reformadores durante todo el siglo. En Inglaterra,
    los protestantes evangélicos dirigieron la
    agitación política que llevó al Parlamento a
    abolir la esclavitud en los
    territorios sometidos al dominio
    británico. En Estados Unidos los protestantes
    evangélicos también hicieron campaña en
    contra de la esclavitud (con
    lo que se provocaron cismas en algunas Iglesias) y en contra de
    la intemperancia y la prostitución. Otros movimientos
    respondieron a los problemas de
    la Revolución industrial. El socialismo
    cristiano y el evangelio social intentaban aplicar principios
    cristianos para implantar cambios sociales
    fundamentales.

    El siglo XX produjo dos reacciones contra el liberalismo
    teológico. Una fue el fundamentalismo, un movimiento
    evangélico en su primera expresión que se basaba en
    la infalibilidad de la Biblia. Otra fue la teología de la
    crisis, o nueva ortodoxia, que se desarrolló como
    respuesta al sufrimiento que provocó la I Guerra Mundial y
    que está ligada al teólogo suizo Karl Barth. Barth
    volvía a expresar doctrinas centrales de la Reforma como
    la esencia pecaminosa de la humanidad, y la dependencia esencial
    y trascendental de la humanidad respecto a Dios. Sin embargo, a
    diferencia de los fundamentalistas, Barth aceptaba las
    conclusiones de los estudios bíblicos modernos.

    Tras la II Guerra Mundial,
    el evangelismo, una evolución más moderada del
    fundamentalismo, se convirtió en una fuerza destacada
    dentro del protestantismo. También se incrementó la
    participación en cuestiones políticas y sociales:
    muchos protestantes militaban en movimientos contra la guerra y
    en el movimiento estadounidense en defensa de los derechos
    civiles que lideraba el ministro baptista Martin Luther
    King.

    Otro factor importante fue la aparición del
    movimiento ecuménico que favoreció la unión
    de muchas Iglesias protestantes en todo el mundo y llevó a
    la formación del Consejo Mundial de las Iglesias (1948).
    Los protestantes establecieron diálogos con la Iglesia
    católica y con la Iglesia ortodoxa, así como con
    otras creencias no cristianas.

    La mayor parte de las Iglesias protestantes conservaron
    las doctrinas centrales de las tradiciones católica y
    ortodoxa como la Trinidad, la expiación y la
    resurrección de Cristo, la autoridad teológica de
    la Biblia, y el carácter sacramental del bautismo y de la
    eucaristía o Cena del Señor. Sin embargo, algunas
    doctrinas y prácticas distinguen la tradición
    protestante de las dos tradiciones cristianas más
    antiguas.

    Lutero pensaba que la salvación no depende del
    esfuerzo o del mérito humano, sino de la gracia otorgada
    por Dios, que es aceptada por la fe. Las buenas acciones no son
    despreciadas, pero se consideran más bien fruto de la
    gracia de Dios que obra en la vida del creyente. La doctrina de
    la justificación de la gracia a través de la fe se
    convirtió en un componente esencial de muchas Iglesias
    protestantes. Lutero y otros reformadores pensaban que el
    catolicismo había insistido demasiado en la necesidad que
    tenían los creyentes de hacer méritos, de labrarse
    un camino hacia la gracia de Dios realizando buenas acciones,
    ayunando, peregrinando y (como se pensaba generalmente en tiempos
    de Lutero) comprando indulgencias. A los protestantes les
    parecía que todo esto hacía innecesario el
    sacrificio de Cristo y dejaba a los seres humanos, que por
    definición son todos pecadores, en la duda respecto a su
    posibilidad de redimirse. Los reformadores enfatizaban la
    misericordia de Dios, que otorga la gracia inmerecida a los
    pecadores a través de la actividad salvadora de
    Jesucristo.

    Los protestantes consideran que la Biblia es la
    única fuente y la norma exclusiva y esencial de sus
    enseñanzas, y rechazan la postura católica que
    otorga al papa la autoridad suprema en materias de fe y de moral.
    Lutero y otros reformadores tradujeron la Biblia para permitir
    que los laicos pudiesen estudiarla y seguir su propio criterio en
    cuestiones de doctrina. A pesar de este acuerdo general en cuanto
    a la primacía de la Biblia, los protestantes discrepan
    respecto a los estudios bíblicos y a su
    interpretación. Aquellos que aceptan los resultados de la
    "más alta crítica" (es decir, el estudio
    crítico de la Biblia desde el punto de vista
    histórico que se llevó a cabo durante los siglos
    XIX y XX) consideran que algunos pasajes bíblicos no son
    auténticos o lo son en un sentido alegórico o
    simbólico. Los protestantes conservadores, como los
    fundamentalistas y gran parte de los evangélicos,
    sostienen la infalibilidad absoluta de las Escrituras, no
    sólo en cuestiones de fe, sino también en lo que
    afecta a la historia, la geografía y la
    ciencia. Otras diferencias estriban en que algunos protestantes
    consideran que el criterio individual es el que decide todas las
    cuestiones relativas a la interpretación de la Biblia, en
    tanto que otros delegan en las instituciones de sus respectivas
    Iglesias para guiar a sus miembros en su fe.

    Los líderes de la Reforma reaccionaron contra la
    institución católica del sacerdocio exaltando el
    "sacerdocio de todos los creyentes". Incluso sostienen, como
    Lutero, que la vocación de cualquier cristiano, al
    contribuir a la sociedad y servir así a su vecino, es tan
    válida ante Dios como cualquier otra vocación
    religiosa en un sentido convencional. A pesar de ello, casi todos
    los movimientos protestantes cuentan con sacerdotes
    institucionalizados. Mientras que el sacerdote católico se
    considera un administrador de
    la gracia de Dios a través de los sacramentos, el ministro
    protestante se considera un laico que ha sido formado para
    realizar ciertas funciones dentro
    de la Iglesia (como predicar y administrar los sacramentos). Como
    consecuencia de esta creencia en la igualdad
    esencial de todos los miembros de su comunidad o
    confesión, el gobierno de las Iglesias protestantes
    siempre ha tenido una tendencia democrática, aunque con
    amplios matices. Las principales formas de
    gobierno en las Iglesias protestantes son la episcopal (los
    obispos ejercen su autoridad), como en las Iglesias anglicana,
    episcopal y metodista; la presbiteriana (en la que se elige a los
    presbíteros o los ancianos, para que representen a las
    congregaciones en las estructuras
    decisorias), como en las Iglesias presbiteriana y reformada; y la
    congregacionalista (en la que la congregación misma es la
    máxima autoridad), como, entre otras muchas, en las
    Iglesias congregacionalista y baptista.

    En comparación con la misa católica y la
    liturgia ortodoxa, el culto protestante es más simple y se
    centra en el sermón del sacerdote. Los reformadores
    establecieron que los servicios se celebraran en la lengua
    vernácula e introdujeron himnos que la congregación
    debe cantar. Algunos servicios protestantes (como el pentecostal)
    son casi espontáneos y carecen de estructura
    predeterminada: se centran en la participación de la
    comunidad de fieles y en los dones espirituales, como el don de
    lenguas. Todas las tradiciones protestantes redujeron el
    número de sacramentos de los siete católicos
    romanos a dos: el bautismo y la eucaristía.
    El protestantismo mantiene aún su carácter
    dinámico y los cambios se han acelerado desde 1960.
    Algunas confesiones han adoptado formas de culto muy informal
    para atraer a los jóvenes; otras se han dividido respecto
    al ordenamiento de las mujeres como ministras de la fe, la
    modernización del lenguaje
    litúrgico, las fusiones con
    otros credos, así como respecto al perenne debate sobre
    la interpretación de la Biblia y su relación con la
    verdad científica. Los protestantes, como individuos y
    como colectivos, siguen involucrados de forma muy intensa en
    materias y conflictos
    políticos y sociales. Algunos militan en el bando
    más reaccionario y otros en el más liberal o
    radical. Las características que definieron a los primeros
    protestantes (la voluntad de cuestionar las opiniones recibidas,
    de denunciar los abusos y de desafiar a las autoridades
    establecidas) se han mantenido a lo largo del siglo XX. El
    protestantismo sigue extendiéndose durante este siglo y
    ejerce una profunda influencia sobre las culturas y las
    sociedades contemporáneas.

    Jubilación: momento en la vida de una persona en
    que cesa de trabajar y comienza a percibir una pensión. El
    cese de la actividad laboral o empresarial puede deberse a la
    edad o imposibilidad física del
    trabajador. En la mayoría de los países, la edad de
    jubilación es de 65 años. Sin embargo, en los
    países más industrializados se tiende cada vez
    más a anticipar la edad de jubilación; esto ha
    provocado un aumento de las suscripciones de planes de ahorro y de
    pensiones a nivel privado.

    La jubilación está perdiendo su clara
    delimitación frente a las demás fases de la vida
    (infancia,
    adolescencia y
    edad adulta). El hecho de que en numerosos países se
    desarrollen programas de actividades para la tercera edad, en los
    que se desempeña un nuevo periodo de aprendizaje, ha
    hecho que varios autores hablen de una 'segunda infancia'. Por
    otro lado, la mejor calidad de
    vida y las mayores expectativas de vida han llevado a algunos
    autores a distinguir la tercera edad de la 'cuarta edad', etapa
    que hoy hace referencia a aquellas personas con edades muy
    avanzadas que sufren un mayor deterioro físico y
    psíquico.

    Turismo: actividad multisectorial que requiere la
    concurrencia de diversas áreas productivas —agricultura,
    construcción, fabricación— y de los sectores
    públicos y privados para proporcionar los bienes y los
    servicios utilizados por los turistas. No tiene límites
    determinados con claridad ni un producto
    tangible, sino que es la producción de servicios que varía
    dependiendo de los países; por ejemplo, en Singapur, una
    actividad turística importante son las compras, pero no
    el entretenimiento; en Londres, tanto el entretenimiento
    (teatro,
    cine,
    conciertos, museos y monumentos) como las compras son
    entradas importantes para el sector del turismo.
    El 4 de marzo de 1993 la Comisión de Estadística de las Naciones Unidas
    adoptó las recomendaciones de la Organización
    Mundial del Turismo (OMT) sobre las estadísticas del turismo. La
    definición aceptada oficialmente es: "El turismo comprende
    las actividades de personas que viajan a (y permanecen en)
    lugares fuera de su medio normal durante más de un
    año consecutivo por motivos de ocio, negocios u
    otros propósitos". Las recomendaciones distinguen las
    siguientes categorías de turismo: 1) turismo
    doméstico, que abarca a los residentes de un país
    que visitan ese mismo país; 2) turismo de entrada, que
    implica a los no residentes de un país 'A' visitando el
    país 'A', por ejemplo turistas japoneses que viajan a
    España;
    3) turismo de salida, que comprende a los residentes de un
    país que visitan otros países, por ejemplo un
    residente de Roma, Italia, visitando
    Bruselas, Bélgica. Las tres clasificaciones básicas
    pueden combinarse entre sí para derivar en las siguientes
    categorías de turismo: 4) turismo interno, que abarca el
    turismo doméstico y el turismo de entrada; 5) turismo
    nacional, que incluye el turismo doméstico y el turismo de
    salida; y 6) turismo internacional, que comprende el turismo de
    entrada y de salida.
    Todos los tipos de viajeros que hacen turismo son descritos como
    visitantes, un término que constituye el concepto
    básico de todo el sistema de estadísticas turísticas; el
    término 'visitante' puede ser subdividido en visitantes de
    un día o excursionistas y en turistas, de la forma
    siguiente: los visitantes son quienes viajan a un país
    distinto de su país de residencia habitual, fuera de su
    medio ambiental usual, durante un periodo que no exceda los 12
    meses y cuyo propósito principal de visita es cualquiera
    que no sea el ejercicio de una actividad remunerada en el lugar
    visitado, 2) los visitantes de un día o excursionistas son
    aquellos que no pasan la noche en un alojamiento público o
    privado en el país visitado y 3) los turistas son
    visitantes que permanecen una noche como mínimo en el
    país visitado.

    Cuando los países utilicen esas nuevas
    definiciones aumentará la calidad y
    fiabilidad actual de las estadísticas turísticas,
    que no son fáciles de analizar debido a las
    inconsistencias en las definiciones y clasificaciones utilizadas.
    Teniendo en cuenta esas limitaciones, el turismo sigue siendo
    reconocido como una actividad de importancia económica
    global.
    En 1994 la OMT estimó la existencia de
    528,4 millones de turistas que generaban 321.466 millones de
    dólares en ingresos; además predijo que para el
    año 2000 el turismo sería la actividad
    económica global más importante, superando incluso
    al comercio de
    petróleo y
    de mercancías fabricadas. Para los países
    desarrollados y en vías de desarrollo es una fuente
    importante de ganancia de divisas, una fuente de ingresos
    personales, un generador de empleo y un contribuyente a los
    ingresos del estado. El volumen de la
    actividad turística en una base global no está
    distribuido uniformemente; la OMT estimó en 1992 que el
    62% de las actividades turísticas se producían
    entre países desarrollados. Esta estadística ilustra el hecho de que el
    turismo es disfrutado sobre todo por residentes de países
    desarrollados que poseen los ingresos necesarios, el tiempo libre
    suficiente y la
    motivación para viajar.
    El turismo puede ser reconocido desde el momento en que se
    empezó a viajar; la narrativa de Marco Polo en el siglo
    XIII, el grand tour de la aristocracia británica a Europa
    en el siglo XVIII y los viajes de
    David Livingstone por África en el siglo XIX son ejemplos
    del turismo temprano. A Thomas Cook se le considera el fundador
    de los viajes organizados en la medida en que utilizó, en
    1841, un tren alquilado para transportar turistas de Loughborough
    a Leicester. Antes de 1950 el turismo europeo era sobre todo una
    actividad nacional, exceptuando algunos viajes internacionales,
    en particular dentro de Europa continental. En el periodo de
    recuperación que siguió a la II Guerra Mundial, una
    mezcla de circunstancias dio ímpetu a los viajes
    internacionales. Los factores que más contribuyeron son:
    el número creciente de personas empleadas, el aumento de
    ingresos reales y tiempo libre disponible y el cambio de la
    actitud social
    con respecto a la diversión y al trabajo. Esos factores se
    combinaron para estimular la demanda de los
    viajes y vacaciones al extranjero. La aparición de
    agencias de viajes especializadas que ofrecían viajes
    organizados que incluían el transporte, el
    alojamiento y los servicios en un precio global,
    posibilitó los viajes al extranjero a un nuevo grupo de
    consumidores cada vez más creciente. El 'paquete' o viaje
    'organizado' democratizó los viajes; las vacaciones en el
    extranjero dejaron de ser exclusiva de las clases
    sociales ricas y elitistas.
    Las economías de escala que posibilitaron los viajes al
    extranjero a tanta gente, ampliaron también el horizonte
    de los viajes. Al mismo tiempo que las líneas
    aéreas con el desarrollo tecnológico
    adquirían aviones mayores y más rápidos, las
    distancias se acortaban en términos de duración de
    los viajes. Hoy, un avión de 400 pasajeros puede volar
    desde Londres a Johannesburgo, Suráfrica, en 11 horas sin
    escalas; o de Londres a Bangkok, Tailandia, en 14 horas. Las
    vacaciones con destinos de largo recorrido son ahora realistas en
    relación a la duración del vuelo, además de
    atractivas en términos de precio, pues
    las tarifas aéreas cuestan mucho menos que hace 15
    años. Los viajes de largo recorrido se están
    convirtiendo en un sector creciente en la demanda del turismo
    internacional.

    Además del turismo por vacaciones hay
    también un importante mercado de turismo de negocios. Los
    viajeros por negocios utilizan el transporte, el
    alojamiento y los servicios en forma similar a los viajeros que
    van de vacaciones. Sin embargo, como sus gastos son más de
    negocios que personales, aunque su estancia sea más corta
    en general, tienden a efectuar muchos más desembolsos por
    visita que los viajeros vacacionales. En la actualidad se ha
    desarrollado un sub-mercado especialista, el sector de reuniones,
    incentivos,
    convenciones y exposiciones, representado en muchos países
    del mundo. En casi todas las ciudades importantes pueden
    encontrarse centros cualificados de convenciones y exposiciones.
    Muchas ciudades asiáticas, por ejemplo Yakarta, Hong Kong
    y Singapur, han desarrollado en los últimos años
    excelentes instalaciones que compiten favorablemente con los
    centros establecidos en Europa y Estados Unidos. Las convenciones
    y exposiciones atraen a visitantes de distintas partes del mundo.
    En 1994 se estimó que este mercado generó 97.000
    millones de dólares en ingresos globales.

    El rápido crecimiento del turismo internacional
    se ve reflejado en el incremento de los miembros de la OMT, que
    en 1995 contaba con 125 países miembros y 250 miembros
    afiliados. Con algunas excepciones, la mayoría de los
    países han establecido una Organización Nacional
    del Turismo (ONT), generalmente promovida por el Estado. Estas
    organizaciones son el foco de la actividad del gobierno y el
    sector privado para representar en el extranjero las ventajas
    turísticas del país. El apoyo gubernamental a las
    ONT se basa en la necesidad de asegurar los beneficios
    económicos derivados del turismo. La importancia del
    turismo como entrada de moneda extranjera se ve con claridad en
    países como la India y Tailandia, donde el turismo es la
    primera fuente de ingresos de divisas. España, donde el
    turismo tiene una importancia económica de primera
    magnitud, recibió en 1995 la visita de 51 millones de
    turistas.

    Sin embargo, el crecimiento del turismo a escala
    internacional ha acarreado problemas, sobre todo en lo referente
    a su impacto en las sociedades y en el medio ambiente. La
    aceptación sin restricciones de los beneficios del turismo
    en la década de 1970 empezó a dar paso a una
    propuesta más equilibrada sobre el papel del turismo en el
    desarrollo, especialmente en lo referente a sus impactos no
    económicos. Los planificadores del turismo empiezan a
    incluir factores socioeconómicos y medioambientales en su
    trabajo. Algunos factores que se consideran negativos son, la
    excesiva ocupación en las costas, por ejemplo en
    España, la mala planificación de los lugares de temporada
    en Pattaya, Tailandia o el turismo sexual en Bangkok, Cuba y Manila.
    En la década de 1990, las ventajas económicas ya no
    son el único criterio para apoyar el desarrollo del
    turismo; éste está cada vez más unido al
    concepto de sostenibilidad.

    Un turismo sostenible puede definirse como "un proceso
    que permite que se produzca el desarrollo sin degradar o agotar
    los recursos que
    posibilitan ese desarrollo". La sostenibilidad en el turismo,
    como concepto, se define como 'eco-turismo', 'turismo verde', o
    'turismo responsable'. Cualquiera que sea su descripción,
    se considera como un medio de reconocer que la Tierra
    posee recursos limitados y que el turismo, como en otros
    sectores, tiene límites
    para el desarrollo, sobre todo en lugares específicos. Hoy
    preocupa mucho el uso turístico de los parques de animales de
    Kenia, el deterioro de la Gran Barrera de Arrecifes de Australia
    y el daño causado por los montañeros o alpinistas
    irresponsables en las áreas montañosas del Nepal.
    La interdependencia del turismo, la cultura y el
    medio ambiente
    se ha convertido en una consideración crítica al
    formular las políticas turísticas. La
    sostenibilidad no sólo se aplica a los proyectos
    turísticos a pequeña escala; es igualmente
    importante, si no más, en zonas donde existe un gran
    volumen de turistas, como en los países de la cuenca del
    Mediterráneo, donde la
    contaminación medioambiental es de la mayor
    importancia.

    No hay ninguna razón para creer que el turismo
    declinará como actividad internacional en el futuro. Todo
    se inclina a suponer que aumentará para convertirse en un
    aspecto significativo del desarrollo
    económico y social en muchos países. El
    desafío, pues, es asegurar que ese crecimiento pueda
    acomodarse dentro de una estructura sostenible.

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