Indice
1.
Introducción
2. Círculos
concéntricos.
3. Introducción al
pesioptimismo.
4. Dos Clases De
Secuestro
5. Presentación de
los estados "subseguiros"
6. El Secuestro En
Colombia
7. La negociación de
secuestros
8.
Conclusiones
9.
Bibliografia
Cuando algún historiador que aun no ha nacido
escriba la historia de nuestra
época dirá, entre otras cosas, que estuvo fascinada
por la violencia.
Usamos la palabra "fascinada", aquí, para aludir a ese
sentimiento ambiguo, mezcla de horror y de atracción, que
sienten por ejemplo los pájaros ante la mirada de la
serpiente o las liebres al caer bajo al haz de luz de los focos
de un automóvil. Fascinada, encandilada… nuestra
época quisiera rechazar la violencia que
reprueba pero, al mismo tiempo, gira
alrededor de ella como si ninguna tentación fuera mas
dulce que ella. ¿Cómo explicarlo? El pacifismo es
hijo de nuestro tiempo.
También la metralleta.
Escribió el poeta latino: "discierno el bien y lo
apruebo; el mal es lo que cometo". La historia de nuestra
época en relación con la violencia podría
desdoblarse así en dos caminos paralelos. La paz que se
proclama y la violencia que se hace. Dichos levantados y hechos
reprobables. Entre ellos existe una sutil comunicación.
Las condenaciones verbales de la violencia se vuelven
cada vez más insistentes. Y cambian de contenido,
revelando de este modo, como en un espejo, que también los
hechos de la violencia se van transformando. "Violencia" quiso
decir durante la primera etapa del periodo que comienza en la
posguerra, "peligro nuclear". El pacifismo militaba entonces
contra la posibilidad, todavía presente, de que un
día, por decisión o por error, se desencadene el
argumento atómico del juicio final. la
Mera contemplación de esos silos con cargas mas
que suficientes para aniquilar la humanidad levanto mil voces y
testimonios de todo orden -en la literatura y en el cine, en la
política y
en el pulpito- contra la amenaza de una tercera y definitiva
guerra
mundial. El pacifismo de posguerra vivió su primera
fase a la sombra de Hiroshima y se siguió viviendo con las
pruebas
nucleares de Francia en el
atolón de muro roa y ahora en fechas mas recientes
Pakistán con un pueblo con hambre pero a la vanguardia de
la tecnología nuclear.
Ya mas cerca de nosotros, un segundo tema vino a
enriquecer las exhortaciones de los pacíficos. No ya,
solamente a la violencia atómica entre estados sino la
violencia política del estado
totalitario o autoritario contra sus propios súbditos, la
violencia entre el estado y el
individuo.
Surgió así, hasta difundirse por el mundo,
la vasta campaña en defensa de los derechos
humanos.
Finalmente, ahora apunta una tercera oleada
antiviolenta. Los silos nucleares siguen hablando su lenguaje de
presentimientos. Los derechos humanos se siguen
pisoteando en mas de un lugar del planeta. Pero una tercera
fuente de violencia llama cada día mas la atención de sus opositores: los actos que
parte de individuos contra otros individuos. La violencia
individual, que puede tener por ultimo destinatario al estado – y
entonces es política o no y entonces es común-
crece en la consideración del mundo actual porque ella es
la que concretamente invade los centros urbanos avanzados que
forman la opinión del mundo -las otras, o son potenciales
como la nuclear u ocurren en otras partes como la estatal- y
porque, como se comprueba, cada vez mas, ella esta en la
raíz de mas de una reacción autoritaria -luego
condenada en nombre de los derechos humanos-
al forzar a estados hasta ese momento democráticos a
revestirse de armaduras de creciente grosor que reducen al fin,
inevitablemente, el ámbito de la libertad
general.
Uno de los indicadores
más elocuentes con que contamos en esta tarea de rastrear
el deslizamiento de la atención mundial de uno a otro tipo de
violencia es la sucesión de lemas por la paz que cada
año, desde 1968 hasta la fecha, lanza el Papa a la
humanidad. El papa ha convertido el año nuevo, desde
aquella fecha, en una jornada mundial por la paz. Cada 1o. de
enero, la jornada se desarrolla a todo lo largo de las fronteras
del catolicismo bajo un lema anualmente renovado. Si se estudia
con cuidado el contenido de estos lemas, se advierte el
deslizamiento que comentábamos. En 1968, por ejemplo, el
lema contenía en su sencillez la versión
clásica de la paz internacional. El repudio de posguerra
contra las armas
atómicas y las guerras
locales que por entonces de desarrollaban (Vietnam. El lema
decía simplemente: "la paz". Pero el año siguiente
ya aparece el segundo lema, esto es, la repudio de la violencia
que viene de arriba hacia abajo en el caso del totalitarismo y el
autoritarismo: El lema era": la paz y la promoción de los derechos del hombre". Ya en
1972 se registraba por primera vez la comprobación de que
también habia violencia que venia de abajo,
cubriéndose a veces con un argumento: la injusticia
social. "Si quieres la paz -decía entonces el Papa-
trabaja por la justicia". Si
bien en 1976, por otra parte, el lema volvía a la primera
concepción de la paz como no-guerra
atómica ("las verdaderas armas de la
paz"), los dos últimos lemas se refieren claramente, uno
al nihilismo contemporáneo y a la religión de la muerte que
caracteriza al terrorismo
("si quieres la paz, defiende la vida") y el otro, todavía
mas directamente, a una opción contraria a la que han
efectuado los terroristas: "no a la violencia, sí a la
paz". Bajo este lema, el de 1978, todavía vivimos en este
convulsionado 1999 y que como humanidad en busca de libertad se
encontrara a través de la verdad que puede ser conocida
universalmente gracias a la ley moral inscrita
en el corazón de
cada uno— es, en realidad, la garantía del futuro de la
libertad..
Porque este desplazamiento? Ya hemos adelantado al pasar
algunas razones. La violencia potencial de los silos nucleares es
algo irremediable en tanto existan superpotencias sobre el hombre y su
destino. Que otra cosa hacer ante ella que encogerse de hombros?
Por otra parte, después de 53 años de paz nuclear,
cabe la sospecha de que las cosas, en este terreno, están
mas controladas de lo que se suponía. También hay
guerras
locales al estilo de las de corea o Vietnam, Angola y otras mas
que perturben, por ahora, la mirada. , chechenia, Sarajevo,
cojobo y también la campaña por los derechos
humanos sigue aun vigente, también es cierto que sus
posibilidades son limitadísimas. En cuanto a los estados
totalitarios de signo comunista menos cada vez o socialistoides
que aun se pueden observar con tendencias neoliberalistas, porque
occidente no esta en fuerza para
cambiarlos desde afuera. Y en cuanto a las autocracias que hay en
occidente, porque ellas nacieron, en gran medida, como respuesta
a la tercera violencia de nuestro análisis; como escudos frente al terrorismo. Es
el terrorismo entonces el que suscita creciente atención.
Él ataca a occidente en sus centros vitales, allí
donde ningún argumento de injusticia o autoritarismo lo
justifica. Y él, al desplegarse, obliga a occidente a
cuestionarse a sí mismo. Del mismo modo que un padre se
pregunta por si mismo, por su vida y sus principios,
cuando tiene delante el ejemplo de un hijo descarriado ("que fue
lo que hice mal? Cuál fue mi falla?…") así
también nuestra sociedad no puede
menos que cuestionar sus propios principios, su
estilo de vida, cuando advierte que una proporción
significativa de sus jóvenes se ha deslizado hacia la
violencia política o común.
Que es entonces lo que hicimos mal? ¿Dónde
residen las fallas profundas de nuestra civilización? La
violencia de los hijos lleva a los padres a meditar. Una muestra
representativa de este proceso
reflexivo es el informe que
publico, bajo los auspicios del gobierno
francés, una comisión de personalidades presidida
por el político y escritor alían peyrefitte.
Respuestas a la violencia, un informe de 730
paginas que vio la luz en junio/77,
termina por detectar 3 hechos íntimamente
enlazados.
primero: que la violencia crece efectivamente entre
nosotros: Las estadísticas anuales de delitos comunes y
políticos son indudables.
segundo: que paralelamente crece, en los ciudadanos, un
sentimiento de inseguridad.
tercero: que la propensión hacia la violencia,
típica de una franja de vida de las grandes ciudades: la
violencia delictiva aumenta proporcionalmente no solo a la
cantidad de habitantes de una ciudad sino también… a la
cantidad de pisos de un edificio! Los datos de
"respuestas a la violencia" son, básicamente,
franceses.
Podrían ser universales. Para traer un solo caso
latinoamericano: según un cable de afp del 29 de
diciembre/77, en la ciudad de Sao Paulo, la más grande de
la América
latina con México y
buenos aires,
se cometieron 3 asesinatos y 28 asaltos diarios durante 1977. un
24% mas de crímenes que en el año anterior y en
1998 29 asesinatos o muertes misteriosas y un promedio de 167
asaltos.
Estos datos y estas
reflexiones explican parcialmente por que la tercera violencia,
la de los individuos contra otros individuos o violencia
individual, ocupa una porción cada vez mayor del tema. Lo
explican parcialmente, sin embargo, porque en la base de la
fascinación mundial por la violencia delictiva,
política o común, actúa una ultima y
decisiva razón. Que, así como el arma
atómica dramatizo de pronto las posibilidades de un habito
humano viejo como el mundo -"preparación para la guerra"- y
así como la nueva capacidad tecnológica de estados
que se asemejan cada día mas al de 1984 que Goerge Orwell
dramatizo la posibilidad de otra costumbre vieja como el mundo
-"el abuso del poder" la
violencia individual se ha visto exaltada al centro de las
preocupaciones humanas a favor de otra dramatización
semejante. Los secuestros. Los secuestros son la nueva arma
atómica de la delincuencia.
Si el auge de la violencia política y
común se hubiese limitado al arrea más tradicional
del homicidio, no
habría obtenido un impacto comparable al que obtuvo de la
mano de los secuestros. Esto es así por varios motivos. En
primer lugar, porque el crimen, político o común,
obtiene su objetivo en el
mismo momento en que ocurre. La muerte de los
Kennedy o de Martín luther king, el rey feisal, el caso
colosio y Ruiz Massieu o de tantos otros políticos,
militares y sindicalistas que registra nuestro tiempo, con ser un
capitulo importante de la violencia individual, no tuvo otro
efecto, en cada caso, que su propia consumación. Pero el
secuestro, por
el contrario, "multiplica" sus efectos ya que, al consumarse, lo
que el secuestrador obtiene es uno o varios rehenes a
través de los cuales solicita luego… lo que le plazca.
El secuestro es
al homicidio como
la computadora
a los dedos de la mano: su efecto es, dirían los
matemáticos, "exponencial".
El segundo motivo que da razón de la importancia
de los secuestros es el hecho de que, mientras el crimen no pone
a las autoridades y relaciones de la victima ante otro dilema que
los dilemas póstumos del homenaje y el entierro, él
secuestra, al presionar sobre familiares, empresas y
autoridades los pone frente a decisiones cruciales capaces de
afectar principios de conciencia y
atentatorias, casi seguramente, contra la unidad de criterios que
debería ligarlos. Aquel que recibe la presión
del secuestrador tiene que optar entre la crueldad hacia la
victima si dice que "no" y la aceptación de condiciones
que reforzaran la capacidad futura de los delincuentes
-subversivos o no- si dice "sí". Esto divide naturalmente
a los presionados entre duros y blandos. Es
inevitable.
Finalmente, un tercer motivo milita en favor del
poder
"atómico" de los secuestros. El hecho de que son delitos, en vez
de consumarse en el acto como el homicidio, se extienden por
días y hasta por meses mientras el mundo atiende en vilo a
su desenlace. Los secuestros alimentan inexorablemente la
red de
expectativas y escenificaciones de que esta echo el sistema de
comunicaciones
de nuestro mundo, logrando así no solo para sus autores
sino también para sus imitadores eventuales, todo a lo
largo de la platea universal, el máximo de
repercusión.
Efecto multiplicador como delito-detonante
que sirve para peticiones de alcance ilimitado; hora de la verdad
en que familiares, empresas y
gobiernos deben escoger entre la piedad y los principios; Drama
de desenlace demorado que mantiene en vilo a la opinión
mundial, el secuestro se ha instalado entre nosotros como la
más perversa, peligrosa y potente de las expresiones de la
violencia individual. En los informes
anuales que vienen a veces con el fin y principio de año
de diversos países, el secuestro es ahora un rey sin
disputa. "Personaje del año", siniestro personaje del
año en vez de alguna personalidad
política, deportiva o empresarial, lo proclama por ejemplo
"el tiempo" de bogota, mientras desde roma otro cable
de fin de año, de la agencia ANSA, señalaba al
secuestro como "una de las pocas industrias
italianas que no se hayan en crisis". Los
secuestros declarados y conocidos (una baja proporción del
total) fueron allí 75 durante 1977 contra 48 en 1976. si
sumáramos los resúmenes de cada país,
él numera de sus victimas durante 1997 tendría que
expresarse en 4 cifras. Esto lo venimos arrastrando hasta la
actualidad haciendo crisis en 1994
con secuestros de alto nivel en la republica mexicana y que duran
hasta la fecha y cada vez más populares entre los
delincuentes que han hecho de esto el negocio más rentable
después del narcotráfico. Afectando no ya a los
más poderosos económicamente sino que se ha
permeado a toda la sociedad con
secuestros Express que pudiéramos llamar de baja
denominación y que no por esto deja de ser una experiencia
frustrante y traumática de largo plazo.
El problema de la violencia en los primeros meses de
1994 podría visualizarse como una serie de círculos
concéntricos cuyo punto central es la ola de
secuestros.
Él circula exterior, no por relegado menos importante,
duerme su inquietante siesta en los silos nucleares: la
posibilidad, siempre vigente, de que el hongo deje de ser una
modesta expresión culinaria y vegetal para convertidse en
el símbolo del fin del mundo.
El segundo circula que sigue presente entre nosotros, es la
violencia como abuso de poder de los estados totalitarios o
autoritarios contra el ciudadano, degradando en estos casos el
nivel del súbdito o sometido a poderes que no lo dejan
expandirse y vivir. Contra ese circulo opera, limitadamente, la
campaña en favor de los derechos humanos.
Un tercer circula, ya más estrecho y a la vista
de los ciudadanos de los países democráticos o
pseudo democráticos, para los cuales el primero y el
segundo son en alguna forma remotos, es la violencia individual,
la guerra de un individuo o un grupo de
individuos contra hombres en nombre de ideologías
revolucionarias – guerra política- o por puro desborde
delictivo-criminalidad común.
Pero en el centro de ese circulo, verdadera bomba atómica
de la delincuencia
de ambas clases, brilla el secuestro. Punto luminoso para los
violentos, ojo del abismo para los pacíficos, el secuestro
debe su extraordinaria difusión a poderosas razones. A
que, en vez de consumarse en sí mismo, como los robos o
asesinatos, su consumación es el detonante o
trampolín para efectuar exigencias de ilimitado alcance. A
que esas exigencias, como el judo, aprovechan las inclinaciones y
las contradicciones de la sociedad para ponerla frente a
gravísimas decisiones que van a pura perdida: Al abandono
de los principios en nombre de la piedad o la revelación
del lado cruel de los principios. A que, al prolongarse en el
tiempo en pos de un desenlace incierto y al no ser apenas
cometido, como el homicidio, un hecho del pasado, el secuestro
mantiene en vilo la atención del mundo, galvanizando el
horror de los pacíficos y la admiración de los
violentos a través de una red de comunicaciones
de porte universal.
3. Introducción al
pesioptimismo.
¿Es posible ser pesimista y optimista al mismo
tiempo?
¿Es posible ser "pesioptimista"?
¡Sí, en materia de
secuestros!
No podemos ser optimistas, por lo pronto, en relación con
el futuro de la violencia.
Nuestro siglo vive y vivirá fascinado por la violencia,
horrorizado y atraído a la vez por ella, mientras
persistan algunas tendencias que parecen haberse instalado entre
nosotros con animo sedentario. hagamos su brevisima
enumeración:
El desarrollo
"curvo" y clandestino, pero real, de lo que muchos llaman "la
tercera guerra
mundial".
Mientras una buena porción del mundo se discipline
detrás de una ideología totalitaria y expansiva como el
comunismo ya
caduco o el disfraz de falsas democracias o estas en proceso de
materialización, resulta difícil imaginar que 3
expresiones mayores de la violencia contemporánea
–
La competencia
nuclear en el "primer circulo";
El abuso sistemático del poder totalitario sobre sus "
súbditos" en el segundo circulo y la infiltración,
propaganda y
agitación revolucionaria del extremismo o de
ideologías de guerra santa contra los países de
occidente en el tercer circulo.
No habrán de desaparecer de la noche a la
mañana.
El predominio del nihilismo en la concepción del mundo y
de la vida de nuestras sociedades.
Entendemos por "nihilismo", aquí, la convicción de
que el hombre es
una isla rodeada de nada. O, como escribió Jean
Paúl Sartre, que la
vida humana "es una chispa entre dos nadas". al arrebatar a la
vida del hombre
toda
Trascendiendo todo sentido ulterior, el nihilismo la
prepara para una de las mayores paradojas de nuestro siglo.
De un lado, el apego extremo y hasta ridículo a la
prolongación de la vida por parte de los que aman a
alguien -pudiendo ser ese "alguien" ellos mismos. Se ven
así los casos de personas que sobreviven artificialmente
conectadas a aparatos que sirven apenas para asegurar latidos o
impulsos que se toman por síntomas de vida, o incluso los
casos de personas que, en trance de morir, se hibernan y congelan
a la espera de un remedio salvador de aquí a una, dos o
diez décadas.
Del otro lado, si la vida es un absurdo entre dos nadas,
aquellos que odian a alguien, o son indiferentes a su
subsistencia, no vacilan en sacrificarlo a cambio de
bienes
más concretos – la codicia, el fanatismo o la
pasión.
"Si quieres la paz" -ha dicho Paulo -vi- "defiende la
vida".
¿Pero para que defender la vida si no hay otra
cosa que la vida?
Solo abandonando el nihilismo, solo retomando la misteriosa frase
de pascal,
según la cual "el hombre supera infinitamente al hombre",
podría volverse a respetar la dignidad del ser humano, su
derecho supremo a vivir con plenitud y morir con serenidad.
La creación de condiciones de vida que inducen a actitudes
violentas en las grandes urbes contemporáneas.
Esto ha sido probado sobre abundantemente en el informe de Alain
Peyrefitte y su comisión, que citábamos mas
arriba.
El hombre ha nacido para desarrollarse en un ámbito que no
es el de las grandes ciudades contemporáneas. Necesita
espacio donde expandirse, naturaleza con la
cual rodearse, tiempo para meditar o no hacer nada, a otros
hombres pero no a la multitud sin rostro al lado.
Condiciones todas estas cuya ausencia,
acompañando desde el Angulo social al vació
espiritual que trajo el nihilismo, preparan a las nuevas
generaciones, a esas que nacen y crecen en los vastos, crecientes
e indiferenciados ghettos urbanos, para una acumulación de
tensiones que en mas de un caso estallan al menor motivo y fuera
de todo control.
Estas tres razones fundamentales militan en apoyo del
segmento pesimista de nuestro "pesioptimismo". Pero en tanto no
veamos como, mientras ella rija, y se librara el hombre
contemporáneo de la violencia y de sus círculos
dantescos, es posible en cambio
imaginar que los secuestros, como una de las expresiones
más agudas de la violencia, podrían estar
atravesando ahora un cenit después del cual habrán
de conocer su inevitable ocaso.
Por que decimos esto?
Porque así como él desafió que presenta la
violencia en general en nuestro siglo esta en un nivel
histórico, filosófico y sociológico, hasta
el cual es difícil llegar según planes y
cronogramas concretos, el éxito
del secuestro se apoya en razones "técnicas".
Otras razones "técnicas"
pueden, entonces, contrarrestarlo. En el plano técnico,
cada veneno encuentra su antídoto.
Cuando se armo con fusiles, la infantería detuvo a la
caballería armada con espadas.
Pero a las cargas de infantería, las detuvieron, en el 14,
ametralladora y trinchera. A estas las supero el tanque en el 39.
y así sucesivamente. El secuestro es el arma mas reciente
de la delincuencia en una lucha que no termina.
Es posible confiar, entonces, en que pronto surgirá el
antídoto contra ella, y esto induce al optimismo aun
cuando sigamos siendo pesimistas en el plano más amplio de
la violencia.
En tanto nuestra sociedad siga fascinada por la violencia como el
pájaro por la serpiente o la liebre por los focos, al
ocaso del
secuestro seguirán nuevas manifestaciones delictivas en
una carrera "técnica" sin fin.
De ahí nuestro "pesioptimismo". No moriremos de secuestro.
Tampoco sanaremos después de él.
Pero antes de explorar las respuestas que se hallan
técnicamente al alcance de las fuerzas de seguridad de todo
el mundo, habría que detenerse un tiempo en el análisis del secuestro como tal. Lo cual
supone indicar sus variaciones.
Dos clases de secuestro llaman la atención en nuestro
tiempo. Podríamos llamarlas, respectivamente, secuestro
"colectivo" e "individual".
El secuestro colectivo ocurre cuando se toma por rehén a
un "recipiente" que contiene una cantidad apreciable de seres
humanos. El caso mas difundido es el secuestro de aviones. Pero,
como vimos en Holanda con los moluqueños, también
es posible secuestrar escuelas o trenes o embajadas como el caso
de la embajada de Japón
en Perú.
"Estos son secuestros colectivos".
Por otra parte, porque si bien su victima aparente es el
avión o el tren, sus victimas reales son personas. La
capacidad de presión
sobre los gobiernos no deriva de la perdida posible de
algún instrumento técnico como el avión o el
tren. Estos son fácilmente reemplazables y su perdida, por
lo tanto, irrelevante. La amenaza, la capacidad de
presión, reside en torno de las
vidas humanas irremplazables que contiene el
avión.
Los secuestros individuales corresponden a la toma de un
solo rehén que es escondido en alguna "cárcel del
pueblo" o " en una casa de seguridad" o en
la caja de un trailer, para ser canjeado por aquello que los
secuestradores exigen a sus familiares, gobernantes o
empresas.
Estos dos tipos de secuestros son de naturaleza
diferente.
Los secuestros colectivos son, diríamos, más
espectaculares y dan lugar a peticiones mas osadas. Pero, desde
el momento que ponen en jaque a los gobiernos -puesto que exceden
de inmediato el marco de lo privado o particular- también
se exponen a respuestas mas firmes y contundentes. El éxito
alemán de Mogadiscio ante el secuestro del avión de
la Lufthansa, junto con el fracaso simultaneo en la empresa de
salvar la vida al industrial Hans Schleyer, ilustran el contraste
entre los 2 tipos de secuestros.
Tomar el control ilegal de
grandes "recipientes" de seres humanos es un acto de gran
envergadura, de inmediato conocido y evidente, que permite a las
fuerzas de seguridad desarrollar sofisticadas medidas de
prevención y de represión.
Los gobiernos, por otra parte, pueden actuar con la
firmeza que resulta de su adhesión a principios generales
como la seguridad nacional y de su relativa indiferencia a la
suerte de un puñado de victimas.
El secuestro individual, en cambio, si bien es menos espectacular
y aspira en general a una retribución política o
económica de menor alcance es más difícil de
contrarrestar o reprimir porque golpea a nuestra sociedad en su
punto mas blando: el amor de los
padres a los hijos o de los esposos; la desesperación de
aquellos a quienes les importa, mas que nada, la suerte de las
victimas.
La suma de miles y miles de "secuestros- hormiga"
resulta al fin más perniciosa y peligrosa que el grande y
esporádico escenario del secuestro aéreo. Lo que
pone al borde del caos a la mas de una de nuestras sociedades, no
es que algún avión, alguna vez, sea puesto en
emergencia.
Lo que las sacude hasta sus cimientos es que todos los
días alguna familia zozobre,
muchas veces en silencio y clandestinamente, deslizándose
hacia la no querida complicidad con el mundo de la
subversión y la delincuencia porque ha sido tocada en su
cuerda más sensible.
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