Este trabajo acerca de la guerra civil
de 1829 se intentó de hacer de la manera más
objetiva, pluralista y concreta posible.
Esta guerra fue
provocada por los conflictos y
problemas
tanto políticos como militares de esta época. Otra
de las causantes de esta guerra civil fue la inestabilidad
político–administrativa por la cual estaba
atravesando el país (recordar la anarquía del
período.).
La guerra también fue causada por el conflicto
entre grupos como: los
pipiolos, la pandilla, los populacheros, los o’higginistas
y los estanqueros, además de los pelucones; los cuales
luchan por el predominio político.
La interpretación de la confusa etapa transitoria
del régimen pipiolo al portaliano exige el análisis de la psicología política de los tres
grupos y sus
afines estructurados a principios de
1829: los constitucionalistas, los opositores y los pelucones y
neutros.
Los primeros agrupaban a los bandos de gobierno:
pelucones de Ruiz Tagle, liberales aristócratas, liberales
populacheros, la pandilla y los pipiolos. La oposición
unja circunstancialmente a o’higginistas, a la sazón
tan incrementados que solos formaban el bando político
más poderoso del momento; los estanqueros, que
reunían a los hombres de más valer real de la
época: Gandarillas, Benavente, Portales, los
Errázuriz y Rengifo, y los federalistas. El acuerdo entre
los opositores era aún más difícil que entre
los constitucionalistas. Por último, los pelucones y los
neutros formaban en potencia una masa
tan voluminosa, que bastaba movilizarlos para que aplastaran a
gobiernistas y opositores juntos. Pero en 1829 seguían sin
caudillo, sin programa y sin
organización electoral.
Bajo la máscara de un avance democrático,
a Constitución de 1828 había
introducido una reforma en el sistema de
elecciones que iba a pesar durante sesenta y dos años en
la vida política del pueblo chileno, Hasta
entonces, el poder
electoral era disfrutado por un número de individuos con
cierta independencia
de los partidos. En su gran mayoría eran ajenos a la lucha
política. mas en vez de seguir al gobierno, entidad
abstracta y lejana para ellos, votaban por el personaje de sus
simpatías o influencias, el cura párroco, &
gobernador local, etc. sin parar mientes en su ideología. Para afianzarse en el mando los
grupos que detentaban el poder urdieron
un sistema tan
sencillo como eficaz para controlar las elecciones desde el
gobierno. "Son ciudadanos activos
—decía el articulo 7.º de la Constitución— los chilenos naturales
que habiendo cumplido veintiún años, o antes si
fuesen casados o sirviesen en la milicia, profesen alguna
ciencia,
arte o
industria, o
ejerzan algún empleo o
posean un capital en
giro o propiedad
raíz en qué vivir." A pesar de que la redacción de Mora no quedó
perfectamente clara, prevaleció el espíritu sobre
la letra y se interpretó en el sentido de que todo
individuo inscrito en las milicias era ciudadano. Como estas
inscripciones las hacían las autoridades dependientes del
ejecutivo, este poder quedó ungido en supremo elector.
Para aplastar al contrario opositor bastaba inscribir en los
registros de
la guardia cívica un número de individuos superior
al de las demás categorías de electores, para lo
cual se hacía que todas las calificaciones o boletas de
los cívicos quedaran en manos del jefe de cuerpo o de un
oficial de confianza. Este sistema sirvió de base
electoral al régimen portaliano, especialmente en su fase
liberal.
El finísimo Zapiola nos ha dejado tanbién
una soberbia descripción de los preparativos para las
elecciones de 1829. "Se nombraron —dice——,
entre otras, tres comisiones que debían funcionar
incesantemente alrededor de las mesas receptoras; estas
comisiones tenían los títulos siguientes:
Comisión negociadora, Comisión apretadora y
Comisión arrebatadora. Pocas palabras explicarán el
respectivo objeto de estas comisiones. La negociadora se empleaba
en la compra de calificaciones y del voto, si se podía, de
los que se dirigían a votar; la apretadora muy numerosa,
en impedir acercarse a la mesa a los enemigos. Cuando estos
medios eran
insuficientes, la arrebatadora ponía en ejercicio su
titulo en el momento en que el votante sacaba su
calificación. El que arrebataba una calificación
debía, para evitar reclamos y alboroto, abandonar
inmediatamente la mesa en que lo había hecho, y dirigirse
a otra de la parroquia mas inmediata, de donde venia al momento
su reemplazante…"
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