Indice
1.
Fines del Estado
2. Clasificación de los fines
del estado
3. El Neoliberalismo
4. Socialismo
5. El Sindicalismo y su
evolución
Al fin del estado, lo que
podemos visualizar desde una perspectiva trialista o
tridimensional. Es decir:
Desde el orden de la realidad de los comportamientos
políticos.
Es decir en la política como
actividad que se despliega a través de conductas de
gobernantes y gobernados, todo lo que se hace se hace para
alcanzar un fin al termino de la actividad, habiéndolo
imaginado, deseado y propuesto primero y antes en la
intención.
Desde el orden de las normas
jurídicas:
El fin del estado aparece
descripto y formulado mediante normas sean estas
escritas o no. La constitución del estado contiene la
descripción de sus fines.
Si tomamos una constitución formal o escritura como
la nuestra, el fin es enunciado fundamentalmente en el
preámbulo, afianzar la justicia,
promover el bienestar general, asegurar los beneficios de la
libertad,
consolidar la paz, promover a la defensa
común..
En el orden del valor de la
justicia:
El fin a que debe ajustarse el estado para
ser justo es el bien común o la realización del
mismo valor
justicia.
El estado
– cada estado empírico – debe promover el bien
de la comunidad, la
buena convivencia, justamente ordenada en beneficio de los
hombres. Es fin es propuesto por el derecho
natural, es el derecho que naturalmente tiene el estado y al
que ha de dar acogimiento para no incurrir en desviaciones
injustas.
2. Clasificación de
los fines del estado
Fines Objetivos:
Para este punto de vista, el fin de una cosa o de un ser
está dado objetivamente por la propia naturaleza de esa
cosa de ese ser. La causa final del ser determina su esencia y
expresa su razón de ser. En el estado el fin es objetivo.
Fines Subjetivos:
No se trata de comprender que el fin objetivo, sin
dejar de ser tal, es asumido y cumplido subjetivamente por cada
estado, conforme a la circunstancia de lugar y de tiempo.
La teoría
de los fines subjetivos tiene otro fines o sentido implica
renegar de la existencia de un fin objetivo "dado" por la
naturaleza a
todo estado y admitir solamente que cada estado empírico
tiene el fin específico y concreto que
él mismo elige y se atribuye. Es fácil entender que
si no hay un fin naturalmente objetivo, el estado ha de asignarse
artificialmente un fin subjetivo.
Fines Particulares:
En alguna medida el fin subjetivo de cada estado es para
él su fin particular. Sin embargo suelen considerarse
fines particulares, no tanto los que subjetivamente elige cada
estado si no más bien lo que dentro de los subjetivos, se
forja un estado en un momento histórico determinado, casi
diríamos como vocación suya a cumplir
ocasionalmente.
Fines absolutos:
Son lo que desde una posición valorativa, se
asignan al estado de modo inflexible, sin admitir desviaciones.
De ningún modo el estado debe apartarse de ese fin. En
alguna medida los fines objetivos
pueden considerarse absolutas, pero en otro aspecto, una teoría
de fines subjetivos también pueden preconizar,
valorativamente que pese a no haber un fin naturalmente objetivo,
el que subjetivamente elige el estado se absolutiza.
Fines relativos:
Un relativismo absoluto
despoja al estado de fines objetivos y absolutos y convierte a
los fines subjetivos en relativos. Una postura más
moderada, ajusta los fines objetivos a las circunstancias
cambiantes y a las necesidades históricas.
Fines universales:
La teoría del fin objetivo rige a tal fin en universal, es
decir, en el fin que debe alcanzar todos los estados. De manera
análoga, la teoría de fines absolutos. Pero
también la de los fines subjetivos puede proponer dichos
fines con el mismo carácter
universal, no reservándonos para un estado, sino
extendiéndolos a todos.
Fines exclusivos y fines concurrentes:
Los exclusivos: son los que incumben nada más que al
estado.
Los concurrentes: son lo que, sin salir de su órbita,
admiten participación y colaboración por parte de
los individuos y de las sociedades
imperfectas.
Las ideológicas.
La ideología de todo estado implica una toma
de posición valorativa acerca del fin que esa ideología adopta.
Por fin y en definitiva, todo estado resuelve su modo de organización según principios
ideológicos, valoraciones y fines que impulsan y dinamizan
la realidad de su régimen político.
Liberalismo.
Es una ideología individualista que concibe al hombre como
individuo autónomo, racional, motor fundamental
de un mundo dominado por la armonía resultante del libre
juego de los
intereses y se le otorga al estado la función de
asegurar los derechos individuales como:
la vida, la propiedad
privada, la libertad como
supremo valor y la igualdad. Hay
un liberalismo
filosófico que sustenta la libertad intelectual del
hombre frente
a todo dogma o verdades impuesta por una autoridad. El
liberalismo
tuvo su origen en el renacimiento
siglo XIII con el proceso de
secularización de la vida humana sustraída del
ámbito religioso, como la desintegración de la
economía
feudal, el fomento de la reforma religiosa por Lutero con la
consiguiente quiebra de la
unidad cristiana y el surgimiento del estado nacional en Europa.
En el liberalismo el individuo aparece como una unidad
dotada de razón y de voluntad hasta entonces desconocida
por el mundo antiguo y la cristiandad, en la que la razón
pasa a ser fuente del derecho
natural y la voluntad origen de la sociedad civil;
en lo económico el liberalismo surge como una
reacción de la economía
mercantilista especialmente apegados a la idea de los
fisiócratas que acuñaron el eslogan "laissez faire"
que significa dejar hacer y dejar pasar, es decir, esto expresaba
la necesaria libertad que exigía la economía
burguesa.
Antecedentes
Es tan legítimo afirmar hoy que el liberalismo es la ola
del futuro como lo era hace un par de décadas decirlo del
socialismo. De
hecho, bajo formas benignas o malignas, el socialismo
prevaleció en el mundo hasta bien entrados los años
Setenta. Luego, vino la desilusión. ¿No
podría ocurrir algo similar con el Neoliberalismo? Todo buen liberal tendría
que preguntárselo.
La preocupación surge al recordar que en el siglo XIX hubo
también una oleada de libertad. No existe latinoamericano
que no pueda señalar alguna etapa, larga por lo general,
cuando su país funcionó bajo el amparo de una
constitución liberal, nuestro país, no es
excepción
A América
latina no le iba mal con el primer liberalismo que
acogió en el siglo XIX. Pero un día lo
abandonó. Lo aplicaba. Lo aprovechaba. Nunca creyó
del todo en él. En una hora de prueba, cuando
estalló la crisis
económica de 1929, retrocedimos hacia la zona autoritaria
de los golpes militares, hacia la zona regresiva del paternalismo
económico.
"Los valores de
los latinoamericanos, ¿son ahora liberales? ¿O
tomaremos otra vez el camino liberal por curiosidad, por
frivolidad, por ofuscación?…Cuando venga el liberalismo,
no nos dará nada. Nos invitará, sí, a
arriesgarlo todo. Recibirlo como una solución que cae,
como el maná, de arriba y de afuera".
El Neoliberalismo
se origina en el período posterior a la Segunda Guerra
Mundial, éste, es heredero de las teorías
neoclásicas de finales del siglo XIX; pero es en los
años setenta cuando comienza su auge a nivel internacional
al iniciarse la crisis en la
teoría Keynesiana, que no pudo encontrar respuestas a
diferentes problemas que
han angustiado al mundo en las últimas
décadas.
Entre sus principales exponentes tenemos:
En Europa
Occidental: los economistas Ludwig Von Mises, Wilhem Roepke y
Frederik Von Hayek; los filósofos Karl Popper y Raymond Aron y el
periodista Jean Francois Revel.
En Estados
Unidos: los economistas Milton Friedman, Paul Samuelson y
Jefri Sachs.
En América
Latina: el periodista Carlos Rangel, el economista Luis
Pazos.
El Neoliberalismo como ideología
El modo más sutil que puede arbitrar una ideología
para imponerse y perdurar es proclamar la muerte de
las ideologías y mostrarse bajo otro semblante, por
ejemplo, la ciencia. Es
lo que sucedió por casi un siglo con el positivismo.
La ciencia
positiva hace las veces de la política, la
filosofía y la teología, y siempre como evidencia
apodíctica y sagrada. Y así, disentir
razonablemente de una hipótesis científica, pasa a ser un
sacrilegio y una rebelión; y el que se atreve a tanto no
merece el honor de una respuesta científica sino la
marginación condescendiente o brutal: ha perdido la
contemporaneidad y no tiene sentido dirigirle la
palabra.
Eso pasa hoy con el Neoliberalismo. Es un modo de
practicar la economía
política que está alcanzando vigencia
planetaria. Pero el que esta práctica haya logrado
imponerse no significa la convalidación de sus postulados;
sólo atestigua la contundencia de los medios (tanto
políticos como económicos).
"Se ha demostrado que los organismos de decisión
política o administrativa no obedecen al tipo de comportamiento
altruista que postuló, con cierta ingenuidad, el
intervencionismo económico del siglo XX".
El Neoliberalismo como ideología
Política
El postulado principal del Neoliberalismo es que la competencia pone
a funcionar hasta el tope las energías latentes en los
individuos que conforman el todo social, y así la extrema
movilidad que se genera, tras una etapa dolorosa de ajustes,
provoca una sociedad de
bienestar. Para que este postulado se realice, el Estado no puede
sobre proteger al pueblo: el populismo o la
planificación central mantienen al pueblo
en perpetua minoridad; al atrofiarle la iniciativa y la responsabilidad lo mantienen no sólo
improductivo para la sociedad sino
débil y carente de valor a sus propios ojos.
"El liberalismo económico defiende el mercado como
instrumento productivo: para asignar los recursos escasos
de la sociedad a sus usos o empleos alternativos a través
de los precios libre,
porque se respeta de ésta manera las prioridades de la
gente en esas asignaciones, y no se imponen las de los elencos
políticos y burocracia.
Como los precios
(libres) de los productos
finales son espejo en el cual los criterios de
valorización de la gente se reflejan de manera directa e
inmediata, el liberalismo económico defiende
también en principio al mercado como
instrumento distributivo del producto
social; porque es menos imperfecto que los instrumentos
estatales. También sus criterios de distribución reflejan – aunque
indirectamente – las preferencias, valorizaciones y prioridades
de la gente: los precios de los bienes y
servicios
finales determinan los precios de los factores – entre ellos
el trabajo -;
y estos a su vez determinan sus ingresos, que
constituyen la vía de distribución del mercado. Los instrumentos
estatales de distribución del ingreso en cambio se
prestan – no siempre inevitablemente – a diferentes formas de
distorsión y corrupción. Entre ellas, la de ser
distribuidos o negados en función de
criterios discriminatorios".
Igual que la nación
tiene que salir al mercado del mundo, el pueblo debe salir
también al mercado nacional pagando los servicios y el
consumo en su
valor real y sometiéndose todos al mercado de trabajo.
Tampoco el Estado puede sobreprotegerse a sí mismo y
entrar en el mercado como si fuera una corporación
privada. El Estado es público; su función
sería crear condiciones para que funcione el mercado y
velar porque no se alteren. Su finalidad es velar por el bien
común, no realizarlo. Ese bien lo realizan los ciudadanos
a través de las organizaciones
económicas en la concurrencia del mercado.
El Neoliberalismo como propuesta económica
El Neoliberalismo es una doctrina filosófica que tiene
ramificaciones en todos los campos de las ciencias
sociales. Los neoliberales se dedican a ensalzar la competencia
capitalista, afirmando que el mecanismo de esta última
garantiza automáticamente las mejores condiciones para la
evolución de las fuerzas
productivas.
"Una peculiaridad del Neoliberalismo es que combina la
exaltación de la libre competencia y de la
restauración automática del equilibrio con
el reconocimiento de la necesidad de la intromisión del
Estado en la economía. Lo peculiar de esta
argumentación reside en que la defensa de la
intervención del Estado en la economía se presenta
como una lucha por la libre competencia".
La argumentación del Neoliberalismo es que la
libre competencia es el estado ideal de la economía, pero
no siempre puede ponerse en vigor, porque los monopolios la
contrarrestan. Esta reacción puede ser superada y la libre
competencia puede ser restablecida tan sólo aplicando una
serie de medidas de política
económica.
La teoría de los neoliberales se basa, en forma
enmascarada, en la idea del papel decisivo
del Estado en la economía, es decir, el rol del Estado
debe ser el de promover la libre competencia.
Características del Neoliberalismo
Económico
Según el escritor venezolano Fernando Salas
Falcón:
- Defienden un mercado altamente
competitivo. - Aceptan la intervención del Estado en la
economía, como arbitro o promovedor de la libre
competencia. - Se oponen al acaparamiento y a la
especulación. - Se oponen a la formación de monopolios y
oligopolios - Se oponen a la fijación compulsiva de salarios por
el Estado. - Rechazan la regulación de precios por el
Estado, ya que deben fijarse en base a la relación
oferta/demanda. - Se oponen a la creación compulsiva de empleo.
- Se oponen al gasto
público burocrático. - Defienden el libre comercio
internacional. - Defienden la libertad de contratación del
trabajo y la libre movilidad de los factores de producción.
El Neoliberalismo como Propuesta
Antropológica
Detrás del objetivo de la sociedad de bienestar hay una
propuesta antropológica que está siendo
internalizada en los ambientes ganados por el Neoliberalismo. En
términos éticos suena así: "lo moralmente
bueno, lo que debe procurarse como bien para sí mismo y
para la sociedad es producir (aumentar la productividad,
cualificarse, rendir al máximo de las posibilidades),
consumir (comprar las marcas más
prestigiosas, exigir calidad, acceder
según las preferencias a lo que se propone como deseable)
y exigir los propios derechos Lo demás
debe dejarse a los que gerencian la sociedad (el Estado, los Medios de
Comunicación Social…). Es completamente disfuncional
para la sociedad y desestabiliza y frustra a la persona el que se
preocupe del todo social, de la suerte de los pobres. En todo
caso, si a alguien le inquieta esto, que se deje de elucubrar o
pretender; que deje, pues, lo que se llama política, y que
se meta pues a cualquier asociación benéfica,
privada, por supuesto: se sentirá bien, empleará su
tiempo libre y
no causará problemas a su
relación con el todo social ni a la sociedad como
todo".
En este esquema nada convoca personalmente a los
ciudadanos; estos no son llamados como cuerpo social a nada que
los trascienda. En rigor la sociedad no existe como campo
posibilitante de las preferencias de cada cual. La idea de la
humanidad como cuerpo social que se propone fines carece
totalmente de sentido. "De ahí el refugio en la familia
como pequeña tribu o el resurgimiento de lo étnico,
la tribu grande, como restos de sentido o lugares de
reunión". Pero este cultivo en las raíces, sin
proyección trascendente, amenaza con convertirse en un
egoísmo colectivo.
Lo que encubre el Neoliberalismo
Se tildó al Neoliberalismo de ideológico, porque
encubría lo que es: economía
política. Proclamar el fin de la política es su
modo de hacer política. Con esta consigna han conseguido
convencer a los políticos y tomar los Estados, y con ella
someten al pueblo al convencerle del carácter
inexorable de sus propuestas. El Neoliberalismo ha sido
tremendamente exitoso como proyecto
político. Y la consecuencia de tomar el Estado no ha sido
disminuirlo, por el contrario, lo han empleado a fondo para
cambiar las estructuras,
resistiendo tremendas presiones.
Y ni en el aspecto económico lo han disminuido;
han retirado los recursos de la
subvención de servicios para canalizarlos al capital
financiero, a la reconversión industrial y al mantenimiento
del sistema. Tampoco
se ha abandonado el proteccionismo: la compra de importantes
empresas o
más aun de grupos enteros
por parte de transnacionales extranjeras es en los países
centrales una decisión política, en el sentido
estricto de que está en manos del Estado, en tanto para
nuestros países se predica la apertura irrestricta, la
completa transnacionalización.
Término que, desde principios del
siglo XIX, designa aquellas teorías
y acciones
políticas que defienden un sistema
económico y político basado en la socialización de los sistemas de
producción y en el control estatal
(parcial o completo) de los sectores económicos, lo que se
oponía frontalmente a los principios del capitalismo.
Aunque el objetivo final de los socialistas era establecer una
sociedad comunista o sin clases, se han centrado cada vez
más en reformas sociales realizadas en el seno del
capitalismo. A
medida que el movimiento
evolucionó y creció, el concepto de
socialismo fue adquiriendo diversos significados en
función del lugar y la época donde
arraigara.
Si bien sus inicios se remontan a la época de la
Revolución
Francesa y los discursos de
François Nöel Babeuf, el término
comenzó a ser utilizado de forma habitual en la primera
mitad del siglo XIX por los intelectuales radicales, que se
consideraban los verdaderos herederos de la
Ilustración tras comprobar los efectos sociales que
trajo consigo la Revolución
Industrial. Entre sus primeros teóricos se encontraban
el aristócrata francés conde de Saint-Simon,
Charles Fourier y el empresario británico y doctrinario
utópico Robert Owen. Como otros pensadores, se
oponían al capitalismo por razones éticas y
prácticas. Según ellos, el capitalismo
constituía una injusticia: explotaba a los trabajadores,
los degradaba, transformándolos en máquinas o
bestias, y permitía a los ricos incrementar sus rentas y
fortunas aún más mientras los trabajadores se
hundían en la miseria. Mantenían también que
el capitalismo era un sistema ineficaz e irracional para
desarrollar las fuerzas productivas de la sociedad, que
atravesaba crisis cíclicas causadas por periodos de
superproducción o escasez de consumo, no
proporcionaba trabajo a toda la población (con lo que permitía que
los recursos
humanos no fueran aprovechados o quedaran infrautilizados) y
generaba lujos, en vez de satisfacer necesidades. El socialismo
suponía una reacción al extremado valor que el
liberalismo concedía a los logros individuales y a los
derechos privados, a expensas del bienestar colectivo.
Sin embargo, era también un descendiente directo
de los ideales del liberalismo político y
económico. Los socialistas compartían con los
liberales el compromiso con la idea de progreso y la
abolición de los privilegios aristocráticos aunque,
a diferencia de ellos, denunciaban al liberalismo por
considerarlo una fachada tras la que la avaricia capitalista
podía florecer sin obstáculos.
El socialismo científico
Gracias a Karl Marx y a
Friedrich Engels, el socialismo adquirió un soporte
teórico y práctico a partir de una
concepción materialista de la historia. El marxismo
sostenía que el capitalismo era el resultado de un
proceso
histórico caracterizado por un conflicto
continuo entre clases
sociales opuestas. Al crear una gran clase de trabajadores
sin propiedades, el proletariado, el capitalismo estaba sembrando
las semillas de su propia muerte, y, con
el tiempo, acabaría siendo sustituido por una sociedad
comunista.
En 1864 se fundó en Londres la Primera
Internacional, asociación que pretendía establecer
la unión de todos los obreros del mundo y se fijaba como
último fin la conquista del poder
político por el proletariado. Sin embargo, las diferencias
surgidas entre Marx y Bakunin
(defensor del anarquismo y contrario a la centralización jerárquica que
Marx
propugnaba) provocaron su ruptura. Las teorías marxistas
fueron adoptadas por mayoría; así, a finales del
siglo XIX, el marxismo se
había convertido en la ideología de casi todos los
partidos que defendían la emancipación de la clase
trabajadora, con la única excepción del movimiento
laborista de los países anglosajones, donde nunca
logró establecerse, y de diversas organizaciones
anarquistas que arraigaron en España e
Italia, desde
donde se extendieron, a través de sus emigrantes
principalmente, hacia Sudamérica. También
aparecieron partidos socialistas que fueron ampliando su capa
social (en 1879 fue fundado el Partido Socialista Obrero Español).
La transformación que experimentó el socialismo al
pasar de una doctrina compartida por un reducido número de
intelectuales y activistas, a la ideología de los partidos
de masas de las clases trabajadoras coincidió con la
industrialización europea y la formación de un gran
proletariado.
Los socialistas o socialdemócratas (por aquel
entonces, los dos términos eran sinónimos) eran
miembros de partidos centralizados o de base nacional organizados
de forma precaria bajo el estandarte de la Segunda Internacional
Socialista que defendían una forma de marxismo
popularizada por Engels, August Bebel y Karl Kautsky. De acuerdo
con Marx, los socialistas sostenían que las relaciones
capitalistas irían eliminando a los pequeños
productores hasta que sólo quedasen dos clases
antagónicas enfrentadas, los capitalistas y los obreros.
Con el tiempo, una grave crisis económica dejaría
paso al socialismo y a la propiedad
colectiva de los medios de
producción. Mientras tanto, los partidos
socialistas, aliados con los sindicatos,
lucharían por conseguir un programa
mínimo de reivindicaciones laborales. Esto quedó
plasmado en el manifiesto de la Segunda Internacional Socialista
y en el programa del
más importante partido socialista de la época, el
Partido Socialdemócrata Alemán (SPD, fundado en
1875). Dicho programa, aprobado en Erfurt en 1890 y redactado por
Karl Kautsky y Eduard Bernstein, proporcionaba un resumen de las
teorías marxistas de cambio
histórico y explotación económica, indicaba
el objetivo final (el comunismo), y
establecía una lista de exigencias mínimas que
podrían aplicarse dentro del sistema capitalista. Estas
exigencias incluían importantes reformas políticas,
como el sufragio universal y la igualdad de
derechos de la
mujer, un sistema de protección social (seguridad
social, pensiones y asistencia médica universal), la
regulación del mercado de trabajo con el fin de introducir
la jornada de ocho horas reclamada de forma tradicional por
anarquistas y sindicalistas y la plena legalización y
reconocimiento de las asociaciones y sindicatos de
trabajadores.
Los socialistas creían que todas sus demandas
podían realizarse en los países democráticos
de forma pacífica, que la violencia
revolucionaria podía quizás ser necesaria cuando
prevaleciese el despotismo (como en el caso de Rusia) y
descartaban su participación en los gobiernos burgueses.
La mayoría pensaba que su misión era
ir fortaleciendo el movimiento hasta que el futuro derrumbamiento
del capitalismo permitiera el establecimiento del socialismo.
Algunos —como por ejemplo Rosa Luxemburg— impacientes
por esta actitud
contemporizadora, abogaron por el recurso de la huelga general
de las masas como arma revolucionaria si la situación
así lo requería.
El SPD proporcionó a los demás partidos
socialistas el principal modelo
organizativo e ideológico, aunque su influencia fue menor
en la Europa meridional. En Gran Bretaña los poderosos
sindicatos intentaron que los liberales asumieran sus demandas
antes que formar un partido obrero independiente. Hubo, pues, que
esperar hasta 1900 para que se creara el Partido Laborista, que
no adoptó un programa socialista dirigido hacia la
propiedad colectiva hasta 1918.
Bolcheviques y socialdemócratas
La I Guerra Mundial y
la Revolución
Rusa provocaron la ruptura de la Segunda Internacional entre
los partidarios del bolchevismo de Lenin y los
socialdemócratas reformistas, que habían respaldado
en su mayoría a los gobiernos nacionales durante la
guerra a pesar
de las proclamaciones pacifistas de la Internacional. Los
primeros fueron conocidos como comunistas y los segundos
siguieron siendo, durante todo el periodo de entreguerras, la
corriente dominante del movimiento socialista europeo, contando
con el apoyo del electorado en general bajo una serie de nombres:
Partido Laborista en Gran Bretaña, Países Bajos y
Noruega, Partido Socialdemócrata en Suecia y Alemania,
Partido Socialista en Francia e
Italia, Partido
Socialista Obrero en España, y
Partido Obrero en Bélgica. En estos años, en el
seno de estos partidos socialistas se produjo la escisión
de grupos proclives
al comunismo
leninista, apareciendo así los partidos comunistas en
diferentes países como Francia,
Italia o España (el Partido Comunista de España fue
fundado en 1921). En la Unión Soviética y,
más tarde, en los países comunistas surgidos
después de 1945, el término socialista hacía
referencia a una fase de transición entre el capitalismo y
el comunismo, la etapa correspondiente a la dictadura del
proletariado marxista. En los demás países, los
socialistas aceptaron todas las normas básicas de la
democracia
liberal: elecciones libres, derechos fundamentales y libertades
públicas, pluralismo político y soberanía del Parlamento. La rivalidad
existente entre socialistas y comunistas sólo se
interrumpió de forma transitoria como ocurrió a
mediados de la década de 1930, para unir sus fuerzas
contra el fascismo en la
política denominada de ‘Frente
Popular’.
Los socialistas pudieron formar gobiernos durante el
periodo de entreguerras, por lo general en coalición o
apoyados por otros partidos. De este modo pudieron permanecer en
el poder, aunque
de forma intermitente, en Gran Bretaña y Alemania
durante la década de 1920 y en Bélgica, Francia y
España durante la década de 1930 (en estos dos
últimos países bajo la fórmula de Frente
Popular). En Suecia, donde los socialdemócratas han tenido
más éxito
que en ninguna otra parte, gobernaron sin interrupción
desde 1932 hasta 1976.
Después de 1945, los partidos socialistas se
convirtieron, en la mayor parte de Europa occidental, en la
principal alternativa frente a los partidos conservadores y
democristianos, siendo Suiza y la República de Irlanda las
principales excepciones. Aun manteniendo su antiguo compromiso
con el socialismo como ‘estado final’, es decir, una
sociedad en la que se anularan las diferencias sociales,
desarrollaron un concepto de
socialismo ‘como proceso’ —propuesta que
había sido anticipada por el revisionista alemán
Eduard Bernstein a finales del siglo XIX.
En la práctica, esto significaba que, mientras
sus seguidores más comprometidos se aferraban a la idea de
un objetivo final, los partidos socialistas, por esta
época a menudo en el poder, se concentraban en reformas
socioeconómicas factibles dentro del sistema capitalista.
Aunque variaban según los países, las reformas
socialistas incluían, en primer lugar, la introducción de un sistema de
protección social (conocido como Estado de bienestar) que,
en la formulación tomada del reformista liberal
británico William Beveridge, protegiera a todos los
ciudadanos "desde la cuna hasta la tumba", y en segundo lugar, la
consecución del pleno empleo
mediante técnicas
de gestión
macroeconómica desarrolladas por otro liberal, John
Maynard Keynes.
En Gran Bretaña estas reformas fueron llevadas a
cabo por los primeros gobiernos laboristas de la posguerra. En el
resto de Europa los socialistas alcanzaron algunos de sus
objetivos, ya fuera en el seno de una coalición
gubernamental con otros partidos (como fue el caso de
Bélgica y Países Bajos, y, en la década de
1970 en Alemania) o ejerciendo una presión
efectiva sobre los gobiernos no socialistas.
Totalitarismo
El rasgo dominante del totalitarismo pone el acento en los fines
de la potencia nacional
o el acrecentamiento del poder por el poder mismo, en la
subordinación de la vida y el destino humano de la
dominación generalmente carismática o proviendacial
de un líder o
caudillo a la dictadura de
un partido. Como régimen político se funda una
ideología, como el nazismo o
nacional socialismo alemán, cuyos regímenes
desperdician la libertad y la democracia, a
la que le atribuyen todos los males.
El Corporativismo
Se centra en la idea de la
organización profesional que busca la
colaboración entre patrones y obreros al margen de la
injerencia estatal, pero en realidad el corporativismo organiza
al Estado sobre bases profesionales o corporaciones sin tener en
cuenta la división territorial y su representación
política.
La Doctrina Social de la iglesia
La doctrina social de la iglesia
Católica se manifiesta a través del magisterio
pontificio y conciliar que interpreta la cambiante realidad de
las comunidades humanas a la luz de los
principios evangélicos que señala el camino de una
paz fundada en la justicia. Esta doctrina se formula por medio de
las Encíclicas Papales, cartas
dogmáticas escritas por los papas a todos los obispos del
mundo.
5. El Sindicalismo y
su evolución
Sindicalismo: Significado ideológico:
Es una doctrina inspirada por George Sorel ( 1847 – 1922 ),
que propiciaba un socialismo sindical en contraposición al
socialismo de estado.
El Sindicalismo
propone realizar la socialización, entregando los medios de
producción a los sindicatos en lugar de
nacionalizarlos.
De esta manera se organizará una Confederación de
Sindicatos que tendrá a su cargo la planificación de la economía.
El Parlamento liberal, en que está reemplazada la
ciudadanía en forma general, será sustituido por
una representación de delegados sindicales. El
Sindicalismo se opone al Estado, en nombre de la libertad
humana.
Sus métodos de
lucha se oponen al parlamento y a las reformas que implican
mejoras salariales y de condiciones de trabajo, propiciando la
acción directa y la huelga
revolucionaria con el fin de lograr el control sindical
de los medios de producción. Estos conceptos acercan el
Sindicalismo al anarquismo.
El Sindicalismo es elitista y voluntarista en la medida
en que propicia la acción directa y la huelga que
desembocara en la "huelga general revolucionaria" que
permitirá a los sindicatos tomar el control de los medios
de producción.
Síntesis de los principios sindicalistas
1- La implementación de un socialismo donde los medios de
producción estén controlados por los
sindicatos.
2- Organización de una Confederación de
Sindicatos en lugar del Estado.
3- Supresión del Parlamento liberal que debe ser
reemplazado por la representación sindical.
4- Rechazo de los partidos
políticos.
Significado Actual:
Hoy el término Sindicalismo está referido a los
sindicatos, como organización obrera, prescindiendo de
todo contenido ideológico en el sentido que tuvo el
movimiento inspirado por Sorel.
Evolución histórica y antecedentes
Desde los tiempos más antiguos el hombre ha
intentado agruparse de acuerdo con sus ocupaciones y en defensa
de sus intereses comunes. Por ejemplo, en el Egipto de 4000
años a. C ya existían diferentes asociaciones de
mercaderes, o febres embalsamadores, etc. También en el
imperio romano
las leyes
protegían con privilegios especiales a los Colegium,
uniones de trabajadores de una misma especialidad, bajo normas de
conducta.
Pero cuando realmente las asociaciones laborales adquirieron tal
grado de organización e importancia fue en la Edad Media
europea, en donde la vida social de los pueblos giraba alrededor
de las mismas.
La adhesión a los gremios medievales era tan aguda que se
asimilaba a la esclavitud, esto
movió a los revolucionarios franceses ( 1789 ) a decretar
la abolición de toda forma de liberalismo. El resultado de
esto dejó al obrero en soledad y con falta de apoyo frente
a la parte patronal.
El desamparo obrero llegó a fondos críticos cuando
llegó la Revolución
Industrial ( siglos XVIII y XIX ) que enfrentó a la clase
obrera con las nuevas máquinas
de vapor. Para solucionar esta injusticia surgieron agrupamientos
obreros que serían los antepasados de los sindicatos
actuales. Lamentablemente éstas asociaciones no eran
reconocidas legalmente y fueron perseguidas por las autoridades,
acusadas de fomentar el desorden y la anarquía.
En el año 1864, Carlos Marx y
Federico Engels impulsaron la creación de la
Asociación Internacional de Obreros, o la Primera
Internacional. Fueron prohibidos por leyes expresas de
diferentes gobiernos y actuaron en la clandestinidad.
La Primera Internacional influyó en la
formación de sindicatos obreros en América
Latina, especialmente en Argentina.
El objetivo del movimiento obrero en las últimas
décadas del S XIX tenía como fin principal la
conquista del poder y su acción era guiada por el
principio de la lucha de clases.
Además de Francia, los países industrializados
reconocieron el derecho de los obreros a formar asociaciones en
un período de tiempo que puede situarse entre 1884 y
1930.
La Iglesia
Católica no estuvo ausente del movimiento obrero. En 1891,
el Papa León XIII da a conocer las ancíclicas
Rerum Novarum, que aprueba la
organización obrera en tanto no estén en contra
de la justicia y el bien del Estado.
Enfoque de la realidad Política Actual del
Paraguay
El Paraguay es una
república democrática con tendencia liberalista. El
Estado social de Derecho prima sobre las derechos sociales. La
iglesia tiene una injerencia importante, pero sin obligarse pues
existe libertad relativa de credo. En lo económico existe
un monopolio
estatal de las empresas que
prestan servicios básicos y abriendo oportunidades a las
privadas en algunos ámbitos como el transporte
telefonía
celular etc. y en los últimos meses se encamina a un
proceso de privatización.
Autor:
Celia Carolina Silva de Vaesken