Indice
1.
Introducción
2.
Felicidad Y Virtud
3. Virtud Y
Placer
4.
Conclusión
5.
Bibliografía
1. Introducción
Ética a Nicómaco,
obra escrita por Aristóteles en el siglo IV a.C. Dedicada a
su hijo, Nicómaco, consta de diez libros y su
contenido versa sobre la felicidad. Está considerada una
de las dos obras fundamentales en que posteriormente se
basó la ética
occidental, siendo la otra el mensaje bíblico
judeocristiano.
Aristóteles (384-322 a.C.),
filósofo y científico griego, considerado, junto a
Platón
y Sócrates,
como uno de los pensadores más destacados de la antigua
filosofía griega y posiblemente el más influyente
en el conjunto de toda la filosofía occidental.
Vida
Nació en Estagira (actual ciudad griega de Stavro,
entonces perteneciente a Macedonia), razón por la cual
también fue conocido posteriormente por el apelativo de El
Estagirita. Hijo de un médico de la corte real, se
trasladó a Atenas a los 17 años de edad para
estudiar en la Academia de Platón.
Permaneció en esta ciudad durante aproximadamente 20
años, primero como estudiante y, más tarde, como
maestro. Tras morir Platón (c. 347 a.C.),
Aristóteles se trasladó a Assos, ciudad de Asia Menor en la
que gobernaba su amigo Hermias de Atarnea. Allí contrajo
matrimonio con
una pariente de éste (posiblemente su sobrina o su hija),
llamada Pitias, y actuó como su consejero. Tras ser
capturado y ejecutado Hermias por los persas (345 a.C.),
Aristóteles se trasladó a Pela, antigua capital de
Macedonia, donde se convirtió en tutor de Alejandro
(más tarde Alejandro III el Magno), hijo menor del rey
Filipo II. En el año 336 a.C., al acceder Alejandro
al trono, regresó a Atenas y estableció su propia
escuela: el
Liceo. Debido a que gran parte de las discusiones y debates se
desarrollaban mientras maestros y estudiantes caminaban por su
paseo cubierto, sus alumnos recibieron el nombre de
peripatéticos. La muerte de
Alejandro (323 a.C.) generó en Atenas un fuerte
sentimiento contra los macedonios, por lo que Aristóteles
se retiró a una propiedad
familiar situada en Calcis, en la isla de Eubea, donde
falleció un año más tarde.
Obras
Al igual que Platón en sus primeros años en la
Academia, Aristóteles utilizó muy a menudo la forma
dialogada de razonamiento, aunque, al carecer del talento
imaginativo de Platón, esta modalidad de expresión
no fue nunca de su pleno agrado. Si se exceptúan escasos
fragmentos mencionados en las obras de algunos escritores
posteriores, sus diálogos se han perdido por completo.
Aristóteles escribió además algunas notas
técnicas, como es el caso de un diccionario de
términos filosóficos y un resumen de las doctrinas
de Pitágoras; de estos apuntes sólo han sobrevivido
algunos breves extractos. Lo que sí ha llegado hasta
nuestros días, sin embargo, son las notas de clase que
Aristóteles elaboraba para sus cursos,
delimitados con gran esmero y que cubrían casi todos los
campos del saber y del arte. Los textos
en los que descansa la reputación de Aristóteles se
basan en gran parte en estas anotaciones, que fueron recopiladas
y ordenadas por sus editores posteriores.
Entre sus textos existen tratados de
lógica,
llamados en conjunto Organon (‘instrumento’), ya que
proporcionan los medios con los
que se ha de alcanzar el
conocimiento positivo. Entre las obras que tratan de las
ciencias
naturales está la Física, que recoge
amplia información sobre astronomía, meteorología, botánica y zoología. Sus escritos
sobre la naturaleza, el
alcance y las propiedades del ser, que Aristóteles
llamó "filosofía primera", recibieron el nombre de
Metafísica en la primera edición de
sus obras (c. 60 a.C.), debido a que en dicha
edición aparecían tras la Física. A su hijo
Nicómaco dedicó su obra sobre la ética,
llamada Ética a Nicómaco. Otros escritos
aristotélicos fundamentales son Retórica,
Poética (que se conserva incompleta) y Política
(también incompleta).
Métodos
Frente a la importancia que Platón concedió a las
matemáticas, la filosofía de
Aristóteles hizo hincapié en la biología,
quizá debido a la influencia que sobre él
ejerció la profesión de su padre. Para
Aristóteles, el mundo estaba compuesto por individuos
(sustancias) que se presentaban en tipos naturales fijos
(especies). Cada individuo cuenta con un patrón innato
específico de desarrollo y
tiende en su crecimiento hacia la debida autorrealización
como ejemplo de su clase. El crecimiento, la finalidad y la
dirección son, pues, aspectos innatos a la
naturaleza, y
aunque la ciencia
estudia los tipos generales, éstos, según
Aristóteles, encuentran su existencia en individuos
específicos. La ciencia y la
filosofía deben, por consiguiente, no limitarse a escoger
entre opciones de una u otra naturaleza, sino equilibrar las
afirmaciones del empirismo
(observación y experiencia sensorial) y el
formalismo (deducción racional).
Una de las aportaciones características de la filosofía de
Aristóteles fue la nueva noción de causalidad. Los
primeros pensadores griegos habían tendido a asumir que
sólo un único tipo de causa podía ser
explicatoria; Aristóteles propuso cuatro. (El
término que usa Aristóteles, aition, ‘factor
responsable y explicatorio’, no es sinónimo de causa
en el sentido moderno que posee esta palabra.)
Estas cuatro causas son: la causa material (materia de la
que está compuesta una cosa), la causa eficiente o motriz
(fuente de movimiento,
generación o cambio), la
causa formal (la especie, el tipo o la clase) y la causa final
(objetivo o
pleno desarrollo de
un individuo, o la función
planeada de una construcción o de un invento). Así
pues, un león joven está compuesto de tejidos y
órganos, lo que constituiría la causa material; la
causa motriz o eficiente serían sus padres, que lo
crearon; la causa formal es su especie (león); la causa
final es su impulso innato por convertirse en un ejemplar maduro
de su especie. En contextos diferentes, las mismas cuatro causas
se aplican de forma análoga. Así, la causa material
de una estatua es el mármol en que se ha esculpido; la
causa eficiente, el escultor; la causa formal, la forma que el
escultor ha dado a la estatua (Hermes o Afrodita, por ejemplo); y
la causa final, su función
(ser una obra de arte).
En todos los contextos, Aristóteles insiste en
que algo puede entenderse mejor cuando se expresan sus causas en
términos específicos y no en términos
generales. Por este motivo, se obtiene más información si se conoce que un escultor
realizó la estatua que si apenas se sabe que la
esculpió un artista, y se obtendrá todavía
más información si se sabe que fue Policleto el que
la cinceló, que si tan sólo se conoce que fue un
escultor no especificado.
Aristóteles creía que su noción de las
causas era la clave ideal para organizar el conocimiento.
Sus notas de clases son una impresionante prueba de la fuerza de
dicho esquema.
Doctrinas
En la siguiente exposición
se pueden apreciar algunos de los principales aspectos de las
doctrinas o teorías
del pensamiento
aristotélico.
Física o filosofía natural En astronomía, Aristóteles propuso la
existencia de un Universo
esférico y finito que tendría a la Tierra como
centro. La parte central estaría compuesta por cuatro
elementos: tierra,
aire, fuego y
agua. En su
Física, cada uno de estos elementos tiene un lugar
adecuado, determinado por su peso relativo o "gravedad
específica". Cada elemento se mueve, de forma natural, en
línea recta —la tierra
hacia abajo, el fuego hacia arriba— hacia el lugar que le
corresponde, en el que se detendrá una vez alcanzado, de
lo que resulta que el movimiento
terrestre siempre es lineal y siempre acaba por detenerse. Los
cielos, sin embargo, se mueven de forma natural e infinita
siguiendo un complejo movimiento circular, por lo que deben,
conforme con la lógica,
estar compuestos por un quinto elemento, que él llamaba
aither, elemento superior que no es susceptible de sufrir
cualquier cambio que no
sea el de lugar realizado por medio de un movimiento circular. La
teoría
aristotélica de que el movimiento lineal siempre se lleva
a cabo a través de un medio de resistencia es,
en realidad, válida para todos los movimientos terrestres
observables. Aristóteles sostenía también
que los cuerpos más pesados de una materia
específica caen de forma más rápida que
aquellos que son más ligeros cuando sus formas son
iguales, concepto
equivocado que se aceptó como norma hasta que el
físico y astrónomo italiano Galileo llevó a
cabo su experimento con pesos arrojados desde la torre inclinada
de Pisa.
Biología En zoología,
Aristóteles propuso un conjunto fijo de tipos naturales
(especies), que se reproducen de forma fiel a su clase.
Pensó que la excepción a esta regla la
constituía la aparición, por generación
espontánea (concepto que
acuñó), de algunas moscas y gusanos "muy
inferiores" a partir de fruta en descomposición o
estiércol. Los ciclos vitales típicos son
epiciclos: se repite el mismo patrón, aunque a
través de una sucesión lineal de individuos. Dichos
procesos son,
por lo tanto, un paso intermedio entre los círculos
inmutables de los cielos y los simples movimientos lineales de
los elementos terrestres. Las especies forman una escala que
comprende desde lo simple (con gusanos y moscas en el plano
inferior) hasta lo complejo (con los seres humanos en el plano
superior), aunque la evolución no es posible.
Ética Aristóteles creía que
la libertad de
elección del individuo hacía imposible un análisis preciso y completo de las
cuestiones humanas, con lo que las "ciencias
prácticas", como la política o la
ética, se llamaban ciencias
sólo por cortesía y analogía. Las
limitaciones inherentes a las ciencias prácticas quedan
aclaradas en los conceptos aristotélicos de naturaleza
humana y autorrealización. La naturaleza humana implica,
para todos, una capacidad para formar hábitos, pero los
hábitos formados por un individuo en concreto
dependen de la cultura y de
las opciones personales repetidas de ese individuo. Todos los
seres humanos anhelan la "felicidad", es decir, una
realización activa y comprometida de sus capacidades
innatas, aunque este objetivo puede
ser alcanzado por muchos caminos.
La Ética a Nicómaco es un análisis de la relación del carácter y
la inteligencia
con la felicidad. Aristóteles distinguía dos tipos
de "virtud" o excelencia humana: moral e
intelectual. La virtud moral es una
expresión del carácter,
producto de
los hábitos que reflejan opciones repetidas. Una virtud
moral siempre es el punto medio entre dos extremos menos
deseables. El valor, por
ejemplo, es el punto intermedio entre la cobardía y la
impetuosidad irreflexiva; la generosidad, por su parte,
constituiría el punto intermedio entre el derroche y la
tacañería. Las virtudes intelectuales, sin embargo,
no están sujetas a estas doctrinas de punto intermedio. La
ética aristotélica es una ética elitista:
para él, la plena excelencia sólo puede ser
alcanzada por el varón adulto y maduro perteneciente a la
clase alta y no por las mujeres, niños,
"bárbaros" (no griegos) o "mecánicos" asalariados
(trabajadores manuales, a los
cuales negaba el derecho al voto).
Como es obvio, en política es posible encontrar
muchas formas de asociación humana. Decidir cuál es
la más idónea dependerá de las
circunstancias, como, por ejemplo, los recursos
naturales, la industria, las
tradiciones culturales y el grado de alfabetización de
cada comunidad. Para
Aristóteles, la política no era un estudio de los
estados ideales en forma abstracta, sino más bien un
examen del modo en que los ideales, las leyes, las
costumbres y las propiedades se interrelacionan en los casos
reales. Así, aunque aprobaba la institución de la
esclavitud,
moderaba su aceptación aduciendo que los amos no
debían abusar de su autoridad, ya
que los intereses de amo y esclavo son los mismos. La biblioteca del
Liceo contenía una colección de 158 constituciones,
tanto de estados griegos como extranjeros. El propio
Aristóteles escribió la Constitución de Atenas como parte de la
colección, obra que estuvo perdida hasta 1890, año
en que fue recuperada. Los historiadores han encontrado en este
texto muy
valiosos datos para
reconstruir algunas fases de la historia
ateniense.
Lógica En lógica, Aristóteles
desarrolló reglas para establecer un razonamiento
encadenado que, si se respetaban, no producirían nunca
falsas conclusiones si la reflexión partía de
premisas verdaderas (reglas de validez). En el razonamiento los
nexos básicos eran los silogismos: proposiciones
emparejadas que, en su conjunto, proporcionaban una nueva
conclusión. En el ejemplo más famoso, "Todos los
humanos son mortales" y "Todos los griegos son humanos", se llega
a la conclusión válida de que "Todos los griegos
son mortales". La ciencia es
el resultado de construir sistemas de
razonamiento más complejos. En su lógica,
Aristóteles distinguía entre la dialéctica y
la analítica; para él, la dialéctica
sólo comprueba las opiniones por su consistencia
lógica. La analítica, por su parte, trabaja de
forma deductiva a partir de principios que
descansan sobre la experiencia y una observación precisa. Esto supone una
ruptura deliberada con la Academia de Platón, escuela donde la
dialéctica era el único método
lógico válido, y tan eficaz para aplicarse en la
ciencia como
en la filosofía.
Metafísica
En su Metafísica, Aristóteles abogaba por
la existencia de un ser divino, al que se describe como "Primer
Motor",
responsable de la unidad y significación de la naturaleza.
Dios, en su calidad de ser
perfecto, es por consiguiente el ejemplo al que aspiran todos los
seres del mundo, ya que desean participar de la
perfección. Existen además otros motores, como son
los motores
inteligentes de los planetas y las
estrellas (Aristóteles sugería que el número
de éstos era de "55 o 47"). No obstante, el "Primer
Motor" o Dios,
tal y como lo describe Aristóteles, no corresponde a
finalidades religiosas, como han observado numerosos filósofos y teólogos posteriores. Al
"Primer Motor", por ejemplo, no le interesa lo que sucede en el
mundo ni tampoco es su creador. Aristóteles limitó
su teología, sin embargo, a lo que él creía
que la ciencia necesita y puede establecer.
Influencia
Tras la caída del Imperio romano
las obras de Aristóteles se perdieron en Occidente.
Durante el siglo IX, los estudiosos musulmanes introdujeron su
obra, traducida al árabe, en el ámbito del islam. De estos
pensadores que examinaron y comentaron la obra
aristotélica, el más famoso fue Averroes,
filósofo hispanoárabe del siglo XII. En el siglo
XIII el Occidente latino renovó su interés
por la obra de Aristóteles y santo Tomás de
Aquino halló en ella una base filosófica para
orientar el pensamiento
cristiano, aunque su interpretación de Aristóteles
fuera cuestionada en un principio por las instancias
eclesiásticas. En las primeras fases de este
redescubrimiento, la filosofía de Aristóteles fue
tomada con cierto recelo, en gran parte debido a la creencia de
que sus enseñanzas conducían a una visión
materialista del mundo. Sin embargo, la obra de santo
Tomás acabaría siendo aceptada, continuando
más tarde la filosofía del escolasticismo la
tradición filosófica fundamentada en la
adaptación que santo Tomás hacía del
pensamiento aristotélico.
La influencia de la filosofía de
Aristóteles ha sido general, contribuyendo incluso a
determinar el lenguaje
moderno y el denominado sentido común, y su concepto del
"Primer Motor" como causa final ha tenido un importante papel dentro
de la teología. Antes del siglo XX, decir lógica
significaba en exclusiva hacer referencia a la lógica
aristotélica. Hasta el renacimiento,
e incluso después, tanto poetas como astrónomos
ensalzaron el concepto aristotélico del Universo. El
estudio de la zoología estuvo basado en la obra de
Aristóteles hasta que, en el siglo XIX, el
científico británico Charles Darwin
cuestionó la doctrina de la inmutabilidad de las especies.
En el siglo XX se ha producido una nueva apreciación del
método
aristotélico y de su relevancia para la educación, el
análisis de las acciones
humanas, la crítica literaria y el análisis
político.
No sólo la disciplina de
la zoología, sino el mundo del saber en general, parece
justificar el comentario realizado por Darwin, quien
llegó a afirmar que los héroes intelectuales de su
época "eran simples colegiales al lado del viejo
Aristóteles".
Ética (del griego ethika, de ethos, ‘comportamiento’, ‘costumbre’),
principios o
pautas de la conducta humana,
a menudo y de forma impropia llamada moral (del latín
mores, ‘costumbre’) y por extensión, el
estudio de esos principios a veces llamado filosofía
moral. Este artículo se ocupa de la ética sobre
todo en este último sentido y se concreta al ámbito
de la civilización occidental, aunque cada cultura ha
desarrollado un modelo
ético propio.
La ética, como una rama de la filosofía,
está considerada como una ciencia normativa, porque se
ocupa de las normas de la
conducta humana,
y para distinguirse de las ciencias formales, como las matemáticas y la lógica, y de las
ciencias empíricas, como la química y la
física. Las ciencias empíricas sociales, sin
embargo, incluyendo la psicología, chocan en
algunos puntos con los intereses de la ética ya que ambas
estudian la conducta social.
Por ejemplo, las ciencias
sociales a menudo procuran determinar la relación
entre principios éticos particulares y la conducta social,
e investigar las condiciones culturales que contribuyen a la
formación de esos principios.
Principios Éticos
Los filósofos han intentado determinar la
bondad en la conducta de acuerdo con dos principios fundamentales
y han considerado algunos tipos de conducta buenos en sí
mismos o buenos porque se adaptan a un modelo moral
concreto. El
primero implica un valor final o
summum bonum, deseable en sí mismo y no sólo como
un medio para alcanzar un fin. En la historia de la ética
hay tres modelos de
conducta principales, cada uno de los cuales ha sido propuesto
por varios grupos o
individuos como el bien más elevado: la felicidad o
placer; el deber, la virtud o la obligación y la
perfección, el más completo desarrollo de las
potencialidades humanas. Dependiendo del marco social, la
autoridad
invocada para una buena conducta es la voluntad de una deidad, el
modelo de la naturaleza o el dominio de la
razón. Cuando la voluntad de una deidad es la autoridad,
la obediencia a los mandamientos divinos o a los textos
bíblicos supone la pauta de conducta aceptada. Si el
modelo de autoridad es la naturaleza, la pauta es la conformidad
con las cualidades atribuidas a la naturaleza humana. Cuando rige
la razón, se espera que la conducta moral resulte del
pensamiento racional.
Prudencia, Placer O Poder
Algunas veces los principios elegidos no tienen especificado su
valor último, en la creencia de que tal
determinación es imposible. Esa filosofía
ética iguala la satisfacción en la vida con
prudencia, placer o poder, pero se
deduce ante todo de la creencia en la doctrina ética de la
realización natural humana como el bien
último.
Una persona que
carece de motivación
para tener una preferencia puede resignarse a aceptar todas las
costumbres y por ello puede elaborar una filosofía de la
prudencia. Esa persona vive, de
esta forma, de conformidad con la conducta moral de la
época y de la sociedad.
El hedonismo es la filosofía que enseña
que el bien más elevado es el placer. El hedonista tiene
que decidir entre los placeres más duraderos y los
placeres más intensos, si los placeres presentes tienen
que ser negados en nombre de un bienestar global y si los
placeres mentales son preferibles a los placeres
físicos.
Una filosofía en la que el logro más
elevado es el poder puede ser resultado de una
competición. Como cada victoria tiende a elevar el nivel
de la competición, el final lógico de una
filosofía semejante es un poder ilimitado o absoluto. Los
que buscan el poder pueden no aceptar las reglas éticas
marcadas por la costumbre y, en cambio, conformar otras normas y regirse
por otros criterios que les ayuden a obtener el triunfo. Pueden
intentar convencer a los demás de que son morales en el
sentido aceptado del término, para enmascarar sus deseos
de conseguir poder y tener la recompensa habitual de la
moralidad.
Desde que los hombres viven en comunidad, la
regulación moral de la conducta ha sido necesaria para el
bienestar colectivo. Aunque los distintos sistemas morales
se establecían sobre pautas arbitrarias de conducta,
evolucionaron a veces de forma irracional, a partir de que se
violaran los tabúes religiosos o de conductas que primero
fueron hábito y luego costumbre, o asimismo de leyes impuestas
por líderes para prevenir desequilibrios en el seno de la
tribu. Incluso las grandes civilizaciones clásicas egipcia
y sumeria desarrollaron éticas no sistematizadas, cuyas
máximas y preceptos eran impuestos por
líderes seculares como Ptahhotep, y estaban mezclados con
una religión
estricta que afectaba a la conducta de cada egipcio o cada
sumerio. En la China
clásica las máximas de Confucio fueron aceptadas
como código
moral. Los filósofos griegos, desde el siglo VI a.C. en
adelante, teorizaron mucho sobre la conducta moral, lo que
llevó al posterior desarrollo de la ética como una
filosofía.
En el siglo VI a.C. el filósofo heleno
Pitágoras desarrolló una de las primeras
reflexiones morales a partir de la misteriosa religión griega del
orfismo. En la creencia de que la naturaleza intelectual es
superior a la naturaleza sensual y que la mejor vida es la que
está dedicada a la disciplina
mental, fundó una orden semirreligiosa con leyes que
hacían hincapié en la sencillez en el hablar, el
vestir y el comer. Sus miembros ejecutaban ritos que estaban
destinados a demostrar sus creencias religiosas.
En el siglo V a.C. los filósofos griegos
conocidos como sofistas, que enseñaron retórica,
lógica y gestión
de los asuntos públicos, se mostraron escépticos en
lo relativo a sistemas morales absolutos. El sofista
Protágoras enseñó que el juicio humano es
subjetivo y que la percepción
de cada uno sólo es válida para uno mismo. Gorgias
llegó incluso al extremo de afirmar que nada existe, pues
si algo existiera los seres humanos no podrían conocerlo;
y que si llegaban a conocerlo no podrían comunicar ese
conocimiento.
Otros sofistas, como Trasímaco, creían que la
fuerza hace el
derecho. Sócrates
se opuso a los sofistas. Su posición filosófica,
representada en los diálogos de su discípulo
Platón, puede resumirse de la siguiente manera: la virtud
es conocimiento; la gente será virtuosa si sabe lo que es
la virtud, y el vicio, o el mal, es fruto de la ignorancia.
Así, según Sócrates, la educación como
aquello que constituye la virtud puede conseguir que la gente sea
y actúe conforme a la
moral.
Escuelas Griegas De Ética
La mayoría de las escuelas de filosofía moral
griegas posteriores surgieron de las enseñanzas de
Sócrates. Cuatro de estas escuelas fueron creadas por sus
discípulos inmediatos: los cínicos, los cirenaicos,
los megáricos (escuela fundada por Euclides de Megara) y
los platónicos.
Los cínicos, en especial el filósofo
Antístenes, afirmaban que la esencia de la virtud, el bien
único, es el autocontrol, y que
esto se puede inculcar. Los cínicos despreciaban el
placer, que consideraban el mal si era aceptado como una
guía de conducta. Juzgaban todo orgullo como un vicio,
incluyendo el orgullo en la apariencia, o limpieza. Se cuenta que
Sócrates dijo a Antístenes: "Puedo ver tu orgullo a
través de los agujeros de tu capa".
Los cirenaicos, sobre todo Aristipo de Cirene, eran hedonistas y
creían que el placer era el bien mayor (en tanto en cuanto
no
dominara la vida de cada uno), que ningún tipo de placer
es superior a otro y, por ello, que sólo es mensurable en
grado y
duración.
Los megáricos, seguidores de Euclides, propusieron que
aunque el bien puede ser llamado sabiduría, Dios o
razón, es ‘uno’ y que el Bien es el secreto
final del Universo que sólo puede ser revelado mediante el
estudio lógico.
Según Platón, el bien es un elemento esencial de la
realidad. El mal no existe en sí mismo, sino como reflejo
imperfecto de lo real, que es el bien. En sus Diálogos
(primera mitad del siglo IV a.C.) mantiene que la virtud humana
descansa en la aptitud de una persona para llevar a cabo su
propia función en el mundo. El alma humana está
compuesta por tres elementos —el intelecto, la voluntad y
la emoción— cada uno de los cuales posee una virtud
específica en la persona buena y juega un papel
específico. La virtud del intelecto es la
sabiduría, o el
conocimiento de los fines de la vida; la de la voluntad es el
valor, la capacidad de actuar, y la de las emociones es la
templanza, o el autocontrol.
La virtud última, la justicia, es
la relación armoniosa entre todas las demás, cuando
cada parte del alma cumple su tarea apropiada y guarda el lugar
que le corresponde. Platón mantenía que el
intelecto ha de ser el soberano, la voluntad figuraría en
segundo lugar y las emociones en el
tercer estrato, sujetas al intelecto y a la voluntad. La persona
justa, cuya vida está guiada por este orden, es por lo
tanto una persona buena. Aristóteles, discípulo de
Platón, consideraba la felicidad como la meta de la
vida. En su principal obra sobre esta materia, Ética a
Nicómaco (finales del siglo IV a.C.), definió la
felicidad como una actividad que concuerda con la naturaleza
específica de la humanidad; el placer acompaña a
esta actividad pero no es su fin primordial. La felicidad resulta
del único atributo humano de la razón, y funciona
en armonía con las facultades humanas. Aristóteles
mantenía que las virtudes son en esencia un conjunto de
buenos hábitos y que para alcanzar la felicidad una
persona ha de desarrollar dos tipos de hábitos: los de la
actividad mental, como el del conocimiento, que conduce a la
más alta actividad humana, la contemplación, y
aquéllos de la emoción práctica y la
emoción, como el valor. Las virtudes morales son
hábitos de acción que se ajustan al término
medio, el principio de moderación, y han de ser flexibles
debido a las diferencias entre la gente y a otros factores
condicionantes. Por ejemplo, lo que uno puede comer depende del
tamaño, la edad y la ocupación. En general,
Aristóteles define el término medio como el estado
virtuoso entre los dos extremos de exceso e insuficiencia;
así, la generosidad, una virtud, es el punto medio entre
el despilfarro y la tacañería. Para
Aristóteles, las virtudes intelectuales y morales son
sólo medios
destinados a la consecución de la felicidad, que es el
resultado de la plena realización del potencial
humano.
Estoicismo
La filosofía del estoicismo se desarrolló en
torno al
300 a.C. durante los periodos helenístico y romano.
En Grecia los
principales filósofos estoicos fueron Zenón de
Citio, Cleantes y Crisipo de Soli. En Roma el
estoicismo resultó ser la más popular de las
filosofías griegas y Cicerón fue, entre los romanos
ilustres, uno de los que cayó bajo su influencia. Sus
principales representantes durante el periodo romano fueron el
filósofo griego Epicteto y el emperador y pensador romano
Marco Aurelio. Según los estoicos, la naturaleza es
ordenada y racional, y sólo puede ser buena una vida
llevada en armonía con la naturaleza. Los filósofos
estoicos, sin embargo, también se mostraban de acuerdo en
que como la vida está influenciada por circunstancias
materiales el
individuo tendría que intentar ser todo lo independiente
posible de tales condicionamientos. La práctica de algunas
virtudes cardinales, como la prudencia, el valor, la templanza y
la justicia,
permite alcanzar la independencia
conforme el espíritu del lema de los estoicos, "Aguanta y
renuncia". De ahí, que la palabra estoico haya llegado a
significar fortaleza frente a la dificultad.
Epicureísmo
En los siglos IV y III a.C., el filósofo griego Epicuro
desarrolló un sistema de
pensamiento, más tarde llamado epicureísmo, que
identificaba la bondad más elevada con el placer, sobre
todo el placer intelectual y, al igual que el estoicismo,
abogó por una vida moderada, incluso ascética,
dedicada a la contemplación. El principal exponente romano
del epicureísmo fue el poeta y filósofo Lucrecio,
cuyo poema De rerum natura (De la naturaleza de las cosas),
escrito hacia la mitad del siglo I a.C., combinaba algunas ideas
derivadas de las
doctrinas cosmológicas del filósofo griego
Demócrito con otras derivadas de la
ética de Epicuro. Los epicúreos buscaban alcanzar
el placer manteniendo un estado de
serenidad, es decir, eliminando todas las preocupaciones de
carácter emocional. Consideraban las creencias y
prácticas religiosas perniciosas porque preocupaban al
individuo con pensamientos perturbadores sobre la muerte y la
incertidumbre de la vida después de ese tránsito.
Los epicúreos mantenían también que es mejor
posponer el placer inmediato con el objeto de alcanzar una
satisfacción más segura y duradera en el futuro;
por lo tanto, insistieron en que la vida buena lo es en cuanto se
halla regulada por la autodisciplina.
Ética Cristiana
Los modelos
éticos de la edad clásica fueron aplicados a las
clases dominantes, en especial en Grecia. Las
mismas normas no se extendieron a los no griegos, que eran
llamados barbaroi (bárbaros), un término que
adquirió connotaciones peyorativas. En cuanto a los
esclavos, la actitud hacia
los mismos puede resumirse en la calificación de
‘herramientas
vivas’ que le aplicó Aristóteles. En parte
debido a estas razones, y una vez que decayeron las religiones paganas, las
filosofías contemporáneas no consiguieron
ningún refrendo popular y gran parte del atractivo del
cristianismo
se explica por la extensión de la ciudadanía moral
a todos, incluso a los esclavos.
El advenimiento del cristianismo
marcó una revolución
en la ética, al introducir una concepción religiosa
de lo bueno en el pensamiento occidental. Según la idea
cristiana una persona es dependiente por entero de Dios y no
puede alcanzar la bondad por medio de la voluntad o de la
inteligencia,
sino tan sólo con la ayuda de la gracia de Dios. La
primera idea ética cristiana descansa en la regla de oro:
"Lo que quieras que los hombres te hagan a ti, házselo a
ellos" (Mt. 7,12); en el mandato de amar al prójimo como a
uno mismo (Lev. 19,18) e incluso a los enemigos (Mt. 5,44), y en
las palabras de Jesús: "Dad al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios" (Mt. 22,21).
Jesús creía que el principal significado de la
ley
judía descansa en el mandamiento "amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón y
con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente, y a tu
prójimo como a ti mismo" (Lc. 10,27).
El cristianismo primigenio realzó como virtudes el
ascetismo, el martirio, la fe, la misericordia, el perdón,
el amor no
erótico, que los filósofos clásicos de
Grecia y Roma apenas
habían considerado importantes.
Ética De Los Padres De La Iglesia
Uno de los puntos fuertes de la ética cristiana fue la
oposición al maniqueísmo, una religión de
origen persa que mantenía que el bien y el mal (la
luz y la
sombra) eran fuerzas opuestas que luchaban por el dominio absoluto.
El maniqueísmo tuvo mucha aceptación en los siglos
III y IV d.C. San
Agustín, considerado como el fundador de la
teología cristiana, fue maniqueo en su juventud pero
abandonó este credo después de recibir la
influencia del pensamiento de Platón. Tras su
conversión al cristianismo en el 387, intentó
integrar la noción platónica con el concepto
cristiano de la bondad como un atributo de Dios, y el pecado como
la caída de Adán, de cuya culpa una persona
está redimida por la gracia de Dios. La creencia
maniqueísta en el diablo persistió, sin embargo,
como se puede ver en la convicción de san
Agustín en la maldad intrínseca de la
naturaleza humana. Esta actitud pudo
reflejar su propio sentido de culpabilidad, por los excesos que
había cometido en la adolescencia y
puede justificar el énfasis que puso la primera doctrina
moral cristiana sobre la castidad y el celibato.
Durante la edad media
tardía, los trabajos de Aristóteles, a los que se
pudo acceder a través de los textos y comentarios
preparados por estudiosos árabes, tuvieron una fuerte
influencia en el pensamiento europeo. Al resaltar el conocimiento
empírico en comparación con la revelación,
el aristotelismo amenazaba la autoridad intelectual de la
Iglesia. El
teólogo cristiano santo Tomás de
Aquino consiguió, sin embargo, armonizar el
aristotelismo con la autoridad católica al admitir la
verdad del sentido de la experiencia pero manteniendo que
ésta completa la verdad de la fe. La gran autoridad
intelectual de Aristóteles se puso así al servicio de la
autoridad de la Iglesia, y la lógica aristotélica
acabó por apoyar los conceptos agustinos del pecado
original y de la redención por medio de la gracia divina.
Esta síntesis
representa la esencia de la mayor obra de Tomás de Aquino,
Summa Theologiae (1265-1273).
Ética Y Penitencia
Conforme la Iglesia medieval se hizo más poderosa, se
desarrolló un modelo de ética que aportaba el
castigo para el pecado y la recompensa de la inmortalidad para
premiar la virtud. Las virtudes más importantes eran la
humildad, la continencia, la benevolencia y la obediencia; la
espiritualidad, o la bondad de espíritu, era indispensable
para la moral.
Todas las acciones,
tanto las buenas como las malas, fueron clasificadas por la
Iglesia y se instauró un sistema de
penitencia temporal como expiación de los
pecados.
Las creencias éticas de la Iglesia medieval
fueron recogidas en literatura en la Divina
Comedia de Dante, que estaba influenciada por las
filosofías de Platón, Aristóteles y santo
Tomás de Aquino. En la sección de la Divina Comedia
titulada
‘Infierno’, Dante clasifica el pecado bajo tres
grandes epígrafes, cada uno de los cuales tenía
más subdivisiones. En un orden creciente de pecado
colocó los pecados de incontinencia (sensuales o
emocionales), de violencia o
brutalidad (de la voluntad), y de fraude o malicia
(del intelecto). Las tres facultades del alma de Platón
son repetidas así en su orden jerárquico original,
y los pecados son considerados como perversiones de una u otra de
las tres facultades.
Ética Después De La Reforma
La influencia de las creencias y prácticas éticas
cristianas disminuyó durante el renacimiento. La
Reforma protestante provocó un retorno general a los
principios básicos dentro de la tradición
cristiana, cambiando el énfasis puesto en algunas ideas e
introduciendo otras nuevas. Según Martín Lutero, la
bondad de espíritu es la esencia de la piedad cristiana.
Al cristiano se le exige una conducta moral o la
realización de actos buenos, pero la justificación,
o la salvación, viene sólo por la fe. El propio
Lutero había contraído matrimonio y el
celibato dejó de ser obligatorio para el clero
protestante.
El teólogo protestante francés y
reformista religioso Juan Calvino aceptó la doctrina
teológica de que la salvación se obtiene
sólo por la fe y mantuvo también la doctrina
agustina del pecado original. Los puritanos eran calvinistas y se
adhirieron a la defensa que hizo Calvino de la sobriedad, la
diligencia, el ahorro y la
ausencia de ostentación; para ellos la
contemplación era holgazanería y la pobreza era o
bien castigo por el pecado o bien la evidencia de que no se
estaba en gracia de Dios. Los puritanos creían que
sólo los elegidos podrían alcanzar la
salvación. Se consideraban a sí mismos elegidos,
pero no podían estar seguros de ello
hasta que no hubieran recibido una señal. Creían
que su modo de vida era correcto en un plano ético y que
ello comportaba la prosperidad mundana. La prosperidad fue
aceptada pues como la señal que esperaban. La bondad se
asoció a la riqueza y la pobreza al mal.
No lograr el éxito
en la profesión de cada uno pareció ser un signo
claro de que la aprobación de Dios había sido
negada. La conducta que una vez se pensó llevaría a
la santidad, llevó a los descendientes de los puritanos a
la riqueza material.
En general, durante la Reforma la responsabilidad individual se consideró
más importante que la obediencia a la autoridad o a la
tradición. Este cambio, que de una forma indirecta
provocó el desarrollo de la ética secular moderna,
se puede apreciar en De iure belli et pacis (La ley de la
guerra y la
paz, 1625) realizado por el jurista, teólogo y estadista
holandés Hugo Grocio. Aunque esta obra apoya algunas de
las doctrinas de santo Tomás de Aquino, se centra
más en las obligaciones
políticas y civiles de la gente dentro del
espíritu de la ley romana clásica. Grocio afirmaba
que la ley natural es parte de la ley divina y se funda en la
naturaleza humana, que muestra un deseo
por lograr la asociación pacífica con los
demás y una tendencia a seguir los principios generales en
la conducta. Por ello, la sociedad
está basada de un modo armónico en la ley
natural.
Filosofías Éticas Seculares
En el Leviatán (1651), el filósofo inglés
Thomas Hobbes
atribuye la mayor importancia a la sociedad organizada y al poder
político. Afirmaba que la vida humana en el "estado de
naturaleza" (independiente de o anterior a, la institución
del estado civil) es "solitaria, pobre, sucia, violenta y corta"
y que es "una guerra de
todos contra todos". En consecuencia, la gente busca seguridad
participando en un contrato social
en el que el poder original de cada persona se cede a un soberano
que, a su vez, regula la conducta.
Esta postura conservadora en política asume que
los seres humanos son malos y precisan un Estado fuerte para
reprimirlos. No obstante, Hobbes
afirmaba que si un soberano no da seguridad y orden
y es derrocado por sus súbditos, la sociedad vuelve al
estado de naturaleza y puede comprometerse en un nuevo contrato. La
doctrina de Hobbes relativa al estado y al contrato social
marcó el pensamiento del filósofo inglés
John Locke. En
sus dos Tratados sobre el
gobierno civil
(1690) Locke mantenía, sin embargo, que el fin del
contrato
social es limitar el poder absoluto de la autoridad y, como
contrapeso, promover la libertad
individual.
La razón humana es el criterio para una conducta
recta en el modelo elaborado por el filósofo
holandés Baruch Spinoza. En su obra más importante,
Ética (1677), Spinoza afirmaba que la ética se
deduce de la psicología y la
psicología de la metafísica. Sostenía que
todas las cosas son neutras en el orden moral desde el punto de
vista de la eternidad; sólo las necesidades e intereses
humanos determinan lo que se considera bueno o malo, el bien y el
mal. Todo lo que contribuye al conocimiento de la naturaleza del
ser humano o se halla en consonancia con la razón humana
está prefigurado como bueno. Por ello, cabe suponer que
todo lo que la gente tiene en común es lo mejor para cada
uno, lo bueno que la gente busca para los demás es lo
bueno que desea para sí misma. Además, la
razón es necesaria para refrenar las pasiones y alcanzar
el placer y la felicidad evitando el sufrimiento. El estado
humano más elevado, según Spinoza, es el "amor
intelectual de Dios" que viene dado por el conocimiento
intuitivo, una facultad mayor que la razón ordinaria. Con
el uso adecuado de esta propiedad, una
persona puede contemplar la totalidad del universo mental y
físico y considerar que éste engloba una sustancia
infinita que Spinoza denomina Dios sin disociarlo del mundo.
Las leyes de
Newton La mayoría de los grandes descubrimientos
científicos han afectado a la ética. Los
descubrimientos de Isaac Newton,
el filósofo científico inglés del siglo
XVII, aportaron uno de los primeros y más claros ejemplos
de esta influencia. Las leyes de Newton se
consideraron como prueba de un orden divino racional. La
opinión contemporánea al respecto fue expresada por
el poeta inglés Alexander Pope en el verso "Dios dijo:
¡dejad en paz a Newton!, y se
hizo la luz". Los
hallazgos e hipótesis de Newton provocaron que los
filósofos tuvieran confianza en un modelo ético tan
racional y ordenado como se suponía que era la
naturaleza.
Filosofías éticas anteriores al darwinismo
Durante el siglo XVIII, los filósofos
británicos David Hume, en Ensayos
morales y políticos (1741-1742), y Adam Smith,
autor de la teoría
económica del laissez-faire, en su Teoría de los
sentimientos morales (1759), formularon modelos éticos del
mismo modo subjetivos. Identificaron lo bueno con aquello que
produce sentimientos de satisfacción y lo malo con lo que
provoca dolor. Según Hume y Smith, las ideas de moral e
interés
público provocan sentimientos de simpatía entre
personas que tienden las unas hacia las otras incluso cuando no
están unidas por lazos de parentesco u otros lazos
directos.
El filósofo y novelista francés
Jean-Jacques Rousseau, en
su Contrato social (1762), aceptó la teoría de
Hobbes de una sociedad regida por las cláusulas de un
contrato social. En su novela Emilio o
De la
educación (1762) y en otras obras, sin embargo,
atribuía el mal ético a las inadaptaciones sociales
y mantuvo que los humanos eran buenos por naturaleza. El
anarquista, filósofo, novelista y economista
político británico William Godwin llevó esta
convicción hasta su extremo lógico en su Ensayo sobre
la justicia política (1793), que rechazaba todas las
instituciones
sociales, incluidas las del Estado, sobre la base de que su
simple existencia constituye la fuente del mal.
Una mayor aportación a la ética fue hecha
a finales del siglo XVIII por el filósofo alemán
Immanuel Kant en su
Fundamentación de la metafísica de las costumbres
(1785). Según Kant, no importa
con cuánta inteligencia actúe el individuo, los
resultados de las acciones humanas están sujetos a
accidentes y
circunstancias; por lo tanto, la moralidad de un acto no tiene
que ser juzgada por sus consecuencias sino sólo por su
motivación
ética. Sólo en la intención radica lo bueno,
ya que es la que hace que una persona obre, no a partir de la
inclinación, sino desde la obligación, que
está basada en un principio general que es el bien en
sí mismo. Como principio moral último, Kant
volvió a plantear el término medio en una forma
lógica: "Obra como si la máxima de tu acción
pudiera ser erigida, por tu voluntad, en ley universal de la
naturaleza". Esta regla es denominada imperativo
categórico, porque es general y a la vez encierra un
mandato. Kant insistió en que uno ha de tratar a los
demás como si fueran "en cada caso un fin, y nunca
sólo un medio".
Utilitarismo La doctrina ética y
política conocida como utilitarismo fue formulada por el
británico Jeremy Bentham hacia finales del siglo XVIII y
más tarde comentada por el también filósofo
y británico James Mill y su hijo John Stuart Mill. En su
Introducción a los principios de la moral y
la legislación (1789), Bentham explicó el principio
de utilidad como el
medio para contribuir al aumento de la felicidad de la comunidad.
Creía que todas las acciones humanas están
motivadas por un deseo de obtener placer y evitar el sufrimiento.
Al ser el utilitarismo un hedonismo universal, y no un hedonismo
egoísta como podría interpretarse el
epicureísmo, su bien más elevado consiste en
alcanzar la mayor felicidad para el mayor número de
personas.
Ética hegeliana En La filosofía del
Derecho (1821), el filósofo alemán Georg Wilhelm
Friedrich Hegel
aceptó el imperativo categórico de Kant, pero lo
enmarcó en una teoría universal evolutiva donde
toda la historia está contemplada como una serie de etapas
encaminadas a la manifestación de una realidad fundamental
que es tanto espiritual como racional. La moral, según
Hegel, no es
el resultado de un contrato social, sino un crecimiento natural
que surge en la familia y
culmina, en un plano histórico y político, en el
Estado prusiano de su tiempo. "La
historia del mundo, escribió, es disciplinar la voluntad
natural incontrolada, llevarla a la obediencia de un principio
universal y facilitar una libertad subjetiva".
El filósofo y teólogo danés
Sören Kierkegaard reaccionó con fuerza en contra del
modelo de Hegel. En O lo Uno o lo Otro (1843), Kierkegaard
manifestó su mayor preocupación ética, el
problema de la elección. Creía que modelos
filosóficos como el de Hegel ocultan este problema crucial
al presentarlo como un asunto objetivo con una solución
universal, en vez de un asunto subjetivo al que cada persona
tiene que enfrentarse de manera individual. La propia
elección de Kierkegaard fue vivir sometido a la
ética cristiana. Su énfasis en la necesidad de la
elección tuvo influencia en algunos filósofos
relacionados con el movimiento conocido como existencialismo, tanto como con algunos
filósofos críticos, cristianos y
judíos.
Ética a partir de Darwin
El desarrollo científico que más afectó a la
ética después de Newton fue la teoría de la
evolución presentada por Charles Darwin.
Los hallazgos de Darwin facilitaron soporte documental al modelo,
algunas veces denominado ética evolutiva, término
aportado por el filósofo británico Herbert Spencer,
según el cual la moral es sólo el resultado de
algunos hábitos adquiridos por la humanidad a lo largo de
la evolución. El filósofo alemán Friedrich
Nietzsche dio
una explicación asombrosa pero lógica de la
tesis
darwinista acerca de que la selección
natural es una ley básica de la naturaleza. Según
Nietzsche, la
llamada conducta moral es necesaria tan sólo para el
débil. La conducta moral —en particular la defendida
por el judeocristianismo, que según él es una
doctrina esclava— tiende a permitir que el débil
impida la autorrealización del fuerte. De acuerdo con
Nietzsche, toda acción tendría que estar orientada
al desarrollo del individuo superior, su famoso Übermensch
(‘superhombre’), que será capaz de realizar y
cumplir la más nobles posibilidades de la existencia.
Nietzsche encontró que este ser ideal quedaba
ejemplificado en los filósofos griegos clásicos
anteriores a Platón y en jefes militares como Julio
César y Napoleón.
En oposición al concepto de lucha despiadada e
incesante como fundamento de la ley rectora de la naturaleza, el
anarquista y filósofo ruso Piotr Alexéievich
Kropotkin, entre otros, presentó estudios de conducta
animal en la naturaleza demostrando que existía la ayuda
mutua. Kropotkin afirmó que la supervivencia de las
especies se mantiene a través de la ayuda mutua y que los
humanos han alcanzado la primacía entre los animales a lo
largo de la evolución de las especies mediante su
capacidad para la asociación y la cooperación.
Kropotkin expuso sus ideas en una serie de trabajos, entre ellos
Ayuda mutua, un factor en la evolución (1890-1902) y
Ética, origen y desarrollo (publicado después de su
muerte en
1924). En la creencia de que los gobiernos se basan en la fuerza
y que si son eliminados el instinto de cooperación de la
gente llevaría de forma espontánea hacia la
implantación natural de un orden cooperativo, Kropotkin
defendió el anarquismo.
Los antropólogos han aplicado los principios evolutivos al
estudio de las sociedades y
las culturas humanas. Estos análisis han vuelto a subrayar
los distintos conceptos del bien y del mal planteados por
diferentes sociedades;
por lo tanto, se creía que la mayoría de esos
conceptos tenía un valor más relativo que
universal. De entre los conceptos éticos basados en un
enfoque antropológico resaltan los del antropólogo
finlandés Edvard A. Westermarck en Relatividad
ética (1932).
Psicoanálisis Y Conductismo
La ética moderna está muy influida por el psicoanálisis de Sigmund Freud y
sus seguidores y las doctrinas conductistas basadas en los
descubrimientos sobre estímulo-respuesta del
fisiólogo ruso Iván Petróvich Pávlov.
Freud
atribuyó el problema del bien y del mal en cada individuo
a la lucha entre el impulso del yo instintivo para satisfacer
todos sus deseos y la necesidad del yo social de controlar o
reprimir la mayoría de esos impulsos con el fin de que el
individuo actúe dentro de la sociedad. A pesar de que la
influencia de Freud no ha sido
asimilada por completo en el conjunto del pensamiento
ético, la psicología freudiana ha mostrado que la
culpa, respondiendo a motivaciones de naturaleza sexual, subyace
en el pensamiento clásico que dilucida sobre el bien y el
mal.
El conductismo, a
través de la observación de los comportamientos
animales,
formuló una teoría según la cual la
naturaleza humana podía ser variada, creando una serie de
estímulos que facilitaran circunstancias favorables para
respuestas sociales condicionadas. En la década de 1920 el
conductismo fue aceptado en Estados Unidos,
en especial en teorías
de pediatras, aprendizaje
infantil y educación en general.
Tuvo su mayor influencia, sin embargo, en el pensamiento de la
antigua Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas. Allí, el llamado nuevo ciudadano
soviético fue instruido de acuerdo con los principios
conductistas a través del condicionante poder de la
rígida y controlada sociedad soviética. La
ética soviética definía lo bueno como todo
aquello beneficioso para el Estado y lo malo como aquello que se
le oponía o lo cuestionaba.
En sus escritos de finales del siglo XIX y principios
del XX, el filósofo y psicólogo estadounidense
William James abordó algunos de los puntos centrales y
característicos en las interpretaciones de
Freud y Pávlov. James es más conocido como el
fundador del pragmatismo,
que defiende que el valor de las ideas está determinado
por sus consecuencias. Su mayor contribución a la
teoría ética, no obstante, descansa en su
insistencia al valorar la importancia de las interrelaciones,
tanto en las ideas como en otros fenómenos.
Tendencias Recientes
El filósofo británico Bertrand Russell marcó
un cambio de rumbo en el pensamiento ético de las
últimas décadas. Muy crítico con la moral
convencional, reivindicó la idea de que los juicios
morales expresan deseos individuales o hábitos aceptados.
En su pensamiento, tanto el santo ascético como el sabio
independiente son pobres modelos humanos porque ambos son
individuos incompletos. Los seres humanos completos participan en
plenitud de la vida de la sociedad y expresan todo lo que
concierne a su naturaleza. Algunos impulsos tienen que ser
reprimidos en interés de la sociedad y otros en
interés del desarrollo del individuo, pero el crecimiento
natural ininterrumpido y la autorrealización de una
persona son los factores que convierten una existencia en buena y
una sociedad en una convivencia armoniosa.
Varios filósofos del siglo XX, algunos de los
cuales han asumido las teorías del existencialismo, se han interesado por el problema
de la elección ética individual lanzada por
Kierkegaard y Nietzsche. La orientación de algunos de
estos pensadores es religiosa, como la del filósofo ruso
Nikolái Alexándrovich Berdiáiev, que
subrayó la libertad del espíritu individual; la del
filósofo austro-judío Martin Buber, que se
ocupó de la moral de las relaciones entre individuos; la
del teólogo protestante germano-estadounidense Paul
Tillich, que resaltó el valor de ser uno mismo, y la del
filósofo y dramaturgo católico francés
Gabriel Marcel y el filósofo y psiquiatra protestante
alemán Karl Jaspers, ambos interesados en la unicidad del
individuo y la importancia de la
comunicación entre los individuos. Una tendencia
distinta en el pensamiento ético moderno caracteriza los
escritos de los filósofos franceses Jacques Maritain y
Étienne Gilson, que siguieron la línea marcada por
santo Tomás de Aquino. Según Maritain, "el
existencialismo verdadero" pertenece a esta tradición
cristiana.
Otros filósofos modernos no aceptan ninguna de
las religiones
tradicionales. El filósofo alemán Martin Heidegger
mantenía que no existe ningún Dios, aunque alguno
puede surgir en el futuro. Los seres humanos, por lo tanto, se
hallan solos en el Universo y
tienen que adoptar y asumir sus decisiones éticas en la
conciencia
constante de la muerte. El
filósofo y escritor francés Jean-Paul Sartre
razonó su agnosticismo pero también resaltó
la heideggeriana conciencia de la
muerte. Sartre mantuvo
que los individuos tienen la responsabilidad ética de comprometerse en
las actividades sociales y políticas
de su tiempo. El
supuesto conflicto
sobre la existencia de un Dios omnipresente, no revestía
ningún sentido de trascendencia para el individuo, pues en
nada afectaba a su compromiso con la libertad personal
Entre otros filósofos modernos, como el
estadounidense John Dewey, figuran los que se han interesado por
el pensamiento ético desde el punto de vista del
instrumentalismo. Según Dewey, el bien es aquello que ha
sido elegido después de reflexionar tanto sobre el medio
como sobre las probables consecuencias de llevar a cabo ese acto
considerado bueno o un bien.
La discusión contemporánea sobre la
ética ha continuado con los escritos de George Edward
Moore, en particular por los efectos de su Principia ethica.
Moore mantuvo que los principios éticos son definibles en
los términos de la palabra bueno, considerando que
‘la bondad’ es indefinible. Esto es así porque
la bondad es una cualidad simple, no analizable.
Los filósofos que no están de acuerdo con Moore en
este sentido, y que creen que se puede analizar el bien, son
llamados naturalistas. A Moore se le califica de intuicionista.
Naturalistas e intuicionistas consideran los enunciados
éticos como descriptivos del mundo, o sea, verdadero o
falso. Los filósofos que difieren de esta posición
pertenecen a una tercera escuela, no cognitiva, donde la
ética no representa una forma de conocimiento y el
lenguaje
ético no es descriptivo. Una rama importante de la escuela
no cognitiva defiende el empirismo o
positivismo
lógico, que cuestiona la validez de los planteamientos
éticos que están comparados con enunciados de hecho
o de lógica. Algunos empiristas lógicos afirman que
los enunciados éticos sólo tienen significado
emocional o persuasivo.
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