Indice
1.
Desarrollo
2. La continuidad de todo
conocimiento
3. Origen histórico de la
teología.
4.
Conclusión
5. Bibliografía
Conocimiento espontáneo y conocimiento
filosófico: La filosofía es una ciencia de
especie única. Las demás ciencias
siempre se preocupan de un solo aspecto de la realidad (son
particulares en su objeto), mientras que la filosofía mira
a la realidad como tal. Intenta entender el significado
último de la realidad del ser, de la existencia, de la
vida, tratando de obtener las explicaciones últimas, las
causas últimas o primeros principios de la
realidad. En resumen, hay tres niveles de conocimiento
natural al hombre: 1)
sentido común; 2) ciencia; 3)
filosofía. Los tres están al alcance de cualquier
persona puesto
que son características de la inteligencia
humana; además, son naturales, a diferencia de la fe, que
es sobrenatural. A pesar de que la fe es dada directamente por
Dios al hombre,
también es conocimiento; precisamente por ser dada por
Dios es sobrenatural. Los otros tres grados de conocimiento son
naturales en el sentido de que el hombre
puede adquirirlos por medio de sus facultades, de la sensibilidad
y de la inteligencia
en contacto con la realidad. La teología, es el uso de la
razón iluminada por la fe para tratar de entender mejor
aquello que creemos. Ahora bien, como Dios, que es la felicidad
última del hombre y explicación última del
significado del mundo, forma parte del contenido de las
explicaciones o causas últimas de toda la realidad.
Así pues, la filosofía y la teología tienen
en común el ser sabiduría. Por la sabiduría
entendemos el modo más alto tipo de conocimiento al que
el hombre
puede aspirar; el
conocimiento de todas las cosas por sus causas
últimas. En este sentido estricto, no es posible que el
hombre adquiera la sabiduría, ya que requiere una mente
divina. Este conocimiento total de todas las cosas es imposible
para una inteligencia finita: sin embargo, el hombre puede
perseguir esta sabiduría, intentar conocer cada vez
más, mejor y con mayor profundidad. Esto lo hacemos en dos
niveles:: a nivel natural, por medio de la filosofía, que
es precisamente amor a la
sabiduría. Esto es lo que la palabra "filosofía"
quiere decir: "fhilo" es un término griego que significa
"amigo de". Y "sofhia" significa sabiduría. La
filosofía es la búsqueda de la sabiduría.
El
conocimiento filosófico siempre puede aumentar: en
extensión, en profundidad, en su ámbito de estudio,
etc. Pero Dios, en su misericordia y bondad, ha decidido
comunicar directamente al hombre una participación de su
sabiduría. Es sólo una participación, puesto
que no tenemos una inteligencia infinita. De igual modo que nos
creó y nos hizo participar del ser, también quiere
que participemos de su sabiduría, de su conocimiento, y
nos revela lo que sabe: la revelación divina que aceptamos
por la fe. Por tanto, al aceptar la revelación divina
poseemos una sabiduría muy superior a la filosofía,
que sólo es una sabiduría natural. Pero la
razón la seguimos usando para profundizar en el
entendimiento de la revelación divina, y así,
aunque el conocimiento por fe es superior al que podamos adquirir
por la sola razón, la fe no sustituye a la razón,
sino que está en continuidad con ella. Decimos que la
razón es elevada por la fe, y esto es exactamente lo que
hace la teología con la filosofía. La
filosofía es producto de la
sola razón, la teología es producto de la
razón iluminada por la fe. La teología ayuda, eleva
y da mayor profundidad a la filosofía. Esta
filosofía iluminada por la teología (la
razón iluminada por la fe) es capaz de ver las
explicaciones internas de la realidad con una luz mucho
más clara: la luz de la fe.
Pero esto también significa que la teología utiliza
la filosofía. Así como la fe es dada a la
razón, hay que usar la razón para aceptar esa fe.
Decimos que la fe es sobrenatural y libre: libre porque no
estamos obligados a creer. Además es razonable porque
encaja a la perfección con la razón; está
ajustada a la razón. Si fuera de otra manera no
constituiría una "revelación", no nos
revelaría nada.
2. La continuidad de todo
conocimiento
Volvamos a los tres niveles de conocimiento natural. Si
se empieza por el más bajo, no encontramos con el
conocimiento espontáneo del sentido común. Si
seguimos el recorrido de la inteligencia, e intentamos entender
el por qué de lo que siempre hemos aceptado por sentido
común, llegamos a la ciencia y
la filosofía, al conocimiento de las cosas por sus causas
(la ciencia en
general) o por sus últimas causas (filosofía). El
sentido común y la ciencia son dos niveles de desarrollo;
entre ellos hay la misma diferencia que entre un niño de
cinco años y ese mismo niño diez años
después: sabe más y tiene más experiencia y
madurez, pero sigue siendo la misma persona. De igual
manera, no es tarea de la ciencia o de la filosofía
"demostrar que el sentido común ha errado", sino llevarlo
a su perfección aportando las razones, las explicaciones y
las causas, los porqué de los hechos ciertos conocidos por
el sentido común, que deber ser aceptados como punto de
partida incuestionable, puesto que son aquella realidad que
intentamos entender. Las verdades que hacer referencia a Dios y
al hombre forman parte de ese conocimiento por sentido
común, si bien de forma muy simple. ¿Cómo se
empieza a conocer la existencia de Dios? El niño tiene
espontáneamente la idea de que Dios existe, sin
ningún tipo de razonamiento, desde que llega al uso de
razón. En algunos casos este conocimiento
espontáneo es ayudado por una formación religiosa;
pero incluso sin este tipo de explicación, tiene la idea
de un Ser superior, Señor de todas las cosas. El
entendimiento humano se despierta por este contacto con la
realidad, y cuando se da cuenta de que las cosas existen, que
están ahí, que son limitadas, entonces piensa de
manera muy natural en un creador. ¿Quién ha hecho
todo esto? Y la respuesta es: alguien muy poderoso, un ser muy
infinito. Al mismo tiempo, el hombre
adquiere la idea de que Ese Ser infintino le premiará o le
castigará según sea bueno o malo. Así, la
idea de ley moral,
relacionada con Dios, también se halla en el entendimiento
desde el principio, y de allá brota el sentimiento de
culpa. Hay además un tercera idea: de algún modo
viviremos para siempre (inmortalidad del alma humana). El
descubrimiento de la muerte
supone un "schock" para los niños,
ya que no se le ocurre que la vida puede ir hacia un final. Para
ello la vida es más real que la muerte. Dios,
la ley natural (ley
moral) y la
inmortalidad del alma son realidades a las que llega el
sentimiento común. Pero el conocimiento por sentido
común ni puede ni demuestra nada, de esto se ocupan las
ciencias y la
filosofía. Ahora bien, la ciencia y la filosofía
tratan de la misma realidad que el sentido común. La
realidad de este conocimiento espontáneo por sentido
común depende de las disposiciones de la persona; en
último término, de su libertad y
respuesta a la gracia. Por esta razón es muy importante
educar la conciencia de los
niños
desde el principio, y dejarles que vayan a la confesión
Sacramental cuando llegue al uso de su razón. Clasificar
estos puntos en su cabeza y su corazón le
da mucha paz y alegría. Por lo que respecta al esfuerzo
del conocimiento filosófico, tiene que estar en
armonía con el recto uso del sentimiento común.
Para el creyente es decir, la persona que ha recibido el don de
la fe por el bautismo, esta armonía se ve grandemente
ayudada y garantizada por la fe, que impide a la razón
caer en errores por lo que se refiere a Dios y a la
salvación del hombre. Por otra parte cuando la
filosofía está sola puede falsear el sentido
común en lugar de seguir la línea marcada por
Él. De hecho, desde que la filosofía se
separó de la teología en el siglo XVII con el
advenimiento del racionalismo
cartesiano, algunos filósofos han hecho esfuerzos monumentales
para falsear el sentido común, para contradecir el
conocimiento espontáneo de las cosas. Sabían que
así minaban la fe, porque la fe está en continuidad
con la razón, y de igual modo están en sentido
común, filosofía y teología. Si la
filosofía rompe esta continuidad, se abre una brecha entre
sentido común y fe que no puede ser superada. Por este
motivo, para nosotros es tan importante el ser guiados por
nuestra fe; esto nos da seguridad en que
la filosofía, el uso de la razón sola, no se
apartará del sentido común y de la verdad. La fe es
el guía, el faro que conduce a la razón por el
camino seguro en
cuestiones religiosas y morales. La fe utiliza la razón,
pero la razón depende de la fe, es guiada por la fe. A la
filosofía se la ha llamado "servidora" de la
teología (ancilla theologiae). la teología necesita
de la filosofía; pero de aquí no se deduce que la
filosofía esté por encima de la filosofía:
está al servicio de la
teología. En esto reside la dignidad de la razón;
en estar al servicio de un
conocimiento más elevado dado por Dios directamente al
hombre (revelación), que es, por supuesto, superior a
cualquier conocimiento que el hombre pueda adquirir por si mismo.
La sabiduría sobrenatural es infinitamente mayor que la
sabiduría natural. Y es motivo de orgullo para la
sabiduría natural servir a la sabiduría
sobrenatural. Así es como la fe y la razón se
relacionan, según explicó el Concilio Vaticano
I.
3. Origen histórico
de la teología.
La filosofía cristiana: La reforma protestante
del siglo XVI fue una ruptura con la autoridad de
la Iglesia..Un
siglo más tarde la filosofía cartesiana
separó la razón de la autoridad de
la fe. Desde entonces, gran parte de la filosofía
moderna ha nacido contraria a la fe, y es en algunas
ocasiones profundamente anticristiana. Pero ¿Qué
pasó en los comienzos del cristianismo?
Cuando los Apóstoles empezaron a predicar la fe ¿a
qué tipo de gente le predicaron? ¿Qué
filosofía tenían? Si consideramos, por ejemplo, las
Epístolas de San Pablo, encontraremos que tienen una
explicación de la fe cristiana, y también vemos que
utiliza muchos conceptos conocidos ya por las personas que le
oían: justicia,
felicidad o humildad. La gente conocía estos conceptos
pero aquí se emplean en un nuevo contexto. Para explicar
la fe a estas gentes, los Padres de la Iglesia (que
es el nombre de los primeros maestros cristianos) aceptaron gran
parte de las filosofías de aquellos momentos, puesto que
algunas de sus explicaciones eran válidas y aceptables,
como las que se referían ala ley moral, a Dios y a la
inmortalidad del alma humana. El propósito de los Padres
de la Iglesia era explicar mejor la fe. Su motivación
procedía por completo de la fe. No eran filósofos o personas interesadas en la
filosofía en cuanto tal, pero sí lo estaban en la
salvación de las almas, en que la gente llegara a conocer
el Evangelio, la buena noticia de Dios, y así encontrara
el camino de la salvación. Naturalmente, para lograr esto
tenían que usar un tipo de lenguaje y
unos conceptos que todos pudieran entender. Usaron la
filosofía natural: de este modo, los Padres crearon un
instrumento filosófico en armonía con la fe; toda
una filosofía creció bajo auspicios, por así
decir, de la fe cristiana. Bajo esta protección de la fe
cristiana surgió una nueva filosofía : pero
además incorporaba nuevos conceptos para tratar de
explicar las "nuevas cosas" de la revelación cristiana,
como Nuestro Señor dicen en el Evangelio (cfr. Mt. 9,17):
cuando se tiene vino nuevo, es preferible usar odres nuevos.
Así, todo un cuerpo de conocimiento filosófico fue
creado, y a esto es a lo que se llama filosofía cristiana,
una filosofía relacionada con la revelación
cristiana, con los misterios cristianos revelados a la Iglesia.
Pero siempre, en cualquier caso, filosofía: para tratar de
entender y explicar estos misterios, la teología usa
argumentos de razón, que, por consiguiente, no son
teológicos sino filosóficos. Sin embargo, son como
instrumentos de la teología. A partir de este momento, la
teología se desarrolló combinando el conocimiento
filosófico con los datos de la
revelación. Esto sucedió en los orígenes del
cristianismo.
Del siglo IV en adelante, tenemos los Concilios Ecuménicos
(reuniones de todos los obispos de la Iglesia presididos por el
Papa). El primero de ellos tuvo lugar en Nicea (cerca de
Constantinopla) en el año 325. Desde entonces ha habido 21
Concilios ecuménicos, el último de los cuales fue
el Vaticano II (1962-1965). El propósito de estas
reuniones era precisar y elaborar la doctrina cristiana
respondiendo, a las necesidades de cada tiempo, y
proporcionar reglas prácticas e instrucciones para la vida
moral, el culto y la recepción de los sacramentos. En la
elaboración de la doctrina, la tarea de estos concilios,
ayudados de los Padres de la Iglesia, más tarde llamados
Doctores de la Iglesia en general, era servir a la Iglesia.
Así es como la teología ha venido sirviendo a la
Iglesia durante siglos. Esto significa, en consecuencia, que la
autoridad docente de la Iglesia (Magisterio), dada a los
Apóstoles encabezados por Pedro (cuyos sucesores son los
Obispos y el Papa), ha usado términos y conceptos
filosóficos en las formulaciones dogmáticas. Cuando
la autoridad docente de la Iglesia declara una verdad revelada
para ser creída por el creyente, lo hace mediante los
dogmas o formulaciones dogmáticas. La infabilidadad de la
Iglesia es lo único que hace que estas formulaciones sean
dogmáticas, es decir, parte de las enseñanzas de la
Iglesia, parte de la fe. Estos dogmas no son meras elaboraciones
teológicas, sino que son verdades de la fe, contenidas
explícitas o implícitamente en la Sagrada Escritura y
Tradición (una "elaboración teológica" es
una conclusión desde la fe, no la fe misma o la verdad de
fe). Como estos dogmas contienen términos y conceptos
filosóficos, es necesario estudiar filosofía para
estudiar teología. Nuestra aproximación a las
verdades filosóficas debe ser para ver cómo
están en armonía con nuestra fe. "Antes de la
venida de Cristo, dice Sto. Tomás de Aquino (In symbolum
Apostolorum), ningún filósofo podía, a pesar
de todos sus esfuerzos, aprender acerca de Dios y de lo necesario
para salvarse, tanto como lo que una viejecita, después de
la venida de Cristo, conoce la fe".
Aeterni Patris, encíclica publicada por el papa
León XIII el 4 de agosto de 1879 en la basílica de
San Pedro. Aeterni Patris (Del Padre eterno, subtitulada Sobre la
restauración de la filosofía cristiana) se inserta
en la larga serie de documentos que
León XIII dedicó a la reorganización moral
de la Iglesia católica con la intención de reforzar
su influencia institucional y recuperar el prestigio perdido tras
las revoluciones liberales acaecidas en Europa durante la
primera mitad del siglo XIX.En el contenido de la
encíclica, el Papa revisaba la historia de los pensadores
cristianos y ensalzaba las cualidades de la filosofía como
recurso dialéctico contra el laicismo y el positivismo.
Para ello, afirmaba que la filosofía debía ser
formalmente impecable pero que doctrinalmente estaría
sujeta a la revelación divina. Se recuperaba así el
antiguo concepto
philosophia ancilla theologiae (la filosofía como ciencia
auxiliar de la teología) del escolasticismo medieval.
Precisamente la escolástica y su máximo
representante, santo Tomás de
Aquino, fueron erigidos por León XIII en paradigmas de
lo que debían ser la filosofía y el filósofo
cristianos. Las recomendaciones del Papa encontraron una gran
acogida en el seno de la Iglesia y toda una escuela de
pensamiento
católico, vinculada al denominado neoescolasticismo,
surgió tras la aparición de esta encíclica.
Especial influencia tuvo en Francia, donde
recibiría un importante impulso a través de autores
como Jacques Maritain, Georges Bernanos, Étienne Gilson y
Martin d´Arcy. La fe en la existencia de las almas puede
tener efectos sociales importantes mediante el reforzamiento de
los deberes morales y servir como principio guiador en la vida.
El significado cultural de la creencia en las almas refleja la
universalidad de los problemas para
los cuales representa una respuesta: la compleja cuestión
de la
personalidad humana, las experiencias morales y espirituales
de la vida, y la eterna cuestión de la inmortalidad. " Ya
se han escrito todas las buenas máximas, solo falta
ponerlas en práctica.", lo decía Pascal. Siempre
mi vida ha girado en un constante aprendizaje de
aplicación de la filosofía en la vida. Pero resulta
que eso es tan extraño, complejo y misterioso que llamamos
filosofía se parece mucho a lo que todos los hombres hacen
todos los días desde el principio del mundo. Por lo
cuál, tal vez no sea tan extraño, y desde luego es
algo muy propio del hombre. Yo me encuentro en el mundo, rodeado
de cosas, haciendo algo con ellas, "viviendo". Cuándo
caigo en la cuenta de eso, llevo ya mucho tiempo viviendo, es
decir, que mi vida ha empezado ya, no he asistido a su comienzo.
Entre las cosas que encuentro está mi propio cuerpo, que
se presenta como una cosa más, que me gusta más o
menos, que funciona bien o mal, que no he elegido. Es cierto que
me acompaña siempre, que lo llevo siempre "puesto", que lo
que le pasa me interesa y me afecta, que por medio de él
veo, toco, me relaciono con todas las cosas; que por él
esta aquí estoy yo aquí, y que gracias a él
cambio de
lugar. Y también encuentro eso que llaman las "Facultades
psíquicas": la inteligencia, la memoria, la
voluntad, el carácter.
A lo mejor mi inteligencia es buena para algo, pero mala para
otras cosas; o recuerdo bien los versos y mal
los números de teléfono; o tengo voluntad débil, o
mal genio. Nada de eso he elegido, nada de eso soy yo, sino que
es mío, como el país o la época en que he
nacido, la familia a
la que pertenezco, mi condición social, etc. Con todo
eso que encuentro a mi disposición, bueno o
malo, tengo que hacer mi vida, tengo que elegir en cada momento
lo que voy a hacer, quién voy a ser. Lo más
grave es que la parte más interesante del mundo no
está presente, no dispongo de ella, porque lo que
elijo es quién voy a ser mañana, y el mañana
no existe; existirá… mañana; es el futuro. Y el
futuro es inseguro, incierto, está oculto.
¿Qué hacer?, ¿Que
elegir?, ¿Que camino tomar?, no tengo más
remedio que tratar de ver juntas todas mis posibilidades, para
poder elegir
entre ellas. Y, ¿Cómo elegiré? depende
de quién quiero ser, de mi proyecto. Es
decir, que tengo que imaginarme primero como tal persona, como
tal hombre o mujer, y ese
proyecto
imaginario es el que, ante las posibilidades que tengo ante
mí, decide. Dicho con otras palabras, para vivir tengo que
ponerme ante todo a pensar, a imaginarme a mi mismo y ver en su
conjunto el mundo. Por eso, el gran filósofo español
José Ortega y Gasset hablaba de la razón vital, sin
la cuál no puedo vivir porque solo puedo vivir pensando,
razonando. Vemos ahora que la filosofía no es más
que hacer a fondo, con rigor, con un método
adecuado eso que todos hacemos a diario para poder vivir
humanamente. Los individuos y los pueblos y las épocas que
filosofan viven con mayor claridad, no se dejan arrastrar,
saben lo que hacen, tienen una iluminación superior a los
demás. Y tienen también la audacia de creer que
ellos mismos pueden intentar buscar la verdad, orientarse por si
mismos cumpliendo las reglas de método,
del camino que puede conducir a ese descubrimiento. La
consecuencia es que el que filosofa pretende ser más el
mismo, más de verdad, ser lo que se llama más
auténtico. Comprender el sentido de las cosas y por
qué suceden de unaCierta manera es uno de los mayores
placeres que nos está dado saborear, aunque como todos los
placeres se disfruta más cuando se ha aprendido a
degustarlo. Y cuanto más fascinante es el fenómeno
que tratamos de comprender mayor placer se obtiene en el esfuerzo
para encontrar un hilo conductor bajo la diversidad de los
hechos. Sin duda uno de los fenómenos más
fascinantes que nos es dado presenciar, para el que además
estamos muy sensibilizados, en el desarrollo del
hombre, el esfuerzo por madurar, en todos los sentidos, y
pasar del ser desvalido que todos nosotros hemos sido en el
nacimiento de convertirnos en hombres de bien, hacia un mundo en
constante transformación.
Honrar la vida"
Eladia Blázquez, letra y música. Cassette de
ediciones EMI.
"La condición posmoderna"
Jean-Francois Lyotard , Editorial REI. Argentina.
Segunda Edición, 1991.
"Las agonías de la razón"
Victor Massuh. Editorial Sudamericana, Buenos Aires,
1994.
"El Desarrollo
Humano"
Juan Delval, Siglo XXI editores, México,
1994
"Es posible educar"
Julio César Labaké, Editorial Santillana S.A.,
Buenos Aires,
1995
"Net didáctica"
Director Editor: José María del Castillo-Olivares,
España,
1999.
"Las virtudes fundamentales"
Josef Pieper, Editorial Rialp, Bogotá, 1988
"Cuestiones de filosofía"
García Hoz, V., Editorial Rialp, Madrid 1962.
"Principios de
pedagogía sistemática"
García Hoz, V., Editorial Rialp, Madrid 1981.
"Calidad de
educación,
trabajo y libertad"
García Hoz, V., Editorial Dossat, Madrid 1982
"Documentos
conciliares"
Concilio Vaticano II.
Autor:
Lic. José luis dell'ordine