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Vida y obra de Don José Francisco de San Martín (página 2)




Enviado por Pablo Britte



Partes: 1, 2

Con su deseo de adquirir experiencia y notoriedad
perteneció a diferentes grupos de
armas durante
su permanencia en la península. Fue infante ligero en el
regimiento de Campomayor, comandante de caballería en el
regimiento "Dragones de Numancia". Trece meses permaneció,
por los años de 1798, a bordo de la fragata "Dorotea", y
en ella tuvo un encuentro sangriento con el navío inglés
"León" el 15 de julio de aquel mismo año. Tuvo por
generales a los mejores de España al
comenzar el siglo. Se halló en Bailén el 19 de
julio de 1808, mereciendo una mención honrosa por su
actuación destacada como ayudante del general Coupigny.
Esta victoria fue la primera derrota importante de las tropas de
Napoleón, y permitió al
ejército de Andalucía recuperar Madrid. En
premio por su actuación, San
Martín recibió el grado de teniente coronel y
una condecoración con una medalla de oro. Luego, el
15 de mayo de 1811, en la batalla de Albufera, por su notable
conducta y el
brío de su sable, alcanza el grado de comandante
efectivo.

El pundonor, el amor
patrio, todos los sentimientos dignos que se levantan alrededor
de un gran propósito, se exaltaron naturalmente en el
americano que llevaba sangre castellana
en las venas. Si los franceses eran usurpadores en España,
los españoles habían llegado a serlo también
en América, y por consiguiente el sentimiento
de la independencia
adquiría en el corazón de
San Martín una fuerza doble
al recuerdo de la esclavitud de su
patria. De esta manera, cuando se decidió a regresar a
América era un militar aguerrido y lleno de
experiencia.

Conoció, en unas de sus campañas, a
Lord Macduff, un noble escocés que lo introdujo a las
logias secretas que conspiraban para conseguir la independencia
de América del Sur. En 1811 renunció a su carrera
militar en España. Por intermedio de Lord Macduff obtuvo
un pasaporte para viajar a Inglaterra,
partiendo el 14 de septiembre de ese año para residir en
el distrito de Westminster, en Londres. Allí se
encontró con compatriotas de la América
española. Fue allí que hizo contacto por primera
vez con círculos de liberales y revolucionarios,
venezolanos y argentinos devotos ardientes de la causa de la
emancipación.

Actuación en
el Río de la Plata

Estableció con ellos una sociedad
secreta para servir con todo género de
elementos a aquel generoso y patriótico objeto. Las
personas a quienes iba recomendado pusieron empeño en
facilitarle medios de
trasporte, hasta que logró embarcarse acompañado de
Carlos de Alvaer y de Matías Zapiola, a bordo de la
fragata "Jorge Cánning", en un día de enero del
año 1812.

Al llegar a Bs.As., el 9 de marzo, el gobierno
encomendó inmediatamente a San Martín la
creación de un cuerpo de caballería, y el 7 de
diciembre, San Martín es nombrado Coronel del Regimiento
de "Granaderos a Caballos". Esta falange de bravos, formada bajo
la más acertada disciplina,
tuvo por destino el pasearse victoriosa por la mitad de
América, llevando por todas partes la victoria y la honra
del nombre argentino.

Ayudado eficazmente por Alvear estableció
en Bs.As. la famosa "Logia de Lautaro", sociedad secreta similar
a la que en Venezuela
tenía como miembros a Francisco de Miranda,
Simón Bolívar y
Andrés
Bello. Su objetivo era
"trabajar con sistema y
plan en la
independencia de la América y su felicidad". Sus miembros
principales, además de San Martín y Alvear, eran
José Matías Zapiola, Bernardo Monteagudo y
Juan Martín de Pueyrredón.

El 12 de noviembre de 1812, a los 34
años, contrajo matrimonio con
María de los Remedios de Escalada, de 14
años, mujer joven y
bella, que pertenecía a una de las distinguidas familias
del país.

Combate de San
Lorenzo

Los marinos españoles dueños del
puerto de Montevideo, afligían a nuestras poblaciones del
litoral con ataques inesperados. La primera acción
militar de San Martín estuvo dirigida a frenar estas
incursiones de los realistas en las costas del río
Paraná, principal afluente del Río de la
Plata y vía de comunicación estratégica para la
región.

San Martín se instaló con sus
tropas en el convento franciscano de San Carlos, punto propicio
de la ciudad de San Lorenzo situado por su elevación,
desde el cual San Martín vigilaba los movimientos de su
enemigo analizando el momento apropiado para dar la voz a sus
granaderos. Eran las cinco de la mañana del 3 de febrero
de 1813, los 250 infantes desembarcados en el puerto se
dirigían hacia el convento y estando a casi cien metros
son sorprendidos por dos divisiones de jinetes de sesenta
granaderos cada una.

Durante el desarrollo de
la acción de San Lorenzo, donde tuvieron su bautismote
sangre los "Granaderos a Caballo", el caballo que montaba el
coronel San Martín, cae herido de muerte
arrastrando en su caída a su jinete e
imposibilitándolo incorporarse. Casi fue ultimado por un
realista, salvándole la vida tras una rápida
intervención un soldado raso que antepuso su cuerpo, tal
soldado (Juan Bautista Cabral) fue el que recibió
el bayonetazo, al mismo tiempo el
granadero Baigorria da muerte con su lanza al agresor. Tras esto
San Martín ascendió al correntino post mortem, con
lo que es actualmente conocido como el sargento Cabral.
Estos valientes soldados cayeron sobre el enemigo con una
intrepidez irresistible y con sable en mano. Tal fue su firmeza,
que pronto los realistas se vieron obligados a replegarse en fuga
hacia la barrancas abandonando sus armas, cañones y
estandartes. La flota enemiga retornó derrotada a
Montevideo y nunca más volvió a incursionar por el
Paraná.

La nueva victoria de San Lorenzo vino a completar
en Bs.As. la confianza en la situación y a robustecer el
espíritu público como una demostración
práctica de nuestra superioridad en el poder de las
armas sobre el enemigo, que se aunaba a las fuerzas morales del
país.

Ejército del
Norte y gobernación de Cuyo

Desde la jornada de San Lorenzo, San
Martín pasó de ser un militar valiente para tomar
lugar en el catálogo de los hombres prestigios del
siglo.

Bajo el peso de dos derrotas y una seria
enfermedad contraída por las fatigas de campañas
penosas, el virtuoso general Belgrano que mandaba en jefe el
ejército del Perú, comenzó a perder el apoyo
de parte del apoyo popular. Debido a esto, había
solicitado al Gobierno su relevo, fundándose más en
razones de conveniencia pública que en su situación
personal. En
consecuencia de este paso de Belgrano, el Gobierno nombra para
subrogarle en el mando, un 18 de enero de 1814, al coronel de
Granaderos a Caballos D. José de San Martín. El 30
de ese mes, asume el cargo de Mayor General del Ejército
Auxiliar del Perú y decide modificar las viejas
tácticas de combate, y levantó el espíritu
marcial de los oficiales. Para reorganizar el ejército
deshecho por las anteriores derrotas, San Martín
pidió contingentes de reclutas a todas las provincias
argentinas, especialmente a la de Santiago del Estero;
fundó una Academia Militar, a la que asistía
personalmente, para instrucción de jefes y subalternos; y
también, logró reunir bajo la bandera de aquel
ejército que encontró reducido a 1800 hombres, el
número de tres mil.

Luego, creo un campo atrincherado en las
inmediaciones de Tucumán, que se hizo célebre por
las hazañas argentinas, bajo el nombre de "Ciudadela de
Tucumán". Éste campo no era sólo para apoyo
y punto de reunión del ejército en caso de un
contraste, sino para facilitar su pronta organización, dando ocupación a los
reclutas, cortando cualquier tentativa de deserción, y
adiestrando a la oficialidad en las obras de defensa.

Al poco tiempo de encontrarse San Martín
en Tucumán, llegó a la conclusión de que era
imposible llegar por el camino del Alto Perú hasta Lima,
que en ese momento era el centro del poder realista. Ya que le
faltaba la fuerza material para ahuyentar a los enemigos,
recurrió a una sorprendente estrategia. Por
medio de combinaciones ingeniosas y pudiendo confiar la defensa
del norte a algunos valientes comandantes de milicias (entre los
cuales se destacó por su constancia y destreza de
guerrillero D. Martín Güemes, caudillo de los
paisanos de la provincia de Salta), logró persuadir al
enemigo de que las avanzadas de caballería al mando de
Güemes, eran la vanguardia de
un ejército considerable que maniobraba más
allá de Salta.

San Martín estaba convencido que el centro
del poder español
debía ser atacado por un camino más corto e
inesperado para el enemigo. Tras largo tiempo meditando sobre la
ineficiencia de hecho pasados y en como encontrar la
solución a este gran problema militar de la revolución, llegó a concebir el plan
que constituye su mayor gloria: cruzar la Cordillera de
los
Andes y atacar la ciudad de Lima desde el
Pacífico. Para ponerse en marcha primero dejó
brevemente el mando del ejército al general Francisco
Cruz, retirándose a la provincia de Córdoba. Desde
allí mantuvo conversaciones con unos amigos residentes en
Bs.As. y movido por las instancias de ellos, el director supremo
Posadas nombra un 10de agosto de 1814 a San Martín
Gobernador Intendente de la provincia de Cuyo (que
comprendía entonces los territorios de Mendoza, San Juan y
San Luís). Una vez conseguido esto, se ultimaron ciertos
detalles y comenzaron los preparativos para la campaña al
Perú.

La situación de la revolución de
Chile no era muy favorable y se hallaba en la víspera de
grandes fatalidades. Luego del desastre de Rancagua, en el que
Chile perdió su independencia, comenzaron a llegar a Cuyo
los jefes derrotados, los soldados dispersos y familias que
buscaban seguridad,
gentilmente recibidos con mil mulas y abundantes víveres.
Entre los patriotas chilenos y a la cabeza de las dos
parcialidades en que se dividían, estaban dos hombres
importantes y rivales, O´Higgins y Carrera. San
Martín debía optar por uno de ellos y acordó
rápidamente su confianza y amistad al
primero de los ilustres chilenos (cuyos valores,
virtudes y propósitos maduros le simpatizaron más);
Carrera fue arrestado y luego expulsado de Mendoza.

Mientras un ejército improvisado estaba a
espera de un momento propicio para iniciar la campaña, se
creaba otro para resguardar contra los realistas los desfiladeros
de la cordillera y mantenerse a la defensiva. Asegurado
así contra las consecuencias de un ataque imprevisto, San
Martín se propuso ganar tiempo distrayendo
mañosamente la atención de los principales jefes
realistas, Osorio y Pezuela. Estableciendo simulados acuerdos y
haciendo circular falsos rumores de que la ciudad de Cuyo acababa
de ser invadida y tomada por tropas realistas, logró que
estos importantes dirigentes y el virrey de Lima permanecieran
inactivos y aquietados mientras se reorganizaba la campaña
para librar primeramente Chile y luego continuar hasta el Alto
Perú.

A pesar de la oposición del nuevo director
supremo, Carlos María de Alvear, a quien
había conocido en Cádiz y que lo había
acompañado hasta entonces, se dedicó a organizar el
Ejército de los Andes. Reunió en un solo
ejército a los refugiados chilenos, a las milicias locales
de Cuyo, gran cantidad de voluntarios de su provincia, y varios
oficiales del Ejército del Norte. También
pidió y obtuvo que los batallones del Regimiento de
Granaderos a Caballo, desperdigados en varios destinos, le fueran
enviados a Cuyo. También recibió gran apoyo por
parte de los ciudadanos, quienes acudieron a las necesidades del
ejército con su dinero,
caballerías, y demás productos
agrícolas. Mientras los elementos materiales se
acumulaban y se les daba distribución, San Martín estudiaba
su próxima campaña, examinando el terreno y
tratando de averiguar todos los secretos de la situación
del país. También crecían los elementos de
fuerza, que por entonces se acrecentaron con 600 plazas del
Regimiento de Negros.

A fines de febrero de 1816, San Martín
creyó que ya era tiempo de comunicar francamente su
pensamiento al
gobierno de las Provincias Unidas (al cual se le proporcionaban
datos inversos
a la realidad sobre lo que sucedía ciertamente en
Mendoza). Con este objeto con el de solicitar mayores recursos,
despachó a Buenos Aires un
enviado especial. El gobierno general al hallarse rodeado de
dificultades, escuchó benévolamente al
representante del gobierno de Cuyo, y le acordó una fuerte
suma de dinero para el equipo de la expedición. Poco
después, Balcarce que gobernó interinamente
el Estado,
remitió a Mendoza armamentos, municiones,
artillería de campaña y muchos otros
artículos de guerra.

El 23 de agosto de 1816 nació en Mendoza
su única hija, Mercedes Tomasa, quien lo
acompañaría en el exilio

El Congreso instalado en Tucumán el 24 de
marzo de 1816, había nombrado al general
Pueyrredón, que era uno de sus miembros, Director Supremo
del Estado. Al
dirigirse a la Capital a
ocupar su puesto debía pasar por Córdoba y
allí se encontró con San Martín (quien supo
entenderse siempre con los hombre de
mérito) para inclinarse a favor de su gran pensamiento.
La entrevista
tuvo un perfecto acuerdo de miras, por ejemplo, el Gobierno de
Bs.As. contribuyó mensualmente con 20 mil pesos fuertes
para el mantenimiento
y equipo del ejército que se creaba en Mendoza, y luego le
nombró a San Martín las facultades de
Capitán General de Provincia con tratamiento
Excelentísimo.

De regreso a su gobernación,
redobló su actividad y aprestos, comenzando por engrosar
las filas de sus soldados con esclavos puestos en libertad. San
Martín halló un hábil ingeniero de
campaña entre los jóvenes capitanes de
artillería a quien encargó el reconocimiento
facultativo del camino de la cordillera. Mientras tanto,
dividió San Martín el ejército en tres
cuerpos principales, de los cuales él se reservó el
mando de la reserva confiando al mayor general M. Estanislao
Soler la vanguardia y le centro al general O´Higgins.
Zapiola, Cramer, Las Heras, Alvarado, Plaza, etc., eran los
principales entre los valientes que lo acompañaban. La
infantería montaba al número de tres mil hombres,
la caballería regular a 600 granaderos, la
artillería compuesta de diez cañones de a seis, de
dos obuses y de cuatro piezas de montaña, la
servían 300 hombres. 1200 milicianos montados y algunos
hombres destinados a conducir los víveres y forrajes y a
despejar el camino, aumentaban el número de estas fuerzas
hasta componer un ejército de cinco mil y tantos soldados
de las tres armas.

Cruce de los Andes y
Expedición Libertadora a Chile

Los Andes Argentinos con desfiladeros, cumbres
elevadas, abismos y valles angostos con fuertes torrentes
constituyen para el viajero no más que peligros. El 12
de enero
de 1817 las tropas se adentraron en la
cordillera iniciando el Cruce de los Andes. El Ejército se
dividió en seis columnas: cuatro secundarias, cuyo
objetivo era distraer a las fuerzas enemigas y provocar
movimientos favorables a la Revolución en zonas alejadas
de la capital. Las dos columnas principales, que concentraban el
grueso del Ejército, eran comandadas por el capitán
general San Martín. Para acometer contra las tropas
realistas asentadas en el actual territorio chileno, la
primera debía atravesar la Cordillera por el paso de
Los Patos
, al mando del general O'Higgins. La segunda columna
estaba bajo el mando del general Las Heras, y debía
marchar por el paso de Uspallata (actual Paso de la
Cumbre), conduciendo todo el parque y la artillería, cuyo
transporte era
considerado imposible por el camino más escabroso de Los
Patos.

Las dos debían reunirse en el valle del
Aconcagua, mientras que efectivos menores dispersaban las
fuerzas enemigas, induciéndolas a engaño respecto
del avance de la agrupación principal. Después de
caminar 18 días más de ochenta leguas, comenzaron
aquellos bravos a descender las primeras pendientes occidentales,
y el 4 de febrero de 1817, reunidas a la vanguardia de las dos
divisiones invasoras comenzaron a batallar al enemigo.

Ante las noticias del
avance del jefe realista, Coronel Rafael Maroto, hacia las casas
de Chacabuco, San Martín ordenó el avance divididos
en dos cuerpos; uno a las órdenes de Soler y el otro a las
de O´Higgins, y el 12 de febrero se libró la Batalla
de Chacabuco. El Ejército de Los Andes obtuvo la victoria
sobre los realistas, y hubo 500 muertos y 600 prisioneros. Los
patriotas tuvieron que lamentar sólo 12 bajas.

El 15 de febrero se convocó a un Cabildo
Abierto que propuso unánimemente a San Martín como
Director Supremo de la naciente república, pero
éste era demasiado patriota y discreto para aceptar
semejante posición en un país que no era de su
nacimiento. Dos días después el cabildo nombra
finalmente a O'Higgins como director supremo, designación
que San Martín avaló. En obra de pocos días,
O'Higgins tomó una serie de medidas para el nuevo gobierno
chileno y junto con San Martín, a quien lo nombraron
general en jefe del ejército de Chile, comenzaron a
reorganizar las filas de soldados para continuar con su gran
misión
libertadora hacia Perú. Nuevamente la intervención
del Director Supremo Pueyrredón era indispensable para la
campaña. El cabildo de Santiago había puesto a su
disposición una importante suma de dinero en muestra de
agradecimiento acompañando este obsequio con palabras
sentidas y sinceras. El honorable general se negó a
aceptar la dadiva, suplicando al Cabildo que invirtiera la
cantidad a la formación de una biblioteca
pública en Santiago fundándose en que la educación es
primordial para el progreso de los pueblos.

Desastre de Cancha
Rayada

A su regreso ordenó a sus hombres
replegarse hacia el norte, reuniendo unos 8.000 hombres en las
afueras de Talca. Al caer la noche del 18 de marzo de 1818, el
ejército aliado acampó en dos líneas
paralelas dispuesto a pasar la noche. El general y libertador
argentino José de San Martín viendo su
posición muy comprometida, decidió cambiar de
posición antes del amanecer, pero a iniciativa del general
José Ordóñez, los realistas decidieron
atacar cuanto antes. Allí se produjo el 19 de marzo de
1818 la batalla o sorpresa de Cancha Rayada, donde el
ejército unido bajo las órdenes de San
Martín fue derrotado cuando realizaba una maniobra
nocturna para evitar el inminente ataque.

En la oscuridad se generó una gran
confusión, ya que tanto realistas como patriotas
equivocaron sus posiciones, aquéllos por desconocer el
traslado de tropas ordenado por San Martín, éstos
por no haberlo completado. Por el contrario, si la acción
se hubiera llevado a cabo a la luz del
día o a la claridad de la luna, el ejército
realista habría sido ampliamente superado. Recobrando la
calma comenzó a tomar disposiciones para salvar el
ejército ordenando la retirada hacia el norte, y la
división a cargo de Las Heras emprendió
rápidamente la retirada hacia el mismo rumbo logrando
encolumnar y salvar sus efectivos y su parque de
artillería, teniendo 120 bajas. Los españoles
perdieron 300 hombres, pero quedaron dueños del campo y
capturaron el parque, fusiles y 26 cañones (lo que
levantó mucho la moral de
sus tropas). Días después, pasando revista, San
Martín dio gracias a los jefes y oficiales por su loable
conducta en la retirada, con lo cual se alentó el
ánimo de aquellos buenos soldados.

Batalla de
Maipú

Pero San Martín no se dio por vencido, y
pronto estaba listo para luchar nuevamente, especialmente gracias
a fray Luís Beltrán, que fabricó decenas de
miles de balas en pocos días. El 1º de abril,
revistando el ejército pudo atestiguarse que constaba con
4.000 hombres bien armados y equipados, y completamente
restablecidos de la impresión moral de
aquella infortunada noche. El 5 de abril, ambos ejércitos
se vuelven a enfrentar en la batalla de Maipú. La primera
operación la realizó San Martín ordenando a
la artillería que cañoneasen al enemigo; y luego,
mientras los proyectiles impactaban en las posiciones
españolas, inició la marcha llevando las columnas
patriotas el arma en brazo, para atacar a los realistas alineados
en la parte alta de una lomada. Osorio impulsó sus fuerzas
por la derecha, pero la izquierda cedió por completo. Los
escuadrones de dragones del enemigo que se atrevieron a descender
fueron cargados por lo granaderos a caballo, a los inmediatos
mandos del coronel Zapiola, y puestos en fuga vergonzosa,
retrocediendo en desorden.

El adversario dejaba en el campo de batalla
alrededor de 1500 cadáveres, cerca de 2.000 prisioneros,
todo su armamento y material de guerra. El general O'Higgins,
herido durante la batalla, se acercó sin embargo montado
en su caballo para abrazar a San Martín. La victoria de
Maipú pasa a la historia como una gran
batalla a partir de una maniobra extraordinaria, y con ella se
obtiene definitivamente la victoria sobre las tropas realistas
asegurando finalmente la independencia de Chile.

Expedición
Libertadora del Perú

Luego de la emancipación chilena, el
general San Martín no quiso descansar un momento de sus
fatigas. Para él, la victoria del 5, no era sino un paso
adelante en la trayectoria que se había trazado muy de
antemano, y cuyo término era el Perú, centro de los
recursos y del poder de los españoles.

San Martín debía organizar una
expedición considerable, transportada en numerosas
embarcaciones, y darla por apoyo una marina de guerra capaz de
secundar las operaciones
terrestres sobre el vasto litoral peruano. Este plan era
demasiado grande, costoso y arriesgado, para que no tuviera
participación en él el gobierno de las Provincias
Unidas, del cual obtuvo 200.000 pesos y mayor cantidad de
provisiones. También, junto con el gobierno chileno,
combinaron las operaciones de las fuerzas que debían
atacar los puntos de la costa del Pacífico, con los
movimientos del ejército argentino que ocupaba las
provincias del Norte. El gobierno chileno contaba con una fuerza
naval llena de disciplina y regularizada en su administración económica y militar
formada con un navío (el "San Martín"), cuatro
fragatas, una corbeta, cuatro bergantines y dos galetas, con un
total de 324 cañones.

El día 6 de mayo, fue nombrado el general
San Martín jefe del ejército y de la
expedición libertadora al Perú, se dirigió
al puerto Valparaíso a entender en los aprestos
últimos y desde allí la empresa se
puso en marcha. Finalmente, el 20 de agosto de 1820
partía San Martín junto a la expedición
desde allí hacia el Perú. La expedición
estaba constituida por alrededor de 4.000 hombres, pertenecientes
al Ejército Libertador de los Andes y al
Ejército de Chile, de los cuales 1.600 eran
marinos. Se embarcaron en ocho navíos de guerra y
dieciséis transportes. Tanto entre los soldados como entre
los marinos había una amplia mayoría de chilenos,
pero la mayor parte de los oficiales de tierra eran
argentinos, mientras que los jefes navales eran ingleses.

Independencia y
Protectorado del Perú

Dieciocho días después, las tropas
de la expedición tomaron tierra en las cercanías
del pueblo de Pisco, donde se estableció el cuartel
general. Ya en suelo peruano y a
no muy lejos de Lima, los valientes soldados se preparaban para
realizar esta empresa
verdaderamente colosal, teniendo que combatir a 23.000 soldados
aguerridos y las inclemencias de la naturaleza
extremosa.

San Martín envía al general
Arenales al corazón de las sierras, a la ciudad de Jaula
al oriente de Lima, con mil hombres de todas armas desde donde
privaría a la capital de recursos; mientras que San
Martín atacando hacia la parte norte de aquella capital
con el resto del ejército se pondría en
comunicación con la expedición a la sierra y
promovería la sublevación de las provincias altas
intermedias entre uno y otro general. Estas disposiciones
tenían por objeto insurreccionar a los habitantes de las
montañas, con cuya disposición se contaba, bloquear
a Lima por hambre y obligar al virrey Pezuela a tomar ciertas
medidas.

A la aparición de las fuerzas
independientes acudieron las turbas indígenas a recibirlas
en triunfo, y formando como la vanguardia cívica del
aguerrido Arenales, contribuyendo al buen éxito
de la empresa confiada a este general, que se cubrió de
gloria, batiendo en Pasco una fuerza de más de dos mil
hombres al mando del brigadier español O´Reilly. San
Martín sigue con la flota y en los primeros días de
noviembre desembarca en la localidad de Huacho, donde fortifica
su posición e inicia su estrategia para sitiar
definitivamente Lima. Bastó con su presencia y la de su
ejército en esas tierras, para que la opinión del
país se vaya debilitando, junto con la fuerza y la
disciplina de los soldados de Pezuela. De esta manera, batallones
enteros abandonaron las banderas reales para ampararse bajo las
del libertador. El 29 de enero de 1821 se sublevan altos
oficiales realistas contra el virrey Pezuela, quien es derrocado
y sustituido por el general José de La Serna, que
será nombrado virrey del Perú por la corona. El
nuevo virrey propone a San Martín nuevas negociaciones
diplomáticas, las cuales finalmente fracasan debido a que
la propuesta definitiva del General era la independencia del
Perú. San Martín decide iniciar una nueva
estrategia y envía dos ejércitos, uno al mando del
general Guillermo Miller, para desembarcar en las costas del sur
y otra al mando del general Arenales, hacia a la sierra.

Los realistas contaban con soldados
desmoralizados y sublevados, como el regimiento de Numancia, y
con poco apoyo popular, cada día más inclinado a
favor de los independientes. De este modo, se vieron forzados a
abandonar la ciudad de Lima, ocupándola inmediatamente las
fuerzas patriotas en los primeros días de julio y
obligando a La Serna a huir internándose en la sierra.

Gobernación de
Perú

San Martín tras ocupar Lima, reúne
al Cabildo de Lima a los más notables vecinos el 14
de julio. El día 29 se declara solemnemente la
independencia y es nombrado San Martín "Protector de la
libertad del
Perú" con autoridad
civil y militar. Pero era indispensable que la nueva Nación,
se manifestasen digna de sus destinos, y se pusiese en aptitud de
hacer frente a sus enemigos, todavía en armas y numerosos,
y de reformar su administración económica en
armonía con las ideas de gobierno proclamadas por las
otras secciones libres de América. San Martín, vio
la necesidad de constituir un gobierno en el que todos los abusos
y errores sean suprimidos. En medio de tantas dificultados, dicta
el Estatuto provisional que fuese una verdadera constitución reglamentaria de las
atribuciones del Protectorado. Según este documento, en el
se ofrecía observar y cumplir bajo la lealtad de su
palabra y la fe de su juramento, las facultades que iba a ejercer
emanaban del imperio de la necesidad, de la fuerza de la
razón y de la existencia del bien público.
También consideró levantar la dignidad de
los individuos hasta allí humillada por los realistas, y
abolió la pena de azotes, la horca, y dignificó a
las esposas y madres. Por último, el general San
Martín hizo hincapié en la reforma de
administración, rodeándose de notables ministros y
experiencia. Pocos meses después las formas de todos los
establecimientos que constituían el régimen antiguo
y dio a las ideas del pueblo que nacía a la libertad la
dirección que constituía la honra y
el progreso. Fue de esta manera como gobernó el
Perú desde el 3 de agosto de 1821 hasta el
20 de septiembre de 1822.

Mientras San Martín mostraba sus
capacidades acertadas como administrador, el
enemigo guarnecido en las sierras, descendió de ellas en
número de más de 4000 hombres con el intento de
recobrar la capital. Logró derrotar a sus contrarios a
fuerza de habilidad y de persistencia en un solo plan concebido
de antemano. Haciendo movimientos rápidos e inesperados en
virtud de los cuales se apoderaba siempre de las posiciones
más ventajosas, acosó al enemigo, los redujo a los
extremos de hambre y consiguió preservar Lima. Sin
embargo, San Martín no había podido eliminar la
amenaza del poder español que seguía en pie sobre
aquel territorio. Mientras tanto el general Bolívar se
presentaba en aquella escena con un ejército vencedor y
rodeado de prestigio ya conocido por San Martín. El
general libertador no vio en el guerrero de Colombia un rival
ni un usurpador de su gloria, sino un nuevo cooperador, un aliado
para completar la gran obra comenzada el día de su
desembarco en las costas peruanas. Por otra parte, la comunidad de
acción entre las armas argentino-chilenas y las
colombianas, había tenido ya su ensayo
victorioso en Pichincha, en donde los granaderos de San Lorenzo
mostraron una vez más el temple de sus sables. Luego de
esto, el general Bolívar fue al encuentro de San
Martín, durando por tres días la conferencia.
Aunque la plática fue cordial y afectuosa, no pudieron
ponerse de acuerdo tanto por diversidad de miras,
desarmonía de carácter, etc. De regreso en Lima,
ordenó a Arenales que desaloje definitivamente a los
enemigos de Arequipa y del Alto Perú.

Luego de una serie de acontecimientos, San
Martín renuncia a su cargo dejando dos instituciones
creadas por él, dando una prueba más de sus deseos
de acertar en el bien y el progreso del país; para esto
decidió favorecer los intereses morales del Perú
fundando la "Orden del Sol" y la "Sociedad Literaria"
(Biblioteca Nacional del Perú) a la cual
donó su colección personal de libros.

El retiro

El general San Martín dejó el suelo
del Perú para siempre el 21 de septiembre, a bordo de la
goleta "Moctezuma" que le condujo a Chile, donde
permaneció dos meses por una enfermedad, recibiendo la
hospitalidad de su amigo O´Higgins. Pero pronto tuvo que
atravesar la cordillera como fugitivo, ya que el pueblo chileno
al que tanto había servido, ahora le trataba con tanta
ingrata indiferencia. Al llegar a Mendoza recibe la amarga
noticia para su corazón del fallecimiento de su esposa. De
este matrimonio le quedaba una hija a cuyo cuidado y educación
determinó consagrarse en Europa, para
hacerla digna heredera de su nombre y apoyo. El general
aceleró su viaje, y llegó a Bs.As. el 4 de
diciembre de 1823. a mediados del mes un periódico
de Bs.As. anunció la presencia entre nosotros del vencedor
de San Lorenzo, del libertador de Chile, del pacificador del
Perú en términos muy lacónicos.

Los escasos recursos de fortuna con que contaba
el ex protector del Perú, le decidieron a fijarse en
Bruxelas, país barato y libre, después de haber
hecho algunos viajes por
Escocia e Italia.
Allí pasó una vida llena de privaciones, con ansias
de regresar a América y entregarse al cultivo de la tierra,
luego de que su hija hubiese terminado su educación. En
1825 redactó las Máximas para
Merceditas
, donde sintetizaba sus ideales pedagógicos.
En 1828, la heredera de su nombre se hallaba ya en estado de ser
esposa de un caballero adornado de méritos personales y de
un apellido recomendado por muchas virtudes.

En marzo de 1829 intentó regresar a
Buenos Aires, aunque no llegó a desembarcar: al saber que
había vuelto a estallar la guerra civil, permaneció
a bordo del incógnito, aunque fue descubierto. El general
Juan Lavalle, antiguo subordinado suyo, había derrocado y
fusilado al gobernador Manuel Dorrego. En esos momentos en
que los valientes de Ituzaingó sostenían la lucha
cruel con el paisanaje de las campañas del litoral,
acaudillados por López y Rosas, San
Martín reafirma su posición que no se
mezclaría en la lucha intestina de los países por
cuya independencia había combatido y jamás
desenvainar su espada para combatir a sus paisanos, vuelve triste
a los lugares en que buscaba su último asilo, y desoyendo
proposiciones que hubieran tentado a un militar ambicioso, se
resolvió a regresar al viejo mundo. Primero se
trasladó a Montevideo, donde permaneció tres meses,
para finalmente volver a Europa.

En 1831 se radicó en París, contaba
por único caudal dos partidas de tres mil pesos,
provenientes de la venta de sus
propiedades premiadas por la gobernación de Mendoza y
Perú, su salud estaba comprometida
por los efectos del cólera
y por el reu8matismo adquirido en al intemperie de los
campamentos militares. Mientras San Martín había
consagrado su vida al triunfo de la causa de América, un
amigo y camarada suyo de regimiento, el señor Alejandro
Aguado, marqués de Marismas, se encontraba poseedor de una
inmensa fortuna y salió al encuentro de las necesidades
del ilustre general a quien tenía la dicha de abrazar
después de largos años. Aguado conocía la
dignidad de carácter de San Martín, y le
asoció a sus consejos, depositando la más ilimitada
confianza, confiándole la tutela de sus
menores hijos, herederos de una fortuna de príncipes. El
general San Martín se estableció definitivamente en
una finca cerca de París, en una posesión
denominada Grand-Bourg. Allí pasó el resto de su
vida, rodeado de sus nietas, cuidado de su hija, respetado de
cuantos lo conocían, y visitado y acatado por todos los
viajeros distinguidos de Sudamérica, a quienes
recibía con sencillez y cordialidad. Allí
vivió hasta 1848, enterrado en la grave tristeza de sus
recuerdos, atributos de gloria y demás adornos
ennoblecidos a través se notoria vida.

A principios del
año 1844, su estatura fuerte, viril e imponente
comenzó a agobiarse, su voz a perder su timbre sonoro, su
inclinación al retiro y al silencio a crecer, y
considerando su salud en mal estado escribió sus
últimas voluntades con entrañas de padre y
patriota, legando su corazón a la ciudad de Buenos Aires.
Más tarde, se estableció en la ciudad de
Boloña, en donde finalmente dio al Creador su grande
alma, a las
tres de la tarde del 17 de agosto de 1850.

Su cadáver rodeado de deudos y amigos, fue
depositado en la Catedral de aquella ciudad en la mañana
del 20. Allí descansaron sus restos, hasta que fueron
trasladados al cementerio de Brunoy. Bs. As., tiene derecho al
corazón del gran hombre, que le fue legado por él
mismo. Es una reliquia de gloria, de la cual emanarán las
virtudes de humanidad, de heroísmo, de amor puro a la
Patria, que deben formar la atmósfera moral de un
pueblo republicano que aspira a ser grande por el ejército
de la libertad.

Don José Francisco de San Martín,
fue grande en las fatigas marciales y en el fragor de los
combates. Es más grande en aquel día, cuyo igual no
ha vuelto a brillar para la América, en que abdica ante
los representantes del Perú el poder de que le invistieron
el prestigio de su nombre y la gratitud de los pueblos. Es
más grande cuando niega su espada a la guerra civil y su
pecho a la ambición. Es más grande, cuando en la
víspera de la última lid cede a Bolívar el
último laurel. Es más grande, en fin, por sus
inmolaciones patrióticas, por su elevación moral,
por la virtud de vencerse a sí mismo, y perderlo todo por
la patria, menos su gloria por ser nuestra.

Bibliografía

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  • Chumbita, Hugo (2004), Hijos del
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    Buenos Aires, Emecé Editores

 

 

 

Autor:

Pablo Britte

Asignatura: Historia

Tema: Vida y obra del Gral. Don José de
San Martín

Curso: 4º "B"

Fecha de entrega: 23-04-08

Partes: 1, 2
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