Y lo que es peor, no parece haber un cortafuegos, capaz
de detener esta descomposición progresiva del sistema
financiero que conocíamos hasta la fecha. No puede
decirse que los bancos centrales,
especialmente la Fed, hayan estado
parados, desde las sucesivas inyecciones de capital, hasta
la apertura de ventanas de liquidez a la banca de inversión, pasando por la búsqueda
de compradores para entidades con problemas o,
más recientemente, la aceptación de renta variable
como colateral, en un intento desesperado por evitar un colapso
del sistema.
El caso de Lehman pone de manifiesto que las autoridades
no pueden asumirlo todo; es decir, que aunque se pase por alto el
riesgo
moral que
supone salvar de la quiebra a una
entidad que ha arriesgado más de lo que debía, es
que financieramente no es posible salvar a todo el sistema; no
hay dinero
suficiente para rescatar a todo el que tenga problemas, sobre
todo después de haber puesto toda la carne en el asador
para evitar el colapso de Freddie y Fannie, las grandes
hipotecarias.
Por el momento asistimos a una nueva etapa de pánico
vendedor, de las que ha habido varias a lo largo del
último año. Los inversores huyen del riesgo, pero
el problema es que el riesgo se encuentra hoy por hoy en casi
todas las tipologías de activos.
Habrá que ver cuál es el paisaje que queda
cuando amaine definitivamente la tormenta. Pero probablemente,
como cantaba el grupo
estadounidense REM en los años ochenta, It's the end of
the world (as we know it).
– Editorial – El fantasma de 1929 (El País –
16/9/08)
Una nueva convulsión, la quiebra del banco de inversiones
estadounidense Lehman Brothers, ha vuelto a sembrar el miedo en
los mercados
financieros mundiales. Lehman es la nueva víctima de
la crisis
detonada por las hipotecas basura. Destino
bien distinto, por cierto, del de Merrill Lynch, adquirido in
extremis por el Bank of America. Los esfuerzos de la
Administración estadounidense para encontrar un
comprador o compradores de Lehman fracasaron porque ninguno de
los potenciales adquirientes estaba dispuesto a asumir una
cartera de problemas sin la inyección de dinero del Estado
y porque el Tesoro tenía graves dificultades para inyectar
dinero público después del esfuerzo realizado para
salvar las sociedades
hipotecarias Freddie Mac y Fannie Mae. El histórico banco
fundado por Henry, Emmanuel y Meyer Lehman hace 158 años
ha acabado en la mayor quiebra de la historia.
Ya no resulta exagerado afirmar que esta crisis
financiera es la peor que ha sufrido la economía
mundial desde el crash de 1929. La desconfianza financiera,
no sólo resiste a todos los tratamientos bienintencionados
que se aplican desde las instituciones
públicas, sino que crece el temor a que continúe la
cadena de quiebras bancarias y que otros mercados, como el
de las aseguradoras, resulten afectados por la
contaminación de desconfianza y pérdidas
ocultas. La quiebra de Lehman exacerba los peores temores de los
inversores y las consecuencias amenazan con ser
dramáticas.
La primera de ellas ya se ha vivido. Las Bolsas
mundiales (especialmente en Europa)
reaccionaron ayer con caídas brutales. Pero las peores
consecuencias son las que se adivinan: todo el sistema bancario
de la OCDE resultará fuertemente penalizado en los
mercados de inversión. Y será una
penalización indiscriminada, porque el miedo no distingue
entre entidades bien gestionadas, con riesgos
controlados y perfectamente supervisadas, de las entidades
financieras que crearon el monstruo de las hipotecas basura y las
titulizaciones en cadena de activos sin valor. Hay que
contar, además, que las expectativas de una normalización de la liquidez, y por tanto
de una recuperación económica, sufrirán un
retraso considerable a raíz del terremoto
Lehman.
Este caos financiero procede de la irresponsabilidad de
directivos dispuestos a pasar por encima del control de
riesgos para conseguir sus bonus salariales exorbitantes y de un
sistema de supervisión, el de Estados Unidos,
que se equivocó gravemente al inclinarse por la
desregulación, cuando tendría que haber aumentado
la intensidad y la calidad de los
controles sobre las operaciones de
riesgo. Ocho años de Administración de Bush no son, obviamente,
ajenos a todo ello.
Las lecciones de este crash son que la
sofisticación financiera requiere de supervisiones de
similar complejidad, y que la intervención del Estado para
salvar bancos sólo tendrá justificación si
el sistema estadounidense acepta someterse a un estricto control
del riesgo financiero. Si estas lecciones no se aceptan, la
economía mundial sufrirá la amenaza
permanente de crisis sistémicas causadas por acciones
irresponsables y la economía de mercado se
convertirá en una ruleta avalada por dinero
público.
En este panorama de empeoramiento económico
general, no está de más recordar que las
economías europeas, ajenas en principio a las malas
prácticas que causaron la crisis, están sufriendo
gravemente su impacto, tanto o más que Estados Unidos.
Ésa es la deducción que cabe hacer de la
recaída de la economía alemana, a pesar de la
solidez de su comercio exterior
y de la prudencia de sus gestores políticos, que evitaron
el riesgo de una burbuja inmobiliaria. Pero en primera
línea de riesgo también está España,
agobiada por la amenaza de una recesión
inminente.
– Las inyecciones de los bancos centrales no
evitarán el tsunami de quiebras bancarias (Libertad
Digital – 16/9/08)
(Por M. Llamas)
Suma y sigue. En apenas unos días han
caído 3 grandes piezas del actual sistema financiero
estadounidense. El Gobierno
acudió la pasada semana al rescate de los gigantes
hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac, tal y como avanzó
Libertad Digital, cuyos efectos serán nefastos para la
economía de EEUU. A ello se suma la quiebra del banco de
inversión Lehman Brothers y la compra de Merrill Lynch,
que ha sido salvado en última instancia por el Bank of
America.
Además, la supervivencia de la mayor aseguradora
del mundo, AIG, depende de que la Fed conceda finalmente a esta
entidad un crédito
próximo a los 40.000 millones de dólares. Antes
tales acontecimientos, no es de extrañar las caídas
generalizadas que han registrado los mercados bursátiles.
En especial, el español.
Las reacciones de los bancos centrales a uno y otro lado
del Atlántico no se han hecho esperar ante la
dimensión de tales quiebras, y en nada han variado con
respecto a las medidas adoptadas desde el estallido de la crisis
de las hipotecas subprime en agosto del pasado año. En
concreto, la
nueva batería de acciones coordinadas por parte de la Fed
y el BCE se centran nuevamente en facilitar liquidez a las
entidades de crédito.
La Fed acepta como colateral acciones de
empresas
Sin embargo, tales medidas "no servirán para
evitar una nueva oleada de quiebras bancarias", según los
expertos del Observatorio de Coyuntura Económica del
Instituto Juan de Mariana (OCE). Y es que, "no es una crisis de
liquidez sino de solvencia", tal y como adelantó
LD.
La Reserva Federal ha anunciado una serie de medidas
adicionales para apoyar el sistema financiero, entre ellas una
ampliación de sus mecanismos actuales para la
concesión de préstamos. Así, la Fed
aceptará un abanico más amplio de garantías
como aval para esos créditos. En concreto, el organismo
aceptará como colateral para sus préstamos acciones
de empresas.
¿Qué significa esto? Que la Fed va a prestar dinero
a los bancos utilizando como garantía los títulos
de un mercado que sufre una elevada volatilidad y que,
además, está claramente en fase
descendente.
Además, la mayoría de los inversores
apuestan por que la Reserva Federal rebajará en su
reunión de este martes un cuarto de punto porcentual la
tasa de
interés del crédito interbancario a corto
plazo. Desde abril la Reserva ha mantenido en el 2 por ciento la
tasa de interés de
referencia. Hace un año esa tasa estaba en el 5,25 por
ciento, pero el banco central ha ido aflojando gradualmente su
política
monetaria para alentar el gasto de los consumidores y la
actividad económica.
Bernanke ha inyectado 600.000 millones de
dólares
Desde diciembre pasado, la Reserva ha inyectado unos
600.000 millones de dólares en los mercados, y ahora los
analistas creen posible que mañana reduzca la tasa de
descuento que cobra a los bancos por los préstamos de
corto plazo.
¿Resultado? La Fed "ya ha iniciado la
demolición total del dólar", añade el OCE.
La estrategia
consiste en "hundir la divisa para salvar los bancos". Sin
embargo, el problema es de cajón: "el inflacionismo
sólo ayudará ligeramente a los insolventes, pero
hundirá el valor neto de los balances de los mejores
bancos. Al final las quiebras de los primeros llegarán y
el debilitamiento de los segundos incrementará su probabilidad
de quiebra", añaden estos expertos.
Mientras, el Banco Central Europeo (BCE) ha inyectado
30.000 millones de euros en el sistema para atenuar el
pánico bursátil y la demanda de
liquidez extra por parte de las entidades europeas. Pero tales
inyecciones ni han resuelto ni resolverán la crisis, tal y
como avanzó LD.
Es una crisis de solvencia no de liquidez
¿Por qué? No es una crisis de liquidez
(falta de dinero y crédito) sino de solvencia, debido a
"la acumulación de deuda de muy baja calidad". Los bajos
tipos de interés aplicados por los bancos centrales han
permitido a las entidades "endeudarse a corto plazo e invertir a
largo. Sus proyectos de
inversión (a través de la concesión de
créditos a largo plazo) maduran mucho más tarde que
su deuda (emisión de bonos o
petición de créditos interbancarios a corto
plazo)".
El problema radica en la expansión crediticia
puesta en marcha por los bancos centrales. Entre 2000 y 2003 los
tipos de interés en EEUU cayeron del 6,5 por ciento hasta
el 1 por ciento. A partir de 2004, y ante el temor de una repunte
de la inflación y la depreciación del dólar, la Fed
revertió su política monetaria
auspiciando una nueva subida de tipos hasta alcanzar el 5,25 por
ciento en junio de 2006.
Como resultado, los tipos artificialmente bajos han
generado un gran volumen de mala
deuda e inversión, facilitando el surgimiento de burbujas
como la inmobiliaria, en donde la solvencia de los prestamistas
(familias y empresas) está "fuertemente condicionada por
los tipos de interés". El pasado verano, la
situación se hace insostenible para muchas familias
norteamericanas (impagos de crédito) ante el repunte de la
carga financiera, como consecuencia del encarecimiento del
crédito.
Tipos artificialmente bajos y expansión del
crédito
De este modo, las familias y las empresas de los
países occidentales (como la estadounidense o la
española) fueron capaces de captar un volumen inmenso del
crédito fiduciario (no respaldado por ahorro real,
sino generado gracias al endeudamiento) para "inversiones que
contaban con un doble riesgo que no fue percibido en toda su
intensidad", según recoge el último boletín
de coyuntura del OCE, al que ha tenido acceso LD.
Por un lado, el "riesgo de crédito". Esto es, la
posibilidad de que los deudores impagaran sus deudas, ante el
incremento de los tipos de interés y la llegada de una
ralentización económica. Es decir, los deudores
"sólo podía seguir pagando la deuda debido a los
bajos tipos de interés y a su puesto de trabajo. Dos
circunstancias que necesariamente tenían que cambiar
durante el período en el que debía seguir
pagándose la deuda", explica dicha entidad.
Y es que, "los bajos tipos de interés eran
sólo resultado de la intervención de los bancos
centrales en el mercado monetario y no resultado de un incremento
del ahorro real. Por consiguiente, estos tipos de interés
no sólo no eran sostenibles a lo largo del tiempo, sino
que después de generar un auge ficticio en la actividad
económica, tenderían a elevarse a unos niveles
incluso más altos que antes de la intervención en
los mercados monetarios", añade el OCE.
Activos crediticios ilíquidos
"Cuando los tipos de interés comenzaron a
repuntar a partir de 2005 y la desaceleración
económica a agravarse, numerosos deudores entraron en
default (insolvencia o impago de deuda) y hundieron el valor de
los activos que respaldaban el crédito bancario",
explica.
Por otro lado, los "inversores tampoco tuvieron en
cuenta el riesgo de liquidez. Esto es, la contingencia de que se
vieran forzados a enajenar (vender) precipitadamente sus activos
a un precio
inferior al que tenían contabilizado en el balance". El
problema es que "los activos ilíquidos podrán ser
individualmente negociables, pero no de manera
agregada".
Si quieren enajenarse cantidades muy grandes de un
activo ilíquido (como los bonos o productos
financieros basados en créditos hipotecarios)
tendrán que "aceptarse descuentos en su precio", lo cual
se traduce en cuantiosas pérdidas en los balances de las
entidades (writedowns), advierte este organismo.
Además, en una época de restricción
crediticia como la actual, la necesidad de captar capital puede
ser "destructiva" para los bancos, ya que fuerzan a "captar
liquidez a un coste probablemente prohibitivo o a vender sus
activos a un gran descuento", indica el OCE.
Bancos de inversión en riesgo
"Por eso, las estrategias de
endeudarse a corto e invertir a largo están condenadas al
fracaso. El mercado en su conjunto se va apalancando (endeudando)
sin que las inversiones acaben a madurar a tiempo para financiar
la deuda", según el documento.
"El segundo error fue creer que el banco central
podía proporcionar liquidez al mercado simplemente bajando
sus tipos de intervención o incrementando la
cuantía de sus operaciones de financiación". Es
decir, creer que se trataba de una mera falta de liquidez cuando,
en realidad, el problema es de solvencia financiera.
Y es que, tal y como explica el OCE, "toda empresa debe ser
solvente y líquida para proseguir sus operaciones. Sin
embargo, los bancos tienen concedido el privilegio de ser
permanentemente ilíquidos y, con mucha probabilidad,
también insolventes si la liquidación del activo
fijo se produjera a un descuento lo suficientemente grande como
para que no pudiera ser cubierto por los fondos
propios".
En este sentido, los bancos operan a la inversa que
cualquier otra empresa, dado que su fondo de maniobra es
estructuralmente negativo. Es decir, "financian casi todo el
activo fijo a través de los pasivos a corto
plazo".
Morgan Stanley y Goldman Sachs en el "punto de
mira"
Los bancos, sin embargo, son capaces de evitar la
suspensión de pagos recurriendo a los mercados
interbancarios para cubrir sus necesidades diarias de caja. Sin
embargo, la sequía que vive el mercado interbancario desde
el pasado año ha cerrado las puertas de los bancos a esta
vía de financiación.
Y en este contexto, el "funcionamiento de los bancos de
inversión es bastante arriesgado", según los
expertos. "Día a día tienen que refinanciar
cantidades enormes de su deuda y lo hacen garantizando el repago
de esa deuda con sus activos (bonos hipotecarios)" de muy baja
calidad. Así, "la situación de Lehman era
análoga a la de Bear Stearns: un banco de inversión
con apalancamientos cercanos de 30 a 1 y con una cartera con una
elevada composición de bonos hipotecarios".
Obviamente, si los bonos entran en default, los
prestamistas rechazan prestar al banco contra esos malos activos,
con lo que se incurre en una situación de iliquidez que
fuerza al
banco a liquidar sus activos al descuento y, como consecuencia,
provoca la insolvencia de la entidad.
"Esto es lo que le sucedió a Bear Stearns. En
unos días toda su liquidez se esfumó porque nadie
estaba dispuesto a prestar dinero contra una cartera de
pésimos activos". Lo mismo que ahora ha ocurrido con
Lehman Brothers y que, igualmente, amenaza a los dos grandes
bancos de inversión restantes en EEUU: Morgan Stanley y
Goldman Sachs.
La degradación de las monoline
Ambas entidades están ahora "en el punto de
mira". Un diagnóstico que coincide con el efectuado
por el gurú de la crisis subprime Nouriel Roubini,
profesor de la
Universidad de
Nueva York. Así, según el analista, la
lección de la quiebra de Lehman es que los otros dos
bancos de inversión (Goldman Sachs y Morgan Stanley)
precisan "encontrar un comprador", una "gran institución
financiera que esté dispuesta a asegurar sus
depósitos". Además, el riesgo también se
cierne sobre Bank of America debido, precisamente, a la
adquisición de la insolvente Merrill Lynch y Countrywide a
precios "muy
inflados", añade.
Por último, según el OCE, la insolvencia
también se cierne sobre las principales aseguradoras de
bonos (monoline) de EEUU, Ambac y MBIA. Y es que, a finales de
2007, ambas entidades aseguraban bonos hipotecarios (CDOs) por
importe de 59.800 millones de dólares con apenas unos
fondos propios de 12.610 millones. De este modo, las agencias de
rating (que evalúan la calidad crediticia de las
entidades) se verán obligadas a degradar la
calificación de las principales agencias
monoline.
El problema es que una degradación de estas
características provocará "automáticamente
la depreciación (pérdida de valor) de todos los
productos que estaban asegurando", lo que provocará a su
vez nuevas pérdidas bancarias y quiebras, afirma el
OCE.
Nuevas quiebras bancarias
Por si ello fuera poco, muchas instituciones
(también los bancos) tienen reguladas sus reservas y su
capital mínimos en función
del riesgo de sus activos (por los acuerdos de Basilea). Dicho de
otra manera, cuanto más arriesgado se vuelva el activo,
más capital o más reservas (margen de
apalancamiento) deberán poseer. "La degradación
supondría que todas estas instituciones tendrían
que captar más capital y más liquidez", advierte el
OCE.
Por último, "muchas instituciones (como los
fondos de pensiones) tienen establecido en sus estatutos que
sólo pueden poseer deuda calificada como AAA
(máxima calidad). Por tanto, tras la degradación
tendrían que vender masivamente todos estos bonos (lo que
reduciría aun más su precio y amplificaría
los efectos anteriores)", concluye. Así, de confirmarse
los peores augurios, el súper crash continuará su
rumbo, llevándose por delante centenares de entidades
financieras, tal y como avanzó LD.
– "Crash" de 2008: el final de una era
(Por Eduardo Segovia)
Wall Street: dos corredores de bolsa observan la
cotización de Lehman Brothers y Merrill Lynch
(Reuters).
Vivimos tiempos históricos, que serán
recordados por las generaciones venideras. De los cinco grandes
de la banca de inversión de Wall Street, la crisis ya se
ha llevado a tres por delante: Bear Stearns (1923-2008), comprado
en marzo por JP Morgan con la garantía del Gobierno de
EEUU; Lehman Brothers (1850-2008), que se declaró en
suspensión de pagos el viernes por la noche ante la falta
de compradores; y Merrill Lynch (1914-2008), que ha preferido
venderse a Bank of America antes de correr la misma suerte. Es el
fin de una era. El final de la banca de inversión de los
últimos 75 años, es decir, de los supervivientes a
la última gran purga financiera producida tras el crash de
1929.
La peor crisis en más de siete décadas
vuelve la vista atrás con un mismo origen. Si entonces
fueron los trust financieros -híbridos entre fondos de
inversión y hóldings financieros-, esta vez han
sido los SIV (Special Investments Vehicles), otras criaturas
híbridas, las que han desatado un efecto dominó que
ha terminado por llevarse por delante a los brokers más
sofisticados, a los ingenieros de la burbuja crediticia y de las
inversiones en activos de deuda hipotecaria. El final de los
Gordon Gekko.
Después de esta purga, sólo quedan dos
bancos de inversión puros independientes (JP Morgan
también es banco minorista): Goldman Sachs y Morgan
Stanley. Y el hecho de que hayan sobrevivido hasta ahora tampoco
les garantiza nada en el futuro, a la vista del desastroso
entorno actual. Bear Stearns era realmente el más afectado
por la crisis subprime, pero las autoridades norteamericanas
decidieron salvarlo por el riesgo sistémico de dejar caer
un banco de inversión con enormes posiciones cruzadas con
el resto del sector, cuya falta de contrapartida podía
provocar un colapso total del sistema. Además, era el
más pequeño de los cinco y se suponía que no
iba a haber más entidades en riesgo de quiebra -una
previsión bastante ingenua, como queda demostrado ahora-.
Así que se le concedieron garantías a JP Morgan de
que no sufriría pérdidas por activos tóxicos
ocultos por un importe de hasta 29.000 millones.
El problema es que, después de este rescate vino
el de Fannie Mae y Freddie Mac, justificado por la necesidad de
salvar el mercado hipotecario pero con un coste inicial de
140.000 millones de dólares (que acabarán siendo el
doble o el triple). Con un déficit público
galopante y una caída de los ingresos fiscales
-sobre todo por los beneficios empresariales- y sin un riesgo
para el ciudadano de a pie como el de las hipotecarias, el
Gobierno no ha accedido esta vez a dar garantías a los
posibles compradores de Lehman Brothers (691.000 millones de
dólares en activos).
La consecuencia ha sido que, con la tremenda
desconfianza que hay en el mercado, Barclays, Bank of America y
cualquier otro posible interesado, como Goldman Sachs o HSBC, se
levantaron de la mesa. Conclusión: suspensión de
pagos y un dificilísimo proceso por
delante para deshacer todas esas posiciones abiertas con Lehman.
Para eso se ha formado el megafondo de 70.000 millones de
dólares entre 10 de los mayores bancos del
mundo.
El caso más sorprendente es el de Merrill Lynch,
el tercer banco de inversión con activos por casi un
billón de dólares. Aunque obviamente tenía
problemas, nadie pensaba que fueran más graves que los del
resto del sector. Como evidencia el tempus de los
acontecimientos, se ha salvado por los pelos, después de
haber vendido cartera subprime este verano. A pesar del rescate,
lo que menos entienden los analistas es la alta prima pagada, del
70% respecto al cierre del viernes, en vista de la
situación del sector y de los 50.000 millones de activos
de alto riesgo que va a meter en su balance con la compra. El
mercado tampoco lo entiende: anoche Bank of America se
derrumbó el 21,3% en Wall Street.
La idea es que Bank of America se hace con un negocio
muy rentable -el broker minorista-, amplía enormemente su
negocio de banca de inversión y logra una exposición
global de la que carecía; de hecho, esta compra le
convierte en el mayor banco del mundo. Los analistas de
Citigroup, sin embargo, sólo se explican este precio si
Bank of America quería ahuyentar a otros potenciales
compradores. Algunas fuentes
aseguran que este banco ya tenía una altísima
exposición a activos tóxicos de Merrill y que, en
esas circunstancias, comprarse el broker entero merecía la
pena.
Goldman y Morgan no lo tienen fácil
Los dos supervivientes, Morgan Stanley y Goldman Sachs,
presentarán resultados esta semana y se esperan beneficios
en ambos casos, aunque los analistas han rebajado las previsiones
en las últimas semanas ante el agravamiento de la crisis.
Goldman (con unos activos de 1,1 billones de dólares y una
capitalización de 60.000 millones) es la entidad que mejor
ha capeado la crisis: de hecho, en 2007 incrementó con
fuerza su beneficio al ponerse bajista en activos subprime. Las
estimaciones de los analistas son una caída del beneficio
del 72% en el trimestre.
Para Morgan (activos de 1,03 billones y
capitalización de 41.000 millones), que ha sufrido un
mayor impacto de la crisis pero que ha tomado las medidas
más acertadas para salir del agujero, se espera una
caída del 44%. Además, muchos analistas creen que
no podrá mantenerse independiente después de las
compras de Bear
Stearns y Merrill Lynch. Dado que la economía está
al borde de la recesión en EEUU y Europa, las bolsas se
hunden, las operaciones corporativas están congeladas, los
hedge funds han reducido su operativa por culpa de las
pérdidas y la salida de patrimonio y,
por supuesto, el fuerte proceso de desapalancamiento
(reducción del endeudamiento) que disparó su
crecimiento en los últimos años, las perspectivas
no son nada halagüeñas. Por si esto no fuera poco, el
sector afronta mayores restricciones legales a su operativa
futura para evitar otra crisis como ésta, lo que
dificultará volver a crecer. La única salida que
parece viable para Goldman y Morgan es recortar costes, sobre
todo laborales -vamos, despidos masivos-, pero quizá la
masacre no sea excesiva. Al fin y al cabo, aunque el pastel a
repartir sea más pequeño, ahora hay menos
competidores entre los que repartirlo.
– Se inaugura un nuevo orden de las finanzas
mundiales (The Wall Street Journal – 16/9/08)
(Por Carrick Mollenkamp y Mark Whitehouse)
Más de 200 años después de haber
nacido a la sombra de un árbol en la calle que le dio su
nombre, el Wall Street que conocemos está dejando de
existir.
La desaparición de Lehman Brothers Holdings Inc.,
un banco de inversión fundado hace 158 años, la
súbita adquisición de Merrill Lynch & Co. y el
colapso de Bear Stearns Cos., representan un hito en la mayor
reestructuración de la industria
bancaria desde la Gran Depresión.
Durante décadas, firmas de valores como
Lehman, Merrill y Bear tomaron grandes riesgos, obtuvieron
jugosas ganancias y asumieron pérdidas ocasionales. Ahora,
a medida que estas firmas de valores se desvanecen, el viejo
negocio de captar depósitos y construir redes de sucursales recobra
su importancia como la manera confiable de ganar dinero.
Instituciones como las estadounidenses Bank of America Corp. y
Wells Fargo & Co. el alemán Deutsche Bank AG y el
español Banco Santander SA, ascienden a la cima de una
industria financiera que probablemente será más
segura pero menos lucrativa para los accionistas.
De los cinco mayores bancos de inversión
independientes que existían hace dos años,
sólo dos (Goldman Sachs Group Inc. y Morgan Stanley)
siguen en pie.
Un sello característico del nuevo orden
probablemente será un alejamiento de los grandes riesgos
-un alto nivel de endeudamiento, valores complejos- que imperaron
en los últimos años. Los bancos están
"volviendo a lo básico, al principal propósito del
sistema sin toda la parafernalia", dice Douglas Flint, director
financiero de HSBC Holdings PLC y
copresidente de un grupo de banqueros que elabora un marco para
prevenir un riesgo bancario sistémico. "Reconocen que
cuando se calmen las aguas… la industria en su esencia
será diferente".
El cambio refleja
una reevaluación más amplia sobre cuál es la
mejor forma de abordar el negocio central de los bancos, el cual
tiene un papel principal en la economía al convertir el
efectivo y los depósitos de los ahorradores en inversiones
a largo plazo como hipotecas y préstamos a empresas. La
contracción del crédito ha desnudado las fallas de
los esfuerzos de los bancos por trasladar gran parte de ese
negocio desde sus balances a los mercados, donde los
préstamos son agrupados y vendidos a inversionistas y a
una gran gama de fondos especializados. Las firmas de valores y
los fondos de cobertura tuvieron un rol clave en el sistema
bancario virtual. Ayudaron a los bancos a agrupar sus
préstamos e incluso asumieron parte del negocio de
créditos, pero con menos protecciones contra
pérdidas y sin el respaldo estatal a los depósitos
de los clientes.
El nuevo orden financiero también pone de
relieve el
duradero impacto de los esfuerzos de Wall Street hace casi una
década para derogar la ley
Glass-Steagall, que impedía que los bancos comerciales de
EEUU incursionaran en la banca de inversión. La
revocación en 1999 de dicha ley permitió que los
bancos comerciales entraran al negocio de valores y pudieran
competir contra firmas como Bear Stearns y Merrill. El modelo de
banco universal que surgió resultó difícil
de manejar. No obstante, los grandes bancos comerciales, como
Bank of America, que son regulados y tienen que mantener grandes
provisiones contra posibles pérdidas, hasta ahora han
soportado mejor la crisis financiera que las firmas de
valores.
La renovada importancia del negocio bancario tradicional
es un fenómeno global. Deutsche Bank, que se había
concentrado en fortalecer su negocio global de banca de
inversión, acordó la semana pasada pagar cerca de
US$ 4.200 millones para adquirir las 850 sucursales en Alemania y los
14,5 millones de clientes de Deutsche Postbank AG, el banco
comercial del sistema postal del país. Santander, que
también cortejó a Postbank, pagó US$ 2.230
millones por el banco
hipotecario Alliance & Leicester, que refuerza su ya
importante red de sucursales en Gran
Bretaña. Antes de ser adquirida por Bank of America,
Merrill había estado expandiendo su unidad de banca
comercial.
Los depósitos han sido una de las escasas luces
en medio de un panorama oscuro para las firmas financieras. Han
crecido rápido aun cuando otras formas de
financiación casi se han agotado. En EEUU, por ejemplo,
los ahorros y depósitos a plazo pequeños en bancos
comerciales totalizaron US$ 6,9 billones (millones de millones) a
fines de agosto, un alza de 7,6% con respecto al mismo mes del
año previo, según la Reserva Federal.
El modelo bancario básico, sin embargo, no ha
funcionado para todos. Los bancos pequeños en EEUU y
Europa han sufrido, en parte porque no tienen la escala y la
diversificación para absorber las grandes pérdidas
generadas por las crecientes cesaciones de pagos en las hipotecas
y los préstamos corporativos.
De todos modos, el regreso de los bancos a su negocio
más tradicional representa un marcado contraste con la
tendencia predominante en los últimos años. En
lugar de ganar dinero captando depósitos a tasas de
interés a corto plazo y conceder préstamos a
tasas más altas a largo plazo, los bancos crearon una
estructura que
hacía esencialmente lo mismo. Establecieron fondos
especializados, conocidos como canales y vehículos de
inversión estructurados (o SIV, por sus siglas en inglés), los cuales tomaron prestado dinero
en el mercado de papeles comerciales y compraron valores
agrupados con préstamos. Las firmas de valores y los
fondos de cobertura también entraron en el juego, creando
y comprando bonos que contenían préstamos
corporativos e hipotecarios. Sin acceso a los depósitos,
las firmas de valores y los fondos de cobertura se dirigieron a
otros mercados para pedir dinero. Toda la actividad e innovación ayudaron a los bancos a alcanzar
un nuevo nivel de rentabilidad
después de varios años de vacas flacas. Los bancos
europeos produjeron un retorno promedio de 21% sobre las
inversiones de sus accionistas en 2007, comparado con el 13% de
1996, según un reciente informe de
Citigroup Inc. Pero recurrieron a altos niveles de endeudamiento
para conseguir tales retornos.
Cuando empezó la contracción del
crédito hace un año, las fallas de la nueva
arquitectura
financiera se volvieron evidentes. El mercado para valores
respaldados por préstamos hipotecarios casi
desapareció. Los bancos se vieron forzados a asumir los
miles de millones de dólares en préstamos y valores
que habían puesto en conductos y SIV. Para las firmas de
valores se ha vuelto mucho más difícil y caro
obtener préstamos y otros tipos de financiación.
Esto hace que surjan dudas sobre si las firmas de corretaje no
ligadas a bancos comerciales podrán sobrevivir.
– ¿Fin del mercado libre en EEUU? (BBCMundo –
16/9/08)
(Por Vladimir Hernández)
Milton Friedman, uno de los mayores defensores del
mercado libre en la historia, debe estar revolcándose en
su tumba. La crisis financiera que sacude a los mercados de
Estados Unidos y Europa desde el año pasado, cuya
última víctima fue uno de los bancos
históricos, Lehman Brothers, podría significar el
inicio de una ola de intervencionismo estatal en el corazón
del capitalismo en
el mundo.
Ya se dieron los primeros pasos, con la
nacionalización de Freddie Mac y Fanny Mae las dos
principales hipotecarias estadounidenses. Algo impensable cuando
Friedman recorría con libertad los pasillos de la Casa
Blanca.
El secretario del Tesoro de EEUU, Henry Paulson, admite
que "mucho de lo que estamos enfrentando son consecuencias de
cosas que se hicieron por muchos años".
Enfrentando "consecuencias"
"Los mercados financieros están atravesando por
un momento difícil, mientras trabajamos en arreglar
algunos de los excesos que se cometieron en el pasado",
aseguró.
"Actualmente vivimos en una nueva era de socialismo, donde
se socializa el riesgo y se privatizan las ganancias",
indicó a la BBC Benjamin Barber, profesor de ciencias
políticas de las universidades de Princeton
y Harvard.
"A Lehman Brothers lo dejarán caerse pero si se
lleva a otros entonces el gobierno intervendrá y eso
significa que mis impuestos se
usarán para salvar a banqueros que tomaron decisiones
arriesgadas y equivocadas". "Hemos vivido 30 años de
neoliberalismo
en el mercado, que significa déjenos ganar y
ayúdenos cuando nos va mal", agregó.
Tanto el mea culpa de las autoridades como la inquietud
del público estadounidense no ha pasado desapercibida para
los candidatos presidenciales estadounidenses.
Horas después de que Wall Street registrase su
mayor caída desde el 11 de septiembre de 2001 (y el sexto
más alto en su historia), tanto el republicano John McCain
como el demócrata Barack Obama revelaban una
posición favorable a mayores controles sobre el mercado de
capitales en el país. Y ambos tuvieron agrias palabras
para los gobiernos anteriores de dejar que la banca hiciese lo
que quisiera.
McCain indicó que de ganar las elecciones
iniciaría una reforma regulatoria del mercado de capitales
en los primeros 100 días de su presidencia y dijo que
"pondremos fin a que Wall Street se maneje como un
casino".
Obama, en tanto, ofreció "nuevos marcos
regulatorios", pues a su juicio "esta es la crisis financiera
más grave desde la Depresión (en los años
treinta)". "No culpo a John McCain de estos problemas, pero
sí a su filosofía económica, la misma de los
últimos ocho años, que dice que debemos darle
más a los que acumulan la riqueza para que de alguna forma
estos llegue en gotas al resto", apuntó Obama.
El sentimiento que parece haber en los mercados
financieros lo resumió claramente Derek Scott, ex asesor
económico del ex primer ministro británico Tony
Blair.
Actualmente las bases del capitalismo liberal
están sumamente golpeadas y deterioradas. Ahora
seguramente regresaremos a un período de mayor control
gubernamental", aseveró.
Complejidad regulatoria
Sin embargo, un mayor control sobre lo que hacen las
instituciones bancarias o las casa de bolsa no parece tarea
sencilla. La principal traba es la complejidad de los
instrumentos financieros que existen, principalmente los llamados
derivados.
Warren Buffet, el llamado hombre
más rico del mundo y ahora filántropo retirado, los
llamó en 2002 "armas financieras
de destrucción masiva".
En términos muy simples, los economistas dicen
que la crisis crediticia que devengó en la quiebra o
desaparición de varios bancos comenzó en el sector
hipotecario estadounidense.
El modus operandi fue acumular hipotecas con diferente
grado de riesgo, convertirlos o empaquetar dicho préstamos
en papeles comerciales (como acciones) que luego serían
vendidas a otras instituciones en el mercado.
Es decir, el banco invirtió en unos bonos cuya
garantía de pago eran unos créditos riesgosos
negociados por otra entidad bancaria.
La complejidad era tal que muchos actores del mismo
mercado no tenían ni idea en dónde exactamente
tenían colocado su dinero.
"La desregulación que se hizo en los
últimos 15 años, incluyendo el gobierno de Bill
Clinton del cual fui parte, creó una atmósfera de casino
en la que cualquier banco podía hacer dinero sin importar
sus niveles de deuda y sin siquiera saber qué tipo de
papeles compraban", señaló Robert Reich, ex asesor
de la Casa Blanca y actual profesor de la Universidad de
Berkeley.
"Una vez le pregunté a un directivo de una
institución bancaria qué tipo de inversiones
tenía y me dijo "ni idea". Esta crisis iba a pasar tarde o
temprano", explicó Reich a la BBC.
¿Quién es el responsable?
Hace algo más de 12 meses la crisis dejó
de ser un fantasma o un pronóstico agorero para
convertirse en realidad.
Cuando los acreedores -muchos de los cuales se reconoce
no fueron adecuadamente supervisados- empezaron a tener problemas
de pago, fueron aquellos al final de la cadena quienes pagaron
las consecuencias. Y como dice la teoría
bancaria, cuando el banco ya no emite confianza, no tiene nada
que buscar.
Según la teoría de Friedman en estas
circunstancias el mercado se corregirá a si mismo, con la
llamada "mano invisible" que profetizó en el siglo XVIII
el filósofo escocés Adam Smith, el
llamado "padre de la economía moderna". Cualquier
distorsión, según Friedman, era simple y llanamente
culpa del gobierno por no dejar respirar al mercado.
No obstante, ahora hay una suerte de consenso tanto en
Europa y Estados Unidos en que existe ahora una necesidad de
ponerle coto a las principales plazas financieras. Tal y como
sucedió tras la debacle de los años '30 en EEUU
cuando justamente se considera que ocurrió la
última ola intervencionista en el país, para lidiar
con los efectos de la llamada "Depresión".
"Las instituciones financieras y los entes reguladores
tuvieron error fundamental en esta crisis. Pusieron el precio del
mercado en el corazón de la regulación del sistema.
Pero el precio del mercado no puede protegerse de sus propias
fallas. Y los reguladores no se dan cuenta de esto cuando
está todo bien, sino cuando surgen los problemas. Es
entonces cuando se descubre que los bancos exitosos realmente
eran bancos muy riesgosos", aseveró a la BBC Avinash
Persaud, de la firma de análisis
financiero Intelligence Capital.
A la hora de buscar culpables de toda esta
situación, muchos analistas apuntan el dedo a la presunta
avaricia de los banqueros de arriesgar más (recursos del
público) en busca de mayores ganancias.
Pero según le dijo a la BBC George Magnus,
economista en jefe del Banco Suizo UBS, "en este tipo de crisis
se suele buscar villanos en todas partes. Los bancos son los
agentes de la especulación, pero no la causa. Hay que
señalar a los gobiernos que desmantelaron los marcos
regulatorios décadas atrás". "Se puede culpar a los
bancos y poner en vigencia nuevas normas, pero
también hay que revisar la falta de supervisión de
los mercados en el pasado", aseguró Magnus.
El debate de
lograr un nuevo marco regulatorio en Estados Unidos pudiera estar
dando ya sus inicios, en lo que sería un importante cambio
ideológico en las altas esferas de tomas de decisiones del
país. No obstante, mientras tanto, aún no se sabe
si la crisis financiera ya se cobró a su última
víctima o banco, o si aún quedan implicaciones por
venir.
– Editorial: Fin de una época (El País –
17/9/08)
El "lunes negro" obliga a endurecer la
supervisión bancaria y a coordinar mejor los bancos
centrales
Después de la quiebra de Lehman, la apresurada
venta-salvamento
de Merrill y los esfuerzos a la desesperada para rescatar a la
aseguradora AIG, que fructificaron anoche con la
nacionalización de la sociedad, la
economía mundial se enfrenta al vértigo que produce
una crisis cuya duración e intensidad se desconocen por
completo. Los signos
esperanzadores que comienzan a aparecer en Estados Unidos, como
los indicios de que la caída del mercado inmobiliario
puede estar tocando fondo, son insuficientes para anular el
pánico que produce la convicción arraigada en los
inversores de que más bancos pueden sufrir una suerte
parecida a la de Lehman y de que las aseguradoras, incapaces de
hacer frente a los riesgos contratados de la banca, serán
la siguiente ciudadela económica en caer.
La consecuencia más clara de esta crisis es que
la banca de inversión ya no volverá a ser la misma.
El ejemplo de Lehman y las angustias de Merrill Lynch, por citar
solamente los casos más recientes, enseñan que los
bancos de inversión necesitan una regulación
más estricta, una supervisión más atenta y
nuevas reglas de operación en el mercado que acoten la
ilimitada capacidad de toma de riesgos en los mercados más
variopintos que hasta ahora disfrutaban las instituciones
financieras. La supervivencia de mercados financieros sanos y
sofisticados dependerá en gran parte de que los bancos,
las autoridades monetarias y los organismos reguladores como la
SEC sean capaces de pactar esas nuevas reglas de juego. La
época de la alegre desregulación y de la
supervisión a distancia del riesgo bancario debería
haber terminado.
Es fácil deducir que esta crisis ha destruido la
credibilidad de los modelos de
regulación que EEUU trataba de exportar al resto de los
mercados. Después de las pésimas experiencias del
caso Enron o las dramáticas convulsiones actuales, parece
claro que el modelo de autorregulación financiera
propugnado por la actual Administración y que, por cierto, apoya
ideológicamente el candidato republicano John McCain, ha
fracasado y es en parte responsable de los cataclismos presentes.
Lehman ha firmado la enmienda a la totalidad del modelo de
supervisión financiera en EEUU, y sería bueno que
sea cual sea la nueva Administración tras las elecciones
de noviembre, la regulación financiera sea más
parecida a lo que propone Barack Obama que al programa
republicano.
Esta crisis es global y de una gravedad desconocida
desde 1929. Esta circunstancia la hace más peligrosa,
puesto que los responsables económicos y políticos
que deben gestionarla no han vivido una situación
parecida. Es muy probable que las nuevas proyecciones
económicas tengan que retrasar las expectativas de
recuperación, siendo optimistas, al menos en un semestre,
hasta mediados de 2010. Por eso es imprescindible al menos
coordinar los sistemas de
regulación y supervisión bancaria en el
ámbito europeo y también de Europa con EEUU,
Asia y
Japón.
– Stiglitz siembra la polémica al acusar de
hipócritas a las instituciones financieras (El
Confidencial – 17/9/08)
(Por Elena Herrero-Beaumont)
El fruto de la Hipocresía, el artículo que
escribió Joseph
Stiglitz este martes en el Guardian provocó todo tipo
de reacciones entre lectores, académicos y profesionales.
Si las teorías
del economista despertaban un rechazo general en los
círculos más capitalistas, la dramática
crisis financiera de estos días está obligando a
confesar sus pecados a aquellos que hasta ahora "jugaban" sin
límites
en el "gran casino" en el que, según el Nobel de
economía, se ha convertido el sistema financiero
occidental.
Desde que el verano pasado estalló la crisis en
las bolsas de Occidente, Stiglitz ha escrito numerosos
artículos en una variedad de medios de
comunicación citando sin tapujos las causas del
problema. "Esta crisis es el fruto de la falta de honestidad de las
instituciones financieras y de la incompetencia de los
políticos", escribía el reputado académico,
añadiendo como causa adicional el colapso en la confianza
que hasta ahora había alimentado la irracionalidad del
sistema. Un sistema que ha bloqueado cualquier intento de
regulación en nombre de la innovación financiera.
Según Stiglitz, a lo largo de la última
década, las mentes más brillantes del mundo
occidental, en lugar de crear riqueza real, han empeñado
todo su talento en esquivar una serie de regulaciones cuyos
objetivos
fundamentales eran garantizar la eficacia de la
economía y la seguridad del
sistema bancario.
Hasta ahora, las teorías del Nobel eran
automáticamente rechazadas por una gran parte de aquellos
que defendían el desarrollo sin
límites de la sofisticación financiera, mientras
tachaban al economista de "liberal peligroso". Pero lo vivido
estos últimos días está alimentando el peso
de sus argumentos en esos mismos ámbitos.
En la elitista red social de A Small World, ayer se
recogía el artículo del Nobel para debatir si
realmente esta crisis puede comprometer el futuro de un sector en
el que hasta ahora ha reinado el mejor talento. Como ejemplo,
muchos jóvenes ambiciosos que se habían incorporado
en septiembre a las oficinas de Lehman Brothers en Londres,
expresaban estos días con pesar que la crisis ha arruinado
sus prometedoras carreras. "¿Serán a partir de
ahora menos atractivos los servicios
financieros para los graduados más inteligentes de las
mejores universidades?", cuestionaba un ejecutivo de la
red.
La responsabilidad de las agencias de
calificación y las consecuencias de unos malos incentivos
salariales
Luis Garicano, catedrático de economía de
la Escuela de
Negocios de la
Universidad de Chicago, considera que, aunque la
innovación financiera es sin duda beneficiosa para la
economía de los países, comparte con Stiglitz que
no ha habido una correcta regulación de determinadas
instituciones. En concreto, Garicano mencionó el caso de
Moody's o Standard & Poor's, cuyas calificaciones se hacen
imprescindibles para que los bancos de inversión puedan
colocar sus productos estructurados entre los fondos más
cotizados. "Me sorprende muchísimo que no se les haya
culpado de nada", dijo el economista a El Confidencial. Si hace
seis o siete años Moody's o Standard & Poor's eran
meros burócratas, su papel ha ido convirtiéndose en
piedra angular del mercado de titulización. "El fallo es
que no se les ha puesto límites cuando en el fondo cumplen
una función casi pública", dijo Garicano, quien
añadió no tener duda alguna de que se han comprado
sus servicios.
Garicano también comparte con el Nobel que ha
habido una incorrecta regulación en el sistema de
incentivos salariales. "Los gestores de fondos de
inversión tienen unos incentivos a muy corto plazo",
explicó el economista español. Ningún
empleado que quisiera mantener su puesto de trabajo podía
dejar de invertir en determinados productos estructurados aunque
dudara de los riesgos que la operación pudiera
entrañar en el largo plazo. Lo dramático de esta
crisis es que todo el mundo sabía lo que se venía
encima desde hace meses e incluso años, pero estos
sistemas impedían que se frenara la irracionalidad de las
operaciones. "Como ya apuntó Keynes: la
sabiduría popular enseña que es mejor para tu
reputación errar convencionalmente que triunfar
inconvencionalmente", concluyó.
– Las tinieblas de la realidad liquidan el peor
capitalismo de los últimos 80 años (El Confidencial
– 17/9/08)
(Por Carlos Sánchez)
"El mundo ha tardado en percatarse de que este
año estamos viviendo en las sombras de una de las mayores
catástrofes económicas de la historia moderna. Pero
ahora que el hombre de
la calle se ha dado cuenta de lo que está pasando, sin
conocer ni el cómo ni el porqué, se siente abrumado
por unos temores exagerados; en cambio, previamente, cuando
comenzaban a aparecer los motivos de preocupación, no
experimentó lo que hubiera sido una inquietud razonable.
Empieza a dudar del futuro. ¿Se está despertando
ahora de un sueño agradable para afrontar las tinieblas de
la realidad? ¿O se está durmiendo con una pesadilla
que pasará?" John Maynard Keynes.(Ensayos de
Persuasión Edit. Crítica)
El texto que
precede a este artículo vio la luz 14 meses
después del crack de Wall Street. J. M. Keynes lo
publicó en la revista
Nations and Athenaeum en dos entregas. La primera, el 20 de
diciembre de 1930, y la segunda, una semana más tarde.
El ensayo
lleva por título La Gran Depresión de 1930, y viene
a ser la primera gran introspección del maestro de
Cambridge para conocer lo ocurrido en la bolsa neoyorkina tras
aquel jueves fatídico del 24 de octubre de
1929.
El análisis de Keynes no deja lugar dudas
sobre la dimensión y las causas del problema. "En la
actualidad, sostiene el economista británico, nos hemos
metido nosotros mismos en un desorden colosal, fallando en el
control de un mecanismo delicado, cuyo funcionamiento no
comprendemos". Y la conclusión que obtiene no puede ser
otra: "Nuestras posibilidades de riqueza pueden despilfarrarse
durante un tiempo, tal vez durante mucho tiempo".
Ni que decir tienen que la realidad económica de
2008 no tiene nada que ver con la de 1929. O mejor dicho, casi
nada. Keynes, sin embargo, tiene razón, y mucha, cuando
compara el sistema económico con algo parecido a un reloj
de precisión ("un mecanismo delicado") que necesariamente
se rompe cuando es manipulado de forma torpe e indebida por manos
inexpertas. O lo que es todavía peor, cuando la
economía se pone a disposición de los nuevos
mercaderes del siglo XXI sin que nadie vele por garantizar el
bueno funcionamiento del sistema.
Habrá quien piense que el capitalismo puede
funcionar sin reglas establecidas y sin regulación alguna,
pero lo cierto es que en los últimos 100 años se
han pagado muchos excesos (muchos de ellos previsibles y por
supuesto innecesarios) que han tenido un elevado coste en
términos de desempleo y de
empobrecimiento de la sociedad. Se dirá, y es cierto, que
las crisis (más o menos periódicas, más o
menos intensas) son inherentes al capitalismo. Los ciclos
económicos están ahí y sería absurdo
discutirlos; pero dicho esto, no es menos que los economistas
cuentan con instrumentos eficaces para domarlos y ponerlos al
servicio del
bienestar general. Asumiendo, en una palabra, la célebre
frase de Einstein, que en su famosa polémica con el
científico Niels Bohr
aseguró que Dios no jugaba a los dados, lo que significa
que el orden universal obedece a una leyes ciertas, y
no a un cálculo de
probabilidades.
Triunfan las reglas del azar
Einstein, sin embargo, ha perdido la partida. Una buena
parte del sistema económico mundial permanece
huérfano de regulación, de leyes ciertas, como si
el delicado mecanismo funcionara mediante las alocadas reglas del
azar, lo que ha alimentado crisis financieras cada vez más
habituales. Ha sido como dejar las llaves de la cantina a una
pandilla de alcohólicos. O si se prefiere, como poner en
manos de un niño de tres años el maletín
nuclear que maneja el inquilino de la Casa Blanca.
El resultado no podía ser otro. El mundo se mueve
a golpe de estallidos de burbujas y a golpe de excesos: primero
(al comienzo del siglo) estalló la burbuja
tecnológica; después, se pinchó la burbuja
inmobiliaria, y tras ella es muy probable que estemos ante la
explosión de las materias primas entendidas como un activo
financiero en lugar de lo que son, bienes que
cambian de manos por un precio razonable para satisfacer la
demanda.
Es indudable que la desregulación financiera
-junto a los avances
tecnológicos- ha permitido dotar a los mercados de una
eficiencia
desconocida e incluso inimaginable hace muy pocos años.
Pero no es menos cierto que al mismo tiempo han fallado tanto la
supervisión como la regulación, en particular en
EEUU, donde se ha puesto en manos de aprendices de relojeros
mecanismos sofisticados que tarde o temprano tenían que
averiarse y que ni ellos mismos entendían (como por cierto
hace ya algún tiempo denunció Warren
Buffet).
Detrás de la crisis actual no hay más que
un evidente desajuste entre las coberturas mínimas de
riesgo asumidas por las entidades y el volumen de los balances,
escuálidos como un niño hambriento, lo que ha
generado gigantes con pies de barro que tarde o temprano
tenían que desmoronarse bajo el peso de las leyes
económicas. Es muy probable que muchos de los problemas
actuales se hubieran solucionado simplemente con normas
más estrictas en materia de
cobertura de capitales, es decir, poniendo los instrumentos
necesarios para evitar que reinara ese "desorden colosal" del que
habla Keynes. Como se ve, una solución nada radical y que
suponga un atentado contra la esencia del capitalismo.
No ha sido así, y por eso ahora es más
preciso que nunca que el sistema se depure; que caiga hasta donde
tenga que caer en aras de configurar una nueva arquitectura
financiera internacional capaz de cercar los excesos sobre bases
más sólidas. Como se sabe, una vieja asignatura
pendiente del Fondo Monetario que duerme en el sueño de
los justos. La nueva arquitectura pasa, necesariamente, por
reforzar los poderes de las instituciones supervisoras en un
mundo globalizado, reinventando, si es precio, la Reserva Federal
estadounidense, sin lugar a dudas el primer cadáver de la
actual crisis financiera.
– La peor crisis desde los años 30 no tiene visos
de aflojar (The Wall Street Journal – 18/9/08)
(Por Jon Hilsenrath, Serena Ng y Damian
Paletta)
Esto aún no ha terminado.
Un día después que el gobierno asumiera el
control de la aseguradora American International Group Inc.
(AIG), el Promedio Industrial Dow Jones perdió otros
449,36 puntos.
La premura de los inversionistas por apoderarse de
los valores
más seguros del
mercado, los bonos del Tesoro estadounidense, fue tal el
miércoles que en cierto momento los inversionistas
estuvieron dispuestos a pagar por los papeles en lugar de recibir
interés.
El Tesoro, respondiendo al creciente temor de que la
Reserva Federal (Fed) podría quedarse sin munición
financiera, maniobró para concederle al banco central US$
40.000 millones. A su vez, la desconfianza de las otrora
venerables firmas de Wall Street ahora se trasladó a
Morgan Stanley.
La crisis financiera que empezó hace 13 meses
entró en una fase nueva y más grave. El principal
responsable del descalabro actual ya no son las hipotecas de alto
riesgo, sino las pérdidas de los seguros contra cesaciones
de pagos, más conocidos como CDS, vendidos por AIG y otras
entidades. Las consecuencias para las compañías y
los presidentes ejecutivos que esperaron una ocasión
más propicia para recaudar capital, vender activos o
asumir nuevas pérdidas se han vuelto tan nítidas,
como brutales, lo que llevó a John Thain a vender Merrill
Lynch a Bank of America. Cada episodio parece tener como
consecuencia una intervención estatal más extensa y
costosa que la anterior.
Asimismo, las esperanzas de una solución
rápida a la crisis se están desvaneciendo. "Creo
que esto va a durar mucho más de lo que habíamos
anticipado", predijo miércoles Anne Mulcahy, presidenta
ejecutiva de Xerox Corp.
"Esta ha sido la peor crisis financiera desde la Gran
Depresión. Sin lugar a dudas", dijo Mark Gertler,
economista de la Universidad de Nueva York que colaboró
con Ben Bernanke, el actual presidente de la Fed, en investigaciones
para explicar cómo las turbulencias financieras infectan a
la economía real. "Pero al mismo tiempo, tenemos las
políticas adecuadas para combatirla, algo que no tuvimos
durante la Gran Depresión".
El sistema financiero de Estados Unidos parece un
paciente en la unidad de cuidados intensivos. El cuerpo trata de
luchar contra una enfermedad que se propaga y al hacerlo entra en
convulsiones, luego se calma, luego se vuelve a convulsionar. Los
médicos responden con tratamientos cada vez más
invasivos y ahora experimentan con remedios que nunca se
habían utilizado. Bernanke y el secretario del Tesoro,
Henry Paulson, entraron a la reunión de emergencia con los
líderes del Congreso el martes por la noche para
informarles del rescate de AIG con la apariencia de cirujanos
exhaustos que tienen que darles las malas noticias a los
familiares del paciente.
La Reserva Federal y el Departamento del Tesoro ya
identificaron la patología. Se llama desapalancamiento.
Durante el auge crediticio, las instituciones financieras y las
familias estadounidenses se endeudaron en exceso. Entre 2002 y
2006, los préstamos a los hogares crecieron a una tasa
promedio anual de 11%, muy por encima del crecimiento de la
economía. Las instituciones financieras hicieron lo mismo.
Ahora, muchos acreedores no pueden pagar los préstamos
debido en parte al colapso en los precios inmobiliarios.
Necesitan reducir su dependencia del dinero prestado, un doloroso
proceso que puede ahogar el crecimiento
económico y del crédito.
Al menos tres cosas tienen que suceder para que concluya
el proceso de desapalancamiento. Las instituciones financieras y
otros necesitan admitir sus errores y asumir rebajas contables
sobre los activos problemáticos que compraron con dinero
prestado. También tienen que saldar sus deudas y, en
tercer lugar, apuntalar su capital que fue erosionado por las
pérdidas de esos activos problemáticos.
El proceso, sin embargo, produce un círculo
vicioso. Tratar de vender los activos reduce su precio, lo cual
hace que sean más difíciles de vender y lleva a que
las firmas traten de vender más activos. Eso, a su vez,
hace caer los precios de las acciones y dificulta que las
empresas emitan nuevas acciones para recaudar capital. En su
época de académico, Bernanke llamó a este
círculo vicioso un "acelerador financiero".
Goldman Sachs estima que en los últimos doce
meses, las instituciones financieras alrededor del mundo han
realizado rebajas contables del orden de los US$ 408.000 millones
en activos y recaudado US$ 367.000 millones en capital. Pero eso
no parece suficiente. Cada vez que las firmas financieras y los
inversionistas sugieren que han hecho las rebajas contables y
recaudado el capital suficiente, una ola de ventas causa
una reevaluación, inaugurando un nuevo capítulo de
la crisis.
Las crisis financieras no son nada nuevo. Desde la Gran
Depresión a la crisis de la deuda externa
latinoamericana en los años 80 y la crisis asiática
en los 90, los ejemplos abundan. Ni los economistas ni las
autoridades tienen soluciones
fáciles. Recortar las tasas de interés y lanzar
planes de estímulo fiscal pueden
ayudar e incluso prevenir o aplazar una recesión profunda,
pero al menos en esta ocasión no bastan. En tales
circunstancias, los gobiernos experimentan con diferentes
recetas. Japón, por ejemplo, recurrió al gasto
fiscal durante una década para tratar de reanimar su
economía en los años 90. Hoy, Bernanke está
sacando su propia receta "e improvisando sobre la marcha", dice
Gertler.
– Estados Unidos sopesa crear una agencia para rescatar
empresas en crisis (ABC – 18/9/08)
(Por Anna Grau / Nueva York)
Mientras Wall Street va de susto en susto y el Tesoro
norteamericano y la Reserva Federal de rescate en rescate, en los
Estados Unidos ha empezado a tomar forma la propuesta de crear
una nueva agencia estatal sólo para rescatar activos
empresariales amenazados por la burbuja hipotecaria.
Inevitablemente una propuesta de este tipo tendría que
esperar a que pasen las elecciones para prosperar. Pero entre sus
valedores figuran dos ex-presidentes de la Fed, Alan Greenspan y
Paul A.Volcker, así como destacados miembros de la
mayoría legislativa demócrata, entre ellos la
presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy
Pelosi.
Los demócratas se muestran muy críticos
con el actual Gobierno, al que acusan de no intervenir a tiempo
para atajar el caos en Wall Street y tener que intervenir tarde y
mal con un coste terrible para el contribuyente. La
creación de una agencia federal específica para
hacer frente a estos retos puede ser la manera de dejar de jugar
a la defensiva para pasar al ataque, asumen los dirigentes
demócratas que, según "The New York Times", creen
que esta idea merece ser tomada en
consideración.
No es que una agencia así no tenga precedentes en
Estados Unidos. La novedad es que en los 80 el Gobierno
actuó no tanto para proteger a las entidades amenazadas
como buscando el mal menor para el contribuyente. Si AIG hubiera
caído, habría arrastrado a muchísimas
empresas que contrataron con ella pólizas de seguro contra la
quiebra.
– El Tesoro de EEUU enseña ahora a los
jóvenes la cara amarga del crédito (Cinco
Días – 18/9/08)
(Por Ana B. Nieto / Nueva York)
En EE UU es frecuente conocer a personas que tienen una
deuda considerable antes de ponerse a trabajar. Los costes de los
estudios superiores fuerzan a muchos ciudadanos a pedir unos
préstamos que no pueden devolver hasta que ya llevan
años trabajando.
Adicionalmente, estudiante o no, el ciudadano medio
utiliza la tarjeta de crédito con abandono y descuida el
ahorro. De hecho, durante años, la tasa de ahorro ha sido
negativa, como lo fue en los años precedentes a la Gran
Depresión. Ahora, y como si la actual crisis no fuera lo
suficientemente ejemplarizante, el Tesoro quiere educar con una
campaña de publicidad a los
jóvenes para que "tengan control de su crédito y
sus finanzas personales", algo que hasta ahora no había
sido tan prioritario.
La campaña se presentó esta semana, la
misma en la que Wall Street está cambiando su cara para
siempre por causa de los excesos del mercado hipotecario y del
crédito en general. Tarde o no, el Tesoro y el Advertising
Council han diseñado una serie de anuncios para radio y televisión
además de un oscuro juego online, The bad credit hotel (www.controlyourcredit.gov), con el que
quieren transmitir las consecuencias de una mala gestión
del dinero. "No dejes que tu crédito te deje en mal lugar"
es el eslogan de esta campaña destinada a jóvenes
de 18 a 24 años, de la que se ha encargado Lowe Worldwide.
Los anuncios se emitirán en espacios cedidos por los
medios.
El mensaje es que "el gasto excesivo le puede costar a
uno más de lo que piensa, el trabajo, su
casa, el coche o causar vergüenza pública". En el
anuncio de televisión, una chica, bien vestida, con
toda la ilusión de una recién licenciada llega a
una oficina sucia,
descuidada y presumiblemente de un negocio mal gestionado
disculpándose por no haber tenido una historia crediticia
brillante. Su futuro jefe le dice que él no tomará
eso en cuenta si ella no se lo toma a él, algo que le
lleva a considerar a ella que por culpa de su crédito no
puede optar más que a ese oscuro empleo.
En la radio, uno de
los anuncios, en castellano, pone
en escena a una pareja en una cena que él trata de pagar
con una tarjeta que, para su vergüenza, es rechazada. En el
lanzamiento de la campaña, el Tesoro reconoció que
más del 50% de los estudiantes de universidad acumulan una
deuda de más de 5.000 dólares en su tarjeta de
crédito. Además, y según Capital One,
sólo el 10% de los institutos enseñan
gestión financiera y el 75% de los graduados no entiende
los principios
básicos de la inversión.
La campaña y un vistazo a lo que está
pasando en la escena financiera puede hacer cambiar algunas
actitudes y
concienciar a los consumidores. Un banco como ING está
instruyendo a sus clientes. Hace unos días les
mandó una comunicación en la que explicaba que la
economía se mantendrá "frágil" en 2009. "Lo
mejor que pueden hacer nuestros clientes es ser disciplinados,
evitar el despilfarro, identificar y recortar gastos
innecesarios, ahorrar para lo esencial y prepararse para estos
tiempos difíciles".
Es decir, un cambio de filosofía para un
país cuyo presidente pidió en septiembre de 2001 a
sus ciudadanos que consumieran y fueran de compras para combatir
la crisis y la desolación dejada por los actos
terroristas.
– EEUU creará una agencia estatal que compre los
activos fallidos de los bancos (El Confidencial –
19/9/08)
La creación de una entidad que se haga cargo de
los activos fallidos de los bancos es el eje central del plan de medidas
que está discutiendo el Gobierno de EEUU, la Reserva
Federal y el Congreso para afrontar la grave crisis financiera.
El diario The Wall Street Journal explicó, en su edición
digital, que el plan de medidas podría suponer la mayor
intervención pública en los mercados de capitales
desde la "Gran Depresión" de la década de
1930.
Según dijo el líder
de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell,
el paquete de medidas podría ser aprobado por el Congreso
"en los próximos días". La medida principal,
según el diario, sería la creación de una
nueva agencia gubernamental que pueda hacerse cargo de los
activos que están dañando la calidad de los
balances de los entidades financieras, para venderlos
posteriormente en subasta en los mercados.
Según The Wall Street Journal, el Tesoro ha
estado estudiando la creación de esta entidad durante
semanas, pero se había mostrado reticente a plantear al
Congreso la asunción de esta responsabilidad hasta estar
seguro de que prosperaría en una votación. El
periódico aclaró que esta nueva agencia
guardaría algunas similitudes, pero no sería
idéntica, a la que se creó durante la crisis de las
cajas de ahorros a finales de los 80, y que se denominó
Resolution Trust Corporation.
En lugar de tomar los activos dañados de los
bancos quebrados, la nueva entidad compraría los activos
de todas las entidades, incluso las saneadas, con un precio de
descuento, y luego la vendería en los mercados financieros
mediante subasta. El tamaño que cobraría esta
entidad sería de varios cientos de miles de millones de
dólares.
Sistema de seguros para las inversiones
La noticia sobre la posible constitución de esta entidad
infundió nuevos bríos a la bolsa de Nueva York, que
ayer cerró con una subida de 410 puntos, la mayor en seis
años. Otra de las propuestas que están sobre la
mesa de negociación del Congreso, el Gobierno y la
Reserva Federal es crear un sistema de seguros para las
inversiones en los mercados monetarios, similar al seguro de
depósito que existen para las cuentas bancarias
comunes.
Esta medida iría dirigida a frenar la salida
precipitada de los mercados de aquellos inversores que cuentan,
incluso con activos de bajo riesgo y entre los que ya ha
comenzado a cundir el pánico. Además, según
señaló el Wall Street Journal, la Comisión
de Valores estadounidense estaría preparando una
prohibición temporal de la "venta al descubierto" de
valores, una práctica que permite a los inversores vender,
incluso valores prestados que no poseen.
Ayer, el candidato republicano a la presidencia de EEUU,
John McCain, criticó duramente a la Comisión de
Valores por haber relajado la vigilancia de estas
prácticas, y llego a pedir la dimisión de su
presidente, Christopher Cox. Cox, que hoy recibió el
respaldo de la Casa Blanca, estuvo presente en la reunión
que celebraron con los legisladores el secretario del Tesoro,
Henry Paulson, y el presidente de la Reserva Federal, Ben
Bernanke, para estudiar el paquete de medidas.
Los legisladores y los altos funcionarios
económicos anunciaron que el acuerdo final sobre este
paquete, que se centrará en dar solución a los
activos fallidos del mercado hipotecario que tienen en sus
balances las instituciones financieras, estaría listo en
"cuestión de horas", pero podría darse a conocer
durante el fin de semana. El propio secretario del Tesoro
reconoció, en una breve comparecencia ante la prensa el jueves
por la noche, que detrás de esta grave crisis se encuentra
la "falta de liquidez" de los activos, que tienen las
instituciones financieras y que no encuentran salida en los
mercados.
Una gran cantidad de bancos de inversión, fondos
y aseguradoras invirtieron en activos vinculados a las hipotecas
de alto riesgo, lo que dañó de manera alarmante la
calidad de sus balances. De hecho, el banco de inversión
Lehman Brothers tuvo que solicitar la quiebra el pasado lunes,
Merrill Lynch fue vendida a bajo precio al Bank of America, y la
aseguradora AIG, la mayor del país, fue intervenida por la
Reserva Federal.
– Se prohíbe que la bolsa baje (El Confidencial –
19/9/08)
(Por E. Segovia)
"Por orden de las principales autoridades financieras
del mundo, a partir de hoy queda prohibido que la bolsa baje".
Aunque suene un poco exagerado, ése podría ser el
edicto que han publicado los supervisores de los principales
mercados del mundo -EEUU, Reino Unido y Suiza- en las
últimas horas, puesto que han limitado enormemente la
capacidad de los inversores para ponerse bajista, lo que
está forzando al cierre de este tipo de posiciones y
magnifica enormemente la subida de hoy en las bolsas.
Las posiciones bajistas, también llamadas cortas,
se toman vendiendo acciones antes de comprarlas, para lo cual se
piden prestadas. Es decir un inversor pide prestado a otro
(normalmente un banco) títulos del Santander, por ejemplo,
que tenga dicho banco en cartera. Coge las acciones y las vende,
ingresando una cantidad, supongamos un millón de euros.
Entonces espera a que el valor baje, pongamos un 10%, y recompra
esas acciones que ahora le costarán 900.000 euros en este
ejemplo. Los 100.000 euros que le sobran de la venta inicial son
la ganancia de la operación, aunque de ahí hay que
descontar las comisiones y el tipo de interés que hay que
pagar al banco que presta las acciones.
Esta operativa no ha sido prohibida radicalmente, sino
la forma más agresiva de la misma, los llamados "cortos
desnudos" (naked shorts): consiste en vender las acciones sin
haberlas tomado prestadas previamente, y las consiguen
después dentro de los tres días que tardan en
liquidarse estas operaciones. El problema es que, durante la
crisis de esta semana, numerosos inversores de todo el mundo
habían tomado ingentes posiciones bajistas mediante esta
operativa en el sector financiero, en especial en EEUU y Gran
Bretaña.
Ahora, con esta prohibición tienen que deshacer
sus posiciones precipitadamente, lo cual se hace recomprando las
acciones. Y como se trata de compras forzadas por las
autoridades, deben hacerlo a cualquier precio. Y eso
retroalimenta la fuerte subida en las bolsas, con espectaculares
alzas del 30% y el 40% en bancos donde había grandes
posiciones bajistas, como Royal Bank of Scotland, HBOS, Lloyds,
Barclays y UBS.
– La semana que cambió el mundo (El Confidencial
– 20/9/08)
(Por S. McCoy)
"En el día de hoy, cautivo y desarmado el sistema
financiero, han alcanzado las tropas del intervencionismo sus
últimos objetivos accionariales. La guerra ha
terminado. Washington/Nueva York, 18 de septiembre de 2008,
año de la victoria. Firmado: Hank Paulson, Secretario del
Tesoro de los Estados Unidos, y Ben Bernanke, Presidente de la
Reserva Federal". No estamos en 1939 ni obviamente es éste
el último parte de la Guerra Civil española. Sin
embargo coincide con él en que, de su mano, da comienzo un
nuevo régimen que va a suponer que nada vuelva a ser como
antes en los mercados alrededor del mundo, al menos, durante el
tiempo que tarde el Capitalismo Moderno en resurgir de sus
cenizas. Un cambio que, paradójicamente, puede ser menor
si lo comparamos con el potencial impacto que, lo vivido en los
últimos siete días, puede tener sobre la
frágil economía de Estados Unidos.
Como en todas las contiendas, el aparente fin de las
hostilidades trae consigo una doble sensación de alivio y
euforia. Es momento de enterrar a los muertos, de hacer todo lo
posible para que se curen los heridos y de que los vivos se
busquen la vida del mejor modo posible, en el nuevo escenario que
se presenta por delante. Ese es exactamente el mensaje que ayer
compraron los distintos activos financieros. Worst is over, lo
peor ha pasado, gritaron al unísono. Y si el
miércoles las estadísticas se quedaban cortas para
describir lo que estaba ocurriendo, ayer sufrieron un
reventón de optimismo de dimensiones siderales. Festival
en las bolsas, desplome de los bonos, rebajas sustanciales en las
primas de riesgo, colapso de los bienes tradicionalmente
utilizados como refugio y sensación generalizada de que,
por fin, ésta es la buena. Ha llegado la hora. The time
has come. Menos mal que ni siquiera se conocen los detalles en
los que va a consistir la acción
pública de las autoridades estadounidenses, que si se
llegan a saber…
No comparto ese optimismo. Mejor dicho, no comparto ese
exagerado optimismo. No es por una frustrada vocación de
aguafiestas. Qué va, que ya me imagino a alguno de ustedes
con la cachiporra lista. Las decisiones no son buenas o malas por
sus efectos a corto sino por su consistencia a largo. Esto, que
es una verdad como un templo en todos los ámbitos de la
vida, cobra aún mayor vigencia en el caso que nos ocupa.
De poco o nada sirve que la bolsa se dispare un 10% en un solo
día si dicha subida se construye sobre un conjunto de
proposiciones que sólo pueden traer mayores dificultades a
futuro. Es la diferencia entre el gasto, que da
satisfacción inmediata al que lo realiza, y la
inversión que es sacrificio actual a la espera de mayores
réditos mañana. Pues bien, a la vez que
rompían con el normal funcionamiento del libre mercado,
Bernanke y Paulson han agotado futilmente su saldo disponible en
una apuesta a blanco o negro cuyo resultado último no
pinta excesivamente bien, al menos de partida. Sólo el
tiempo categorizará adecuadamente esta decisión.
¿Greenspan, gastó o invirtió?
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