Poema
Ví un cocuyo en lo alto.
Corrí tras él, creyendo que era
estrella.
Se posó en una hoja
ensombrecida
por la inmensa noche que era
bella.
Y la hoja era parte de una rama,
y las ramas formaban la corona
de un árbol viejo y
corpulento.
Debajo de las ramas, ví el
tronco.
Sentado en sus raíces, estaba un
hombre
entonando una canción con dulce
acento.
La letra melodiosa, alababa
al inmenso prodigio natural
y al Dios poderoso lo colmaba
de gracias infinitas, por
brindar
tantos recursos para
subsistir.
De pronto!, en la espesura,
el hombre oyó un lamento
singular!
Era Dios que lloraba, porque
nosotros
no sabemos sus dones,
apreciar!…
Prólogo
Ante la obligatoriedad de la enseñanza de la Educación Ambiental en el
hogar (informal), y desde la Educación Inicial (preescolar), dadas mis
inquietudes literarias y vocación profesional, ejercida
ésta, con entrega y dedicación durante mi función docente, impregnada
del amor a los niños en los cuales
conjugué la enseñanza activa con la satisfacción
de sus intereses y necesidades, y ahora, desde la profundidad que
reportan las experiencias compartidas, las añoranzas de la
escuelita rural, la evaluación que conjuga el
fruto del empeño; pretendo mezclar en el vaivén de mi
vida de "Educadora Jubilada" la proyección de lo que nunca
muere, sino que marcha acorde con las innovaciones educativas,
para seguir forjando patria.
La
autora…
Decreto
Yo, Trina Leé de Hidalgo, o mejor
díganme TrinaLírica, establezco el siguiente decreto
para los niños de Venezuela:
A partir de hoy, todos los niños deben
transitar por el Camino de la Ilusión, tocar el rocío y
oler las rosas, hablar con las plantas y animales, croar con la rana
platanera, seguir la luz de las luciérnagas,
observar el espíritu liberal del caracolito del río,
sentarse debajo de los árboles frondosos, tener
una Orquídea en la ventana de su cuarto, dejar que el
Turpial se pose libremente en un Araguaney que van a sembrar en
el patio de su casa.
Que sus padres les regalen plantillas de animales para
seguir por ejemplo, la silueta del pingüino, pintar su capa
negra y su pecho tan blanco como el algodonero.
Que le pierdan el miedo a los sapos que son feos pero
espirituales y bondadosos porque se comen los insectos de charcos
y pozos, que vayan con sus padres y amigos a las quebradas, para
oír caer sus aguas cantarinas, lavarse la cara y
después ir corriendo tras las iguanas y matos. Que los
lleven a las playas para sentirse mas libres, observar las olas y
el azul del mar, ver volar las gaviotas y a lo lejos, los barcos
y lanchas que regresan. Que se ensucien todos con la arena, coman
muchas frutas, busquen la chicharra estridente en los troncos de
los árboles y dejen que la voz melodiosa de la maestra
alegre a los pájaros en el aire y que al tocarlos; la rima
de la canción los convierta en cometas para que puedan jugar
con ellas en el recreo.
Que el arco iris les preste sus colores, para ilustrar los
garabatos de sus cuadernos, que se puedan convertir en cohetes,
río pueblerino, hormiga navegando en una hoja seca, que
jueguen al escondido con la luna, que oigan el rumor de las
abejas en las flores o del viento que se posa tenue en sus
mejillas, o perseguir el ejército de hormigas cargando
boronas, o buscar en las sombras, los ojos grandotes de las
lechuzas, o ver estampas de animales raros como el cachicamo, la
pereza, la jirafa, el elefante, el puerco espín y los osos
palmeros.
Todo eso decreto para los niños y mucho más,
gracias a los innumerables recursos que nos brinda la maravillosa
naturaleza.
Aprendiendo a querer mi mundo
natural
Yo quiero ser un niño feliz, vivir en una casa
espaciosa, ventilada, con ventanas grandes desde donde pueda
observar las flores hermosas que siembra mi mamá.
Por las mañanas ayudar a regarlas y cortar las
más hermosas para ponerlas en un florero que llene de
colores nuestra sala.
También quiero un patio grande con gallinas a las
que pueda echarles maíz, mientras las llamo
cariñosamente: tico, tico, tico…
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