No es a usted a quien aman,
compréndalo, renuncie gentilmente.
Piense en las estrellas e invéntese
algunas constelaciones.
Hable de todo cuanto quiera, pero no diga
su nombre verdadero.
No se palpe usted el fantasma que lleva
debajo de la piel.
No responda ante el nombre de un sepulcro.
Niéguese a morir. Desista. Reconcilie.
No hable de la muerte, no
hable del cuerpo, no hable de la belleza.
Para que los barcos anden,
Para que las piedras puedan moverse y
hablar los árboles.
Para corroborar la costumbre un poco
antigua de morirse,
Remonten suavemente las amazonas el blanco
río de sus cabellos.
VIII
Yo soy el mentiroso que siempre dice su
verdad.
Quien no puede desmentirse ni ser otra cosa
que inocente.
Yo soy un niño que recibe por sus
ojos la verdad de su inocencia.
Un navegante ciego en busca de su morada,
que tropieza en las rocas
vivientes del cuerpo humano,
que va y viene hacia la tierra bajo
el
peso agobiante de su pequeño
corazón.
Quien padece su cuerpo como una
herejía, y sabe que lo ignora.
Quien suplica un poco más de
tiempo para
olvidarse.
La mano de su Padre recogiéndolo
piadosa en medio del parque.
Sonriendo, sollozando, mintiendo,
proclamando su nombre
sordamente.
Bufón de Dios, vestido de pecado,
sonriendo, gritando bajo la piel ,
por su fantasma venidero.
Amor hacia las más bellas torres de
la tierra.
Amor hacia los cuerpos que son como
resplandecientes afirmaciones.
Amor, ciegamente, amor, y la
muerte velando
y sonriendo en el balcón
de los cuerpos más
hermosos.
Las manos afirmando y el corazón
negando.
Vuelve, vuelve a soñar, inventa las
precisas realidades.
Aduéñate del corazón
que te desdeña bajo los cielos de Burma.
Suena donde desees lo que desees. No
aceptes. No renuncies.
Reconcilia.
Navega majestuoso el corazón que te
desdeña.
Sueña e inventa tus dulces
imprecisas realidades, escribe su nombre
en las arenas, entrégalo al mar,
viaja con él, silente navío
desterrado.
Inventa tus precisas realidades y borra su
nombre en las arenas.
Mintiendo por mis ojos la dura verdad de mi
inocencia.
IX
Estamos en Ceilán a la sombra
crujiente de los arrozales.
Hablamos invisiblemente la Emperatriz
Faustina,
Juliano el Apóstata y yo.
Niño, dijeron, qué haces tan
temprano en Ceilán,
Qué haces en Ceilán si no has
muerto todavía,
Y aquí estamos para discutir las
palabras del Patriarca Cirilo,
Y hablaremos hebreo, y tú no sabes
hebreo?
El emperador Constantino sorbe ensimismado
sus refrescos de fresa.
Y oye los vagidos victoriosos del
niño occidente.
Desde Alejandría le llegan
sueños y entrañas de aves
tenebrosas
como la herejía.
Pasan Paulino de Tiro y Patrófilo de
Shitópolis.
Pasan Narciso de Neronías, Teodoto
de Laodicea, el Patriarca Atanasio.
Y el emperador Constantino acaricia los
hombros de un faisán.
Escucha embelesado la ascensión de
Occidente.
Y monta un caballo blanquísimo
buscando a Arlés.
El primero de Agosto del año
trescientos catorce de Cristo.
Sale el emperador Constantino en busca de
Arlés.
Lleva las bendiciones imperiales debajo de
su toga,
Y el incienso y el agua en el
filo de su espada.
Faustina me prestaba su copa de
papel
Y yo bebía del vino que toman los
muertos a la hora de dormir.
Pero no conseguían
embriagarme
Y de cada palabra que decían sacaba
una enseñanza.
El pez vencerá al
Arquitecto.
Los hijos son consubstanciales con el
padre.
Si descubren un nuevo planeta, habrá
conflagraciones, y renunciará a
existir el Sínodo de
Antioquia.
Y de todo ello salía una
enseñanza.
Estamos en Ceilán a la sombra de los
crujientes arrozales.
Mujeres doradas danzan al compás de
sus amatistas.
Niños grabados en la flor de amapola
danzan briznas de opio.
Y en todo el paraninfo de Ceilán las
figuras del sueño testifican:
¿Quién es ese niño que
nos escribe en palabras en la arena?
¿Qué sabe él
quién lo desata y lanza?
Me prestaba su copa de papel.
El patriarca hablaba desde su estatua de
mármol, con su barba natural
y voz de adolescente:
Preparaos a morir. La hora está
aquí. Vengan.
Continuaba bebiendo el vino de los muertos
y fingía dormir.
El patriarca me ponía su manto para
cuidarme del sueño.
Y oía su diálogo
por debajo del vuelo, la voz enjoyada de Faustina, la
voz de la estatua, el vino de
Ceilán, la canción de los
pequeños
sacrificados en la misa de
Ceilán.
¿Quién es ese niño que
nos escribe en palabras en la arena?
¿Qué sabe él
quién lo desata y lanza?
Una voz contesta desde su garganta de
mármol:
Dejadlo dormir, es inocente de todo cuanto
hace,
Y sufre su sangre como el
martirio de una herejía.
Dormir en la voz helena de
Cirilo.
Con las soterradas manos de
Faustina.
Dialogando interminablemente Juliano el
Apóstata.
X
Echemos algunas gotas de horror sobre la
dulzura del mundo.
Mira tu corazón frente a frente,
piensa en la terrible belleza y renuncia.
Los ancianos ya tiemblan al soplo de la
muerte.
Los ancianos que fueron también la
belleza terrible.
Los que turbaron un día las
débiles manos de un niño en la arena.
Ellos son los que tiemblan ya ahora al
soplo de la muerte.
Piensa en su belleza y piensa en su
fealdad.
Aún los seres más bellos
conducen un fantasma.
Ellos son los que tiemblan ya ahora al
soplo de la muerte.
Escapa, débil niño, a la
verdad de tu inocencia.
Y a todos los que se imaginan que no son
inocentes
Y adelantándose al proscenio
dicen:
Yo sé.
Dejemos vivo para siempre a ese inocente
niño.
Porque garabatea insensatamente palabras en
la arena.
Y no sabe si sabe o si no sabe.
Y asiste al espectáculo de la
belleza como al vivo cuerpo de Dios.
Y dice las palabras que lee sobre los
cielos, las palabras que se le
ocurren, a sabiendas de que en Dios tienen
sentido.
Y porque asiste al espectáculo de su
vida afligidamente.
Porque está en las manos de Dios y
no conoce sino el pecado.
Y porque sabe que Dios vendrá a
recogerle un día detrás del laberinto.
Buscando al más pequeño de
sus hijos perdido olvidado en el parque.
Y porque sabe que Dios es también el
horror y el vacío del mundo.
Y la plenitud cristalina del
mundo.
Y porque Dios está erguido en el
cuerpo luminoso de la verdad como
en el cuerpo sombrío de la mentira.
Dejadlo vivo
para siempre.
Y el niño de la arena
contesta:!Gracias¡
Y una voz le responde:
Sea Pablo,
Sea Cefas,
Sea el mundo,
Sea la vida,
Sea la muerte,
Sea lo presente,
Sea lo por venir,
Todo es vuestro:
Y vosotros en Cristo,
Y Cristo en Dios.
Vuelve a dormirte.
Publicado en 1942
Eliseo diego
(La Habana, 1920-Ciudad México,
1994)
Desde la aparición, en 1949, del revelador En la
Calzada de Je´sus del Monte, texto medular
de la lírica cubana, la poesía
de Eliseo descubrió una personalidad
descollante.
En líneas generales, su obra se caracteriza por
la indagación consciente de nuestra identidad, la
voluntad y el logro de una profunda comunicación, la adopción
de un estilo donde se evidencia un tenue barroquismo relacionado
con el empleo de la
sintaxis que generalmente se altera, una visible tendencia (al
decir de Cintio Vitier) a fragmentar la realidad y el empleo
abundante del símbolo que adquiere la calidad de
categoría.
Autor, además, de En las oscuras manos del
olvido (1942); Diverti-mentos (1946); El oscuro
esplendor (1966); Versiones (1970); Nombrar las
cosas (1973); Libro de quizás y de quién
sabe (1989), entre otros títulos de poesía,
narrativa, ensayo y
poesía para niños;
la obra de Eliseo fue reconocida con el Premio nacional de
Literatura en
1986 y con el Premio Juan Rulfo en
1993.
EL SEGUNDO DISCURSO:
AQUÍ UN MOMENTO
Tendrán que oírme decir: no
me conozco,
no sé quién ríe por
mí la noble broma.
en torno de mi
abuelo dicen
que buen vino rondaba,
que gruesa frente y respirar de
toro,
dicen, aquí en familia,
que su padre rompió la sien como
crujiente almendra
para moler la noche ciega,
para librar la sombra
que le cegaba la nariz al moro,
sino que puede que fuese mi
vecino
puesto que toda muerte, dicen,
es sólo un crimen, una farsa
salvaje,
y hace ya tanto tiempo que no
importa
hace ya tantos viernes
(¿barajas las semanas?)
que no sé si es el sueño de
ayer tarde
o el recuerdo que tengo,
que tuve, que tenía de mis
manos,
que dos espejos, dicen, fácilmente
procuran
estas visiones y yo digo
que primero me invento alguna
cosa
con que atarme las cuerdas de la
cara
y luego los abuelos, quizás, y
la
memoria.
Porque yo vi la pesadumbre,
las jerarquías cerradas del
velorio,
me pasma lo callado, brutalmente
me pasma lo callado y digo
no sé quién ríe por
mí la noble broma,
no me conozco, dicen, qué buen
vino,
dejadme que lo piense aquí un
momento.
Aquí en el patio, junto
a las columnas romanas,
impasibles
en su agobiada pesadumbre,
altas,
y mientas hiere mi garganta
la transparencia de la noche,
tan profunda, tan limpia
que saciara la sed de la
tiniebla,
mientras recuento los brocados
y otras riquezas oscuras de mi
tedio
con la mano sagaz, la mano
ciega,
y confundo las palmas
con los desgarradores sucedidos
en la tarde del Viernes,
por no dormirme antes de tiempo,
confundo los harapos
polvorientos del alma
con el abrigo luzbel de la
baraja,
imagino las harpas silenciosas,
el llanto de David,
las caras aguzadas
de los vecinos y su pena,
sepulto mi lugar en áurea
fábula
sin poder
remediarlo,
por no dormirme antes de tiempo,
sigo pensando, aquí, mi amigo,
sucediéndome.
Dicen que soy reciente, de ayer
mismo,
que nada tengo en qué pensar, que
baile
como los frutos que la demencia
impulsa.
Si dejo de soñar quién nos
abriga entonces,
si dejo de pensar este
sueño
con qué lengua
dirán
éste invento edades si nadie ya las
habrá nunca.
Porque no sé de nada duro a no ser
la semilla,
la muerte florecida con mis lujosas
invenciones
que una por una entre mi sangre bajan a los
huesos,
dedo soñar a Plauto, y al
guerrero
cubierto de lejano polvo,
cubierto de mi polvo junto al
río.
Luego de la primera muerte, señores,
las imágenes,
(la despaciosa siega final, el canto
llano
luego de la primera comprobación de
la ceniza),
luego de bien molida por los voraces
ojos
dirán allí en el campo
mira
tu hijo está temblando,
recién ahora lo vimos entre las
espigas
recién cortadas como crujiente
torre,
recién ahora
lo vimos, testifica,
di si es verdad el relumbre bermejo de la
sangre,
bajo la telaraña menuda de las
sombras
y la fragancia de las raídas
hojas,
di si es verdad, contempla,
testifica,
este manchado estorbo de los
ojos,
mugrienta bestia, petrifica sus garras en
el polvo,
abomina quien dice
que sea nuestro lamentado
hermano,
los de las filas más
lejanas
alcen la voz, auguren,
testifiquen
cómo nos envenena
este residuo infame,
mientas tú, me
dirán,
(como un sueño que tengas, como un
sueño tan sólo),
mientras tú, me
dirán,
qué, no te importa
del desgarrante hielo que nos
mueve
como la cuerda a un pelele,
pero nosotros sí, nosotros
vemos
y una palabra, un alarido jamás
visto
por el gallardo viento pastor de los
crepúsculos
para llamarte inauguramos,
para sacarte de tu contemplación de
la miseria,
para que vengas recién ahora
donde
tu hijo Caín está
temblando.
Porque yo soy reciente, de ayer
mismo,
mientras soñaba, como un
sueño
lo miro desangrarse como un
sueño
que acaba en humo, en el vacío del
alba,
como el recuerdo que tengo de ayer
tarde
o la lívida
máscara
con que socorro la penuria,
la indecible, la trágica penuria de
mis muertos,
puesto que nunca
puedo mirar los surcos de tu
boca
y un mismo paño hace
tu traje de costumbre, padre,
y el lienzo que imagino rojo
bajo las manos manchadas de remotos
reyes
y me confundo de lugar y
año
diciendo: fue por el noventa,
cuándo o viste, tu lo
sueñas,
porque yo soy reciente cada
día,
digamos que soy,
digamos que soy el que contempla
su horror en dos espejos,
y es a la vez el que contempla
y el infinito pavor de las
imágenes,
digamos que me invento, que
procuro
restañar este rostro con mis
manos,
que dos espejos las esparcen,
estas visiones, que la muerte
ha de ser como un hombre
contemplando su horror en el
espejo,
como Caín y Abel ya frente a
frente,
como Caín y Abel reunidos en
Adán, como la muerte.
Y pregunto qué sea
el lugar donde vivo, este mi
sitio
de pensar un momento,
los helados alambres, esta
palma,
y el niño de Damasco, el grave
niño
que viene con el asno
atravesando por el humo
alucinante siempre del
bohío
y esta costumbre,
esta costumbre de soñar lo
mismo,
siempre lo mismo, siempre
los espejos dorados como el
tiempo,
hasta cumplir la edad de siete
años,
y ver la pesadumbre,
la pobreza solemne
de este pobre.
Tendrán que oírme decir no me
conozco,
aquí en el patio, junto
a las columnas que toco
provincianas,
no sé quién ríe por mi
la noble broma
pero en torno de aquel hombre
veo
que su madre lo ronda,
en las selladas jerarquías del
polvo,
velándole la muerte
como el sol en torno
de la tierra,
mirándolo tan fijo. Dejadme que
restañe
la minuciosa
fuga de mis ojos,
que les devuelva el canto, su
pobreza,
la ternura paciente de mi
día
a la traición volviendo y a la
nada.
Cómo el oscuro tedio nos
reunía
en la cerrada estancia de su
polvo
alrededor de la pobreza suma.
Y su paciencia nos
empobrecía
las ilusiones fastuosas de la
cena,
este lujo del sueño por mis
ojos.
Pobres, solemnes pobres, ya
veían
el alba cenicienta de las cosas,
la estrechez de mi lugar, la
noche,
aquella irreparable
jerarquía
de la madera, la voz y el arduo
fuego
en la redonda isla del velorio.
A la salida, qué
distintos,
qué limpios, qué recientes
eran
recordando la calle solamente,
su aspereza filial, su extraña
lumbre,
su temblorosa realidad naciendo.
Pero si dejo de soñar
quién nos abriga entonces, si la
nada
es también el dormir,
pesadamente
la caída sin voz entre la
sombra.
Oh la noche es distinta, la
mirada,
la memoria del
Padre, el Paraíso
realizado en la tierra, como un
nombre!
Y ahora es el tiempo de levantarme y de
trazar
mi amplio gesto diciendo:
luego de la primera muerte, señores,
las imágenes,
invéntense los jueves,
los unicornios, los ciervos y los
asnos
y los frutos de la demencia,
y las leyes, en
fin,
y el paño universal del
sueño
espeso de criaturas, de fábulas,
de tedio,
hinchado por el soplo de los dispersos
días
verán el libro de las
generaciones
y cómo el olvido engendró a
la muerte
cuyos morados ojos decimos la
distancia,
cómo la muerte engendró a mi
espejo,
mi espejo engendró
la fiel imagen que inicia
su periplo
entre las barbas rielantes que orillan los
dormidos ancianos,
porque después de la primera
comprobación de la ceniza,
cuando arrugan mi piel los pómulos
del viejo
y en la pared opuesta, por el azogue
nocturno de la sangre
aquel fervor oscuro, aquella
música
de mis huesos se pierde
irrestañable,
cuando todo es uno,
el día y e recuerdo
en el oficio de la lluvia que pulsa las
persianas,
la mirada segura nos deshace
su deleitoso paño entreverado de
sierpes
y en la pobreza intacta del polvo se
resume.
Jesús Orta Ruiz
(Indio Naborí)
(La Habana, 1922- 2005)
Según palabras del poeta y crítico
Virgilio López Lemus, Jesús Orta Ruiz "es el
más importante decimista del siglo XX cubano, por su
carácter integrador de lo popular, lo culto
e incluso hasta folklorista de la décima
campestre".
Autor de diez libros de
prosa y once de poesía, el Indio Naborí resalta
entre los creadores de su generación, no sólo por
su conocimiento y
dominio de la
versificación sino por lo diáfano y profundo de su
discurso, pletórico de siluetas y acontecimientos
cotidianos y, en ocasiones, levemente inclinado hacia lo
onírico.
Merecedor del Premio nacional de Literatura por el
conjunto de su obra, en 1995, Orta Ruiz alcanza los momentos de
mayor intensidad lírica en sus Elegías a
Noel (1955) y en estos sonetos que presentamos a los
lectores.
UNA PARTE CONSCIENTE DEL
CREPÚSCULO
¡Y en un olvido largo….me
olvidaré de mí!
Rubén Martínez
Villena
I
El tiempo cae sobre nosotros,
pero
no se siente caer mientras la
vida
va ruidosa, embriagada,
enloquecida,
como el andante que no ve el
sendero.
El tiempo cae sobre nosotros,
pero
mientras haya una meta prometida
no se siente el gotear de su
caída
ni consulta relojes el viajero.
Arrobados de sueños y
paisaje
creemos infinito nuestro viaje,
pero ¡ay! el viaje es demasiado
breve.
En vísperas del fin viene la
calma
y se siente caer –cernida
nieve-
el tiempo gota a gota sobre el alma.
II
Yo no sé qué especial
malabarismo
para cambiar el rostro hay en mi
espejo:
sólo unos días de mirarme
dejo,
vuelvo a mirarme…. y ya no soy el
mismo.
¿Dónde está mi otra
cara? ¿De qué abismo
me vienen esta mueca, este
entrecejo,
estos ojos marchitos…? Soy
reflejo
de no sé qué silente
cataclismo.
¿Y este algodón
añoso, esta blancura
de nube de la tarde en la
negrura
de mi antigua cabeza? Es,
simplemente,
el final de una ola que tropieza
y se rompe en la laya de la
frente,
dejándonos espuma en la
cabeza.
III
Estoy con el paisaje cara a
cara,
contemplando la tarde que
agoniza.
Hay una estrella que
espiritualiza
al horizonte, como si pensara.
Reina una sombra todavía
clara.
El día es una terquedad
rojiza.
¡Qué lenta rapidez en la
plomiza
hora que de la noche me separa!
Todo se queda en un
recogimiento:
los cálices, los pájaros, el
viento,
la luz que sosegada
se retira,
la yerba leve y el palmar
mayúsculo,
y yo –la tarde que a la tarde
mira-
soy la parte consciente del
crepúsculo.
IV
– Anda por tu camino, caminante,
– dijo a mi juventud el
horizonte-:
atraviesa los llanos, sube el
monte,
que tienes larga vida por
delante.
Anduve desde entonces anhelante
sin pensar en la barca de
Caronte.
A cada rama demandé un
sinsonte,
a cada roca reclamé un
diamante.
Agoté con mi sed más de una
fuente.
Seguí mordido por la sed
ardiente.
Ahora tengo la muerte por
delante,
se aproxima la barca de Caronte,
y me dice la voz del horizonte:
– Anda por tu camino, caminante.
V
Me queda por decir no sé qué
cosa
que me parece inusitada y bella.
He gastado palabras como
estrella,
rocío, rosicler, sonrisa,
rosa.
Y en lo pobre del verso y de la
prosa
no he logrado apresar el alma de
ella.
La he visto: fugitiva mariposa
o pájaro con alas de
centella.
Cuando callo, la escucho y la
medito,
pero se pierde en el poema
escrito.
Me queda poco tiempo de palabra.
Me desespera la que nunca
encuentro.
¿Y de morir sin que mi mano
abra
puertas al ave que me canta
dentro?
VI
Los anónimos huesos que el
arado
indiferentemente desentierra
aparecen fundidos con la tierra,
el paso y las excretas del
ganado.
El tiempo su amarillo y verde ha
dado
a la blancura que el secreto
encierra.
¡Qué paz más honda en
lo que fuese guerra,
en lo que fuera incendio
enamorado!
Digo al despojo: ¿Dónde
están los besos
que llegan en la vida hasta los
huesos?
¿Cuál era tu figura?
¿Cuál tu arte?
Y él me responde en su silencio
duro:
-De mi pasado, nada puedo
hablarte;
mírame, y hablaré de tu
futuro.
VII
Canta la lluvia una profunda
nana,
expresión de un telúrico
cariño.
No cabe duda de que el viejo es
niño
y el agua es madre
de la vida humana.
Siento que toma mi cabeza cana
para dormirla sobre su
corpiño.
De todo aquello con que sufro y
riño
me aísla, mientras besa mi
ventana.
Cuando escucho llover, me quedo
inerme,
La lluvia tiene el don de
conmoverme
y dedos finos con que me
acaricia
como si salpicara en el
desierto.
Si es que se prolongara esta
delicia
me dormiría y soñaría
muerto.
VIII
Animan los colores de mi
tarde
los abrazos y besos con que
atizas
el último rincón que entre
cenizas
para el invierno de nosotros
arde.
No es el amor aquel,
todo un alarde
de fuerzas, aquel mar de nuestras
risas,
sino las filosóficas
sonrisas
ante la fuga de una luz cobarde.
La pasión se suaviza y es
ternura
cuando como una fruta que madura
el corazón se va poniendo
viejo.
Algo queda en el fondo de la
copa.
Bebamos lentamente el vino
añejo.
No importa el frío si el amor
arropa.
IX
No me asusta morir, sólo
lamento
no tener ojos para ver las cosas
que se transformarán: zarzas en
rosas,
lobos en hombre, polvo en
monumento.
No me asusta morir… Sólo
lamento
ser sordo como el frío de las
losas
cuando vengan las músicas
gloriosas,
cuando una larga risa sea el
viento.
Sólo lamento no tener mi
tacto
cuando sea concreto el
mundo abstracto
que en crisoles de sueño se
moldea.
No me asusta morir… Sólo
lamento
quedarme quieto cuando todo sea
la perfecta expresión del movimiento.
X
Vendrá mi muerte ciega para el
llanto,
me llevará, y el mudo en que he
vivido
se olvidará d mecí pero no
tanto
como yo mismo que seré el
olvido.
Olvidaré a mis muertos y mi
canto.
Olvidaré tu amor siempre
encendido.
Olvidaré a mis hijos, y el
encanto
de nuestra casa con calor de
nido.
Olvidaré al amigo que más
quiero.
Olvidaré a los héroes que
venero.
Olvidaré las palmas que
despiden
al sol. Olvidaré toda la historia.
No me duele morir y que me
olviden
sino morir y no tener memoria.
1979
Raúl
Hernández Novás
(La Habana 1948-1993)
Nació en La Habana. Poeta y ensayista, fue autor de uno
de los más profundos estudios acerca de la vida y la obra
del peruano César Vallejo.
Publicó Da Capo (1982); Enigma de las
aguas (1983); Embajador en el horizonte (1984);
Al más cercano amigo (1987); Animal
civil (1987); Sonetos a Gelsomina (1991) y el
extenso poema "Atlas salta" (1994) que apareció
en la revista
Casa de las Américas (1992).
Recibió el Premio Julián del Casal de la UNEAC y
en dos ocasiones el Premio Nacional de la Crítica.
Obsesivo hasta las últimas consecuencias, Raúl
creó un cosmos en el que definitivamente parecía
encerrarse, sin dejar un solo tragaluz o un respiradero.
Conocedor y propietario sumo de la autoparodia, utilizó en
su obra algunos principios
geométricos y abundantes intertextualidades, sobre todo de
la música
y el cine. Poeta
altamente introspectivo, demostró su dominio de las
estrofas clásicas y del verso libre; y le pero-cupó
como a Lezama, la unidad total.
Se suicidó en La Habana el 12 de junio de 1993.
SOBRE EL NIDO DEL
CUCO[1]
Ellos tienen unas vitrinas y usan unos
zapatos.
En esas vitrinas alternan el
maniquí con el quebrantahuesos disecado,
y todo lo que ha pasado por la frente
del hastío
del búfalo
solitario.
Si no miramos la vidriera,
charlan
de nuestra insuficiente desnudez que no
vale una estatuilla de Nápoles.
Si la atravesamos y rompemos los
cristales…
José Lezama Lima: "Pensamientos en
La Habana".
I
En estas tardes medrosas
en que no llama nadie a la puerta
y no suenan los timbres y la casa
es un gran frigorífico lleno de
silencio
en estas tardes que gravitan sobre los
parques
impidiendo la vida y los juegos
-tardes que pesan como un fardo hiriente
sobre los hombros de la estatua
inmóvil-
en medio de esta lluvia que no cae y moja
los huesos tan desnudos en la ausencia de
voces
sin nadie en mi experiencia I think of
you
Billy
yo ta también pienso en ti Bi Billy
reconstruyendo mis memorias de
piedra
tan pesadas como fuente de sangre
y no tengo nada que decirte porque no
llama nadie
y no hay nadie en mi experiencia
Quizás juguemos en el mismo parque
un teléfono mudo entre nosotros
un eléctrico hilo que devano temblando
trabajando en la blanca rueca de la
distancia
la senda en cuyo fin cae una nieve triste
un vuelo de pájaro callado
un empeño de ave que emigra
viste con tierra de Wisconsin mis huesos
al garete
un telegrama que las aves llevan y entre
nosotros
no más una vitrina luminosa
que yo atravieso sin romper los vidrios.
II
Qué gaviota de azúcar
rozó las olas
de aquellos mares de Virginia
donde viaja la barca de los locos
con todos nosotros Billy con todos nosotros
Dios mío somos nada más unos
pendejos
somos unos locos en un barco que gira
y echamos velas y anclas y gobernalle al
mar
y echamos a suerte el viento enemigo y
estamos esperando
esperando a Jaws y Jaws no viene
y no hunde el barco y la ballena blanca
como una tumba de cristal no viene
Mac Mac dónde te has metido
me has dejado al timón y yo no
sé
gobernar esta nave y te escondiste te
escondiste with candies
pero en vez de ocultarte riendo estabas
triste
Por qué dime te escondiste con tu
dulce
luminoso en los labios y nos dejaste solos
por qué hermano
por qué padre nos has dejado solos en
esta
barca de los locos
que no sé gobernar
denme el cuaderno
de bitácora que han repasado las
sirenas
con esas manos verdes como nubes
con sus manos de algas y jacintos
Y en el cuaderno de bitácora
tras la noche estéril sin dulces y sin
juegos
tras el juego
soñado without candies
sin la estrella de azúcar en la boca
vacía la piñata de los cielos
y el garrote tierno en nuestras manos el
garrote
con que hemos de golpearnos a ciegas sin
dar con la piñata
poniéndonos el rabo vergonzoso y las
orejas del indecible burro
sin dar con la pelota redonda como el
mundo en el vacío estadio
después del halloween
lluvioso y de puertas
cerradas
(han envenenado los dulces han enterrado
agujas en las manzanas
y mudas calabazas sin luz las calabazas
de ella
junto a un cuerpo d estrellas parpadeante
en el cuaderno en blanco de bitácora
Billy yo escribo rien como el
monarca
en la noche vacía de sus bodas
III
Yo know
If you break my heart I´ll go
But I´ll be back again
"Y llevé las flores y así le dije
Would
you
marry me anyway? World you have my
baby?
y ella sonrió con labios de caramelo
con
sus colmillos de azúcar el ángel
vigilaba
el telón de las hojas del jardín
soñoliento
y yo le dije quieres compartir esta suerte
la barca sin estrella mar hiel enamorada"
no es usted a quien aman
compréndalo
renuncie gentilmente
"Le llevaba unas flores al retablo
vacío
descorrían las hojas su telón
soñoliento
una escena una escena el carnaval del
mundo
en medio de la turba de feos monigotes
una estrella riendo como un ángel de
azúcar
tan sólo un torbellino que la dejara a
ella
ángel y marioneta en el jardín del
sueño"
no es usted a quien aman
"El tablado vacío seguiría
aplaudiendo
las luces se apagaron me quedo sin
embargo
siempre hay algo que ver se hizo lo
oscuro ahora
vendrán caras extrañas sobre el
tablado
a ciegas
compréndalo las hojas del telón
se
cerraron
y cerraron las puertas de la ciudad
hiriente"
renuncie gentilmente
"Que la siga leal en extramuros
el perro de la casa es un consuelo
ser gozque de su falda el halloween
lluvioso
por los lejanos pueblos que la siga
llevando
la cántara de flores junto al
jardín
dormido
velado por el ángel con su espada de
fuego
ante el telón cerrado junto al jardín
me
dijo
no es usted a quien aman
compréndalo
renuncie gentilmente
"Lleva el cántaro al río trae el
cántaro a
casa
llénalo de tu leche la leche
de tu piel
las olas de tu pecho hondos cielos de
leche
los hilos de tu entraña filamentos de
nube
escucha esta vasija sus latidos de barro
trae el cántaro a casa lleva el cátaro
al
río"
"La lecherita ciega
quebró mi corazón"
…but I´ll be back again
IV
I never lost as much but twice
and that was in the sod.
Emily Dickinson
Cerré la puerta y dejé el mundo
afuera
me recluí intramuros de mí
misma
y no había nadie en mi experiencia
y no se lo dije a mi madre
y no se lo dije a mi padre
cuando cerré la puerta a la tarde
vacía
de Amherst
y me quedé a intramuros los ángeles
llegaban
recibía
la visita de Walt con sus barbas de nieve
su pecho tormentoso sus regalos
de blanca navidad yo
estaba sola
y había perdido y ganado dos veces
todo ocurrió en la tierra y en el
césped
sólo llevaba pequeños presentes
a los graves vecinos a mi dueño
dulces pequeñas estrellas de
azúcar
y fui dos veces dueña del tesoro
y no se lo dije a mi madre
y no se lo dije a mi padre
y me encerré a morir entre los muros
para guardar avara mi tesoro
sedoso intramuros de mí misma
Padre
estoy llamando tirándote la puerta
mira mis ojos aún vacíos
de los anillos de la felicidad
y yo gritaba ¡despierta!
burglar banker father
I´m poor once more!
V
Someone is knocking at the door
Somebody is ringing the bell
Someone is knocking at the door
Somebody is ringing the bell
Open the door
Let them in
Billy I have long dreamed without
candies
la estrella de azúcar et rien
et rien nada ha pasado
que no lo sepa el padre que no lo sepa
madre
ni el maestro y su mujer la
señorita
las personas mayores
estoy en la habitación vacía
en el viaje vacío de los locos
en el hueco oscuro del árbol que cruje
como un frigorífico de silencio
Billy crece la sombra
como una marea sin estrellas
y ya está muy oscuro
hello darkness my old friend
Billy yo estoy contigo
¿Vendrá el doctor Noel con sus barbas
de
nieve
a dejar caramelos en las habitaciones
a abrir los corazones y restañar los
cántaros deshechos?
¿Vendrá a despertar al niño
muerto
al que durmió a tu lado without
candies?
No hallo las indicaciones señorita
enfermera
miss Ratched la enfermera está
hablando
con su lengua de fuego
y de su boca salía una espada aguda de
dos filos
una espada de fuego para guardar el camino
del árbol
Billy yo estoy contigo
Déjenlo que entre let him in
a la terraza donde están dormidos
a los dormidos los cuidará quejoso
se agrupará la mañana helada en
terrones
de azúcar
Let the sunshine
Let the sunshine in
the sunshine in
Alguien está tocando a la puerta
a la puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno
Open the door
Let him in
Billy un teléfono mudo entre nosotros
estás sangrando en el manicomio helado
Let it be Let it bleed
déjenlo déjenlo que sangre
con que ha de convencer al mundo
y ha de vencer al mundo
y melar la espada del ángel
la espada de la boca de miss Ratched
Let it be let him bleed
Billy yo estoy contigo
tú estás bajo la nieve yo en mi
cuarto
yo estoy con los dormidos without
candies
ruedan mis ojos por la nieve
es una blanca estepa ¿se da cuenta?
allí vi a un conocido y lo detuve
gritándole ¡Hernández!
rueda la nieve en pelotas que no hemos
de golpear
muñeca de la nieve como blanca mujer
en pelotas que no hemos de acertar
que no hemos de acertar con nuestros
leños
en este juego en el vacío estadio
las pelotas fantásticas de nieve
blancas esferas de algodón dulce
y no podremos romper la piñata del
cielo
para que caigan las estrellas de
azúcar
Billy yo estoy contigo
en la tarde medrosa y vacía donde no
suenan timbres
en el juego vacío donde no acude nadie
en el cuarto vacío donde todos
dormimos
sin dulces con pastillas
en la barca vacía de los locos que
gira
como el mundo
en la noche vacía de las bodas del rey
en la casa callada como un gran
frigorífico
vacío
en el parque vacío donde la tarde
abruma
los hombros de la estatua
Billy yo estoy contigo yo estoy contigo
madre
padre yo estoy contigo
río manzanares
yo estoy contigo
señorita Ratched
déjame pasar
entremos todos juntos
let us in
Alguien está tocando a la
puerta
Alguien está sonando el
timbre
Alguien está tocando a la
puerta
Alguien está sonando el
timbre
Abran la puerta
Déjenlos entrar
VI
Como sueñan humillarnos
repitiendo día y noche con el
ritmo
de la tortuga
que oculta el tiempo en su
espaldar:
ustedes no decidieron que el ser
habitase
en el
hombre…
Como quieren humillarnos les
decimos
the chief of the tribe descended the
staircase.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . .
Ellos que cargan con sus maniquíes
a todos los puertos
y que hunden en sus baúles un chirriar
de vultúridos disecados
Ellos no quieren saber que trepamos
por las raíces
húmedas del helecho…
y que aunque mastiquemos su estilo
we don´t chose our shoes in a
show
window.
José Lezama Lima: "Pensamientos en la
Habana".
Let us enter the tree
Let us enter the room
Let us enter the garden
Romped la sórdida vitrina
Quitad al ángel de la puerta
con su espada flamígera
la tierra será el paraíso
el guardián a la puerta de la ley
poned en su lugar al cherokee de roble
con la frente de hastío del búfalo
diezmado
y vio en sueños una escala
el jefe de la tribu descenderá la
escala
porque no entre el ángel de exterminio
con su lengua neutrónica de fuego
que crezca el Gran Teatro de
Oklahoma
para cubrir para abrigar al mundo
como la sangre cálida del tonto en la
colina
y en la muralla china otra
torre de Babel
para escalar el árbol de la vida
para tocar las barbas de nieve del cielo
como el pecho finísimo de Walt
la hierba perfumada de los muertos
Venga Noel a repartir regalos
dulces de miel a las habitaciones
a reparar los viejos corazones
de hiriente maquinaria enmohecida
y a restañar los cántaros
deshechos
Somos los humillados los pendejos
Los abalorios que nos han regalado
han fortalecido nuestra propia miseria
Somos los parias íngrimos del mundo
ah look at all the lonely people
los descosidos los amarrados los ateridos
trepamos por las raíces del helecho
no escogemos nuestros zapatos en una
vitrina
nuestra alma no está en un cenicero
aquí estamos los negros y los indios
a la puerta cubiertos de rocío
allí vi a un conocido y lo detuve
gritándole ¡Billy!
somos un tal chatterjee un tal
Hernández
somos un tal zuzuki un tal kuusinen
un tal jones un tal muller un tal nguyen
Aquí estamos todos los negros
que no venimos a rogar
Estamos
llamando tirándote la puerta
y yo gritaba ¡despierta!
Let us in
Let us in
Donn´t worry
Billy
Te enviaré un telegrama con las
aves
viajeras:
Romperemos la piñata
del cielo
Y habrá estrellas para todos.
7 de noviembre de 1982
Palabras de
contracubierta
Los pies del tiempo recoge diez textos para los
que aseguramos su pertenencia a los misteriosos caminos de la
eternidad (tan parecidos a los camino de la mítica
Eleusis) y es resultado de numerosas confrontaciones acerca del
acto siempre nuevo de percibir el poema, lo cual no niega la
visión parcial de tres valientes mosqueteros que apoyan
aquella definición de Gastón Bachelard de que "el
poeta es el que conoce, el que trasciende y nombra lo que
conoce".
Autor:
Categoría: Lengua y Literatura
Es muy difícil reunir los textos poéticos
más significativos escritos en Cuba desde 1800 hasta 1998,
por la razón de que es interminable la lista de excelentes
creadores y de que las antologías siempre responden a los
gustos e intereses de sus autores. Sin embargo, desde la
osadía que les otorga a sus autores su juventud, se arriesgan a
presentar este libro a consideración de
los lectores, acuñando el término de antología
(sustantivo resbaladizo que rehúyen los críticos o
editores actuales) conscientes de las implicaciones.
Los pies del tiempo recoge diez textos para los
que sus autores aseguran su pertenencia a los misteriosos caminos
de la eternidad (tan parecidos a los camino de la mítica
Eleusis) y es resultado de numerosas confrontaciones acerca del
acto siempre nuevo de percibir el poema, lo cual no niega la
visión parcial de tres valientes mosqueteros que apoyan
aquella definición de Gastón Bachelard de que "el poeta
es el que conoce, el que trasciende y nombra lo que conoce". Se
advierte que los criterios de selección tenidos en cuenta,
están relacionados con la búsqueda, a toda costa, de la
coherencia y de la imagen múltiple; por lo que
debe entenderse que cualquier omisión responde a un acto
completamente voluntario. Por lo demás, sus autores aclaran
que, deudores de un libro fundacional publicado en La Habana del
1948 bajo el título certero: Diez poetas cubanos,
dedican su antología al Maestro Cintio Vitier.
Edición: Asela Suárez
Diseño: Martha Mosquera
Composición: Virginia Pacheco
L.
ISBN 959-11-0228-3
INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO
EDITORIAL ORIENTE
J. Castillo Duany, NO. 356, Santiago de
Cuba
Prefacio
Cuando sólo restan (metafóricamente hablando)
unas horas para que finalice el siglo XX y los jóvenes
poetas de hoy contemplamos la historia literaria de la Isla como un
fenómeno integrador y diverso, resulta verdaderamente
difícil y comprometedor, reunir los textos poéticos
más significativos escritos e Cuba desde 1800 hasta la
fecha, por la razón de que es interminable la lista de
excelentes creadores y de que las antologías siempre
responden a los gustos e intereses de sus autores. Sin embargo,
desde la osadía que nos otorga nuestra juventud, nos
arriesgamos a presentar este libro a consideración de los
lectores, acuñando el término de antología
(sustantivo resbaladizo que rehúyen los críticos o
editores actuales) conscientes de las implicaciones.
Los pies del tiempo recoge diez textos para los
que aseguramos su pertenencia a los misteriosos caminos de la
eternidad (tan parecidos a los camino de la mítica Eleusis)
y es resultado de numerosas confrontaciones acerca del acto
siempre nuevo de percibir el poema, lo cual no niega la
visión parcial de tres valientes mosqueteros que apoyan
aquella definición de Gastón Bachelard de que "el poeta
es el que conoce, el que trasciende y nombra lo que
conoce".
Advertimos que los criterios de selección tenidos
en cuenta, están relacionados con la búsqueda, a toda
costa, de la coherencia y de la imagen múltiple; por lo que
debe entenderse que cualquier omisión responde a un acto
completamente voluntario.
Por lo demás, aclaramos que, deudores de un libro
fundacional publicado en La Habana del 1948 bajo el título
certero: Diez poetas cubanos, dedicamos nuestra
antología al Maestro Cintio Vitier.
l
José María Heredia y
Heredia
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