- La
Inquisición en España - La
conversión forzada - La imagen
del Morisco - La
expulsión - Conclusión
- Bibliografía
Introducción
El presente trabajo parte
de considerar ciertas reflexiones, tales como: ¿Qué
relación hay entre la inquisición y la
expulsión de los moriscos? ¿Por qué la
inquisición se convirtió en una herramienta
coercitiva? ¿Qué dice el discurso
hegemónico respecto de los musulmanes?
¿Por qué fueron perseguidos? ¿Fueron
tratados de la
misma manera en todas las regiones? ¿Qué
consecuencias acarreó esta expulsión?
Estos interrogantes constituirán la base de este
trabajo, cuyo objetivo
primordial es demostrar que la construcción de la identidad
nacional de la España del
siglo XVII se realizó mediante la exclusión y
rechazo del otro, por tal motivo la persecución de esta
cultura no fue
sólo por la religión sino que el
fin de la España morisca obedeció a una política de carácter absolutista exigida por la unidad
religiosa de la Monarquía, que pretendía acabar con
la diversidad de una minoría que había mostrado una
recalcitrante resistencia a la
asimilación. Partiendo de esta conjetura, se
examinará la relación entre los moriscos y los
instrumentos que utiliza el Estado
absolutista español
para construir su identidad a partir de un análisis socio- histórico que
ayudará a comprender mejor la situación del morisco
en la época que nos concierne.
La Inquisición
en España
Según Isidro G. Bango Torviso[1]los especialistas
suelen denominar Inquisición medieval a la existente en
Europa desde su
primera manifestación en el siglo XIII hasta la que
promovieron los Reyes Católicos, conocida ya como
Inquisición moderna. La primera, como dice el
historiador Kamen, no se puede denominar propiamente como
inquisición, sino como un período de inquisidores,
en el que solamente "había comisiones temporales y
estrictamente locales, no había una estructura
organizadora que dictara funciones ni
había reglas precisas" (Kamen, 1994). Se creó
especialmente para combatir la herejía, empleando métodos
legalmente heterodoxos muy criticados: la pena de muerte, el
empleo de la
tortura y el mantenimiento
en secreto de la identidad de los testigos. La llamada
Inquisición moderna se conformó como una
auténtica institución cuya finalidad fundamental
era acabar con la herejía, y, a diferencia de la medieval,
permanecía en su organización mientras que se
sucedían los inquisidores.
La notoriedad de la Inquisición española[2]se
explica por su relación con el aparato político, es
decir, por la estatalización de la represión
religiosa, por su prolongada duración, y por coincidir
además con unos tiempos en los que España fue la
primera potencia mundial
o desempeñó, en todo caso, un papel de notable
influencia y poder.
La Inquisición es una institución dirigida a
someter bajo una sola legislación a todos los cristianos
de un reino. No se emplea contra los musulmanes, pero no se
permite que existan, de ahí el decreto de
conversión forzosa 1502. Como sostiene H. Kamen con este
decreto desaparecen los mudéjares (musulmanes) pero la
sociedad
cristiana no se fía de su sinceridad y cree que
continúan con su fe en secreto. Este mito
provocará un fuerte sentimiento de discriminación frente a ellos, que se
mantendrá durante mucho tiempo con la
distinción entre cristianos viejos y cristianos nuevos
(los moriscos y los judíos
convertidos). Esta discriminación se traducirá en la
exclusión, por ley, de ciertos
oficios. Si la inquisición se dirige contra los moriscos
no es en su condición de musulmanes sino en su
condición de cristianos sospechosos de herejía. Los
moriscos de las Alpujarras trataron de encontrar los puntos de
coincidencia entre la religión musulmana y el cristianismo,
pero eso se consideraba una herejía.
Toby Green[3]analiza su evolución como "una historia de poder y de abuso
de poder" y sostiene que la Inquisición creó un
rencor social que llevó a su destrucción al
tornarse contra ella en el siglo XVIII y también que
contribuyó al declive de los imperios hispánicos al
crear sociedades
intolerantes, en la medida que bajo su presión
España y Portugal perdieron el carácter cosmopolita
que les otorgó su diversidad religiosa y les
permitió actuar ventajosamente en un mundo colonial
formado por distintos pueblos y realidades.
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