- El
derecho a la libertad personal - La
detención arbitraria e ilegal. - Toda persona
detenida debe ser informada de las razones de su
detención - La
legalidad de la detención y el plazo razonable de su
duración - La
detención por deudas
Análisis de las normas
consagradas en los Convenios Internacionales y su relación
con la Constitución ecuatoriana del 2008
"Sólo hay una estación, la
estación del dolor. Es como si hasta el sol y la luna
nos hubieran quitado. Afuera el día podrá ser azul
y oro, pero la
luz que se
filtra por el grueso vidrio del
ventanuco enrejado que tenemos encima es gris y miserable. En la
celda siempre es atardecer, como en el corazón es
siempre medianoche. Y en la esfera del pensamiento,
no menos que en la esfera del tiempo, ya no
hay movimiento".
Oscar Wilde
"De profundis"
Escrito desde su celda en la
cárcel de Reading
Brevis
Introductio
Derecho y arte, al di
lá, de lo que los utilitaristas sostengan, mantienen,
desde tiempos inmemoriales, una relación
simbiótica. De allí, que los profesores de las
diversas Facultades de Jurisprudencia, harían bien en advertir a
sus estudiantes que es muy poco probable convertirse en jurista
de consulta, sin haber caído en uno de los más
adictivos placeres humanos: La lectura,
base indispensable para cualquier tipo de investigación y descubrimiento del conocimiento.
Aquel que no haya leído por ejemplo el Ulises de James
Joyce, o ignore a Stendhal, Mussil, Marcel Proust, Albert Camus,
Ernesto
Sábato o Franz Kafka,
tendrá dificultades andragógicas serias en el
descubrimiento mismo de la complejidad de la ciencia del
Derecho. Precisamente por ello, antes de entrar a analizar el
tema central de este estudio, considero pertinente referirme a
una obra de arte, pues la literatura es una de sus
más puras expresiones, que retrata lo que significa la
violación de uno de los principales derechos humanos:
mantenerse libre en tanto no sea responsable de una acción
punible.
En "El Proceso",
Franz Kafka, con el magistral puntillismo descriptivo que lo hizo
célebre, nos cuenta el drama de "Josef K", un empleado de
un banco que es
detenido y procesado, intempestivamente, sin que se le expliquen
las razones que justifiquen su aprehensión. El
protagonista buscó un abogado, intentó informarse
acerca del estado de su
proceso y se encontró con las jerarquías
vergonzosas tan propias de la Función
Judicial. Jueces prepotentes, que se autodivinizan, leyes
contradictorias y la dignidad
humana por los suelos. Es que la
dignidad humana, generalmente, dentro de los juzgados y
tribunales constituye la menos importante de las gradas que a
diario pisan, ciertos funcionarios, sin advertir el daño
que causan. Finalmente, la sentencia se cumple sin que el
acusado, ni el lector, se enteren jamás por qué se
lo condena. Kafka describe la situación límite: un
hombre es
acusado sin que se le comunique el por qué y ello
desencadena un problema enorme que acaba por obviar el hecho en
sí y sumergirse en su propia dinámica. Lo esencial de esta obra, que
debería ser, reitero, ineludiblemente analizada, por
aquellos que prometen luchar contra la injusticia desde las
academias, es que el autor se limita a exponer lo que le va
ocurriendo al protagonista pero jamás se detiene a exponer
cómo se siente y la angustia que experimenta.
Esta novela,
lamentablemente no es el resultado de la genialidad de un
artista. Las personas privadas de su libertad
siguen cumpliendo penas sin saber qué delito han
cometido. Deben esperar meses y hasta años para que sus
juzgamientos se inicien apenas. Su encierro en condiciones de
hacinamiento, insalubridad, denuncias de explotación
sexual y otras contrarias a las exigencias mínimas de la
dignidad humana constituyen una burla a los derechos humanos. Y si esto
sucede en Ecuador,
Perú, El Salvador o
Haití, los países del primer mundo no se quedan
atrás. Guantánamo y Abu Graib constituyen campos de
concentración mucho más caligulescos que San Juan
de Lurigancho, Canto Grande o el García Moreno.
Es que el status judicial del ser humano que se encuentra
detenido en forma preventiva se agrava no sólo por el
hecho de tener que demostrar en la praxis su no
culpabilidad
(la presunción de inocencia es un principio rector del
debido proceso que se viola palmariamente por parte de jueces y
fiscales) sino por el desprestigio que de ésta se deriva,
por la grave tensión e intranquilidad familiar que causa
no sólo al detenido sino a sus familiares y por el
inevitable impacto psicológico que produce a la
víctima de tal aberración. El extraordinario juez
de la Corte Interamericana Antônio
Augusto Cançado Trindade, nos remonta a un ejemplo claro
al respecto cuando nos dice que pocos testimonios de los
padecimientos resultantes de la detención arbitraria han
sido tan elocuentemente narrados como las célebres
Cartas de la
Cárcel (1926-1936) de Antonio
Gramsci:
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