Teología de la Crisis Y Crisis de la Teología: en torno al recorrido de la FTL (página 2)
Lo que además hace evidente el fuerte impacto que estos
procesos
económicos tuvieron sobre las zonas agrícolas de la
región. De allí que podamos constatar ingentes
procesos migratorios durante este período que van
reconfigurando el rostro de las ciudades en proceso de
industrialización de América
Latina. Baste señalar que, para dar un ejemplo cercano
a nosotros, Guayaquil durante el período que va de 1920 a
1950 sufre un incremento poblacional del 182% y Quito uno
similar del 162%[5]. Este tipo de procesos se
pueden percibir a lo largo y ancho de América
Latina y son el resultado del traslado del excedente poblacional
que existe en los latifundios y que es enviado a las urbes para
ser absorbido por ellas. Estas no tiene ni la infraestructura ni
la cantidad de plazas de trabajo como
para absorber a toda esta miríada de campesinos por lo que
vuelca a todos estos migrantes al desempleo, al
subempleo y gesta así las crecientes "villas miseria",
"favelas", "callampas" y "ciudades
perdidas"[6].
Por otro lado, se da entre el 50 y el 60 surgimiento de los
así denominados populismos que con cierta regularidad se
pueden constatar a todo lo largo a América Latina.
Gobiernos que consisten en una especie de negociadores que buscan
tranquilizar al pueblo mientras se entregan a la
satisfacción de determinados intereses de grupos de
poder. No es
de extrañar pues que en un momento determinado las cosas
estallasen como lo hicieron durante el período mencionado.
No es exagerado decir que "en estos años, América
Latina es un polvorín"[7]
Si añadimos a esto el impacto que produjo sobre todos
los movimientos de izquierda la antes mencionada Revolución
Cubana, el cuadro se completa. La algarabía y el
empuje que inyecta este proceso revolucionario en los partidos
comunistas del continente es de tal fuerza que
empuja a muchos a plantearse la revolución
no sólo como una posibilidad sino como la única
opción para liberarse de la opresión que
sufren.
Es así que empiezan a surgir, de igual manera debido a
las contradicciones que existen, ahora también en el seno
de las iglesias –tanto la Católica y las
protestantes- grupos de creyentes que ven en el socialismo y
algunos incluso en la misma revolución una opción y
una necesidad del testimonio cristiano. De qué otro modo,
si no, podemos liberar a nuestros hermanos de la opresión
de la que son víctimas. Surgen movimientos como
"Cristianos por el Socialismo" en Chile o "Iglesia y
Sociedad en
América Latina" cuyo anhelo primordial es el de
reflexionar la manera de vincular el evangelio a las luchas de
reivindicación social que se vienen gestando a lo largo
del continente.
Cabe aclarar que este momento de efervescencia
revolucionario-marxista imprime una impronta determinada a grupos
específicos de cristiano-protestantes que durante los
períodos anteriores a esta segunda mitad del siglo XX
habían buscado la forma de relacionar cristianismo y
sociedad de tal modo que el primero fuese un ente de
transformación para las sociedades
latinoamericanas que ingresaban apenas el siglo anterior a la era
independiente pero que lo hacían de tal modo que no eran
capaces de desarrollar estos modos de gobierno sino
como camuflajes de los caudillismos y cacicazgos
anteriores[8]
Si por un lado tenemos la crisis
socio-política y económica que está
viviendo nuestro subcontinente y, junto a esta, el esfuerzo
renovado de cierto sectores del protestantismo liberal que ven en
la lectura
marxista un arma imprescindible para la articulación de su
discurso
teológico-político, tenemos por el otro lado a los
radicalismos fundamentalistas que vienen de Norteamérica y
que si bien traen consigo el evangelio, lo hacen en
adición de otros elementos culturales y políticos
propios de su país de origen. Si no directamente
–como sí sucede en algunos casos- al menos de manera
ingenua en muchos casos, diversos grupos de misioneros vienen a
hacer propaganda a
las políticas
de Washington así como a desvirtuar al marxismo por
ateo.
Se presenta pues una polarización entre los grupos que
empiezan a ver en lo político el elemento sine qua non del
mensaje de salvación y aquellos que ven en toda
inserción en el campo político como una falta de fe
o como una contravención directa contra el texto que nos
habla de someterse a las autoridades.
Es así como a finales de los 60"s en pleno auge del
anhelo revolucionario surge la Fraternidad Teológica
Latinoamericana buscando dar una respuesta a la
problemática que afronta el subcontinente. Sin embargo, en
oposición a lo que desde Norteamérica se busca como
respuesta, es decir, una lectura del
texto bíblico "limpia y sin insidiosas inserciones
políticas" –entiéndase: una lectura que no
levante al pueblo y que permita a las transnacionales operar
libremente- surgen reflexiones que anhelan mediar entre los
extremos. Se busca entonces definir desde nuestras propias
voces lo que
es ser evangélico latinoamericano. En palabras de Samuel
Escobar, muchos de los que se reunieron en Bogotá para el
CLADE I estaban hartos "de que los centros de poder
evangélico en Norteamérica trataran de decirnos
cómo debíamos pensar, a quién
debíamos leer y en qué consistía ser
evangélico, decidimos que era hora de empezar a
reflexionar la fe como gente adulta y por cuenta
propia"[9].
Se puede acusar de timorata a esta postura por quedarse a
medio camino. Sin embargo, la verdad es que supo afrontar el
desafío de proclamar un mensaje que respondiera a la
situación crítica
por la que atravesaba Latinoamérica respaldándolo siempre
en la Palabra y además lo hacía, o buscaba hacerlo
desde la iglesia local, cosa que no sucedió con otros
grupos que reflexionaban más bien desde la clandestinidad
confesional, alejados de los vínculos de la pastoral y
muchas veces estableciendo lecturas a priori desde postulados
marxistas prefabricados. En tal sentido va también la
crítica que realiza Comblin desde el ámbito
católico, al decir que "entre los dos grupos había,
por lo demás, un diferencia fundamental: los primeros
actuaban « desde la iglesia » en comunión
constante con su Iglesia y sus obispos. Los otros actuaban
« desde fuera »."[10]
Los esfuerzos que a partir de entonces desarrolla la FTL van
encaminados a la construcción de esta "identidad"
cristiana latinoamericana que ha de partir desde la identidad
teológica que podamos gestar. No niega pues las
raíces liberales de la tradición protestante
latinoamericana en diálogo
constante con la realidad de un pueblo periférico como el
nuestro pero tampoco niega la reivindicación de la fe
bíblica que en su exceso llevó a posturas
intransigentes y poco sustentables a la luz de un
análisis serio del texto bíblico
pero que nos ha enseñado el valor de la
Palabra, leída devotamente sin prejuicios racionalistas,
sin la búsqueda de objetivar aquello que no se puede
objetivar: el libre revelarse de Dios al hombre.
Tres décadas duran los intentos de las
izquierdas latinoamericanas por llegar al socialismo real en sus
respectivos países. Sólo con la caída del
muro de
Berlín la crisis empieza a echar al traste con todos
estos proyectos
emancipatorios. De igual modo la injerencia norteamericana y su
–en ocasiones- abusivo esfuerzo por tratar de manipular a
las agencias misioneras[11]a favor del destino
manifiesto norteamericano y en contra de las izquierdas
latinoamericanas pierde su sentido.
La ardua polémica que confrontó a liberales y
conservadores en el ámbito del cristianismo merma conforme
las injerencias políticas de lado y lado van decayendo. La
FTL que había buscado mediar entre estas dos tendencias
contrapuestas poco a poco se verá en la necesidad de
definir su propio proyecto
teológico, carente de sus aguerridos interlocutores.
No obstante será otra la crisis a la que
ahora se verá enfrentada conforme se esfuman las luchas
ideológicas en el continente: la crisis de
ideologías que conlleva la caída del bloque
socialista. Más aún la crisis generalizada de las
ciencias y en
especial de las ciencias humanas que se viene gestando desde la
década de los 60"s[12]afectará a la
teología latinoamericana que ahora debe responder a sus
interlocutores sin saber si sus propios planteamientos se
asientan sobre terreno firme o no.
Crisis de la
teología
En esta parte quisiera enfocarme más
específicamente en los problemas que
afronta la teología en la actualidad antes de pasar a
revisar una suerte de respuesta a ser planteada desde una
teología evangélica latinoamericana.
De la cuestión de la crisis de las
ideologías o de los "metarelatos" se ha hablado bastante
en el ámbito teológico. Con todo no se ha revisado
en rigor sus postulados sino que, dando por sentada la postmodernidad
tal y como es descrita por autores como Baudrillard, Lyotard o
Rorty la teología latinoamericana ha levantado armas para
defenderse de este atroz vejamen que se piensa amenaza acabar con
la fe. Pocos si es que los hay, se han detenido a analizar si en
verdad es una amenaza para la fe y más aún
cuáles son los fundamentos de esta crisis y a quienes o a
qué afecta la misma.
La postmodernidad es entendida por Sanchez-Parga
como una "devastación de la inteligencia",
promovida y patrocinada por el sistema
capitalista global. Se trata de proclamar a diestra y siniestra
la "muerte de
todas las ideologías", claro está, excepto aquella
o aquellas que promueven el capitalismo.
En medio de esta saturación de mensajes de desprestigio a
las ideologías contrarias al curso del capitalismo se
halla el descrédito que se monta en contra de las mismas
ciencias
sociales. Así pues, señala
Sánchez-Parga, la forma en la que el capital ha
buscado cercenar el poder inquisidor de la ciencia es
el de la absorción y mercantilización de la
producción del conocimiento:
"En la última fase del capital, la "devastación
intelectual" del conocimiento equivale al paso de la
transformación del conocimiento en mercancía, a un
modo de producir mercantilmente
conocimiento"[13].
De allí que paulatinamente se vaya percibiendo en
ambientes académicos como, por ejemplo el
sociológico, un mayor interés
por formar sociólogos del desarrollo que
transforman la realidad sin cuestionar las contradicciones
político-económicas de fondo antes que
sociólogos críticos.
Este paulatino traslado de las ciencias de una perspectiva
cuestionadora, inquisidora y crítica del status quo hacia
una ciencia
legitimadora de determinadas relaciones injustas de poder se
percibe bajo la venia de una determinada filosofía autodenominada "postmoderna" que
pretende haber superado una era y ser el advenimiento de una
nueva forma de pensar y considerar el mundo.
Cabe pues aclarar que estos planteamientos, antes que por
sociólogos es gestado por filósofos y encuentra en los primeros el
rechazo que surge del contacto con la realidad. No se trata de un
paso a una nueva era de la humanidad sino una
radicalización de los mismos elementos que surgieron con
la modernidad:
individualismo, racionalismo-instrumental y negación del
otro. Se trata pues como lo demuestran Ulrich Beck, Zygmunt
Bauman y Anthony Guiddens de una radicalización de la
modernidad, un llevar a las últimas consecuencias el
pensamiento
que trae consigo adjunto el capitalismo.
No obstante, lo que sí es innegable en el ámbito
de las ciencias y que va más allá de los esfuerzos
por acallar a las voces críticas por parte del sistema
capitalista global, es el hecho de que la ciencia entendida en
los parámetros epistemológicos que funda Occidente
se halla en una seria crisis. En este caso, se trata de una
visión europeo-céntrica, que pone en el centro del
mundo y como sujeto investigador al burgués europeo
des-apasionado y que por medio de su parquedad
metodológica puede y quiere investigar al todo del
universo,
incluso a sus hermanos como en el caso de los aborígenes
de otras tierras a los que considera inferiores.
Baste para retratar esta situación que
viven las ciencias en la actualidad la siguiente descripción de Alejandro Moreno: "Lanzarse
a investigar hoy, en ciencias sociales sobre todo, después
que en la década de los sesenta se han replanteado en
forma crítica todas las bases epistemológicas de
los métodos y
de la ciencia misma, hace ineludible la reflexión
descarnada en torno a los
fundamentos que han de soportar todo el trabajo que
el investigador se dispone a efectuar.
Otra vez como en tiempos de Lope de Vega o de Descartes, hay
que encerrar con llave a los clásicos y, si acaso,
escuchar apenas sus ahogados gritos. Ellos no pueden avalar el
propio camino. Nosotros mismos tenemos que dar razón de
nuestro hacer. Se tomarán de uno u otro sugerencias,
incitaciones, concordancias y, quizás, sobre todo,
compañía, pero se impone el coraje del riesgo y de la
honestidad.
Pasó el tiempo de la
feliz ingenuidad que permitía avanzar por brechas ya
abiertas sin mirar hacia atrás o cabalgar en la noche
helada sin cuidarse de saber si se tenía debajo la dura
tierra o
el agua de un
lago"[14].
Esta crisis -que debe ser muy bien diferenciada
de la que surge de una generalización malsana pretendida
por los postmodernos- ataca a los fundamentos mismos del conocimiento
científico forzándonos a repensar los elementos
en los cuales cimentamos nuestra comprensión del
conocimiento. Con todo, no es ni una nueva era ni una debacle del
mundo conocido, se trata más bien de un revisar el camino
recorrido y replantearnos nuestras posibilidades de
transformación de la realidad en base a la investigación científica.
Claro, a estas alturas la pregunta es
inaplazable: ¿Es la Teología una ciencia? Una
pregunta de este talante no es posible responder en el
pequeño espacio que tenemos. Bástenos decir que la
disputa por la cientificidad del conocimiento teológico
reclama ser atendido por los teólogos latinoamericanos. En
cierto modo, una respuesta negativa nos llevaría a alejar
de las instituciones
teológicas todo anhelo de llevarlas por el proceso
administrativo que las cimiente como Universidades. La
pastoral no sería sino una especie de tecnología.
Tendríamos que hablar en el mejor de los casos de
Tecnólogos en el tratamiento espiritual de individuos y
comunidades religiosas. Por otro lado, una respuesta afirmativa
requiere un rigor que hasta ahora parece no estar presente en
mucha de la reflexión teológica
evangélico-latinoamericana, al menos no en el grado que
requieren las demás ciencias para asignarle a la
teología el calificativo de
científica[15]
Es aquí pues donde entramos a tratar la
problemática propia de la teología y más
concretamente de aquella que surge y se nutre del pueblo
evangélico latinoamericano. La crisis que afronta en la
actualidad la teología no pasa por fuera de las crisis que
se hallan afrontando los demás campos del saber. Una
crisis que se refiere a la anulación de todo pensamiento
ajeno a la reproducción del sistema capitalista y que
es palpable en el hecho de que solamente aquellos conocimientos
que "venden" son aceptados en las editoriales; no así
aquellos que buscan el rigor en el análisis o la
profundidad en el contenido. Paulatinamente vemos como el
mercado va
determinando la configuración del pensamiento cristiano.
En la medida en que la publicidad define
los gustos de los compradores la teología termina
volviéndose pieza de museo o producto de
consumo
exclusivo para seminarios.
De todos modos, la solución no es entrar en el
competitivo mundo de la oferta y la
demanda de
ideas teológicas. Lo más probable es que
perdamos[16]Son más apremiantes, a
mí parecer, al menos dos acciones:
1. Rigor en la gestación del conocimiento
teológico. No se entienda por esto un exigir más
minuciosamente a los estudiantes que cumplan con las normas de
citación de textos. O ampliar la cantidad de textos a ser
citados por un trabajo monográfico. Hablamos de rigor en
el sentido de pensar y repensar las bases sobre las que se
asienta la
investigación teológica que se quiere
desarrollar. Hablamos de permitir que la investigación teológica nos
dé una nueva comprensión de la realidad que no sea
simplemente el producto de recoger determinadas citas
bibliográficas que sirvan para justificar las ideas
que de antemano tenía sobre el tema que iba a revisar.
Hablamos de rigor en el sentido de correr el velo de aquello que
suponíamos dogma de fe y que no era sino un simple
quehacer humano sacralizado por el hábito. Es muy
común ver en la actualidad textos teológicos
publicados en célebres revistas que carecen del
mínimo de rigor y que parecen ser sólo el producto
del impacto que produjo en los editores el ver la gran cantidad
de citas mencionadas. Es claro que la profusión de citas
bibliográficas no marca la
cientificidad de un texto. Es fácil compilar citas para
fundamentar mi opinión. Y si soy racista y lo que quiero
es afirmar el racismo, me
sería fácil apilar una serie de citas
bíblicas y no bíblicas que me ayudarían a
argumentar tal postura. Esto no es rigor, es mala fe. Ante todo
ello y como un aporte a la iglesia latinoamericana se vuelve
imperioso tomar como consigna, esta vez no una bandera
política sino el rigor en la investigación
teológica para poder traer claridad al pueblo de Dios.
Abanderados como estuvieron algunos de nuestros hermanos bajo la
égida marxista en los años sesenta, no lograron
llamar la atención sobre los problemas que se
cernían sobre América Latina sino alejarlos de
sí. El rigor en la investigación teológica
nos permite levantar la voz, ya no en tanto teólogos, sino
en tanto pastores y decir al pueblo de Dios la dirección más apropiada para el
futuro.
2. Contacto con las iglesias. Uno de los graves
problemas que Orlando Costas pudo constatar en los años
setenta fue la desvinculación que existía entre los
grandes centros de reflexión teológica y las
iglesias. El texto Teología de la Liberación de
Gustavo Gutiérrez que en muchos de estos centros de
formación se volvió libro
esencial, enfatizaba la relación entre el pueblo de Dios y
el anuncio de las buenas nuevas. En la Introducción a la decimocuarta edición, vuelve a recalcar esto:
La Teología está al servicio de la
misión
evangelizadora del pueblo de Dios, se sitúa por eso como
función
eclesial. Una tarea que se ubica al interior de la Iglesia en la
que recibe la revelación y se alimenta de los carismas de
profecía, gobierno y magisterio que se dan dentro de ella
orientando sus esfuerzos de comprensión de la
fe[17]
Si bien es algo que preocupaba a Orlando Costas
en aquel entonces, creemos que quizás en la actualidad no
ha sido todavía del todo superado este problema. Es
necesario volver a la iglesia para hallar en ella aquella
revelación de que habla Gutiérrez que no es sino la
lectura de fe de la Palabra de Dios. Debemos volver a la Iglesia
no para cuestionarla como quien critica sin comprometerse y
mirando desde arriba con desdén sino como quien busca con
amor ser
llenado de aquel amor que excede todo entendimiento. Debemos
volver además para hallar en ella la realidad del pueblo
latinoamericano para desde allí y si es necesario por
medio de las herramientas
que nos brindan las ciencias sociales analizar la realidad que
están viviendo nuestros hermanos y en base a ello
avocarnos al quehacer teológico. Quizá pueda
servirnos a modo de ejemplo lo que escribe uno de los más
importantes filósofos de América Latina de la
actualidad respecto de la conexión que debe existir entre
reflexión y pastoral. En su libro El Aro y la Trama:
Episteme, modernidad y pueblo, una aguda reflexión sobre
la epistemología europea y la posibilidad de
plantearnos una epistemología latinoamericana, escribe
Alejandro Moreno:
"Una mañana de domingo –septiembre de 1981- fui
llamado a decir misa en un barrio marginal de Petare, cuyo nombre
me reservo.
No había templo; la misa se decía en el patio de
la escuela.
Esa mañana comenzó este trabajo. Entonces no lo
sabía.
Mi presencia para el culto se convirtió en seguida en
una permanencia de toda la jornada dominical. Luego se
añadió el sábado y, poco después
todas las noches de la semana y los días de
vacación.
Al año adquirí una casita de
bloques sin frisar, como la mayoría del barrio, en el que,
no obstante, quedan todavía muchos ranchos.
Como yo estaba solo y la casa, en su estrechez,
permitía la habitación de alguno más, la
compartí con una pareja recién formada y que no
tenían donde vivir.
Una noche de agosto de 1990la riada se la
llevó. Fuimos unos damnificados más. La experiencia
–no deseo dramatizar, pero es realmente muy dura- que me
faltaba.
Vivo la vida del barrio. Durante el día, como cualquier
trabajador, salgo para mi trabajo. Por las noches y los
días libres convivimos.
Inserto allí comparto toda la
circunstancia de la comunidad, desde
la vida familiar hasta las preocupaciones y luchas por
organizarse, mejorar, defenderse de policías y
delincuentes, eludir la recluta, conseguir trabajo, presionar
para que nos manden el agua.
Con ellos me he enterrado hasta la cintura en el
barro arrastrado por las lluvias, he perdido mi carro llevado por
la corriente, he participado en asambleas, deportes, diversiones, fiestas,
velorios, protestas, en fin, todo el mundo de vida de una
comunidad
marginal.
En un principio mi intención no fue de ningún
modo científica. La labor investigadora surgió, por
cierto muy pronto, exigida por la misma experiencia que vivo.
Así junto con la vida se ha ido produciendo un proceso de
reflexión sobre la vivencia"[18].
Es un verdadero ejemplo de aquel slogan de la Teología
de la Liberación de que la Teología –y, en el
caso de Alejandro Moreno, la Filosofía- sólo surge
como acto segundo[19]
Creemos que en base a estas dos exigencias de la
teología evangélica latinoamericana que no se
contraponen como se suele creer sino que se complementan,
será posible ver surgir de esta crisis de la
reflexión seria, no el desmoronarse de la teología
sino un volcarse con mayor seriedad al diálogo con la
Cultura y al
favorecimiento de la labor evangelizadora de la Iglesia.
Resta decir que el futuro para la reflexión
teológica de la iglesia evangélica latinoamericana
se muestra
promisorio y fecundo en la medida en que sepa reflexionar sobre
su pasado y sobre los desafíos que le depara el presente.
Ojala y por medio de la reflexión teológica que
surge de entidades cristianas como la FTL podamos decir los
cristianos que hemos sido para América Latina lo que el
alma es al
cuerpo.
Autor:
Pablo Morales Arias
[1] Stoll, David. ¿América
Latina se vuelve protestante? Quito: Abya Yala.
[2] COSTAS, Orlando. (1975) El protestantismo
en América Latina Hoy: Ensayos del
camino (1972-1974). Costa Rica:
Publicaciones INDEF. Pág. 41
[3] CUEVA, Agustín. (199010) El
desarrollo del capitalismo en América Latina. México: Siglo Veintiuno Editores.
Pág. 199
[4] Citado en CUEVA, Agustín.
Ibíd. Pág. 197.
[5] CAAMACHO, Gloria. (s/f):
"Feminización de las migraciones en el Ecuador" en
Francisco Hidalgo (ed.), Migraciones: Un juego de
cartas
marcadas. Quito: Abya Yala. Pág. 306
[6] Cf. CUEVA, Agustín. Ibíd.
Pág. 199-200
[7] CUEVA, Agustín. Ibíd.
Pág. 217
[8] BASTIAN, Jean Pierre. (1994):
Protestantismos y Modernidad Latinoamericana: Historia de unas
minorías religiosas activas en América Latina.
México: Fondo de Cultura Económica. Pág.
68-1491
[9] ESCOBAR. Samuel. (1984): "Samuel Escobar:
Heredero de la Reforma Radical" en PADILLA, René (Ed.)
Hacia una Teología Evangélica Latinoamericana.
Costa Rica: 1984. Pág. 64
[10] Citado en PRIEN, Hans-Jürgen.
(1985): La historia del Cristianismo en América Latina.
Salamanca: Editorial Sígueme. Pág. 1002
[11] Cabe aclarar que estos esfuerzos
políticos por amoldar al cristianismo a determinados
intereses de Washington no siempre fueron efectivos. Muchos
misioneros hallaron en América Latina un hogar al cual
defender de la injerencia política de EEUU. Así
también los pastores autóctonos que van surgiendo
en la región no ven contrario a su fe la defensa de sus
respectivas naciones.
[12] Justamente, mientras América
Latina lucha por definir una identidad específica para
su pensar, Europa ve
llegar a una grave crisis su quehacer reflexivo ilustrado en
figuras como Feyerabend, Kuhn o Foucault.
[13] SANCHEZ-PARGA, José. (2007): Una
"devastación de la inteligencia": crisis y
crítica de la ciencia sociales. Quito: Editorial Abya
Yala. Pág. 9
[14] MORENO, Alejandro. (2006): El Aro y la
Trama. Santiago: Ediciones UCSH. Pág. 21
[15] Más allá de las consabidas
disputas que existen aún en el ámbito de las
ciencias duras y las ciencias blandas y el rechazo que muchos
dan a estas últimas. La posibilidad de darle un grado de
ciencia a la teología en los ámbitos más
radicales del positivismo
es nula. Sin embargo, aquellos sectores de la reflexión
más abiertos a esta posibilidad buscan que la
teología demuestre también su rigor
metodológico.
[16] No estoy siendo pesimista, jamás
la voz profética fue atractiva para el pueblo.
Jamás la voz que sanciona el pecado de la
comunidad es escuchada de buena gana. Es preferible la voz
dulzona de un predicador joven enérgico y que parece
convencido de lo que dice cuando nos promete que lo que Dios
quiere en nuestra vida es prosperidad.
[17] GUTIéRREZ, Gustavo. (2004):
Teología de la Liberación. Salamanca: Ediciones
Sígueme. Pág. 37
[18] MORENO, Alejandro. Ibíd.
Pág. 11
[19] Claro, no entendido esto como un surgir
del pueblo o de una ideología determinada sino de la misma
Palabra de Dios pero leída desde la perspectiva del
pobre. Cf. Introducción a la decimocuarta edición
en GUTIéRREZ, Gustavo. Ibíd. Pág.
17-53
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