Teología de la Crisis Y Crisis de la Teología: en torno al recorrido de la FTL
"Porque los cristianos no se distinguen del resto de la
humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las
costumbres. Porque no residen en alguna parte en ciudades suyas
propias, ni usan una lengua
distinta, ni practican alguna clase de vida
extraordinaria. Ni tampoco poseen ninguna invención
descubierta por la inteligencia o
estudio de hombres ingeniosos, ni son maestros de algún
dogma humano como son algunos. Pero si bien residen en ciudades
de griegos y bárbaros, según ha dispuesto la suerte
de cada uno, y siguen las costumbres nativas en cuanto a
alimento, vestido y otros arreglos de la vida, pese a todo, la
constitución de su propia ciudadanía, que ellos nos muestran, es
maravillosa (paradójica), y evidentemente desmiente lo que
podría esperarse. Residen en sus propios países,
pero sólo como transeúntes; comparten lo que les
corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas
las opresiones como los forasteros. Todo país extranjero
les es patria, y toda patria les es extraña. Se casan como
todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se
desembarazan de su descendencia (abortos). Celebran las comidas
en común, pero cada uno tiene su esposa. Se hallan en la
carne, y, con todo, no viven según la carne. Su existencia
es en la tierra,
pero su ciudadanía es en el cielo. Obedecen las leyes
establecidas, y sobrepasan las leyes en sus propias vidas. Aman a
todos los hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso
de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun
así están revestidos de vida. Piden limosna, y, con
todo, hacen ricos a muchos. Se les deshonra, y, pese a todo, son
glorificados en su deshonor. Se habla mal de ellos, y aún
así son reivindicados. Son escarnecidos, y ellos bendicen;
son insultados, y ellos respetan. Al hacer lo bueno son
castigados como malhechores; siendo castigados se regocijan, como
si con ello se les reavivara. Los judíos
hacen guerra contra
ellos como extraños, y los griegos los persiguen, y, pese
a todo, los que los aborrecen no pueden dar la razón de su
hostilidad. En una palabra, lo que el alma es al
cuerpo, esto son los cristianos para el mundo".
(Epístola a Diogneto)
En el lapso de los diez días que duró el primer
Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE I) algo
que se hizo muy notorio y que marcaría el futuro recorrido
de la FTL fue la preocupación por incluir en un mismo
discurso tanto
la herencia
misionera que las iglesias y organizaciones
allí reunidas traían a cuestas como la
difícil problemática que afrontaba Latinoamérica y a la que sus hermanas
más antiguas habían dado una respuesta radical.
Este esfuerzo paulatinamente devendría en una frase que de
tanto repetirse, a veces parece perder su sentido primigenio: la
Misión
Integral.
La temática que debía ser abordada por los
invitados estaba ya marcada en la agenda de quienes organizaban
el congreso: la NAE y la Asociación Billy
Graham[1]y era esta: "Acción
en Cristo para un continente en Crisis". Sin
embargo, como señala Orlando Costas, "se fue haciendo cada
vez más claro que no se trataba solamente de la crisis del
continente, sino de la crisis de la iglesia, y que
había necesidad de una pronta, profunda y dinámica acción en Cristo para una
iglesia en crisis"[2].
El período durante el cual surge y se desarrolla la FTL
es en efecto un período de profundas crisis, tanto para la
iglesia como para el subcontinente en que vivimos. Es por ello
que nos enfocamos en este período para analizarlo y
reflexionar sobre él en la primera parte de este ensayo. Por
otro lado, si bien algunos de los elementos que moldean la
encrucijada por la que atraviesa nuestro continente en esas tres
décadas que siguen a la revolución
cubana (1959) no son perceptibles en la actualidad, otro tipo
de inconvenientes debe afrontar ahora la teología
latinoamericana – y al interior de ella la
evangélica- y a otro tipo de encrucijadas se ve avocada
nuestra reflexión de principios del
siglo XXI. Cuáles son estos y cómo puede hacerlos
frente es la temática a la que queremos hacer frente en la
segunda parte de este ensayo.
Finalmente, aspiramos responder a una pregunta que nos parece
crucial para nosotros en la actualidad: ¿Cuál es el
lugar del teólogo evangélico latinoamericano y
cuál su tarea en el presente de nuestra vasta geografía?
Teología
de la crisis
Los treinta años que van desde el triunfo de la
Revolución
Cubana en 1959 hasta la caída del Muro de
Berlín en 1989 se inscriben en un período
sumamente agitado en nuestra América
Latina. Si bien la revolución llevada a cabo bajo la
égida de Fidel Castro y
el "Ché" Guevara logra impactar al resto del subcontinente
y a su vez moldearlo al darle una consigna y un norte al cual
apuntar, la misma no surge de la nada. Hay todo un proceso que
desde 1929 viene gestándose, llenando de contradicciones a
las economías de los países latinoamericanos.
Cuando llegamos a la década de los 60"s vemos que ya
ningún defensor del capitalismo en
nuestras tierras puede presumir de sus "logros". "Todos
sabían que el proyecto de
desarrollo
nacional autónomo se encontraba en bancarrota y que el
capital
imperialista era dueño y señor de nuestra economía"[3]. Si por un
lado, la región podía percibir un aumento en la
producción, por otro lado, los salarios
disminuían vertiginosamente. Así, Pablo
González Casanova señala que: "El salario real
promedio para 1960 era 6% menor que en 1940 y el salario
mínimo agrícola de 1960-61 disminuyó en un
45% respecto de 1938-39; en cambio la
productividad
aumentó en un 120% en ese mismo período; y la
productividad agrícola aumentó en un
100%"[4].
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