Selva Interior, estudio crítico de la poesía en Holguín, Cuba (1862-1930) (página 3)
En cuanto al contexto local, entre lo más destacado de los primeros años del siglo en la ciudad hay que resaltar la aparición de las revistas Holguín Ilustrado, fundada en 1905 por el periodista español Carlos Martí, y la denominada Z, fundada por el gibareño Armando Leyva en 1906. Ambas tuvieron una vida muy efímera, pero dieron a conocer la producción de poetas como Wilfredo Albanés, Fernando Cuesta Mora, Juan Farrán y Nicasio Vidal Pita, entre otros.
En el período 1902-1930 surgieron otras revistas como Laurel (Mayarí, 1912), Luz (dirigida por Raymundo Castellanos y Jefe de redacción Manuel Lastre, Holguín, 1912), semanario Letras Antillanas, de Joaquín Navarro (1922), Letras, de Ricardo Varona (Banes, 1923), Alma Aureña (Auras, actual Floro Pérez, 1923), Primavera (Holguín, 1923) y Azul (Holguín, 1918), esta última la más significativa y de vida más prolongada.
Durante esos años, desde el gobierno de Tomás Estrada Palma (1902-1906) hasta la dictadura de Gerardo Machado (1925-1933), se cultivó intensamente la poesía patriótica e histórica que evocaba los sacrificios de las guerras mambisas y sus figuras más notables, muchas veces creada con verdadera emoción, pero en otras no iba más allá de una burda manipulación para servir a un partido político.
Hasta el Presidente Alfredo Zayas, en sus campañas electorales, recitaba en ocasiones su poema Al caer la nieve, escrito cuando guardaba prisión por su participación en la Guerra del 95. Tampoco hay que olvidar que la vida política frustró el quehacer de algunas de las figuras de mayor valía, como Fernando Cuesta Mora, Wifredo Albanés y Ghiraldo Jiménez.
La vida política en esta zona siempre fue intensa. Y para divulgar sus aspiraciones y proyectos los partidos políticos fundaron numerosos periódicos, aunque también surgieron otros para defender los intereses de las jurisdicciones o de determinados sectores sociales. Casi todos incluían secciones literarias y fueron el medio más accesible para que los aficionados publicaran sus creaciones. La aparición de los libros y las revistas implicaba una inversión económica muy difícil para los interesados.
En las tres primeras décadas del siglo la imprenta se extendió por varias poblaciones y caseríos de esta región como Mayarí, Sagua de Tánamo, Cueto, San Germán, Fray Benito y Banes. En algunas llegaron a publicarse libros y en todas periódicos como los siguientes:
Sagua de Tánamo: El Tanameño (1912-1958), La Opinión (1922-1959), etc.
Mayarí: El Heraldo de Nipe (década del 20), El Renacimiento (1923),
El Mayaricero (1911), El Regenerador (1927), etc.
Banes: El Pueblo (1915-1959), Correo Semanal (1911-1917), etc.
Cueto: El Eco de Cueto (1923-1959), etc.
En Gibara se publicaban, entre otros, El Triunfo, de Armando Leyva, y Regionalista, de Rafael y Fernando Cuesta Mora. Ambos, promotores de la literatura.
En Holguín se destacaban El Eco de Holguín, fundado en 1895, La Razón y El Heraldo de Holguín, entre otros.
Juan Albanés en su libro Historia breve de la ciudad de Holguín (1947), sostiene que la época de oro de nuestra cultura es la que va de 1898 a 1902. Sin embargo, en nuestra opinión, ese período se ubica entre 1910 y 1930. En esos años no sólo se consolida la presencia de la imprenta, sino también la vida teatral con la construcción de escenarios en poblados y bateyes, donde surgen grupos de aficionados que organizan funciones y veladas. Con frecuencia actuaban compañías y artistas que recorrían el país, como Esperanza Iris, Rita Montaner, Blanca Becerra y Ramón Espígul.
En esta etapa se publican más de treinta libros, desde la historia hasta la novela, pero la mayoría, 19, son de poesía.
Entre los libros y autores publicados, que no son estudiados en el presente trabajo, se encuentran Fernando García Grave de Peralta (La toma de Las Tunas, Imprenta Martín Bim, Gibara, 1901; este autor habanero, radicado en Puerto Padre, había publicado en 1899 en Gibara su extenso poema a Maceo en la misma imprenta); Antología de escritores gibareños (1914); Manuel Martínez de las Casas (Preludio, 1917, libro de dudosa existencia, al igual que Polen del alma, de 1919), y José Iglesias Infante (Cantos de ayer y de hoy, Holguín, 1922). Igualmente los volúmenes de autoría colectiva Souvenir, (Imprenta Cagigal, Gibara, 1924, Premio Juegos Florales de Santiago de Cuba) y Juegos florales de Holguín (1926, que incluye los poemas premiados en el certamen).
No se puede dejar de señalar que en la década del 10, con el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, el precio del azúcar se elevó. Este período fue llamado "de las vacas gordas", y en él la burguesía local pudo disfrutar de lujosos espectáculos como la Compañía Bracale con Hipólito Lázaro, la Compañía de Esperanza Iris, entre otros. El capital extranjero crece en la zona con el apoyo del gobierno de Menocal (1914-1920), el otrora capataz de Chaparra (Las Tunas); resultado de ello es la aparición de centrales y bateyes como el San Germán, Cayo Mambí, Cupey y Santa Lucía. La presencia de la United Fruit Company, en la zona de Banes y Mayarí, con sus centrales Boston y Preston, trae su secuela de inmigrantes y comerciantes, estimulando el desarrollo cultural en Banes. Entre los que allí se radicaron por esos años estaban los poetas Luis Augusto Méndez y Oscar Silva, quienes publican libros y escriben poesía de contenido social, marcadamente antimperialista.
Esta peculiaridad fue objeto de estudio de Ariel James en el Primer Encuentro de los Escritores Orientales, realizado del 1 al 5 de diciembre de 1975. En su ponencia Vanguardia literaria y Revolución en Cuba, publicada en la Revista Santiago (nro. 21, marzo de 1976), James ubica a estos poetas entre los precursores de la llamada "poesía social" de nuestro país.
Con la instauración del gobierno de Machado y la gran crisis económica de 1929 llega una etapa muy adversa para el pueblo cubano. En Holguín se combatió fuertemente al tirano. Antonio Guiteras y líderes locales como Felipe Fuentes y Luis Masferrer Landa, entre otros, organizaron un movimiento revolucionario en la localidad. Estas acciones y otras que tuvieron lugar en distintas regiones del país, provocaron la huida del déspota el 12 de agosto de 1933.
¿La lucha antimachadista produjo una alta toma de conciencia en poetas como María A. Sánchez, Miguel A. Ponce de León, Angel Augier y el propio Méndez, quienes escribieron una poesía que señaló la vanguardia de la creación literaria de entonces en esta región.
II. 2 LA POESÍA EN HOLGUÍN (1902-1930)
AUTORES REPRESENTATIVOS (Por orden alfabético)
ISABEL ALAVEDRA MARTORELL. Poetisa gibareña que no llegó a publicar libro. Nació en 1890 y murió en 1986. Maestra de profesión, escribió prácticamente toda su obra en Banes. Signada por el romanticismo, su poesía no trascendió, a pesar de despertar la admiración de muchos intelectuales holguineros y de otras regiones, como el señor J. Jorge Junco, que llegó a compararla con la Avellaneda y con Luisa Pérez de Zambrana, en una ingenua crónica publicada en el periódico banense El Pueblo, el miércoles 15 de octubre de 1930. Alavedra Martorell fue una figura de las letras muy reconocida en su localidad.
JUAN RAFAEL ALBANÉS DE LA PEÑA. Nació en Holguín el 17 de diciembre de 1866. Poemas suyos aparecieron en El Heraldo Holguinero y en otros periódicos orientales. Falleció el 18 de octubre de 1942. A él debemos algunos estudios acerca de la historia de la localidad.
WIFREDO ALBANÉS PEÑA. Escritor, maestro, periodista, Doctor en Derecho Civil de la Universidad de La Habana y Senador de la República durante ocho años. Nació el 29 de febrero de 1880. En 1942 fue Ministro y Consejero Consultivo y en 1957 miembro principal de la Consultoría del Banco Núñez. Sus textos, dispersos en revistas y periódicos de la época, no fueron árboles saludables dentro de la interior selva lírica holguinera.
ÁNGEL AUGIER
El primero de diciembre de 1910 nació en Santa Lucía, localidad en ese entonces perteneciente a Gibara y hoy cabecera del municipio Rafael Freyre, este poeta y ensayista, quien en sus años de madurez, ya radicado en la capital, logró ser incluido en importantes muestras de la literatura cubana [Cintio Vitier, por ejemplo, lo situó entre Félix Pita Rodríguez y José Angel Buesa, en su meridiana antología Cincuenta años de poesía cubana (1902-1952)] y mereció comentarios y reseñas de Salvador Bueno, José María Chacón y Calvo, Juan Marinello, Loló de la Torriente, entre otras personalidades.
Nacido en un batey azucarero, desempeñó desde su adolescencia diversos oficios, y se inclinó, tempranamente, por la poesía. Como él mismo escribió, en su conferencia pronunciada en el ciclo Vida y obra de poetas cubanos, realizado en la Biblioteca Nacional José Martí, durante esos años
Leía cuanto me caía en las manos en loco desorden y me mantenía pendiente de la actualidad nacional. Esa doble inquietud me animó a hacerme agente corresponsal de diarios de Santiago de Cuba y de La Habana. Fue una pequeña puerta de entrada al periodismo, que estimulaba la vocación de escribir. 49
El primer texto publicado por el poeta (si nos guiamos por sus propias palabras) fue un soneto de contenido patriótico que apareció en el periódico gibareño El Triunfo que, además de sorprender a sus familiares y amigos, definió de alguna manera su vocación.
Pero no es hasta 1932 en que la Imprenta El Arte, de Manzanillo, publica su primer libro. Titulado simplemente Uno y prologado por el poeta matancero Agustín Acosta (con quien Augier mantenía corespondencia), según Cintio Vitier este poemario "oscila entre un postmodernismo sentimental, con inflexiones derivadas de Amado Nervo, y un vanguardismo moderado"50 y Max Henríquez Ureña afirma que "acusa cierto posmodernismo neorromántico",51 certeros calificativos para un poemario que hemos preferido ignorar parcialmente, en aras de respetar la selección realizada por el autor para intentar salvar lo más digno de su obra y, de esa manera, estudiar los textos escritos en el período 1928-1931, de cuando el poeta tenía entre 18 y 21 años.
En estos textos, como dice su autor en El canto (p.29), tal parece haber estrangulado su canción "inútil aunque fuera espada o llama", valiéndose de un lenguaje rústico que linda con la antipoesía como el que utiliza en Aguafuerte, donde el sujeto lírico describe el viaje de un carbonero "Erguido en la irrisoria/ cúspide de un penco/ -que se desbordaba en panzas laterales/ por los serones repletos-"(p.23) o el de Parque infantil, cuando narra las peripecias de su niñez "con un fulgor jocundo en las pupilas" [deslizándose] "por la canal de la ingenuidad […] en el cachumbambé de las travesuras", en tanto el "bárbaro policía del tiempo/ con el duro tolete de los años/ [lo echaba] a golpes del parque de la infancia". (p.28) Y nos resulta, como dice algún verso suyo, totalmente ingenua esta etapa de su creación poética que fue evocada, con la lucidez y la belleza de siempre, por el maestro Eliseo Diego, en el breve prólogo de la antología.
El propio Augier, cuando repasaba las páginas escritas en su remota juventud, escribió lleno de franca honestidad literaria:
[…] debo confesar que poco de esta obra de los 20 años puede salvarse. En cada una de las partes alternan poemas de corte modernista con los de forma más avanzadas, en una mescolanza lamentable, sin criterio estético alguno. Un dadivoso prólogo de Agustín Acosta subrayaba más los valores potenciales que los reales del poeta.52
Pero en poesía no siempre la sinceridad con que un autor se enfrenta a su propia obra excluye la porción de olvido que le ha sido asignada y Uno, en realidad, sólo es válido como una muestra, bastante desechable, de la creación juvenil de Augier. Más triste resulta que su poesía ulterior no logró proyectarse más allá de las evidentes ataduras de su talento. Títulos como Canciones para tu historia (1941), Breve antología (1962), Isla en el tacto (1965), y Do svidanya (1971), entre otros; permiten ubicar –no sin cierto recelo- a su autor entre los más destacados poetas cubanos del siglo XX, aunque recibiera posteriormente, por el conjunto de su obra, el Premio Nacional de Literatura. Inobjetablemente, Augier dejó huellas en la historia literaria holguinera y entregó al concierto lírico nacional algunos sonetos orgánicos y algunos versos preservables. Hoy preferimos hablar, sobre todas las cosas, de su obra ensayística dedicada al estudio de Nicolás Guillén y de su amplia labor intelectual en los que, sin dudas, radican sus mayores valores.
JOSÉ OBERTO CAISSÉ
Al parecer publicado en 1930, en La Habana, Selva virgen, es uno de los libros que cierra el período estudiado en esta investigación. Este autor, a pesar de ser un conocedor de las estrofas clásicas, por las marcadas intenciones del poeta de hacer uso constante de ellas, en ninguno de los 82 textos del poemario, dividido en cuatro apartados, logró dominar la métrica, de manera que los poemas resultan forzados, imperfectos o, si se quiere, ingenuos (como el propio autor afirmó en la página 6 de las Palabras-pórtico del cuaderno).
Entre cuarenta y ocho sonetos, ocho décimas, tres textos metrolibristas y otro grupo bastante defectuoso, definitivamente no podemos citar una sola línea que justifique la existencia de un poeta. Junto a versos como "Mujer: tus cabellos son, / sin disputa ni porfía, / prisión de mi fantasía, / la cárcel de mi ilusión" (A ella, p.185), nada mejor para definir su obra que los versos del primer terceto del soneto Soñaba en ser poeta (p.90):
Y tan sólo al bregar he conseguido
hondas punzadas en el alma inquieta.
No todos lo que sueñan con ser poetas lo consiguen. Caissé padeció las líricas "hondas punzadas", pero no pudo soportar el padecimiento. Su obra es una muestra irrebatible de ello. La parte más atendible de su poesía al parecer fue escrita en Camagüey; no obstante, tampoco posee suficientes valores literarios.
NEMESIO CARCASÉS PÉREZ. Nació en Baracoa el 31 de octubre de 1904. A los diez años su familia se trasladó a la localidad de Antilla, donde residía en 1957. Periodista y poeta, publicó textos en el Diario de la Marina, Hitos Musicales, El Crisol y Colorama. Fue director de El Torrente donde, además, ejerció como cronista social y deportivo. Colaboró además en El Sol, La Defensa, La Voz de Antilla y El Liberal.
FERNANDO CUESTA MORA. Poeta y periodista. Nació en Gibara en 1885, una de las voces más importantes de esa localidad. Fue director de Regionalista y presidente de la Agrupación Periodística de Gibara en 1917. En 1923 ganó el Premio de los Juegos Florales de Santiago de Cuba con el soneto A Cuba que posee altas influencias de aquel poema escrito por Enrique Hernández Miyares titulado La más fermosa (Ver Anexo 17). El 25 de julio de 1953 la revista Antorcha auténtica le publicó su texto Adiós a Gibara. Cultivó fundamentalmente el soneto, los más recordados hoy aparecen incluidos en el anexo 9 de este libro. Murió en Santiago de Cuba en 1964.
BALDUVINA FERNÁNDEZ SÁNCHEZ. Una de las personalidades holguineras más importantes del período. Nació el 26 de enero de 1883. Doctora en Pedagogía, con una tesis sobre Carlos de la Torre y Huerta, trabajó en la Escuela Normal de Matanzas. En 1934 fue delegada en Oriente de la Alianza Nacional Feminista, organización que presidió en Holguín. Fue inspectora del Distrito Escolar de Holguín en 1936 y Superintendenta Provincial de las Escuelas de Oriente. Viajó por numerosos países y disfrutó de la amistad de personalidades como Gabriela Mistral, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Amado Nervo, Enrique José Varona, Chacón y Calvo, José Zacarías Tallet, Pepa Lamarque, Aurelia del Castillo, Juan Marinello, Mirta Aguirre, y Dulce María Borrero. De singular belleza, Balduvina Fernández despertó la admiración de la época y escribió poemas, aunque sin mucho mérito. Sus textos se encuentran dispersos en Bohemia, en revistas dominicanas y en periódicos de la época.
JOAQUÍN FORTÚN FORTÚN. Nació en Matanzas el 4 de septiembre de 1899, pero residió muchos años en Holguín. Publicó algunos poemas de escasos méritos en Heraldo Holguinero, Diario de Cuba y Orto. Autor de los poemarios Etapas y Pentagrama, ambos publicados en Manzanillo en 1943. En Evolución de la cultura cubana, José Manuel Carbonell y Rivero (Imp. El Siglo XX, 1928, p.392) recogió cuatro poemas suyos y destacó sobre su figura: "vanguardista discreto, de los que marchan hacia un objetivo racional y no hacia el precipicio de lo absurdo, sus años todavía juveniles permiten considerarle como un árbol en plena fecundidad y se esperan de él frutos mejores que los que hasta ahora ha ofrecido en el campo de la poesía". Fue, además, profesor y periodista. Falleció en 1951 en La Habana.
FERNANDO GARCÍA GRAVE DE PERALTA. Nació en La Habana, pero vivió en Puerto Padre. En 1899 había publicado Maceo, libro homenaje al líder mambí cubano y, en 1901, dio a conocer a través de la Imprenta de Martín Bim de Gibara el poemario Toma de Las Tunas, con prefacio de Ramón Rivero y Rivero y un prólogo del autor, fechado en Puerto Padre el 30 de abril de 1900. Ambos libros son muy menores, en realidad no aportaron nada nuevo a la poesía holguinera de la época.
ROLANDO GÓMEZ DE C. Nació el 5 de diciembre de 1912 en Banes. Periodista, notario, procurador, presidente de la Junta de Educación Municipal (1944-1948), creador de la Dirección de Cultura Municipal, orador de la Logia Los Girondinos, Presidente de la Asociación de Periodistas de Oriente (1933) y fundador de periódicos como El Socialista (semanario). Fue Director y Jefe de Redacción de la revista Mañana (1934-1948) y en 1948, Subdirector del periódico El Pueblo (1959?). En 1953 fundó la revista Portada. Colaboró en Bohemia, Carteles y Diario de Cuba. En 1950 recibió el Premio Periodístico Varona del Ministerio de Defensa, en 1953 el Premio del Ayuntamiento de Banes y en 1954 el Premio de la Asociación Amigos del Mar.
JOSE MARÍA HEREDIA ALMAGUER. Figura de la cultura local que, a pesar de no haber sido poeta, impulsó la edición de numerosos libros. Nació en 1852 y murió en 1927. Entre otros oficios desempeñó los de talabartero y tipógrafo. Fundó varios periódicos como La Federación, El Cayajabo, Don Circunstancias y El Liberal. Según Juan R. Albanés, en su artículo publicado el 20 de mayo de 1979 en el periódico ¡Ahora!, Heredia había alcanzado el grado de Comandante en la Guerra del 95 y había sido jefe de taller en la segunda época de El Cubano Libre por nombramiento de Antonio Maceo. Su Imprenta El Arte, ubicada en Luz y Caballero, esquina a Morales Lemus, en Holguín, publicó en 1926 la segunda edición de los Orígenes del Hato de San Isidoro de Holguín, que felizmente llegó hasta nosotros, pues la primera edición no se conservó.
GHIRALDO JIMÉNEZ RIVERY
La voz poética más relevante de los primeros treinta años del siglo XX en Holguín. Nació en Santiago de Cuba, exactamente cuatro años antes que su amigo José Manuel Poveda, el 5 de diciembre de 1892 y falleció en 1986. Médico de profesión, se instaló definitivamente en el actual municipio de Sagua de Tánamo en 1916, después de su graduación y de haber ejercido inicialmente en Güira de Melena.53
Estrechamente vinculado al grupo literario presidido por Juan Francisco Sariol en Manzanillo, el poeta sólo publicó un libro de versos, La selva interior (1919), y una novela de escasos valores, Por allá (1931, ambos por la Editorial El Arte, de Manzanillo). El poemario es obra suficiente para considerarlo como una más entre las figuras del posmodernismo en Cuba, después de Boti, Poveda y Acosta, a pesar de que sus textos hoy nos parezcan recalentados, ensombrecidos por el implacable paso del tiempo y las ganancias posteriores de nuestra lírica, y altamente influidos por sus contemporáneos Boti y Poveda, sobre todo del segundo que signó con sus desgarraduras el oscuro panorama literario de esos años. De cierta forma, en relación con la calidad de los poetas que escribían y publicaban sus textos en Holguín, Ghiraldo –como él mismo dice en el verso final del soneto El don de la lluvia- se encontraba solo en el concierto poético de la región.
En La selva interior, publicado cuando el autor tenía veintisiete años, Jiménez Rivery mostró su preferencia por el soneto y por la rima en sentido general y a pesar de que alcanzó momentos poco reprochables en la estrofa de Petrarca (en el libro aparecen 28), la abundancia de incorrecciones métricas, de rimas inconsistentes y de motivos poco originales -si los comparamos con los de sus contemporáneos- hicieron que el poemario no tuviera la calidad ni la intensidad de los grandes textos, y más aún, La selva… dista mucho de ser considerado como la primera obra magistral del poeta (pese a que Max Henríquez Ureña expresara que [había] "momentos felices en ese libro")54 como la calificó el prologuista Fernando Toll, en la segunda edición holguinera.55
Si bien es cierto que Jiménez Rivery "rompió [de alguna manera con] los metros tradicionales" 56 y que José Manuel Poveda escribió en Orto que
es un libro que contiene y expresa estados del alma de la edad moderna, demasiados vivos y vibrantes para que unas breves horas de incomprensión y otras breves horas de olvido lo hayan privado de interés para la crítica.57
en estos poemas, su autor no pudo despojarse de los límites impuestos por la forma y aunque participamos, levemente, de la opinión de Poveda, pues resulta significativa la cercanía con el poeta de los Versos precursores, pensamos que el libro de Rivery añade muy poco al instante lírico de esos años. De hecho, el propio Poveda en la misma nota –escrita dos años después de la aparición del libro- opinó que
De las vacilaciones y las incertidumbres de nuestro tiempo se ha resentido en Ghiraldo Jiménez el verso. Es indudable que ha tenido aciertos magistrales, muy superiores a los de todos los poetas del occidente de Cuba. […] Pero es cierto igualmente que a veces los motivos atrabiliarios le han destruido el canto, le han dislocado el ritmo. Sólo que tales caídas no han sido suyas sino de su tiempo, de su estética, de sus normas locas.58
Incluido por Samuel Feijóo, en su importante selección Sonetos en Cuba 59, Rivery intentó buscar nuevas modulaciones pero, como ha quedado implícito en este libro, su búsqueda no fue más allá de las modificaciones estructurales, que a la postre no son tan trascendentes como la voluntad y la capacidad del creador para ser auténtico, en su relación con el tratamiento del mundo de los significados y la intensidad y el talento para transfigurarlos a través de la palabra.
Ciertamente no podemos dejar de reconocer que Rivery poseía dotes poéticas y que en sus versos encontramos las aspiraciones de un hombre signado por su época frustrante y desmedida, sin embargo, el hecho de que el poeta llegó a ocupar cargos políticos (entre 1940 y 1944 fue elegido alcalde municipal) y que su profesión lo fue absorbiendo con los años, influyó en el posterior alejamiento literario de Jiménez Rivery (al menos de las publicaciones) y en el evidente estancamiento dentro de las normas y concepciones de los años iniciales de la centuria. Poemas como Lebrel en la tarde, Torre de marfil, El canto del perseguido o Subcraneana fueron marcados por el Modernismo y no parecían ahondar demasiado en el ser del creador.
Ha caído la noche de repente
sobre mi corazón lleno de hastío,
y este velo de sombras es nepente
para todo pensar que no sea el mío.
El canto del perseguido
Nótese que palabras como hastío y nepente, y una metáfora como velo de sombras, son propios del período, y Rivery, que los conoció bien, no los utilizó con la misma intensidad que Poveda o que Acosta.
En El último de los raros, Alberto Rocasolano escribió que:
El "modernismo", en justicia nuestro posmodernismo, como le denominamos hoy, logra su coherencia ideológica con Boti y Poveda, pues Acosta no encontró una orientación precisa y el resto de los posibles integrantes, con la excepción de Luis Felipe Rodríguez y Armando Leyva, no llegan a alcanzar verdadera jerarquía artística.60
La selva interior aparece hoy ante nosotros como el testimonio de un escritor que realmente no llegó a madurar, que no pudo encontrar su voz entre las poderosas voces líricas cubanas del momento.
Por otra parte, sus versos muchas veces imperfectos y asonantados no aportaron nada realmente sólido al posmodernismo, porque el hecho de que empleara el metrolibrismo y la polimetría y alguna variante del sexteto (como expresa Gerardo Muñoz en su ya citado trabajo, p. 21), no significa que su obra esté a la altura de los principales autores pues, inclusive, las fragmentaciones del soneto que se atrevió a hacer, intercalando los tercetos entre los cuartetos, ya lo había hecho con maestría José Manuel Poveda,61 quien comenzó a publicarlos en 1915 y luego los incluyó en Versos precursores, publicado dos años antes que La selva interior, de manera que Rivery sólo repitió, como la poetisa María Luisa Milanés, la invención del santiaguero. Además, el estudio de la distribución de las rimas en sus sonetos no denota ninguna novedad.62
Finalmente, reproducimos el soneto que publicó Feijóo en su mencionada antología (no está incluido en La selva…) como un ejemplo de los textos del poeta, pese a que el mismo nos recuerda algunas ideas presentes en los poemas Palabras en la noche, Refugio y Solo de luna, de Poveda.
EL DON DE LA LLUVIA
Con una pertinacia monocorde que aduerme
cae la lluvia en el viejo villorrio familiar,
y yo me entrego al canto de las aguas, inerme,
y con vivos deseos de sentirme arrullar.
Reclino sobre el banco de trabajo la frente,
y en mi interior alcázar, solo, me reconcentro,
mientras la lluvia vierte su pertinaz nepente
y me hundo en la casa familiar más adentro.
Y así, en derredor mío, las aguas tienden una
cortina impenetrable de sombras y sonidos
que enclaustra totalmente mis ávidos sentidos.
(Canes enflaquecidos que ladran a la luna),
y experimento así, abstraído en mi verso
el placer de sentirme solo en el universo.
Realmente, y como dijera José Manuel Poveda: "Enorme y fecunda puede haber sido nuestra selva interior, pero un día llega en que son otros los paisajes, diverso el suelo que pisamos y muy distinto el cielo que nos cubre".63
MANUEL DE JESÚS LASTRE MANDULEY. Uno de los poetas más conocidos de Holguín en los primeros años de la República, aunque no llegó a publicar libro. Nació el 6 de abril de 1892, hijo de Teresa Manduley y del profesor camagüeyano Vidal Lastre Arteaga. Comenzó a ejercer como maestro rural en la región de Guabasiabo, en 1910, y fue maestro urbano entre 1911 y 1917 en Holguín. Entre 1917 y 1920 fue profesor de Letras en el Colegio de Marianao y Director del Colegio Holguín entre 1920 y 1930. Fue Director del Colegio José Martí entre 1939 y 1942. En 1920 publicó, junto a Eduardo Betancourt, el diario ABC. Fue Jefe de Redacción de La Razón (1912-1915), fundador de la Revista Luz (1912-?), director del Heraldo de Holguín (1915-1917), subdirector de El Derecho (1917), redactor de la revista habanera Actualidades y del Diario de la Marina (1917-1920). El 10 de noviembre de 1957, al cumplir 50 años como maestro, recibió un homenaje y un Diploma al Mérito en nombre del pueblo de Holguín. Según la poeta Lalita Curbelo, en su artículo Las artes en Holguín, a partir de Lastre Manduley comienza en Holguín un movimiento lírico en la más perfecta forma clásica. Recibió el Premio Lirio de Plata de los Juegos Pro Heredia (1914) y el de la Asociación de la Prensa de Santiago de Cuba, celebrado en mayo de 1914 con el texto A un viejo rosal. A continuación citamos su soneto Vesperal como una muestra de su obra.
El sol se va, ya se hunde lentamente
en el borde sin fin de la llanura,
y su último destello de luz pura
se refleja en un tono opalescente;
el arroyo, serpeando mansamente
por entre el valle su canción murmura
y en los prados cubiertos de verdura
la noche entona su oración doliente.
Esparce la campana su tranquila
y errabunda, eternal melancolía:
¡tal parece, al gemir la triste esquila,
que anuncia, suspirando, la agonía
de mis sueños febriles, que dispersos
se esconden en el fondo de mis versos.
ARMANDO LEYVA. Uno de los escritores más importantes de la región oriental en su momento. Nació en Gibara el 14 de enero de 1888 y falleció el 9 de diciembre de 1942. Es representante del posmodernismo junto a Boti, Poveda, Agustín Acosta y Rivery, aunque se destacó fundamentalmente en la prosa. Leyva desarrolló parte de su obra en Santiago de Cuba. En 1906 se inició en el periodismo en su ciudad natal en los periódicos La Palabra y El Triunfo y colaboró en El Correo semanal. En 1915 publicó Almas perdidas y en 1920 Las horas silenciosas, a los que siguieron numerosos títulos reseñados por Amparo Barrero en su investigación Aspectos más relevantes de la vida literaria en Santiago de Cuba (1986, inédito), donde se hace una extensa valoración de la importancia de Leyva para las letras santiagueras. Del período que vivió el escritor en Holguín, son unos cuantos versos inferiores en comparación con su obra narrativa y sus crónicas.
MATÍAS LÓPEZ GONZÁLEZ
Pobre de mí que errante por el mundo
en laureles y tálamo creído,
sin protestar he visto en su corrido
ir mi existencia al existir inmundo.
Pobre de mí que hastiado y moribundo,
del no sér, en la puerta, arrepentido,
tengo en la mente lo que fue querido
en cruel desmayo y sinsabor profundo.
Por qué al gozar de la primera vida
se engaña el hombre y la ardorosa mente
forja del mal arrobadoras flores;
Si es falso el bien de la ilusión querida
y el existir es batallar vehemente
que alcanza por victoria los colores.
A pesar del pobre verso final, que resta fuerza al poema, quizás este soneto sea el texto más logrado de este autor gibareño, quien falleció en su pueblo natal el 25 de abril de 1937. Fue Jefe de Redacción del periódico El Triunfo y desempeñó también varios oficios. Firmó siempre la mayoría de sus obras con el ambicioso seudónimo de Sócrates, aunque no llegó a publicar libro. En realidad es imposible verter un juicio crítico acerca de la poesía de Matías López, pues la mayoría de sus textos se encuentran dispersos en publicaciones de su localidad y los facilitados por su familia a los autores de este libro no poseen grandes méritos. No obstante, hemos preferido citar el soneto Decepción como una muestra de su creación literaria, donde subyacen algunas dotes líricas. Esta obra, recorrida de principio a fin por un sentimiento pesimista acerca de la existencia del hombre, nos recuerda, por momentos, el espíritu del poema Nihilismo, de Julián del Casal, y nos remite a un oscuro universo vivencial del poeta que no logró rebasar las fronteras literarias de su época, pero que nos dejó algunos versos donde identificamos la voz de su autor, partícipe junto a los demás poetas cubanos de entonces "de un momento transicional que vivía la literatura y, en especial, la poesía latinoamericana en las primeras décadas del siglo"64, instante que no sería superado hasta bien entrada la década del treinta.
MANUEL MARTÍNEZ DE LAS CASAS. Otra voz notoria en el contexto local fue este autor de origen canario, que nació en 1878 y murió en 1930. Autor del poemario Preludio (1917) y de Manuel Martínez de las Casas; sus mejores poesías (1931), publicado póstumamente en Manzanillo en la Imprenta El Arte. Su obra, descuidada e intrascendente, contiene numerosos sonetos, estrofa en la que al parecer se sintió mejor. Hizo varios recitales en ciudades orientales, así como en teatros, cafés, y distintas sociedades de la región. Su afición desmedida por el alcohol devoró su vida y condenó su obra al olvido más ingrato que pudo merecer un poeta, a pesar de que la calle San Telmo, en Canarias, donde vivió lleva el nombre de un significativo poema suyo.
LUIS AUGUSTO MÉNDEZ
Un poeta que no llegó a consolidarse entre los más importantes del momento, pero que escribió poemas atendibles, fue este santiaguero radicado en Banes, del que Samuel Feijóo nos dio las primeras noticias 65 y quien publicó Del vergel interior en 1921, 66 poemario insertado en el posmodernismo de la época, donde se aprecia el gusto por la rima y las estrofas clásicas, costumbre bien marcada de la poesía de esos años, pues se incluyen 15 sonetos y 16 décimas, en cuatro secciones que amplían el jardín de un creador que no siempre logró pulsar con soltura las misteriosas cuerdas interiores del poema. Tituladas Rosas blancas, Rosas matizadas, Rosas rojas y Rosas negras, las partes que conforman el libro recogen sonetos como el titulado En la cascada (p.57) que citamos a continuación, no por la calidad intrínseca del texto, sino porque contiene una idea que se reiterará en poetas posteriores como Angel Augier o el velazqueño Gilberto Cruz Rodríguez (este último no incluido en nuestro trabajo por haber nacido en 1937 y por desarrollar toda su obra posterior al 1959).
Esa rama que ves compadecido
Movida sin cesar por el torrente,
Es la imagen más fiel y más ingente
De la inquietud interna en que he vivido.
Hija del mismo ramo suspendido
En la margen del salto prepotente,
Contempla, cuán extraña y diferente,
Al de las otras su fortuna ha sido.
Condenada a vivir en tal estado,
Jamás coronarán fragantes flores
En estación ninguna su follaje;
Cual en mi ser por el dolor besado,
Jamás florecerán dulces amores,
I sí las inquietudes del ramaje.
El tema del árbol o de la rama seca que ve como otras continúan verdes (recordemos el poema A un olmo seco, del andaluz Antonio Machado), como advertimos líneas atrás, es un tópico que se reitera en nuestra poesía y que alcanza nuevas connotaciones a través de las nuevas generaciones de creadores. Textos como Criollas (catorce décimas donde canta a la mujer campesina pp. 39-44) y el Soneto dedicado a Julián del Casal (p.175), pudieran mencionarse entre los poemas más logrados en Del vergel…, libro intrascendente, pero donde, de vez en vez, se escucha la canción de un poeta que, como dice en Soy universal: "[soñaba…] una época de hermanos", donde fueran abolidos los siervos y los tiranos y se alcanzara, de una vez, la armonía para la humanidad entera.
Finalmente, citaremos su soneto dedicado a Casal, para ilustrar la hondura de algunos instantes de iluminación del poeta, en un libro que ya es una verdadera rareza literaria y un signo de su cruel búsqueda de lo perfecto.
Siempre atado al Dolor, cual Prometeo
A la roca fatal, le encontró el día,
I en vano en su terrífica agonía,
Contra el hado luchó como un Tirteo.
Buscó la perfección y sólo el feo
I abominable Vicio halló en la vía,
Buscó la calma y la tormenta impía
Le azotó con satánico aleteo.
Artífice sublime de la rima,
Del verso emperador, hacia otra cima,
Fugóse huyendo las humanas brumas;
Y en el fúlgido azul del firmamento
Se hundió por fin su musical acento
Como un beso de luz en las espumas.
Méndez también publicó en 1926 su poemario Trémulos pétalos (Editorial Hermes, La Habana) y tuvo el honor de haber sido maestro y amigo de uno de los más grandes poetas cubanos de todos los tiempos, Gastón Baquero, nacido en Banes en 1914 y no incluido en este libro por haber desarrollado toda su obra fuera de Holguín y porque en 1930, fecha de cierre de esta investigación, tenía solamente 14 años.
ADELINA OCAMPO HERNÁNDEZ. Autora gibareña, también conocida como La Cautiva. Nació en 1891. Maestra de profesión. Alrededor de 1940 se trasladó a la capital. En 1964 se publicó su libro, escrito entre 1928 y 1929, Lirios póstumos. De los textos que hemos podido localizar de la Ocampo, resaltan sonetos como el titulado Venus y el poema Versos libres.
ANTONIO PÉREZ LÓPEZ. Gibareño. Su libro Mis versos, posiblemente publicado en 1913, en la Imprenta La Razón, no añade ninguna nota de valía al contexto poético de esos años. Fue prologado por un tal J. N. Aramburu, escritor y periodista del Diario de la Marina, quien constantemente justificó los defectos del libro diciendo que le agradaba la sinceridad del autor. Es un libro menor, como el arte métrico que predomina en él, caracterizado por un extemporáneo romanticismo y flébiles textos de contenido patriótico y calidad dudosa. Hacia 1937 publicó Himnario escolar en la Imprenta Rodríguez, de Fray Benito, y en 1954 la Imprenta Personalidad, de Gibara, dio a conocer la segunda edición corregida y aumentada de Prontuario poético-geográfico, texto sobre geografía dirigido a niños de primaria.
MIGUEL ANGEL PONCE DE LEÓN. En medio de tal contexto histórico-literario, este autor publicó su primer libro, titulado Albores (Imprenta La Moderna Poesía, Santiago de Cuba, 1919), con prólogo de Joaquín Navarro Riera (Ducazcal), Jefe de Redacción de El Cubano Libre.
Nacido el 2 de agosto de 1896, "hijo de humilde cuna" que escribía versos aceptables a los 14 años, fue un elocuente orador y comenzó a escribir artículos en El Cubano Libre en 1915 67 el autor de Albores, escrito "[…] con todos los naturales defectos y excesos de la juventud y de la inexperiencia" 68 agrupaba textos donde se notaba su preferencia por los versos alejandrinos, endecasílabos y de arte menor. Veintitrés sonetos y nueve décimas, generalmente de contenido patriótico o amatorio, integraban junto a otros poemas rimados este libro menor, de un hombre que –como otros poetas de entonces- vio frustradas sus aptitudes líricas por entregarse a la vida política. Empleado de la Tesorería Municipal de Holguín y, a la vez, Procurador Público, 69 Ponce de León, en una oportunidad recibió una felicitación del Rey Alberto I de Bélgica y del poeta José Manuel Carbonell, por su poema épico La voz de los muertos, publicado en 1922. 70
En 1921 Ponce de León dio a conocer un tomo de artículos titulado Clarinada patriótica, donde incluyó tópicos como Ideales, Patria y patriotismo, La libertad, Las leyes y los poderes, La mujer, La política, etc. 71 Este libro, según Jaime Suárez Silva, fue elogiado por Enrique José Varona y llevó prólogo del entonces Ministro de Cuba en Washington, Carlos Manuel de Céspedes (hijo).72 En 1935 recibió el primer premio en un concurso de sonetos celebrado en Holguín y en 1937 publicó Ritmos de cautiverio.
En líneas generales, la obra de Ponce de León –como las de la mayoría de los autores holguineros de la época- no saltó las murallas de lo estrictamente local ni aportó mucho al desabrido articulismo patriótico de los años veinte en Cuba. Epígono de falsos ideales, concibió su obra como una máscara para alcanzar escalones sociales y ya la historia ha demostrado que la literatura, aunque otorga el reconocimiento de la sociedad, jamás debe ser utilizada como un trampolín para catapultarse hacia la alberca antipoética del gobierno y la administración. Escasos son los nombres de escritores que han trascendido a pesar de haber ocupado cargos en sus países, y no fue Ponce de León uno de los afortunados. Definitivamente contradijo su soneto La virtud, incluido en la página 24 de Albores:
En vano busca la virtud la cima
de la gloria inmortal que se merece,
pues cuanto más a ese lugar se arrima
es cuando más el vicio reaparece.
Miguel Angel Ponce de León falleció el 21 de julio de 1984, a la edad de 88 años.
HÉCTOR POVEDA. Entre los numerosos poetas que vivieron en esta ciudad, al menos temporalmente, mencionamos a uno que realmente fue singular en el panorama de nuestra poesía. Se trata del santiaguero Héctor Poveda (1890-1968), primo de José Manuel, que vivió en Holguín entre 1916 y 1923 donde ejerció como médico veterinario y escribió numerosos textos que después dio a conocer en publicaciones periódicas y en su libro Crepúsculos fantásticos (1928), publicado por la Biblioteca Martí de Manzanillo y prologado por Regino Boti.
Ese poemario, dividido en cinco secciones tituladas Espejismos de la tarde, Retratos, Estados de alma, Penumbras sentimentales y Los símbolos del bien y del mal, a pesar de haber sido elogiado por Boti, que lo calificó como "un breviario de idealismo" (p.16) y un seguidor de su libro Arabescos mentales, nosotros pensamos que no son muchas realmente las ganancias de Héctor en Crepúsculos…, no sólo por la cantidad de deslices formales sino por la fatuidad de los temas, recalentados y sombríos al parecer como ciertos estados anímicos del poeta. Concordamos con Boti en que Poveda poseía un "fondo simbo-lista"(p.16), pero, a la vez, lo sentimos bien distante de los grandes franceses que encontraron excelentes frutos dentro de esa "corriente".
Para concluir, citaremos in extenso el imperfecto soneto Renunciación, fechado en Holguín en 1919:
Más que la turbia fama del poeta,
prefiero el suave acento de lo inédito,
y una vida incolora, y tan discreta
que discurra sin vanidad, ni mérito.
Prefiero cualquier buen vivir mediocre,
de modo que mi vida pronto vea
protegido por ese mismo ocre
que guarda como cáscara, a mi aldea.
Y he de ser, desde ahora, manso y grave
con el eclecticismo del que sabe
hurtar su suerte a la murmuración.
Y metódico y oscuro, y uniforme,
daré paz a toda lengua deforme
que hostilice mi genio bonachón.
EUSEBIO DE LA CARIDAD QUINTANA. Nació en Banes en 1905 y murió en 1992. De formación autodidacta, fue poeta, maestro y promotor cultural. Sus textos están marcados por los patrones neo-románticos de la época. Varios de ellos aparecen recogidos en la antología La Ensenada (Ediciones Holguín, 2001). No llegó a publicar libro ni logró aportar una nota de diferencia en el panorama literario regional. Publicó algunos textos en revistas y periódicos.
OSCAR SILVA MUÑOZ
Nacido en 1886 en Venezuela y establecido en Mayarí en 1912. Publicó en 1924 en Banes su libro Intermitencias, prologado por el dominicano Max Henríquez Ureña que, paradójicamente, no lo incluyó en su Panorama histórico de la literatura cubana. Precisamente a Ureña pertenecen los criterios que mejor nos dan una imagen del poeta. Veamos:
Para clasificar a Oscar Silva dentro de las tendencias y orientaciones literarias, tenemos que volver la vista hacia un pasado no muy distante: ni el hombre ni el poeta pertenecen a nuestro tiempo, sino a la época de exaltación del sentimiento, del desbordamiento de la fantasía; en suma, a la época romántica. Oscar Silva es un romántico: vibrante y altivo al par que sencillo y delicado en la expresión de sus anhelos y esperanzas.73
Evidentemente Henríquez Ureña lo clasifica como un creador fuera de época. Lo sitúa dentro del romanticismo que como sabemos pertenece al siglo XIX en nuestro país. Y aunque no coincidimos plenamente con él, pues a pesar de que los textos más significativos del libro poseen rasgos que nos recuerdan instantes de Heredia, Plácido, Milanés, la Avellaneda, etc. (salvando, por supuesto, las buenas distancias) en otros poemas la incisiva mirada del poeta hacia la realidad que le tocó vivir, lo aparta con creces del estro romántico.
Dividido en cinco secciones, en este libro notamos el gusto del poeta por las rimas y por los versos de arte mayor, sobre todo en el soneto y otros tipos de estrofas. De hecho, incluye 14 sonetos (uno es un sonetillo), diez décimas y, el resto, no responde a ningún tipo de estrofa, sino que muestran combinaciones de versos de distintas medidas.
Intermitencias también incluye algunas décimas de valía como son las tituladas Gemido de bandurria, que recibieron el Primer Premio en un concurso de décimas organizado por el Diario de Cuba, de Santiago, para conmemorar el 43 aniversario del inicio de las guerras de independencia y sonetos dignos de mencionarse, como son los titulados Madre (p.32), Canto de Ondina (p.15) y A San Silvestre (p.90), este último muy singular, por la manera en que el sujeto lírico denuncia la crisis en que vivía el país en estos años iniciales del siglo, hasta el punto de pedirle al "Año viejo barbudo y tembloroso" que se hunda "con la Isla en el abismo". Poema nada común, donde se utiliza el apóstrofe con una marcada intención lírica, pocas veces consolidada en la poesía holguinera.
Año viejo barbudo y tembloroso,
oye el ruego de un alma en penitencia:
sé que vas a morir, que tu existencia
se extingue a media noche, y presuroso
Quiero darte un encargo, aunque enojoso:
llévate, con su inmunda pestilencia,
cuanto nubla y degrada la conciencia,
cuanto tiene el país de canceroso.
Arrastra en tu salida al viaje eterno
los buitres que merecen el infierno;
carga con leyes, hombres, lo que sobra;
y si fuera forzoso un cataclismo,
húndete con la Isla en el abismo,
que Dios te premiará la humana obra.
Llamamos la atención sobre este soneto, pues encontramos en él un aliento cercano a los grandes poemas, como aquel famoso texto de Enrique Hernández Miyares titulado La más fermosa, pero completamente distinto, por la manera de abordar el tema o del soneto Egri somnia, de Casal, donde el hablante lírico nunca nos revela a qué país se refiere realmente cuando nos dice que "[sueña] en un país de eterna bruma/ donde la nieve alfombra los caminos".
No podemos aseverar, sin embargo, que el libro en su totalidad constituya un ejemplo importante de la poesía escrita en la provincia en los treinta años iniciales de la República. Salvo los poemas mencionados, el resto no alcanza la misma altura y pudiéramos afirmar que opacan bastante el conjunto, desequilibrado y monótono, como otros poemarios de entonces. Sobre los hombros de Oscar Silva pesaba la dramática situación del país y la crisis espiritual le impedía, en mucho, ser una especie de atlante lírico. Víctima del desconocimiento, su obra había sido olvidada injustamente, hasta que llegó una maltrecha edición de su libro a nuestras manos. En 1928, publicó en Gibara, su libro Perlas orientales.
Confiemos en que perdure, al menos, su soneto citado en estas páginas, para hacer verdadera justicia a este venezolano-camagueyano-holguinero, una voz realmente atendible en nuestro panorama literario.
MARILOLA X (MARÍA DOLORES SUÁREZ). Nació en Holguín el 11 de febrero de 1905. Autora de numerosos libros de narrativa y poesía, publicó en 1931 Cuando canta un corazón, poemario contentivo de su producción juvenil. Posteriormente dio a conocer Cantos de amanecer (1934), Hojas (1938), Espigas (1941), Fruto dorado (1942), Canta la tarde (1945) y Todos mis pecados (1955), entre otros. Su obra, reconocida por muchos autores del momento, ha sido rescatada por estudiantes universitarios holguineros que han realizado diversos trabajos acerca de su vida y su obra y por el poeta Daer Pozo que prologó una selección de su poesía, publicada por Ediciones Holguín en 1991. Esencialmente de corte romántico, su poesía –sin muchos valores hoy- es, sin dudas, de lo más significativo que se escribió en los primeros treinta años del siglo en Holguín. Marilola falleció en La Habana en 1990.
ANTONIO LUCIANO TORRES
Nacido en 1870, es el sonetista más renombrado de esta región en los treinta años iniciales del siglo. En 1924 se publicó en Holguín bajo el sello editorial de la Imprenta El Arte, entonces radicada en Luz Caballero # 24, su poemario Horas propicias, el cual recoge una amplia muestra de su quehacer artístico. Desde el prólogo su autor anunciaba que
[estaba] seguro de que no [le faltarían] detractores de esos para quienes el inconmensurable Víctor Hugo era un simple emborronador de cuartillas, pero [podía] que no [le faltaran] también, personas sensatas que, teniendo en cuenta [su] sinceridad, [acogieran] benévolas [su] libro, dispensando las imperfecciones de que [adoleciera]. 74
Era costumbre de la época justificar el desconocimiento de los autores y las imperfecciones de la poesía escrita, con prólogos y notas que, más que ayudar, predisponían a los lectores. Por supuesto, no siempre los mejores poetas podían entregar a las imprentas sus textos y, a veces, los menos brillantes, señores adinerados de la sociedad, daban a conocer títulos mediocres.
Este libro de Luciano Torres como otros del período, no transgredió los códigos posmodernistas y, por consiguiente, no podemos mencionarlo como parte de la renovación iniciada por Boti, Poveda y Acosta. Los poemas recogidos escasamente describen el paisaje local o son, en su mayoría, cantos de insignificantes valores. Las rimas forzadas evidencian un paupérrimo dominio de la forma y un sensible desconocimiento de la tradición versificadora española, por lo que el único mérito que pudiera reconocérsele al poemario es el de formar parte de un panorama poético bastante trasnochado y flébil.
Décimas, sonetos, redondillas, entre otros tipos de estrofas que incluyó, no ameritan un estudio pormenorizado, aunque pudiéramos citar un fragmento del poema escrito en décimas Canto a Holguín por contener una idea sensible de pertenencia a su tierra.
Holguín, mi pueblo natal
¿Cómo no cantarte un día
si encierras la poesía
del jardín universal?
Es tu mujer ideal,
Tus hijos son. Un modelo,
Cuánta amargura, desvelo,
Afán y lucha prolijos
Tuvieron tus buenos hijos
Para liberar tu suelo. (p.3)
Horas propicias, en realidad no le hizo mucho honor a su título. No fueron muy propicias las horas de su publicación. Recordar u olvidar a su autor es tarea de los lectores e investigadores del futuro. Antonio Luciano Torres permanece entre los cimientos de la poesía que se escribiría en Holguín unos cuantos años después.
El poeta falleció en Holguín el 28 de enero de 1939.
OCTAVIO VIDAL AVILÉS. Una personalidad literaria de la época, fundador de la revista Primavera y periodista durante mucho tiempo en el periódico Norte. Nació el 20 de noviembre de 1897 y falleció el 5 de octubre de 1975 en Las Tunas. Entre sus libros publicados están Castalia inmortal y La era atómica.
NICASIO VIDAL PITA
Cuando Nicasio Vidal Pita nace, en 1877, en El Ferrol, La Coruña, un año después, en Guantánamo, nació Regino Eladio Boti, el primer representante de lo que se denominó Posmodernismo. Cinco años más tarde nació en la Habana un poeta que no llegó a madurar porque la muerte intervino cuando sólo tenía 28 años, René López, el autor de Barcos que pasan. Nueve años después nació el matancero Agustín Acosta, segundo representante de la llamada poesía posmodernista (ese momento posterior al Modernismo que, en Cuba, cobraría fuerza a fines de la década del 80 del siglo XIX y que, en la década del 90, rendiría sus mejores frutos a través de Julián del Casal). Once años más tarde nació en Santiago de Cuba José Manuel Poveda, el poeta más importante de los 30 años iniciales de la República. Nació también, en 1891, uno de los representantes de la poesía pura, el camagüeyano Mariano Brull, creador de la jitanjáfora y, en 1893, vio la luz José Zacarías Tallet, otro de los poetas significativos del siglo XX.
Según el Acta de Solicitud del 9 de octubre de 1909 del Registro Civil de Ciudadanía (# 47, Tomo I), Nicasio Vidal Pita, hijo de Nicasio Vidal y de Nicolasa Pita, casado con Dolores Ramírez Zúñiga, vivió en Aguilera # 29 desde 1896. Tenía 30 años, había vivido en Buenos Aires con anterioridad y pedía, a través de ese documento, la ciudadanía cubana. Ya en Holguín, se dio a conocer como artista y decidió, siendo un adolescente, alistarse en las tropas del Ejército Libertador, bajo las órdenes de Pepe Torres 75, información que no hemos podido verificar y que tampoco aparece en el libro de Roloff, Indice alfabético y de funciones del Ejército Libertador de Cuba (La Habana, Imp. Rambla y Bouza, 1901) ni en ninguna otra fuente de la época.
Vidal Pita dio a conocer en 1914 su único libro de versos, titulado simplemente Poemas y publicado por la Imprenta El Correo, de Holguín. Ahora, desde el punto de vista literario, no podemos considerar su poesía como de las más trascendentes del primer período republicano. Tal y como apreciamos en su obra, fue un versificador fácil que poseía un alto dominio de la forma, por lo que resulta difícil sorprender descuidos técnicos en su poesía, pero que generalmente fue dominado por los metros y las rimas, a veces artificiales como ciertos ambientes que describía y atmósferas triviales que creaba.
La temprana muerte del poeta en 1920, a los 43 años de edad, incidió en el hecho de que sólo publicara un libro de poesía. Además, tengamos en cuenta que Vidal Pita era un simple maestro de primaria y que las ediciones de los libros debían costearse por sus propios autores. Otra posibilidad, más improbable, es que Poemas no tuviera mucha aceptación entre el público lector de entonces, pues en el preámbulo del libro, titulado Dos palabras, Pita escribió que "de la suerte que [corriera el poemario dependería] la publicación de otros volúmenes" y, al parecer, la esperanza se fue por encima de la realidad de los textos del poeta.
El poemario en cuestión, dividido en siete secciones, en las que se incluye igual cantidad de textos recoge una obra por un lado influida por cierto romanticismo extemporáneo y decadente y, por el otro, cómplice del modernismo que ya había conocido sus mejores poemas y se aprestaba a dar paso a los autores posmodernistas. Estamos ante una poesía donde predominan las temáticas relacionadas con la contemplación del paisaje y la plenitud del amor que, generalmente, es triste, raptado por los demonios de las pérdidas. Existe una tendencia a la fabulación y a la descripción de ambientes donde suceden las pasiones del poeta.
La nieve en las alturas derretida
Corre por la florida
Vaga en serpientes de bruñida plata…
…………………………………………………………….
…por angostos caminos vecinales
que lindan los trigales
a mi hogar lentamente regresaba
…………………………………………………………
y, como cervatilla temerosa
a quien sigue en el bosque la jauría…
Primavera
En otras oportunidades encontramos versos donde se mezclan elementos pertenecientes a distantes latitudes, sin que se esté hablando de otras culturas o lugares.
Los cisnes de plumaje reluciente
Que en la mansa corriente
Cual góndolas gentiles navegaban…
……………………………………………………………
Era muy tarde ya: tras los oteros
Se hundían los postreros
Rayos del sol entre arreboles de oro.
Verano
o en este poema:
…ni se escucha el sereno
lánguido murmurar de los trigales…
Otoño
En su totalidad, el poemario es recorrido por la monotonía que produce la conjugación de heptasílabos, octosílabos y endecasílabos; en estrofas como la décima, la silva y una variante del sexteto clásico. Las cuatro primeras secciones, dedicadas a celebrar la llegada de las estaciones del año, están escritas en esta variante del sexteto que responde al esquema AaBCcB, combinando ende-casílabos y heptasílabos.
La sección V, denominada Donde choca el amor (título poco feliz), recoge seis cantos donde emplea la silva, estrofa bastante antigua y ya poco utilizada en los primeros treinta años del siglo; la sexta sección, Las perlas rojas, es un poema dividido en tres cantos que posee nada menos que 46 décimas, en el cual el ritmo inalterable del octosílabo, sumado a lo trivial de la historia contada, acrecientan la monotonía del libro, aspecto que se refuerza con la séptima y última sección del poemario, Los celos matan, en la que vuelve a utilizar la silva en un poema dividido en ocho cantos. De la citada VI sección hemos escogido una de las décimas más logradas para recordarla en este trabajo como una muestra de la estrofa de Espinel escrita en Holguín.
Entre sombras sepultada
la ciudad tranquila duerme,
como un cadáver inerme
bajo la nieve argentada.
Ni la dulce enamorada
con su amador está en vela,
ni vigila el centinela,
ni el sereno la hora canta,
ni el ave que al vulgo espanta
por el torvo espacio vuela.
Otro de los aspectos que ya hemos señalado es la presencia del romanticismo en los textos de Vidal Pita, hecho que se aprecia en el tratamiento de los temas, a la manera de aquellos poetas amatorios que tuvieron en Bécquer al autor más connotado, y en el constante sentimiento de desolación que aparece en los poemas.
¿Qué importan al errante peregrino
el pasado camino,
el sol abrasador, la senda larga
cuando a la margen de tranquila fuente
refresca el labio ardiente
sin que le abrume la penosa carga?
Invierno
La naturaleza como refugio, la filiación con el pasado, los deseos de evasión de la realidad, también propios de los románticos, están en Poemas y nos permiten conocer la frustración del poeta, generalmente desolado y dramático en sus versos.
Del modernismo el poeta adquirió la preferencia por las rimas a veces difíciles y la utilización de palabras propias de esa "corriente". De este modo volvemos a encontrarnos los legendarios cisnes de Darío y Baudelaire, las ninfas sempiternas, las góndolas venecianas, sustantivos que dan la idea de pompa, de suntuosidad, de exotismo como son la plata, el oro, el alabastro, las ánforas griegas, los eriales, etc., y adjetivos que decoran un mundo casi siempre ideal o inexistente. El poeta dejó, además, una vasta obra inédita de la que sería interesante estudiar algún que otro poema o soneto aislado, pues consideramos que el resto no amerita un estudio pormenorizado, debido a la escasa calidad del conjunto en el que se aprecia la impronta de autores como Nervo y Bécquer.
En resumen Vidal Pita no llegó a concretar una obra lírica trascendente para la literatura cubana. Quizás se difuminó en el maremagnum artístico de sus aspiraciones, en su afán por ser multifacético en medio de una época de escasas posibilidades para los creadores de provincia. No obstante, vale recordar al pedagogo, al cantante, al narrador y dramaturgo gallego-holguinero que iluminó la cultura de la región, valiéndose de sus modestas búsquedas artísticas. Tristemente, la mejor poesía de Vidal Pita no se escribió, pero en esa eterna zona de silencio que la envuelve, se yergue lo inefable de la sustancia (que no llegó a consolidarse en él) de los grandes poetas, porque es indudable que el soneto titulado Libertad, incluido en la antología Los mejores sonetos de Cuba, publicada en Pinar del Río en 1918, posee el aliento de un verdadero creador y por esa sencilla razón lo dejamos en manos de los sagaces lectores, que encontrarán en él la singularidad de lo desconocido.
¿Es libre el pez nadando en su elemento,
del pescador expuesto á la acechanza?…
¿Es libre el ave que veloz se lanza
por la bóveda azul del firmamento?
Si el mar rompe sus diques, si un momento
la playa inunda y con furor avanza,
esclavo del nivel, pronto en bonanza
sus aires trueca y su furor violento.
La chispa que flamígera crepita,
queda en un débil hierro esclavizada
y hasta la idea que en la mente habita.
Si el ave, el pez, la idea; en fin si nada
libre hay de cuanto en la Creación palpita,
¿do moras, libertad, siempre cantada?
II. 3. LA POESÍA EN MAYARÍ
Un breve apartado en este libro merece la región de Mayarí. En la Monografía de la cultura mayaricera (1996), se incluyen figuras como Luis Lamarque, nacido en 1859 y que colaboró en La Linterna, El Derecho, El Mensajero Popular, entre otros periódicos orientales y de Santo Domingo. Lamarque se instaló en La Habana y algunos textos suyos fueron comentados por Max Henríquez Ureña en su Panorama de la literatura cubana. Falleció en la capital el 25 de diciembre de 1938.
Otro poeta, sin dudas valioso, fue León Antonio de León Reyes (1895-1966) que se autollamaba El bohemio y El bardo mayaricero, y publicó un poemario, Flores de mi huerto, del que sólo se conservan tres ejemplares. En la actualidad un concurso literario de esa región lleva su nombre y en las jornadas de la cultura municipal se le rinde homenaje.
Vale también mencionar a escritores como Mario Moreno Cabrera, quien vivió entre 1901 y 1965, perteneció a la Asociación Martí de la región y desempeñó cargos públicos. Fue considerado en su pueblo como el cantor de la clase proletaria. Colaboró en periódicos como El Alerta y El Heraldo de Nipe. Por otra parte, autores como Mario Vaillant Luna, santiaguero que realizó una profusa labor cultural en Mayarí, y Matilde Lelia Sigarreta (1913), poeta precoz que recibió un Premio en el Concurso Nacional por el Centenario de la Bandera Cubana y otro en Placetas, Villa Clara, desempeñaron papeles importantes en la literatura local, a pesar de no haber consolidado obras dignas de ser estudiadas en nuestra investigación.
II. 4. LA POESÍA EN SAGUA DE TÁNAMO
De esta región fue el Doctor en Farmacia José Manuel Cuzcó Lacavalerie, quien, aunque nacido en Yateras (Guantánamo), se instaló en esa localidad alrededor de 1920. Periodista y poeta, según Gerardo Muñoz, autor de la Monografía de la Cultura de Sagua de Tánamo (1996), escribió la mayor parte de su obra en décimas, publicaba sus trabajos en el periódico La Opinión y alcanzó cierta soltura en el molde clásico del soneto. Otros nombres que menciona Gerardo son Rolando Calzada Pagés, Santiago Rodríguez, Félix Medero, María Josefa Hernández y Jesús Barinaga, todos autores intrascendentes, pero de cierta relevancia para la historia y la cultura local. Finalmente, se menciona al poeta Daniel Rivas, dueño del bar Martí quien posteriormente alcanzó el grado de capitán del Ejército Rebelde y que publicaba sus textos con el seudónimo Darino. Rivas no llegó a publicar libro ni a consolidar una poesía con valores reales como la mayoría de los autores de Sagua, con la excepción de Jiménez Rivery, al que sí estudiamos detenidamente unas páginas atrás.
A manera de conclusiones
Con la excepción del soneto citado en este libro, el siglo XIX no deparó ningún poema con probados valores literarios.
A diferencia de Guantánamo y de Santiago de Cuba, Holguín no tuvo una figura rectora en la poesía como Regino Boti o José Manuel Poveda, ni supo de grupos literarios como el Primer Grupo Oriental (1910-1913), Per se (1926), o el denominado H (1928), de Santiago de Cuba, que constituyeron la vanguardia expresiva de la época en Oriente. El escritor holguinero más relevante, Armando Leyva, se fue a residir a Santiago y desde allí alentó la narrativa de esos años. De modo que la tierra de Adelaida del Mármol perdió al cuentista y novelista más importante de entonces (junto al manzanillero Luis Felipe Rodríguez).
En el territorio, después de 1862, aparecieron alrededor de cuarenta periódicos, unos de escasa y otros de mayor duración que, aunque en sus páginas acogieron a la poesía, generalmente ésta estuvo marcada por lo circunstancial, condenada al olvido desde el mismo instante de su publicación.
A pesar de que entre 1862 y 1930 se publicaron más de treinta libros de literatura artística propiamente, la falta de orientación de los poetas y escritores locales influyó en que la mayoría de los títulos publicados resultaran extemporáneos, decadentes. Por otra parte, si tenemos en cuenta que muchos creadores abandonaron la literatura para entregarse a otros menesteres, esta razón también influyó en la escasa calidad de los textos holguineros.
Referencias
1.El Redactor, (494): 3, 21 de septiembre de 1855.
2.Datos provenientes del Fondo (1700-1867) del Museo Provincial, exped. sin número ni otra indicación.
3. Martí, José: Los poetas de la guerra, Imprenta América, New York, 1893, pp. 115-116.
4. Ibid, pp. 105-108.
5.Una imagen certera del contexto literario cubano de esta época nos la ofrece el libro Perfil histórico de las letras cubanas desde los orígenes hasta 1898, Instituto de Literatura y Lingüística, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1983.
6.Cabrera Araújo, David: Adelaida del Mármol, Ediciones Holguín, Holguín, 1991, p. 23.
7. Ibid., p.18.
8. Albanés, Juan: Historia breve de la ciudad de Holguín. Holguín, 1947, p.59
9.Datos tomados de Memoria sobre el origen de Holguín, de Diego de Avila y Delmonte, ampliado por José María Heredia Almaguer y reeditado en 1926, p. 148.
10. Albanés, Juan: Historia breve de la ciudad de Holguín, ed.cit. , pp.55-56
11. García Castañeda, José: Los periódicos de Holguín, Holguín, 1944, p.1.
12. Ramírez, Mariluz y Angela Cimarro: A cien años de la primera imprenta holguinera, en Diéresis. 1(2): 19 de junio de 1987.
13.Tamayo, Carlos: Réquiem por una oveja negra, Editorial Sanlope, Las Tunas, 1993, pp. 14-16.
14. Museo Provincial La Periquera, Fondo 1700-1867, expediente 428.
15.El Oriental, publicación literaria, mercantil, económica y de noticias, con título y subtítulo que variaron hacia 1867 siendo, a partir de entonces Oriental de Holguín; periódico literario, agrícola, mercantil y de noticias. En sus páginas hubo espacio para la poesía (casi siempre circunstancial) y la novela-folletín de creadores de la localidad y de fuera de ella.
16.Archivo Provincial de Historia, Actas Capitulares 1868-1869, Fondo 75 V. 22 de febrero de 1869.
17.Todas las cartas citadas y anexadas, fueron localizadas por el poeta Ronel González durante su trabajo de búsqueda de información para la parte dedicada a la literatura holguinera de la Monografía cultural del municipio de Holguín, entre 1994 y 1995.
18.Archivo Nacional de Cuba, Fondo Gobierno General, Legajo 543, No. 27101.
19. Fondo 1700-1867, exp. 462.
20. Acerca de este poeta tunero, el investigador Carlos Tamayo publicó su folleto Invitación a la búsqueda en torno a Manuel Nápoles Fajardo, Sección de Literatura, Las Tunas, 1988.
21.En su Bibliografía cubana del siglo XIX, Imprenta Quirós y Estrada, Matanzas [1911-1915], t. IV, p. 172, Carlos M. Trelles afirma que Ayes nocturnos fue publicado en la imprenta La Luz, Holguín, 1862, y que poseía 135 páginas, apud Carlos Tamayo: Réquiem por una oveja negra, op. cit., p. 17 y 30.
22. A partir de este instante, sólo se citan algunos fragmentos de poemas, no porque consideremos que posean valores literarios sino para dar una idea acerca de la poesía que se publicaba en los periódicos de Holguín. No mencionamos todas las publicaciones por considerarlo innecesario.
23. El Oriental, (19), nov. 7, 1862.
24. El Oriental, (51), 21 de enero de 1863.
25. El Oriental (96), 8 de enero de 1864.
26. De esta edición no sobrevivió ningún ejemplar. Hoy solamente contamos con escasas muestras de la reedición que hizo José María Heredia Almaguer en su Imprenta El Arte, situada en calle Luz y Caballero, esquina a Morales Lemus, en 1926.
Tal vez las causas de que no haya llegado hasta nosotros la edición de 1865 están en la calidad verdadera del papel y en la manera en que posiblemente apareció el libro. Si tomamos como fidedigno el anuncio del 24 de marzo, en el que más adelante se hacía constar que las Memorias… aparecerían por entregas, repartiéndose finalmente "una preciosa carátula que [serviría] de elegante portada al libro" resultaría, obviamente, un tomo que no resistiría el paso del tiempo.
Desde el punto de vista bibliográfico, este libro posee singular importancia, pero si lo analizamos críticamente descubrimos en él imprecisiones históricas, sustituciones de nombres, ambigüedades de redacción, etc., y sentimos cómo adolece de notas aclaratorias que faciliten la comprensión. Esto, curiosamente, fue justificado en el tomo I, página 163.
Las memorias [dice] denotan una composición en la cual el autor no pretende informar plenamente al lector de todos los hechos concernientes al período de que escribe, sino referir solamente lo que el mismo ha llegado a saber, o aquellos en que se haya personalmente interesado, a los que ponen a la clara la conducta de algún personaje, o la circunstancia de alguna acción que toma por asunto. Al que escribe no se debe por lo tanto la profundidad en las indagaciones o la extensión en las noticias que se exigen de un historiador.
Estos señalamientos nuestros no demeritan al primer libro de un autor holguinero. Porque no siendo éste un "trabajo literario", como bien lo aclara Antonio Nápoles en el prólogo, la obra entrega por primera vez, un conjunto de valiosas informaciones para la historia local, pues como dice el investigador David Cabrera en Por las venas del libro holguinero (p.13): "posee una rica información sobre el cabildo, la ciudad y las capitanías sufragáneas que tenía la extensa jurisdicción […] antes de que se fomentaran los municipios".
Su autor, "hijo de un padre empobrecido por las vicisitudes de los tiempos y por el repartimiento de las herencias […] no pudo legarle otras cosas que una mezquina educación primaria y un amor patriótico acrisolado" (Nápoles, Antonio, pról. p.5) tiene el mérito de haberse ganado un puesto importante en nuestra historia, a pesar de que la redacción de este libro fue comenzada realmente por su padre José Rosalía de Ávila, "quien en testamento del año 1860 planteó [que] era el autor de la obra Memoria histórica de Holguín, que luego fue continuada por su hijo" [Durán Delfino, Mireya: Apuntes sobre la vida de una holguinera ilustre, Doña Victoriana de Avila González de Rivera (ponencia inédita), p. 1].
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