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Importancia de las conductas para el bienestar



Partes: 1, 2

    1. La flexibilidad
      conductual
    2. La
      plenitud
    3. El
      ego
    4. Orientarse
    5. La
      valentía
    6. Descubre
      tu propio coraje
    7. Conclusión
    8. Bibliografía

    Introducción

    Nuestras conductas son el reflejo de lo que está
    pasando con nosotros como seres vivos, así como, del grado
    de madurez que hemos alcanzado en el transcurrir de la vida, de
    ahí que para mejorar nuestro bienestar sea necesario
    prestarle un poco de atención a nuestras conductas cotidianas y
    entender el por qué las realizamos de tal o cual manera,
    independientemente si efectivamente son lo más acertado o
    no para nuestra felicidad.

    La flexibilidad
    conductual

    Según Jorge Bucay en su artículo titulado
    "flexibilidad para crecer", la mayoría de nuestras
    conductas inadecuadas o enfermizas están
    íntimamente relacionadas con nuestros aspectos más
    inmaduros, más infantiles, más anacrónicos.
    Es esta falta de madurez o de desarrollo lo
    que nos permite encarar nuestra vida de una manera creativa,
    aportando nuevas soluciones a
    los viejos problemas o
    alejándonos de ellos para buscar nuevos desafíos
    con los que probar nuestras genuinas oportunidades (Bucay,
    2008).

    John Steven decía que, cuando un hipnotizador
    consigue hacer entrar a alguien en trance hipnótico, logra
    que el individuo
    jerarquice más la palabra del hipnotizador que sus propias
    sensaciones y que, por eso, el hipnotizado responde más a
    las palabras de quien lo sugestiona que a lo que la percepción
    o su aparato psíquico le informan de la realidad (Bucay,
    2008).

    De alguna manera, aseguraba Steven, todos vivimos un
    poco hipnotizados. Padres, vecinos y todos aquellos que han
    compartido la responsabilidad de educarnos nos han repetido
    infinidad de veces las mismas cosas –siempre por nuestro
    bien; quien lo duda-. Hemos leído esas palabras en
    libros y
    revistas, hemos visto a nuestros seres más queridos
    acatarlas tantas veces, sin cuestionarlas jamás, que
    terminamos creyendo más en las palabras que nos dijeron
    que en nuestro propio sentir. Renunciamos casi sin darnos cuenta
    a la posibilidad de pensar diferente y, por lo tanto, a ser
    capaces de hallar una forma distinta de hacer lo mismo, de
    encontrar un camino alternativo que nos lleve a los mismos o a
    otros destinos.

    El desafío para despertar de nuestro sueño
    hipnótico es el crecimiento como persona, la
    conquista de
    la autodependencia, la confianza de que podemos confiar en
    nosotros mismos, el coraje de flexibilizar nuestra mirada del
    mundo, único camino para desarrollar conductas, análisis y estrategias
    más creativas que promuevan, sostenga y aprovechen el
    cambio de
    paradigmas. La
    salud mental y,
    más específicamente, la madurez, tiene mucho que
    ver con la decisión de abandonar por igual la conducta
    rígida y la conducta líquida (Bucay,
    2008).

    Desde su significado etimológico, la palabra
    rigidez evoca lo estancado, lo inmóvil, lo
    muerto. Pero, lo coloquial, la psicología de la
    conducta utiliza el término rigidez para referirse al
    modelo de
    respuesta repetido, automático, estandarizado y siempre
    idéntico a sí mismo: una actitud frente
    a la vida que tiene de positivo la estabilidad y lo previsible,
    además del ahorro de
    energía que supone no tener que buscar permanentemente
    nuevas respuestas a cada situación. Por poner un ejemplo
    simple, ahorro mucho tiempo y
    esfuerzo si decido guardar mis calcetines siempre en el mismo
    lugar, en vez de dejarlos siempre en cualquier lado y tener que
    hallarlos cada mañana (Bucay, 2008).

    El concepto de
    conducta líquida evoca la actitud de aquellas personas
    que, remedando aquella propiedad
    física de
    los fluidos, se adaptan necesariamente a la forma del recipiente
    que los contiene. Se refiere a la actitud que nunca tienen una
    posición, ni un orden, ni una escala de
    valores.
    Aquellos que viven creyendo que uno es solamente la suma de las
    imágenes que los demás tienen de
    uno, e intentan permanentemente responder a las expectativas que
    escuchan, perciben o imaginan que los demás tienen de
    ellos (Bucay, 2008).

    Rígida no. Líquida tampoco. ¿Y
    entonces? ¡Flexible! Flexibilidad es cambiar los medios, las
    vías o los recursos que
    nuestra experiencia nos dice han sido utilizados hasta
    aquí, en situaciones similares a esta. Es estudiar un
    objeto o un suceso sin aferrarse a lo dado, sin atenerse a un
    plan mental
    prefijado. Es hacer algo nuevo y distinto, y no necesariamente
    atarlo al fracaso de lo habitual (Bucay, 2008).

    Ser flexible sólo cuando es conveniente para
    conseguir un resultado inmediato distrae la atención de
    explorar lo nuevo como camino imprescindible para el desarrollo
    de las personas, de los grupos y de la
    sociedad como
    un todo (Bucay, 2008).

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