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Bienestar, nutrición, espontaneidad… ¿tienen importancia?



Partes: 1, 2

    1. Nutrición
    2. 15
      alimentos para ser más felices
    3. Espontaneidad
    4. Aprendizaje sin límites
    5. Todo
      es posible en la vida
    6. Conclusión
    7. Bibliografía

    Introducción

    En este trabajo se tratará de
    hacer un breve bosquejo sobre la importancia que puede tener una
    buena nutrición así como
    abrirse a la espontaneidad para tener bienestar.

    Realmente, ¿Podemos moldear nuestra percepción de la vida
    eligiendo con inteligencia lo que
    comemos?

    Veamos que encontramos al respecto.

    Nutrición

    Según un artículo publicado en la revista "integral" (Cano,
    2008) a tenor de los múltiples estudios que se están
    publicando actualmente sobre este interesante tema, si se puede
    contestar afirmativamente a la pregunta que realizábamos en
    la introducción:
    "¿podemos moldear nuestra percepción de la vida
    eligiendo con inteligencia lo que comemos?".

    Retomaremos la argumentación de Cano (2008): un
    niño que en la escuela se muestra inquieto, demasiado
    movido, con déficit de atención o incluso se
    muestra agresivo podría cambiar de actitud si introdujésemos
    en su dieta algunos alimentos –como por
    ejemplo, más proporción de ácidos grasos omega 3,
    más frutas y verduras frescas- y, sobre todo, si eliminamos
    otros especialmente perjudiciales –como colorantes y
    aditivos químicos, el exceso de azúcar, de grasas saturadas, de
    bollería industrial, y productos con harina
    refinada-[1]

    Un estudio inglés reciente advierte
    de esos peligros e insta a que los organismos públicos hagan
    amplias campañas de sensibilización en este sentido. A
    pesar de la abundancia en la que vivimos en Occidente,
    ¿estamos desnutridos? Y si es así, ¿Qué
    consecuencias tiene para nuestra salud emocional?

    En este sentido, hemos querido ir más allá de
    la salud física e indagar en las
    emociones y cuál es el
    protagonismo de la nutrición.

    Nuestro estado de ánimo, muchas
    veces espoleado con productos inconvenientes, puede verse
    notablemente mejorado si alimentamos nuestro organismo con los
    productos de la tierra más adecuados,
    aquellos que inciden en nuestra bioquímica cerebral y nos
    ayudan a asegurar endorfinas, serotonina y otras sustancias
    necesarias para que nuestra vida no nos parezca una especie de
    gigantesca noria sin control, con altibajos
    anímicos muchas veces incomprensibles (Cano,
    2008).

    Es cierto que la tan ansiada felicidad no se alcanza con
    recetas mágicas, pues depende de una intrincada y personalísima maraña de
    factores, pero podemos abonar nuestro estrato vital con aquellos
    alimentos que permitan florecer el buen humor, la tranquilidad y
    la alegría. Desde ahí, es más fácil
    arañar la felicidad o, como mínimo, no dejarnos
    arrastrar por las inevitables frustraciones que nos hacen caer en
    el pozo de la ira, los arrebatos coléricos, la violencia o la depresión (Cano,
    2008).

    Por todo ello, enseguida retomaremos el articulo de De
    la Torre que titula "15 alimentos para ser más felices" (De
    la Torre, 2008) en el que desarrolla que alimentos te allanan el
    camino hacia el buen humor, cuales abonan nuestro terreno
    físico para que sea más fácil sembrar allí
    las semillas de las emociones sanas (Cano, 2008).

    15 alimentos para ser más
    felices[2]

    Se acostumbra pensar que gozar de un buen estado de
    ánimo depende sólo de las preocupaciones del momento o
    de las tendencias de la personalidad. Sin embargo,
    apenas concedemos importancia a la influencia de la alimentación. Pero la realidad es que
    la apatía, la irritabilidad, los cambios de humor pueden
    tener su origen o verse incluso afectados por una dieta
    desequilibrada y carente de ciertas sustancias con efecto sobre
    la química cerebral (De la
    Torre, 2008).

    Los efectos de una alimentación limitada e
    inadecuada sobre el estado de ánimo
    están bien documentados. Es sabido, -desde tiempos
    antiguos-, por ejemplo, que la anemia, debida a una ingesta
    baja de hierro, puede provocar
    sensación de debilidad, cansancio y letargia. La carencia de
    vitaminas del grupo B – especialmente
    las vitaminas B1, B3, B6 y B12 y ácido fólico-
    están igualmente asociadas a síntomas como la
    depresión e irritabilidad. Y lo mismo sucede con los
    micronutrientes minerales, ya que la deficiencia
    de cinc o de selenio, cada vez más creciente debido a la
    creciente pobreza de las tierras de
    cultivo, se ha relacionado con la incidencia de depresión y
    otros estados anímicos negativos (De la Torre,
    2008).

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