La necesidad imperativa de una Iglesia Evangélica con expresión latinoamericana (página 2)
Concretamente la expansión del cristianismo
evangélico se llevó a cabo por el ingreso de
grupos
organizados como: Las Sociedades
Bíblicas y las sociedades misioneras inglesas y
norteamericanas del siglo XIX.
No negamos que con la llegada de los misioneros
protestantes a nuestras tierras, se marcó un
importante avance e impacto comercial, social y espiritual, pero
también representó en gran medida una
aculturación: Vestirse y adoptar las costumbres
extranjeras era visto como señal de aceptación del
evangelio y de alcanzar la "civilización". Esta
práctica, aunque alcanza una distancia en cuanto a las
formas españolas de muerte y
destrucción, no logra presentar un evangelio transformador
basado en los principios y
valores del
Reino, sino que se continúa con métodos de
imposición cultural y manipulación
religiosa.
Sin embargo, es así como comenzamos a crecer como
Cuerpo de Cristo en la región, buscando construir nuestra
identidad con
diferentes expresiones heterogéneas, raciales y
culturales.
Tal como decía Mackay: "Podemos decir que como
iglesia
evangélica apenas estamos arañando la superficie
del alma
latinoamericana", pues la labor del protestantismo tiene una
escasa trayectoria de 150 años.
Nuestra
Misión
Definir el llamado para cumplir nuestra
vocación.
En la primera mitad del siglo pasado las sociedades
latinas siguieron experimentado dualismos religiosos que se
presentaban como abismos que separaban al pueblo de lo sacro, de
lo espiritual y de lo material. Esto fueron factores que
impidieron que muchos devotos desarrollaran una fe
práctica, que impactara su vida, la de su familia y su
comunidad
más allá del discurso.
Sin embargo, es en esta época que surgen las
campañas evangélicas con hombres que portaban las
Sagradas Escrituras comunicando un mensaje vivo en el "idioma de
pueblo y para el pueblo".
Se promovió la cercanía con Dios; mientras
en las misas los sacerdotes oficiaban de espaldas al pueblo y "de
cara a Dios", en un idioma ajeno al contexto y a la realidad
popular[1]
El misionero Juan A. Mackay (1988) comenta sobre el
contraste que se vivía en esa época cuando
opina:
Fue en este campo abonado de religiosidad y hambre de
Dios donde florecieron las iglesias evangélicas,
portadoras de un mensaje personal,
relacional y accesible, donde la enseñanza y estudio de la Biblia ocupaba un
lugar prominente, entre tanto que las formas cúlticas eran
mucho más participativas y abiertas (p.27).
Y todo esto permitió que el evangelio fuese como
"el nutriente, en el cual hundimos nuestras raíces
más profundas; de él brotan nuestras amistades,
nuestras alegrías, nuestros conflictos,
nuestras frustraciones, la memoria de
nuestros muertos y las esperanzas de las futuras generaciones"
(Abreu, 1).
No negamos que a pesar de nuestras limitaciones (tal
como veremos más adelante) las iglesias, son el escenario
donde los creyentes crecen y desarrollan su fe, y su
comprensión del Reino de Dios. La Iglesia constituye un
movimiento que
se ha preocupado por su expansión cultura y
social. Se han hecho presentes en todos los ámbitos de la
sociedad, los
evangélicos "actúan abiertamente, no son sociedades
clandestinas o encubiertas, ni suelen usar sombrillas para
ocultar sus intenciones; están en las calles, en los
espacios públicos, en los estadios, en los cines, en las
cárceles y hospitales, sitios en donde no suelen ir las
sectas (Abreu, 6).
A principios de los 1980 el pueblo evangélico
amplió su misión
más allá de sus fronteras y, de haber sido una
iglesia receptora de misioneros, se convierte en una iglesia que
envía misioneros hacia otros continentes.
La Iglesia ha moldeado en el corazón de
nuestra juventud el
anhelo de ser como Jesús. Ha educado en los principios
básicos de la fe a nuestros niños y
niñas. La Iglesia ha creado puentes entre ella y el
pueblo. Para muchos es la plataforma donde se da el encuentro de
una familia en la fe que cuida, sana y atiende al hambriento, al
necesitado tanto material como espiritual. Muchos centros de
restauración de drogadictos, y programas para la
atención integral de niños y
niñas se han iniciado gracias a la consciencia social que
la Iglesia ha ido desarrollado. Cabe agregar que también
las iglesias católicas han tenido mucha presencia social y
se debe reconocer sus esfuerzos a favor de los más
necesitados.
También nuestra teología trata de conjugar
la ortopraxis con la ortodoxia, buscando el equilibrio
entre la conceptualización y la acción
cristina. La misión de la Iglesia no busca expandir
el
conocimiento por el conocimiento,
sino la transformación y reproducción de las personas al Reino de
Dios.
Es cierto que nuestras bases teológicas se
comenzaron a gestar gracias a los aportes de misioneros
provenientes del norte[2]lo cual no podemos
ignorar o despreciar. Su trabajo
vertido con sudor, lágrimas y hasta sangres, fue un
importante legado en el cimiento del protestantismo en la
región.
No obstante, a ello, surgieron muchos líderes,
pensadores y maestros de la Palabra, que se han encargado no solo
de contextualizar, sino de construir teologías desde
nuestras trincheras[3]He allí una
misión importante de seguir edificando desde latinos para
latinos, con el fin de "ayudarnos a plantearnos interrogantes y
buscar respuestas desde nuestro contexto, cuyo fin nos
identifique con las problemáticas que vivimos en lo
social, político y cultural entre otras. La Iglesia
encarnada es aquella que tiene un alto compromiso con el mundo;
considera a los niños, niñas, a los jóvenes
y a los adultos en toda su esfera moral,
física,
espiritual y material" (Cabezas: 2008: 5).
Nuestros
desafíos
Construir nuestra identidad para afrontar los
desafíos.
El cuadro anteriormente presentado, no es la
idealización de una Iglesia, es lo que muchos cristianos
evangélicos identificarían a la luz de su
experiencia personal de lo que ha sido y significado vivir dentro
de las entrañas de la Iglesia. Aunque esto no significa
que tengamos que cerrar nuestros ojos, e ignorar la realidad que
a veces se nos presenta tal cual es, cuando reflexionamos en los
muchos errores que incurrimos. No obstante, a pesar de que la
Iglesia del primer siglo tuvo sus conflictos, sus luchas y
desafíos, de los fieles que constantemente batallaban con
las intenciones y voluntad de Dios, el Señor
continuó añadiendo personas a su Iglesia (Hechos
2:47). Además, "tener respeto y
convivencia por una iglesia que nos pueda parecer débil y
timorata en tiempos que requieren coraje no implica que tenemos
que asumir por completo la agenda de la iglesia o no sentir
vergüenza por sus carencias y limitaciones" (Piedra, 2003, p
26).
Lo que hacemos refleja lo que somos, como es tan valido
decir que lo que somos refleja lo que hacemos, pero
¿qué estamos haciendo?, o ¿qué
deberíamos ser y hacer? Robinson Cavalcanti,
teólogo brasileño, comenta sobre la iglesia
evangélica en Brasil: "La falta
de pertinencia del protestantismo ha llegado a tal punto que si
el rapto (la parousia), ocurriera hoy, la sociedad
brasileña demoraría una semana para notar que los
creyentes ya no están" (Sierra, 3).
Ante dicha aseveración, que supongo no dista
mucho de lo que estamos viviendo en nuestras naciones, me parece
que estamos quedando en deuda con el llamado del Señor de
"ser luz y sal" y ante los desafíos que se nos presentan
como Iglesia. Lo cierto es que de no comprender y trabajar por la
implementación de nuestra identidad evangélica,
seguiremos teniendo obstáculos para el buen cumplimiento
de nuestra misión, y he allí un reto en estos
tiempos de globalización y pluralismo que vivimos,
ante la urgencia de re-direccionar nuestro norte
evangélico.[4] Por lo tanto:
Responder a los nuevos retos. Es un hecho que
vivimos tiempos de muchos avance y cambios en todas las
áreas; la iglesia debe estar abierta a responder tanto
a las preguntas que surjan desde afuera, como las que se
plantean desde adentro de su seno, estas "inquietudes de
diversas circunstancias históricas nunca cesan de
invitar a la Iglesia a readecuar su mensaje, en aras de ser
más relevante y profética" (Piedra, 11).
Además, comenta Piedra (Piedra, 21) que "todos estos
cambios que estamos experimentando requieren analizar la
"coyuntura eclesial para descubrir e interpretar las nuevas
influencias teológicas que afectan, para bien o para
mal la vida y misión de la iglesia". Cabe preguntar si
ha sido esa falta de respuesta a la nuevas generaciones, lo
que ha influenciado el crecimiento y la apertura de nuevas
comunidades de fe independientes, ajenas a las estructuras denominacionales y a las iglesias
históricas. No dudamos de la pertinencia y relevancia
de muchas de estas nuevas iglesias, a pesar de sus pocas
raíces históricas. Lo importante no es tanto la
apelación a la historicidad del pasado, sino la
realización actual de la obra del Señor,
siempre y cuando no haya una intención de rivalidad,
competencia o una apelación a la
desmembración del Cuerpo de Cristo; recordando que el
Señor solo tiene un cuerpo y por ende, una sola
Iglesia.La tarea demanda un
liderazgo-siervo. Éste liderazgo
emergente debe estar enmarcado precisamente por un fuerte
espíritu de servicio y
con una clara capacidad y disponibilidad para discernir los
tiempos que estamos viviendo. Además, somos llamados a
despojarnos de cualquier deseo de transcendencia,
protagonismo o mesianismo, con el objetivo
de trabajar con un espíritu sencillo y humilde en
unidad y hermandad, no por rivalidad, jactancia u orgullo,
pues estos últimos cercenan los esfuerzos del Cuerpo
de Cristo.Desarrollar y mantener una identidad latina.
La historiadora y profesora cristiana Daysi Hernández,
comenta que "muchas veces somos anuentes a imitar patrones de
afuera que no se adaptan precisamente a nuestra realidad, y
esto nos hace vulnerables". Tenemos un gran desafio al tratar
de vernos como parte de una iglesia con expresión
latina, concientes de nuestras virtudes, defectos y
necesidades. Además, ella comenta: "La Iglesia sufre
por falta de identidad propia, pues nos hemos acostumbrado a
ser dependientes". Requerimos desarrollar un compromiso con
una visión "teológica latinoamericanista"; lo
que nos recuerda que Jesús no vino para destruir las
culturas, sino para encarnarse en el corazón de ellas.
Arturo Piedra (2003) dice:
La latinoamericanización del protestantismo sigue
siendo una de las metas más importantes de un cristianismo
de origen misionero cuya renovación demanda a la iglesia
pasar por varias momentos: a) comprender las condiciones que han
llevado al continente a una situación de
desproporción y desigualdad
social; b) conocer el legado histórico protestante
especialmente su conexión con la mentalidad de las
misiones que trajeron la fe al continente; c) identificar y
superar los aspectos de ese legado que han conspirado contra la
creatividad
teológica latinoamericana; y d) clarificar la
contribución que se quiere hacer como comunidad religiosa,
tanto a nivel individual como social (p.31).
El peligro del poder.
El protestantismo creció en medio de las crisis
económicas, sociales y las guerras
civiles en nuestro continente. Fue precisamente el mensaje de
esperanza lo que hizo que el evangelio fuese adquiriendo
aceptación gradualmente dentro del pueblo humilde y
hambriento de Dios. Así florecieron las
pequeñas comunidades débiles, pero fuertes en
su fe y en sus convicciones. Hoy día la Iglesia tiene
un desafio de seguir creciendo, pero de forma integral y sin
olvidar sus raíces. De lo contario, se expone al
peligro de caer en el materialismo
al perseguir los números, el reconocimiento, el
prestigio y poder político, para terminar "siendo
servida por el pueblo", en vez de "servir al pueblo". La
Iglesia no esta llamada a brillar para sí misma, sino
a brillar para exaltar a Jesús, como el Señor
de ella.La Iglesia debe vivir el evangelio fuera del
templo. En la misión de Dios (missio Dei), los
creyentes somos colaboradores de las acciones
de divinas. Urge que nos convirtamos al Reino para seguir
abrazando la misión de Dios; pues él quiere que
seamos "voz de aquellos que no la tienen" tales como, los
niños, niñas, ancianos, las personas con
discapacidad, los indígenas y otros
sectores que la sociedad ha excluido y marginado. Tomar una
posición pasiva o neutra ante algunas causas que
demandan de nuestras acciones, no es una posición
bíblica. Dios espera de nosotros que asumamos sus
mismas causas, las causas de su Reino (Miqueas 6:8; Mateo
4:17; 1 Juan 3:17).Valorar y amar a la Iglesia. Hay mucho por
decir y comentar sobre los defectos, debilidades y las
arrugas de la Iglesia en general. Sin embargo, no podemos
ignorar que con todo y ello, ella sigue siendo la amada del
Señor que él viene a buscar. Esto
debería representar para nosotros un motivo de
alegría y esperanza, de que el Señor aún
continua trabajando, moldeando y amando a su pueblo. Por lo
tanto, también nosotros estamos llamados a expresar
ese mismo amor y
servicio para con ella. Siendo así la labor es hacer
todos los esfuerzos posibles por acompañar y trabajar
al lado de las iglesias, recordando que "es en la Iglesia, al
igual que en nuestras propias familias, donde primero se
aplican los principios que deseamos que lleguen a cambiar las
estructuras de injusticia que gobiernan el mundo" (Piedra,
p.33). Sigamos sirviendo, amando y anhelando lo mejor para
nuestra iglesia que aún continúa en la construcción de su identidad,
recordando que la transformación plena es la tarea de
Jesús y de su Espíritu Santo.Cultivar una espiritualidad integral. Al
cristiano evangélico se le conoce por ser el pueblo
devoto que se mantienen en vigilia y en oración.
Requerimos seguirle dando esa misma importancia a nuestra
búsqueda tanto individual como colectiva, pues
estaremos prestos a obtener renovación y dirección por parte de Dios, pero
recordemos que el desprendernos del "mundo, no significa
divorciarnos de él". Nuestra visión debe ser
integral, no dualista, siempre conectados con lo espiritual
dentro de la sociedad a la cual pertenecemos. Harold Segura,
director regional de compromiso cristiano de Visión
Mundial, dice:
Nuestras acciones diaconales deben ir acompañadas
de permanente oración. De oración solidaria que
aunque a veces cierra los ojos para hablar con Dios, los mantiene
siempre muy abiertos ante la pobreza, el
abuso, la exclusión, la violencia y
tantos otros males que afectan a las niñas, niños y
adolescentes
de nuestra región. Nos invita a orar, como nos
enseño Jesús, con el corazón puesto en el
Padre y con los pies en la
tierra.
Bibliografía
Cabezas Alexander. (2008).
Artículo: Discerniendo los Tiempos, Hacia una
teología en la Práctica. San José,
Costa
Rica.González, L. Justo. (1980).
La era de los Conquistadores, tomo 7. Editorial
Caribe: Miami, Florida.González, Valentín,
Artículo, (n.d.), La búsqueda de identidad
del protestantismo latinoamericano. Recuperado el 30 de
septiembre del 2008,Mackay, A. Juan. (1988). El otro
Cristo Español. CUPSA-La Aurora, Segunda Edición: México, DF.M. Abreu, José. Sobre la
identidad evangélica, ¿Qué significa ser
evangélico? (n.d.). Obtenido el 30 de septiembre
del 2008 de: recursos
Cristianos Evangélicos. http://www.recursos
evangelicos.com/showthread.php?threadid=553Piedra, A, S. Royy y H.F.
Bullón. (2003). ¿Hacia donde va el
protestantismo? Herencia y prosperidad en América
Latina. Buenos Aires:
Kairós.Piedra, Arturo. (2000).
Evangelización Protestante en América Latina, , CLAI, 2000:
Quito,
Ecuador.Sierra, A. Ramón. Artículo (n.d.) La
Identidad Cristiana: ¿Qué es ser
Evangélico? Obtenido el 29 de septiembre del 2008,
http://didache.nts.edu/index2.php?option=com_docman&task=doc_view&gid=598Itemid=39.
Teólogo:
Alexander Cabezas
San José, Costa Rica 21 octubre
2008
[1] A partir del Concilio Vaticano II, en
1962, las misas se comenzaron a celebrar en el idioma del
pueblo. Hoy día vuelve a surgir la disputa sobre el
regreso de las misas en latín por parte del Papa
Benedicto XVI.
[2] Del norte es una expresión que
significa procedente de los Estados
Unidos.
[3] No se descarta que aún
continúan llegado influencias teológicas e
ideológicas del norte, que no necesariamente expresan
bases bíblico-teológicas, y que han encontrado
aceptación en algunas expresiones protestantes; esto ha
traído división y contiendas dentro del Cuerpo de
Cristo.
[4] Doy mérito a la obra en donde
Arturo Piedra participó. Piedra, Arturo, Sidney Roy,
Bullón, Fernando. Hacia donde va el Protestantismo,
Herencia y
Prosperidad en América Latina, Buenos Aires, Karios,
2003. He tomado importantes aportes para esta sección
sobre los desafíos de la Iglesia, en los
capítulos 1 y 2. Arturo fue profesor de
la Universidad
Bíblica Latinoamericana, de Costa Rica, y secretario
para México y Centroamérica de la Fraternidad
Teológica Latinoamericana (FTL). historiador,
teólogo hasta su partida con el Señor en el
2007.
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