La necesidad imperativa de una Iglesia Evangélica con expresión latinoamericana
Hablar de identidad
evangélica en Latinoamérica, es ver un poco más
allá del acelerado crecimiento de lo que están
experimentando muchas iglesias y denominaciones de nuestro
contexto. Es intentar interpretar tanto nuestro "ser como el
hacer" en el desempeño de nuestra misión
hacia la sociedad
contemporánea.
Tal como diría Valentín González,
escritor y misionero con respecto a la identidad: "debemos
explorar con mayor profundidad las relaciones entre evangelio y
sociedad, iglesia y
cultura y el
lugar que le corresponde como una significativa presencia
socio-religiosa dentro del proceso
histórico del continente" (Valentín, I).
Sin duda alguna, la construcción de nuestra identidad
representa en gran medida un proceso histórico heredado,
en donde hemos sido partícipes; pero solamente revisando
nuestros orígenes, nuestra misión y los
desafíos que tenemos, podremos considerar nuestra
pertinencia como iglesia evangélica en América
Latina y el Caribe.
Nuestros
orígenes
El surgimiento de la iglesia protestante bajo el
contexto de la conquista
española.
La historia es amplia,
sombría, y a veces controversial cuando exploramos los
principales acontecimientos de la llegada de los conquistadores a
nuestras tierras. En muchos aspectos esta empresa
respondía más a intereses personales que a nobles
ideales. Es sabido que las leyes de la
corona en defensa de los indígenas, tenían como
objetivo, no
la defensa de ellos, si no que se ajustaban a los
propósitos políticos y económicos de los
soberanos, que temían que, si los españoles no se
limitaban en su explotación con los indígenas, se
pudiesen volver "señores feudales con el mismo
espíritu independiente de los grandes de España."(González, 1980, p.
41).
Lo cierto es que nuestros antepasados, en sus primeros
contactos con el cristianismo,
ya poseían su cultura, valores, e
identidad propia, que fue diluyéndose progresivamente en
gran medida por los métodos de
evangelización de los conquistadores basados en "la cruz y
la espada".
En ese momento de la historia, el catolicismo español
predominó desde el sur del subcontinente norteamericano
hasta Tierra del
Fuego, incluyendo las principales islas del Caribe; mientras que
la presencia protestante se estableció en algunas partes
de lo que hoy es Canadá, los estados sureños de
Estados Unidos
y algunas islas del Caribe.
Es importante reconocer que antes de la segunda mitad
del siglo XIX, América
Latina no fuese considerada territorio apto para las misiones o
para la diseminación de las ideas protestantes por parte
de muchas sociedades
misioneras europeas o norteamericanas; incluso, se nos dio el
título de: "el continente abandonado"(Piedra:
200:2-4).
Dentro de las principales razones para este "abandono
protestante" están:
La fuerte herencia de
la iglesia Católica Romana en América Latina
haría imposible el éxito de cualquier actividad
protestante no católica.La oposición a la Reforma protestante;
recordemos que en el siglo XIV, el Concilio de Trento
condenó las ideas de los reformadores; por lo que
cualquier pensamiento en contra del catolicismo en
América Latina, era considerado como una
práctica herética muy fuertemente
castigada.Las incipientes ideas de los protestantes del primer
mundo no contemplaban explícitamente un plan de
evangelización.
Por esta y otras razones, el modelo
misionero de entonces respondía a esfuerzos individuales y
no colectivos, que procedían de las naciones protestantes
tales como, Inglaterra,
Francia,
Holanda, Escocia y, más tarde, los Estados
Unidos.
Estos primeros grupos
venían con el fin de hacer proselitismo entre las colonias
católicas españolas y portuguesas, lo que
generó varios conflictos y
muertes por intereses económicos de tierras y poder,
más que por asuntos relacionados con la fe
cristiana.
La indiferencia y la falta de conciencia
misionológica por parte de las naciones protestantes, no
solamente era evidente con nuestros nativos, sino también
con otras poblaciones que fueron marginadas. Para finales del
siglo XVI, el Caribe sufrió una disminución casi
total de la población indígena.
Las colonias inglesas trajeron negros y los instalaron
en las antillas para que hicieran labores de campo. Pero ellos no
fueron evangelizados porque esto hubiese representado una seria
amenaza para los intereses comerciales; pues hablarles del
amor de Dios,
era exponerles también al conocimiento
de un Dios liberador, y los colonos no podían correr el
riesgo de
perder a sus esclavos por sublevamientos.
Esto nos da una idea clara de que la penetración
protestante inició por aspectos geopolíticos y
económicos. Fue hasta finales del siglo XVIII, cuando
surgieron los "grupos pietistas", como los moravos, con una
conciencia de "ir y hacer discípulos a todas las
naciones", dedicaron sus esfuerzos a una evangelización
más amplia.
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