Mujer y medios de comunicación: la necesaria cultura de igualdad (página 2)
El movimiento
gestado propiamente en torno a la mujer y los
medios de
comunicación, tuvo como antecedente la Plataforma de
Acción
establecida a partir de la Cuarta Conferencia
Mundial de la Mujer, celebrada
en Beijing en 1995. En dicha actividad se evidenciaron algunos
problemas
graves de las mujeres como la imagen
estereotipada que difunden los medios, el
aumento significativo de las imágenes
que perpetúan la violencia
contra las mujeres y la falta de acceso de éstas lo que
viola no sólo su derecho a la expresión sino
también a la toma de
decisiones en y a través de los
medios[ix]. Como menciona la
agencia mexicana de noticias
Notimex[x], la mujer debe ser no
sólo receptora sino también protagonista de la
información.
Además de estos problemas, durante la Conferencia de
Beijing, las Naciones Unidas,
a través de su Departamento de Información
Pública, pronunció también su
preocupación sobre la constante proyección de
imágenes negativas y degradantes de la mujer, así
como su desigualdad en el acceso a la tecnología de la
información[xi].
También destacó la necesidad de que las mujeres
intervinieran en la adopción
de decisiones que afectaran al desarrollo de
las nuevas
tecnologías, a fin de participar plenamente en su
expansión y en el control de su
influencia.
La Plataforma de Acción de Beijing tuvo como objetivo el
alentar a los medios de
comunicación a que examinaran las consecuencias de los
estereotipos sexistas, incluidos aquellos que se perpetúan
en los anuncios publicitarios que promueven la violencia y las
desigualdades de género,
[…] y a que adoptaran medidas para eliminar esas
imágenes negativas con miras a promover una sociedad no
violenta. El voyeurismo de la mirada masculina no puede buscar
coartadas en la libertad [y el
derecho] de expresión cuando la representación de
las mujeres como objeto sexual conduce a su cosificación
y, así, a su
victimización[xii]
(López, Pilar. 2002).
Para fomentar una imagen equilibrada y no estereotipada de la
mujer en los medios de difusión, la Conferencia
recomendó realizar la aplicación de una estrategia de
información, educación y comunicación que incluyera el monitoreo de
medios de comunicación. Iniciado en la década de
los noventa, este monitoreo permitió evidenciar la
manera en que se muestra a las
mujeres y a los hombres en los medios de comunicación,
revelando que los medios insisten en mantener a la mujer en el
ámbito privado, doméstico o familiar a
través de los temas de hogar, moda, cocina y
belleza (Instituto Internacional de Investigación y capacitación de las Naciones Unidas para la
Mujer, 2005).
El Instituto Nacional de las Mujeres de México
reveló también que los resultados del monitoreo
concluyeron que las mujeres no son presentadas como personas
individuales sino en roles considerados tradicionales como el de
esposas, hijas o madres, frente a la imagen mucho más
autónoma del varón. Esta representación
reproduce entonces los estereotipos de lo que la sociedad supone
como "lo femenino y lo masculino" en imágenes que son
sexistas y que contribuyen a las inequidades entre hombres y
mujeres afirma el Instituto Internacional de Investigación
y capacitación de las Naciones Unidas para la Mujer en su
informe del
2005.
En 1996[1], la Comisión
de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de
las Naciones Unidas abundó en las recomendaciones
formuladas en Beijing y propuso a los Estados, a la comunidad
internacional y a la sociedad civil
que adoptaran nuevas medidas a este respecto e incluso que se
incorporara una perspectiva de género en todas las
políticas y programas
pertinentes para sensibilizar acerca de la función de
los medios de comunicación en la promoción de imágenes no
estereotipadas de la mujer y el hombre y
crear un entorno propicio para la medios de comunicación
de la mujer.
El mismo Instituto afirma que si bien en los últimos 30
años la presencia femenina en los medios de
comunicación ha crecido notablemente, ello no ha
significado un cambio
fundamental en el contenido y enfoque de la información
que se transmite, lo cual no ha impedido que las mujeres
hayan optado por tácticas alternativas para participar de
manera activa dentro y desde los medios de comunicación;
entre ellas, destaca la creación de medios de
comunicación alternativos de mujeres, en donde las nuevas
tecnologías de información juegan un papel
relevante. Los espacios generados por esos medios alternativos,
muchas veces establecidos como redes nacionales o
internacionales, han permitido visibilizar la realidad de las
mujeres y evidenciar sus necesidades (Mahoney,
2005)[xiii].El Departamento de
Información Pública de las Naciones Unidas (2000)
también concuerda con que desde la celebración de
la Conferencia de Beijing la mujer se matricula cada vez
más en las carreras de periodista, corresponsal y
locutoras de radio y televisión.
Según el Instituto Nacional de las Mujeres de
México, ha sido en la última década que
organizaciones
de mujeres de diversas partes del mundo, así como de
agencias internacionales, han puesto el tema en la mesa con el
propósito de promover el desarrollo de imágenes y
mensajes que den cuenta de la diversidad en la vida de las
mujeres y el derecho de visibilizar su contribución a la
sociedad, dentro de la prensa, los
medios visuales, sonoros y electrónicos. Para lograrlo, se
ha planteado la necesidad de contar con la igualdad de
los sexos en la gestión
y dirección de los medios de
comunicación, así como en la construcción de los contenidos.
En América
Latina se realizó un esfuerzo especial para la
creación del 14 de septiembre como Día
Latinoamericano de la Imagen de la Mujer en los Medios de
Comunicación. Dicha idea fue una iniciativa de un grupo de
periodistas y comunicadoras que participó en el V
Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, realizado en
noviembre de 1990, en la localidad de San Bernardo,
Argentina[2].
A pesar de los esfuerzos en diversas partes del mundo por dar
voz a las mujeres, al hacer un balance de los avances en torno a
la equidad de
género en los medios de comunicación, estos no son
suficientes para alcanzar el derecho a la igualdad. En el
año 2000, las Naciones Unidas promovieron una
revisión sobre las recomendaciones de Beijing y
concluyeron que existen pocos avances respecto de las
representaciones de la mujer en la publicidad y en
las noticias, además de que eran todavía pocas las
mujeres periodistas que ocupaban puestos de toma de decisiones
dentro de los medios (Instituto Internacional de
Investigación y capacitación de las Naciones Unidas
para la Mujer, 2005). Respecto a la publicidad Juan Carlos
Suárez afirma que lo que miramos en la publicidad no es
sino una mirada masculina sobre la identidad
femenina.
La importancia social de
los medios de comunicación en un mundo
globalizado
Los medios de comunicación son un instrumento eficaz a
través del cual las personas se informan, conforman sus
creencias y forman su opinión. Juegan un papel importante
en la formación de la individualidad, las ideas sobre las
demás personas, y del lugar que se ocupa en el mundo
(López, Pilar. 2002).
Además los medios constituyen una institución
mediadora entre los hechos y lo que se dice sobre ellos. Nos
ofrecen elementos a través de los cuales constituimos
nuestras propias percepciones; nos brindan modelos,
normalizan pautas de comportamiento, otorgan estatus a personas e
instituciones
y legitiman el orden social (Instituto Internacional de
Investigación y capacitación de las Naciones Unidas
para la Mujer, 2005).
Como afirma Sandra Lovera[xiv]
del Centro mexicano de investigación de la mujer, los
medios de comunicación predominantes -de la prensa escrita
al Internet–
constituyen un instrumento para propagar el paradigma de
desarrollo predominante: el del poder. Son una
herramienta para fortalecer tanto el estado
actual de cosas y la estructura
(controlada desde las cúpulas decisorias) como un
instrumento para aumentar las disparidades y convertir a los
pueblos en consumidores de bienes e
ideologías. La página web
de Mujeres Hoy: el portal de las
latinoamericanas[xv] destaca que
los medios de comunicación no son herramientas:
son espacios de lucha por el poder simbólico. Dentro de
ellos -en un lugar cada vez más difícil de
delimitar- se teje una enmarañada negociación que después se traduce
en eso que se presenta como "las noticias del día`.
Un desafío para los medios de comunicación es el
de la globalización, ligada directamente con
la
globalización de la economía, de los bienes culturales,
simbólicos y de la ideología (Lovera, México). Esta
globalización ha obligado a una creciente apertura
mediática para grandes agencias internacionales como CNN,
BBC y otras, que hacen circular un mismo mensaje en los cinco
continentes (Lovera, México).
La globalización se ha materializado en tendencias
visibles: centralización y monopolización,
control de las tecnologías y creación de productos
culturales globalizados. De ahí que la
globalización también implica que el patriarcado se
fortalezca y se arraigue profundamente en todas nuestras sociedades, lo
que nos incluye como género (Lovera, México).
A este respecto coincide el informe Women In
Action[xvi] del 2000, el cual
consistió en una revisión de medios de
comunicación en seguimiento a los acuerdos de Beijing
realizado por una serie personas y grupos de
mujeres- entre ellas la Agencia Latinoamericana de
Información- de Asia, América
Latina y la región Europea de la ONU. Dicho
informe reveló preocupa seriamente el efecto que provoca
la tendencia de la globalización a que las culturas y las
sociedades sean homogéneas, cuyo resultado puede impedir
que se reflejen adecuadamente la diversidad de etnias, clases,
castas y estilos de vida. Las grandes corporaciones
transnacionales ahogan a las empresas
nacionales. En este sentido hay aún menos espacio para los
medios más pequeños, indígenas, y para las
mujeres que trabajan en los medios y las productoras de programación que encuentran difícil
mantener el control editorial o de producción que tenían, aunque fuera
en una escala limitada,
en los medios tradicionales y alternativos. La legislación
y cuestiones de jurisdicción son temas
problemáticos mencionados también en el informe
dado el carácter cada vez más transnacional
de los medios.
La mujer en
los medios de comunicación: construcción de
género
La categoría de género es fundamental en la
interpretación de las condiciones
desiguales de la mujer en la sociedad, y también
proporciona elementos para comprender el porqué de la
escasa participación de la mujer en la esfera
pública, en este caso, en los medios de
comunicación (Cruz, Alejandra.1997). Ante esto es
fundamental comprender que una adecuada comunicación, con
perspectiva de género, se convierte en un factor
importante en la dinámica transformadora hacia una sociedad
en equidad entre los géneros (Córdoba, Ligia y
Farreon, Ana.1995).
Los medios de difusión de masas, en general, se han
constituido en vehículos fundamentales para el
reforzamiento y transmisión de la ideología
patriarcal en la sociedad. Los medios difunden una determinada
imagen de las mujeres; por ejemplo: la mujer pasiva, la mujer
objeto-sexual, la mujer que se realiza básicamente en sus
funciones
domésticas. Raramente difunden información sobre
las actividades productivas de las mujeres (Córdoba, Ligia
y Farreon, Ana.1995).
De acuerdo con un artículo publicado en 2003 en la
página web Mujeres hoy,
las mujeres siguen ocupando un lugar secundario en la agenda de
los medios opinión que comparte la Asociación
Mundial para la
Comunicación Cristiana
[xvii] al afirmar que en un estudio
realizado en 2006 en 76 países las mujeres aparecen en dos
de cada 10 noticias y que para el mundo de los medios son el
segundo sexo. Esto es
confirmado por el periodista Juan Carlos Suárez (2007)
cuando afirma que el protagonista de la información por
excelencia es el hombre, que
éste es a la vez líder
en su campo y tiene un discurso
apropiado para ser interpretado por los medios.
La figura de la mujer en los medios, como constructoras de
conocimiento,
transmisoras de información y como protagonistas, ha sido
caracterizada por su ausencia, en contraposición a los
hombres. Al gozar de menos representación en las altas
esferas del poder político, económico, cultural y
social, las mujeres tienen menos posibilidades de ejercer los
papeles protagónicos de la información.
Suárez afirma también que nos encontramos en una
sociedad donde los medios han sido los encargados de perpetuar la
sociedad liderada por los hombres y menciona que la posible causa
de la invisibilización de la mujer en los medios se debe
fundamentalmente a que las mujeres estuvieron por mucho tiempo
excluidas de los espacios públicos. ésta es una
primera causa que brinda el autor y que podría explicar la
ausencia de las mujeres en espacios informativamente
significativos. Sin embargo, a medida que éstas se han ido
incorporando a los escenarios públicos, agrega, se ha
incrementado y diversificado su aparición en los medios,
pero todavía se está lejos de que estén
presentes en términos de paridad.
Otra de las causas de la ausencia de la mujer en los medios
mencionada por el autor es lo que él denomina la
superestructura jerárquica que relega a la mujer a un
segundo plano en las empresas y las instituciones
mediáticas e, incluso, en los mismos criterios
profesionales. Esta jerarquía se encarga de ocultar a las
auténticas autoras de los trabajos o a las gestoras
verdaderas de los proyectos que
muchas veces son las que están detrás de los que
ostentan los cargos directivos, es decir, los hombres.
Ligia Arana García y Rebeca Centeno
Orozco[xviii] , ambas
catedráticas de la Universidad
Centroamericana de Nicaragua presentaron los resultados de un
estudio realizado por ambas en el año 2000 titulado:
El sexismo en los medios escritos de
comunicación en Nicaragua; dicho estudio se basó en
el análisis de los dos principales diarios del
país: La Prensa y El Nuevo Diario. Con base en los
resultados obtenidos, las autoras afirman que
quienes ejercen realmente el poder en estas publicaciones son los
hombres, ni una sola periodista ocupa un cargo relevante en una
sección considerada importante desde donde pueda tomar
decisiones e imprimirle, quizás, una perspectiva distinta,
una mirada diferente de la que tienen en la actualidad.
La ausencia de mujeres en las esferas de poder a nivel de los
medios, constriñe las posibilidades de que se dé
oportunidad a las periodistas de tener más presencia en
los espacios considerados de mayor relevancia. La opinión
considerada «un acto de libertad», a través de
la cual los seres humanos externan sus puntos de vista y
apreciaciones sobre determinado tópico, es un
ámbito que, según este estudio, está
monopolizado por los varones. En ambos diarios los porcentajes de
participación femenina no alcanzan el 15%.
En 1995, la
organización
MediaWatch-Canada[xix] llevó
a cabo el primer proyecto de
monitoreo de los medios de comunicación en el mundo:
Global Media Monitoring Project (GMMP). Este
proyecto, realizado por cientos de voluntarios, consistió
en analizar las historias de 15 mil noticias en 71 países
del mundo, considerando qué noticias se emitían, su
contenido, cuál era el tratamiento de las mismas y
quién se encargaba de presentarlas, entre otros
aspectos.
En primer lugar, se observa un claro predominio masculino
entre los periodistas (59 por ciento), pero sobre todo entre las
personas entrevistadas (82 por ciento), lo cual evidencia el
hecho de que la mujer es pocas veces noticia y que con escasa
frecuencia se toma su opinión. En relación con los
periodistas, el monitoreo destaca la importante proporción
de mujeres tratando noticias del campo del arte y del
entretenimiento, campo poco tratado entre los periodistas
varones. Lo anterior da cuenta de que la realidad se construye en
"clave masculina" y ello obedece, en buena medida, a que las
mujeres no tienen presencia importante en los puestos desde los
cuales se decide qué es noticia.
En su labor con agentes para consolidar la democracia,
los medios de comunicación juegan un papel primordial.
Como señala Sofía
Montenegro[xx] (2007) la democracia
no se agota en las elecciones y en la alternancia de poder, sino
que requiere profundizar en el ejercicio de una ciudadanía activa y en la rendición
de cuentas del poder
y en esto los medios son clave. Expone también que el
nuevo paradigma de libertad de
expresión reclama, además, la existencia de una
sociedad civil vigorosa que promueva el debate
público, la adopción de normas
democráticas en los medios y su autorregulación de
cara a la ciudadanía.
Los medios de comunicación de masas como portavoces de
la opinión
pública deben elaborar un discurso en el que hombres y
mujeres se vean identificados por igual, pero la prensa, la radio y
la
televisión, en lugar de emitir un mensaje social de
progreso, se dedica a retrasar a la sociedad, ya que para vender
sus productos utiliza varios estereotipos (Suárez, Juan.
2007). Las Naciones Unidas en su informe Mujer 2000 coincide
totalmente con este aspecto al afirmar que es lamentable que la
prensa, los medios visuales, sonoros y electrónicos de
muchos países no ofrezcan una imagen equiponderada de la
diversidad en la vida de la mujer y de la contribución de
ésta al mundo. Los materiales
pornográficos y violentos que presentan los medios de
comunicación degradan a la mujer y afectan negativamente
su participación en la sociedad.
Sin embargo el mismo informe señala que a nivel de los
gobiernos del mundo, en la mayoría de las regiones se ha
producido un aumento de la información sobre cuestiones y
problemas que interesan a la mujer que transmiten los medios de
comunicación y que se han adoptado medidas para promover
una imagen más equiponderada y no estereotipada de la
mujer en los medios de comunicación. Dentro de estos
esfuerzos gubernamentales destaca el dar más
formación a los profesionales de los medios de
comunicación en cuestiones relacionadas con el
género.
Los estereotipos de
lo masculino y lo femenino
Se entiende como estereotipo al conjunto de ideas que una
sociedad obtiene a partir de las normas o patrones culturales
previamente establecidos. La acción de estereotipar es
fijar de manera permanente y de identificar lo estereotipado como
el seguimiento de un modelo
preestablecido, conocido y formalizado que se adapta de una
manera fija. Los estereotipos sociales son generalizaciones sobre
personas e instituciones que se derivan de su pertenencia en
determinados grupos o categorías sociales. Pertenecen al
imaginario colectivo y se nos presentan como la realidad objetiva
e incuestionable ya que están vinculados a la estructura
social y obviamente transcienden así a la sociedad
(Suárez, Juan.2007).
De acuerdo con el Instituto Internacional de
Investigación y capacitación de las Naciones Unidas
para la mujer (2005) los medios siguen definiendo al hombre por,
su situación profesional, asociada al ámbito
público; mientras que casi siempre la mujer se presenta
solamente vinculada a su situación familiar,
correspondiente al ámbito privado y doméstico. Por
otro lado hace también un importante señalamiento
al afirmar que los medios de comunicación parecen ignorar
la creciente incorporación de las mujeres al mercado de
trabajo y, por
tanto, al mundo público.
El resultado es que las imágenes se obtienen de hombres
y mujeres desde los medios no corresponden del todo a la realidad
social. Sara Lovera del Centro de Investigación de la
Mujer de México comparte este señalamiento al
afirmar que hay una relación desfasada entre la imagen y
la realidad, porque en los últimos años han
sucedido importantes cambios en la sociedad y en la vida concreta
de hombres y mujeres en el mundo. Estos cambios han originado
nuevos entretejidos en la vida y las mujeres como género y
han ido tomando otros lugares, haceres y propuestas en la
sociedad, que no son reflejados en los medios y con frecuencia
son fustigados.
Esto lo confirma el Instituto al observar una
representación estereotipada de las mujeres en las
páginas de los periódicos, en los programas de
televisión
y en el cine; las
imágenes que se transmiten siguen ancladas en los roles
tradicionales de la mujer y generalmente, aunque esto está
cambiando, se presenta como pasiva, obediente, servil, maternal,
ama de casa, amable, comprensiva, discreta, delicada, dependiente
y sin iniciativa, atractiva físicamente, siempre joven, y
como apoyo incondicional para el hombre.
Es muy raro que en los diversos medios de comunicación
aparezcan mujeres realizando profesiones consideradas
tradicionalmente para hombres y los medios refuerzan esto. A
ellas se les sigue asociando, casi de manera exclusiva, con el
hogar y con la familia
mientras en el hombre sigue valorándose el que sea cabeza de familia, se mira
su hombría, olvidándose de sus sentimientos, sus
errores son normales, y hasta se justifican sus deslices sexuales
como productos de su masculinidad (Suárez, Juan.2007).
En general, los medios de comunicación siguen
fomentando los roles tradicionales tanto de mujeres como de
hombres. En las revistas y en la publicidad, las mujeres siguen
apareciendo como un objeto sexual, a pesar de la intención
de cubrir la imagen femenina con un barniz de modernidad y
presentarla desarrollando roles profesionales. En términos
generales, se continúa mostrando a la mujer preocupada por
su aspecto físico y nunca por el intelectual, mientras que
los hombres se muestran interesados por los deportes y la tecnología
(Instituto Internacional de Investigación y
capacitación de las Naciones Unidas para la Mujer,
2005).
En el cine, la prensa y la radio, las actividades y los
intereses de las mujeres no van más allá de los
confines de la casa y la familia. Se caracteriza a las mujeres
como esencialmente dependientes y románticas, y rara vez
se las presenta como racionales, activas o aptas para tomar
decisiones (Instituto Internacional de Investigación y
capacitación de las Naciones Unidas para la Mujer, 2005).
En este marco, las mujeres son explotadas en términos de
su sexualidad y
de su apariencia física; esto lo
confirma también Juan Carlos Suárez (2007) al
afirmar que la mujer sigue siendo identificada por su cuerpo, sus
relaciones, su belleza y destacan aquellas que posean estas
cualidades. Suárez señala también que la
mayoría de las presentadoras de la televisión
generalmente deben ser atractivas y esta belleza también
está estereotipada en función del tipo de programa y el
perfil de los destinatarios a los que está dirigido.
En la televisión, se observa a las mujeres
desempeñando papeles de sometimiento o sumisión,
mientras que el poder y el estatus quedan reservados a los
varones. El Instituto Internacional de Investigación y
capacitación de las Naciones Unidas para la mujer destaca
la mayor presencia masculina en los noticieros; mientras en las
series televisivas se insiste en ofrecer una imagen tradicional
de la mujer, es decir, de madre y ama de casa. Un ejemplo
concreto de
esto es cuando los medios de comunicación muestran los
obstáculos que enfrentan las mujeres que buscan
compatibilizar el trabajo
realizado fuera de casa con la maternidad, no plantean la
distribución solidaria de las tareas
domésticas como solución. A este respecto Isabel
Soto Mayedo[xxi] periodista
historiadora cubana, especializada en temas
de América Latina, el Caribe y Cuba,
señala que es la falta de equidad, la
subestimación, y la desestimación de la importancia
de la paternidad, son cuestiones implícitas en los
mensajes transmitidos por los medios de comunicación.
Los estereotipos afectan negativamente a ambos géneros,
al constituirse en patrones o paradigmas
divisionistas que no permiten el descubrimiento, el desarrollo y
la expresión de cualidades y valores
propios del ser humano, sin distinción de sexo
(Suárez, Juan.2007). El trato desigual impide mantener
relaciones plenamente armoniosas entre hombres y mujeres y, por
tanto, limita la contribución plena de ambos para el
desarrollo deseado de la sociedad.
Los medios de
comunicación y la violencia hacia la
mujer
Al hacer esta investigación fue inevitable no encontrar
una relación directa entre los medios de
comunicación y la violencia hacia la mujer. Pilar
López Díez[3]
Formadora e investigadora de políticas de género
para los medios de comunicación señala cifras de
denuncias de violencia contra las mujeres en el Dossier de Prensa
del Instituto Nacional de Radio y Televisión
Española las cuáles comprueban que los casos
mundiales se acercan a los 25.000 por año, aunque se cree
que sólo se denuncian un 10% de los actos de violencia de
los que las mujeres son víctimas.
La misma autora señala que desde los años
setenta la
investigación de género sobre este problema no
se centra, como es práctica habitual en los medios, en
explicar el porqué un determinado hombre maltrata a una
determinada mujer, sino que busca entender porqué los
hombres en general utilizan la fuerza
física y las estrategias de
poder y de control con sus parejas y qué función
tienen estas conductas en una determinada sociedad y en un
contexto histórico específico.
Ante esta perspectiva la autora señala que es necesario
enfocar el análisis con los medios desde cuatro puntos
fundamentales: en primer lugar, la utilidad
explicativa de la construcción de género y el
poder; en segundo lugar la necesidad de analizar la familia como
una institución que estructura las relaciones entre
hombres y mujeres de acuerdo al género y al poder. En
tercer lugar, la necesidad de comprender y validar las
experiencias de las mujeres, y en cuarto, la necesidad de
desarrollar teorías
y modelos que reflejen de manera fidedigna las experiencias de
las mujeres.
En el portal de Mujeres
Hoy[xxii] se publicó un
artículo sobre el II Encuentro de la Red Internacional de
Periodistas con Visión de Género llevado a cabo en
Guatemala en
el 2006 donde se dieron a conocer los resultados de la
Investigación en Prensa Escrita sobre violencia contra las
mujeres para ese año. Los resultados reflejaron que los
espacios que se destinan al abordaje de los temas de la población femenina, no sólo son
escasos, sino que muchas veces son negativos. El artículo
presentaba con preocupación la resistencia de
los medios de comunicación a capacitar a las y los
reporteros en cuanto a la cobertura de los hechos relacionados
con la violencia, de modo que se contribuya a imprimir un impacto
de reflexión en la sociedad con una visión adecuada
de género.
El Instituto Nacional de las Mujeres de Costa Rica
(INAMU) afirma contundentemente que la violencia que se trasmite
en los medios de comunicación es un fenómeno
investigado en todo el mundo y ampliamente reconocido. Como todos
los mecanismos de sujetación ideológica, los medios
transmiten la ideología patriarcal y reproducen los
estereotipos y prejuicios que legitiman y perpetúan la
violencia de género. En este sentido es sumamente nociva
la influencia que tienen en la formación de las nuevas
generaciones en los aspectos vinculados con las relaciones de
género y el refuerzo de las desigualdades y la discriminación. El Estado tiene
el deber de velar porque los medios no trasmitan
información que atente contra los derechos de las personas y
contra su imagen y dignidad, es
decir todos aquellos contenidos de carácter sexista,
machista y discriminatorio de cualquier naturaleza.
La periodista guatemalteca Patricia
Zapata[xxiii] afirma que las
relaciones entre mujeres y hombres se asimilan a través de
las comunicaciones, programas radiales y televisivos,
por lo que un problema de violencia
intrafamiliar mal planteado en cualquiera de estos medios,
causa mucho más impacto degenerativo que la pornografía. La misma periodista
señala que las mujeres han sido víctimas de todo
tipo de discriminación al ser utilizadas como
objeto en los diferentes ámbitos de la sociedad y en el
marco de la comunicación. También recordó
los anuncios comerciales de las empresas de licoreras y
tabacaleras, que comúnmente utilizan a la mujer de una
manera vulgar.
Los medios ofrecen determinadas representaciones de la
realidad de las mujeres y los hombres; explican los motivos de
dichas construcciones basándose en estereotipos obsoletos
y repetidos y presentan una iconografía elaborada para
dicha realidad, basada en presupuestos
tradicionales de dominación y subordinación entre
hombres y mujeres. Este es el principio fundamental sobre el que
se articulan las actuales relaciones entre los dos géneros
y sobre el que, entonces, habría que actuar para erradicar
la violencia de género (López, Pilar. 2002).
Es necesario también, explica Pilar López, un
aumento en la sensibilidad y la conciencia social
de la profesión periodística, asentada en la
también falta de conocimiento y de formación sobre
temas de género. Señala también que hay que
hacer un llamado a los dueños de los medios para que la
profesión de periodismo no
se vea forzada a reproducir las noticias de agencia, sin el
tiempo necesario para contextualizar, documentarse, contrastar
fuentes; en
una palabra, para elaborar información de calidad. Los
relatos sobre violencia contra las mujeres no pueden depender
únicamente, en fuentes policiales, judiciales y en la
vecindad. Se debe contrastar la información con fuentes,
especialistas en temas de género e igualdad de derechos,
que puedan proporcionar otra dimensión al relato. Y esta
es, precisamente, la información de calidad.
La agencia mexicana de noticias, Notimex, afirma que los
medios tienen la responsabilidad de cuidar la forma en que emiten
la información o los contenidos que ofrecen a su
público, pero también la sociedad y todos los
sectores deben trabajar para evitar se reproduzca la violencia.
También argumenta que la omisión y la ausencia de
opinión de las mujeres es también una forma de
ejercer violencia en los medios.
Conclusiones
El derecho de las mujeres a la comunicación es un
derecho humano inalienable que requiere de medios y fuentes de
información pluralistas además de una administración transparente y
democrática de las políticas de
comunicación, con equidad y justicia de
género[4] (Women Action.
2000).
Queda aún pendiente aumentar el acceso de las mujeres a
los medios de expresión, a la toma de decisiones en y a
través de los medios tradicionales y de las nuevas
tecnologías de información, así como la
difusión de una imagen más realista y diversa de
las mujeres. El aumento del número de mujeres que trabajan
en el sector de las comunicaciones que, no obstante, no se
traduce en un aumento en el acceso al poder y a la toma de
decisiones en los medios; las mujeres tampoco están en
condiciones de influir en las políticas de
comunicación.
Los medios de comunicación no sólo se conciben
como agentes generadores de estereotipos, sino también
como promotores de la diversidad, del multiculturalismo y, sobre todo, del cambio
relativo a la equidad de género.
Es alentador el surgimiento de columnas y programas dedicados
a cuestiones que interesan a la mujer, así como la
creación de publicaciones y estaciones de radio y
televisión para la mujer. Estos nuevos espacios en los
medios de comunicación han contribuido a aumentar la
participación y la representación positiva de la
mujer.
Las mujeres estamos preocupadas con la ausencia de
análisis de la globalización en los medios, en
particular las grandes uniones entre las corporaciones
transnacionales de los medios y los cambios en la propiedad al
nivel nacional que influyen en los contenidos e intenciones de
los medios. La globalización de las comunicaciones ha
significado, entre otras cuestiones, la entrada de decenas de
canales de cable que emiten su programación desde fuera de
América Latina y el Caribe, la concentración de los
medios en muchos países que han dado como resultado la
creación de enormes empresas multimedia
dueñas de periódicos, cadenas de radio y de
televisión (Women Action. 2000). Esta tendencia ha sido
contraproducente para la democratización de las
comunicaciones y para el logro de una representación
equitativa de los distintos actores sociales, las mujeres en
particular.
Los gobiernos y las ONGs tienen que asegurar mecanismos
regulatorios de los medios de comunicación guiados por
los valores de
la justicia de género, los derechos humanos,
el respeto a la
diversidad cultural, a las expresiones culturales, a la
sexualidad, al estilo de vida
y al desarrollo
sustentable (Women Action.2000).
El conocimiento es también un factor clave. En la era
de la información, las mujeres enfrentan el desafío
no sólo de desarrollar y sistematizar su propio
conocimiento, sino también de asegurar que se emplea en su
propio beneficio (Women Action.2000).
Deben desarrollarse proyectos de capacitación para
sensibilizar a los periodistas y comunicadores; publicarse
manuales para
evitar el uso del lenguaje
sexista, dentro de los medios de prensa, programas radiales
y la televisión.
Autor:
María del Mar Murillo Lobo
Curso: Comunicación e Interculturalidad Profesor:
José Luis Aguirre
16/11/2008
[1] Mujer 2000. Igualdad entre
los géneros, desarrollo y paz para el siglo XXI, Nueva
York, junio del 2000. Sección de Desarrollo y Derechos
Humanos. Departamento de Información Pública de las
Naciones Unidas.
[2] Centro de Información
y Documentación de Isis Internacional.
Mujeres hoy: el portal de las latinoamericanas. 2003. http://www.mujereshoy.com/secciones/1249.shtml
[3] Instituto Nacional de Radio
y Televisión Española. Mujer Violencia y Medios de
Comunicación. Dossier de Prensa. Editorial Edraf S.A.
Madrid,
España.
2002
[4]
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[viii] Idem.
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