Este intenso comercio con
las Indias Occidentales, con América, promovió el desarrollo y
consolidación del mercantilismo
español,
el cual se sustentó en instituciones
y prácticas como las siguientes:
· La
imposición de un monopolio
comercial: mediante el llamado pacto colonial el
producto de la
exportación de metales preciosos
desde las colonias americanas fue la base de la percepción
por parte de la monarquía española del llamado
quinto real, aplicado igualmente a las diversas mercancías
o productos
-alimenticios, manufacturados, de lujo – que eran enviados a
América. A los efectos de la recaudación de este
impuesto
España
constituyó un monopolio comercial controlado por la Casa
de Contratación, creada en 1503 y sita en Sevilla. Esta
institución tenía como objetivo
fundamental reunir en sus almacenes todas
las mercaderías que se exportaban a las Indias y se
importaban de las mismas, y a presidir sus compra, venta y transporte.
Otra vez de acuerdo con las cifras de Chaunu, sólo el 2%
del comercio legal escapó del estricto control
monopólico sevillano.
· La
protección y defensa de las rutas comerciales:
España puso en práctica una política de convoyes
armados -flotas de Nueva España y armadas de Tierra Firme –
que permitía la protección de los envíos
comerciales y el control de la recaudación de los impuestos
derivados del comercio con las colonias, aunque la
multiciplicidad y complejidad de los procedimientos
administrativos alargaban los tiempos de navegación.
Las flotas que partían anualmente desde Sevilla
tenían destinos diferentes: la primera se dirigía
al Sur, a Venezuela,
Nueva Granada y Diarén, la segunda tomaba rumbo a las
grandes islas, Honduras y Nueva España; a partir de esos
centros se establecían dos rutas por el Pacífico:
el célebre Galeón de Manila que
partía de Acapulco con productos de inconmensurable
valor, y el
codiciado enlace con el Perú y Chile. Desde 1554, los
navíos no regresaban juntos a la metrópoli, ya que
los provenientes de Nueva España llegaban más tarde
a Cuba.
Este esquema mercantilista español sustentado en
prácticas monopólicas y fiscalistas, ha sido
ampliamente cuestionado. Las críticas más
relevantes se relacionan con los siguientes argumentos:
· La
hegemonía política fue alcanzada sin contar con el
florecimiento económico, la Hacienda Española
practicó como único sistema el de
trampa y adelante, siempre empujada por la perentoriedad de lo
político y lo militar.
· El
deseo de atesorar y valorizar el oro de las
Indias se vio prontamente frustrado, debido a que la escasa
producción nacional hacía
indispensable la importación de bienes desde
otras naciones, lo que condujo a tener que utilizar los metales
preciosos para pagar el saldo negativo de la balanza
comercial y los empréstitos que los reyes
obtenían para financiar la hegemonía
política y militar. Así, los beneficiarios finales
del mercantilismo español fueron los financistas y
comerciantes extranjeros. Ya las Cortes de 1588 a 1593 lo
habían registrado: "Con poder estar
(nuestros reynos) los más ricos en el mundo oro y plata en
ellos ha entrado y entra de las Indias están los
más pobres porque solo sirven de puente para pasarlos a
los otros Reynos nuestros enemigos y de la Santa Fe
Católica…"
· En lo
referente al comercio monopólico, un sinnúmero de
restricciones y un monopolio en demasía celoso, sumados a
un creciente contrabando
ejercido por extranjeros en Cádiz o en Sevilla, son el
resultado final de la historia comercial de
España con las Indias. Así la Corona de Castilla
vio pasar el comercio con el Nuevo Mundo a manos rivales, su
marina reducida a niveles insospechados conducida por
tripulaciones y bajeles suministrados por comerciantes
extranjeros, quienes desviaban la riqueza española en su
propio origen.
· Las
repercusiones de la política mercantil fueron desastrosas
para los burgueses nacionales, quienes perdieron la influencia
que habían tenido; la nobleza sobre la que se apoyaba el
absolutismo,
empleó las disponibilidades financieras que se le
atribuían en la compra de fincas, promoviendo así
la creación de inmensos e ineficientes latifundios,
trabajados por un campesinado que vivía
míseramente.
· Entre
1500 y 1650 se triplica la cantidad de metales preciosos. Las
entradas de oro y plata superaron la producción de bienes
y servicios y,
ante el temor a la escasez o aumento
de los precios, se
efectuaron compras
inmediatas de oro y plata: De esta forma, se aceleró la
circulación del dinero y los
precios subieron, mientras que los salarios se
incrementaron a un ritmo menor que los precios. La
inflación en España fue también un producto
de su política mercantilista. Ya en 1608, Pedro de
Valencia lo advertía: "El daño
vino del haber mucha plata y mucho dinero, que es y ha sido
siempre…el veneno que destruye las Repúblicas y las
ciudades. Piénsase que el dinero las
mantiene y no es así: las heredades son labradas y los
ganados y pesquería son las que dan mantenimiento."
· Al no
existir empleo bien
remunerado en la agricultura, y
muy poco o ninguno en la industria o el
comercio, la población española terminó
empleándose en la Administración
Pública o en órdenes religiosas. A fines del
siglo XXVIII, los empleados estatales eran la quinta parte del
censo y un 30% de los españoles formaban parte del clero o
de órdenes religiosas, o vivían a expensas de la
Iglesia
Católica.
En fin, la situación planteada por el capitalismo de
Estado y el
mercantilismo en España puede verse muy bien resumida en
estos versos de Francisco de Quevedo y Villegas:
"Nace en las Indias honrado
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España
Y es en Génova enterrado.
Pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es Don Dinero."
IV.
El mestizaje americano
"Hobo,
y yo vi, un lugar o villa que se llamó de la Vera –
Paz,
de setenta vecinos españoles, los más de ellos
hidalgos,
casados con mujeres indias de aquella tierra, que no se
podían desear persona que
más hermosa fuese; y este don de
Dios, como dije, muy común y general en todas las de esta
isla."
Referencia a Xaraguá en el interior de la isla de Santo
Domingo.
Fray Bartolomé de Las Casas
Arturo Uslar Pietri afirma que "lo verdaderamente importante y
significativo fue el encuentro de hombres de distintas culturas
en el sorprendente escenario de la América. Este y no otro
es el hecho definidor del Nuevo Mundo." Esta insistencia del
escritor no implica, sin embargo, el desconocimiento u
omisión del hecho sanguíneo, es decir, el mestizaje
entre seres humanos provenientes de etnias diferentes: la
indígena con marcados rasgos de tipo mongoloide, que era
la originaría de las tierras encontradas; la
caucásica que vino de Europa y la
negroide que – forzada – provino del África.
De estos encuentros interraciales surge, en su momento, el
término mestizo para nominar a los primeros
vástagos provenientes del cruce entre blancos y
aborígenes. Según la opinión de Garcilaso,
el Inca: "A los hijos de español y de india, o de
indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos
mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros
españoles que tuvieron hijos en indias, y por ser nombres
impuestos por nuestros padres y por su significación, me
llamo yo a boca llena y me honro con él."
El término mestizo es acogido, en su acepción
actual, por el primer Diccionario de
la Academia Española de la Lengua
publicado en 1734, conocido como Diccionario de
Autoridades. En efecto, en el mismo se lee: "Adj. que se
aplica al animal de padre y madre de diferentes castas. Viene del
latín Mixtus." Sin embargo, en criterio de Juan Bautista
Olaechea, la etimología de mestizo debe buscarse
más bien en el término latino tardío
Mixticius. El historiador español sustenta que el
término ya aparecía en los textos de San
Jerónimo y de San Isidoro, y que, en francés, el
vocablo métis tiene la misma connotación que
en castellano.
El mestizaje como hecho extendido e incontrolable en la
América Española, llevó al mismo rey
Fernando El Católico a promulgar, el 14 de Enero de 1514,
la siguiente disposición: "Es nuestra voluntad que los
indios e indias tengan, como deben, entera libertad para
casarse con quien quisieren, así con indios como con
naturales destos reinos o con
españoles nacidos en las Indias, y que en esto no se les
ponga impedimento. Y mandamos que ninguna orden nuestra que se
hubiese dado o nos fuere dada para impedir ni impida el matrimonio entre
los indios e indias con españoles o españolas, y
que todos tengan entera libertad de casarse con quien quisieren,
y nuestra Audiencias procuren que así se guarde y
cumpla."
De esta extendida mezcla étnica emerge, desde los
mismos albores de la América Hispana, una sociedad
multirracial, una miscegenación que dependiendo de las
circunstancias de espacio y tiempo de la
conquista y la
colonización, estuvo determinada por factores de diversa
naturaleza y
envergadura: densidad
demográfica de la población indígena,
estructura
social aborigen, sistemas de
explotación colonial más o menos desarrollados,
entre otros.
Este mestizaje étnico tuvo como elementos conformadores
las razas o etnias ya comentadas: la blanca, la india y la
negra.
1.
Los blancos
Recordemos que la discusión sobre la denominada
raza blanca, sobre el llamado hombre blanco
es, al decir de Luís Moreno Gómez, "tan
genérica como la que se produce alrededor de cualquier
otro color para
denominar a los seres humanos." En efecto, esta
denominación, hace ya un tiempo dejada de lado por
antropólogos y etnólogos continúa, sin
embargo, siendo insensatamente utilizada por aquellos que buscan
establecer una diferenciación entre seres humanos de
origen caucásico y de origen negro –
africano.
En el caso de la Conquista y Colonización de
América, la raza blanca estuvo representada, en primer
término, por españoles – originarios
fundamentalmente de Al – Andalus y de Extremadura – que salieron
durante los primeros años de la Empresa de
Indias por los puertos de Cádiz y Sevilla, en
búsqueda de una nueva ruta para dirigirse a las Indias, y
se toparon súbitamente con este nuevo, desconocido y
desconcertante continente, ampliando así la
visión del ecumene que para chinos, árabes y
europeos estaba representada exclusivamente por el viejo mundo,
al que ahora habría que incorporar este Nuevo Mundo
inédito, ignoto y sin nomenclatura,
producto del encuentro fortuito entre dos razas, dos
civilizaciones, la blanca y la indígena, a la que
más tarde se añadiría la africana.
A la saga de conquista y colonización española
se sumó la portuguesa y, más tarde, con el
propósito de ampliar los respectivos imperios, se
incorporarían ingleses y holandeses a esa aventura
inconmensurable que significó la conquista de
América, el real deslumbramiento (léase
descubrimiento) ante un verdadero Nuevo Mundo rico en sorpresas
que alimentaron, por igual, la realidad y la fantasía.
En este sentido, es inevitable concluir que la historia blanca
de América comienza con la propia llegada de
Cristóbal Colón al Nuevo Mundo; si bien es cierto,
de acuerdo con las evidencias
históricas registradas en las sagas vikingas y las
arqueológicas más recientes, que hacia la parte
norte del continente llegaron viajeros provenientes de la actual
Escandinavia, éstos no llegaron, sin embargo, a
asentarse de manera definitiva con el fin de extender o crear una
nueva civilización.
En el caso de Venezuela, podemos afirmar entonces que nuestra
historia blanca comienza en 1494, cuando en su tercer viaje a las
Indias Occidentales, Colón se encuentra con la Tierra de
Gracia.
2. Los indios
A los blancos inevitablemente se unieron, en ese indetenible
proceso de
entrevero racial, los habitantes originales de América,
los indígenas amerindios, quienes, en pasadas
épocas, llegaron al continente americano provenientes del
Asia y de las
Islas del Pacífico, tal como lo evidencian las investigaciones
históricas, y en especial las genéticas, como la
desarrollada por el Dr. Tulio Arends, quien denominó
Diego a un factor sanguíneo encontrado tanto en la
sangre de los
indios venezolanos como en otros contingentes humanos de diversos
países asiáticos.
Los aborígenes del Nuevo Mundo
pertenecían a muy variadas y diversas etnias que, en
algunos casos, como ocurrió básicamente con los
incas y los
aztecas, eran
dueños de verdaderos imperios, de imponentes
civilizaciones, que podían competir en pie de igualdad, en
términos de organización social y política, de
construcciones e infraestructura, de protocolos y
riquezas, de gastronomía, con las de los europeos que
contaban, empero, con una mejor preparación para la
guerra, y con
mejores instrumentos para el combate y la exterminación de
sus semejantes.
En efecto, como lo asevera la antropóloga Erika Wagner
"la extraordinaria diversidad de las culturas americanas es algo
ignorado por la mayoría de la población
contemporánea de América y del resto del mundo. Los
nuevos pobladores que llegaron de Europa a finales del Siglo XV
se encontraron con una pluralidad de organizaciones
sociales, económicas y políticas,
que oscilaban entre bandas de cazadores y recolectores, cazadores
de enormes mamíferos, tribus costeras que
subsistían de la pesca y de
mamíferos marinos, sociedades
tribales igualitarias, cacicazgos sofisticados, reinos e
imperios. Muchas sociedades aborígenes americanas (sobre
todo aquellas de la América tropical) se basaban en las
nociones de comunidad,
ayuda mutua y reciprocidad, y en fuertes lazos de parentesco.
Eran sociedades con creencias religiosas complejas, con visiones
del mundo simbólico, radicalmente distintas a las de los
europeos. Y, en este sentido, estaban mal preparados para
resistir el embate de una civilización altamente
individualista y con una tecnología
bélica superior." (Wagner, 1991: 7).
Recordemos entonces que a lo largo de la conquista de
América, los españoles se encontraron con tres
grandes áreas o civilizaciones de distinto nivel de
desarrollo desde el punto de vista artístico, cultural,
organizativo, urbano y científico, a saber: Área
mesoamericana: comprendía gran parte del actual
México,
Guatemala,
Honduras y parte de Nicaragua. En todas estas regiones existieron
rasgos comunes y manifestaciones culturales parecidas. Entre
ellos se encuentran: las pirámides escalonadas; los
patios recubiertos de estuco; los juegos de
pelota; el sistema numérico vigésimal y los meses
de veinte días; el doble calendario solar y
litúrgico (el tonalpuhalli): los ciclos de 52 años;
el cultivo del cacao en casi toda el área y también
del maguey con el que fabricaban papel, y una escritura
jeroglífica. Área circuncaribe: su centro de
actividad estaba situado en las tierras del Caribe, las Antillas,
los países meridionales de Mezo América y costas
del Caribe de Colombia y
Venezuela. Los principales elementos culturales de esta
área eran: el trabajo del
oro y la tumbaga; el cultivo de la mandioca; una común
ausencia de construcciones de piedra y el trabajo
artesanal de la madera. Eran
altamente guerreros y de carácter nómada. Área
andina: se extendió a lo largo de la Cordillera de los
Andes, desde Colombia hasta el Norte de Chile y Argentina. En
toda la región se practicó el culto a los muertos y
la conservación de cadáveres en envoltorios y las
tumbas en pozos; trabajan el cobre y el
bronce; su sistema numérico se asentaba en un conjunto de
nudos, el quipo, dispuesto de acuerdo con reglas precisas.
Cultivaban la coca, la papa, el maíz.
En Venezuela, como acertadamente lo recuerda Moreno
Gómez: "(…) contrariamente a lo que sucedió
en Perú y en México, no hubo un imperio incaico ni
azteca (…) Lo cierto es que el indio venezolano
está allí desde el Génesis y toma sus
diferentes nombres según sus tribus u organizaciones
primitivas, organizaciones ad hoc para su entorno, sus
necesidades, sus aspiraciones y su comprensión del mundo y
del universo al cual
pertenecen. Hablan su propio idioma, que no es siempre el mismo
entre todos los grupos
según las regiones donde están establecidos. Tienen
sus nombres propios, los cuales resultaron ser
castellanizados…" (Moreno Gómez, 1987;
202).
3. Los negros
En lo concerniente al aporte sanguíneo africano
al mestizaje americano, es conveniente recordar que en los
tiempos de la colonización "al indígena americano
casi se le exterminó porque "su pereza, su resistencia
soberbia y su pensamiento
profano" no producían beneficios importantes para Europa:
como consecuencia de ello se recurrió al negro africano
para explotar al máximo su fortaleza animal y su escaso
valor cívico" (Guerra
Cedeño, 1984: 9).
Por estas razones, vino a dar a América un importante
contingente de negros que, en calidad de
esclavos, llegaron al Nuevo Mundo para contribuir también,
con su sangre primero y con su concepción del mundo
después, a conformar el mestizaje americano. En este
sentido, es conveniente recordar que las dos grandes procedencias
del negro que llegó a América en condición
de esclavo, se ubican en las regiones Sudán, al noroeste
de África, y Bantú, al suroeste del mismo
continente, de donde vendrían, respectivamente, los
genéricamente denominados mandinga y
angola.
España entra en el comercio esclavista en los tiempos
de la conquista y colonización del Nuevo Mundo con el
deseo de aumentar sus ingresos,
participando en las ganancias que deparaba la trata de
negros iniciada por los navegantes portugueses, quienes
trajeron, primero a Lisboa, la metrópolis, y luego a
América, esclavos provenientes de las famosas Costas de
Guinea, Costa de Marfil, de Malagueta, de Oro, de los
esclavos, y de una que fue menos conocida: la Costa de las Buenas
Gentes, cuyos habitantes "parecen haber sido los únicos
que se negaron a practicar el tráfico de esclavos."(Guerra
Cedeño, 1984:10).
En 1505, el Rey Fernando envió un pequeño
número de esclavos negros a trabajar en las Minas de la
Española, quienes respondieron muy bien a las exigencias
de las fatigosas tareas, propiciando que, en 1510, se le
encomendara a la Casa de Contratación de Sevilla el
traslado de 200 nuevos negros con el objetivo de aliviarle el
trabajo a los indígenas e incrementar las ganancias de la
actividad minera para beneficio de la Corona Española.
Después de esa fecha, sea a través de la figura de
las Reales Cédulas Especiales o del Asiento de Negros, los
españoles trajeron innumerables esclavos provenientes del
África que se constituyeron en verdaderas Piezas de
Indias.
Para que un negro del África fuese considerado
Pieza de Indias y pudiese venir a América en
calidad de esclavo, según el Archivo de Indias
requería tener: "siete cuartas de alto, así fuesen
ciegos, tuertos o tuviesen otros defectos que aminoren el valor
de dichas piezas. Los negros o negras, o muchachos que no
llegasen a la altura de siete cuartas, se han de medir, y
reducirlo a ellas, para que esa medida se compute como Pieza
de indias; de modo, que tantas piezas de indias
harán cuantas siete cuartas montar en su altura". Estas
Piezas de Indias, provenientes especialmente del
África Occidental, se mezclaron con el propio colonizador
y con los indígenas para convertirse en uno de los
componentes sanguíneos de esa trilogía que dio
origen al mestizaje americano.
De conformidad con estos criterios fenotípicos pasaron
al Nuevo Mundo más de once millones de esclavos
provenientes de diversos confines del África Negra que, en
la opinión de los viejos cronistas, viajeros, negreros y
religiosos, tenían las siguientes características
en atención a su proveniencia
étnica:
«Los Congos propiamente dichos, son negros
magníficos, robustos, duros a la fatiga y, sin
contradicción, son los mejores de nuestras colonias.
Los Ashanti no son propensos al trabajo de la tierra,
pero son excelentes para el trabajo doméstico, fieles a
sus amos.
Los Arara (Ewe), fuertes, acostumbrados al trabajo y a
las grandes fatigas. Aceptaban de buena gana la esclavitud, pues
habían nacido en ella.
Los Ibos, propensos al suicidio al
menor castigo.
Los Lucumies (yoruba), son un pueblo orgulloso y
guerrero, al principio de su esclavitud son difíciles de
manejar, pero después ceden a ella.
Los Carabelies (Efis) son perezosos y descuidados.
Los Angolas, dóciles y alegres, capaces de
aprender oficios mecánicos.» (García, 1990:
48)
De acuerdo con la
investigación realizada por el citado García,
"en Venezuela la introducción de esclavos negros mediante
licencias, asientos y otras formas legales comenzó
alrededor de 1530. En 1543 se menciona la introducción por
el Cabo de la Vela y desde 1561 hasta 1565 por las costas de
Borburata. En la Guaira desembarcaron esclavos a partir de 1580 y
desde allí fueron distribuidos a diversas regiones del
país principalmente a la provincia de Caracas, donde se
concentró gran parte de la población negra llegada
a Venezuela. Igualmente, hubo una alta entrada y
concentración de esclavos negros en las ciudades de San
Felipe, Coro y las Costas Orientales. En la provincia de Caracas,
una numerosa población de negros esclavos fue instalada en
la región de Barlovento para explotar el cultivo de
cacao." (García, 1990:44).
Esa inconmensurable e indetenible mezcla de indios, blancos y
negros dio origen a veintidós castas diferentes, embriones
de nuevas e infinitas mixturas, de acuerdo con uno de los
cronistas del Nuevo Mundo:
De español e india, mestizo.
De mestizo y español, castizo.
De castiza y español, español.
De española y negro, mulato.
De español y mulato, morisco.
De español y morisca, albino.
De español y albino, torna atrás.
De indio y torna atrás, lobo.
De lobo e india, zambayo.
De zambayo e india, cambujo.
De cambujo y mulata, albarazado.
De albarazado y mulata, barcino.
De barcino y mulata, coyote.
De coyote e india, chamizo.
De chamizo y mestiza, coyote mestizo.
De coyote y mestizo, allí te estás.
De lobo y china,
jíbaro.
De cambujo e india, zambayo.
De zambayo y loba, calpamulato.
De calpamulato y cambuja, tente en el aire.
De tente en el aire y mulata, no te entiendo.
De no te entiendo e india, torna atrás.
En referencia a las voces o
denominaciones de esta prolija y particular diferenciación
étnica que se derivó del entrevero racial en la
América Española, Juan Bautista Olaechea
señala algunas características que merecen ser
tomadas en consideración, y que a continuación
citamos:
· Son voces derivadas y
adaptadas en sentido traslaticio de raíces hispanas y en
algunos casos de raíces indígenas, a veces de
procedencia del reino animal.
· Son denominaciones surgidas de un
origen popular, no científico. Nadie pensó en
raíces griegas o latinas para expresar las diferentes
categorías de mezclas y
precisamente por ello se advierte la falta de coincidencia
morfológica confusionismo semántico.
· La tercera característica es
la copiosidad. Las posibilidades de mezcla conjugando las tres
razas, india, europea y africana, son realmente amplias, y
aún sin agotar del todo dichas posibilidades, se
llegó a una minuciosidad analítica sorprendente.
(Olaechea, 1992: 260).
Para continuar abundando en voces y diferenciaciones,
José Gumilla, por su parte, identifica, en su momento, las
cuatro generaciones principales de mestizos: "de europeo e india
sale mestiza (dos cuartos de cada parte), de europeo y mestiza
sale cuarterona (cuarta parte de india), de cuarterona y europeo
sale ochavona (octava parte de india) y de europeo y ochavona
sale puchuela (enteramente blanca)…si la mestiza se casa
con mestizo, la prole se llama vulgarmente "tente en el aire",
porque no es ni más ni menos que sus padres, y si la
mestiza se casa con indio la prole se llama "salto atrás"
porque en lugar de adelantar algo, se atrasa o vuelve
atrás. "(Cfr. Diccionario de Historia de
Venezuela, Tomo III: 152).
Igualmente, el historiador sueco Magnus Morner da cuenta del
mestizaje sanguíneo americano, traduciéndolo en
castas y diferenciando: españoles, criollos, mestizos
legitimados, indios, mestizos no legitimados, mulatos, negros
liberados, negros esclavos, y un sinnúmero de grupos
étnicos abigarrados, difíciles de ubicar en una
jerarquía social que en la etapa colonial se
rigidizó, contrariando la natural inclinación al
encuentro y al entrevero racial que la conquista española
desde sus inicios, había generado.
Para 1567, es tan significativo el mestizaje, la indetenible
miscegenación, en estas tierras de menos de un siglo de
descubiertas, que el Licenciado Castro, desde Las Indias,
le dirige una Carta al Rey, en
la que expresa el temor que le invade por este hecho racial
que desbordó voluntades, prejuicios y preceptos: "Hay
tantos mestizos en estos reinos, y nacen cada hora, que es
menester que Vuestra Majestad mande enviar cédula que
ningún mestizo ni mulato pueda traer arma alguna ni tener
arcabuz en su poder, so pena de
muerte, porque ésta es una gente que andando el tiempo
ha de ser muy peligrosa y muy perniciosa en esta
tierra…"
En el caso particular de nuestro país, en el ya citado
Diccionario de Historia de Venezuela, en su Tomo 3, p.152,
se constata que: "la rapidez y amplitud en la formación de
la población mestiza se explican, por un lado, porque
entre los españoles no existían trabas
étnicas para cohabitar con personas de cualquier grupo racial y
por otro, porque la conquista fue una empresa
masculina en la que escasearon, por consiguiente, las mujeres
blancas. El amancebamiento entre españoles e indias tuvo
que ser frecuente, y de él surgieron los más
importantes núcleos de mestizos venezolanos durante los
siglos XVI y XVII. Este hecho comunicó a esa
población la situación incómoda de un origen
ilegítimo…"
Conviene recordar que nuestro mestizo por antonomasia, nuestro
Garcilaso, el Inca, fue el conquistador Francisco Fajardo, hijo
del español del mismo nombre y de Isabel, cacica
guaiquerí. Este mestizo hispanizado, producto del cruce de
español con india, quien, además del idioma
español dominaba varias lenguas
amerindias, fue, a mediados del siglo XVI, uno de los
protagonistas y artífices de la conquista de la zona
norcentral de Venezuela.
Para la época de la independencia
de España, de acuerdo con datos
suministrados por Eduardo Arcila Farias, en la Provincia de
Caracas el 37.8 % de la población estaba constituida por
pardos, término genérico utilizado para denominar
el producto racial de la mezcla de negro con blanco, mientras que
los blancos, incluyendo como blancos a los mestizos
hispanizados, alcanzaban sólo un cuarto de la
población, el 25.6 %, el resto eran negros e indios.
La invención
de la Utopía
"Pero Colón, más que oro, le ofreció a
Europa una
visión de la Edad de Oro restaurada: éstas eran
las
tierras de La Utopía ; el tiempo feliz del hombre
natural. Colón había descubierto el paraíso
terrenal y
el buen salvaje que lo habitaba."
Carlos Fuentes
La asociación del Nuevo Mundo y sus gentes con el
mito de la
Edad de Oro tuvo inconmensurables consecuencias como lo
señalamos precedentemente, pero la más importante
fue su contribución a la invención de la
Utopía.
En efecto, un buen número de pensadores está
convencido de que esta visión paradisíaca,
igualitaria, comunitaria, de inmensa bondad que los
europeos – en especial los ingleses y los franceses, luego
de las narraciones iniciales de los conquistadores
españoles y cronistas de Indias – tuvieron de los parajes
y pobladores de América, de sus costumbres societales y de
su modus vivendi, de una Edad de Oro vista y confirmada,
influyó de manera decisiva en la creación de la
Utopía.
Carlos Fuentes es de la opinión que: "Para la Europa
renacentista debía haber un lugar feliz, una Edad de Oro
restaurada donde el hombre
viviese de acuerdo con las leyes de la
naturaleza. En sus cartas a la reina
Isabel, Colón descubrió un paraíso terrenal.
Pero, al fin y al cabo, el almirante creyó que simplemente
había reencontrado el mundo antiguo de Catay y Cipango,
los imperios de China y de Japón.
Amérigo Vespucio, el explorador florentino, fue el primer
europeo en decir que nuestro continente, en realidad, era un
nuevo mundo. Merecemos su nombre. Es él quien le dio una
firme raíz a la idea de América como Utopía.
Para Vespucio, Utopía no es el lugar que no existe.
Utopía es una sociedad, y sus habitantes viven en
comunidad y desprecian el oro. Los pueblos viven de acuerdo con
su naturaleza", escribe en su Mundus Novus de 1503. "No
poseen propiedad; en
cambio, todas
las cosas se gozan en comunidad." Y si no tienen propiedad no
necesitan gobierno. "Viven
sin rey y sin ninguna forma de autoridad y
cada uno es su propio amo, concluyó Amerigo, confirmando
la perfecta Utopía anarquista del Nuevo Mundo para su
audiencia renacentista europea." (Fuentes, 1997: 173 y 174).
Ramírez Ribes, por su parte, precisa que: "Desde el
momento mismo del descubrimiento y de conquista los procesos de
transculturación trasmutan la mirada y
modifican el discurso hasta
el punto de proyectar mitos, como la
Arcadia, en el anhelo de construcción de proyectos ideales
y constatar, en lo que se ve, lo que se cree que se
debería encontrar. A partir de esas proyecciones se inicia
el largo camino de la utopía." (Ramírez
Ribes, 2005:26).
Uslar Pietri es otro de los escritores que analiza
prolijamente la relación entre la vida de los pobladores
del Nuevo Mundo y el surgimiento de la Utopía: "es la
primera vez que aparece la idea de la felicidad asociada a la
sociedad humana. ¿No pensaban los europeos que el fin del
hombre en la tierra era la felicidad? La Iglesia les había
enseñado, desde muchos siglos, que esto era el valle de
lágrimas. Por lo tanto, aquí no había que
esperar felicidad alguna; la felicidad estaba en el otro mundo.
Pero esa visión de que había felicidad aquí
en la tierra, esa visión de la Carta de
Colón no cae en oídos sordos. Esa carta de
Colón la recoge Tomás Moro y fabrica la
Utopía." (Uslar Pietri, 1996: 270)
El libro De la mejor condición de una
República y de la nueva isla de Utopía, verdadero
librillo de oro, tan provechoso como entretenido, que
después vendría a conocerse simple y llanamente
como Utopía, fue escrito por Tomás Moro, abogado,
Canciller de Inglaterra,
mártir y santo de la Iglesia Católica, en 1516, en
latín y fue impreso en Lovaina. Utopía, es decir,
no hay tal lugar, era una isla gobernada por una república
honesta, sin vicios, respetuosa de los derechos de los habitantes y
muy próspera. Moro juega con los nombres de los sitios y
los personajes de su isla, y los denomina con términos que
significan todo lo contrario, verdadero mundo bizarro. Así
si Utopía es no hay tal lugar, su capital es
Amauroto, ciudad entre nieblas, ubicada a orillas del
río Anidro, río sin agua, cauce
seco, gobernada por Ademo, príncipe sin pueblo. Las
maravillas de esta república utópica son
prolijamente narradas por un incansable viajero portugués
de nombre Rafael Hitlodeo, un experto maestro en
tonterías, según la traducción de su apellido latino, un
insigne profesor de
necedades que sostenía haber acompañado a
Américo Vespucci en tres de sus viajes al
Nuevo Mundo, en el último de ellos decidió quedarse
junto con otros veintitrés compañeros en un remoto
y desconocido lugar.
De acuerdo con Uslar Pietri: "Tomás Moro recoge con
embriaguez intelectual tamaña novedad. Escribe, acaso, el
libro
más influyente en el pensamiento y en el desarrollo social
del Viejo Mundo. Inventa para ello una palabra que es la clave
del pensamiento europeo posterior y cuyos efectos llegan
poderosos y visibles hasta nuestros días." En
efecto, después de las agudas críticas a la necedad
por Erasmo de Rótterdam y antes de las burlas a un orden
social corrompido y despilfarrador por parte de Rabelais, el
libro de Tomás Moro constituye uno de los mayores aportes
a la historia de la reflexión sociológica
contemporánea. Sin lugar a dudas, la Utopía ha
tenido inmensa aceptación entre los humanistas de la
Ilustración como entre los socialistas utópicos
del siglo XIX, entre los pensadores políticos modernos
como entre los más actuales escritores de ciencia
ficción.
De esta manera, la Utopía de Moro condicionó de
manera significativa a todo el pensamiento progresista y
revolucionario; influenció a Montaigne, a Bacon, a
Campanella, encontró expresión en la célebre
obra de J. J. Rousseau,
El Contrato
Social. Carlos Marx y
Federico Engels abundaron también en sus conceptos, al
denominar a los pensadores que les precedieron en sus tesis sobre
el Estado
socialista como socialistas utópicos. Isaac Pardo recuerda
que:"las críticas de carácter general y
forzosamente breves contenidas en la Tercera Parte del Manifiesto
Comunista, y las más amplias expuestas en diversos
textos, especialmente, en Socialismo
utópico y Socialismo científico, de Engels, hacen
referencia a las teorías
de Saint – Simon y de Fourier, en
Francia, y a
las de Owen, en Inglaterra…" (Pardo, 1990:769).
Tampoco puede desdeñarse su influencia sobre las
concepciones de Bakunin y de Lenin, y sobre todo el pensamiento
revolucionario de finales del siglo XIX y comienzos del XX,
así como sobre los escritores utópicos
contemporáneos ( H. G. Wells, A. Huxley, A.
Golding), quienes realizan críticas agudas a
la utopía, enfatizando su carácter negativo ,
generador de autoritarismos, creando antiutopías o
distopías, En fin, otra vez con Uslar, la noticia
según la cual la Edad de Oro existió en
América, con su innegable influencia en el surgimiento del
pensamiento utópico: "…fue, acaso, más
importante que la del mero descubrimiento de un nuevo
continente…"
A. Objetivos y
características del pensamiento utópico
El pensamiento utópico presenta objetivos, rasgos,
elementos e incluso, para algunos, símbolos propios y específicos.
En lo concerniente a algunos de sus objetivos y
características, es posible distinguir los siguientes, de
acuerdo con diferentes enfoques y perspectivas:
·
Persigue una toma de conciencia de la
divergencia que separa los dos sentidos de la palabra Progreso: a
la vez camino que lleva hacia la ciudad justa y desarrollo del
hombre por medio de las técnicas
de la materia.
·
Propicia la certidumbre del reinado del hombre.
·
Acepta y defiende la igualdad de los seres humanos.
·
Promueve un mejor futuro para la sociedad.
·
Describe usualmente una ciudad, una isla, una república
caracterizada por su perfección y absoluta justicia.
·
Crítica
en forma de sátira o ridiculización al antiguo
orden social.
En lo concerniente a los temas propios de la utopía,
independientemente de los autores, podemos identificar los
siguientes:
·
El acceso a la utopía es un viaje o un sueño.
·
La geografía
de la utopía implica aislamiento, situaciones ambiguas o
imprecisas.
·
La topografía de la utopía es siempre
amurallada, subrayando el aislamiento, la insularidad.
·
La búsqueda permanente de la pureza, la honestidad, la
transparencia.
·
El tiempo de la utopía es el pasado, la nostalgia de
perdidas glorias.
En cuanto a los símbolos del pensamiento
utópico, los investigadores y estudiosos del tema han
identificado los siguientes:
·
El trabajo humano como factor de transformación de la
sociedad.
·
La preeminencia de una visión agrarista, la
valorización del trabajo rural, del campesino.
·
El ahorro,
expresado en la necesidad de contar con graneros, despensas
colectivas, silos o almacenes.
·
El comunismo o
comunitarismo en relación con la propiedad de los bienes o
de los factores o medios de
producción, en especial la tierra.
·
El énfasis en la desigualdad entre los hombres.
·
La emergencia de una doctrina o ciencia oficial que se transforma
en verdad absoluta, preconizada y defendida por príncipes
y sabios.
·
La vestimenta de los correligionarios utópicos es similar,
expresa identidad y
diferencia a la vez.
B. Clasificaciones de la
utopía
La utopía ha sido clasificada atendiendo a diferentes
criterios fenotípicos. En función de
los mismos podemos diferenciar los siguientes tipos de
utopía.
·
Desde el punto de vista cronológico, podemos
distinguir: las utopías de la antigüedad, las de la
Edad Media,
hasta las más contemporáneas.
·
Desde el punto de vista de su complejidad o simplicidad
temática, tenemos las utopías imaginarias que
sólo han existido en las leyendas, o en
la literatura
oral o escrita (La Edad de Oro, La
República) y aquellas otras que
efectivamente se han concretado en la realidad histórica
(Esparta, los movimientos milenaristas).
·
Desde el punto de vista de su factibilidad, encontramos
utopías verdaderamente imposibles frente a otras
realizables, independientemente, en el caso de estas
últimas de su posterior éxito o
fracaso. Entre las imposibles destacan aquellas que son
contrarias a las leyes naturales como que el hombre vuele por
sí sólo, mientras que dentro de las posibles,
volviendo al ejemplo del vuelo, tenemos la de que el hombre vuele
en un artefacto, independientemente de los tantos intentos
fallidos que recoge la historia de la aviación.
·
Desde el punto de vista histórico, constatamos la
existencia de utopías regresivas, nutridas por la
nostalgia, caracterizadas por un ensalzamiento del pasado para
añorarlo o revivirlo dentro de la ilusión de
volver, de retornar a las bondades de la naturaleza, así
como utopías progresivas que, por el contrario, buscan
construir un orden nuevo, una sociedad diferente impulsada por un
espíritu renovador.
Con Carlos Fuentes pudiésemos concluir que" el
redescubrimiento de los valores
culturales pueda darnos quizás, con esfuerzo y un poco de
suerte, la visón necesaria de las coincidencias
entre la cultura, la
economía y la política. Acaso esta
es nuestra misión en
el siglo que viene". Es decir, este que ya estamos
viviendo, el XXI.
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