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César Vallejo (página 4)




Enviado por Cesar Augusto Salomon



Partes: 1, 2, 3, 4

LOS DADOS ETERNOS

Para Manuel Gonzáles Prada,
esta             
emoción bravía y selecta, una de las
que, con más entusiasmo, me ha aplau-
dido el gran maestro.

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre
sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado.
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo
todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios míos, y esta noche sorda, obscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de
rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.

DESHOJACION SAGRADA

Luna! Corona de una testa inmensa,
que te vas deshojando en sombras gualdas!
Roja corona de un Jesús que piensa
trágicamente dulce de esmeraldas!

Luna! Alocado corazón
celeste
¿por qué bogas así, dentro de copa
llena de vino azul, hacia el oeste,
cual derrotada y dolorida popa?

Luna! Y a fuerza de volar en vano,
te holocaustas en ópalos dispersos:
tú eres talvez mi corazón gitano
que vaga en el azul llorando versos!…

BORDAS DE HIELO

Vengo a verte pasar todos los días,
vaporcito encantado siempre lejos…
Tus ojos son dos rubios capitanes;
tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea en un adiós de sangre!

Vengo a verte pasar; hasta que un día,
embriagada de tiempo y de
crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
la estrella de la tarde partirá!

Las jarcias; vientos que traicionan; vientos
de mujer que
pasó!
Tus fríos capitanes darán orden;
y quien habrá partido seré yo…

EPISTOLA A LOS TRANSEUNTES

REANUDO mi día de conejo
mi noche de elefante en descanso.

Y, entre mí, digo:
ésta es mi inmensidad en bruto, a cántaros
éste es mi grato peso,
que me buscará abajo para pájaro
éste es mi brazo
que por su cuenta rehusó ser ala,
éstas son mis sagradas escrituras,
éstos mis alarmados campeones.

Lúgubre isla me alumbrará continental,
mientras el capitolio se apoye en mi íntimo derrumbe
y la asamblea en lanzas clausure mi desfile.

Pero cuando yo muera
de vida y no de tiempo,
cuando lleguen a dos mis dos maletas,
éste ha de ser mi estómago en que cupo mi
lámpara en pedazos,
ésta aquella cabeza que expió los tormentos del
círculo en mis pasos,
éstos esos gusanos que el corazón contó por
unidades,
éste ha de ser mi cuerpo solidario
por el que vela el alma
individual; éste ha de ser
mi ombligo en que maté mis piojos natos,
ésta mi cosa, mi cosa tremebunda.

En tanto, convulsiva, ásperamente
convalece mi freno,
sufriendo como sufro del lenguaje
directo del león;
y, puesto que he existido entre dos potestades de ladrillo,
convalezco yo mismo, sonriendo de mis labios.

LA RUEDA DEL HAMBRIENTO

POR entre mis propios dientes salgo humeando,
dando voces,
pujando,
bajándome los pantalones…
Váca mi estómago, váca mi yeyuno,
la miseria me saca por entre mis propios dientes,
cogido con un palito por el puño de la camisa.

Una piedra en que sentarme
¿no habrá ahora para mi?
Aún aquella piedra en que tropieza la mujer que ha
dado a luz,
la madre del cordero, la causa, la raíz,
¿ésa no habrá ahora para mi?
¡Siquiera aquella otra,
que ha pasado agachándose por mi alma!
Siquiera
la calcárida o la mala (humilde océano)
o la que ya no sirve ni para ser tirada contra el hombre
ésa dádmela ahora para mí!

Siquiera la que hallaren atravesada y sola en un insulto,
ésa dádmela ahora para mí!
Siquiera la torcida y coronada, en que resuena
solamente una vez el andar de las rectas conciencias,
o, al menos, esa otra, que arrojada en digna curva,
va a caer por sí misma,
en profesión de entraña verdadera,
¡ésa dádmela ahora para mí!

Un pedazo de pan, tampoco habrá para mí?
Ya no más he de ser lo que siempre he de ser,
pero dadme
una piedra en que sentarme,
pero dadme,
por favor, un pedazo de pan en que sentarme,
pero dadme
en español
algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse
y después me iré…
Halló una extraña forma, está muy rota
y sucia mi camisa
y ya no tengo nada, esto es horrendo.

ESPAÑA, APARTA DE MI ESTE
CALIZ

Niños del mundo,
si cae España
-digo, es un decir-
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños,
¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os
decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido
anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque
os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae -digo, es un decir- si cae
España, de la tierra para
abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo
repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que esta
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
la calavera, aquélla de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el
rumor menor de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las
puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla!…

HIMNO A LOS VOLUNTARIOS DE LA
REPUBLICA

Voluntario de España, miliciano
de huesos
fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón,
cuando marcha a matar con su agonía
mundial, no sé verdaderamente
qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo,
aplaudo,
lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo
a mi pecho que acabe, al que bien, que venga,
y quiero desgraciarme;
descúbrome la frente impersonal hasta tocar
el vaso de la sangre, me detengo,
detienen mi tamaño esas famosas caídas de
arquitecto
con las que se honra el animal que me honra;
refluyen mis instintos a sus sogas,
humea ante mi tumba la alegría
y, otra vez, sin saber qué hacer, sin nada,
déjame,
desde mi piedra en blanco, déjame,
solo,
cuadrumano, más acá, mucho más lejos,
al no caber entre mis manos tu largo rato extático,
quiebro con tu rapidez de doble filo
mi pequeñez en traje de grandeza!

Un día diurno, claro, atento, fértil
¡oh bienio, el de los lóbregos semestres
suplicantes,
por el que iba la pólvora mordiéndose los
codos!
¡oh dura pena y más duros pedernales!
!oh frenos los tascados por el pueblo!
Un día prendió el pueblo su fósforo cautivo,
oró de cólera
y soberanamente pleno, circular,
cerró su natalicio con manos electivas;
arrastraban candado ya los déspotas
y en el candado, sus bacterias
muertas…

¿Batallas? ¡No! Pasiones. Y pasiones
precedidas
de dolores con rejas de esperanzas,
de dolores de pueblos con esperanzas de hombres!
¡Muerte y
pasión de paz, las populares!

¡Muerte y pasión guerreras entre olivos,
entendámonos!
Tal en tu aliento cambian de agujas atmosféricas los
vientos
y de llave las tumbas en tu pecho,
tu frontal elevándose a primera potencia de
martirio.

El mundo exclama: "¡Cosas de españoles!" Y es
verdad.
Consideremos,
durante una balanza, a quema ropa,
a Calderón, dormido sobre la cola de un anfibio muerto
o a Cervantes,
diciendo: "Mi reino es de este mundo, pero
también del otro": ¡punta y filo en dos papeles!
Contemplemos a Goya, de hinojos y rezando ante un espejo,
a Coll, el paladín en cuyo asalto cartesiano
tuvo un sudor de nube el paso llano
o a Quevedo, ese abuelo instantáneo de los dinamiteros
o a Cajal, devorado por su pequeño infinito, o
todavía
a Teresa, mujer que muere porque no muere
o a Lina Odena, en pugna en más de un punto con
Teresa…
(Todo acto o voz genial viene del pueblo
y va hacia él, de frente o transmitidos
por incesantes briznas, por el humo rosado
de amargas contraseñas sin fortuna)
Así tu criatura, miliciano, así tu exangüe
criatura,
agitada por una piedra inmóvil,
se sacrifica, apartase,
decae para arriba y por su llama incombustible sube,
sube hasta los débiles,
distribuyendo españas a los toros,
toros a las palomas…

Proletario que mueres de universo, ¡en qué
frenética armonía
acabará tu grandeza, tu miseria, tu vorágine
impelente,
tu violencia
metódica, tu caos teórico y práctico, tu
gana
dantesca, españolísima, de amar, aunque sea a
traición,
a tu enemigo!

¡Liberador ceñido de grilletes,
sin cuyo esfuerzo hasta hoy continuaría sin asas la
extensión,
vagarían acéfalos los clavos,
antiguo, lento, colorado, el día,
nuestros amados cascos, insepultos!
¡Campesino
caído con tu verde follaje por el hombre,
con la inflexión social de tu meñique,
con tu buey que se queda, con tu física,
también con tu palabra atada a un palo
y tu cielo arrendado
y con la arcilla inserta en tu cansancio
y la que estaba en tu uña, caminando!
¡Constructores
agrícolas, civiles y guerreros,
de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito
que vosotros haríais la luz, entornando
con la muerte vuestros ojos;
que, a la caída cruel de vuestras bocas,
vendrá en siete bandejas la abundancia, todo
en el mundo será de oro
súbito
y el oro,
fabulosos mendigos de vuestra propia secreción de
sangre,
y el oro mismo será entonces de oro!

¡Se amarán todos los hombres
y comerán tomados de las puntas de vuestros
pañuelos tristes
y beberán en nombre
de vuestras gargantas infaustas!
Descansarán andando al pie de esta carrera,
sollozarán pensando en vuestras órbitas,
venturosos
serán y al son
de vuestro atroz retorno, florecido, innato,
ajustarán mañana sus quehaceres, sus figuras
soñadas y cantadas!

¡Unos mismos zapatos irán
bien al que asciende
sin vías a su cuerpo
y al que baja hasta la forma de su alma!
¡Entrelazándose hablarán los mudos, los
tullidos andarán!
¡Verán, ya de regreso, los ciegos
y palpitando escucharán los sordos!
¡Sabrán los ignorantes, ignorarán los
sabios!
¡Serán dados los besos que no pudisteis dar!
¡Sólo la muerte morirá! ¡La hormiga
traerá pedacitos de pan al elefante encadenado
a su brutal delicadeza; volverán
los niños abortados a nacer perfectos, espaciales
y trabajarán todos los hombres,
engendrarán todos los hombres,
comprenderán todos los hombres!

¡Obrero, salvador, redentor nuestro,
perdónanos, hermano, nuestras deudas!
Como dice un tambor al redoblar, en sus adagios:
qué jamás tan efímero, tu espalda!
qué siempre tan cambiante, tu perfil!

¡Voluntario italiano, entre cuyos animales de
batalla
un león abisinio va cojeando!
¡Voluntario soviético, marchando a la cabeza de tu
pecho universal!
¡Voluntarios del sur, del norte, del oriente
y tú, el occidental, cerrando el canto fúnebre del
alba!
¡Soldado conocido, cuyo nombre
desfila en el sonido de un abrazo!
¡Combatiente que la tierra criara,
armándote
de polvo,
calzándote de imanes positivos,
vigentes tus creencias personales,
distinto de carácter, íntima tu
férula,
el cutis inmediato,
andándote tu idioma por los hombros
y el alma coronada de guijarros!
¡Voluntario fajado de tu zona fría,
templada o tórrida,
héroes a la redonda,
víctima en columna de vencedores:
en España, en Madrid,
están llamando
a matar, voluntarios de la vida!

¡Porque en España matan, otros matan
al niño, a su juguete que se para,
a la madre Rosenda esplendorosa,
al viejo Adán que hablaba en alta voz con su caballo
y al perro que dormía en la escalera.
Matan al libro, tiran a
sus verbos auxiliares,
a su indefensa página primera!
Matan el caso exacto de la estatua,
al sabio, a su bastón, a su colega,
al barbero de al lado -me cortó posiblemente,
pero buen hombre y, luego, infortunado;
al mendigo que ayer cantaba enfrente,
a la enfermera que hoy pasó llorando,
al sacerdote a cuestas con la altura tenaz de sus rodillas…

¡Voluntarios,
por la vida, por los buenos, matad
a la muerte, matad a los malos!
¡Hacedlo por la libertad de
todos,
del explotado, del explotador,
por la paz indolora -la sospecho
cuando duermo al pie de mi frente
y más cuando circulo dando voces-
y hacedlo, voy diciendo,
por el analfabeto a quien escribo,
por el genio descalzo
y su cordero,
por los camaradas caídos,
sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino!

Para que vosotros,
voluntarios de España y del mundo, vinierais,
soñé que era yo bueno, y era para ver
vuestra sangre, voluntarios…
De esto hace mucho pecho, muchas ansias,
muchos camellos en edad de orar.
Marcha hoy de vuestra parte el bien ardiendo,
os siguen con cariño los reptiles de pestaña
inmanente
y, a dos pasos, a uno,
la dirección del agua que corre
a ver su límite antes que arda.

TRILCE

Hay un lugar que yo me sé
en este mundo, nada menos,
adonde nunca llegaremos.

Donde, aún sin nuestro pie
llegase a dar por un instante
será, en verdad, como no estarse.

Es ese un sitio que se ve
a cada rato en esta vida,
andando, andando de uno en fila.

Más acá de mí mismo y de
mi par de yemas, lo he entrevisto
siempre lejos de los destinos.

Ya podéis iros a pie
o a puro sentimiento en pelo,
que a él no arriban ni los sellos.

El horizonte color

se muere por colonizarle
para su gran Cualquiera parte.

Mas el lugar que yo me sé,
en este mundo, nada menos,
hombreado va con los reversos.

-Cerrad aquella puerta que
está entreabierta en las entrañas
de ese espejo. -¿Esta? – No; su hermana.

-No se puede cerrar. No se
puede llegar nunca a aquel sitio
-do van en rama los pestillos.

Tal es el lugar que yo me sé.

Quién hace tanta bulla, y ni deja
testar las islas que van quedando.

Un poco más de consideración
en cuanto será tarde, temprano
y se aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina tesórea
que brinda sin querer,
en el insular corazón,
salobre alcatraz, a cada hialóidea

grupada.

Un poco más de consideración,
y el mantillo líquido, seis de la tarde
DE LOS MAS SOBERBIOS BEMOLES

Y la península párase
por la espalda, abozaleada, impertérrita
en la línea mortal del equilibrio.

"Tiempo,
tiempo"

II

Tiempo Tiempo.

Mediodía estancado entre relentes.
Bomba aburrida del cuartel achica
tiempo tiempo tiempo tiempo.

Era Era.

Gallos cancionan escarbando en vano.
Boca del claro día que conjuga
era era era era.

Mañana Mañana.

El reposo caliente aun de ser.
Piensa el presente guárdame para
mañana mañana mañana mañana.

Nombre Nombre.

¿Qué se llama cuanto erizamos?
Se llama Lo mismo que padece
nombre nombre nombre nombre.

Las cuatro paredes

Oh las cuatro paredes de la celda.
Ah las cuatro paredes albicantes
que sin remedio dan al mismo número.

Criadero de nervios, mala brecha,
por sus cuatro rincones cómo arranca
las diarias aherrojadas extremidades.

Amorosa llavera de innumerables llaves,
si estuvieras aquí, si vieras hasta
qué hora son cuatro estas paredes.
Contra ellas seríamos contigo, los dos,
más dos que nunca. Y ni lloraras,
di, libertadora!

Ah las paredes de la celda.
De ellas me duele entretanto, más
las dos largas que tienen esta noche
algo de madres que ya muertas
llevan por bromurados declives,
a un niño de la mano cada una

Y sólo yo me voy quedando,
con la diestra, que hace por ambas manos,
en alto, en busca de terciario brazo
que ha de pupilar, entre mi dónde y mi cuándo,
esta mayoría inválida de hombre.

MAYO

Vierte el humo doméstico en la aurora
su sabor a rastrojo;
y canta, haciendo leña, la pastora
un salvaje aleluya!
                                      
Sepia y rojo.
Humo de la cocina, aperitivo
de gesta en este bravo amanecer.
El último lucero fugitivo
lo bebe, y, ebrio ya de su dulzor,
¡oh celeste zagal trasnochador!
se duerme entre un jirón de rosicler.

Hay ciertas ganas lindas de almorzar,
y beber del arroyo, y chivatear!
Aletear con el humo allá, en la altura;
o entregarse a los vientos otoñales
en pos de alguna Ruth sagrada, pura,
que nos brinde una espiga de ternura
bajo la hebraica unción de los trigales!

Hoz al hombro calmoso,
acre el gesto brioso,
va un joven labrador a Irichugo.
Y en cada brazo que parece yugo
se encrespa el férreo jugo palpitante
que en creador esfuerzo cotidiano
chispea, como trágico diamante,
a través de los poros de la mano
que no ha bizantinado aún el guante.

Bajo un arco que forma verde aliso,
¡oh cruzada fecunda del andrajo!
pasa el perfil macizo
de este Aquiles incaico del trabajo.

La zagala que llora
su yaraví a la aurora,
recoge ¡oh Venus pobre!
frescos leños fragantes
en sus desnudos brazos arrogantes
esculpidos en cobre.
En tanto que un becerro,
perseguido del perro,
por la cuesta bravía
corre, ofrendando al floreciente día
un himno de Virgilio en su cencerro!

Delante de la choza
el indio abuelo fuma;
y el serrano crepúsculo de rosa,
el ara primitiva se sahúma
en el gas del tabaco.
Tal surge de la entraña fabulosa
de epopéyico huaco,
mítico aroma de broncíneos lotos,
el hilo azul de los alientos rotos!

Hoy me gusta la vida mucho menos…

Hoy me gusta la vida mucho menos,
pero siempre me gusta vivir: ya lo decía.
Casi toqué la parte de mi todo y me contuve
con un tiro en la lengua
detrás de mi palabra.

Hoy me palpo el mentón en retirada
y en estos momentáneos pantalones yo me digo:
¡Tanta vida y jamás!
¡Tantos años y siempre mis semanas!…
Mis padres enterrados con su piedra
y su triste estirón que no ha acabado;
de cuerpo entero hermanos, mis hermanos,
y, en fin, mi ser parado y en chaleco.

Me gusta la vida enormemente
pero, desde luego,
con mi muerte querida y mi café
y viendo los castaños frondosos de París
y diciendo:
Es un ojo éste; una frente ésta, aquélla…
Y repitiendo:
¡Tanta vida y jamás me falla la tonada!
¡Tantos años y siempre, siempre, siempre!

Dije chaleco, dije
todo, parte, ansia, dije casi, por no llorar.
Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al
lado
y que está bien y está mal haber mirado
de abajo para arriba mi organismo.

Me gustará vivir siempre siempre! siempre, así
fuese de barriga,
porque, como iba diciendo y lo repito,
¡tanta vida y jamás y jamás! ¡Y tantos
años,
y siempre, mucho siempre, siempre siempre!

SERMÓN SOBRE LA MUERTE

 Y, en fin, pasando luego al
dominio de la
muerte,
que actúa en escuadrón, previo corchete,
párrafo
y llave, mano grande y diéresis,
¿a qué el pupitre asirio? ¿a qué el
cristiano púlpito,
el intenso jalón del mueble vándalo
o, todavía menos, este esdrújulo retiro?

¿Es para terminar,
mañana, en prototipo del alarde fálico,
en diabetes y en
blanca vacinica,
en rostro geométrico, en difunto,
que se hacen menester sermón y almendras,
que sobran literalmente patatas
y este espectro fluvial en que arde el oro
y en que se quema el precio de la
nieve?
¿Es para eso, que morimos tanto?
¿Para sólo morir,
tenemos que morir a cada instante?
¿Y el párrafo que escribo?
¿Y el corchete deísta que enarbolo?
¿Y el escuadrón en que falló mi casco?
¿Y la llave que va a todas las puertas?
¿Y la forense diéresis, la mano,
mi patata y mi carne y mi contradicción bajo la
sábana?

¡Loco de mí, lobo de mí, cordero
de mí, sensato, cabalísimo de mí!
¡Pupitre, sí, toda la vida; púlpito,
también, toda la muerte!
Sermón de la barbarie: estos papeles;
esdrújulo retiro: este pellejo.

De esta suerte, cogitabundo, aurífero, brazudo,
defenderé mi presa en dos momentos,
con la voz y también con la laringe,
y del olfato físico con que oro
y del instinto de inmovilidad con que ando,
me honraré mientras viva -hay que decirlo;
se enorgullecerán mis moscardones,
porque, al centro, estoy yo, y a la derecha,
también, y, a la izquierda, de igual modo.

Por último, sin ese buen aroma sucesivo…

Por último, sin ese buen aroma sucesivo,
sin él,
sin su cuociente melancólico,
cierra su manto mi ventaja suave,
mis condiciones cierran sus cajitas.

¡Ay, cómo la sensación arruga tanto!
¡ay, cómo una idea fija me ha entrado en una
uña!
Albino, áspero, abierto, con temblorosa
hectárea,
mi deleite cae viernes,
mas mi triste tristumbre se compone de cólera y
tristeza
y, a su borde arenoso e indoloro,
la sensación me arruga, me arrincona.

Ladrones de oro, víctimas de plata:
el oro que robara yo a mis víctimas,
¡rico de mí olvidándolo!
la plata que robara a mis ladrones,
¡pobre de mí olvidándolo!

Execrable sistema, clima en nombre
del cielo, del bronquio y la quebrada,
la cantidad enorme de dinero que
cuesta el ser pobre…

MADRE, VOY MAÑANA A SANTIAGO…

Madre, voy mañana a Santiago,
a mojarme en tu bendición y en tu llanto.
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
de llaga de mis falsos trajines.

Me esperará tu arco de asombro,
las tonsuradas columnas de tus ansias
que se acaban la vida. Me esperará el patio,
el corredor de abajo con sus tondos y repulgos
de fiesta. Me esperará mi sillón ayo,
aquel buen quijarudo trasto de dinástico
cuero, que
para no más rezongando a las nalgas
tataranietas, la correa a correhuela.

Estoy cribando mis cariños más puros.
Estoy ejeando no oyes jadear la sonda
no oyes tascas dinas
estoy plasmando tu fórmula de amor
para todos los huesos de este suelo.
Oh si se dispusieran los tácidos volantes
para todas las cintas más distantes,
para todas las citas más distintas.

Así, muerta inmortal. Así.
Bajo los dobles arcos de tu sangre, por donde
hay que pasar tan de puntillas, que hasta mi padre
para ir por allí,
humildóse hasta menos de la mitad del hombre,
hasta ser el primer pequeño que tuviste.

Así, muerta inmortal.
Entre la columnata de tus huesos
que no puede caer ni a lloros,
y a cuyo lado ni el Destino pudo entrometer
ni un solo dedo suyo.

Así, muerta inmortal.
Así.

DESOLACIÓN

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido,

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvoreda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de
ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II

Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir…

Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente…
¡y después hablaremos por una eternidad!

Sólo entonces sabrás el por qué no
madura
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

Se hará luz en la zona de los signos,
oscura:
sabrás que en nuestra alianza signo de astros
había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir…

III

Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él…

Y yo dije al Señor: – "Por las sendas mortales
le llevan ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor".

Se detuvo la barca rosa de su vivir…
¿Que no sé del amor, que no
tuve piedad?
¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes,
Señor!

Los mineros salieron de la mina

Los mineros salieron de la mina
remontando sus ruinas venideras,
fajaron su salud con
estampidos
y, elaborando su función
mental,
cerraron con sus voces
el socavón, en forma de síntoma profundo.

¡Era de ver sus polvos corrosivos!
¡Era de oír sus óxidos de altura!
Cuñas de boca, yunques de boca, aparatos de boca
(¡Es formidable!)

El orden de sus túmulos,
sus inducciones plásticas, sus respuestas corales,
agolpáronse al pie de ígneos percances
y airente amarillura conocieron los trístidos y
tristes,
imbuidos, del metal que se acaba, del metaloide pálido y
pequeño.

Craneados de labor,
y calzados de cuero de vizcacha,
calzados de senderos infinitos,
y los ojos de físico llorar,
creadores de la profundidad,
saben, a cielo intermitente de escalera,
bajar mirando para arriba,
saben subir mirando para abajo.

¡Loor al antiguo juego de su
naturaleza,
a sus insomnes órganos, a su saliva rústica!
¡Temple, filo y punta a sus pestañas!
¡Crezcan la yerba, el liquen y la rana en sus
adverbios!
¡Felpa de hierro a sus
nupciales sábanas!
¡Mujeres hasta abajo, sus mujeres!
¡Mucha felicidad para los suyos!
¡Son algo portentoso, los mineros
remontando sus ruinas venideras,
elaborando su función mental
y abriendo con sus voces
el socavón, en forma de síntoma profundo!
¡Loor a su naturaleza amarillenta,
a su linterna mágica,
a sus cubos y rombos, a sus percances plásticos,
a sus ojazos de seis nervios ópticos
y a sus hijos que juegan en la iglesia
y a sus tácitos padres infantiles!
¡Salud, oh creadores de la profundidad!… (Es
formidable.)

Las cuatro paredes

Oh las cuatro paredes de la celda.
Ah las cuatro paredes albicantes
que sin remedio dan al mismo número.

Criadero de nervios, mala brecha,
por sus cuatro rincones cómo arranca
las diarias aherrojadas extremidades.

Amorosa llavera de innumerables llaves,
si estuvieras aquí, si vieras hasta
qué hora son cuatro estas paredes.
Contra ellas seríamos contigo, los dos,
más dos que nunca. Y ni lloraras,
di, libertadora!

Ah las paredes de la celda.
De ellas me duele entretanto, más
las dos largas que tienen esta noche
algo de madres que ya muertas
llevan por bromurados declives,
a un niño de la mano cada una

Y sólo yo me voy quedando,
con la diestra, que hace por ambas manos,
en alto, en busca de terciario brazo
que ha de pupilar, entre mi dónde y mi cuándo,
esta mayoría inválida de hombre.

Vallejo en Berlin

…..VALLEJO y su GUILLETE. Esta
famosa fotografía
se conoce recortada, con Georgette separada del cuadro.

….. Tres de los más
grandes peruanistas, César Vallejo, Manuel González
Prada y José Carlos Mariátegui no se casaron con
peruanas sino con extranjeras. Vallejo conoció en la misma
Ciudad de las Luces a "su guillette", como la llamaba
afectuosamente. No le faltó razón; con el filo de
su carácter Georgette Marie Phillipart cortó con
muchas amistades del poeta e hizo tajos a todo aquél que
pretendiera saber más de Vallejo que ella.

….. Sólo después
que venció en dura batalla y desplazó a otra
francesa de nombre Henriette del corazón de Vallejo,
Hirondelle trocó su nombre por el de Georgette Marie
Phillipart y empezó a vivir. En el café Le
Carillón Vallejo echó mano del cortejo mortal:
leyó
para ella sus versos y se los tradujo. Con tantos días de
visita al cielo y noches hospedados en el infierno, se
enamoraron. Juntos le dieron la vuelta a Europa.
Georgette, quien era sumamente posesiva, se apoderó de la
vida, el alma y la obra de Vallejo. Pero también
cargó con sus enfermedades, deudas,
frustraciones y los días de hambre. Finalmente se casaron
el 11 de octubre de 1934. Georgette no tuvo reparos en asesinar
ocho o nueve veces a la cigüeña que le provocaba
pesadillas a Vallejo. Cuando el poeta murió en 1938, ella
por primera vez se quedó más sola que pobre. Su
cuerpo descansa eternamente en La Planicie y el de su esposo en
Montparnasse.

                                           
         

César Salomón Cimentiére Mont Parnasse
Paris, tombe du Vallejo

César Vallejo

Der peruanische Lyriker in gelungener Übersetzung im
Rimbaud-Verlag von Petra Strien

Der Peruaner César Vallejo (1892-1938), einer der
gröÃ?ten Dichter Lateinamerikas in diesem
Jahrhundert, ist anders als Pablo Neruda oder
Octavio Paz
leider in Deutschland bisher kaum bekannt.

Seit 1998 hat der kleine Rimbaud-Verlag sein ehrgeiziges,
zunächst auf Frankreich spezialisiertes Lyrikprogramm auf
die spanischsprachige Welt ausgedehnt und drei Lyrikbände
mit den Hauptwerken des Peruaners César Vallejo in
zweisprachiger Ausgabe vorgelegt: Trilce; Menschliche Gedichte;
Spanien, nimm diesen Kelch von mir. Im Herbst dieses Jahres soll
ein vierter Band mit dem noch dem Modernismus verhafteten
lyrischen Frühwerk des Autors folgen.

DaÃ? César Vallejo bisher hierzulande wenig
Beachtung geschenkt wurde, ist verwunderlich, zumal er in
England, Frankreich, Italien und den Vereinigten Staaten bereits
seit den sechziger Jahren die gebührende Anerkennung
gefunden hat. Ein Teil seines Werkes entstand sogar in Europa, wo
er seit 1921 in Paris lebte und nicht nur engen Kontakt mit den
französischen Surrealisten, sondern auch zur
auÃ?ergewöhnlich produktiven Literaturszene im
Spanien der zwanziger und dreiÃ?iger Jahre pflegte. Im
übrigen war sein Werk spätestens seit der zweiten
Jahrhunderthälfte wegweisend für alle groÃ?en
Lyriker spanischer Sprache.

Ein Grund für die zögerliche Rezeption Vallejos in
Deutschland mag in der schier unlösbaren Aufgabe der
Übertragung liegen, zumal bis 1989 eine kritische
Textausgabe des Gesamtwerks fehlte. Vallejo hat mit der
poetischen Sprache auf allen Ebenen des Ausdrucks und Inhalts bis
an ihre Grenzen experimentiert, wodurch das Verständnis
selbst für Muttersprachler äuÃ?erst erschwert
ist: Auflösung der grammatikalischen, syntaktischen und
logischen Bezüge auf der Ausdrucks- und der Inhaltsebene bis
zur Unverständlichkeit; Bildung von Neologismen und Gebrauch
seltener, semantisch entfremdeter oder in ihrer Bedeutung
veralteter bzw. nur noch regional gebräuchlicher
Wörter, gebrochene Metaphernstrukturen.

Bei aller Hermetik des lyrischen Stils berührt Vallejos
poetische Sprache im gesamten Werk doch unmittelbar durch ihre
starke emotionale Kraft und die zutiefst pessimistische
Grundstimmung, die Vallejo bis in seine kämpferischen
Gedichte während des Spanischen Bürgerkriegs von
mitstreitenden Dichterkollegen wie Rafael Alberti oder Pablo
Neruda unterscheidet. Dieses Grundgefühl der
Hoffnungslosigkeit wird nicht zuletzt durch die im Kreis
leerlaufende Zeit und die ausweglose Abgeschlossenheit des Raumes
vermittelt, die als konstante Koordinaten sein lyrisches
Universum durchziehen. Vallejos Thema sind die groÃ?en
Inkognita der Romantik, für die er eine ganz
persönliche, sehr konkrete, oft lautmalerisch
verstärkte Bildsprache entwickelt hat, etwa die des Brotes
im biblischen Sinne als Bild für den unstillbaren Hunger
nach Transzendenz.

Der Herausgeber, Alberto Pérez, und Curt Mayer-Clason,
als renommierter Übersetzer, haben in der deutschen Ausgabe
alles getan, um dem Leser den Zugang zum Text zu erleichtern.
Jedem der drei Bände ist ein umfangreiches Nachwort mit
detaillierten Anmerkungen angehängt, das über Vallejos
Leben und Werk und über die wichtigsten Erkenntnisse der
aktuellen Vallejo-Forschung informiert.

Ein Lyrikübersetzer steht immer vor dem Dilemma des
á??traduttore-traditore", wie es seit jeher im
italienischen Volksmund heiÃ?t. Wie schon Voltaire
wuÃ?te, bleibt dem Übersetzer nur die Wahl zwischen
zwei Übeln: entweder schön und untreu oder treu und
nicht schön. Meyer-Clasons deutsche Version lehnt sich eng
an den Originaltext an und verzichtet zugunsten der Genauigkeit
auf den schönen Schein eigener Nachschöpfungen. Ihm
geht es ganz uneitel darum, die schöpferische Kraft von
Vallejos lyrischer Sprache sichtbar zu machen. In
ausführlichen Anmerkungen gibt er gewissenhaft Einblicke in
die Probleme, die sich ihm bei der Übertragung der Gedichte
stellten und führt den deutschen Leser so ganz nah an den
Originaltext heran.

Der unschätzbaren Arbeit des Herausgebers sowie des
Übersetzers und dem Mut des Rimbaud-Verlags ist es zu
verdanken, daÃ? uns Vallejos Lyrik jetzt also endlich in
einer lesbaren und verläÃ?lichen Fassung auf Deutsch
vorliegt.

The Book Of Nature

   Professor of sobbing – I said to a tree –
staff of quicksilver, rumorous
linden, at the bank of the Marne, a good student
is reading in your deck of cards, in your dead foliage,
between the evident water and the false sun,
his three of hearts, his queen of diamonds.

   Rector of the chapters of heaven,
of the ardent fly, of the manual calm there
is in asses;
rector of deep ignorance, a bad student
is  reading in your deck of cards, in your dead
foliage,
the hunger for reason that maddens him
and the thirst for dementia that drives him mad.

   Technician of shouts, conscious tree,
strong,
fluvial, double, solar, double, fanatic,
connoisseur of the cardinal roses, totally
embedded, until drawing blood, in stingers, a student
is reading in your deck of cards, in your dead foliage,
his precocious, telluric, volcanic, king of spades.

   Oh professor, from having been so ignorant!
oh rector, from trembling so much in the air!
oh technician, from so much bending over!
Oh linden, oh murmurous staff by the Marne!

                                            21
October 1937

Let the millionaire walk naked

   Let the millionaire walk naked, stark
naked!
Disgrace for whoever builds his death bed with treasures!
A world for whoever greets;
an armchair for whoever sows in the sky;
sobbing for whoever finishes what he makes, keeping the
beginnings;
let the spur-wearer walk;
no duration for the wall on which another wall is not
growing;
give to the wretched all his wretchedness,
bread, to whoever laughs;
let the triumphs lose, the doctors die;
put milk in blood;
add a candle to the sun,
eight hundred to twenty;
let eternity pass under the bridges!
Scorn whoever gets dressed,
crown feet with hands, fit them in their size;
let my personality sit next to me!
To weep having fit in that womb,
blessed is he who observes air in the air,
many years of nail for the hammer stroke;
strip the naked,
make the cape put on pants,
let copper gleam at the expense of its plates,
majesty for whoever falls from the clay into the universe,
let the mouths weep, the looks moan,
prevent steel from enduring,
thread for the portable horizons,
twelve cities for the stone path,
a sphere for whoever plays with his shadow;
a day made of one hour for the husband and wife;
a mother for the plow in praise of soil,
seal liquids with two seals,
let the mouthful call roll,
let the quail be,
let the race of the poplar and the tree be;
let the sea, contrary to the circle, defeat his son
and weeping, gray hair;
leave the asps alone, gentle sirs,
furrow your flame with seven logs,
live,
raise the height,
lower the deepage deeper,
let the wave accompany its momentum walking,
the crypt"s truce succeed!
May we die;
wash your skeleton daily;
pay no attention to me,
a lame bird for the despot and his soul;
a dreadful stain, for whoever goes it alone;
sparrows for the astronomer, for the sparrow an aviator!
Give off rain, give off sun,
keep an eye on Jupiter, on the thief of your gold idols,
copy your writing in three notebooks,
learn from the married when they speak, and
from the solitary, when they"re silent;
give the sweethearts something to eat,
the devil in your hands something to drink,
fight for justice with your nape,
make yourselves equal,
let the oak be fulfilled,
the leopard between two oaks be fulfilled,
let us be,
let us be here,
feel how water navigates the oceans,
take nourishment,
let the error be conceived, since I"m weeping,
accept it, while goats and their young climb the crags;
make God break the habit of being a man,
grow up…!
They"re calling me. I"ll be back.

 

 

 

 

 

Autor:

Cesar Augusto Salomon H.

Partes: 1, 2, 3, 4
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