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Fondos Soberanos: USA y los nuevos "soberanos" (página 5)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

"Dudo que seamos las estrellas del show este año, lo
cual creo que es muy apropiado y saludable. Me gustaría
volver a la oscuridad que tanto nos merecemos", opina Glenn
Hutchins, fundador y copresidente ejecutivo de la firma de
capital
privado Silver Lake, con sede en California y Nueva York.
También es probable que los banqueros centrales,
incluyendo al líder
del Banco Central
Europeo Jean-Claude Trichet, y Ben Bernanke, de la Reserva
Federal de EEUU, se vean este año bajo un escrutinio
más intenso, a medida que los paneles discuten cómo
reorganizar las reglas de los sistemas
financieros mundiales para evitar que se repita una
situación como la que se derivó de la crisis de las
hipotecas de alto riesgo en
EEUU.

Pero el debate
más importante de Davos será acerca de "las
políticas monetarias y fiscales apropiadas
para sacarnos de este desastre", anticipa Nouriel Roubini, un
profesor de
economía de la Universidad de
Nueva York y presidente de la junta de la firma de investigación Roubini Global Economics. El
profesor recuerda cómo se convirtió en el blanco de
las mofas en Davos el año pasado cuando expuso sus
perspectivas pesimistas sobre la economía. Uno de los
pocos protagonistas de Wall Street que puede pasear orgulloso por
Davos es Lloyd Blankfein, presidente de Goldman Sachs Group Inc.,
cuyos corredores consiguieron sacar justo a tiempo a
la firma de la crisis hipotecaria.

Un cambio de
poder

Las estrellas que brillan y que dejaron de brillar abundan en
medio de los grandes cambios que se ha visto en la
economía global desde la última reunión de
Davos.

Estrellas

Bader Al Sa"ad, Autoridad de
Inversiones de
Kuwait. Los fondos soberanos han surgido como un nuevo poder
económico.

Anil Ambani, Rellance Industries. Las empresas indias
están en auge a medida que se acelera el crecimiento
económico del país.

Sergei Bogdanchikov, Rosneft. Los precios del
crudo dan más poder a las estatales en Rusia y otros
países ricos en recursos
naturales.

Estrellados

Charles Prince, ex Presidente Ejecutivo de Citigroup. No
volverá a Davos tras perder su puesto como consecuencia de
la crisis hipotecaria de EEUU.

Stephen Schwarzman, Blakstone. La acción
de la firma se derrumbó a medida que la crisis del
crédito
le puso freno a los acuerdos de capital privado.

Robert Diamond, Barclays. Las pérdidas del banco
europeo por la crisis hipotecaria pusieron en evidencia los
riesgos de
la
globalización financiera".

– Nubarrones en el imperio del dólar – La
dependencia financiera de Estados Unidos
pasa factura
geopolítica (La Vanguardia
19/1/08)

(Por Andy Robinson  / Londres. Enviado especial)

"Las estrellas de la cumbre de la elite global este año
en Davos no serán los jóvenes billonarios de
California, Larry Page y Sergey Brin (fundadores de Google), sino
funcionarios orientales, anónimos gestores de los llamados
fondos soberanos, poderosos vehículos de inversión controlados por estados de
Oriente Medio, Rusia y China, entre
otros, que acaban de hacerse, por un precio
rebajado, con los bancos más
grandes de Estados Unidos.

"El paisaje ha cambiado en Davos por el declive de la
influencia de los estados occidentales", afirmó en The
Wall Street Journal un financiero estadounidense que
asistirá al complejo hotelero suizo donde Thomas Mann
ambientó su apocalíptica alegoría de
decadencia imperial a primeros del siglo XX, La montaña
mágica.

Y las grietas más visibles de este cambio
sísmico de paisaje aparecen en EEUU. Hace años que
el poder financiero y económico estadounidense no se
encuentra a la altura de su poder militar. Pero este año,
en plena crisis financiera desatada por las llamadas hipotecas
basura, y en
medio de una depreciación implacable del dólar –
casi un 50% en cinco años frente al euro-, muchos temen
que la abultada deuda externa de
EEUU  pueda pasar factura en el terreno
geopolítico.

Comentaristas que, en su momento, defendían las
guerras en
Afganistán e Iraq, de Niall
Ferguson, el historiador de Harvard, a James Fallow, de la
revista
Atlantic en Washington, ya no se deshacen en elogios de la
hegemonía benévola, sino que comparan Estados
Unidos con el agonizante imperio británico de la
posguerra, aquejado por un sinfín de devaluaciones y un
endémico endeudamiento exterior.

Ben Steil, del Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York,
lamenta "una política monetaria
irresponsable de imprimir dinero" que ha
"quebrado la credibilidad del dólar y ha causado un
daño
geopolítico, y los chinos lo saben". La agencia de
valoración financiera Moody"s declaró la semana
pasada que no descarta en el futuro rebajar la
calificación de la deuda estadounidense al grado de bono
basura.

Hace años que economistas comentan un fenómeno
extraño del nuevo siglo; que la única superpotencia
militar del mundo -gasta medio billón de dólares en
armas,
más que los 15 países que le siguen en el ranking
militar, sin incluir los estimados 200.000 millones de
dólares al año en la guerra en
Iraq- sufre una dependencia crónica de capitales
extranjeros, muchos procedentes de países en desarrollo.
Estados Unidos necesita inversiones extranjeras de casi 2.000
millones de dólares al día para financiar su enorme
déficit exterior.

Gracias al papel del dólar como divisa reserva, los
países acreedores de Estados Unidos, desde China hasta los
productores de petróleo del golfo Pérsico, suelen
reinvertir los ingresos de sus
exportaciones en
la misma deuda estadounidense. La divisa reserva es el sine qua
non del poder estadounidense actual, "imprescindible para
conseguir la financiación necesaria para subvencionar a
los aliados y darles armas", ironiza Kathleen Burk, autora de
"Old world, new World", un nuevo estudio sobre los imperios
británico y estadounidense.

Pero, como comprobaron los primeros ministros
británicos en el crepúsculo del imperio
británico, no es fácil mantener indefinidamente el
estatus de moneda reserva. Y una vez que se pierde, la vida
imperial se hace muy difícil. La libra esterlina fue
devaluada en nada menos que doce ocasiones a partir de 1945
mientras cayeron como piedras las joyas de la corona, de la
India a Kenia,
Egipto o
Malasia. Durante la crisis de Suez en 1956, el secretario de
Estado de
Estados Unidos, George Humphrey, amenazó: "Si los
británicos no se retiran de Egipto, atacaremos la libra".
Los británicos tardaron menos de 24 horas en retirarse.
"En Suez, Gran Bretaña tuvo dos puntos débiles: sus
suministros de petróleo y
su divisa", dice Burk, un dilema que quizás resulte
familiar en Washington actualmente.

Economistas del National Bureau of Economic Research en
Washington prevén que el euro sustituirá al
dólar como divisa reserva principal antes del 2022; otros
creen que la nueva moneda imperial será el yuan chino.

Aunque este relevo hipotético todavía queda
lejos, el impacto geopolítico de la debilidad del
dólar puede verse ya, dice Steil. "Dinero es influencia y
el mismo dólar ya va a comprar menos influencia; tampoco
podemos cortar el flujo de dólares a países
rebeldes como Irán o
Corea del Norte", dijo.

Por lo general, "a donde va el dinero lo
siguen otras clases de poder", advierte Fallow en el
último número de The Atlantic."Pregúntele a
Mijail Gorbachov sobre el papel de la bancarrota en el colapso
del imperio soviético", añade. Hasta la fecha, "las
fuerzas armadas chinas son demasiado débiles para retar a
EEUU directamente, incluso en el estrecho de Taiwán",
prosigue Fallow. "Pero, con dinero, esto puede cambiar".

Por el momento, EEUU y China están condenados a
entenderse, ya que una decisión china de abandonar el
dólar aniquilaría el valor de sus
propias reservas. "Es una especie de acuerdo de
destrucción mutua financiera, como en la guerra
fría", según explicó Robert Wade, de la
London School of Economics. Pero conforme el dólar pierde
valor, "crecen las presiones políticas sobre los
líderes chinos para diversificar sus divisas y
proteger los intereses financieros de sus ciudadanos", dice Barry
Eichengreen, asesor del Fondo Monetario
Internacional. Cada habitante de Estados Unidos debe 4.000
dólares a un habitante chino.

Asimismo, ha existido "un quid pro quo con Arabia Saudí
y los estados del Golfo en el sentido de que ellos suministren
petrodólares a cambio de apoyo militar estadounidense
contra Irán", añade Wade. Pero también es un
equilibrio
precario. Arabia Saudí y los Emiratos – tras pactar
compras a EEUU de
misiles y buques de guerra por 20.000 millones de dólares-
estudian formas de desvincular su economía del
dólar, aunque no hay indicios de que se optará por
cambiar la divisa de transacciones en el mercado del
petróleo.

Pero no queda tan claro que -en lo que se refiere al
dólar, al menos- los petromonarcas del Golfo discrepen de
su supuesto enemigo, Mahmud Ahmadineyad, presidente de
Irán, quien en la última cumbre de la OPEP
acuñó la frase más comentada del acto:
"¿El dólar? – dijo-. Sí, es un trozo de
papel sin valor".

 -
Los nuevos "Soberanos"… que tienen los
"Fondos"

(Los dueños de la "manguera")

 

 

 

 

 

 

 

 

 

– Imposible borrar la
evidencia (El ardid explota por los cuatro
"factores")

Espero haber presentado al lector -paciente y generoso-
suficiente documentación para excluir diversas
interpretaciones, muy difundidas pero no bien asentadas en los
hechos. Será preciso estudiar con cierto detalle las
circunstancias e ideologías que llevaron al fracaso de la
"innovación financiera". 

Las innovaciones de los últimos años -la sopa de
letras- se vendieron con pretensiones falsarias. Se promocionaron
como formas de dispersar el riesgo, de hacer segura la
inversión. Lo que, en cambio hicieron -aparte de
proporcionar a sus creadores montones de dinero, que no tuvieron
que devolver cuando estalló la burbuja- fue dispersar la
confusión, atraer inversores para que asumieran riesgos
mayores de lo que podían percibir.

Esta vez, quienes juegan en el mercado parecen verdaderamente
horrorizados, porque se han dado repentinamente cuenta que no son
capaces de entender el complejo sistema que ellos
mismos han creado. Lo que se esconde tras la desaparición
de la liquidez es un colapso de la confianza: los jugadores en el
mercado no se quieren hacer préstamos, porque no
están seguros de
recuperarlos.

"No me puedo creer que mi jerarquía no haya tenido
constancia de las cantidades que yo comprometía en mis
operaciones.
Es imposible generar grandes beneficios desde pequeñas
posiciones". Es parte de la declaración que
Jérôme Kerviel hizo a la brigada financiera de la
policía francesa que investiga el fraude
multimillonario que ha llevado por delante el prestigio
financiero de Société Générale, y
compromete el futuro del banco francés. Pero
además, resume la ambiciosa filosofía que buena parte de la banca aplica a su
gestión
diaria para obtener réditos crecientes en los mercados
financieros, sin más control que la
buena fe de sus operadores, que está también en el
germen de la crisis subprime que ha explotado en las manos del
sistema
financiero mundial.

Además, aporta las lecciones necesarias para recomponer
los mecanismos internos de control y transparencia y los externos
de supervisión, para que los excesos cometidos
por el sistema financiero en el mundo -desde lo del empleado
encargado de riesgos que concedió la primera hipoteca
subprime en Estados Unidos a quien compró sus derivados
buscando un desempeño inmoral y especulativo en
Europa– sean
atajados, controlados y evitados.

La práctica financiera de la búsqueda de la
máxima ganancia, amparada en incentivos
personales siempre crecientes, estimulados por políticas
de liquidez inagotable y tipos negativos, ha puesto en el mercado
un sarcoma financiero desconocido. Y todo ello con la venda en
los ojos de la supervisión bancaria norteamericana,
mientras la metástasis llegaba a los bancos de todo el
mundo y paralizaba, por desconfianza, la actividad crediticia
hasta poner en riesgo la economía real.

Resultan ser las autoridades regulatorias americanas, las que
permiten que más de la mitad de los créditos hipotecarios se realicen a
través de refinanciadoras que no piden ningún tipo
de garantía y que endosan en paquetes y a través de
vehículos financieros unos préstamos de
difícil cobro, cuyo tenedor final, puede ser un banco de
cualquier otra parte del mundo, como así ha ocurrido, que
no llega a saber nunca quién es realmente el que debe el
dinero.

Una vez más se pone de manifiesto: los ciclos
económicos existen. Y sus procesos de
desarrollo siguen pautas comunes. Una innovación genera
expectativas de fuerte crecimiento del PIB y de alta
rentabilidad,
atrayendo capitales, buena parte de los mismos financiados por el
sistema crediticio. Y todo ello impulsado por unas condiciones
monetarias, tanto en cantidad como en coste, muy favorables.

En cada uno de los ciclos económicos la naturaleza de
la innovación ha sido distinta; en este caso financiera,
en concreto, la
transmisión del riesgo de crédito de los
préstamos hipotecarios, sumada al desarrollo de productos
financieros vinculados a este riesgo.

Tipos de interés en
mínimos históricos (recuérdese que la Fed
los situó en marzo de 2003 en el 1,0% y el BCE en el 2,0%)
y muy abundante liquidez impulsaron un nuevo negocio muy rentable
y seguro.
Encontramos aquí otro punto común con el resto de
crisis: se exageran los efectos positivos de la innovación
y se minimizan los riesgos. Pero eso sólo se descubre, y
de forma traumática, un tiempo
después siendo los índices bursátiles las
primeras señales
de alarma, anticipando una posterior caída de los
beneficios empresarios (en regla, 12 meses después).

La crisis financiera se ha activado como reacción a un
repunte de la morosidad subprime que, si bien es destacada (de 5%
a 15%), es similar a la que se observó
 también en 2001. Pero ahora el volumen de esta
tipología de préstamos es muy superior y, sobre
todo, se han desarrollado toda una gama de productos derivados
vinculados  a estos préstamos -la sopa de letras- que
han amplificado su efecto negativo, más aún si
tenemos en cuenta que su compra estaba apalancada.

En definitiva, estamos siendo víctimas, de nuevo, de
los excesos cometidos al amparo de una
innovación que se pensaba que serviría para
estimular el crecimiento sin ser conscientes de los riesgos
asociados. No se ha sido capaz de anticipar los efectos negativos
de este típico repunte de la morosidad, seguramente porque
se ha errado en el modelo de
valoración (algo similar les sucedió a las telecos
hace ya casi 10 años).

La desconfianza hacia el sector financiero crece por momentos.
Los problemas ya
no se centran sólo en la exposición
a las hipotecas subprime. Las aristas de la crisis se
multiplican, generando un efecto bola de nieve que no parece
tener fin. La tensión que vive el mercado de
crédito es un claro reflejo con los diferenciales en
máximos, los precios de las coberturas por las nubes y la
imposibilidad de colocar deuda.

Hace unos meses los expertos comentaban que la temporada de
resultados ayudaría a esclarecer la envergadura de la
crisis, al permitir conocer con exactitud el tamaño de las
pérdidas. De momento, sin embargo, no se atisba el fin.
Wall Street ya ha anunciado pérdidas relacionadas con las
subprime del orden de los 100.000 millones de dólares pero
se teme que la cifra final resulte ser mucho mayor. El G7 habla
de 400.000 millones de dólares a nivel mundial (febrero de
2008).

Aunque la crisis se haya dado en llamar subprime, es algo
mucho más profundo; se trata de una crisis de confianza
sobre el conjunto del mercado de derivados de crédito, por
la sencilla razón de que nadie, ni los propios bancos,
saben qué riesgo crediticio -propio o de terceros- han
asumido las entidades financieras y, ante una duda de semejante
calado, el mercado ha decidido dar valor cero a todo lo que le
parezca raro -verdadera sabiduría popular- y la banca ha
optado por cerrar el grifo a cal y canto. Dos decisiones que
abocan a la crisis crediticia, según el principio de la
profecía autocumplida.

El nudo de la crisis es la desconfianza en el sistema pues,
como ya sucediese en 2002, nadie se fía de nadie, y el
sistema de mercado se basa en la confianza en la contraparte. Si
el índice de riesgo crediticio iTraxx está en
máximo histórico no es porque alguien haya dejado
de pagar hipotecas, es porque nadie puede conocer la magnitud de
las pérdidas ni si ésta se amplificará como
una bola de nieve… porque eso depende precisamente de la
confianza del mercado.

Del campo gravitatorio de un agujero negro no puede escapar
ninguna partícula, ni siquiera la luz. Es imposible
saber qué sucede dentro del llamado horizonte de sucesos.
En el pozo de incertidumbre cayeron primero las titulizaciones de
deuda intoxicadas por hipotecas subprime, pero después lo
han hecho cada vez más categorías de activos. 40.000
ó 400.000; lo importante no es tanto el tamaño del
agujero negro como su capacidad para engullir materia.

Ante esta situación parecería lógico el
accionar -contundente- de los bancos centrales (riesgo moral aparte):
inyectar enormes cantidades de liquidez, rebajar las tasas de
interés, plan de
estímulo fiscal y
crecimiento económico (siempre ahí para limpiar
después de las burbujas, en lugar de prevenir su
crecimiento). Ahora bien, existe un elemento de incertidumbre:
¿y si el recorte de tipos llega demasiado tarde? ¿y
si las pérdidas de los principales bancos estadounidenses
ya han mermado tanto sus fondos propios que está en riesgo
la solvencia? Japón
es un ejemplo claro de la capacidad de crecimiento de una
economía cuando el sistema crediticio está en
dificultades: los estímulos monetarios no sirven porque no
se transmiten.

La única salida -entonces- es la inyección de
capital por parte de otros bancos que, lógicamente, deben
ser extranjeros. Japón lo ha rechazado insistentemente en
los últimos años y las consecuencias son claras.
Ahora, los famosos fondos soberanos están dispuestos a
inyectar capital. Las implicaciones traspasan el ámbito
económico para entrar en el político,
geoestratégico y hasta religioso.

Han estado presentes bajo una forma u otra por largo tiempo,
pero recién en el último año han alcanzado
las portadas, atrayendo la atención de los gobiernos occidentales.
Creados con parte del superávit de la balanza de pagos
de países en su mayoría emergentes, el capital de
los fondos soberanos supera ya el de los "hedge funds".

Una parte tan grande de este dinero llega a Estados Unidos
permitiendo que, como resultado, las tasas de interés de
largo plazo se mantuvieran a la baja. Sólo los bancos
centrales de Asia y los
petrodólares reducen las tasas estadounidenses en cerca de
tres cuartos de punto porcentual. Esto contribuyó a un
festín de deuda en EEUU que elevó los precios de
las acciones y los
bienes
raíces.

El poderío financiero de muchos gobiernos está
creciendo, como atestigua el auge de los fondos financiados por
las reservas de los bancos centrales (en caso de Asia) o por
el
petróleo (en Medio Oriente y Noruega). Esto abre la
posibilidad de que se realicen inversiones con motivos
políticos, mercantilistas e, incluso militares. Hasta
ahora no ha sido así, pero el riesgo persiste.

La de estos fondos es la historia de la
inversión de países con un fuerte
superávit  en balanza de pagos y que no se 
contentan con invertir sus reservas de forma conservadora en
deuda del Tesoro, sino que quieren que su dinero sea más
rentable. Es la historia del llamado capitalismo de
Estado y de los que se han convertido en grandes accionistas a
largo plazo de Barclays, Nasdaq, Blackstone, Citigroup, UBS,
HSBC, Merrill Lynch, Morgan Stanley y Bearn Sterns, entre otras
firmas.

Stephen Jen, jefe de análisis de divisas de Morgan Stanley,
calcula que estos fondos pueden controlar unos 12 billones de
dólares en 2015 y que se convertirán "en uno de los
factores estructurales más importantes de futuro para los
mercados
financieros". No sólo crecen más rápido,
sino que, además, como su fuente de financiación es
la balanza de pagos, el coste de conseguir fondos, a diferencia
de los hedge funds que se apalancan, es gratis.

Quienes no están contentos son los políticos. Es
cierto que estos inversores llevan dinero a los mercados y
normalmente son inversores pasivos a largo plazo, todo un ideal.
Sin embargo, tanto en la UE como en EEUU se está empezando
a sospechar de las intenciones de unos Gobiernos con los que las
relaciones son en algunos casos tirantes. El temor es que con la
propiedad de
activos llega la influencia, y se teme que algunos
regímenes utilicen este poder como arma política y
económica.

En Europa se pide transparencia a estos fondos y en EEUU ya se
argumentaron razones de seguridad
nacional para impedir que una compañía controlada
por el gobierno de Dubai
se hiciera con el control de un buen número de puertos del
país. Para los países en desarrollo es una excusa
para el libre comercio
que desde Occidente se predica.

A países que llevan décadas privatizando sus
empresas no les termina de cuadrar este llamado capitalismo de
Estado. Sigue habiendo empresas públicas en numerosos
países y su participación en el mercado
internacional levanta suspicacias sobre su trasfondo
político, como en el caso de la energética rusa
Gazprom.

Irónicamente, el campo financiero, hasta ahora
considerado la vitrina de la "globalización" podría experimentar
una "recompra" por los gobiernos nacionales, en la medida en que
un número creciente de ellos usa las "reglas del juego" para
capitalizarse y lograr mejores condiciones para proteger a sus
países de los efectos de las jugarretas financieras
globales.

Hasta ahora, su discreta actuación en el mundo de las
finanzas
globalizadas había pasado desapercibida, pero con la
enorme suma de recursos reunidos
en esos fondos ya surge como una fuerza
considerable, que está preocupando sobremanera a los
próceres de las finanzas globales. En tanto tales fondos
concentraban sus recursos en activos como los títulos del
Tesoro de EEUU, los "globalizadores" no se preocupaban mucho de
ellos, pero en la medida en que comienzan a flexionar los
músculos en busca de inversiones más
atractivas, empiezan a ser vistos como una amenaza a la propia
"globalización" financiera.

¿Cuál será el impacto de estos nuevos
titanes en los mercados? ¿Sus inversiones tendrán
un carácter meramente financiero, buscando
siempre la mayor rentabilidad a largo plazo, con el menor riesgo,
o también político? ¿Qué
ocurrirá si los fondos de inversión de
países no democráticos decidieran gestionar sus
inversiones por criterios políticos? ¿Cuáles
serían los riesgos potenciales, si algún
país con una cultura o
sistema
político diferente invierte en otro estado en
actividades conectadas con la información, la educación o la
cultura? ¿Si en vez de razones éticas fueran
amenazas a la seguridad nacional? ¿Serían un
peligro para las democracias occidentales?

Ahora resulta que los fondos soberanos de varios países
que antes fueron colonias de los europeos fundamentalmente
están viéndose como una amenaza para los
países desarrollados. Una vez más la visión
estrecha del colonialismo sigue presente en los gobiernos de los
países que tanto han apoyado la libre circulación
de todo, incluyendo específicamente los recursos
financieros.

La imposición del capitalismo salvaje en todo el mundo
propiciada por ellos ahora se torna en contra de sus muy
particulares intereses, por lo que se muestran preocupados y
proponen que existan reglas claras sobre qué y cómo
se puede aceptar la intervención de estos fondos soberanos
en las empresas mediante participaciones parciales o compra
total.

El único problema es que los países
desarrollados nunca pensaron que los hoy llamados emergentes
llegarían a tener tal tamaño de riqueza que hiciera
verlos minimizados en el mundo actual. Ellos, los que llevan
años expoliando las economías del tercer mundo, se
sienten agredidos.

Hasta la llegada de los fondos soberanos, las políticas
de los "organismos internacionales", apoyados fundamentalmente
por los países desarrollados, eran que todos abrieran sus
mercados y que quien ofreciera los mejores recursos se quedaba
con el pastel. Además, han insistido una y otra vez que se
abrieran a la participación extranjera los sectores que se
consideran estratégicos. Pero ahora que los posibles
compradores de esas áreas en sus propios países no
son nacionales, o por lo menos nacionales de otros países
ex colonialistas, se muestran preocupados.

El problema está en que el pastel completo lo quieren
para los que tradicionalmente se han quedado con todo, y esto por
lo visto está por acabarse debido a los cuantiosos
recursos sobrantes que tienen algunos emergentes.

De lo que no se han dado cuenta -o lo han hecho tarde y mal-
es que el monstruo que engendraron con el libre comercio se ha
vuelto principalmente contra ellos y quieren dar marcha
atrás, lo cual pareciera una contradicción dentro
de las reglas de este capitalismo salvaje propiciado por ellos
mismos, apoyados por los "organismos internacionales"
fundamentalmente.

En la globalización la llegada de estos fondos
soberanos a los únicos que ha puesto a temblar ha sido a
los que han dominado el mundo en el último siglo y ahora
tratan de que no se salgan de su control, lo cual es
imposible.

O nos ponemos de acuerdo en cómo debe desarrollarse el
mundo para que exista menos pobreza y
desigualdad o de plano que sean las famosas fuerzas del mercado y
la mano invisible las que lo determinen. Lo único que no
vale es pedir reglas abiertas para afuera, y dentro exigir la
protección total, de acuerdo a sus "intereses
nacionales".

Antes del final, deseo citar un breve, pero muy sugerente
artículo, publicado en Negocios.com,
el 10 de febrero de 2008, con la firma de Álvaro Lucas,
titulado:

"Del paraguas a la abstracción"

"Cuentan que hace algunos años, cuando la banca no era
tan sofisticada como aparenta serlo ahora, en la reunión
de máximos mandatarios de uno de los grandes bancos
españoles siempre había cierta frustración
por la existencia de un cliente moroso en
la entidad, el único. El sentido del honor y el
conocimiento de los clientes era tal
que, además de no pasar desapercibido, era motivo de
tristeza entre los jerifaltes de la institución. Un
día de lluvia, tras la reunión, uno de los
directores salía de la sede con el paraguas en ristre e
identificó por casualidad al mencionado personaje. Ni
corto, ni perezoso, la emprendió a paraguazos con
él. Entonces era inconcebible la morosidad.

Con esta historia se clausuraba hace unos días un
foro organizado por el
Instituto Empresa y
Humanismo en
la decimoquinta planta del BBVA. Después de toda una
mañana debatiendo los aspectos técnicos y
éticos de la crisis de las subprime, llegamos a la
conclusión de que descifrar el código
genético financiero de las personas es un ejercicio que,
como el cuento de la
lechera, ha llevado a muchas entidades a la bancarrota del
desprestigio. La venta en cadena
del riesgo adquirido al conceder un crédito hipotecario
termina, inevitablemente, viniéndose abajo cuando la
relación de confianza que edificó la primera
argolla se debilita y la garantía de una cantidad
monstruosa de dinero resulta ser una cantidad opíparamente
inferior. Se decide construir un castillo precioso de naipes en
el aire, en
definitiva, una perfecta abstracción más digna del
Blanco sobre blanco de Malevich que de cualquier relación
humana.

Quizá tenga que ver en esta mutación el haber
dejado escondido en un depósito a plazo fijo el concepto de la
"economía de la responsabilidad" y haber promocionado en cambio,
como producto
estrella, la "economía de la rentabilidad", y sin
comisiones. François Michelin, creador de la prestigiosa
guía de restauración que lleva su nombre,
aprendió el arte de la
prudencia cuando muy satisfecho tras una cena, en
compañía de uno de sus especialistas
gastronómicos, sugirió  otorgar sus famosas
estrellas al local. Su empleado, poco lego en el oficio, le
contestó: "Esperemos a ver cómo amanecemos
mañana, señor Michelin".

La sombra de la sospecha
(yo sé que ahora vendrán caras
extrañas…)

Todo lo anterior no acaba de contar, como es lógico,
toda la historia, que suele ser muy complicada. No se olvide que
la crisis financiera arranca, hace más de un año,
con el aumento de la morosidad de las hipotecas llamadas
subprime, que se habían desarrollado mucho en Estados
Unidos. Y que esas hipotecas eran la garantía de un
conjunto de valores
llamados estructurados, cuya rentabilidad y riesgo
dependía de ellas. Y que esos valores los compraron muchas
entidades en Estados Unidos y también fuera: algunas,
porque ese era su negocio principal, y otras, porque veían
ahí oportunidades de negocio, quizás como
complemento de las operaciones que les eran propias.

Y finalmente, están los sucesivos actos de ese
culebrón que ha sido la crisis financiera. Cuando las
instituciones
que tenían activos con garantía de hipotecas
subprime tuvieron pérdidas, otras entidades temieron
prestarles, o mejor, continuar prestándoles como
habían hecho en los últimos años. Entonces
ocurrieron percances como el de Northern Rock, en el Reino
Unido. Como no sabían quién tenía muertos en
los armarios, las entidades se resistían a prestar a
otras, simplemente como precaución. Y, de este modo, la
mancha de aceite se fue
extendiendo, de unos mercados a otros, y extendiéndose de
unos países a otros.

Que las hipotecas de baja calidad fueron
solamente una muestra de lo que
sucedía en los mercados, un síntoma más que
una enfermedad, es algo que sostienen los expertos. La crisis
empezó aquí como podría haber empezado con
el colapso de un hedge fund o de algún fondo de capital
riesgo. Al fin y al cabo, en todos los apartados del sector
bancario se prestaba dinero sin dedicar demasiada atención
a los riesgos.

Porque, después de todo, los sistemas de
transmisión de riesgos que han multiplicado los problemas
derivados de las hipotecas se aplicaban también a las
operaciones apalancadas de LBO. Unas cuantas operaciones mal
diseñadas habrían tenido también un efecto
arrastre sobre el conjunto. Un sistema que -finalmente-
resultó ser el mejor aliado de las revalorizaciones
fáciles, aunque -todo hay que decirlo- su papel
también estaba inflado por un mercado complaciente.

La agresiva rebaja de tipos llevada a cabo por la Reserva
Federal ha recordado a los inversores que los tipos más
bajos de la cuenta incentivan el exceso de inversión -o de
crédito- y, en definitiva, burbujas de uno y otro tipo. Y
es cierto. La Fed recortó los tipos de interés de
forma muy agresiva y tardó en desandar el camino.
Advierten algunos expertos que una solución demasiado
rápida al gran agujero crediticio no arreglaría el
problema de fondo. ¿"Moral hazard"? ¡Vamos hombre!

"Conforme pasan los días, la crisis de crédito
se parece, cada vez más, a una pavorosa marea roja que se
expande silenciosamente e intoxica las aguas de las costas a las
que alcanza, dañando o matando todo aquello que flota,
nada o se desplaza por ellas. Y, mientras, el señor
Bernanke, aplaudido por una multitud fervorosa de miembros de
Wall Street, recuerda al Rey Knut" (que unificara la Inglaterra en
manos de los vikingos) "pidiendo a la marea que se detenga" (este
rey, extraordinariamente religioso, es recodado por meter su
trono en las aguas del Atlántico y desde allí
gritar a la marea que no subiera. Cuando le alcanzaron las olas
pronunció su célebre "que todos los hombres
conozcan la limitada fuerza de los reyes; sólo Dios es
merecedor de ese nombre ya que la tierra, el
mar y el viento le obedecen"). (S. McCoy – El Confidencial.com –
21/2/08)

Pero actualmente el mercado no vive sólo una crisis
crediticia; se trata de una crisis de confianza, de algo parecido
a una crisis sistémica. Y la diferencia de concepto no
viene de abrir más o menos el grifo crediticio, sino
porque se han utilizado mecanismos que han ocultado tanto la
magnitud de los riesgos como la distribución de éstos. Es culpa de
la Fed. No sólo por poner los tipos muy bajos, sino sobre
todo por permitir instrumentos financieros opacos. Los excesos
han sido muchos. La purga tiene que ser dolorosa…

Entonces, llegaron los "Fondos Soberanos": ¿El Eje
del Bien? (O Salvemos a USA).

"Los estadounidenses, en general, no aprueban las inversiones
de los fondos soberanos en empresas de EE.UU., según una
encuesta
realizada por la consultora política Public Strategies. La
adquisición de participaciones en Citigroup por parte de
fondos de Singapur, Kuwait y Abu Dabi, por ejemplo, enfrenta la
oposición del 56% de los encuestados y la
aprobación de sólo un 8%". (The Wall Street Journal
-online- 21/2/08)

"Los fondos soberanos de Abu Dabi y Singapur se reunieron la
semana pasada con el Tesoro de EE.UU. para discutir la adopción
de prácticas de transparencia y administración que garanticen a los
países desarrollados que estos fondos no buscarán
influencia política, informaron autoridades involucradas
en la reunión. Los fondos soberanos de Abu Dabi y Singapur
tienen un patrimonio
total de US$1.200 billones (millones de millones)". (The Wall
Street Journal -online- 26/2/08)

Esto plantea la cuestión de si los fondos soberanos que
invierten directamente son económicamente eficientes. Si
las decisiones de inversión las toman los políticos
con agendas no económicas, la rentabilidad no se
maximizará. Inversamente, las inversiones sustanciales de
Fondos Soberanos en compañías importantes
plantearán problemas políticos que no
aparecerían de tratarse de inversiones equivalentes del
sector privado.

Frente a ello, el "establishment" financiero sostiene
(intentando "arrear" de nuevo a la manada): "parece claro, por lo
tanto, que los fondos soberanos harían mejor invirtiendo a
través de intermediarios; las participaciones en acciones
a través de gestores de inversión profesionales, y
las inversiones estratégicas a través de fondos de
libre inversión y del capital riesgo. Esto
permitiría crear un muro de confidencialidad entre la
inversión y su propietario final, y mezclar sus fondos en
las inversiones de un intermediario respetado. Esto
difuminaría los problemas políticos, y les
daría acceso a la experiencia de inversión de alta
calidad para maximizar las rentabilidades"…

Parece que Wall Street va a dar un segundo mordisco a una
cereza gigante. Primero, los bancos fueron a mendigar capital a
Dubai, Abu Dhabi, Singapur y Pekín para rescatar sus
pésimas inversiones. Ahora, pretenden gestionar su dinero
y cobrarle sustanciosas comisiones por hacerlo. Los muertos matan
a los vivos. Wall Street siempre gana.

Preguntas incómodas: cero respuestas…

¿Los Fondos Soberanos son dinero tonto o
bárbaros a las puertas? ¿Daños colaterales?
¿"Gusanos" en la Gran Manzana? ¿Durmiendo con el
enemigo? ¿Metamorfosis del capitalismo?
¿Imagination at work? ¿Trading por diferencias?
¿Continuación de la economía de "casino" por
otros medios?
¿Instrumentos complejos rescatados en el pozo del olvido?
¿Serán "opciones" ambiciosas o "derivados"
patéticos? ¿Qué habrá más
allá de las cláususlas de cambio adverso
significativo? ¿Se puede aplicar la  exigencia de que
no inviertan con "motivaciones no económicas"? ¿Se
pueden regular estos fondos de modo que sean transparentes
(¿sin supervisión?) y que haya reciprocidad
(¿asimétrica?)? ¿Entre Buffett o Soros
-inversores oportunistas-, nos quedamos con Alwaleed bin Talal o
Hamad bin Jasim bin Jaber al-Thani -inversores-espectadores (for
ever?)-? 

¿No se estará confundiendo el culo con las
témporas?

¿Acaso el capitalismo es también una
metáfora? o… al final nada es cierto.

Ya conocemos el "antes", nos queda imaginar el
"después"…

El resultado final dista mucho de estar
claro.                                      

        
Febrero de 2008

 

 

 

 

 

Autor:

Ricardo Lomoro

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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