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Contra la cultura que luchamos: seudocultura (página 2)



Partes: 1, 2

Estos falsos valores o
seudovalores crean la necesidad de adquisición y
divulgación a todos los sectores de la sociedad como
si todos tuvieran la posibilidad de adquirirlo a partir de
sus  posibilidades materiales.
Valores  vacuos impulsados por unos pocos que son incapaces
de autocontrolar este movimiento, y
son también arrastrados por la novedad y la
superficialidad. Sólo con la supresión del sistema que
alimente a este fenómeno podría ser controlado.

 Los mecanismos de producción espiritual capitalista
constituyen una expresión de las relaciones mercantiles y
del fetichismo mercantil, estos se presentan de tal forma que
asumen la función de
cosificar la conciencia de los
grupos sobre
la base de los intereses. Se trata de que todos asimilen la
cultura de
mercado salvaje,
que se difunde por los medios masivos
de comunicación en que prevalecen, salvo
excepciones, desinformación o información manipulada, subproductos
estéticos y culturales.

El individualismo, el consumismo y el egoísmo
están al orden del día.  El escritor chileno,
Galeano,  haciendo uso de la crítica, afirma que cultura general
integral hoy en día nos llega a través de 
la
televisión, esa que nos subsume enajena de la realidad
creando en nosotros un mundo de fantasía, donde la
realidad no importa  y sí lo que puedas asumir de esa
seudocultura con la que ellos son los primeros afectados.

Siendo la cultura síntesis
de los procesos que
se convierten en la esencia de las relaciones sociales y estando
éstas cosificadas en su esencialidad, encontramos gran
distancia entre lo que es y lo que debe ser. De esta forma la
cultura existe en medida cada vez mayor como artículo
auxiliar de la producción, se convierte en un valor, ya no
va a ser un reflejo de esta producción sino que se
incorpora a este proceso como
su suplemento administrativo, va a dirigir  las
peculiaridades de los productos que
es necesario producir, no ya para satisfacer necesidades reales
de los seres humanos, sino necesidades consumistas implantadas
por el sistema.

Paulatinamente, se van sustituyendo los conceptos
tradicionales de la cultura por valores fabricados que respondan
a los intereses de ventas, estos
valores los van a socializar a través de los medios de
masas creando en la sociedad necesidades puramente comerciales y
de consumo.
Así el individuo se
aísla de su participación aportativa al desarrollo de
su cultura, y se convierte en un objeto de cultura sólo a
través de sus proveedores
que van a satisfacer y desarrollar esas nuevas necesidades
consumistas.

De esta forma podemos hablar de una cultura que empieza por
negarse a si misma. Parte de la pérdida de conceptos
tradicionales y su sustitución por imágenes y
formas prediseñadas, va en contra de las tradiciones y les
induce a negar lo suyo y a apropiarse de lo ajeno. Se ha
entendido a sí misma como conformación de la vida
real, destaca unilateralmente la acomodación y retrae a
los hombres de la superación. Su discurso va ha
estar determinado por su carácter de monólogo,
autoritario.

Un discurso esencialmente antidemocrático, un discurso
que cae sobre el espectador, sobre el receptor, desde arriba,
verticalmente. Se erige una seudocultura o falsa cultura, que va
a representar la involución del hombre. Es
cultura de la incultura, pues en lugar de la evolución espiritual, persigue, limitar su
mentalidad a la ambición material.

El proceso de formación y apropiación de
los valores
constituye un trabajo
esencialmente educativo que se convierte en orientador de la
acción,
y de esto depende el enriquecimiento de la espiritualidad y su
papel en la sociedad.

La formación va a ser la apropiación subjetiva
de la cultura, pero al encontrarse sometida a sustituciones
conceptuales fetichizadas, cambia no sólo de esencia sino
de función. Se desentiende de los bienes
culturales que van a comprender a la humanidad y todo lo
inherente a ella, se congela en categorías fijadas, se
presta a una ideología, a la capitalista, y por tanto se
convierte en una formación regresiva, que sustenta sus
bases no en las necesidades humanas sino en las impuestas
artificialmente por ésta nueva sociedad de consumo. Se
convierte en una seudoformación, falsa formación,
que va a pasar a ser la forma dominante de la conciencia
social.

Esta seudoformación con sus contenidos objetivos,
cosificados y con carácter de mercancía sobrevive a
costa de su contenido real y de sus relaciones con el sujeto. La
industria
cultural, con los medios de masa perpetúa estos nuevos
valores como una cultura confesada a favor de la integración, a partir de la cual se van
perdiendo valores tradicionales, que devienen en un estado de
carencias de imágenes y formas. Adoptando costumbres y
gustos foráneos, que en la mayoría de los casos, no
se encuentran asequibles al nivel de vida de los pueblos
subdesarrollados, los cuales los asumen acríticamente, sin
una posición valorativa y de cuestionamiento al sistema
que se impone a través de los recursos mediáticos.

Pero esta seudoformación sobre la cual se
va a consolidar la seudocultura, no se confina solamente al
espíritu, a la ideología, sino que también
adultera la vida sensorial. Se desarrolla un individuo que
interactúa y responde a los efectos de este
fenómeno: el seudoculto. Este se dedica a la
conservación de sí en sí mismo, y no
encontrando en la sociedad nada que lo remita a ella, su accionar
se va a ver influenciado por una visión egocéntrica
de su persona. Se
convierte en un individuo aislado sin otra conexión con
los otros que conforman la sociedad que las propias necesidades
consumistas, las cuales le arrastran en una oleada inalterable y
acrítica hacia una contracultura insensible, que
inconsciente de sí misma carece de valoraciones
históricas. Esto es el resultado de una educación social
basada en la relatividad de juicios y conveniencias, sobre la
sociedad y el actuar humano.

Como resultado se establece un estado informativo
puntual  que va a sustituir  la continuidad de la
conciencia. Este va a ser de carácter intercambiable, y
quedará borrado en cuanto se precise asimilar otro tipo de
informaciones. Puesto que no establece una relación
directa con la esencia de las cosas, sino que se queda en las
nociones que se pueden obtener acerca de ella, establece un
estado de conciencia enajenada que va a estar caracterizada por
un análisis metafísico e irracional de
la realidad; análisis mediatizado y asimilado
mecánicamente, alimentado por los medios de
comunicación que sostienen una mitología sustitutiva que nadie confronta
ni compara con los hechos de un pasado que no se encuentra tan
lejano.

Los medios de
comunicación forman parte de lo que se puede llamar
violencia
simbólica y en estos momentos poseen un gran nivel de
responsabilidad porque ellos se están
globalizando. El noventa porciento de los medios en las sociedades
desarrolladas se encuentran en manos de apenas diez grupos, lo
cual hace aun más difícil obtener una
información correcta sin influencias ni mediaciones
tergiversadoras.  

A partir de la sustitución de valores
tradicionales se somete a los hombres a medidas predeterminadas
que responden a los intereses de producción de la sociedad
capitalista, crea una tensión permanente capaz de
convertirse en omnipotente que prohíbe alzarse por una
decisión individual aparte de las decisiones
predeterminadas, sin embargo a raíz de la presión
que ejerce en los hombres perpetúa en ellos la
agresividad, siendo esta la razón de los malestares
culturales que aquejan a la sociedad.

La incultura como estado de ignorancia permite
una relación directa con los objetos, con lo cual en
determinado momento puede elevarse a conciencia crítica,
pero la seudoformación cultural no logra ir más
allá de la asimilación sin un cuestionamiento que
retome conceptos que han pertenecido a las culturas de la
humanidad durante su desarrollo, olvidando patrones que surgieron
de una necesidad, para adquirir otros que responden a una
necesidad del sistema capitalista para continuar su
evolución nefasta.

La seudoformación está estructurada
a partir de la inmovilidad de los conceptos y de la vaciedad de
los juicios que carecen de carácter crítico en
cuanto al análisis de esencia de la producción
mercantilista y su influencia real en los fenómenos dados
en la sociedad.

De esta forma se crea un sentimiento de
insatisfacción en el subconsciente social que se
manifiesta a través de inconformidades con el modo de vida
sin relacionarlo con la irracionalidad de una conciencia
mediatizada, que le obligan a continuar arrastrando con las
costumbres impuestas sin tratar de profundizar en las razones de
los malestares que persisten en la sociedad.

Sin embargo no existe nadie exceptuado de la tendencia a la
seudoformación socializada, incluso el crítico
consciente del fenómeno se encuentra atado por las
concepciones sociales que le acompañan y le inducen un
determinado comportamiento.

En la actualidad el intelectual crítico prospera menos
que quien utiliza el medio del intelecto. La razón de ello
está dada en que los contenidos que van surgiendo al
calor de la
seudocultura van a tener un contenido acrítico, lo cual
dificulta su corrección a causa de su vacío
conceptual. De esta forma aunque exista la crítica sobre
la sociedad no es asimilada por sus miembros, los cuales
están acostumbrados a recibir productos concientes de
fácil digestión.

A medida que la formación se va encerrando en una
concepción de finalidad, debemos tener en cuenta que ella
sola no infiere una sociedad razonable. Se hace preciso llevar a
una situación en la cual no se intente cosificar la
cultura ni renunciar a ella como mediador de la vida social, sino
que se realice en virtud de la integridad de los productos
espirituales no de los ajustes conceptuales y repercuta en la
sociedad.

Una seudocultura alimentada por la seudoformación no
hace más que desnaturalizar a ser humano,
convirtiéndolo en objeto de su propia violencia,
necrosando desde su centro a las concepciones tradicionales que
se vienen heredando desde tiempos inmemoriales.

3-Necesidad de la
lucha  contra la seudocultura

La globalización de esa seudocultura de masas,
no es más que la expansión hacia el Sur de una
cultura de los mercaderes del Norte, es la imposición de
una filosofía, de un modo de vida que asegura
la invasión de su mercado; la nueva colonización
que နen lugar de
carabelasန llega por vía
satélite, por los grandes medios de difusión.
Consiste  en volver  a los siglos de conquista y
colonización, una nueva colonización que 
destroza la cultura  y la identidad de
los pueblos hasta llegar a desconocerse a si mismos. No le basta
al capitalismo
actual con  adueñarse  solamente  de la
fuerza bruta
de trabajo de todos los pueblos del mundo, ahora  lo
esclaviza y hostiga con esta letal ideología en nombre de
una cultura universal.

La imposición de esa seudocultura con el gran poderío
que la expande, es a su vez, aniquiladora de todas las
expresiones culturales auténticas de los pueblos. La
globalización seudocultural va desdibujando rostros,
moldeando la humanidad sustituyendo la identidad por un modelo,
simplón, enajenado, adicto a formulas de esparcimiento
elementales y ajenos totalmente a la poesía
tradicional; se nos está despojando de la capacidad de
descubrimiento, de reconocernos, de socializarnos.

La seudocultura sólo puede ser sustituida a partir de
la sustitución del modo de producción capitalista,
solo a través de una cultura que sea realmente reflejo de
unas relaciones de producción realmente regeneradoras de
los valores
humanos y no una pobre sustituta hecha solo de
apariencia.

Noam Chomsky en su libro Las
intenciones del Tío Sam nos esclarece
"[ဦ]los planificadores de la política
norteamericana insisten en que la primera amenaza para el nuevo
orden mundial es el nacionalismo
del Tercer Mundo, a veces denominado
«uitranacionalismo»: los regímenes
nacionalistas que son receptivos «a las demandas populares
para mejorar los bajos niveles de calidad de
vida de las masas» y destinar la producción a
satisfacer las necesidades domésticas". Es la lucha del
capitalismo en contra de toda posibilidad de surgimiento de
conciencia nacional liberadora de espacios económicos
políticos y culturales de países del Tercer
Mundo.

El hombre como individualidad es permanentemente una memoria social,
los valores se manifiestan como un proceso histórico que
tiene especificidades en los distintos momentos de su desarrollo;
al olvidar etapas del desarrollo espiritual, se producen rupturas
en el
conocimiento. Hay que cultivar los valores auténticos
del pasado para fortalecer la conciencia colectiva del presente,
reconquistar ideas y tradiciones a nivel nacional y universal. Se
trata de llevar a un primer plano la acción de la educación y la
cultura.

Desarrollar una alta conciencia valorativa es en un primer
momento ubicar los procesos, fenómenos y objetos por orden
de importancia, esta jerarquía de valores se forma en el
individuo en su interacción con las diferentes esferas de
la vida. Es necesario asegurar a los ciudadanos del mundo la
posibilidad de elaborar un pensamiento
crítico, una reflexión critica respecto a los
medios dominantes.  Hace falta no que existan élites,
sino vanguardias. Hace falta que existan vanguardias que sepan
defender con valentía sus criterios, aun cuando muchas
veces la propia gente no lo comprenda.

Los pueblos del Tercer Mundo se ven precisados a llevar
adelante una Revolución
que propicie una cultura nacional sin llegar a convertirse en
"aldeanos vanidosos", deben fomentar su identidad a partir de sus
raíces y a partir de esto crear los nexos necesarios con
otras culturas del mundo, tomar de estas lo más
constructivo y aportativo, no como copia sino como
integración solidaria bajo un enfoque crítico. Pero
una Revolución no se puede dirigir creyendo sólo en
las buenas intenciones. Una Revolución necesita
negociadores, traductores y más que traductores
intérpretes del mismo pueblo y del mismo origen.

Combatir la seudocultura es en la actualidad una
cuestión de vital importancia para salvar las
esencialidades que hacen del mundo un conglomerado de caracteres
que llevan en si el componente humano. Por tanto luchar contra
esas imágenes mistificadas es luchar por las culturas que
identifican a los pueblos del mundo y por la condición
humana que debe prevalecer en los hombres.

BIBLIOGRAFÍA
GENERAL

1-       "Evento
científico: El marxismo y la
crisis del
pensamiento neoliberal", Editorial Félix Varela, La
Habana, 2003.

2-       Adorno,
Theodor W. y Max Horkheimer: "Sociológica", Ed. Taurus,
1969.

3-       Chomsky, Noam: "Las
intenciones del Tio Sam". http://www.cgt.es/

4-       Callón, Stella:
"El derecho de soñar. Entrevista
realizada a Eduardo Galeano", en Revista
América
Libre, #7, julio, 1995. pp. 86-89

Esperanza Aguilera Horta, nacida en Santiago de Cuba, Cuba, en
1985, residente en esta misma ciudad, es Licenciada en
Filosofía y ejerce de profesora de Filosofía en la
Universidad de
Oriente. Juan Carlos Ramirez Sierra nacido en Santiago de Cuba en
1989, es estudiante de Filosofía en la Universidad de
Oriente y ejerce ayundantía docente en la disciplina de
Historia de la
Filosofía. El presente trabajo fue terminado el 20 de
septiembre del 2008, con motivo de una ponencia en el Evento
Ciencia y
Conciencia, de este centro de estudios universitarios.

 

 

 

 

Autor:

Lic. Esperanza Aguilera Horta

Est. Juan Carlos Ramírez
Sierra

Cuba, Septiembre de 2008

[1] Calloni, Stella: "El derecho
de soñar", pág. 86

Partes: 1, 2
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