Complejidad, retórica de la c. Complejidad y conductismos de tercera generación (página 2)
La lista de nombres que se identifican de alguna manera con la
teorización explícita o implícita acerca de
la complejidad es bastante larga. Basta mencionar a Marx,
Bertalanffy, Bateson, Luhmann, Prigogine, Bronfrenbrenner,
Maturana y Morin, para tener una idea de la calidad de
autores que la representan. Frente a tal diversificación,
sólo queda sintetizar las ideas principales seleccionando
tres tipos generales de pensamiento
vinculados por un hilo conductor a la noción
discutida.
El pensamiento dialéctico
La filosofía del materialismo
dialéctico parte de las consideraciones hegelianas de
nuevo cuño expresadas tempranamente por Marx (1841/1987),
y ampliadas por Engels (1876/1989). Ellos tienen el mérito
de haber visto la potencialidad de lo complejo con anterioridad a
los avances tecnológicos que luego la han hecho evidente,
y es posible que su impronta se conserve en el fondo de algunos
argumentos actuales, teniendo en cuenta que buena parte de los
promotores de la complejidad y la postmodernidad
provienen de, o están ligados a, las canteras de cierta
intelectualidad contestataria (Gross & Levitt, 1994). Por eso
éste es el primer apartado a tratar.
La dialéctica es definida desde la perspectiva marxista
en su versión soviética como una "ciencia que
trata de las leyes generales
de la naturaleza, de
la sociedad y del
comportamiento
humano", siendo su categoría principal la
contradicción, principio motor de una
serie de relaciones antagónicas y a la vez resolutivas
entre ellas. Por ejemplo, la conservación de la
energía (que, al pasar de una forma a otra, no
desaparece ni se crea), la negación de la
negación (todo estadio superior del desarrollo
incluye propiedades de los estadios inferiores), la unidad y
lucha de contrarios (los objetos se excluyen y se
interpenetran mutuamente, reproduciéndose sin cesar), y
los cambios cuantitativos a cualitativos (discontinuidad
de los procesos que
lleva a su transformación).
En suma, el pensamiento dialéctico se opone a todo
estancamiento e inmovilidad. Todo fluye en un proceso
continuo de movimiento que
lleva en sí sus propias semillas de auto-organización. Ese proceso es un
sistema integral
de multitud de interacciones donde hay influjos recíprocos
entre cuerpos y fenómenos. Esencialmente sigue siendo, sin
embargo, un sistema determinista en el que se puede ubicar un
orden dado por las regularidades relativas que se advierten en su
movimiento.
Ahora bien, la concepción dialéctica
típica de la filosofía soviética no se halla
exenta de críticas ni de interpretaciones alternativas.
Por ejemplo Gurvitch (1962/1971), un marxista revisionista,
presenta una versión pragmática que llama
"dialéctica empírico-realista" en la cual incluye
cinco procedimientos
operativos de su método: 1)
la complementariedad, 2) la implicación mutua, 3) la
ambigüedad, 4) la polarización, y 5) la reciprocidad
de perspectivas (pp. 262-291). Desde su trinchera Gurvitch
denuncia "el fetichismo de la antinomia", defecto que
consiste en absolutizar el papel de las contradicciones en
la lucha de contrarios, lo que también critica Bunge
(1985) con la misma intensidad, yendo más allá para
indicar que la única virtud del enfoque dialéctico
es su dinamicidad, característica que, por otro lado,
comparte con otras ontologías.
El pensamiento sistémico
Ya en la era cibernética, el principal objetivo del
pensamiento sistémico (que resulta ser la variante
más técnica y fructífera de la noción
de complejidad), es sustituir la concepción mecanicista de
la causalidad lineal por una consideración de corte
asintótico y estocástico, donde las interacciones
entre causas y efectos son recíprocas y dinámicas.
Este enfoque ha sido bautizado como teoría general de
sistemas (Bertalanffy, 1968/1971), porque se extiende a todos
los campos de la ciencia y
el arte
existentes.
En los sistemas los
elementos son catalogados en base a una interrelación
estructural que funciona como una unidad compleja,
distinguiéndose intercambios internos (sistemas cerrados)
y con el entorno (sistemas abiertos). Su dinámica de auto-organización
(equilibrio
estabilidad-inestabilidad), se regula con respecto a cierto
valor umbral
con otras partes del mismo (variables de
estado), o a
sus ligas con el ambiente
externo. En los sistemas no-lineales más complejos hay
confines fluctuantes según el peculiar estado interactivo
de sus elementos, que contextúan las interrelaciones entre
las partes.
La teoría del caos surge, en este contexto, como
una consideración acerca de los sistemas no-lineales en
términos de "inestabilidad estable", vale decir, organizaciones
regidas por principios de
fluctuaciones irregulares debido a la influencia de "atractores
extraños" (representaciones de la dinámica del
sistema en el tiempo desde
la condición inicial), siendo imprevisibles en escalas
temporales amplias y sensibles a las condiciones iniciales del
sistema, desde que se sabe que una vez iniciado con valores
específicos, el futuro sistema puede desarrollarse de
forma distinta si comienza bajo condiciones ligeramente
diferentes a su inicio. Eso no significa que no puedan ser
descritas por ecuaciones
deterministas de tipo estocástico (Gleik, 1988/1994;
Prigogine, 1993/1999). De hecho, como señala Mandelbrot
(1977), los fractales son estructuras
complejas cuya actividad parece ser aleatoria, pero es
reproducible si el principio y sus condiciones iniciales pueden
ser replicadas.
Llevado a un esquema epistemológico, puede decirse que
la interacción entre los polos sujeto-objeto
es recíproca y enmarcada en una estructura
disipativa (termodinámicamente abierta, concepto
introducido por Prigogine), que varia momento a momento. La
significación de un evento es, pues, relativa a la
apreciación que se hace de la situación
momentánea en que sucede la interacción y los
acontecimientos relacionados a ella, igualmente cambiantes. La
ubicación particular del individuo que
realiza el análisis y su papel en el sistema
también son de relevancia.
El pensamiento complejo
Morin (1990/1995) critica algunas facetas sistémicas,
que, según su ver, o se fundan en la simple
repetición de ciertas verdades "holísticas", o
acuden al excesivo análisis "reduccionista" de operaciones. Este
académico presenta la complejidad como un pensamiento "que
relaciona" y que integra la parte con el todo, concibiendo los
objetos de conocimiento
dentro de la globalidad a que pertenecen. Que admite el caos, la
incertidumbre, la diversidad y la ambigüedad como procesos
normales. Para evitar confusiones al respecto, hace una
aclaración:
Habrá que disipar dos ilusiones que alejan a los
espíritus del problema del pensamiento complejo.
La primera es creer que la complejidad conduce a la
eliminación de la simplicidad. Por cierto que la
complejidad aparece allí donde el pensamiento
simplificador falla, pero integra en sí misma todo aquello
que pone orden, claridad, distinción, precisión en
el
conocimiento. Mientras que el pensamiento simplificador
desintegra la complejidad de lo real, el pensamiento complejo
integra lo más posible los modos simplificadores de
pensar, pero rechaza las consecuencias rutilantes,
reduccionistas, unidimensionalizantes y finalmente
cegadoras de una simplificación que se toma por reflejo de
aquello que hubiere de real en la realidad.
La segunda ilusión es la de confundir complejidad con
completud… el conocimiento completo es imposible…
(pp. 22-23)
Al interior del pensamiento complejo se manejan una serie de
conceptos auxiliares. Así, están los principios de
los bucles retroactivo (afectación recíproca
de causas y efectos), y recursivo (auto-producción y auto-organización del
ser); de la emergencia sistémica (surgimiento de
cualidades nuevas a partir de la interacción del todo con
las partes), y de la dialógica (complementaridad de
los antagonismos), entre otros.
La popularidad de Morin, en los países del tercer mundo
sobre todo, no parece deberse a la originalidad de sus
planteamientos (que traen a la memoria los
supuestos del materialismo dialéctico), sino por su
aureola de ideólogo comprometido, ya que se ha ocupado de
temas relacionados con la política, la educación y la
ecología
desde una perspectiva que podría llamarse "de
izquierda".
COMPLEJIDAD Y
RETÓRICA DE LA COMPLEJIDAD
El origen de las corrientes de pensamiento antes
reseñadas se dio a partir de los desarrollos en ciencias
naturales. Sin embargo, derivaciones de esas ideas se
introdujeron rápidamente en las ciencias
humanas (sociología, comunicación y psicología, entre
otras). Entre los investigadores multi(trans)disciplinarios,
conviene mencionar a Luhmann (véase Berthier, 2001), y a
Bateson (1972/1998), quienes señalan que la realidad es
una compleja red de relaciones,
organismos, interconexiones y procesos a veces paradojales en los
procesos sociológicos, pero comprensible mediante un
elemento clave que emerge de esos nexos: la
comunicación, contexto indicador de complejidad
desarrollada, puesto que todo "lo conocido" se establece a
través de ella.
En la psicología pueden advertirse ciertas
orientaciones de considerable impacto en la teorización y
los métodos
tecnológicos, que intentan recoger versiones de
complejidad: las corrientes dialéctica,
dinámico-sistémica y constructivista.
La psicología dialéctica
En el mundo socialista, dentro y fuera de la fenecida
Unión Soviética, la influencia de la
dialéctica marxista siempre dotó su
orientación de criterios complejos en el modo de ver "la
actividad vital del hombre y su
modo social de existencia". Son notables las contribuciones de
Leontiev y Abuljánova en la consideración acerca
del objeto de estudio, pero quien aborda explícitamente el
tema de su relación con el enfoque sistémico es
Lomov (1981, t. e.). En un pasaje destacado, hace quizá la
formulación más sucinta de un enfoque concreto, no
subjetivo, de la búsqueda de complejidad dentro de las
coordenadas científicas:
… la dialéctica
materialista requiere que se rebasen los esquemas lineales
unidimensionales, que se comprenda que cada ley es estrecha,
incompleta y aproximada. (p. 132) El enfoque estrictamente
científico no sólo requiere que se esclarezca la
ley objetiva, sino también se esboce su esfera de acción,
como asimismo las condiciones en que sólo ella pueda
actuar (p. 134) …no disponemos todavía de
procedimientos y medios
bastante estrictos para describir la situación
(experimental o de la vida) como un sistema. Elaborarlos es una
de las tareas más importantes de la psicología. A
título de causa de uno u otro acontecimiento aparece, por
regla general, no un acontecimiento aislado, sino un sistema
de acontecimientos o situación. Con la
particularidad de que la situación debe enfocarse
correlacionándola con las características y
peculiaridades de quien actúa en ella y con su propia
actividad. (p. 138)
El psicólogo cubano González Rey (1997, 2002)
también podría ser mencionado en esta parte de la
revisión, aunque sus tesis se
expresan como una mixtura del vocabulario dialéctico y
constructivista post-racionalista (véase más
abajo). Relieva el cualitativismo del análisis y la
categoría de subjetividad procesual (espacio
ontológico diferente, complejo, sistémico,
dialógico y dialéctico), que, señala,
descuidó la psicología soviética a
través del "objetivismo" de Leontiev. A un nivel
inferior están las divulgaciones muy simplificadas
de Merani (1968), que, con todo, ha sido influyente en Latinoamérica, entre los psicólogos
autodenominados "progresistas".
La psicología
"dinámico-sistémica"
Entre las aproximaciones psicoanalíticas se relievan el
proceso, el cambio y los
estados de equilibrio en las interacciones clínicas y al
interior del individuo, descritas según la sistematicidad
no-lineal. El equilibrio sistémico se rompería por
una multiplicidad de conflictos
entre componentes internos, entre estados del ego, o entre el
sistema y el entorno, resolviéndose mediante
exacerbaciones afectivas que impulsan al sujeto a encontrar la
forma de reorganizarse, disminuyendo el desequilibrio o
restableciendo el equilibrio (Sánchez, 2002).
En la misma vía, Deleuze y Guattari (1980/1997) llaman
"mesetas" a los sistemas abiertos e introducen un modelo
epistémico de saberes de organización
diversificada desde una raíz que origina múltiples
ramas, donde cualquier elemento puede afectar o incidir en
cualquier otro: el "rizoma". En este modelo, las relaciones entre
los elementos argumentales serían
multi-recíprocas.
En otros planos más socioculturales del discurso
dinámico-sistémico, también se consideran
suprasistemas y subsistemas en relación de todo y
parte simultáneas: cualquier unidad de partes es un
todo que también forma parte de otra unidad mayor, llamada
holon. Por eso a veces se utiliza el sinónimo de
"pensamiento holonístico" para identificar el pensamiento
sistémico (Anderson y Carter, 1990/1994, p. 29).
Alternamente, Bronfrenbrenner (1979/1987) describe varios niveles
de contexto ecológico que potencialmente influyen el
desarrollo: los microsistemas (los más inmediatos), los
mesosistemas (grupos de
micro-sistemas), los exosistemas (que rodean a los microsistemas)
y los macro-sistemas (la cultura de
referencia).
Una línea aplicada de la corriente sistémica
según los planteamientos también ecológicos
de Bateson (1972/1998), centra sus esfuerzos en la estructura de
interacciones sociales y comunicativas del sistema familiar,
teniendo como destacados seguidores a Watzlawick y a
Minuchin.
La psicología constructivista
La visión de complejidad se ha nucleado a menudo en
referencia a la teoría
poli-perspectivista y relativista del conocimiento: éste
sería una construcción compartida entre varios
observadores, cada uno limitado por su propio horizonte personal. De este
modo, se saca la conclusión de que habría tantas
realidades como observadores existentes: el "multiverso" de
Maturana (Ruiz, 1996). Hay dos direcciones sutiles y
algo confusas que toma este razonamiento, uno llamado
constructivista, con mayor énfasis en la
construcción "al interior" del propio individuo, y otro
llamado construccionista, con mayor énfasis
social-convencional en dicha construcción. A su vez
también se puede distinguir el constructivismo
pedagógico o genético de Piaget, que es
más bien moderado; del constructivismo radical,
terapéutico o post-racionalista de Guidano.
Las relaciones de Piaget con el pensamiento
sistémico siempre fueron cordiales. Donde coincide
más con aquel es en el concepto, clave en su
teoría, de equilibración, un mecanismo
auto-regulatorio que funciona como motor del cambio de las
estructuras psicológicas al operar en los intercambios del
individuo con su ambiente. El mismo Piaget (1964/1985),
identifica el equilibrio con el "estado estable en un sistema
abierto" (p. 144). Además, contrapone su propio enfoque
"estructuralista" al "holismo" y al "atomismo" imperantes en
otros, "en tanto que hace de los sistemas de interacciones o de
transformaciones la realidad primera, subordinando, por
consiguiente, ya desde el principio, los elementos a las
relaciones que los engloban, y concibiendo,
recíprocamente, el todo como producto de la
composición de estas interacciones
formadoras." (Piaget, 1974/1975; p. 218)
El constructivismo post-racionalista se funda principalmente
en el trabajo de
Maturana y su concepto de autopoiesis, que tipifica la
estructura orgánica como un sistema cerrado que se
autodetermina y se auto-produce independientemente de cualquier
intervención externa (el ambiente), aunque sus relaciones
con ésta sean de presuposición mutua y aun de
co-evolución (Maturana y Varela, 1973).
Guidano (1991/1994) toma esta idea para proponer que el
self del individuo es un sistema unitario, un proceso que
se va construyendo auto-organizadamente, manteniendo su
continuidad a través de las discontinuidades. Para Guidano
(así como para Mahoney), esto amplía la mira de
análisis del terapeuta al patrón que organiza las
experiencias significativas del sujeto en relación con sus
esquemas cognitivos y emotivos, cosa que según el
post-racionalismo
no se hace desde la posición empirista (ver Yañez,
Gaete, Harcha, Kühne, Leyva y Vergara, 2001).
Retórica de la complejidad
Todos los enfoques anteriores han tropezado, en mayor o menor
medida, con el obstáculo de la traducción de la terminología
técnica vigente en otros universos de conocimiento (en
particular de las ciencias "duras"), a la propia; y no
sólo eso. También está el asunto de la
equivalencia de eventos que se
analizan en relación con los planos naturalista y humano,
así que en muchos casos las extrapolaciones que se han
hecho han sido forzadas, cayendo en discursos
espectaculares y emocionantes, pero vacíos de contenido. A
esto se puede llamar "retórica de la complejidad".
Ejemplares de esta retórica "cualitativa" pueden
hallarse por doquier en los escritos de las ciencias humanas
"post-modernas". Algunos son evidentes y otros difíciles
de ubicar, porque a menudo los sofismas y razonamientos
sedicentes están mezclados con verdades y profesiones de
fe tan generales, que distinguirlos con claridad resulta
una labor muy tediosa. Estos autores se distinguen por sus
constantes referencias a nociones matemáticos y físicas entre las
cuales no se excluyen las de la teoría del caos, la
energía, la mecánica
cuántica, el bing-bang, los quarks
y la complejidad, pretendiendo vincularlas con embrollados
conceptos fenomenológicos y psicológicos, que se
oponen al racionalismo cartesiano, al positivismo y
al método hipotético-deductivo. Todo en pro de un
paradigma
epistémico "emergente" (Martinez, 2006) que
rompería con la "inapresable" objetividad, la verdad y la
verificación empírica como únicos medios de
aproximarse a lo real, a favor del reconocimiento de la
subjetividad, la discontinuidad, la diferenciación y un
mayor nivel de sensibilidad ética y
social en la ciencia.
Las obras de Gross & Levitt (1994) y de Sokal y Bricmont
(1998/1999) son suficientemente ilustrativas acerca de los
extremismos que pueden imperar ante auditorios poco cultivados y
propensos a sobredimensionar la retórica "difícil"
-es decir, con términos, argumentos y juicios de valor
extraídos de contextos prestigiosos ajenos-, por
considerarla "profunda" (véanse los escandalosos casos de
Lacán y de Deleuze en dicha obra). Con la frescura
típica de la New Age, en la literatura retórica
de la complejidad no se advierte ningún escrúpulo
en la asimilación y reificación conceptuales que se
hacen de vocablos con significados surgidos y aplicados en
contextos totalmente diferentes, sin más
justificación que el uso metafórico.
Por ejemplo, se identifican los "sistemas complejos
no lineales con tendencia (entrópica) al desorden y
al caos" con el "funcionamiento psíquico lleno de
incertidumbres", lo cual haría del psicoterapeuta
"un factor neguentrópico probabilitario" (o sea
alguien que opera como restablecedor del orden). Para
ellos el pensamiento -cibernética de segundo orden-
puede convertirse en una "estructura disipativa", como las de
Prigogine, cuando "se debilitan los atractores fijos o
periódicos" (los apoyos lógico-racionales)
que operan como puntos de atracción hacia la
estabilidad. En las intervenciones el sujeto sería
demandado a un esfuerzo de "religamiento de su propia
dispersión" a fin de "destrabar su desequilibrio
sociopersonal" mediante una "comprensión integradora"
que "restablezca su equilibrio
bioenergético".
En suma, pareciera que la insistente referencia a la
indeterminación, aleatoriedad, retroacción y
dialogicidad compleja de los procesos, se plasmara también
en jerigonza compleja. Para algunos (por ejemplo Bunge, 1999),
todo esto forma parte de la herencia de
Heidegger
(existencialismo) y Husserl (fenomenología), en el entendido de que
auto-declaradamente constituyen contenidos opuestos a las
ciencias "objetivas", y practican la "puesta entre
paréntesis" de la realidad, para descubrir el sí
mismo. El método principal sería, por supuesto, la
"visión de las esencias" mediante el discurso intuitivo.
Un antiguo militante y promotor incansable del paradigma de la
complejidad, Martínez (1994), ha reconocido
explícitamente su íntima cercanía
filosófica con Husserl.
Sumario parcial y juicio crítico
Es positivo el afán de aplicar la noción de
complejidad a la psicología. La cuestión es
cómo. A lo largo de esta parte del artículo se han
reseñado varias de las formas intentadas desde los predios
de la dialéctica, del enfoque sistémico y del
constructivismo. No obstante, la revisión hecha sobre la
base de los pensamientos complejos que pretenden guiar ciertos
enfoques psicológicos muestra, en
muchas ocasiones, una tendencia a la retórica
grandilocuente y superficial que toma vocablos de disciplinas
"duras" para aplicarlos con ligereza, y a veces embrollan
cuestiones muy simples, como la de que la personalidad
cambia durante un lapso de tiempo y las conductas estables de un
individuo nunca se repiten de la misma forma. No se necesitan
postular "atractores", "espirales" o "turbulencias en el sistema"
para entenderlo (véase por ejemplo Luébano, 2004;
p. 401).
Quizá a raíz de eso la oquedad
tecnológica es evidente, a pesar de las abundantes
declaraciones dialécticas, sistémicas,
dinámicas y constructivistas acerca de lo mucho que
aportan al quehacer psicológico, especialmente
pedagógico y terapéutico. Por ejemplo, como
señalaba Perez-Alvarez (1996) respecto a las terapias
post-racionalistas, más allá de sus construcciones
teóricas vagas y globales no han generado técnicas
novedosas. Al parecer, lo que tienen de efectivo está dado
por el uso de las tradicionales técnicas conductuales y de
reestructuración cognitiva para "los cambios
superficiales", mientras que apelan a variedades de
procedimientos dinámicos para modificar el "nivel
profundo". Algo parecido podría decirse del campo
educativo, donde las disquisiciones sobre la aplicación de
la "zona de desarrollo próximo" vigotskiana sólo
pueden concretarse utilizando las técnicas
"asociacionistas".
Por otro lado, en las formulaciones meta-teóricas de la
complejidad se nota inconsecuencia. Pese a la interminable fila
de argumentos en pro de la interacción
sistémica, ésta se concentra,
paradójicamente, en uno de los polos de la relación
"subjetividad-objetividad". Casi toda su literatura se compone de
un alegato para "retornar al sujeto" en la forma de
construcciones mentales (cognición, conación,
emoción, etc.) a la manera fenoménica y
organocéntrica (Montgomery, 2005; Munné, 1999;
aplica el calificativo de "antropocéntrico" para el
construccionismo social), y se encuentran contadísimas
declaraciones a favor de la conducta como la
misma relación dinámica o fluir de interacciones
entre el organismo y el medio (Maturana, cit. por
Ruiz, 1996); por lo demás, incluso esto sin mayor
especificación molecular o pragmática, pese a la
afirmación de que lo complejo subsume lo simple y lo
macroscópico incluye lo microscópico.
COMPLEJIDAD Y
CIENCIA DE LA CONDUCTA
Dentro de la literatura conductual hay pocas referencias a la
noción de complejidad en los sentidos
reseñados, y todas con escasa resonancia (Haynes, 1995;
Marr, 1997; Bornás y Noguera, 2002; Quiñónez
y Hayes, 2003; Andery y Serio, 2003; Cautilli, Rossenwasser &
Hantula, 2003; Montgomery, 2003; entre otros). Sin embargo, por
otro lado eso no impide que hayan actualmente desarrollos
conductistas sistémicos potencialmente sugerentes en
diversas formulaciones teóricas, metodológicas y
aplicativas. Esto podría parecer paradójico, dado
el estigma que, a la vista de la "opinión
pública" de la psicología, marca a fuego la
producción conductual dentro de un paradigma mecanicista
de la modernidad. Por
ello primero se desarrollará ese tema, buscando aclarar
conceptos.
¿Es el conductismo
actual una forma de mecanicismo?
Uno de los temas favoritos en la literatura de la complejidad
es la superación del paradigma positivista lógico,
el cual se considera en psicología
epistemológicamente afín al conductismo en general
y representativo del reduccionismo y la simplicidad. De hecho,
parte de los manuales y
exposiciones epistemológicas de los enfoques
dialécticos, sistémico-dinámicos y
constructivistas están casi siempre dedicadas a la
expedita refutación del obsoleto modelo "empirista,
mecanicista, cuantitativista", donde "el sujeto es pasivo" y la
concepción de conocimiento es ingenuamente lineal,
considerando que la realidad se compone de bloques fijos y no de
procesos, donde se "rechazan los cambios y las retroacciones",
así como "la mente y la subjetividad porque están
más allá de sus recursos
teóricos y metodológicos", etc.
Si bien hay razones para creer lo dicho, en especial
respecto a los modelos de
Watson, Hull y Skinner
(véase Smith, 1986/1994; para entrar en tales detalles),
también se debe considerar que ninguna
formulación es, como la Sibila de
Cumas, incambiable durante mil años. Las teorías
científicas, como las personas, van evolucionando y
generando reconceptualizaciones que vienen a subsanar viejas
insuficiencias. Así, puede decirse, por ejemplo, que
Skinner tiene dos momentos: uno "moderno" y otro "postmoderno"
(Moxley, 1999), donde, igual que el segundo Wittgenstein, emigra
hacia una postura más acorde con los supuestos
pragmáticos que con el empirismo
machiano. Incluso, desde cierto enfoque (Zuriff, 1998; Cautilli,
Rossenwasser & Hantula, 2003), habrían coincidencias
del conductismo radical con un tipo de construccionismo social
empírico que no niega la objetividad.
Cualesquiera que hayan sido las debilidades históricas
y las variedades del conductismo radical y metodológico,
debe recordarse que al presente "no cabe un análisis
separado de ellos salvo para recalcar sus niveles de
alternatividad, complementariedad y/o insuficiencia en
relación con los modelos behavioristas más
avanzados… un proceso aun no acabado de sucesión y
perfeccionamiento en el propósito de constituir una
psicología científica" (Montgomery, 2000; p.
20). Actualmente hay variantes conductistas de tercera
generación que, erigiéndose sobre las bases de los
primeros modelos, van más allá y pueden
considerarse listas para ser "aggiornadas" con el
paradigma de la complejidad sin dejar de ser parsimoniosas, ni
tener necesidad de utilizar terminologías extrañas
a la disciplina.
Entre ellas, las tres que mejor se vienen desarrollando en
opinión del autor de este escrito son la teoría
de marco relacional (TMR), el conductismo de campo y
el conductismo psicológico.
Es indudable que, como dicen Lincoln y Guba
(2000), los paradigmas
filosóficos ("knowledge claims") influencian las
ideas de los científicos acerca de lo que es conocer
(ontología), de qué modo (epistemología), qué valores
guían el conocimiento (axiología) y cómo se obtiene
(metodología). Por lo tanto es vital situar
cada propuesta teórica en un universo
particular. Las variantes conductistas de tercera
generación son consistentes con enfoques
filosóficos muy distintos del mecanicista: respectivamente
el contextualismo, la filosofía
analítica y el post-positivismo. Más
allá de sus fuertes desacuerdos, aquí se rescata lo
que tienen de común.
El contextualismo y la teoría de marco
relacional
Como anota Weems (1999), hablando de las cosmovisiones
psicológicas, el contextualismo propone que tanto el
conocimiento como el ser sólo tienen significado en
relación con un entorno social e histórico.
Semejante pensamiento está comprometido con las
interconexiones e interpenetraciones de los acontecimientos,
relativas al momento y lugar particulares en que suceden.
Mientras que para el mecanicismo cada fenómeno tiene una
causa determinada, para el contextualismo la causalidad puede ser
tanto uno-a-uno como múltiple y recíproca.
La evolución de este pensamiento puede seguirse a lo
largo de la historia de la
psicología, como tres fases diferenciadas de investigación por: a) estados contenidos de
propiedades de las sustancias (por ejemplo el alma o la
mente); b) estados de determinismo mecánico donde las
causas actúan sobre los objetos en un espacio-tiempo
absolutos (por ejemplo los modelos E-R y computacionales de la
mente); y c) eventos y acciones como
puntos particulares en una interacción continuamente
cambiante, a manera de relaciones funcionales dentro de un campo
o sistema de factores (Morris, 1997; p. 538). El contextualismo
constituye la tercera etapa, y es tanto una ontología
(pues hace presuposiciones sobre la naturaleza), como una
epistemología (pues hace presuposiciones sobre el
conocimiento de lo real), constituyéndose en la
filosofía compleja de la ciencia que guía el
quehacer conductista según los adeptos a la TMR (Hayes,
Blackledge & Barnes-Holmes, 2001). Hayes (1993) distingue un
contextualismo descriptivo y otro funcional.
Reserva el funcional para su propio modelo, mientras que destina
el calificativo de descriptivo para el modelo
interconductista.
La TMR surge de los estudios sobre conducta operante
generalizada a nivel verbal, y se basa en un hallazgo importante
acerca de las relaciones de equivalencia (simetría,
transitividad, reflexividad) que emergen a partir del aprendizaje
lingüístico: una vez entrenados ciertos tipos de
relación, se ve que se manifiestan nuevos tipos no
enseñados explícitamente. Así, es posible
responder a un evento en términos de otro. Se supone
que en el desarrollo
humano esta emergencia de relaciones va creciendo y formando
marcos relacionales de gran complicación en un entorno
pleno de reforzamiento social-verbal, y, por tanto, lleno de
claves contextuales o reglas (por ejemplo frases indicadoras de
igualdad o de
diferencia de tamaño entre dos estímulos), que
seleccionan la clase de
respuesta relacional que se puede producir en un determinado
momento.
Una vez aprendido el repertorio de establecimiento y
derivación de relaciones en múltiples contextos, el
individuo es capaz de combinar, oponer, comparar, transformar,
integrar, vincular, etc.; un infinito número de
estímulos, lo que dota a su conducta de una serie de
propiedades complejas que se explican por el propio marco en que
ocurren, sin necesidad de recurrir a entidades "internas" (Hayes,
Gifford, Wilson, Barnes-Holmes y Healy, 2001). De tal manera,
gracias a esos mecanismos, la conducta humana
se desenvuelve en un contexto histórico procesual que
produce vinculaciones mutuas, combinatorias y transformaciones de
funciones
estimulares de alta complejidad semántica.
Haciendo un ejercicio de libre interpretación, se argüiría que
muchas de las características atribuidas a lo "real" por
los teóricos de la complejidad podrían ser no leyes
dialécticas de la naturaleza, sino simplemente maneras
abstractas de referirse al mundo que surgen de vinculaciones
combinatorias existentes entre "familias" de marcos
relacionales. Vgr., un marco de "coordinación" involucra nexos de identidad,
semejanza o similaridad, mientras que el marco "oposición"
importa negación. En el contexto de un concepto
lógicamente (sociolingüísticamente)
organizado, ambos marcos se complementan, siendo el último
de ellos la dimensión que incluye a la primera
categoría, como en la frase: "Si Pedro no quiere a Rosa y
Rosa no quiere a Santiago, entonces Pedro y Santiago deben estar
molestos". Es decir, dos estímulos que participan en
marcos relacionales de oposición, a su vez se relacionan
entre sí. Eso recuerda las aserciones de Morín
referentes al bucle retroactivo y la dialógica, por
ejemplo. Hay muchas más redes relacionales relativas
a marcos comparativos, jeráquicos, espaciales, de
condicionabilidad, etc.; que podrían explicar otras
aserciones por el estilo.
Pueden verse algunos recientes correlatos experimentales y
clínicos de esta corriente que está muy en boga hoy
en día dentro del paradigma conductual, en Barnes-Holmes y
Whelan (2005), Kohlemberg, Tsai, Ferro, Valero, Fernández
y Virués-Ortega (2005), y Gómez, López y
Mesa (2007), respectivamente.
La filosofía analítica y el enfoque de
campo
Los filósofos analíticos se dividieron
en dos grupos, el de Cambridge, influído por Wittgenstein,
y el de Oxford, alentado por Ryle. Aunque ambos se ocupaban
críticamente del lenguaje como
un medio para aclarar confusiones categoriales (uso equivocado de
palabras y proposiciones), los de Cambridge limitaban su trabajo a la
solución de problemas
específicos, mientras que los de Oxford lo
extendían al delineamiento de conclusiones
filosóficas más generales (Santos, 1975). No
existe una ligazón explícita del fundador del
interconductismo, J.R. Kantor, con esas escuelas a pesar de sus
muchas coincidencias, pero E. Ribes, el representante más
destacado del modelo interconductual mexicano, hace una
combinación de tales aportes; primero, explicando
cómo y porqué es que el lenguaje
psicológico está lleno de impropiedades así
como sugiriendo medios para evitarlas (Ribes, 1990); y
segundo, proponiendo la hipótesis radical de que el lenguaje,
-significado por Wittgenstein como "forma de vida" más que
como morfología
lingüística-, es el contexto
funcional de lo psicológico. La conducta del individuo
sería, así, un "contenido funcional" del lenguaje
(Ribes, Cortés y Romero, 1992; Ribes, 1994), con todas las
consecuencias interactivas que eso implica. He ahí donde
se encuentra el primer germen de complejidad en este enfoque.
Pensar en términos de relaciones
lingüísticas que no se reducen a un sujeto y una
mente, sino que involucran siempre los intercambios a todo
nivel entre el individuo y su entorno, resulta
característico de la aproximación interconductual.
Es, de acuerdo con la expresión de Ribes (2000), un
paradigma de "organismo en el mundo" donde el contexto no es un
agregado, sino la situación misma en que se desenvuelve la
interacción. No hay distinción ente "interior" ni
"exterior" del organismo, ni reificaciones mentales de entidades
externas. La configuración particular de la
interacción organismo-ambiente en un momento dado se
plasma por las interrelaciones polifuncionales entre los
elementos del campo o segmento contingencial (Kantor,
1959/1978).
Las contingencias se organizan en función a
las relaciones multi-recíprocas que asumen todos sus
elementos entre sí. Ente ellos están factores de
tipo organísmico-disposicional y situacional, que
pueden ser descritos en sus interacciones sin recurrir a
variables extrañas a ellos. A su vez tales relaciones se
dan de manera dinámica y evolutiva, de modo que hay hasta
cinco estadios de de complejidad progresivos en su
organización (según Ribes y López, 1985): en
el estadio más temprano el individuo es afectado por su
contexto y simplemente se adapta a él; luego en el segundo
estadio media, gracias a su propia reactividad, cambios en las
condiciones del contexto. En el tercer estadio el individuo
actúa con base en ciertas variaciones de los eventos que
influyen selectoramente su responder. En el cuarto estadio el
individuo crea, por medio de su reactividad
lingüística y convencional, campos mediadores
desligados situacionalmente, lo que desemboca en la
interacción silente consigo mismo. Finalmente, en el
quinto estadio se relaciona de manera totalmente simbólica
con eventos de carácter convencional y abstractivo, pues
la mediación lingüística opera con productos del
propio discurrir en la forma de lenguajes lógico-formales
y matemáticos. Este estadio incluye todas las destrezas y
competencias
acumuladas por el individuo a lo largo de su desarrollo.
A raíz de ese desarrollo se distinguen en general dos
tipos de interacciones o sistemas contingenciales:
directos y sustitutivos. El primero determinado en diversos
arreglos por las particularidades físicas del ambiente y
del propio organismo, y el segundo funcionalmente desligado del
entorno inmediato debido a la intervención de los
repertorios convencionales. No obstante, a la luz de la
hipótesis del lenguaje como ámbito funcional de
toda interacción, la línea divisoria entre ambos
sistemas resulta borrosa.
Desarrollos compendiados del modelo interconductual mexicano
en los planos básico y tecnológico pueden
encontrarse en los dos tomos de Mares y Guevara (2001,2002),
así como sobre aspectos educativos en la obra Carpio e
Irigoyen (2005). En inglés
lo más reciente son los varios ensayos sobre
J.R. Kantor y su repercusión
teórico-práctica (Midgley & Morris, 2006).
El post-positivismo y la teoría
multinivel
Sin duda, la más comprensiva descripción del movimiento post-positivista
en general está en la conocida introducción al volumen editado
por Guba en 1990 (Lincoln & Guba, 2000). El explica en primer
lugar que los post-positivistas conciben la realidad como
independiente del observador y sujeta a leyes naturales, igual
que sus predecesores positivistas, pero a la vez la consideran
más allá de la aprehensión total de
éste por sus insuficientes mecanismos sensoriales e
intelectuales,
así como por el sesgo social a que se halla sometido. De
allí que, aun cuando el logro de la máxima
objetividad sea un ideal a conseguir, eso esté fuera de
las posibilidades. Lo que se puede hacer es acercarse a ella
mediante diversas estrategias,
entre las que se cuenta la intercomunicación del
investigador con otros miembros de la comunidad
científica y con el seguimiento de cierta tradición
crítica
imperante. Por último, a nivel metodológico el
paradigma flexibiliza los procedimientos experimentales y
manipulativos, aceptando un grado de cualitatividad en los
análisis y propiciando mayor búsqueda de datos en
escenarios naturales.
Si algún enfoque puede ser enmarcado dentro de todas
estas características, ese es el del conductismo
psicológico (antes llamado "paradigmático"),
variante nominada por Staats (1993) que designa un tipo de
conductismo interesado en dilucidar los aspectos complejos del
comportamiento, pero utilizando la
metodología de combinar, elaborar y extender los
principios básicos ubicados por la investigación
existente dentro del condicionamiento clásico e
instrumental de primer y segundo orden.
Dentro del análisis se consideran grupos de variables
gruesas tales como: a) las condiciones ambientales pasadas que
forman parte de la historia de aprendizaje
acumulativo-jerárquico (o sea que los niveles más
complejos involucran los más simples); b) los repertorios
conductuales básicos (cognitivo-lingüísticos,
emotivo-motivacionales y motor-sensoriales); c) la
situación estimular presente (sistema
afectivo-discriminativo-reforzante); d) las condiciones
biológicas (estados orgánicos eventuales o
constitucionales) que median la formación, función
o recepción en los anteriores puntos); y finalmente, e) la
conducta bajo observación directa
(Fernández-Ballesteros y Staats,1993). Cada uno de
los grupos de variables incluye gran cantidad de principios y
mecanismos compatibles entre sí, tomados de variedades
alternas de teorías del
aprendizaje conductistas.
Como en los anteriores modelos, el conductismo
psicológico recalca la potencialidad de la
interacción social, del lenguaje y la comunicación
como ejes centrales de la autodeterminación humana, puesto
que le permiten trascender las condiciones inmediatas (Staats
1968/1983). En el aprendizaje
humano los mecanismos implicados son extraordinariamente
complejos, ya que las respuestas moleculares pueden formar
repertorios o configuraciones molares, y una vez construido el
sistema, éste responde como un todo a las leyes del
aprendizaje. Así por ejemplo, secuencias de diferentes
sistemas comportamentales pueden relacionarse con repertorios de
ajuste personal, como en el caso de la solución de
problemas. En este proceso se pueden generar
extraordinarias secuencias de conducta -incluyendo las
sensoriales e imaginales-, mediante formas manifiestas y
encubiertas de evocación de estímulos
múltiples y de respuestas múltiples que se
combinan.
Con un interés
explícitamente teórico, Staats (1996/1997) elabora
una organización sistémica multinivel abierta y
procesual (es decir no acabada y en desarrollo), de nueve
áreas que comprenden gran cantidad de datos y
conocimientos seleccionados mediante un muestreo
representativo. Las áreas, que deben ser articuladas e
integradas mediante lo que se llama una "teoría puente" (a
manera de un esqueleto conceptual y empírico), son: 1)
biológica, 2) de aprendizaje animal básico, 3) de
aprendizaje humano, 4) de interacción social, 5) evolutiva
infantil, 6) de personalidad, 7) de evaluación
psicológica, 8) psicopatológica, y 9)
psicoterapéutica.
Lo esencial en la formulación multinivel es que hay una
continuidad desde los principios de conducta elemental hasta los
eventos sociales, y de éstos a la conducta compleja,
así como entre la ciencia básica, académica
y aplicada. Dicho esqueleto también es válido para
unificar, en lo posible, la gran cantidad de enfoques que pueblan
el universo
psicológico. Mediante dicho esquema se propone un lenguaje
y métodos comunes con un solo basamento legal, para
facilitar el surgimiento de un paradigma global en la disciplina
(Staats, 1999).
Aspectos aplicados del conductismo psicológico se
pueden ver, entre otras publicaciones, en la compilación
de Eifert & Evans (1990), así como en los
artículos de ,
Heiby
& Kopetskie (2001), y
de Carrillo, Collado, Rojo y Staats (2006).
Derivaciones tecnológicas
Como es lógico, los énfasis en el lenguaje y la
comunicación, en la
organización de distintos niveles del comportamiento y
en la evaluación de procesos que impera en la TMR, el
interconductismo y el conductismo psicológico, producen un
correlato práctico. En el plano clínico son
relevantes, por ejemplo, los planteamientos procedimentales de
las terapias analítico-funcional (PAF) y de
aceptación y compromiso (TAC), del análisis
contingencial (AC) y de la terapia conductual-psicológica
(TCP); pudiendo decirse que hasta cierto punto aplican lo que
Bornas y Noguera (2002) reclaman (ver la introducción a
este artículo).
Baste un ejemplo para ilustrar lo dicho. En la TAC el
tratamiento sobre la evitación experiencial se comienza
con la alteración de los contextos auto-explicativos del
individuo, considerando que su lucha contra emociones y
pensamientos negativos es la base del problema. Se auspicia el
abandono de esa estrategia
"desmantelando" los repertorios verbales y valorativos que lo
sostienen, tras hacerle ver al cliente que no
funcionan. La idea es provocarle un estado de desesperanza y
hasta de frustración, a fin de iniciar un proceso
terapéutico de otro tipo.
Eso, trasladado a la terminología "sistémica" de
la complejidad significaría algo similar a romper el
equilibrio del sistema dinámico para que éste,
mediante una serie de transiciones de fase, permita la emergencia
de nuevos patrones que reorganicen la estructura dinámica
y se resuelvan en un nuevo equilibrio sinergético.
De hecho, una herramienta metodológica para facilitar
el tránsito de un estado a otro podría ser la
rejilla de cambio-mantenimiento
de micro y macro-contingencias utilizada en la fase de
análisis de soluciones del
análisis contingencial (Díaz-González, Landa
y Rodríguez, 2002, p 20). Dicho sea de paso, los conceptos
interconductual de contingencia, lo mismo que el de
repertorio básico-conductual del conductismo
psicológico, tienen propiedades parecidas al del
"holón" sistémico.
En suma, en una "teoría conductual del caos" no
sería difícil encontrar semejanzas
metafóricas entre los conceptos y procedimientos
conductuales y el lenguaje utilizado en otros enfoques para
designar como holons, rizomas, bucles,
atractores, macro y micro-sistemas,
oscilaciones, equilibraciones u autopoiesis
a ciertos fenómenos, a fin de subrayar su apariencia
paradigmática compleja y entusiasmar a los aficionados,
pero eso no significaría añadir efectividad al
trabajo.
Hasta qué punto el uso de la simulación
por ordenador puede potenciar los saberes y procedimientos
complejos de la terapia de conducta, es una cuestión
abierta. Por ejemplo, hay disponible un sistema de
evaluación de problemas conductuales denominado Modelo
Causal Analítico-Funcional (MCAF) que permite "estimar
la magnitud del efecto de una intervención presentando un
diagrama
vectorial, y a veces coeficientes, de la potencia estimada
de las trayectorias causales, de la modificabilidad de las
variables causales y de la importancia de los objetivos y
problemas conductuales del cliente" (Haynes, 1994; p. 173). El
modelo, según su autor, también sirve para obtener
enfoques estructurales, además de presentar flexibilidad
en su amplitud y validez, pues puede modificarse respecto a
variaciones periódicas. Haynes (1994,1995) referencia
igualmente un modelo para casos de variables no lineales del que
no da detalles. Marr (1997), por su parte, apoya una
descripción matemática
de los cambios en el estado del
sistema de interacciones organismo-ambiente (que llama
"dinamizado" en vez de "dinámico") a lo largo del tiempo.
También existe el modelo interconductual de ecuaciones
estructurales (Pérez-Gil, Martinez y Moreno, 1994), donde
se evalúan variables como la historia de interacciones
previas, el estado biológico del organismo, la modalidad
sensorial del contexto, su intensidad y otras pertinentes al caso
que, dentro del momento presente del intercambio, pudieran
probabilizar la ocurrencia de algún episodio
particular.
COMENTARIOS
FINALES
La noción de complejidad es algo a tener en cuenta en
la psicología por los beneficios que pueden derivarse de
ello. Entre otras cosas una mayor flexibilidad científica,
la ampliación de miras y la coordinación con otros
campos de conocimiento.
Sin embargo, a lo que se ve, en el presente desarrollo de los
pensamientos y corrientes psicológicas que se guían
explícitamente por dicha noción hay ciertos
aspectos preocupantes. A saber: excesiva generalidad conceptual,
demasiada licencia terminológica y extrapolaciones
indebidas de fenómenos sacados fuera de su contexto
original, que se aplican sin justificación aparente a la
psicología. Eso sin contar la inconsecuencia de referirse
constantemente a la interrelación compleja entre el
organismo y su ambiente, mientras su verdadero interés
redunda sólo en "restaurar" el papel del sujeto por
contraposición al supuesto predominio de la objetividad en
la ciencia de la conducta, como si la interacción
residiera en algún compartimiento mental o cerebral.
En contraste, la ciencia de la conducta en su faceta actual
muestra un camino que con su propia terminología
técnica, y sin renunciar a la proverbial parsimonia
científica, parece cumplir con el objetivo de establecer
bases cualitativas y cuantitativas para construir progresiva
complejidad en el objeto de estudio, sus categorías
teóricas, su metodología y sus aplicaciones.
Aquí se han revisado tres enfoques: la TMR, el
interconductismo y el conductismo psicológico, cuyos
desarrollos siguen -cada uno a su manera y a pesar de sus mutuas
discrepancias entre sí-, pautas complejas, apoyados
por una profusa evidencia experimental.
Haciendo un esfuerzo de simplificación, concretamente
la TMR aporta el concepto de marcos relacionales como redes de
intercomunicabilidad sistémica que posibilitan un
ambiente virtual para el ejercicio de las funciones
superiores humanas. El interconductismo, a su vez, aporta el
concepto de campo integrado, en el cual solamente la
descripción completa del sistema proporciona explicaciones
acerca de los eventos. Por último, el conductismo
psicológico aporta el concepto de organización
interrelacionada de repertorios básicos y complejos,
así como un esquema sistemático de teoría
multinivel. En los tres modelos
teóricos, el lenguaje y la comunicación juegan
el papel central.
Hasta qué punto esos y muchos más conceptos
salidos de los enfoques conductuales de tercera generación
podrían hallar compatibilidad o predominar unos sobre
otros, es materia
opinable, y, por supuesto, debatible. El caso es que la comunidad
psicológica debe percatarse de que sí existen
alternativas científicas consecuentes con la noción
de complejidad, sin recurrir a la retórica de la
complejidad.
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Autor:
Mg. William Montgomery Urday
Facultad de Psicología
Universidad Nacional mayor de San Marcos
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