Introducción
El presente ensayo
pretende determinar los saberes necesarios del docente para hacer
frente al proceso de
enseñanza aprendizaje en el
aula a partir del pensamiento de
Paulo
Freire.
Cuando hablamos de formación que debe tener el docente
comúnmente pensamos en el conocimiento o
dominio de los
contenidos de la asignatura y que conozca aspectos básicos
de disciplina, y
con eso creemos que es más que suficiente.
Nos concentramos como docentes en
que nuestros alumnos sean capaces de adquirir y reproducir los
conocimientos transferidos y en el momento que observamos los
resultados en una prueba comúnmente cuestionamos las
habilidades de los alumnos, vemos en ellos todos los defectos y
carencias tratamos de buscar un argumento fundado en
él, en fin son unos burros, este es uno de los
muchos calificativos que empleamos con ellos.
Pero la pregunta ¿es la responsabilidad de los alumnos?, evidentemente
no, y tal vez añadamos otros factores como las
situación económica de los alumnos, su nacionalidad,
condición social, credo, etc.
¡Pero nunca el docente!
Es por ello, que analizaremos primeramente a la escuela como
espacio vital de la enseñanza y las condiciones de
nuestros alumnos al entrar al salón ellos nos
servirá para contextualizar el problema al cual se
enfrenta el docente y de ahí los saberes deben tener para
hacer un buen ejercicio de su práctica educativa-crítica
o progresista.
El escenario del
docente
Cuando hablamos de formación que debe tener el docente
comúnmente pensamos en el conocimiento o dominio de los
contenidos de la asignatura y que conozca aspectos básicos
de disciplina, y con eso creemos que es más que
suficiente.
Nos concentramos como docentes en que nuestros alumnos sean
capaces de resolver una ecuación, de recordar una fecha o
suceso, conozca la estructura de
una oración, que pueda hacer un balance
general, etc. Ponemos por encima el
conocimiento, antes que la actitud.
Y cuando vemos los resultados en las calificaciones
comúnmente cuestionamos las habilidades de los alumnos,
vemos en ellos poco interés,
no asimila, no entrega sus trabajos a tiempo, no
entiende lo más fundamental en clase,
cuestionamos hasta sus conocimientos básico y la culpa por
completo es de ellos, porque no se han preocupado por ir
acumulado el conjunto de saberes que se les han trasferido en los
distintos niveles de su educación. En fin son
unos burros, este es uno de los muchos calificativos que
empleamos con ellos.
Pero la pregunta ¿es la responsabilidad de los
alumnos?, evidentemente no, añadimos otros factores
como las situación económica de los alumnos, su
nacionalidad,
condición social, credo, etc. ¡Pero nunca el
docente! Es obvio que la principal razón recae en tres
partes: escuela, alumno y docente.
Analicemos brevemente los dos primeros aspectos nos
servirán para contextualizar y finalmente no ocuparemos de
los saberes que requiere el docente para ejercicio de su función.
Maturana sostiene que en la herencia
clásica el saber que proporciona la escuela, son en
sí mismo factores de emancipación,
liberación y promoción humana, y como reza en todos los
contratos
sociales y constituciones, la institución escolar
será la encargada de la distribución de los saberes
equitativamente, por encima de las diferencias sociales,
sexuales, étnicas, etc. Contribuyendo a la
extinción de las desigualdades y privilegios. Una
instancia de reproducción de las relaciones sociales de
dominación y, por tanto, de las formas de conciencia y
representación ideológica que le dan legitimidad.
(López, 2003: 48)
La escuela tiene el fin de proporcionar conocimientos,
desarrollar habilidades y actitudes que
preparen a las personas para asumir responsablemente las tareas
de la participación social, les permitan aprender por
cuenta propia y tener flexibilidad para adaptarse a un mundo en
permanente transformación que garantice la atención a las necesidades de diferentes
grupos en
diversos espacios y situaciones, que sea incluyente. Es decir,
una educación[1] que propicie la equidad,
independientemente del medio en que vivan.
Como habremos visto es una posición idealista de lo que
debe ser la escuela, pues refiere un espacio donde se preparan
personas para ser incorporadas a la sociedad, a la
cultura, pero
al mismo tiempo educados en valores como
el respeto, ciudadanía y democracia.
Pero la pregunta: ¿Todos los alumnos son iguales en
todas las escuelas y todas las escuelas son iguales para todos
los alumnos? Evidentemente no, porque las escuelas juegan un
papel primordial en la reproducción de privilegios
culturales[2] donde se ven claramente las
diferencias naturales[3] sobre las cuales
descansan los fallos selectivos y discriminatorios de esta
institución.
Para Pierre Bourdieu la escuela es:
Una instancia de reproducción de las relaciones de
sociales de dominación y, por tanto, de las formas de
conciencia y representación ideológica que le dan
legitimidad. (Bourdieu, 2002: 98)
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