En solidaridad con
mi heroico, rebelde y creador pueblo haitiano, en este instante
de dolor por el reciente paso devastador de tres ciclones.
Resumen
Este artículo fue escrito en el año 2001 para
ser incluido en el libro
Sacred Spaces and Religious Traditions of Oriente Cuba que
escribíamos a dos manos, para la fecha, fruto del
trabajo de
investigación conjunta de ambos, la
Profesora Dra. Jualynne Dodson, de la Michigan State University,
y mi persona.
Inesperadamente, y sin previo aviso, dicha "académica" lo
publicó con su nombre, es decir como única
autora, en la editorial University of New Mexico Press y
están anunciando su venta, en 28.95
euros, por el grupo
comercializador Eusrospanbookstore. Verifique este dato en
Internet en el
web site:
http://www.eurospanbookstore.com/ y saque su
conclusión personal.
Desarrollo
Como en Haití y en la República
Dominicana, en Cuba existe un
espectro muy amplio de espacios sagrados, con su tipología
y sus características, en correspondencia con el tipo de
sistemas de
pensamiento
religioso de base africana o de las numerosas variantes cubanas
del espiritismo que he tenido el privilegio de estudiar***. Con
el vodú sucede algo similar: depende de las variantes de
que se trate y de su ubicación topográfica de la
cofradía voduista–sea en lo más intrincado de la
Sierra Maestra, en comunidades del llano cañero o en lo
más visible de una populosa ciudad– y aun de los
caprichos del jefe de la cofradía y de su relación
con sus familiares religiosos, ahijados o petit feuilles
más allegados. Existe gran diversidad en cuanto a la
especie de "altares", la mayoría, rústicamente
construidos en el interior de una habitación dedicada a la
práctica religiosa consuetudinaria, o colocados en una
pieza de la casa de vivienda del oficiante principal de una
cofradía voduista. Encontramos el caso extremo en que no
existe construcción alguna destinada a este fin
convencional, sino que el suelo del
hunfó es el espacio sagrado por excelencia, encima
del cual se colocan exclusivamente las famosas piedras que son y
representan a los loa, misterios o
espíritus propios de esta cultura
milenaria. Otros "altares" han sido elaborados,
también con madera, pero
con las más refinadas técnicas
de las artes de experimentados carpinteros y artesanos. Estos
"altares" pueden ser permanentes y estar ubicados en una pieza o
ser construidos sólo para la celebración de los
festivales con que se honran a estas deidades, igual que la
enramada o peristyle que se coloca en el exterior de la vivienda
del sacerdote voduista. Encima, detrás, al costado o en
sus alrededores se colocan una variedad tan grande de objetos,
que haría interminable su descripción. Pero ésta es
exclusivamente la parte material y visible del concepto del
espacio sagrado que tienen estos creyentes y, su increíble
variedad, nos puede conducir a ideas engañosas acerca de
él, como intentaremos demostrarlo. El verdadero concepto
de espacio sagrado es el continuum, interminable e insondable,
que se traza"a través de un puente secretro que son los
famosos vevés– entre lo visible y lo oculto e
invisible.
El concepto de espacio sagrado incluye elementos
de la más heterogénea naturaleza,
como estos objetos tangibles, un animal totémico, como la
serpiente, su representación o también,
sencillamente, un árbol, una roca, un accidente
geográfico, como un río, el mar, el viento o el
sable de un guerrero que custodia el ángulo,
insólito –por ardiente y abrazador–, de ese mismo
espacio, en vigilia perenne: me refiero a la custodia del fuego,
alrededor del cual se suceden los más increíbles
eventos que
han concitado la admiración y el asombro de muchos que han
conocido el vodú sólo durante la
realización de sus festividades públicas.
Como se aprecia, estamos en presencia de un asunto que
rompe las medidas que se le establecen a la materia para
adentrarnos en caminos y ámbitos, para cuyo
tránsito no estamos casi siempre bien preparados. De
ahí que haya tanta gente que se haya perdido en los
arbustos y exteriores de estas religiones, a
veces irremediablemente, como la profesora Dra. Jualynne Dodson,
al intentar comprender este misterioso universo.
Yo, para despertarla de su lamentable confusión, le he
adelantado una metáfora al decirle lo que entiendo por
espacio sagrado en el vodú, llevado por
los haitianos a República Dominicana y a Cuba en
épocas distintas: es un sable que custodia el
fuego de una hoguera en lo alto de una montaña, al
amparo de un
cielo silencioso o cruzado de fieros relámpagos, como
sucedió la noche memorable en Bois Caimán.
Adentrémonos en el significado de esta imagen.
En efecto, esta aparente anarquía no nos
puede llevar a las afirmaciones hechas por relevantes
personalidades académicas que han estudiado rigurosamente
el vodú, pero no el que se representa en y es a su vez el
árbol, sino sólo al bosque. Para uno (Courlander,
1985: 23) "los haitianos no tienen un sólido modo de
alcanzar a captar las esencias ocultas, pudieron ver los árboles, pero no el cuadro esquematizado
del mundo sobrenatural", lo cual explicaría el desaguisado
del etnólogo suizo Alfred Metraux para encontrar una
teología vodú, que para él no existe, por
cuanto los adeptos de ese mundo se enfrentan a " las
representaciones a un tiempo
variadas, fragmentarias y contradictorias" de ese mundo
sobrenatural y que son las propias y distintivas de esa religión, denominadas
por ellos como loa, santos, ángeles, misterios e incluso
demonios.
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