El zorro de arriba y el zorro de abajo y la excelencia artística de José María Arguedas
- Precisiones
- La conciencia artística
del creador - La estrategia
discursiva: Composición, escritura y
estilo - Encuentros de
zorros - Una
obra abierta - CODA
- Bibliografía
esencial sugerida
David Antonio Abanto Aragón
“Hablemos, alcancémonos hasta donde es posible y
como sea posible”
El zorro de arriba y el zorro de
abajo
1.
Precisiones
José María Arguedas Altamirano (Apurimac,
1911-Lima, 1969) goza de una amplia consagración
internacional como el narrador peruano más representativo;
como el que mejor ha sabido encarar la multiplicidad
socio-cultural del Perú.
No obstante, no suele reconocerse como es debido su excelencia
artística, su maestría para plasmar los recursos
expresivos adecuados para su visión de mundo, impregnada
del idioma quechua y la cultura
andina. Los mayores aportes suelen limitarse a un asunto capital, pero
que no agota el terreno de la conciencia
artística de Arguedas: la “pelea verdaderamente
infernal con la lengua”,
orientada a transformar el español
incorporándole elementos del quechua, como han examinado
con detenimiento Antonio Cornejo Polar, Alberto Escobar y William
Rowe. Según han hecho notar Ángel Rama y
Martín Lienhard, implica no sólo un puente entre
los medios
expresivos del español y el quechua (con efectos
poéticos notables, conforme puntualiza Rowe), sino entre
dos códigos culturales disímiles, el
“occidental” y el “andino”. Esto se
traduce en una estupenda labor de transculturación que, limitándonos a
los componentes del lenguaje
literario, modifica en profundidad (y no sólo en la
superficie, como tantos virtuosismos técnicos de la
“nueva novela”
hispanoamericana, puestos de moda por el mal
llamado “boom” de los años 60) el género
“occidental” de la Novela,
acercándolo a la narración “oral”, la
canción, la danza, la
literatura
épica (aspecto planteado por Ariel Dorfman, Vincent Spina
y Ricardo González Vigil).
2. La conciencia
artística del creador
Lo que falta desestimar es la imagen de
Arguedas como un escritor espontáneo, de escasa conciencia
en lo tocante a las técnicas
literarias, como si su única preocupación hubiera
sido la “quechuización” del español y
no los recursos expresivos a emplear. Esto es errado, Arguedas
escribió con rigor y lucidez, y no sólo con
sangre y
pasión, corrigió y revisó escrupulosamente,
sin eliminar la intensa impresión de vida que transmiten
al lector sus escritos.
Para José María Arguedas, la creación
literaria —no podía ser de otro modo— es, de
alguna manera, una cristalización de la experiencia humana
y lo es con una intensidad y una hondura extraordinarias como en
los creadores para los que escribir o crear, como acaece en el
caso de Arguedas, es una expresión de la sangre, un acto
de vida. Washington Delgado ha subrayado que, para Arguedas,
escribir palabras no era un mero acto literario, de
técnicas literarias; sino que era estampar sangre,
vida.
Su producción literaria, y sobre todo El
zorro de arriba y el zorro de abajo, no lo era en tanto
cumplía con las nociones de la teoría
literaria contemporánea, que enfatizan la “organización autotélica”, la
“autonomía” de la “realidad
verbal”, la “función
poética”, etc.; sino en tanto que atinaba a ser vida
(“Yo vivo para escribir , y creo que hay que vivir
desincondicionalmente para interpretar el caos y el orden”,
afirma en el “Primer diario” de El zorro de
arriba y el zorro de abajo).
Al respecto consignemos una puntualización importante
que hace José María Arguedas. La que distingue
entre los que internalizan la vida urbana en su sensibilidad y
saben hacerla aflorar en su virtuosismo técnico, y los que
se quedan en la superficie de la imitación cerebral de las
técnicas creadas por maestros europeos y norteamericanos,
produciendo sin auténtica sensibilidad, con el frío
oficio de un profesional.
El magnífico alegato de Arguedas (“¡No es
profesión escribir novelas y
poesías!”, en el “Primer
diario”) es, en primer término, una defensa del
arte contra su
reproducción mecánica no ya solo por la tecnología (por su
reificación social y su conversión en
mercancía vacía de conciencia), sino por su
asimilación literal al mercado. Arguedas
enfatiza que su sensibilidad es “a lo pueblo” y debe
apropiarse de las técnicas reelaborándolas
según su sensibilidad. La técnica debía
corresponder al contenido, el arte en conexión con la
vida, sin amor al
artificio (o la ficción) por el artificio mismo.
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