4. ¿Dónde? ¿Cuándo?
¡Dónde y cuándo hallaremos la vida!
¿Dónde reposaremos, por fin, luego de las jornadas
de esta singular peregrinación? ¡Vaya preguntas
carentes de sentido y de respuesta! ¿No sabes, acaso, que
es la vida la que te ha hallado? ¿No sabes que ya
tienes en tus vasijas de barro el Don que no sospechas y no
acabas de descubrir? Aprende del silencio, que es hondura y
realidad en tu corazón y
es lenguaje de
Dios… Todas las fuentes han
derramado su agua viva en
tí. Anímate y no temas.
5. Tu cuerpo, hendidor de espacios nuevos, creador de
situaciones, es imagen de
bellezas siempre mayores. Mira el resplandor del sol,
atrévete a fijar allí la vista, y acabarás
por darte cuenta de la imagen inagotable que te levanta, sin
cesar, al espíritu… Y alaba a Dios por la hermosura y
elocuencia de su lenguaje, manifiesto en obras que nunca callan y
que acaban por elevarte, embelesadas, a las alturas del Amor
Viviente.
6. La vida verdadera, en las horas de la peregrinación,
halla singular enlace con el riesgo. Porque
vamos bordeando mil peligros en el constante desafío de
la muerte.
7. Los activistas creen realizar muchas y diferentes obras…
Pero están afectados de infecundidad. Paren criaturas
muertas. Las pretendidas obras no permanecen más
de una generación. El tiempo quema
y, por tanto, purifica las jornadas de los peregrinos.
8. Hemos descubierto un centro maravilloso. Pero con una
condición: la de callar. ¿Entonces? Entonces queda
claro: no hemos de saber decirlo, diría San Juan de la
Cruz. ¿Entonces? Volvemos a preguntar y tornamos a girar,
a dar vueltas, una y otra vez. E insistimos. ¿Qué
ocurre? ¡Queremos respuestas claras y definitivas,
queremos, en suma, saber! ¡Ay, lo que queremos! Sí,
claro, es muy legítimo saber, es lo…primero, sí,
eso es lo que pedimos. También pedimos un reconocimiento:
que se nos tenga por tales, por los descubridores, o por los
usuarios, o por los especialistas, o por los dominadores… No
aceptamos el silencio o la noche. Queremos hacernos oír
¡y bien lejos! como los vanos orates que se empeñan
en parlotear siempre. Y ¡vaya si reclamamos la atención de los otros, de las
víctimas, quizá, de nuestra necedad! Nada y nada.
El mayor de los descubrimientos no tiene otro diploma que no sea
el silencio. Si en verdad queremos alcanzarlo hemos de ocultar
qué es. Y renunciar a poseerlo para usufructuarlo o
disponer de él. Porque el mayor de los tesoros es
más grande y es él quien nos posee y nos
transforma.
9. Preguntábame, con insistencia, dónde hallar
esa ermita secreta, dónde recogerme y vivir en perpetua
intimidad, dónde dejarme asir y penetrar por la Llama y
sólo atender a su calor e
irrupción bendita…
Entonces clamé una y otra vez. Caminé al mismo
borde de precipicios y creí acometer todo género de
audacias… ¡Arriesgaba tanto! Sí, entonces y
hoy…
Clamor que no calla, clamor que torna, esperanza de otros
horizontes, seducción de la vastedad. Porque no quiero las
migajas ni me conformo con sólo promesas… Mi ansia
devoradora es por la Realidad, aquí y ahora:
¡ya!
Una y otra vez resonaba la respuesta de un silencio que me
parecía carente de sentido. Disfrazado de rumores,
envuelto en cacofonías, empaquetado en constante
desilusión…
Ahora retorno sobre los pasos que di y no hallo ni siquiera
las huellas de mis pies… Es decir: no hallo nada, porque nada
hay, ni aquí ni allí. Eso sí, doy violento
choque con necedades por doquier y, por cualquier lado, con
infamias…
¿Qué decir, qué hacer? Y mi clamor no
cesa y mi súplica no calla… Es mi grito:
¿Dónde estás?
-Desde lo más profundo vengo a
encontrarte…
¿Qué es esto? ¿Qué es esta
voz?
-"Desde lo profundo, en tu propio corazón, siempre
tienes mi Llama, que te transforma allí donde no sabes y,
sin embargo, estás… ¿No sabes que desde siempre
te hallas donde deseas? ¿No sospechas que te lo doy todo,
haciéndote todo en Mí y dándote a Mí
todo? Tu grito es fuerte y cubre el espacio de la respuesta que
te doy…
"De nadie eres, a nadie perteneces. Por eso nada ves, ni oyes
ni distingues. Eres mío y para Mí y en Mí
tienes tu morada inviolable y Yo en tí. Porque en
Mí y sólo en Mí eres… hoy y siempre.
¿Pensabas que Yo dejara pasar un instante nada más
sin arribar a tu corazón? ¿Pensabas acaso que Yo me
quedara aguardando hasta que fueras más… bueno?
Yo Soy el Bueno, por eso me adelanto y no espero.
"Las vestiduras se gastan, es verdad… ¿A qué
perder el tiempo preocupándote por los disfraces? Te dije
y te digo, ayer y hoy y siempre: 'Tu vocación y tu vida
soy Yo, sin medio alguno'… ¿Lo olvidas acaso?
¿Por qué gimes, por qué aguardas y buscas
por todas partes lo que ya tienes, porque todo es tuyo siendo
todo mío?
"Es verdad que nada puedes expresar o cumunicar de todo ello.
Lo más seguro es que no
te creyeran, ni los unos ni los otros… ¿Y qué
más da? Yo no vivo en tí para espectáculo de
otros ni para que te consideren o te juzguen por ello. No, nadie
podrá juzgarte, ni estimarte, ni apreciarte por el secreto
de nuestro corazón. ¿Qué más? Quieres
recogerte en Mí en cuevas lejanas… ¿No sabes que
te he llevado a la más levantada de todas, donde solamente
mi Amor puede esconderte? Escondidos, sí… Esto es
verdad. En secretísimo paraje. Tú en Mí y Yo
en tí…
Inmenso es mi gozo cuando atiendo a las palabras que resuenan
en lo más íntimo de mí ser.
¡Cuántas luchas, cuántos dolores! Pero la
suave brisa me susurra el Misterio abismándome en el
escondite de su Cruz. Nunca podré comprender ni, desde
luego, decir hasta dónde late impaciente la Vida en ella.
¡Qué maravillosa sorpresa: la impaciencia de Dios
por nosotros! Ayer se dibujaban, para desdibujarse
después, esos casilleros hechos por los hombres, llenos de
definiciones y categorías, para ubicarme con el mejor
derecho.
Hoy descubro haber llegado a misteriosa cima que ya penetra en
el cielo. En efecto, penetrar en el cielo comporta caer
olvidado por los de la tierra… O, por lo menos, no
ocupar más espacio en los estrados de este mundo en
razón de hallarnos transformados en la Aurora…
10. Grande quimera es la pretensión de gozar la
aprobación de los hombres. ¡Ay! Con cuánta
frecuencia se pierde el tiempo, la energía y el trabajo en
procurarse "preventivos" de cualquier género. Es urgente,
en cambio,
afrontar la lucha tal como se presenta en esta historia de las horas y de
los días.
11. Escribe Stanislas Grygiel: Sócrates no se
imponía (él mismo) a nada y a nadie. En
tal cosa consistía su competencia
frente a la persona humana y
a sus problemas. Su
"ignorantia" era "docta". Tanto más "docta" cuanto
más se daba claramente cuenta de que el hombre no
se identifica con ninguna definición humana. Definir las
cosas y, con mayor razón, definir al hombre
constituye un proprium de Dios. Cuanto más lo
sabía, tanto estaba más cercano a la verdad y,
consecuentemente, a sí mismo: y cuanto más se
aproximaba más caía en la cuenta de quedar
condenado a la "ignorantia". Viendo de este modo al hombre
Sócrates
descubría la propia soledad en un mundo dominado por los
"expertos", es decir por poseedores de conocimientos, pero
contemporáneamente se sentía emancipado de sus
artificios gracias a su deseo de estar en la verdad. Este deseo
constituía su libertad.
[1][1]
12. Escribió D. Ricardo León: Entre los
muchos sacrificios que se impuso Pablo Guzmán, acaso el
más recio -el más absurdo, al parecer de las
gentes- , consistió en renunciar al puesto que sus altas
dotes y su linaje militar le tenían señalado
(…) para quedarse en Madrid, en los
propios cubiles de las fieras, nunca saciadas de sangre, y morir
tal vez, no en el campo abierto de batalla, sino en cobarde
encerrona, martirizado en una checa o "paseado" por una banda de
asesinos.
Pero él, que sabía recogerse a la paz de su
"castillo interior" en lo más estruendoso de las calles,
entre el tumulto de las muchedumbres y las revoluciones, como si
estuviese en un claustro, tenía la conciencia de su
misión
y de sus votos: los que hizo aquellas noches en las santas
vigilias del Monasterio silense. [2][2] Y no es de despreciar semejante relato…
Es posible que tal destino no sea expresamente elegido por quien
fuere, pero que se experimente la difícil misión de
una vocación contemplativa en parajes adversos o en medio
de los enemigos. ¿Quién osa determinarlo o dictar
leyes sobre
ello?
13. Tañido de campanas a lo lejos. Resuena la voz en el
valle… ¿Quién lograra descubrir entre arroyuelos,
piedras y eriales la pista del secreto, del tesoro escondido en
las entrañas de la tierra?
14. Yo he descubierto ese Paraíso del Corazón…
Pero no debe decirse nada, ninguna palabra, ningún gesto o
demostración. Sólo las lágrimas acuden a
señalar los rumbos maravillosos e insospechables de la
interioridad. ¡Cuántos lo dejaran todo y, para
siempre, enmudecieran!
15. La noche es, también, la hora…
Y la última noche, la más oscura,
se abre en los levantes de la aurora. ¡Quiera el
Señor -siempre presente y escondido en al alma– alzarnos
por encima de las tribulaciones y reposar, con gozo, en su
Paz!
16. Sublime misión la tuya, no sujeta a los
pareceres de las criaturas. Sería un gran error
volver sobre ello y encerrarse en escrúpulos sin sentido.
¿Qué importa la sonoridad o el eco en las
victorias? Sólo es posible vencer en Dios. Lo demás
es ilusión o necedad.
17. Jamás recurras a la astucia. No es el cálculo
humano o los artilugios lo que se espera de ti.
¡Abandónate sólo en Aquél que todo lo
puede! ¡Y deja, deja SER y tú mismo
sé más allá de todas las
fronteras!
18. Oirás feroces despropósitos y necedades sin
cuento. Es
así la hora; es así como resuenan los ecos lejanos
de las historias muertas. Cuando percibas dolor, y dolor
profundo, no atiendas. Porque lo que oyes ya pasó.
Sí, esos rumores que llegan, esos rugidos que asustan,
esos gritos que turban, esas noticias que
alarman, esas definiciones -en fin- que condenan, todo eso ya fue
y murió.
19. Pero hay hechos que no sospechábamos…
¿Cómo puede admitirse el derrumbe de tantos en el
campo de la virtud, en el honor, en la fidelidad, en la palabra?
¿Es ésta, también, la hora del delito?
Caminábamos entre las ruinas, sacudidos por el viento de
la desolación… Es demasiado monstruoso el invierno…
Por todos lados caen las sombras y perecen los ecos… ¿De
qué? ¿Adónde lleva la astucia
humana?
20. Lejos aún, muy lejos de la aurora, la noche
más tenebrosa cubre el andar cotidiano. Y pregunté
a los cielos y grité a los mares… Sólo la
plegaria desgarradora penetra y salva los tiempos… Lucha
increíble, escondida…
21. Es la hora del martirio. Es la hora escondida del
martirio sin ruido y sin
fama. Todo está escondido. Lo mejor huye de la publicidad. Lo
más grande es lo más oculto.
22. Supo porque abandonó. Llegó a la cima
más alta porque estaba desprendido y olvidado de
ella…
23. ¿Comprender el dolor? ¿Comprender el
desierto? Hay allí un secreto tan alto y tan grande…
Misterio siempre nuevo que se manifiesta cada vez más. Lo
cierto es que si quisiera yo definir el desierto, si pretendiera
explicarlo, acabaría por perderlo. En efecto, el misterio
no abandona al desierto ni el desierto al misterio. Ambos se
precisan para manifestar la hondura que no tiene más
expresión y sentido que su misma presencia. Y esto que
digo es un pequeñísimo ensayo…, es
nada.
24. Con frecuencia nos asalta la furia de encerrar. Sí,
de aprisionar entre límites y
figuras lo que parece excedernos. Así decimos: o uno o
dos, e invocamos números y términos, sobre
todo términos, que tengan las cosas bien quietas y
encajonadas… Pero hay algo más. ¡Vaya si hay! En
el fondo secreto existen aperturas insospechadas que no pueden
hallarse comprendidas en las fronteras establecidas por nuestro
mero razonar. ¡Hay más! Y no lo puedo decir, ni
poseer, ni someter. ¡Alabado sea Dios!
25. ¿Qué es el Amor? No sé si
nos hemos aventurado, con arrojo, por esos caminos que no pueden
hallarse previstos en los límites de los conceptos…
Dejemos palpitar, por ahora, ese instinto infinitamente
más alto, instinto del mismo Espíritu, y entornemos
los ojos en encendida plegaria.
26. ¿Puedo ser yo en otro sin devenir
consubstancial con él? La pregunta no tiene caso,
pero yo insisto en formularla… Es claro que puedo susbsistir en
otro, en otra substancia, a modo de accidente. Y
así puedo conformarme y entrar en la distinción
filosófica entre substancia y accidentes.
Pero voy a intentar decir otra cosa. Voy a dejar que suene un
lenguaje que yo llamaría del Amor o, si se prefiere, de un
conocimiento
que halla su raíz o su luz en la
unión, en el afecto, la inclinación o la
connaturalidad, cuando el Amor
conoce, porque, en todo caso, conocer es padecer.
Es la inefabilidad de la experiencia. Para ello debo recurrir
a la metáfora, desde luego, pero también puedo
aventurar una expresión que sólo señale, que
-nada más y nada menos- horade un paso y abra un camino…
Yo soy y subsisto, de algún modo, en quien me da,
además de la existencia, toda la razón de mi
existir, participándome su ser y amándome en
él y desde él, y hallándose y
contemplándose también en mí. Y cuando me es
dado el Amor infinito sin otro motivo ni modo que él, de
dos hace uno, y yo subsisto en él, soy en él sin
ser consubstancial, porque soy por gracia. Soy por gracia lo
que el Hijo consubstancial es por naturaleza. Que si fuera
de otro modo (y de otro modo no puede ser) no se donara hasta el
punto de levantarme hasta él. La deificación del
hijo de adopción
es posible y tan alta y entrañada porque es pasible del
don inaudito, sólo proporcionado a la infinita bondad del
donador. En la elevación del hombre se revela la
omnipotencia de Dios, es la obra del Padre que nos hace hijos en
su Unigénito, engendrándolo en nuestro
corazón por el Espíritu… ¡Sólo en la
locura del Amor hallarás la respuesta! Por ello
no hay unidad más alta. Ni puede imaginarse, porque ni
ojo vio, ni oído
oyó…
27. Y esto sin otro preámbulo que la misma
donación y la disposición del alma que recibe… No
nos han de interesar excesivamente los procesos y los
viajes…
Cuando llega la hora se abre la ocasión del
abandono. Abandonarse es dejar ser el ser.
Dicho de otro modo: dejar que Dios sea Dios; abrir la puerta de
par en par al que llama. Ahora bien, esto no tiene tiempo
señalado, ni evolución establecida, ni reglas, ni
períodos que valgan. Todo se da en el Bautismo y su
crecimiento es obra de la gracia y de la mayor o menor
disponibilidad del hijo adoptado. Pero es claro que todo es
gracia.
28. ¿Qué es Amor? Modifico la pregunta:
¿Quién es Amor? No quede duda alguna: Amor es
Él mismo. Cuanto sigue es participación o
modos de presencia suya. Recordemos un texto del
Maestro Eckhart: Los mejores maestros dicen que el amor
(minne) con el cual nosotros amamos, es el
Espíritu Santo. Muchos lo contradicen, pero esto no es
menos verdadero: todo impulso por el cual somos llevados al amor
sólo puede venir del Espíritu
Santo. El amor en su suprema pureza, separado de toda cosa y
permaneciendo en él mismo, no es otro que Dios.
Según los doctores, el término del amor, por el
cual él opera todas sus obras, es la bondad, y la bondad
es Dios. No más que mi ojo no puede hablar, ni mi lengua
percibir el color, el amor no
puede tender a nada que no sea la bondad, que no sea Dios. -Pero
¡prestad atención ahora! ¿Qué quiere
decir el Salvador
insistiendo de esta manera para que nosotros amemos? Quiere decir
esto: el amor con el cual amamos debe ser tan puro, tan desnudo,
tan desasido que no se incline ni hacia mi ni hacia mi amigo, ni
hacia (ninguna cosa) diversa de él mismo.
Añade un Cartujo, comentando así: (…) esta
purificación del amor que termina por sobre las operaciones,
allá donde reposa en él mismo en una
fruición inmóvil, responde al movimiento
misterioso de las personas divinas que se sumen en la
Unidad…
29. Aquél que aún es pequeño, o por tal
se tiene, sepa que ya lo posee todo, según lo ha recibido.
No ha seguido ningún curso especial ni ha
demorado muchos años en llenar requisitos de cualquier
especie. Debe aprender, eso sí, a aceptar los dones y
regalos de Dios, separándose y olvidándose;
dejando, en suma, todo cuidado o apego o apetencia.
30. No salga de sí para buscar fuera, para alcanzar no
sé qué objetos u objetivos que
andan por ahí. Por el contrario, acoja el don de
Dios sin temor, que viene a él sin cesar y quiere
hallar reposo y morada en su corazón.
31. Todo halla su sentido último e inmediato en el
abismo de la Cruz. Es en ella donde el Amor se manifiesta
más fuerte que la muerte… Yo
sé muy bien que son éstas las horas del gran dolor.
¿Imaginábamos la severidad de semejante
sufrimiento? ¿Sospechábamos ayer este
desgarramiento de hoy? Y es aquí por donde vamos… En
efecto, no hay otro camino para esa omnipotencia salvadora que
soñamos hallar erróneamente por los caminos del
éxito y
de los triunfos pastorales.
32. La soledad dolorosa se llena de aquellos fantasmas…
Asaltan los pensamientos, demonios falaces que surgen de los
polvorientos y malsanos caminos del mundo tecnificado. Pero vamos
entrañados en el abandono del Crucificado. Es
ésta la hora, su Hora, la nuestra.
33. El misterio de la Cruz y del dolor peregrino asombra a los
ángeles
que elevan himnos y cantos en el Cielo… Toda nuestra obra
está escondida en las entretelas del corazón
dolorido que gime en el parto para
alumbrar al Verbo de Dios.
34. Los acontecimientos, los hechos, los cuerpos y las cosas,
dignísimos son, desde luego, y tantas veces poseedores de
singular belleza. Pero, en todo caso, siempre son reflejo de
alguna situación o realidad mayor. La verdad
está escondida detrás o en el seno de las cosas.
Más aún, está oculta y presente en el
corazón… Es el alma humana la propia ventana del Cielo,
la puerta -ojalá la tengamos siempre abierta- al
Corazón de Dios.
35. Es muy posible que, con frecuencia, demos por muy real lo
que no lo es. Quizá la corteza nos seduce y olvidamos
dirigirnos enseguida al núcleo. ¡La verdad
está escondida! ¡El tesoro está oculto! Es
hora de cavar hasta descubrirlo.
36. Voces del silencio. Callando, en la
soledad de la ermita más escondida, descubrimos lo que no
podemos, de ningún modo, sospechar en otra parte.
37. La hora del dolor. Esta hora, que se
manifiesta como interminable y terrible, trae consigo un mensaje
nuevo. Se trata de un sentido. O, quizá, del
sentido. Ahora bien, todo dolor en orden a su
proyección, eficacia y
fecundidad, ha de ser escondido.
El sufrimiento es un hondísimo misterio que no
está destinado a difusión ni a
charlatanería. Tiene especialísima afinidad con el
silencio. Todo parte de una suerte de convicción interior,
ya hecha hábito e incorporada a nuestras apreciaciones
cotidianas y a nuestra conciencia: la fecundidad y el valor de
aquello que no se manifiesta y que no halla caminos de propaganda,
como tampoco la estima de los hombres… ¿Qué es
ese dolor profundo, teñido de duro sinsabor, que nos
asalta en determinados acontecimientos, hasta alcanzar
proporciones que superan de lejos la fantasía? Es
necesario responder señalando primero que tales
situaciones no son como las apariencias
las pintan. Ellas trascienden el horizonte que nos brindan
los sentidos.
En efecto, lo más real está escondido
detrás de las primeras cortezas. Lo que aparece es pura
sombra o lejana huella de lo más profundo…
El dolor que a veces padecemos es signo de
participación en un drama de hondísimo abolengo.
Eso que vemos, lo que sufrimos o tememos, es signo de otra cosa.
La batalla verdadera no es la que se desarrolla en la superficie.
Se trata, más bien, de un reflejo de otros parajes, de una
condición verdadera que no podemos llevar ni representar
ante los ojos de nadie. Sólo Dios es testigo de la
maravilla escondida. Sólo Dios, en efecto, conoce las
intenciones y los pensamientos del corazón. Porque la vida
profunda no está sometida a la mirada exterior ni a los
caprichos de los rondadores. Hablamos de un abismo… Y no hemos
de abusar profanando su misterio con suposiciones arbitrarias.
Por el contrario, será el respeto del
ser lo que inspire la reflexión acerca de los
pasos que vamos siguiendo…
38. Experiencia de "abandono". En soledad que
no miente. Todos los caminos quedan cerrados o han desaparecido
en la noche. Nada ilumina desde fuera. No existen reparos, ni
moradas, ni cuevas… A lo sumo el instinto de seguir
allí, que no se puede otra cosa… No sabemos si
mañana habrá pan, desconocemos los rostros que se
avecinan. Tampoco nos miran, ni se interesan siquiera… Vamos
por el desierto de los hombres ocupados y prisioneros de todo
aquello que no se obtendrá jamás. Es el desierto de
las ruinas, anticipadas en la torpeza de las acciones, el
reino del olvido y del menosprecio.
39. Sólo el tercer ojo, el de la intuición
dichosa, penetra hondo para descubrir los secretos… No, no nos
conformamos con ningún literalismo, ni aceptamos
el enceguecimiento impuesto por
positivistas, especialistas, críticos o científicos
cultores de la diosa razón.
40. La hora del dolor es hora religiosa, hora de
contemplación. No has de equivocarte… No renuncies ni
pases por alto esas ocasiones de excepción. Tus ojos
interiores sabrán descubrir qué es realmente lo que
ocurre, despejarán las sombras aparecidas y verán
más allá, más hondo de cuanto aparentemente
te rodea. Tu lucha es escondida: lo que ves o lo que oyes, con
tus sentidos exteriores, no es lo que acontece. Has de horadar
las murallas y pasar a lo profundo.
41. ¡Lo que acontece! Sólo Dios lo ve y lo sabe
en plenitud… ¿No te alegras por ello? ¿No has
aprendido aún a descansar en el Corazón de
Dios? ¡Mira la inmensidad del horizonte! ¿No
distingues aún a la Aurora? Eres el exiliado en las
sombras del occidente y del lejano y frío sur… Pero tus
ojos extasiados ya arrebatan el sol naciente
que te aspira y te levanta adonde no lo sabes tu.
42. El cielo escondido en el alma… Introdúcete, no
temas. Allí no hay confines ni límites que amenacen
o detengan.
43. En el secreto maravilloso de tu alma, en su abismal
hondura, hallarás -ahora mismo- el cielo. Y esto
será así a pesar de los furiosos gritos y disparos
que parten de espesuras en realidad lejanas.
44. Lo que acontece, en suma, adviene en un
nivel profundo que se oculta a los sentidos. Podemos, sin
embargo, horadar sucesos y figuras y alcanzar la realidad
escondida. Lo que vemos es reflejo pequeño, muy
pequeño, de lo que no vemos. Lo visible de lo invisible…
Si tanto esplendor nos asombra en la belleza manifestada
¡cuánto mayor es el oculto que sólo se revela
al corazón!
45. Lo que pudiera acontecer de otro modo. En
efecto, tantas cosas y aún todo… ¡Podría
ser esto diferente de lo que es o aparece! Podría estar yo
muy bien de salud y rendir mucho
más en mi trabajo…
Podría así y de la otra manera. Y lo repito y me
aflijo una y otra vez. Es seguro que todo pudiera ser
diferente… Y por cuál razón no lo es ahora, por
cuál razón no resulta como yo quisiera, no lo he de
decir. Sencillamente porque no es posible, porque no lo
sé, porque no lo conozco. Pero -se me dirá- si te
hubieras comportado de otro modo quizá los efectos fueran
mejores… ¡Claro, sin duda! Pero entonces tampoco
estaríamos conformes… Porque siempre habrá…
otro modo distinto.
46. ¡Alégrate de esos límites,
bendice tu debilidad, no te avergüences de lo poco!
Aprende a descubrir el todo en la parte y tu
vida adquirirá los más altos vuelos.
47. ¿Conoces la dicha de ser
pequeño? ¿Sabes que es lo más
grande? Sólo el pequeño se deja transformar en
aquello que lo trasciende. Y como este camino no conoce fin,
nunca lo sabe y siempre se goza en lo más alto
48. Quizá sea muy hermoso… no poder.
¡Cuánta angustia en el momento de comprobar que no
llegas, que no alcanzas, que no logras, que te caes, que te
derrotan! Y sin embargo bulle tu alma en pos de los horizontes
más levantados… ¿Qué es esto?
¿Sabes que esta tensión -si sabes aceptarla- entre
lo que pretendes y lo que no alcanzas, entre lo que te parece que
debes realizar y no puedes hacerlo, es camino de
perfección? Anímate a pensar que todo eso que tanto
quieres y no puedes, en un estadio interior y misterioso,
sí acontece por obra y gracia de Dios.
49. No confíes en el "yo hago" o en el "yo
pienso"… Reposa, más bien, en la Providencia y
en la obra de Dios. Tú no estás tan en tí
como supones. Tú ya te encuentras más
allá.
50. El "Abandono" verdadero es aquél
incomprensible, que no se reconoce, que no parece tal…
El abandono, en suma, no es el que puedo programar y
contemplar objetivamente, el que puedo definir o explicar, el que
juzgo oportuno y ejemplar. Por lo general busco la
persecución gloriosa y clara, esa que me puede
servir de carta de presentación o de etiqueta
satisfactoria. Sin embargo no debo detenerme en consideraciones
superfluas o juicios vanos. El sufrimiento verdadero es el que no
aparece como tal, como la ermita verdadera no se descubre a la
mirada fácil. La condición auténtica, la
misión y vocación verdaderas, están
escondidas… ¡No nos extrañe la dificultad
en reconocerlas en los momentos privilegiados de dolor!
Éstos no son como cuando nos entregamos a la lectura de
una obra maestra que nos llena de satisfacción y de
consuelo. Las horas de sufrimiento no llevan compensación
alguna, sino que nos entrañan en el mismo
"Abandono" del Señor… ¡Dios
mío, Dios mío! Por qué me has
abandonado?
51. No nos darán el gusto las pruebas de
esta hora. Cuando algo o alguien nos haga sufrir padeceremos, sin
duda, la desolación de lo inaudito e incomprensible, y el
escándalo de recibir el golpe de quien menos aguardamos o
a quien menos competan acciones tales. El instrumento de
semejantes cosas es -siempre- el menos lógico. No
contemos, en todo ello, con deducciones racionale
52. Son innumerables las ocasiones en las cuales el hombre es
enfrentado a las encrucijadas de su libertad. Quizá los
más molestos sean los diminutos tiranuelos que, a duras
penas, logran rasguñar a la altura de las rodillas… Pero
es necesario prepararse para resistir los embates de los
resentidos. Las sociedades
formadas en grandes desilusiones son las más propicias
para el cultivo del resentimiento… Cuando alguien afectado de
semejante pasión alcanza el poder, se
convierte en el terrible enemigo de cuantos caen bajo el
caprichoso yugo de su tiranía. Pero no es deshonroso
sufrir los rigores de sus destemplanzas… No fue deshonroso ser
perseguido por Robespierre o por Tiberio. Tampoco atenta a la
dignidad del
hombre de bien padecer la misma suerte de Sócrates…
¿No recordaba él mismo, antes de morir, que
ningún mal puede afectar al hombre bueno?
53. ¡Sosegáos! Con esta palabra el Rey
don Felipe II advertía a los que, tal vez un poco
turbados, pasaban a su presencia… Es una invitación
admirable para todas las ocasiones de nuestra vida y
peregrinación. Comporta una aceptación profunda de
la Historia y de los símbolos que se van manifestando y
sucediendo en cada jornada. Es la mirada serena ante las dos
carátulas, que enseñan que la verdad es
siempre más profunda y más interior…
54. Nuestra historia de estudio, de lecturas y
descubrimientos, constituye un bien inalienable y eterno. La
educación de un hombre no se pierde
jamás… Hemos, claro, de reconocer que semejante realidad
es patrimonio del
corazón. En él, en modo delicadísimo e
inefable, la ha entrañado Dios. Porque, como decía
un Cartujo, lo que dicen los textos es lo que Dios pronuncia en
el corazón. Podría perderse todo decorado exterior,
podría, la enfermedad, acabar con nuestras fuerzas; pero
tales bienes, hechos
vida del alma por la Gracia y por la Providencia, tienen la misma
inmortalidad de la inteligencia y
de la memoria que
están por encima del tiempo.
55. La Belleza se ha recogido en el alma. Allí vive y
allí es siempre fecunda… Hace posible que el
corazón conozca como suyos esos esplendores que aparecen
aquí y allá. No que la luz exterior absorba la
conciencia sino que el alma se reconozca otra vez dentro de
sí.
NUEVO…
INESPERADO
FECUNDIDAD Y ESPERANZA
56. Comenzó no sé cuándo…
Extraña certeza interior… ¿Certeza? No,
quizá no. Más bien distinguí esas murallas y
me quedé de este lado, sin siquiera llegar hasta ellas,
convencido de no poder pasar más allá. Todo estaba
entonces hecho, me parecía a mí. Los edificios eran
suficientes y sus decorados aceptables. Buen lugar, buenos amigos
y buen trabajo. La comida, excelente… Las posibilidades
parecían infinitas… ¡Qué sé yo! Todo
iba bien…
Hasta que llegó esa hora. Sí, la hora
imperceptible y misteriosa. Los diablos vinieron, uno tras otro,
a desafiar la estabilidad lograda, a asediar las moradas y los
lugares acostumbrados, a secar el jardín. Hace muchos,
muchos años, en otra hora muy semejante, tuve que dejar
aquél jardín que desde entonces y siempre
está en el corazón. Hoy como ayer el enemigo
destruye, quiere arrancar de cuajo y sembrar sal en la tierra fecunda
y floreciente. El horror da a entender que es preciso partir…
¿Partir? No, no, no es que haya que partir a ninguna
parte. En cambio hay que atravesar la muralla, es decir: pasar
más allá.
57. Más adentro y más allá… En realidad
se abre un mundo nuevo. Su manifestación es un
acontecimiento que no acertaremos nunca a clasificar…
58. ¿Te animas, en verdad? Fíjate: todo lo que
ves es pálido reflejo de la honda realidad. La apertura
que sueñas y esperas se halla dentro y presente en todo
lugar y en todo tiempo. Nada te aparta ni te aleja. El
ser-es-ahí… O, mejor todavía,
es aquí mismo y en cualquier parte. El agua de la
fuente es la misma donde quieras… La Aurora cada vez te alumbra
más, cada vez te comprehende más. Ora y
bendice.
59. Quisiéramos ver un signo, una antorcha ardiendo
más alta que las montañas, un cielo abierto que nos
hablara más fuerte de nuestra vida y de nuestro destino.
Como la antigua pirámide de Imhotep, cuyas piedras se
elevaban como elocuentes testigos del espíritu y de la
inmortalidad… Quisiéramos, quisiéramos tanto,
esto y aquello, sin cesar y repetidas veces, hasta nunca acabar.
Porque no quedamos conformes ni convencidos… Nuestra conciencia
está opaca, sumida en la ignorancia y en no sé
qué olvidos…
Pero hemos salido fuera de las murallas… Los bastiones de
ayer han quedado muy atrás. Nos aventuramos por esos
caminos y terminamos por andar y andar, superando rumbos y
destinos… ¿Qué hallamos? ¿Cuál ha
sido el resultado de las innumerables búsquedas por
aquí y por allá? ¿Cuál, en suma, el
fin de nuestro peregrinar?
Mi respuesta es NADA. En efecto,
Nada he acabado por encontrar… ¿Entonces?
¿Qué juego es
éste? ¿Qué terrible desolación nos
oprime y nos limita por todas partes? ¡Por Dios! ¿De
qué se trata?
Más imponente y más antigua que la
pirámide de Saqqarah, más honda que el mar
océano, más alta que las montañas nevadas,
más sublime que la aurora…, es este
SILENCIO cuya música sonora
penetra en las mismas entrañas y suspende todo hablar.
60. ¿Qué es este silencio?
¿Qué, semejante nada?
¿Pensábamos en esos vacíos abismales que, a
veces, nos representa la conciencia y nos deja temerosos y
perplejos? Pues no, porque ni es esto ni es aquello. Es
lección de peregrinación, es lo que aprende, poco a
poco, el peregrino… ¿Aprende a desilusionarse? Tal vez,
pero no es eso tampoco. ¿Es imaginable el amor
nuevo? No, no lo es, pero todos soñamos con
él. ¿Qué es esta suerte de apertura
interior que gime sedienta sin alcanzar jamás
saciedad? No se conforma con nada, todo es poco o insuficiente y,
tarde o temprano, acábase la búsqueda por los
caminos de estos páramos, para sólo andar por las
insospechadas sendas del corazón más
interior…
61. Esta Nada ¿es algo o su negación?
Ni algo ni negación. Lo que veo está más
allá o más aquí, como se quiera. No es un
concepto, ni
un lugar, ni un modo, ni un tiempo… Pero lo es todo para
mí, porque abre de par en par las puertas, desencaja las
vallas, derrumba las murallas y no sé que más, de
tal modo que la brisa amorosa se me entrañe en las
entretelas del corazón… Y ni aún así lo
digo, ni con ningún otro lenguaje lo dijera.
¿Qué se puede añadir?
62. Pudiera levantarse el aire fresco y
despejar el paisaje… Sin duda acabaríamos por ver,
entonces, un tanto más lejos… y nos gozaríamos de
la limpidez del ambiente
aquí cerca. Pero la dulzura y el refrigerio de la
misteriosa ausencia no será jamás igualada.
¡Es una canción sublime de libertad y de luz
nueva!
63. ¡Luz nueva! En la Nada, así llamada,
manifiéstese la libertad. En efecto, la
peregrinación nos ha llevado a ninguna parte y,
por lo mismo, a todas. Ya no hay reparos ni
detenimientos.
64. ¿Quién puede contar las desilusiones y las
impresiones de fracaso y de derrota? Un día detrás
del otro, jornada tras jornada, una y otra vez, un porrazo y otro
golpe… Y desde el suelo se
recompone el cielo. Vamos sabiendo que no es esto ni es
aquello… Ni doctrina, ni escuela, ni
grupo, ni
parcialidad… Pero ¡cuánta audacia es necesaria
para negar todo ello!
65. Pero no se trata sólo de esto. Es verdad que
acabaremos negando tantas cosas. Es verdad que lo perecedero nos
revelará su condición… Ahora bien, nosotros vamos
siempre más allá. No, no quedamos anclados en alta
mar sin rutas posibles o con un hundimiento seguro. Por el
contrario, la verdad es que la ausencia revela plenitud. La
caducidad de un mundo comporta que éste es reflejo, y
reflejo dichoso, de otro más alto. Por una escala singular
vamos ascendiendo… Si el tesoro no se halla en este campo
estará, desde luego, en otro…
Porque el tesoro existe… ¡Vaya si es así!
Sabemos que el tesoro ha de aparecer donde sea. La
reflexión del espíritu sobre sí mismo,
es la raíz y el fundamento de este conocimiento superior.
Se trata de la intuición… El espíritu
humano, en efecto, que siempre es presente a sí
mismo, descubre directamente el secreto: es la conciencia de
la fecundidad de su sed.
66. No quedarás sediento… Quizá tu deseo
alcance su plenitud por donde no sospechas. Pero el desierto
florecerá… El desierto tiene vocación de
luminosidad fecunda. La virgen es mujer y
alumbra.
67. ¿Qué es, entonces, la nada? Pues lo
que te decía ayer cuando no llegabas a destino… Nunca
llegarás a destino por caminos calculados y medidos. La
nada es negación iluminante del antojo que
perece, de todo eso que puedo encerrar bajo cuatro llaves, de las
modas y de las ocurrencias, del consenso de las multitudes, de
las seguridades y de la astucia. También
de los vulgares mandones, de los proyectos y de
las planificaciones, de las ilusiones vacías y de las
necias ambiciones. Y no he de seguir enumerando, porque quien
esté advertido desde luego comprenderá.
68. Decía un escritor castellano:
(…) Bendigo a Dios que me ha dado, / por blasón y
por estrella, / la desventura gloriosa / de haber nacido poeta /
(…) porque las cosas más grandes / para mi amor son
pequeñas, / y ni un reino me bastara / si todo un reino me
dieran. [3][3]
¡Las cosas más grandes para mi amor son
pequeñas! Porque nada nos es suficiente… Porque
nuestro deseo no tiene límites ni
fronteras…
69. Entrando y no saliendo y, menos aún, escapando. Sin
huídas ni apresuramientos. Un suave movimiento del cuerpo,
un paso, un paso y nada más. Y te hallarás dentro,
en el secreto que no imaginabas.
70. Si topé con la nada, si todos los
mensajeros no supieron decirme lo que quiero, entonces,
y sólo entonces, se abre el paso para mí.
¿Desilusiones o fracasos? ¿Porrazos y
desengaños? ¡Qué sé yo! En suma me
pareció que debía desprenderme así
nomás de todo, imaginé miles de procedimientos y
de métodos
para lograr no sé qué desapego de cualquier cosa
creada… Pero una voz me dijo: -deja todo, sí, pero para
poseerlo en modo nuevo, para que, de tal manera, ahora lleves
toda belleza en el corazón.
71. ¡Modo nuevo! ¿Qué es esto que digo?
Desde luego no se trata propiamente de un… modo. Esta
es, solamente, una expresión…, una manera de
hablar para hacerme entender… Aquí nos sumergimos en lo
real, en la existencia verdadera, en la profundidad.
Aquí venimos a descubrir hasta qué punto lo que
vemos, gustamos, oímos o sentimos de cualquier manera, es
reflejo o espejo de nuestra realidad…
¿Qué es la sinfonía de las flores, el
canto de las aves o la
armonía de los cuerpos, sino la obra creadora de nuestro
sí interior, que dibuja, compone y enciende todo
ello con los colores
más maravillosos?
72. Todo lo tienes en Aquél en quien eres, te mueves y
existes… No como lo supones o lo imaginas. No, no lo
identifiques a tus situaciones, ni siquiera a esas
experiencias pasajeras que vienen y van. No puedes
sospecharlo, no puedes imaginarlo. Es frecuente tener por
conocido y poseído lo que puede ser analizado, usado,
gastado, dominado, juzgado, apretado y mil cosas más. Esto
es lo que menos importa. Lo más próximo e
íntimo no es lo más sujeto a capricho, a
definiciones, a cálculos o a análisis. Lo más próximo no
es lo que tengo en una caja de seguridad o debajo del
lugar donde descanso. Lo más cercano, si es lo mayor y lo
más maravilloso, no puede ser reducido a semejantes usos
ni aprovechamientos…
73. Hay en tu corazón no sé qué
vibración que lo lleva directamente al Amor. En tal
estado, todo
es tuyo. El Amor te es dado en la Aurora de tu vida… Si no lo
rechazas ni se te ocurre definirlo o reducirlo a medidas, todo
está en él. Quiero decir que con antelación
a lo que sea, en Dios (que es Amor) hallas todo hallándolo
a Él, pero a condición, desde luego -lo repito- de
abandonar cualquier dominio o
violencia.
74. El abandono, del cual tanto hemos hablado,
comporta ese sosiego de paz que inunda el alma cuando se deja
todo cuidado… Ahora se descubren los sentidos, que no
lográbamos imaginar ayer.
75. Entérate bien. Nada se posee compulsivamente.
Sólo el don penetra hasta el fondo y habita en paz y
fecundidad. Ahora el hombre se redescubre un cosmos sin
fronteras, en relaciones admirables fundadas todas en el Amor, en
el mismo Dios. Más profundo que la naturaleza,
más hondo que todas las palabras, definiciones o conceptos
que pretendamos, está este Amor indecible que funda toda
participación en el Ser Uno.
76. ¿Quieres hallar? ¡Eres hallado! Y recuerda
que conoces cuando eres conocido.
77. Yo he visto el desierto gigantesco. En el Oriente
del Ser sólo está limitado por la altura que no
tiene límites. Yo he visto el Fuego que, más arriba
de las montañas, más allá de las nubes y por
encima de las estrellas, ardía y arde siempre,
eternamente, hoy. Y ese Fuego está en mi corazón. Y
ese Fuego es mi corazón.
Yo he visto brillar, con Luz indescriptible, la Sangre que
penetra a mayor profundidad que el alma, en las entretelas del
espíritu. En la cámara más secreta arden
fuego y sangre que se levantan en subidísima luz, siempre
más allá, o más aquí
entrañadas. Y me descubro más alto que las
cumbres…, y no sé si es así, pero sé que
me hallo y soy en el Corazón, en el Seno de mi Dios, en la
Morada que sólo yo conozco, donde recibo la piedrecita
blanca con el Nombre nuevo. Nadie lo sabe ni lo puede
saber.
Porque mi Dios abrió sus alas y me cubrió, y me
llevó consigo y me ocultó… Y aún me lleva
por el misterio de lo pasajero, de tal modo que, sin saberlo,
esté más en Él. No se pregunte de qué
manera ni cómo… Ya no importa dónde estoy, porque
ni es esto ni aquello: sólo veo encenderse delante de mis
ojos, aunque en realidad es bien dentro de ellos y más
interiormente aún, la Luz de la Gloria… Pero tampoco es
así…
78. En la pureza original de la Inteligencia se descubre la
Presencia que la genera y le da vida. El Espíritu
iluminador la despierta enamorado y se queda en ella. Hay en
nuestro interior una Presencia que nos trasciende, silenciosa,
amorosa, iluminadora, que -por gracia- se da como propia.
79. ¿Es posible hallar este tesoro escondido? El
testimonio de cuantos han llegado lo afirma sin titubeos… Pero
¡no se trata de oscuridades ni de laberintos! Por el
contrario, la Luz alumbra sin más. Está ahí,
el tesoro está ahí. El despojo de inconvenientes y
estructuras
sobreañadidas abre un camino directo, que es de
simplicidad maravillosa…
80. Ahora bien, parece que en nuestros parajes aprendemos en
la escuela del sufrimiento. No se trata de un dolor desnudo, sin
más allá. Se trata del Misterio de la Pasión
que en la Hora suprema sumerge, transfigura y transforma…
¡Ah, Fuego que arrojas tanta Luz!
81. ¡Conozco! En lo más interior se abre la
conciencia iluminadora que sondea y descubre más
allá de categorías y conceptos… Es el acorde
virginal de la Inteligencia que penetra el Misterio, hallando en
él su propio ambiente. No lo traduce a ninguna lengua ni a
las expresiones banales. Lo contempla embelesada y lo posee
cuando es poseída en la unión más
alta…
82. Mirad que no despreciéis a uno de esos
pequeños, porque en verdad os digo que sus ángeles
ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre, que está
en los cielos (Mat. 18, 10) Pequeño, tu ángel
contempla la Faz del Padre, tu ángel ya te tiene en tu
destino… Si conocer es jugar a ser el objeto, como
decía un Cartujo, tú ¡juega! que ya
contemplas con el ojo interior que te trasciende en tu
ángel. ¿No ves, acaso, que todo es tan simple e
inmediato? Si ruegas al Señor que se acuerde de ti
¿no te responde inmediatamente que hoy mismo
estarás con Él en el Paraíso? Aguardar,
según las historias de los hombres, puede resultar largo y
fatigoso… Pero el arrojo hoy, ahora, está por encima del
tiempo. ¡Si conocieras el don de Dios y quién es
el que te dice "dame de beber"! (Jn. 4, 10).
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