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cabello - Servicio Integral al
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Cosmetología - Permanentes
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- Como utilizar y cuidar
los instrumentos de peluquería
Introducción
La Facilidad que tiene
el hombre de
entender las ciencias que
este mismo requiere por naturalidad, otorga el ejercicio de
practicarlas, utilizando como medio aquella experiencia dejada
por nuestros antepasados que han sido plasmada en textos o solo
recordadas de generación tras generación y
que por lógica
han sido ajustada a nuestra actualidad.
El peluquero o la peluquera se encargará de que las
pautas del estilista queden impecables. En las peluquerías
grandes se suele pagar un extra si te quieres poner en manos de
un estilista. Ahora bien, una buena peluquera con gusto y estilo
puede aconsejarte tan bien como un estilista sobre el color, el
volumen o el
estilo de tu pelo
Reseña
histórica dela peluquería
Historia de la Peluquería
Etapa I: Prehistoria y
Edad Antigua
La Prehistoria, fuente
inagotable de mitos y
leyendas,
donde el pelo fue visto hace miles de años como un potente
elemento mágico o ceremonial. En nuestros días,
todavía algunas de las consideradas culturas primitivas
(base de la mayoría de estudios sobre comportamiento
social en la prehistoria) consideran que el alma de cada
persona se
encuentra en su cabello.
La importancia mágico-religiosa del cabello
propició que ya en tiempos remotos su cuidado tuviera una
considerable importancia en muchas sociedades.
Es posible que la primera herramienta usada por el hombre para
cortarse el cabello fueran las lascas extremadamente afiladas de
piedra de sílex, resultantes del laborioso proceso de
obtención de material cortante a partir de golpear unas
piedras con otras. El corte de pelo se debía
indudablemente a cuestiones prácticas o ceremoniales y
nada tenía que ver con los motivos únicamente
estéticos de épocas posteriores.
Espinas de pescado, dientes de animales y
ramitas secas de plantas diversas
fueron los primitivos peines de aquellas gentes, que se supone
que incluso llegaron a utilizar sangre, grasas y
tintes vegetales como colorantes para teñir sus cabellos,
siempre por motivos rituales.
Egipto
¿Quién no recuerda el clásico peinado de
las mujeres egipcias de los grabados que han llegado hasta la
época actual? Melenitas completamente lisas, color negro
azabache y decorado con finas diademas o con hilos de piedrecitas
brillantes o de colores.
Por otra parte los sacerdotes de determinadas castas
podían raparse completamente el pelo o, por el contrario
dedicarse a cultivar largas y cuidadas melenas. Así pues,
podían diferenciarse los oficiantes del culto a uno u otro
dios, entre otros detalles, por la clase de
peinado o peluca utilizados.
La elaboradísima cultura
egipcia fue de las primeras en considerar el cabello un elemento
fundamental de la belleza física y lo trataba
ya con funciones
estéticas, a pesar de que, como hemos comentado, tuviera
también usos sociales y religiosos.
Pelucas y tintes se consideran inventos
pertenecientes a la cultura de las pirámides, y es a ellos
a quien se debe la utilidad de la
henna en coloración capilar, usada todavía hoy para
obtener tonos rojizos y caobas.
Grecia
Los griegos convirtieron el culto a la belleza en uno de los
pilares de su cultura. Los peinados que triunfaron en sus
días eran extremadamente elaborados y llenos de
detalles.
Al contrario que los egipcios, los griegos adoraban el
movimiento
expresado a través de múltiples rizos y ondas. Gracias a
estatuas y monumentos funerarios se han podido observar detalles
de mechones cortos rodeando la frente y melenas largas y
recogidas a base de cintas, cuerdas, redecillas y otros elementos
decorativos. También para los hombres el cabello rizado se
consideraba exponente de la hermosura.
En Grecia, como
en Egipto, los
esclavos eran los encargados de mantener lo más hermosas
posible las cabezas de sus amos. Pero Grecia aportó un
elemento nuevo: los salones de belleza, dónde se peinaban
y arreglaban las cabezas más selectas. Otra de las
innovaciones de la época vino de la mano de Alejandro
Magno, que a consecuencia de sus conquistas en Oriente,
aportó toda clase de recetas mágicas para
teñir y dar forma al peinado, fórmulas de unos
cosméticos que empezaban, en aquel entonces, a ver la
luz.
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