16. La
posición de la Religión sobre los
embriones sobrantes
Uno de los graves problemas
dentro de las TRA, es la FIV/TE y la acumulación de muchos
miles de embriones. El destino de estos embriones sobrantes
pueden ser tres: la crioconservación, la
destrucción o la
investigación genética.
Se recurre a la crioconservación de embriones
sobrantes con el fin de ser utilizados posteriormente en los
mismos padres, o poder ser
donados, a veces sin el
conocimiento de los padres donantes ni de los receptores. La
crioconservación atenta contra la dignidad del
ser humano, pues esas personas son tratadas meramente como
productos de
un laboratorio,
descongelados sólo hasta que sean útiles.
Además, en el proceso de
congelación y descongelación, muchos de ellos se
dañan y tienen que ser desechados o mueren. La iglesia
Católica comenta: "Pregúntese a una madre si desea
que su hijo, recién nacido, sea crioconservado, y se
negará inmediatamente. La razón por la que se hace
en los embriones es porque no han adquirido forma humana y son
considerados como parte de la técnica".
El segundo posible destino de los embriones sobrantes
crioconservados es la destrucción. Las legislaciones de
algunos países, como las de Inglaterra y
España,
sólo permiten la crioconservación de embriones
hasta por cinco años. Muchos de ellos ya han pasado este
tiempo y esto
plantea la situación de un alargamiento del periodo
permitido. Evidentemente esa no es la solución. Es
moralmente ilícito este proceder pues nadie puede disponer
de la vida de otro ser humano de esa manera. La
destrucción de estos embriones sería realmente un
asesinato.
El tercero es, finalmente, el camino más
recurrido para los embriones sobrantes, el de la
experimentación, pues son estos embriones abastecedores de
material biológico útil. En España, por
ejemplo, los embriones que pasen más de dos años
crioconservados, pasan a ser propiedad del
laboratorio. En República
Dominicana no existe una regla sobre el particular y mucho
menos una ley que lo
regule. De hecho, muchos científicos han denunciado que la
verdadera causa por la que se practica en tan alto índice
la FIV/TRA, es para proveer legalmente de embriones a los
laboratorios destinados a la investigación, siendo la infertilidad de
los esposos un pretexto. Algunos cuestionan el aspecto
ético y religioso de este asunto, a tal grado que algunos
países obligan al médico a implantar todos los
embriones obtenidos en el útero de la madre, siendo esto
una medida reprobable pues se parte de la equivocada licitud del
acto mismo de la FIV/TRA, y además, se pone en riesgo a la madre
y a los embriones implantados en un probable embarazo
múltiple.
Evidentemente, la religión establece que,
cualquier destino de los embriones es ilícito, porque en
todos se viola la dignidad de la persona y se
maneja como objeto de laboratorio utilizándolo
según los beneficios de terceros, de los cuales, en todos
los casos, la misma persona del embrión queda
minimizada.
17. La
posición de la religión sobre las TRA y los
nacimientos dentro de parejas gay
La Biblia nos dice que el matrimonio fue
instituido por Dios tras crear al hombre, para
proporcionar a éste el compañerismo y la ayuda
necesarios y hacer posible la procreación de hijos
(Gén. 1:27,28; 2:18, 21-25). La sociedad
humana, llamada a cuidar y administrar la Creación,
contaba así con una célula
básica sobre la cual asentar su futuro y en la que apoyar
su ordenamiento comunitario. La universalidad del matrimonio, de
la que dan fe todas las culturas antiguas y modernas, demuestra
que éste no es – como pretenden
algunos- una invención de la
"represiva" moral
cristiana o judeocristiana.
"Dios ha creado el hombre a su
imagen y
semejanza: "varón y hembra los creó" (Gén.
1:26), confiándoles la tarea de "dominar la tierra"
(Gén. 1:28). Reciben de la persona y de sus valores
morales la dirección de su finalidad y la conciencia de sus
límites". Los cambios en la familia
contemporánea han traído a la humanidad desde
tiempos remotos problemas conductuales profundos, "Lacan
decía que, con tantas vidas que el psicoanalista debe
escuchar, nadie puede ocupar su lugar sin tratar de comprender la
subjetividad de su época. Tenemos que dar cuenta de los
cambios de nuestro tiempo. Por eso tenemos que preocuparnos de lo
político, de lo económico, lo
biológico".
Mientras más universal la cultura,
más particular será la elección de grupos que
piensan y actúan de forma muy particular en cuanto a la
sexualidad y
al sexo.
¿Esos particularismos no se generan a partir del
contrapunto con sectores de la sociedad que son ampliamente
discriminadores? Se dan en cualquier sociedad independientemente
si son discriminados o no, ellos buscan su espacio y tratan de
desarrollarse como entes sociales, aún conociendo los
preceptos religiosos sobre lo biológico, sabedores de que
desde el Código
de Hamurabi y el Viejo Testamento de la Biblia se establece la
relación carnal entre un hombre y una mujer, no entre
personas del mismo sexo.
Las religiones
cristianas y la católica no están de acuerdo con la
utilización de las TRA para que parejas de gay, adopten o
se provean de hijos por estas técnicas,
ya que las mismas están reservadas para la pareja hombre y
mujer que no puedan procrear por métodos
naturales.
Pero se sabe de ciudades, como es el caso, entre otras,
de París, donde existe un barrio gay y no se puede decir
que París sea una ciudad que discrimina a los
homosexuales, porque sus leyes protegen la
unión de los mismos. Pero aún así, ellos
buscaron su barrio que funciona como un nicho de identidad no
sólo geográfico, sino de cara a los estilos de
vida, los gustos culinarios y hasta la literatura. Se conoce
además los cambios en algunas leyes para permitir el
matrimonio entre gay, caso España, que siendo un
país tan religioso dentro de la iglesia Católica,
más que de otras cristianas, la comunidad
laica ha permitido, al igual que fervorosos católicos y
cristianos, que pasen esas leyes.
Quizá debido a los cambios de generaciones; antes
no había el enfrentamiento religioso que hay ahora con la
lucha de civilizaciones. Antes, no salían a la luz estos
conflictos
porque había grandes autoridades hegemónicas,
concientes o inconcientes del problema, que reprimían en
gran escala en los
países (Stalin, Hitler, Hussein)
entre otros. En este momento no es que el mundo esté de
acuerdo con la represión, pero se debe deliberar
más, antes de aprobar leyes que atenten con cambios tan
drásticos como el de permitir el matrimonio entre parejas
del mismo sexo; "debemos entender que la naturaleza los
dio hombre y mujer y que hasta los animales tienen
su pareja para procrear y multiplicarse".
Hoy la familia
contemporánea va pareja con los cambios que se
están generando en conexiones entre la
globalización y el Holocausto.
Desde el siglo XVII se vienen desarrollando figuras como los
Derechos
Humanos, organismos internacionales sobre el estudio y la
investigación sobre las TRA y el genoma, movimiento
cada vez más global de la mercancía y del ideal
democrático, donde se establece que todo debe pasar por la
estructura del
mercado, incluso
los seres humanos. También se conoce sobre el intercambio
de órganos para hacer los transplantes, que van de un
país a otro, de las cirugías para cambiar de sexo,
así como la comercialización de la tecnología a
través de la globalización. Lacan, el psicoanalista de
este tiempo, permite pensar que de este modo, a través del
nacionalismo o
la religión, se desarrolla como un intento de velar por
los mecanismos de funcionamiento de la economía de mercado. La religión y
el nacionalismo son formas de proponer sentido donde la lógica
de mercado manifiesta claramente que no lo hay. El mercado, que
es la destrucción del sentido, y la religión, que
es la creación de sentido, se complementan, aunque, por
suerte, tienen contradicciones. Mientras el mercado va a lo
más particular y fragmentado, la religión
Católica intenta generalizarlo todo. Pone a la gente a
pensar en la fe y a establecer el sacrificio. Aunque se opone a
este tipo de pensamiento
global sobre las nuevas estructuras
familiares, es bien cierto que se dan casos, dentro de la iglesia
Católica, de homosexualidad
y de sacerdotes que adoptan niños.
Se necesita un replanteo de los conceptos morales de la
religión Católica, pues mientras enarbola la lucha
contra las TRA, permite otras del mercado
global, relacionadas con el hombre y su
creación.
18. La
religión y la dignidad del no nacido
El Papa Juan Pablo II constató en la
mañana del 3 de abril del 2001, que el embrión se
ha convertido en uno de los blancos más expuestos a los
beneficios y peligros de la extraordinaria evolución de la ciencia
biogenética al recibir a los participantes en el XVI
Congreso Internacional organizado por el Instituto de
Ginecología y Obstetricia de la Universidad de
"La Sapienza" de Roma.
La intervención del Papa tomó pie del
significativo título del Congreso: "El feto como
paciente". Al reflexionar sobre este tema, constató que
estos científicos y médicos están
considerando "el feto en su plena dignidad humana, una dignidad
que posee el niño que todavía no ha nacido desde el
instante de su concepción". Se trata de un valor
fundamental de la moral
cristiana, que la Iglesia ha tenido que proclamar con mayor
fuerza en las
últimas décadas, caracterizadas, según
él mismo constató, por la afirmación de
visiones "reductoras o distorsionadas" sobre el sentido de la
humanidad del embrión, y la promulgación de leyes
que "introducen sin ningún fundamento científico
estadios cualitativos en el desarrollo de
la vida concebida".
Por otra parte, el Santo Padre denunció con
claridad las técnicas de reproducción artificial, que "aparentemente
están al servicio de la
vida, pero que abren de hecho la puerta a nuevos ataques contra
la vida". Como ya dejó claro en la "Evangelium Vital"
estos métodos son "moralmente inaceptables", pues separan
la procreación del contexto plenamente humano del acto de
amor conyugal.
Ahora bien, estas técnicas son aún más
graves cuando utilizan procedimientos de
"reducción embrional", es decir, "la eliminación de
algunos fetos en el caso de que tengan lugar varias concepciones
al mismo tiempo. Este procedimiento es
gravemente ilícito". Se trata de un recurso que, en el
fondo, no hace más que aplicar una selección
artificial a través del aborto de varios
niños concebidos.
La vida del embrión, para el Papa, supera todo
tipo de conjetura. Independientemente de que los embriones hayan
sido fruto de la procreación natural o artificial, "el
niño concebido tiene que ser totalmente respetado. La vida
del feto tiene que ser protegida, defendida y cuidada en el seno
de la madre a causa de su dignidad, una dignidad que pertenece al
embrión y que no es algo concedido o garantizado por
otros, ya sean los padres genéticos, el personal
médico o el
Estado".
Cuando se toca el tema de la vida o de la muerte, no
podemos bajar a compromisos, dice el Papa: la vida tiene que ser
tutelada como un valor absoluto, pues es "un don incomparable del
amor creativo de Dios". Por ello invitó a los
médicos ginecólogos y obstetras a defender con su
trabajo la
salud de toda
nueva vida, inspirándose siempre en una comprensión
clara de la dignidad que le corresponde a todo ser
humano.
19. Cardenal
Rouco: las leyes contra la vida llevan a la
decadencia
"En numerosas ocasiones los obispos españoles han
ofrecido criterios de discernimiento en las Iglesias y a la
sociedad ante las amenazas que se ciernen sobre la familia y
sobre la vida humana. Por ejemplo, en el momento en el que se
introdujo en la legislación civil la posibilidad del
divorcio,
cuando paradójicamente se despenalizó el crimen del
aborto o en las ocasiones en las que se pretendió ampliar
aún más la despenalización; cuando se
legisló acerca de ciertas técnicas de
reproducción artificial de un modo poco respetuoso de la
familia y de la vida humana; al plantearse la cuestión de
las uniones de personas del mismo sexo o ante las campañas
a favor de la legalización de la eutanasia".
Con estas palabras, el cardenal de Madrid y
presidente de la Conferencia
Episcopal Española, Antonio María Rouco, se
dirigió a los obispos presentes en la inauguración
de los trabajos de la LXXIV Asamblea Plenaria del Episcopado
español.
Para el purpurado, el momento actual parece el
idóneo para "hacer una revisión más a fondo
de la situación y de ofrecer unas orientaciones más
abarcantes y sistemáticas sobre estos temas tan delicados
y de tan decisiva importancia". Tanto es así, que "se
puede hablar casi de una nueva situación cultural", donde
los errores y las vacilaciones "no son escasos ni poco
preocupantes y no tardan en reflejarse en disposiciones legales o
jurisdiccionales, algunas de más alto nivel, que alarman,
con toda razón, a las personas preocupadas por el destino
de nuestra sociedad y de cada ser humano cercano a
nosotros".
Parafraseando a Juan Pablo II, el cardenal Rouco
afirmó que "existen hechos que demuestran con creciente
claridad cómo las políticas
y las legislaciones contrarias a la vida están llevando a
las sociedades a
la decadencia, no sólo moral, sino también
demográfica y económica". Por ello, continuó
el arzobispo de Madrid, "la Iglesia ha de seguir ofreciendo, con
humildad y decisión, su mensaje sobre la vida y el amor
humano".
20. La
reproducción artificial y la enseñanza de la Iglesia Católica
sobre ella
El comienzo de la existencia del ser humano, comienza
desde su concepción, es decir, desde el instante en que el
espermatozoide humano penetra el óvulo humano y lo
fecunda, momento en que comienza el conjunto de fenónemos
biológicos que conducen a la singamia (unión de los
pronúcleos masculino y femenino) donde queda
definitivamente organizado el genoma propio de cada ser humano,
que es inalterable. En la unión del óvulo con el
espermatozoide queda establecida la naturaleza
humana del nuevo ser y en ese mismo momento se establece,
también, el sexo genético.
Juan Pablo II ha dicho que "desde el momento en que el
óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es
la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano
que se desarrolla a sí mismo. Por lo demás,
está en juego algo tan
importante que, desde el punto de vista de la obligación
moral, bastaría la sola probabilidad
de encontrarse ante una persona para justificar la más
rotunda prohibición de cualquier intervención
destinada a eliminar un embrión humano… El ser humano
debe ser respetado y tratado como una persona desde el instante
de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento
se le deben reconocer los derechos de la persona,
principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente
a la vida".
Vale recordar que, en República Dominicana, en el
Art. 8 de nuestra Constitución se consagra el derecho a la
vida, "persona es todo ser humano" y lo mismo declara el Pacto de
San José de Costa Rica de
carácter internacional.
Las técnicas que actúan sobre la
reproducción humana implican una manipulación
indebida de la vida humana naciente. La persona del hijo es
tratada como un mero producto o
resultado de una técnica, a ella se aplican
términos como "sobrante", "congelada", "transferida", y se
le somete a controles de calidad. Se toma
a la persona como un objeto de producción o experimentación, un
medio para alcanzar un objetivo, un
objeto de manipulación meramente instrumental y no como un
sujeto personal. La fecundación artificial no es un modo digno
de nacer de la persona humana, ya que se subordina "la llegada al
mundo de un niño a las condiciones de eficiencia
técnica mensurables según parámetros de
control y de
dominio".
En algunos casos, los gametos utilizados no son propios
del matrimonio que accede a las técnicas, sino que
"pertenecen" a un tercero extraño a los cónyuges.
En este supuesto, se lesiona el derecho del niño a nacer
de un padre y una madre conocidos de él y ligados entre
sí al matrimonio.
Se quebranta su derecho a llegar a ser padre y madre
exclusivamente el uno a través del otro. Es moralmente
injustificable además, la fecundación artificial de
una mujer no casada, soltera o viuda, sea quien sea el
donador.
Admitir la fecundación extracorpórea
implica autorizar no sólo que las personas concebidas por
este procedimiento sean objetos de manipulación, sino que,
en la mayoría de los casos, se produzcan abortos que,
aunque no fueran directamente queridos, son directos y
previsibles y por tanto moralmente ilícitos.
La técnica es "eficaz" si logra un embarazo
exitoso. Ahora bien, planteado este objetivo, la técnica
está exigiendo para su "eficacia" que se
conciban, por ejemplo, tres embriones (así lo sostienen
diversos proyectos de
ley). En tanto nadie recurre a estas técnicas pensando
tener un embarazo múltiple, es claro que se espera que dos
de los embriones mueran antes del nacimiento. Estamos, por tanto,
ante procedimientos que preveen que el 67% de las personas que
traen a la vida, muera en forma "espontánea" y sólo
un 33% pueda llegar a nacer.
No se asimilan al aborto espontáneo. Estos
abortos provocados por la fecundación in vitro (FIVET) son
injustificables, ya que no son, como se pretende, equiparables ni
al aborto que se produce naturalmente de modo indirecto, ni al
aborto espontáneo. En el caso de los abortos producidos
por la FIVET, éstos no son queridos como fin, pero
sí como medio: el medio empleado para alcanzar la
implantación de un embrión es la utilización
de un número mayor de embriones, sabiendo con certeza que
algunos de ellos morirán. Incluso si fuera implantado un
solo embrión, estaríamos ante una técnica
médica que presenta riesgos muy
grandes, que son previsibles en términos
estadísticos, y que posiblemente lo induce a causa, al
menos en parte, sin que exista para ello una necesidad
proporcionada, dado que no se da el caso de una vida ya amenazada
de muerte, sino
de la satisfacción del deseo de paternidad y maternidad.
Este deseo no puede justificar el peligro para la vida de un
tercero.
También se debe tener en cuenta que la
fecundación extracorpórea, al generar una vida
fuera de su lugar natural, acarrea el problema que se agrava
hasta límites insospechados en caso que la madre que
recurrió a la técnica muera o se niegue a recibir a
su hijo en su seno. Es este un problema sin solución.
¿Por qué autorizar entonces la concepción
extracorpórea de un ser humano?
Con el fin de aumentar las posibilidades del embarazo,
quienes aplican estas técnicas aumentan la cantidad de
óvulos que son fertilizados. De esta forma, son concebidos
fuera del cuerpo de la madre numerosos embriones
planteándose el siguiente dilema: si todos son
"transferidos" en una misma oportunidad, se corre el riesgo de un
embarazo múltiple, mientras que si se trasfieren "algunos"
de ésos (seleccionados por el médico), surge la
interrogante de qué hacer con los "sobrantes". Estos
embriones son hoy "congelados", para disponer así de un
"lote de reserva" para proceder a nuevos intentos de
transferencia si el primero fracasa.
¿Por qué debe haber embriones "sobrantes"?
¿Se justifica que en la búsqueda de una "mayor
eficacia" se fertilicen tantos óvulos, sabiendo que
algunos de los embriones así concebidos deberán ser
congelados?
Es un grave atentado contra la dignidad de una persona
someterla a congelamiento o cualquier otro proceso que detenga su
normal desarrollo.
¿Cuál será la razón que
impida que el día de mañana esta posibilidad de
congelar a una persona prevista en algunos proyectos de ley no se
extienda a los recién nacidos o a cualquier otra persona
que "la reglamentación" determine?
El tema de la adopción
de los embriones congelados es, en estos momentos, objeto de
debate por
parte de moralistas católicos fieles al Magisterio de la
Iglesia, quienes esperan de éste un pronunciamiento sobre
el tema, el cual implica complejidades técnicas que van
más allá de los objetivos de
transferencia.
El matrimonio no confiere a los cónyuges el
derecho a tener un hijo, sino solamente el derecho a realizar los
actos naturales que de suyo se ordenan a la procreación.
"El hijo no es algo de propiedad: es más bien un don, el
más grande" y el más gratuito del matrimonio, es el
testimonio vivo de la donación recíproca de sus
padres.
La fecundación artificial no es una
técnica para el tratamiento de la esterilidad. La misma
existe y subsiste. La procreación asistida no puede
enjuiciarse como un remedio terapéutico más, porque
no cura, sino suplanta, sustituye el acto que naturalmente da
origen a la vida por un acto técnico; al final del
proceso, el matrimonio seguirá siendo estéril. El
camino correcto debería ser, entonces, el desarrollo de
auténticos medios de
curación de la esterilidad, como la cirugía
reparadora, etc.
Estas técnicas (inseminación artificial,
fecundación intra o extracorpórea), aún en
el caso que se practiquen con gametos propios del matrimonio,
privan a la procreación de su perfección propia,
desde el punto de vista moral, en tanto no es querida como el
fruto del acto conyugal, es decir, del gesto específico de
la unión de los esposos. Son, por tanto, moralmente
inaceptables desde el momento en que se separan la
procreación del contexto integralmente humano del acto
conyugal. La persona no puede ser querida ni concebida como el
producto de una intervención de técnicas
médicas y biológicas: esto equivaldría a
reducirla a ser objeto de una tecnología
científica.
También se plantean reparos morales cuando, para
la obtención de los gametos, se recurre a actos
intrínsecamente inmorales, como por ejemplo, la
masturbación.
La autoridad
política
tiene el deber de defender la vida desde la concepción,
prohibiendo el empleo de las
técnicas de procreación artificial, por ser
atentatorias contra la dignidad de la persona por nacer, y por
poner en grave riesgo su vida.
El legislador debe tener en cuenta que, como sostiene
Juan Pablo II, no es posible construir el bien común sin
reconocer y tutelar el derecho a la vida, sobre el que se
fundamentan y desarrollan todos los demás derechos
inalienables del ser humano. No puede haber verdadera democracia, si
no se reconoce la dignidad de cada persona y no se respetan sus
derechos.
El aborto y la fecundación in vitro han abierto
la puerta a la manipulación y destrucción de
embriones. Ello demuestra, una vez más, cómo el
espiral de muerte que comenzó con el aborto,
alimentado por la mentalidad anticoncepcionista, no termina, a
menos que nosotros lo detengamos.
El tema de la manipulación y destrucción
de embriones humanos está muy ligado también al
tema de la
clonación –de la cual se ha escuchado mucho en los
últimos años. A su vez, el tema de la clonación está también
vinculado al de las células
estaminales o células
madre. Ello se debe a que los promotores de la mal llamada
clonación "terapéutica" intentan justificar esta
aberración, diciendo que con la clonación se
podrían obtener este tipo de células para curar
enfermedades
hasta ahora incurables, como la demencia de Alzheimer, el
Parkinson, la
parálisis de médula espinal, infartos de miocardio,
diabetes
mellitus, entre otras. Prominentes figuras políticas,
actores famosos y corporaciones farmacéuticas han iniciado
una campaña de presión
para la aprobación de leyes que permitan y promuevan este
tipo de investigaciones,
buscando al mismo tiempo que sean financiadas con fondos
gubernamentales (especialmente en Estados Unidos),
a fin de darles mayor importancia y garantizar una mayor
eficacia.
La extracción de células estaminales, sin
embargo, origina la muerte inmediata y la destrucción del
embrión humano. El hecho de engendrar embriones para este
fin, por tanto, constituye un grave atentado contra la dignidad
de la persona humana.
Como es sabido, en el proceso de concepción o
fecundación, el ovocito o célula materna se une al
espermatozoide en las trompas de Falopio de la mujer,
constituyendo un nuevo ser humano llamado, en este estadio,
cigoto. En esta etapa, el cigoto tiene ya toda la información genética necesaria para
que el nuevo ser se desarrolle y crezca, tanto en los siguientes
nueve meses dentro del útero materno, como durante el
resto de su vida. En las horas que siguen a la
fecundación, el cigoto empieza a dividirse para formar el
embrión. En las primeras 30 horas se divide en cuatro
células "totipotentes", llamadas así porque, de
separarse las mismas, cada una de ellas podría originar un
nuevo ser. Éste es uno de los principales puntos de debate
en relación con la clonación, ya que el uso de
células "totipotentes" es una de las dos posibles
técnicas que, de aprobarse, se usaría para clonar
seres humanos como potenciales fuentes de
células estaminales para la
experimentación.
Luego de cuatro días, el nuevo ser humano tiene
doce células y se le conoce como mórula. La
mórula se dirige de la trompa de Falopio (donde se dio la
fecundación) al útero de la madre, donde se
implanta, y recibe el nombre de blastocisto. Ahí
permanecerá por los próximos nueve meses, hasta su
nacimiento. El blastocisto genera dos capas de células: la
capa interna o embrioblasto, que forma el embrión humano;
y la capa externa o trofoblasto, que forma la placenta. A este
nivel tenemos que el embrioblasto está formado por un
grupo de
células denominadas "estaminales" (stem cells), que son
células "pluripotenciales" o células "madre". Esto
significa que, si bien cada una independientemente no puede
generar un individuo
completo –como las células "totipotenciales"
anteriormente mencionadas– sí tienen dos
características fundamentales y únicas que otras
células del cuerpo no poseen: 1) la capacidad de
reproducirse constantemente, y 2) la capacidad de
"diferenciarse", es decir de transformarse en una célula
especializada del cuerpo humano.
Las células estaminales tienen la capacidad de generar los
220 tejidos y
órganos que componen el cuerpo humano.
La investigación en células estaminales de
animales se ha venido dando desde hace muchos años con
algunos éxitos. Se ha logrado, por ejemplo, que estas
células se reproduzcan en el laboratorio y generen otras
células más especializadas. Por citar un caso, se
ha conseguido producir tejido cardíaco.
La actual controversia surgió cuando se
logró aislar las primeras células estaminales de
embriones humanos. Algunos grupos privados de científicos
se sumaron a dichas iniciativas y comenzaron a experimentar con
células extraídas de embriones producidos
específicamente para este fin mediante la
fertilización in vitro. Estos grupos ya han logrado
hacerlas crecer en el laboratorio y en algunas ocasiones han
conseguido también que se multipliquen. Una técnica
usual utilizada en dichos ensayos
consiste en extraer las células estaminales del
embrión y colocarlas en "cultivos celulares" con
fibroblastos (células del tejido conectivo) de
ratón, donde las células estaminales se reproducen
constantemente, convirtiéndose así en una fuente de
recursos para la
experimentación.
El proceso es aún imperfecto, por lo que se
requiere constantes pruebas con
nuevos embriones. Muchos de los "cultivos celulares" no llegan a
tener éxito o
son destruidos por factores externos, como por ejemplo la
contaminación bacteriana. Por otro lado, es preciso
subrayar que al extraerse las células estaminales del
embrión humano, éste muere inmediata e
inevitablemente, pues en esta etapa de su vida está
formado solamente de células estaminales en su capa
interna y de las células que formarán la placenta
en su capa externa. Es preciso subrayar también que el
embrión humano clonado o producto de la fecundación
in vitro o de cualquier otra técnica es un ser humano
sujeto de todos los derechos al igual que los demás, a
pesar de que el método por
el cual vino al mundo es gravemente inmoral.
21. La
Iglesia Católica ante el problema de la
investigación en células
estaminales
El 22 de febrero de 1987 el Papa Juan Pablo II
aprobó la Instrucción Donum vitae, de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, mucho tiempo antes
de que los debates actuales tomaran curso. Junto con esta
instrucción, hay que mencionar otros documentos, de
primera importancia, del Magisterio Pontificio ordinario como la
Humanae vitae (1968) del Papa Pablo VI y la Evangelium vitae
(1995) de Juan Pablo II. Ellos establecen claramente la
posición de la Iglesia alentando una cultura de vida donde
se respeten la dignidad y los derechos del ser humano, en
especial del no nacido. En la mencionada instrucción se
tocan algunos puntos concretos que merecen resaltarse.
En primer lugar, la Instrucción establece
claramente la responsabilidad del ser humano, con la ciencia como
herramienta, para la recta administración de la creación. La
investigación y la técnica tienen que estar al
servicio de la persona humana: "La investigación científica,
fundamental y aplicada, constituye una expresión
significativa del señorío del hombre sobre la
creación. Preciosos recursos del hombre cuando se ponen a
su servicio y promueven su desarrollo integral en beneficio de
todos, la ciencia y la técnica no pueden indicar por
sí solas el sentido de la existencia y del progreso
humano. Por estar ordenadas al hombre, en el que tienen su origen
y su incremento, reciben de la persona y de sus valores
morales la dirección de su finalidad y la conciencia de
sus límites".
Por otro lado, la Instrucción reflexiona
específicamente sobre la protección del
embrión humano, ya que, como hemos afirmado anteriormente,
es una persona con una dignidad única, universal e
irrenunciable, y sujeto de todos los derechos existentes: "La
investigación médica debe renunciar a intervenir
sobre embriones vivos, a no ser que exista la certeza moral de
que no se causará daño
alguno a su vida y a su integridad ni a la de la madre, y
sólo en el caso de que los padres hayan otorgado su
consentimiento, libre e informado, a la intervención sobre
el embrión. Se desprende de esto que toda
investigación, aunque se limite a la simple observación del embrión, será
ilícita cuando, a causa de los métodos empleados o
de los efectos inducidos, implicase un riesgo para la integridad
física o
la vida del embrión".
La Instrucción repite asimismo claramente las
reservas de la Iglesia frente a la fertilización in vitro
(FIV). Es necesario no olvidar que cuando hablamos de embriones
humanos obtenidos in vitro nos estamos refiriendo a personas y,
por tanto, dignas y sujetos de derechos. Por ello su dignidad y
su derecho a la vida deben ser respetados desde el primer momento
de su existencia. Es inmoral producir embriones humanos
destinados a ser explotados como "material biológico"
disponible. Ante ello la instrucción señala: "La
Iglesia, del mismo modo en que condena el aborto provocado,
prohíbe también atentar contra la vida de estos
seres humanos. Resulta obligado denunciar la particular gravedad
de la destrucción voluntaria de los embriones humanos
obtenidos in vitro con el solo objeto de investigar, ya se
obtengan mediante la fecundación artificial…".
Añade, más adelante, una observación que se
refiere claramente al papel de los médicos y
científicos en estas prácticas:
"Comportándose de tal modo, el investigador usurpa el
lugar de Dios y, aunque no sea consciente de ello, se hace
señor del destino ajeno, ya que determina arbitrariamente
a quién permitirá vivir y a quién
mandará a la muerte, eliminando seres humanos
indefensos".
22.
La Iglesia Católica y la aprobación de la Ley de
Reproducción Humana en España
El cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo,
afirmó en fecha Feb 16, 2006, que "hay algunas cosas que
desde la conciencia cristiana no se pueden aceptar", en
referencia a la próxima aprobación en el Congreso
de los Diputados de la Ley de Técnicas de
Reproducción Humana Asistida. Sin embargo,
añadió que la Conferencia Episcopal "no impone
nada".
En declaraciones a Europa Press,
tras una homilía celebrada en la Facultad de Ingenieros de
Sevilla con motivo de la Pastoral de Choque, organizada por
Educación
y Gestión
de Andalucía y Fere- centros católicos de
Andalucía, el cardenal indicó que "después
de que el comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal
estudiara el proyecto,
simplemente ha recordado lo que debe ser la coherencia de un
cristiano con sus principios
morales".
La Conferencia Episcopal española mostró
su "honda preocupación" ante esta ley, este año, en
el que se cumple el X aniversario de su fundación; la
Academia Pontificia para la vida ha dedicado las tareas de su
asamblea general a un tema de gran actualidad y de fuerte impacto
social, que queda bien expresado en el título de la
reunión:
"La dignidad de la procreación humana y las
tecnologías reproductivas. Aspectos antropológicos
y éticos".
Se refirió al nacimiento de la primera
niña originada por un procedimiento de fecundación
in vitro. Se calcula que, tras ella y hasta hoy, han
nacido en todo el mundo más de un millón de
niños obtenidos mediante ese mismo proceder.
Durante estos años, el recurso de las
técnicas de reproducción asistida ha conocido una
progresiva difusión por muchos países, impulsando a
los gobiernos de muchas naciones a elaborar normas
legislativas específicas que regulen las complejas
técnicas vinculadas al empleo de estos procedimientos.
Aunque ciertamente la investigación
científica en este sector ha atraído crecientes
recursos
humanos y económicos con el propósito de hacer
más "eficaces" las técnicas de reproducción
artificial (ART), no ha conseguido, sin embargo, un incremento
sustancial de la tasa de niños nacidos por ciclo de
tratamiento.
Esa tasa sigue siendo tan baja que, si se diera en otros
tratamientos médicos, sería interpretada como
señal clara de una eficiencia técnica muy pobre. A
menudo tiene como triste consecuencia mucho sufrimiento y
desilusión por parte de las parejas que ven frustradas sus
esperanzas de llegar a ser padres. Y, por desgracia, este dato
estadístico negativo está trágicamente
vinculado a una enorme pérdida de embriones humanos, dado
que las mayores dificultades operativas que siguen
presentándose en las TRA, se refieren precisamente al
proceso de nidación y al desarrollo ulterior del
embrión.
Hay que señalar que la intervención de la
medicina en el
ámbito de la procreación se emprendió bajo
la égida de una benéfica "curación de la
esterilidad", dirigida a muchas parejas afectadas por esa
condición y movidas por un sincero deseo de ser
padres.
Por otra parte, existe una realidad, los datos hoy
disponibles demuestran que aumenta el porcentaje de parejas
estériles, sobre todo en la sociedad occidental, lo que
traslada a la ciencia el arduo deber de identificar las causas de
la esterilidad y de buscarle remedio.
Esa finalidad original ha ido cambiando con el paso del
tiempo. Por un lado, ese cambio se
manifiesta en un planteamiento por decirlo así
autocomplaciente que, ante el elevado número de casos de
esterilidad de causa indeterminada y sin preocuparse de agotar
las investigaciones diagnósticas y clínicas,
establece el apresurado recurso a las TRA como única forma
de tratamiento útil.
Por otro lado, se vislumbra en el horizonte un
fenómeno todavía más inquietante: nos
referimos a la instalación progresiva de una nueva
mentalidad, según la cual el recurso a las TRA
podría representar, con respecto a la vía
"natural", el proceder directo y preferencial de traer al mundo
un hijo, pues por medio de esas técnicas es posible
ejercer un "control" más eficaz de la calidad del
concebido para ajustarla a los deseos de quien lo
encarga.
Todo ello contribuye a considerar al hijo
obtenido mediante las TRA como si fuera un "producto", cuyo valor
depende en realidad de su "buena calidad", sometida a exigentes
controles y cuidadosamente seleccionada.
La consecuencia dramática de esta nueva actitud es la
eliminación sistemática de aquellos embriones
humanos que resultan carentes de la calidad considerada
suficiente de acuerdo con parámetros y criterios
inevitablemente cuestionables.
No faltan, por desgracia, iniciativas científicas
y legislativas que contemplan la producción, mediante las
TRA, de embriones humanos para ser "utilizados" exclusivamente
con fines de experimentación -lo que equivale a su
destrucción-, transformándolos así en
objetos de laboratorio, víctimas
sacrificiales predestinadas a ser inmoladas en aras de un
progreso científico que ha de perseguirse "a toda
costa".
A la luz de todo ello, la Academia pontificia para la
vida, de acuerdo con su finalidad institucional, siente el deseo
y, a la vez, la responsabilidad de ofrecer a la comunidad
eclesial y a la sociedad civil su
contribución de reflexión, a fin de presentar a la
atención de todas las personas de buena
voluntad cuán alta es la dignidad de la procreación
humana y de sus significados intrínsecos.
La venida a la existencia de cada nuevo ser humano,
considerada en sí misma, es siempre un don y una
bendición:"Pues don del Señor son los hijos, su
gracia es el fruto del seno" (Sal. 126, 3).
Por consiguiente, todo hombre, desde el primer momento
de su vida, es signo tangible del amor fiel de Dios a la
humanidad, es la imagen viviente del "sí" del Creador a la
historia de los
hombres, una historia de salvación que se cumplirá
en la plena comunión con él, en la alegría
de la vida eterna. Cada ser humano es, desde su
concepción, una unidad de cuerpo y alma, posee en
sí mismo el principio vital que lo llevará a
desarrollar todas sus potencialidades, no sólo
biológicas, sino también
antropológicas.
Por ello, la dignidad -que es dignidad de persona
humana- de un hijo, de todo hijo, independientemente de las
circunstancias concretas en las que se inicia su vida, sigue
siendo un bien intangible e inmutable, que exige ser reconocido y
tutelado, tanto por los individuos cuanto por la sociedad en su
conjunto.
Entre todos los derechos fundamentales que todo ser
humano posee desde el momento de su concepción, el derecho
a la vida representa ciertamente el derecho primario, por
cuanto constituye la condición de posibilidad para la
subsistencia de todos los otros derechos. Sobre esa base, todo
ser humano, sobre todo si es débil y no autosuficiente,
debe recibir una adecuada tutela social
frente a toda forma de ofensa o violación sustanciales de
su integridad físico-psíquica.
Precisamente esta dignidad inalienable de persona, que
pertenece a todo ser humano desde el primer momento de su
existencia, exige que su origen sea consecuencia directa de un
gesto humano y personal adecuado: solamente el
recíproco don de amor esponsal de un varón y una
mujer, expresado y realizado en el acto conyugal, en el respeto de la
unidad inseparable de sus significados unitivo y procreador,
representa el contexto digno para el surgir de una nueva vida
humana.
Esta verdad, desde siempre enseñada por la
Iglesia, encuentra su plena correspondencia en el corazón de
todo hombre, estas son las palabras de Juan Pablo II:"Emerge cada
vez más el vínculo imprescindible de la
procreación de una nueva criatura con la unión
esponsal, por la cual el esposo se convierte en padre a
través de la unión conyugal con la esposa y la
esposa se convierte en madre a través de la unión
conyugal con el esposo. Este plan del Creador
está inscrito en la misma naturaleza física y
espiritual del hombre y de la mujer y, como tal, tiene valor
universal".
Además, conviene subrayar que la
realización y la mejora de las TRA, cuya tasa de eficacia
es objetivamente muy baja, exigen la inversión de importantes recursos
sanitarios y económicos, que han de sustraerse a las
necesidades de atención de otras enfermedades mucho
más graves y difundidas, de las que frecuentemente depende
la supervivencia misma de enteros grupos humanos.
Por otra parte, en el caso de la modalidad
"heteróloga" de las TRA (es decir, en los casos en que se
recurre a la donación de gametos procedentes de sujetos
ajenos a la pareja), estamos en presencia de un ulterior elemento
que agrava el juicio ético ya negativo. De hecho, la
unidad conyugal de la pareja es ofendida y violada por la
presencia de una tercera persona (en ocasiones también de
una cuarta), que será en realidad el verdadero progenitor
biológico del hijo encargado.
Con ello se viola el derecho del neoconcebido a tener
por padres a un varón y a una mujer, de los que ha de
originarse su propia estructura biológica y que han de
tomar a su cargo de modo estable el cuidado de su desarrollo y su
educación.
Consideramos, en cambio, moralmente lícita la
aplicación, siempre que sean necesarias y eficaces, de las
intervenciones técnicas que puedan facilitar, sin
reemplazarlo, el acto conyugal realizado naturalmente o que
puedan ayudarlo a alcanzar sus objetivos naturales
(cf. ib., 6). Estas siguen siendo las
clásicas palabras de los seguidores del
catolicismo.
Para una pareja de esposos que desean encontrar "en el
hijo una confirmación y una realización plena de su
donación recíproca", (ib.), la esterilidad
puede constituir indudablemente un motivo real de mucho
sufrimiento y fuente de ulteriores problemas.
No cabe duda de que tal deseo es, en sí mismo,
totalmente legítimo y signo afirmativo de un amor conyugal
que quiere crecer y ser completo en todas sus expresiones. Sin
embargo, conviene que el comprensible y lícito "deseo de
un hijo" no se transforme en un pretendido "derecho al hijo",
incluso "a toda costa". Pero si será necesario ayudar a
esa pareja; aunque, el hijo no puede considerarse un "objeto del
deseo" que ha de conseguirse a toda costa, sino un regalo muy
valioso que, llegue cuando llegue, ha de acogerse con
amor.
Los esposos están llamados a crear todas las
condiciones necesarias, a través de su recíproco
don de amor conyugal, para que pueda iniciarse una nueva vida,
pero no pueden lícitamente determinar ese inicio mediante
el encargo de "producirla" bajo elementos no posibles.
Dios ha puesto en las manos del hombre el instrumento
idóneo siempre y cuando se lleve bajo reglas de
técnicos que puedan ayudar la pareja misma.
Nos parece, más bien, que deben acogerse con gran
interés
y apoyarse todos los esfuerzos que la medicina moderna pueda
poner en marcha para intentar la curación de las diversas
formas de esterilidad conyugal, como el mismo Pontífice ha
recordado:"Deseo estimular las investigaciones científicas
destinadas a la superación natural de la esterilidad de
los cónyuges, y quiero exhortar a los especialistas a
poner a punto las intervenciones que puedan resultar
útiles para este fin.
Lo que se desea es que, en el camino de la verdadera
prevención y de la auténtica terapia, la comunidad
científica -esta llamada se dirige en particular a los
científicos creyentes- obtenga progresos esperanzadores"
(Discurso a los participantes en la X asamblea
general de la Academia pontificia para la
vida, 21 de febrero de 2004, n.
3). Como confirmación de la sinceridad de estos deseos,
queremos recordar que, durante esta asamblea general de la
Academia pontificia para la vida, se han presentado algunos
programas
concretos, de notable interés científico, para el
tratamiento de algunas formas de esterilidad de la pareja.
De todas formas, el don de la fecundidad conyugal debe
concebirse de modo mucho más amplio que su mera
dimensión de fertilidad biológica.
El amor esponsal, como manifestación concreta del
amor de Dios a la humanidad, está llamado siempre a
amar, servir, defender y promover la vida humana (cf.
Evangelium vitae, 29) en
todas sus dimensiones, también cuando de hecho no pueda
generarla biológicamente.
Por ello, sintiéndonos profundamente cercanos a
las parejas de esposos que todavía no han conseguido
encontrar en la medicina una solución a su esterilidad,
los animamos fraternalmente a expresar y realizar su fecundidad
conyugal, poniéndose con generosidad al servicio de las
numerosas situaciones humanas necesitadas de amor y de
coparticipación.
Entre ellas merecen una mención particular los
institutos sociales para la adopción y el apoyo familiar,
para los cuales deseamos normativas jurídicas cada vez
más adecuadas para asegurar las debidas garantías
y, al mismo tiempo, la conveniente celeridad de las gestiones
burocráticas.
La Academia pontificia para la vida trató de
invitar una vez más a todos los hombres de buena voluntad
a considerar la altísima y singular dignidad de la
procreación humana, en la que se expresa a su nivel
más alto el amor creador de Dios y se realiza del modo
más pleno la comunión interpersonal de los esposos.
Que el ingenio humano y la capacidad
técnico-científica se pongan a su servicio, para el
bien de los esposos y de sus hijos, sin pretender jamás
sustituir o suplantar esa dignidad.
23.
Congelación de embriones
Otro sub-producto de la nueva tecnología es el
llamado banco de semen,
donde los espermatozoides y los óvulos fertilizados son
preservados en estado de
congelación. Hay cuatro cuestiones que deben ser
estudiadas aquí.
Primera: ¿le está permitido al hombre
preservar su esperma en estado de congelación?
Similarmente, ¿les está permitido a una pareja
casada preservar sus óvulos fertilizados para un uso
futuro? Puedo pensar que no hay base en la shar'iah para prohibir
tal acto.
En la shar'iah esto no es diferente del acto de una
persona que dona su sangre. En la
Religión Católica, en cambio, es un pecado. Por lo
que no está permitido.
Segunda: ¿es permisible vender los
espermatozoides o el óvulo fertilizado? Uno no puede
vender su esperma para ser inyectado dentro del útero de
otra mujer; puede venderlo solamente a una institución
científica para investigación médica.
Similarmente, una pareja no puede vender sus óvulos
fecundados para ser implantados en el útero de otra mujer.
Las dos religiones
prohíben dicha acción.
Tercera: ¿puede una mujer utilizar el
óvulo fertilizado preservado o el esperma de su marido
después de que este ha muerto? Aparentemente, no hay nada
que le impida hacerlo en la shar'iah, en la Religión
Católica, sí.
En la shar'iah El óvulo congelado (fertilizado
con el esperma de su marido) es de su propiedad y por tanto ella
puede usarlo. El niño será, por supuesto,
legítimo. Sin embargo, esto debería ser permitido
solamente si la mujer no se ha casado con otro hombre
después de la muerte de su marido. Puesto que el Islam no permite
a la mujer tener más de un marido al mismo tiempo, el
segundo marido tomará el lugar del primero, en obediencia
de la aleya del Corán que dice, al describir a los
creyentes, "que custodian sus partes pudendas, salvo de sus
esposas" (Corán, 23: 5-6).
Cuarta: ¿puede una mujer utilizar el óvulo
fecundado después de que ella se ha divorciado de su
marido? Esto solamente se permite si ella no se ha casado con
otro hombre. Tan pronto como se case con otro hombre, ella no
podrá usar el óvulo fertilizado o el esperma de su
marido anterior. La base de esta opinión es la misma que
la mencionada en el caso anterior.
La Religión Católica establece, sobre la
base de un análisis biológico completo, que el
embrión humano vivo es, a partir de la fusión
de los gametos, un sujeto humano con una identidad bien definida,
el cual comienza desde ese momento su propio desarrollo,
coordinado, continuo y gradual, de tal modo que en ningún
estadio sucesivo puede ser considerado como una simple masa de
células.
24. Lo que el Catecismo
enseña
El derecho inalienable de todo individuo humano inocente
a la vida constituye un elemento constitutivo de la sociedad
civil y de su legislación: "Los derechos
inalienables de la persona deben ser reconocidos y respetados por
parte de la sociedad civil y de la autoridad política.
Estos derechos del hombre no están subordinados ni a los
individuos ni a los padres, y tampoco son una concesión de
la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana y son
inherentes a la persona en virtud del acto creador que la ha
originado. Entre esos derechos fundamentales es preciso recordar
a este propósito el derecho de todo ser humano a la vida y
a la integridad física desde la concepción hasta la
muerte". "Cuando una ley positiva priva a una categoría de
seres humanos de la protección que el ordenamiento civil
les debe, el Estado niega la igualdad de
todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al servicio
de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es
más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del
Estado de
derecho… El respeto y la protección que se han de
garantizar, desde su misma concepción, a quien debe nacer,
exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda
deliberada violación de sus derechos". Debe ser
tratado como una persona desde la concepción; el
embrión deberá ser defendido en su integridad,
cuidado y atendido médicamente en la medida de lo posible,
como todo otro ser humano. El diagnóstico prenatal es moralmente
lícito, "si respeta la vida e integridad del
embrión y del feto humano, y si se orienta hacia su
protección o hacia su curación… Pero se
opondrá gravemente a la ley moral cuando contempla la
posibilidad, en dependencia de sus resultados, de provocar un
aborto: un diagnóstico que atestigua la existencia de una
malformación o de una enfermedad hereditaria no debe
equivaler a una sentencia de muerte".
24. En
resumen
La Iglesia ha mostrado siempre una actitud de cautela
frente a los avances
tecnológicos, más aun tratándose de
investigaciones y trabajos científicos que inciden en la
acción directa sobre la procreación del ser humano
y de su experimentación. Sin embargo, en lo que se refiere
a la temática de la procreación asistida, las tomas
de posturas de la Iglesia Católica son
numerosas.
En este sentido, el documento religioso de mayor
relevancia que ha tratado sobre el tema es La
Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y
la dignidad de la procreación, que nos indica, en
concordancia con el tema materia de
este trabajo que:
"…los intentos de obtener un ser humano sin
conexión alguna con la sexualidad mediante fisión
gemelar, clonación o partogénesis, deben ser
considerados contrarios a la moral en cuanto están en
contraste con la dignidad tanto de la procreación humana
como de la unión conyugal".
En razón de ello vemos que la Iglesia no
sólo ha ido estrechando el camino a efectos de permitir
aquellos experimentos,
sino que los prohíbe explícitamente al ser
contrarios a la moral y dignidad humana. Así, las
recientes investigaciones de clonación generaron un gran
revuelo en la actividad religiosa, dejando claramente sentada su
posición respecto a que la protección al ser humano
viviente debe darse no sólo desde el momento mismo de la
concepción, sino que debe mostrarse especial
interés en las formas como es que se realiza la misma.
Muestra de
ello la tenemos en un comentario en primera plana titulado "Una
elección perversa", en el que el diario oficial El
Vaticano L'Osservatore Romano tacha al experimento de
clonación realizado por Hall y Stillman en la Universidad
de George Washington de 'intrínsecamente
perverso'.
Asimismo, el Papa Juan Pablo II, el 31 de noviembre de
1993, en la Plaza de San Pedro, criticó los experimentos
científicos que están orientados a manipular la
vida humana, mostrándose profundamente preocupado sobre
las investigaciones ilícitas e inquietantes que violan las
normas éticas y menosprecian la dignidad humana alegando
que, "muchas cosas cambian en el hombre y su entorno, pero su
naturaleza no puede ser alterada".
No obstante ello, el Papa ha exhortado a los
científicos a que protejan al embrión humano de los
experimentos genéticos o de lo contrario correrán
el riesgo de "poner a la humanidad en peligro", increpando a los
gobiernos para que se pongan en guardia frente al incremento del
conocimiento
de la información genética.
Por su parte el 2 de febrero de 1994, el Papa Juan Pablo
II dio en Roma la denominada Carta a las Familias de la
que podemos tomar dos principios referidos al tema en
estudio:
– El orígen del hombre no se debe sólo a
las leyes de la biología, sino
directamente a la voluntad creadora de Dios.
– Cuando el cuerpo humano, considerado
independientemente del espíritu y del pensamiento, es
utilizado como material, al igual que el de los animales, se
encamina inevitablemente hacia una terrible derrota ética.
Esto sucede en el caso de las manipulaciones
genéticas.
Asimismo, el 30 de marzo de 1995 el Papa presentó
la Encíclica Evangelio de la vida que, como bien
refieren, es más que un documento pontificio porque
expresa la voluntad y el pensamiento de la Iglesia universal.
Esta nueva encíclica tiene un capítulo
introductorio, cuya idea primaria es el valor incomparable de la
persona humana, donde se reconoce la importancia de la vida desde
su inicio hasta su fin. Se hace referencia a que los atentados
más comunes contra el concebido no nacido y contra la
dignidad del hombre son las manipulaciones
genéticas.
Conclusiones
El avance de la ciencia médica, en materia de
reproducción humana asistida, es rápido e
indetenible. En diferentes países existen equipos de
investigadores independientes apoyados por recursos
económicos ilimitados dedicados, de manera exclusiva, a
procurar la perfección de las técnicas para mejorar
los resultados obtenidos.
El apoyo que en los últimos años han
brindado a la gineco-obstetricia la ingeniería
genética y la biología molecular ha abierto un
abanico de posibilidades infinitas, que no sólo se limita
a la reproducción asistida en sí, sino que
trasciende mucho más tras descubrirse las potencialidades
de las células estaminales, con cuyo uso pueden
encontrarse solución a enfermedades metabólicas y
degenerativas tan severas como la diabetes mellitus, el infarto del
miocardio, la leucemia y la demencia de Alzheimer, para solo
mencionar las que, en la actualidad, constituyen un grave
problema de salud
pública a nivel mundial. Todo ello nos permite prever
que en poco tiempo cederá la actual resistencia y
limitaciones de carácter, básicamente, ético
y religioso, vencida por la presión de miles de enfermos
en todo el mundo que podrían ver solucionados del todo sus
problemas de salud, y otros tantos, que desean ver ya convertido
en realidad el incremento de la esperanza de vida hasta los 150
años, lo que podría lograrse si se permite hacer
uso de todos los recursos y posibilidades ofrecidas por la
reproducción humana asistida.
La creación de leyes suele ser un proceso
engorroso y lento, sobre todo en países como el nuestro,
donde se mediatiza la voluntad de los legisladores por la fuerza
de los intereses políticos, económicos y sociales
del momento. Ello explica cómo en la actualidad, de manera
inconcebible, se muestra una indiferencia absoluta a situaciones
que, como la práctica de los procedimientos de
reproducción humana asistida, constituyen una realidad
harto conocida en nuestro medio.
Desde hace más de 15 años existen en
nuestro país instituciones
médicas en las que se practican diariamente procedimientos
de reproducción humana asistida, regulados tan solo por
los principios éticos y religiosos de quienes las dirigen,
ya que nuestros legisladores no han creado una sola ley que
normatice su práctica, imponiendo sanciones para los
especialistas y centros de fertilidad que violen dichas
normativas.
Pero aún si existiera un interés real en
producir leyes en este sentido y mantenerlas actualizadas,
conforme a las variaciones circunstanciales determinadas por los
progresos en la materia, sería imposible la
generación de leyes a la misma velocidad de
los avances de la ciencia médica en el campo de la
reproducción humana asistida, cosa que ha quedado
demostrado en países desarrollados como Estados Unidos de
Norteamérica y algunos europeos, en donde la
investigación médica se mantiene a la vanguardia.
Aún en estos lugares, los avances científicos dejan
a la zaga a la legislación vigente en un momento dado, y
son los acontecimientos, las presiones sociales y las
experiencias las que obligan a legislar para enfrentar las nuevas
situaciones creadas. Esta realidad, sin embargo, no justifica en
lo absoluto, que en nuestro medio no se haya creado una
legislación propia sobre el particular ni tampoco se haya
adoptado alguna de las existentes en numerosos
países.
Creemos que dejar al azar o la buena voluntad de los
partícipes en los procedimientos la conducta a seguir
no es correcto. En esta disciplina
médica existen muchos intereses tanto económicos
como científicos y puede darse el caso de que
médicos o técnicos temerarios procuren incursionar
más allá de lo éticamente razonable, en
busca de éxitos rimbombantes o logros llamativos que les
generen un aumento sustancial de la clientela y la demanda de los
procedimientos.
Conscientes de esta carencia en nuestra
legislación y conocedores, como somos, de los
procedimientos de reproducción humana asistida, en los que
hemos trabajado por más de una década, consideramos
que deben crearse leyes regulatorias de estos procedimientos,
pero que al hacerlo deben escucharse a los líderes
religiosos del país, a fin de que las mismas, en lo
posible, estén a tono con las creencias religiosas que
profesa la mayoría de nuestra población.
Concluimos, que el progreso, el beneficio del hombre y
la protección a los principios religiosos y éticos,
pueden aunarse si se logra una conciencia pública a
través de un instrumento idóneo diseñado por
las instancias nacionales para regular la práctica en
nuestro medio de los procedimientos de reproducción humana
asistida. Es necesario, además, dada nuestra actual
realidad globalizante, hacer hincapié en la necesidad de
una cooperación internacional en este campo, para extender
los beneficios de los avances logrados en países
más desarrollados al nuestro y a la humanidad en su
conjunto.
Autor:
Domingo Peña Nina
Dra. Claridania Rodriguez Berroa
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