- La valoración
tecnocientífica de la reproducción asistida y las
consideraciones religiosas - La
despenalización de conductas humanas respecto a la
sexualidad y la capacidad reproductiva sin contar con las
religiones - Las
nuevas estructuras familiares - Visión
católica de la regulación de la
fertilidad - Algunas
otras consideraciones religiosas - Diferencias
entre los científicos cristianos - El
espacio laico y la religión - La
Religión y ¿matrimonio o
cohabitación? - La
condición actual del ser humano y las
religiones - Inseminación
artificial con semen del marido y con semen de un
donante - Otras
posibilidades de reproducción humana discutidas por los
'ulamá' - Fertilización
in vitro - Maternidad
suplente - La
posición de la Religión sobre los embriones
sobrantes - La
posición de la religión sobre las TRA y los
nacimientos dentro de parejas gay - La
religión y la dignidad del no nacido - Cardenal
Rouco: las leyes contra la vida llevan a la
decadencia - La
reproducción artificial y la enseñanza de la
Iglesia Católica sobre ella - La
Iglesia Católica ante el problema de la
investigación en células
estaminales - La
Iglesia Católica y la aprobación de la Ley de
Reproducción Humana en España - Congelación
de embriones - Lo que el
Catecismo enseña - En
resumen - Conclusiones
Durante las últimas cinco décadas del
milenio pasado el hombre
logró grandes avances en ciencia y en
tecnología. Una de las áreas
más desarrolladas fue la de las nuevas técnicas
en la reproducción humana asistida.
El término de reproducción asistida
también ha sido llamado reproducción
artificial, entendiéndose lo mismo, aunque sólo
haciendo mayor relevancia al lugar de trabajo: el
laboratorio.
Por "reproducción artificial" o "fecundación artificial" se entienden
diversos procedimientos
técnicos encaminados a lograr la concepción de un
ser humano por una vía diversa de la unión del
varón con la mujer. Se
trata de lograr la unión de los gametos masculino
(espermatozoide) y femenino (óvulo) mediante
procedimientos técnicos. Esa unión puede darse
dentro del cuerpo de la mujer
(inseminación artificial o fecundación
intracorpórea) o fuera (fecundación
extracorpórea). Artificial o asistida, el caso es que el
hombre, con su
ingenio y desarrollo
científico, interviene en procesos que
deberían ser naturales, pero que por alguna razón
no pueden ser así. La técnica, la ciencia y
el ingenio humano se conjugan, por la sabiduría de un ser
superior, Dios, y traen por consecuencia resultados
idénticos al de la reproducción natural.
"Hagamos al hombre a nuestra imagen y conforme
a nuestra semejanza." Génesis 1:26.
El nacimiento del primer ‘bebe-probeta’ en
1978 fue anunciado con grandes titulares en todo el mundo. Todos,
a excepción del Vaticano, dieron la bienvenida a este
nuevo descubrimiento en la ciencia humana. Después de
todo, el hombre es la creación fundamental; el universo fue
creado para el hombre.
Es interesante anotar que en torno a este tema
no hay unidad de criterio en las diversas religiones. El
Islam, por
ejemplo, se mantiene en medio de dos puntos de vista extremos:
por una parte, la Iglesia
Católica Romana que condena categóricamente la
fertilización in Vitro y los demás métodos de
reproducción asistida. Por otra, los liberales y algunas
de las otras religiones, permiten estos
métodos, sin que les importe si son realizados por parejas
casadas o no. El Islam, permite las nuevas
tecnologías de reproducción siempre que se
realicen entre parejas casadas.
Para entender la postura de las religiones sobre los
métodos de reproducción asistida hay que partir de
los orígenes bíblicos de la creación humana
y la reproducción.
En el relato bíblico, la distinción
entre el hombre y las demás criaturas se manifiesta sobre
todo en el hecho de que sólo su creación se
presenta como fruto de una especial decisión por parte de
Dios, de una deliberación que establece un vínculo
particular y específico con el Creador.
El mismo Dios, que dijo: "no es bueno que el hombre
esté solo" (Gén. 2:18) y que "hizo desde el
principio al hombre, varón y hembra" (Mat. 19:4),
queriendo comunicarle cierta participación especial en su
propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer
diciendo: "Creced y multiplicaos"(Gén. 1:28).
La generación de un nuevo ser humano es, pues, un
acontecimiento profundamente humano y altamente religioso, por
cuanto implica a los cónyuges que forman una "sola carne"
(Gén. 2:24) como colaboradores de Dios Creador.
Partiendo de la ordenanza divina "Creced y multiplicaos"
debería entenderse y aceptarse que los agentes de la
salud cumplen sus
funciones
cuando ayudan a los padres a procrear con conciencia y
responsabilidad, favoreciendo las condiciones,
removiendo las dificultades fisiológicas y
protegiéndose de un tecnicismo invasivo, no digno del
procrear humano. Sin embargo, no sucede así.
2. La
valoración tecnocientífica de la
reproducción asistida y las consideraciones
religiosas
El desarrollo tecnológico y científico
avanza mucho más rápido que las normas
jurídicas. En estos momentos, una parte sustantiva del
debate sobre
las técnicas de reproducción asistida (TRA), que
suscita gran polémica, se debate entre científicos
y el vaticano, dentro de la Religión
Católica. Esta religión, principalmente, es la que
lleva la voz cantante dentro de la posibilidad de decidir sobre
una concepción del ser humano y del mundo, bajo la
oposición a intervenir en los procesos de vida.
La Iglesia Católica, se basa en el dogma
religioso que define que la mujer y el hombre no dan la vida,
sino que son depositarios de una voluntad divina. De ahí
que la jerarquía católica considere que desde el
momento de la fecundación, el ser humano en
formación tiene plena autonomía y que el cuerpo de
la mujer es un "mero instrumento divino"; y por eso sostiene
también que, desde ese mismo momento, el producto en
formación es absolutamente equiparable a un ser humano,
pues desde el primer instante tiene "alma".
Esta perspectiva religiosa se contrapone a otra que no
acepta un destino impuesto por una
voluntad sobrehumana, que se apoya en la ciencia para definir los
límites
neurológicos de la vida consciente, y que considera que no
se puede imponer al conjunto de la sociedad las
creencias religiosas como leyes divinas,
sino que hay que regirse por acuerdos sociales, por leyes
humanas.
El entrecruzamiento de estos linderos confronta la
postura de la fe con la perspectiva de la ciencia. A la
aceptación incuestionada del concepto "vida",
formulado de manera unívoca desde la posición
católica institucional, se contrapone una perspectiva
científica que establece una diferencia entre la vida
desde el momento de la fecundación y la vida consciente
con base en la actividad cerebral, y la consideración de
otros elementos como la calidad de la
vida, la responsabilidad individual y la libertad. Por
eso, la iglesia conduce a establecer reglas o prohibiciones,
lleva a replantear el sentido de la existencia.
Esta perspectiva, además, define, que la
condición principal para la decisión de tener un
hijo bajo las TRA, al momento de tener o no un embarazo con
este tipo de procedimiento, es
la libertad de conciencia. Y un número creciente de
católicos practicantes, inclusive monjas, teólogos
y sacerdotes, están coincidiendo con ello y manifestando
públicamente su discrepancia con la jerarquía de la
Iglesia católica. Enfrentándose a la
cerrazón del Vaticano, la argumentación de estos
grupos
católicos progresistas sobre el derecho a elegir de
acuerdo con la propia conciencia ha abierto un camino de
esperanza para los millones de mujeres creyentes que han
utilizado estas técnicas, y que seguirán
utilizándolas, y también para los hombres de fe que
las han utilizado en apoyo a sus esposas y que continuarán
haciéndolo en caso que la necesiten de nuevo para
engendrar y tener una familia.
Aunque muchísimas personas se asumen como
creyentes y viven su fe y sus experiencias religiosas, es
evidente que la religión ha dejado de ser la fuente de
autoridad
moral que una
vez fue: los códigos morales basados en dictados divinos
ya no guían, necesariamente, las conductas del mundo
moderno. Además, ni siquiera dentro de una misma
religión hay acuerdo total sobre cuestiones morales. Esto
se ha hecho evidente en las divisiones entre judíos
ortodoxos y no ortodoxos; en la gran variedad de posturas de la
teología protestante y en el número cada vez mayor
de creyentes que no acata los preceptos y prohibiciones de la
jerarquía católica; así como en el
surgimiento de grupos católicos que discrepan con la
postura del Vaticano y que analizan cómo han cambiado
históricamente las ideas morales en la Iglesia
Católica.
Además de las divisiones al interior de las
religiones, desde hace por lo menos dos siglos, la cultura
occidental se ha ido secularizando y esto ha afectado tanto al
orden social como a las creencias y valores. La
paulatina, pero sostenida, secularización ha permitido
asumir que el poder no
proviene de un dios sino de las propias personas. Antes, en
varios países latinoamericanos donde la religión
católica obedece a la mayoría, como es el caso de
República
Dominicana, México,
Venezuela,
Colombia entre
otros, había un único código
moral, el católico; hoy, en cambio,
coexisten varios.
Savater dice que las iglesias hacen "creer a la gente
que algo que ha sido dicho en la tierra
proviene del cielo". Ante eso, el Estado
tiene, necesariamente, que introducir la racionalidad como
elemento básico para dar sentido colectivo a la
existencia. La ciencia y la técnica escapan al control de las
iglesias. Por eso, justamente, muchos valores religiosos dejaron
de tener vigencia al constreñir el potencial de desarrollo
de las personas. Por ello también, la jerarquía de
la Iglesia católica repudia la autonomía de la
razón.
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