- Temas
románticos - La religión de los
románticos - Nacionalismo romántico y
Literatura - La subjetividad del
romanticismo - La herencia
romántica - Bibliografía
Indice
1.
Introducción
2.
Romanticismo: Su
esencia
4. Temas
románticos
5. La religión de los
románticos
6. Nacionalismo romántico y
Literatura
7. La subjetividad del
romanticismo
8. La herencia
romántica
9. Bibliografía
El romanticismo es
una revolución artística, política, social e
ideológica tan importante que todavía hoy viven
muchos de sus principios:
libertad,
individualismo, democracia,
nacionalismo,
etc.
Entre 1770 y 1800 "Europa se
acostó absolutista y neoclásica y se levantó
demócrata y romántica". Gracias a la revolución
industrial inglesa (1760-1840), que desarrolla una clase
burguesa y sienta las bases del liberalismo;
gracias a la revolución
francesa (1789), que proclama los principios de
libertad,
igualdad y
fraternidad; gracias igualmente a la revolución
americana con su Declaración de Independencia
(1776), que hace de los derechos del hombre su
centro y establece la república como forma de gobierno y al
pueblo como fuente exclusiva del poder; gracias
a todos estos hechos la Libertad reemplaza a la tiranía,
el poder absoluto
se ve limitado y la democracia se
erige en ideal de gobierno.
Para los clasicistas la belleza depende, en forma
subjetiva, de los objetos (unidad, variedad, regularidad, orden,
proporción, etc.), más que de la sensación
que producen éstos en quien los contempla. La belleza, en
consecuencia, ha de proporcionar un estado de
placer sereno, fruto del orden y la proporción, como
ocurre con el arte griego. Pero
también se tuvo en cuenta en el siglo XVIII junto a lo
bello lo sublime, que desde la Antigüedad tenía que
ver con la emoción. Dice el griego Longinos:
"lo sublime es lo que nos emociona por su magnitud y
energía superior a las facultades humanas; la Naturaleza, el
cosmos, la grandeza y profundidad de pensamiento…"
Junto a la belleza clásica y serena, los
neoclásicos también disfrutaron, pues, de la
sublimidad, de las emociones fuertes
en el arte, de la
Naturaleza
majestuosa y sublime, de los motivos fúnebres, macabros o
sobrenaturales. Kant lo
reflejó muy bien:
"El aspecto de una cadena de montañas cuyos picos
nevados se pierden entre las nubes, la descripción de una tormenta o la que hace
Milton del reino infernal, nos producen un placer mezclado con
terror. El espectáculo de los prados poblados de flores y
los valles surcados por arroyuelos, y donde pacen los
rebaños, nos producen también un sentimiento
agradable, pero plenamente gozoso y amable… La noche es
sublime, el día es bello. Los que poseen el sentimiento de
lo sublime están inclinados hacia los sentimientos
elevados de la amistad, la
eternidad, el desprecio del mundo, el silencio de las noches de
verano tachonadas por la temblorosa luz de las
estrellas y la solitaria luna en el horizonte. Lo sublime
emociona, lo bello encanta. Lo sublime terrible, cuando se
produce fuera de lo natural, se convierte en
fantástico."
El Romanticismo
arranca de aquel sujeto que la Ilustración reivindica frente al hombre que el
cartesianismo deja en manos del Ser Supremo. La autonomía
del sujeto como primer logro del pensamiento
ilustrado es fundamental para la concepción que el hombre
romántico tiene de sí mismo y en relación a
la Naturaleza.
Diderot y Rousseau
rehabilitan la sensibilidad, la pasión y el amor por la
naturaleza. No obstante, mientras el pensador ilustrado puede
descubrir el valor de la
sensibilidad, no hace de ella el centro de la existencia humana,
mientras el romántico concibe para sí y en
sí mismo un alma que experimenta intensamente el amor por la
naturaleza, que se consume en sus emociones y en
sus dolores, y que en el fondo siempre se busca a sí misma
en todo lo que hace.
Es difícil definir qué sea el
romanticismo. Su carácter
revolucionario es incuestionable. Supone una ruptura con una
tradición, con un orden anterior y con una
jerarquía de valores
culturales y sociales, en nombre de una libertad
auténtica. Se proyecta en todas las artes y constituye la
esencia de la modernidad.
Aunque la unanimidad del movimiento
romántico reside en una manera de sentir y de concebir al
hombre, la naturaleza y la vida, cada país produce un
movimiento
romántico particular, distinto; incluso cada romanticismo
nacional desarrolla distintas tendencias. En Francia o en
España
se suelen distinguir un romanticismo de apariencia
católica y nacional de otro más liberal y
materialista. En Alemania o
Inglaterra se
diferencia un primer romanticismo de un segundo movimiento,
más maduro y menos teórico.
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