6. Medidas
Luego de analizar el problema, los altos mandos y paises
miembros de la OPEP se reunieron
para llegar a un acuerdo, auque no todos fueron satisfactorios.
Asimismo Estados Unidos
busco solucionar su problema usando sus reservas, tal como lo
hiciera en pasadas crisis.
La cumbre de Riad fracasa en su intento de acordar medidas
para abaratar el
petróleo
Pero nada de eso sucedió, a pesar de que a todos los
participantes les preocupa que el crudo se haya asentado en
torno a los 30
dólares. Únicamente Arabia Saudí se
mostró dispuesta a aumentar la producción si el invierno es largo y muy
frío o se agrava el conflicto en
Oriente Próximo.
El invierno será duro y no se notará sólo en
la temperatura,
también en el presupuesto de
los usuarios y los Gobiernos de los países importadores de
petróleo.
Tras dos jornadas de intensas negociaciones multilaterales y
bilaterales, la
Organización de Países Exportadores de Petróleo
(OPEP) y los
principales consumidores (la UE, EE UU y Japón)
no lograron adoptar al menos una medida concreta para frenar la
escalada de los precios del
crudo y los carburantes y aliviar la presión de
la inflación sobre los países consumidores.
A pesar de que la cumbre abrió el diálogo
entre las partes, se quedó corta a la hora de apartar las
diferencias en un momento en que el precio del
barril se ha afianzado en torno a los 30
dólares, el precio
más alto en 10 años. La situación es grave,
el coste de la energía ya ha sumado un punto a la
inflación en la zona euro y ha desacelerado el crecimiento
económico. Por ello, porque la situación es
grave, se esperaba más de esta cumbre.
Para los participantes, la cumbre resultó positiva. "De
este tipo de foros", dijo la comisaria europea de Energía
y Transporte,
Loyola de Palacio, "no se pueden esperar resultados inmediatos,
sino más bien a medio plazo. Creo que ha servido para que
haya una mayor colaboración entre consumidores y
productores para lograr precios
estables y evitar que se produzcan situaciones como las actuales
en el futuro".
Bill Richardson, secretario de Energía de EE UU, dijo que
la reunión había servido para que "varios
productores de crudo hayan dicho que la era de
confrontación debe terminar". Para Richardson, esta
reunión ha servido para que todos reconozcan que un precio
de 30 dólares por barril es demasiado alto -debe estar
entre 20 y 25- y que la intervención de los Gobiernos
(refiriéndose a la OPEP) para crear precios artificiales
no beneficia ni a productores ni a consumidores.
Richardson insistió en que debe ser la OPEP la que debe
dar el primer paso para que se estabilice el mercado a
través de un incremento de su producción a partir de febrero. "La peor
ocurrencia de la organización podría ser un recorte
de la producción", apostilló Richardson.
Éste ha sido el punto más árido de tratar en
la reunión. La OPEP sostiene que la oferta de
crudo es suficiente y que incluso excede en 1,4 millones de
barriles diarios la demanda.
Insiste en que la volatilidad del mercado depende
de factores ajenos a la oferta, como
son la especulación, la falta de capacidad de las
refinerías y los impuestos que
gravan los carburantes. Este último ha sido el segundo
gran obstáculo en el diálogo durante la cumbre.
La novedad respecto a los niveles de producción es que
ayer el ministro venezolano de Energía, y quien
será secretario general de la
organización a partir de enero, Alí
Rodríguez, declaró que no cree probable que el
cartel recorte su producción tras su reunión del 17
de enero en Viena, sino que más bien la mantenga en su
actual nivel de 29,5 millones de barriles.
Cambio de
postura
Esto ha significado un cambio de
postura del cartel, puesto que el lunes pasado, en su
última reunión del año, la mayoría de
los países estaban a favor de bajar la producción
en enero para prevenir una caída de los precios con la
llegada de la primavera. La decisión es polémica en
el seno de la OPEP, puesto que si reducen la producción en
enero, en mitad del invierno, pueden provocar que los precios se
disparen, y si dejan la decisión para marzo, puede ser
tarde para lograr su objetivo de
prevenir que los precios se reduzcan a menos de 25
dólares.
Arabia Saudí volverá a jugar en enero un papel crucial
para el mercado petrolífero. Ayer, al término de la
reunión, el ministro de Petróleo saudí, Ali
al Naimi, reiteró por enésima vez que su
país está listo para aumentar su producción
si el mercado lo requiere, e incluso añadió que lo
hará si el invierno es muy frío o se alarga en el
hemisferio norte, e incluso si algún caso de inestabilidad
política
se produce, refiriéndose indirectamente a un agravamiento
del enfrentamiento entre árabes y palestinos.
Al Naimi aseguró que Arabia Saudí "puede poner en
el mercado 1,8 millones de barriles, más de los casi nueve
que produce en 90 días si se presenta una crisis". Las
declaraciones de Al Naimi sin duda tranquilizarán al
mercado a corto plazo y, según los expertos presentes en
Riad, pueden ayudar a que el precio del crudo baje en el corto
plazo, es decir, a finales del primer trimestre de 2001 o incluso
antes, si el mercado no percibe que se avecina alguna
situación extraordinaria.
Transparencia
Del Gobierno
saudí, como anfitrión de la cumbre, partió
la única medida más o menos concreta para
contribuir a la transparencia que, según los
participantes, el mercado petrolífero necesita
urgentemente. Se estudiará la creación de un
organismo permanente de vigilancia sobre el mercado, compuesto
por países productores y consumidores. Se partirá
de la base de 15 países, aunque no se reveló
cuáles. La otra decisión que se tomó es que
el próximo foro será en Japón
en 2002.
En cuanto a los impuestos que
gravan los carburantes, el enfrentamiento entre la OPEP y la UE
se mantuvo intacto. De Palacio insistió en que no
habrá una reducción de esos impuestos como piden
los productores, y al mismo tiempo
reconoció que el tema fue muy polémico durante toda
la cumbre. La UE está sola en esta puja con la OPEP,
porque EE UU apenas grava los carburantes. En este punto, la
negociación está bloqueada. La OPEP
seguirá sosteniendo que son un factor clave de los altos
precios que los consumidores tienen que pagar por los
combustibles, y la UE que esos impuestos han existido desde hace
muchos años y que no son el motivo de la volatilidad de
los precios del crudo, que es de lo que el cartel petrolero debe
preocuparse.
EEUU estudia utilizar de nuevo sus reservas
estratégicas de petróleo
También anunció que Washington estudia en la
actualidad la posibilidad de utilizar de nuevo sus reservas
estratégicas, como hizo el pasado octubre, para intentar
influir en las cotizaciones internacionales del petróleo,
según informa Efe.
A diferencia de Estados Unidos,
la Unión
Europea (UE) aún no está preparada para liberar
sus reservas estratégicas de petróleo y no
pedirá a la OPEP un aumento de producción para
enfriar los elevados precios del crudo , según la
comisaria europea de Energía, Loyola de Palacio.
«Algunos estados miembros han pedido la
liberación» de reservas estratégicas, dijo De
Palacio, pero por el momento no hay una decisión sobre
eso».
La comisaria española dijo que la subida de los precios
del petróleo causarán casi la mitad de la
inflación en la zona euro, y ha reducido el crecimiento
del área en un 0,3%.
«La persistencia del nivel de precios elevado supone una
amenaza de desaceleración del crecimiento
económico mundial que no es beneficioso ni interesante
para nadie», señaló, por su parte, Christian
Pierret, responsable francés de Energía. En su
opinión, «es necesario que los precios recuperen
unos niveles y una estabilidad compatibles con la
continuación del crecimiento económico
mundial». Sin embargo, afirmó que el crudo tiene que
mantener un precio «razonable» para incitar a las
compañías a invertir en la realización de
las capacidades de producción que se requerirán en
el futuro.
Pierret explicó que un precio «razonable» debe
situarse en torno a los 25 dólares, lo que coincide con
los objetivos a
largo plazo de la Organización de Países Exportadores
de Petróleo.
Por su parte, el ministro indio del Petróleo, Ram Naik,
subrayó en nombre de los países en vías de
desarrollo, la
«necesidad urgente de tomar las medidas necesarias para
bajar el precio del petróleo» y exhortó al
cártel a «estudiar un mecanismo de fijación
de precios favorables a los países en vías de
desarrollo en
el que se incluyan pagos a plazos, créditos blandos y otras medidas
similares».
Y es que el
petróleo seguirá siendo la principal fuente de
energía en los próximos años, hasta alcanzar
una demanda de 115
millones de barriles diarios en el 2020, frente a los 76 millones
actuales, según el director de la Agencia Internacional de
la Energía, Robert Priddle.
Arabia Saudita dispuesta a aumentar producción
petrolera a 500 mil barriles diarios
Arabia Saudí está dispuesta a aumentar en
500.000 barriles diarios su producción de petróleo
"en un breve plazo" si los precios siguen altos.
Según dijo el ministro saudí del
Petróleo, Ali Al Naimi, en declaraciones a la agencia
saudí SPA, el aumento de producción de su
país se llevará a cabo "en los próximos
días", siempre que los precios no bajen de los 30
dólares actuales hasta más allá de los 25
dólares por barril.
Al Naimi aclaró que la decisión se
tomará "en coordinación con otros productores", en
alusión a la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP), en la que Arabia
Saudí es el país más poderoso gracias a sus
reservas.
"No queremos que los precios sigan a este nivel tan alto.
Hemos intentado, y lo seguiremos haciendo de todas las formas
posibles, hacer bajar los precios y llevarlos al nivel buscado,
que es de 25 dólares para la cesta de referencia de la
OPEP", dijo el ministro.
La OPEP ya decidió el pasado 21 de junio aumentar la
producción de sus socios hasta los 25,4 millones de
barriles diarios, pero ni siquiera así consiguió
que descendieran los precios, que siguen por encimade los 30
dólares por barril.
"El Reino (saudí), en cooperación con los
otros productores, actuará sin descanso para evitar una
crisis petrolera, para que no haya repercusiones negativas sobre
la economía
mundial".
Anexo Uno de los principales problemas del
petróleo son las constantes luchan entre Estados Unidos y
los paises del medio oriente; aquí un breve reseña
de dicha lucha y sus consecuencias directas sobre esta crisis
petrolera.
La Guerra Del
Golfo, Primer Episodio Sangriento De Una Economía Capitalista
Mundial De Posguerra En Crisis
Abdel-Yelil Bedui*
Más allá del aspecto militar de la crisis del
Golfo, la guerra que
tuvo lugar es, fundamentalmente, una guerra económica,
entre un Iraq que se
presenta como una potencia regional
ascendente y potencias mundiales descendentes, una de las cuales
la principal, a saber, Estados Unidos, está en peligro de
perder su papel de
liderazgo
mundial en provecho de otras potencias económicas
mundiales ascendentes, tales como Japón y Alemania.
Para comprender esta dimensión económica de
la guerra del Golfo, el economista es rernitido al análisis de la economía capitalista
mundial en su doble dimensión: por un lado, la de la
dominación del Norte sobre el Sur donde lo que está
en juego es la
dinámica de la reproducción del capital a
escala mundial,
y, por el otro, la de la competencia entre
países del Norte, donde lo que se juega, estructuralmente,
es el reparto del excedente mundial, y, coyunturalmente, el papel
de liderazgo.
Esta última batalla cobra particular importancia durante
las fases de mutaciones que generalmente sobrevienen en los
periodos de crisis estructurales del capitalismo,
como sucede actualmente.
La guerra, como último recurso, es producto de
una dinámica contradictoria, que anuncia el fin
de un viejo orden y prepara el advenimiento de uno nuevo, a
través de una reestructuración de las alianzas y de
una redefinición de los papeles y de las funciones de las
partes en conflicto.
Pero ¿permite realmente la actual crisis del
capitalismo la
rápida emergencia de ese nuevo orden, o hay que
considerarla simplemente como el primer episodio de una fase de
mutación destinada a durar todavía?
Intentaremos sacar elementos de respuesta a partir de un
análisis de la economía mundial en
su doble dimensión, la cual será objeto de las dos
primeras partes de este articulo. La tercera y última
parte estará reservada al análisis del probable
impacto de la crisis del Golfo en los enfoques y las
prácticas de desarrollo
económico en los países magrebíes, en
particular, y en los del Sur, en general. Esta última
parte nos permitirá aportar nuevos elementos de respuesta
sobre el futuro de la dinámica
socioeconómica.
7. La renta petrolera y las
relaciones Norte-Sur
Es evidente que lo que se jugó fundamentalmente en la
guerra del Golfo fue el petróleo árabe. En efecto,
por el lado iraquí, el control de este
recurso y de su precio se convirtió, en un momento dado de
su desarrollo, en un medio vital para la realización de
sus proyectos
económicos y de sus ambiciones de tener acceso al rango de
potencia
regional. Después de ocho años de guerra contra
Irán, Iraq adquirió indiscutiblemente un poderío
militar amenazador, desarrolló un cierto dominio
tecnológico en este campo, montó un conjunto de
industrias de
producción de armas
convencionales y no-convencionales y reforzó sus
posibilidades científicas y económicas.
Pero salió de esa guerra endeudado, con problemas de
reconstrucción y con nuevas exigencias engendradas por la
necesidad de preservar esos logros y consolidarlos, en base a la
construcción de un tejido económico
más complejo y más denso.
Ahora bien, resulta que Iraq no podía satisfacer estas
nuevas exigencias recurriendo al mercado financiero capitalista
internacional. Pues los países capitalistas, encabezados
por EE.UU., comenzaban a inquietarse por el ascenso de esta
potencia militar regional, que amenazaba peligrosamente los
equilibrios geopolíticos en una región vital para
el capital
internacional y para su reproducción. Para convencerse de
ello basta con recordar la negativa del Club de París de
aceptar la reprogramación de la deuda iraquí; la
campaña llevada a cabo contra Iraq en torno a un
espía inglés
y la importación iraquí de detonadores
para bomba atómica y de piezas de artillería
pesada, etc. De modo que, para evitar la asfixia y proseguir la
realización de su proyecto, Iraq no
podía sino reivindicar un aumento de su renta petrolera
… lo cual plantea el problema del reparto de las sobreganancias
de los cárteles petroleros y da lugar a un replanteamiento
del orden económico mundial establecido.
E1 procedimiento
iraquí consistió, en un comienzo, en arrastrar al
mundo árabe a su estrategia. Esto
se deduce claramente de la carta dirigida
por el gobierno
iraquí al secretario general de la Liga de los Estados
Arabes el 16 de julio de 1990. En esta carta, los
iraquíes acusan a Kuwait y a los Emiratos Arabes Unidos de
haber inundado el mercado del petróleo con un excedente de
producción fuera de la cuota que les asignó la
OPEP, lo que engendró una peligrosa caída del
precio del petróleo, que a veces bajó a 11
dólares, es decir, a un precio por debajo del fijado por
la OPEP, que es de 18 dólares el barril(l). Los
iraquíes estiman que cada vez que el precio del crudo baja
un dólar, ellos pierden un billón, en calidad de
ingresos
anuales. Además, según los iraquíes, la
caída de los precios registrada entre 1981 y 1990 hizo
perder a los países árabes productores de
petróleo alrededor de 500 billones de dólares (de
los cuales 89 corresponden a Iraq).
Es por eso que Iraq propuso al conjunto de países
árabes productores o no de petróleo elevar el
precio del petróleo a 25 dólares; crear un fondo de
ayuda y desarrollo árabe, que se abasteciera con cada
dólar suplementario por barril vendido por los
países productores a más de 15 dólares; y
resolver la deuda interárabe, desde una visión
nacionalista y según las exigencias de la seguridad
nacional árabe común.
Este proyecto
iraquí fue considerado por EE.UU. como una peligrosa
amenaza para el futuro del capitalismo mundial, por diferentes
razones.
La primera es que el petróleo constituye, y
constituirá aún durante mucho tiempo, una
mercancía vital para la reproducción del capital en
muchos sectores de la actividad económica; y que una
solidaridad
árabe en torno a este asunto podría influir mucho
sobre el curso de la acumulación del capital y,
especialmente, sobre la dominante posición norteamericana
y su papel de liderazgo mundial.
La segunda es que el precio de producción individual
del petróleo árabe, en el Golfo y en África
en otras palabras, su costo de
extracción, es considerablemente más bajo que el
del crudo norteamericano, no s610 porque la calidad del
primero es mejor y contiene, por término medio, menos
impurezas, tales como azufre, etc., y más UEC (unidad de
equivalente carbón) y, por lo tanto, su costo de
producción convertido en UEC es más bajo, sino
también porque, teniendo como base mejores condiciones
naturales (que proporcionan una renta diferencial), la
perforación de crudo en el Golfo y en África lo
hace brotar a la superficie más o menos
espontáneamente. Por eso, el rendimiento de cada pozo
aquí es hasta mil veces más alto que su rendimiento
en Norteamérica. En efecto, en EE.UU., el rendimiento del
crudo por pozo y por día, asciende a sólo dos
toneladas, por término medio, mientras que en Oriente
Próximo alcanza, según los pozos, de 500 a 1900
toneladas.
La tercera razón, que se desprende de la anterior, se
refiere a la relación del precio de mercado de la
energía con el precio de producción individual
(costo de extracción) calculado en términos de UEC,
que pone de manifiesto que, debido a sus cualidades naturales, el
petróleo árabe permite realizar enormes masas de
sobreganancias, ya que para un precio medio de 10 dólares
el barril de petróleo árabe, los costos de
extracción representan del uno al dos por ciento del
precio de mercado. Esto muestra el
interés
del petróleo árabe para el capital internacional,
desde el punto de vista de su valorización.
La cuarta razón es que lo esencial de esas
sobreganancias se va a los cárteles del petróleo y
a los Estados occidentales (a través de los impuestos
sobre los aceites minerales
obtenidos con la transformación del crudo, que recaudan
estos Estados). Los Estados extractores reciben, sin duda, cierto
porcentaje de la sobreganancia realizada por los cárteles
del petróleo, a cambio del arrendamiento de las fuentes de
petróleo. Pero ese porcentaje depende del nivel del precio
del crudo. De modo que para reducir la renta cobrada por los
Estados extractores, los cárteles multinacionales,
así como los Estados consumidores, tienen un particular
interés
en que la base de cálculo de
ese arrendamiento pagado a los Estados extractores es decir, el
precio del crudo sea mantenido lo más bajo posible por
debajo del verdadero valor de
mercado del petróleo crudo. Observemos que si, como base
de cálculo
de ese arrendamiento, fuese tomado el precio real de mercado,
correspondiente al valor de
mercado del petróleo para calcular este valor hay que
conocer los verdaderos costos de
transformación del petróleo crudo en un producto
acabado, así como los ingresos
provenientes de sus subproductos, pero ambos forman parte de los
secretos de los cárteles petroleros, el porcentaje de los
Estados extractores en la sobreganancia realizada seria varias
veces más alto que lo que efectivamente se les paga(2).
Esta situación hizo que los Estados extractores siempre
procuraran crear una relación de fuerzas que les
permitiese aumentar, tanto como fuera posible, el precio del
crudo, por no haber podido cambiar la base de cálculo del
arrendamiento. Y eso es lo que Iraq trató de hacer en un
primer momento, a partir de una visión nacionalista que
preconiza la solidaridad
árabe y recuerda sus intereses.
La quinta razón es que Iraq, con su procedimiento,
amenaza reactivar la solidaridad en el seno de la OPEP y volver a
poner al orden del día viejas reivindicaciones que EE.UU.
siempre procuró enterrar. En efecto, desde comienzos de
los años setenta, la OPEP y los países del Sur
reivindican una revalorización de los precios de los
productos
básicos y la indexación de los precios de los
productos
exportados por los países del Sur a los precios de los
productos manufacturados importados por ellos. Sin embargo,
EE.UU. siempre consideró que estas reivindicaciones
constituían amenazas que influyen peligrosamente en la
reproducción del capital. En un discurso
pronunciado en la séptima sesión de las Naciones Unidas,
Henry Kissinger observó que "es paradójico que el
cataclismo más devastador para el desarrollo
económico durante esta década haya procedido no
de la rapacidad imperialista, sino de un aumento de precios
arbitrario, monopolístico, por parte del cártel de
los países exportadores (de petróleo)". Hay que
señalar a este respecto que si EE.UU. no reaccionó
enérgicamente en ese momento (los años setenta)
contra las alzas del precio del petróleo es porque
entonces satisfacía más del 90 por ciento de sus
necesidades de petróleo crudo con fuentes
nacionales, y, por eso, los impuestos sobre los aceites minerales
representaban poca cosa. Asimismo, en esa época, la URSS y
el bloque socialista todavía desempeñaban un papel,
que excluía a priori el uso de la fuerza militar
contra un bloque de Estados (la OPEP), por añadidura
solidario en ese momento. Por todas estas razones, y por estar
saliendo de la guerra del Vietnam, EE.UU. prefirió
utilizar esta alza contra sus economías rivales, japonesa
y alemana, por una parte, y, por la otra, buscar el reciclaje
financiero y comercial de la renta de los Estados extractores en
beneficio propio. En cambio, la modificación de las
circunstancias en 1990 (un 50 por ciento de las necesidades
norteamericanas de petróleo bruto depende actualmente de
la importación; una OPEP debilitada; debilitamiento y
desmoronamiento del bloque socialista; una economía
norteamericana fragilizada; un Iraq amenazador, etc.) induce a
EE.UU. y a sus aliados cercanos a optar por el uso de la fuerza
militar.
Pero más allá de estas razones relativas a la
cuestión del petróleo, hay que destacar la
determinación de los países del Norte de defender
el orden económico mundial en su esencia y sus características fundamentales, tal como
éstas se derivan de las exigencias de la
reproducción del capital, y que desemboca
indefectiblemente en una bipolaridad excesiva entre el Norte y el
Sur.
En efecto, hay que recalcar que los mecanismos comerciales que
rigen los intercambios mundiales son la causa de la transferencia
de un colosal excedente de los países del Sur hacia los
países del Norte. Y esta transferencia es la causa de esa
bipolaridad excesiva, que hace que, en 1988, por ejemplo, los
países más ricos (esencialmente, los países
de la OCDE), que sólo albergan el 16,5 por ciento de la
población mundial(3) y ocupan el 18,7 por
ciento de la superficie del mundo, acaparen, ellos solos, el 81,5
por ciento del producto interno
bruto (PIB)
mundial.
Esta realidad es el origen de diferencias humillantes para la
humanidad: en 1988, el PNB por habitante es de sólo 100
dólares en Mozambique, frente a 27.500 dólares en
Suiza, esto es, una diferencia de 1 a 275. Esta realidad
también es la causa de las altas tasas de mortalidad
infantil (152 por mil en Sierra Leona país aliado, sin
embargo, frente al 13 por mil en Suecia), de analfabetismo
(la tasa neta de escolarización primaria es de sólo
el 23 por ciento en Guinea, en 1987, mientras que en Suecia es
del cien por ciento), de desnutrición (la aportación diaria
por habitante es de sólo 1.595 calorías en Mozambique, frente a 3.645 en
EE.UU., en 1986), de la diferencia de las esperanzas de vida (43
años en Guinea, frente a 78 años en Japón),
etc.
Además, hay que destacar que los países del
Norte aprovechan esta bipolaridad para reforzar aún
más su dominación sobre los países del Sur
bajo la apariencia de ayuda, asistencia y solidaridad
internacional. En efecto, los países del Sur, al procurar
luchar contra su miseria, están obligados a dirigirse a
los países del Norte que acaparan más del 80 por
ciento de la renta mundial, a fin de financiar sus proyectos de
"desarrollo". Esto crea nuevas ocasiones que permiten al Norte
someter al Sur a nuevos mecanismos de transferencia a
través del endeudamiento (transferencia del servicio de la
deuda). Más aún, este endeudamiento es un medio
utilizado por el Norte para controlar el conjunto de los recursos
concedidos (internos y externos), tanto sectorialmente
(orientando la selección
de los proyectos) como técnicamente (orientando la
selección de las técnicas
utilizadas), conforme a la división internacional del
trabajo establecida según las exigencias de la
reproducción del capital a escala mundial.
De este modo se cierra el círculo, poniéndose en
funcionamiento el conjunto de los mecanismos (comerciales,
financieros y tecnológicos, además de los
monetarios) para agravar aún más la transferencia
del excedente generado en el Sur hacia el Norte. Estos mecanismos
son la causa de la profundización de la
bipolarización mundial.
Entonces comprendemos que cuando Iraq reivindica una
revalorización del precio del petróleo, en realidad
atenta contra los mecanismos fundamentales del circulo mundial
(es decir, los mecanismos comerciales) y contra una
mercancía vital, fuente de sobreganancias colosales,
transferidas, en gran parte, hacia el Norte. En otras palabras,
afecta un eslabón fundamental de la cadena de la
dependencia, que puede poner en tela de juicio a los demás
eslabones y, de este modo, modificar la reproducción del
capital a escala mundial. Es por eso que Sadam se ha convertido
en el enemigo que hay que derribar, tal como sucedió antes
con el Dr. Mosadeg en Irán, con Allende en Chile o con
Gadafi en Libia. Ni los jeques árabes los aliados de hoy
se libraron de las balas de los medios de
comunicación occidentales durante los años
setenta, a consecuencia del alza del precio del petróleo,
que, sin embargo, no había sido desencadenada por
ellos.
Pero mientras dure esta realidad bipolar entre el Norte y el
Sur, siempre habrá un "Hitler" en
algún lugar del Sur que ocupará la primera plana de
la prensa
occidental. Y, entre tanto, y a la espera del próximo
chivo expiatorio, esta prensa
tendrá ocasión de hablar de "la libertad, la
democracia y
los derechos humanos"
(sic).
8. Las economías capitalistas
del Norte y la cuestión del liderazgo mundial
Ahora se trata de analizar, más allá de la
aparente solidaridad de los países del Norte, las
divergencias de sus intereses que ya fueron indicados por los
respectivos papeles que desempeñaron los diferentes
países de la coalición y que amenazan con influir
sobre el desarrollo de los acontecimientos de la posguerra, tanto
a nivel de las relaciones entre países del Norte, como a
nivel de las relaciones Norte-Sur. Concretamente, estas
divergencias surgirán con más fuerza aún
cuando se trate de determinar la configuración de lo que
se denomina Nuevo Orden Mundial, y cristalizarán en torno
a la cuestión del liderazgo mundial.
Antes de analizar estos aspectos, hay que recordar que, desde
hace unos veinte años, el capitalismo sufre una crisis que
muchos califican como estructural. Es una crisis del
régimen de acumulación intensiva centrada en el
consumo
masivo, que prevaleció en la mayoría de las
economías capitalistas dominantes durante el
período de la posguerra. Concretamente, esta crisis se
revela en el agotamiento de las ganancias de productividad
taylorianas y en el alza de la composición del capital en
el proceso
fordiano, que han generado tendencias a la baja de la rentabilidad y
discordancias entre las transformaciones de las normas de
producción y la orientación del consumo.
También es una crisis de la regulación, de carácter
esencialmente nacional durante el periodo de la postguerra, y que
cada vez choca más con la creciente
internacionalización de la producción y de la
circulación, exigiendo, de ese modo, una regulación
más bien a escala mundial(4).
Esta crisis, que apareció a partir de fines de la
década de los sesenta en EE.UU., ha hecho que la
economía norteamericana, que ocupa el lugar dominante en
la economía mundial, no haya dejado de manifestar, cada
vez más, signos de regresión y de decadencia, en
comparación con las economías japonesa y alemana,
que muestran un dinamismo especial y se afianzan como potencias
mundiales ascendentes, que tendencialmente amenazan el liderazgo
norteamericano.
Es verdad que, utilizando indicadores
cuantitativos clásicos y desde un enfoque
estadístico, la economía norteamericana
todavía aparece como la economía mundial dominante,
con su 36 por ciento del PNB global de la OCDE frente al 19 por
ciento para Japón y el 9 por ciento para la RFA. Con todo,
si se adopta un enfoque tendencial, basado en el análisis
de la dinámica de la acumulación del capital
norteamericano, la economía norteamericana aparece
entonces como una economía en vías de decadencia, y
de pérdida de su papel de liderazgo, en comparación
con la economía japonesa (no mencionamos aquí a la
economía alemana para no hacer más pesado este
articulo).
En efecto, el análisis de largo periodo, y, más
exactamente, a partir del comienzo de la crisis del
régimen de acumulación norteamericano, calificado
como "fordista" por la escuela de la
regulación, revela un ahogo del crecimiento en
comparación con el venturoso periodo de la posguerra y con
la economía japonesa. De 1965 a 1980, la tasa de
crecimiento anual promedio del PIB
norteamericano es del 2,7 por ciento, con una ligera
recuperación entre 1982-1989, que eleva esa tasa al 3,7
por ciento. Mientras que la economía japonesa, durante los
mismos periodos, realiza tasas que alcanzan? respectivamente, el
ó,5 por ciento y el 4,4 por ciento.
Pero lo que es importante, en realidad, no son estas tasas,
sino, más bien, el respectivo tipo de acumulación
del capital, que es la causa de estos resultados cuantitativos.
En lo que respecta a la economía norteamericana en crisis,
ese tipo de acumulación puede calificarse como extensivo,
cada vez más sostenido por la fracción improductiva
del capital y basado en rígidas estructuras de
empresa, cada
vez menos capacitadas para gestionar los cambios y las frecuentes
perturbaciones de una economía que cada vez es más
mundial(5).
El carácter extensivo del modo de acumulación
del capital norteamericano aparece en la evolución de la productividad,
considerada, con razón, como un indicador sintético
de la dinámica económica. El análisis de
largo periodo muestra que,
entre 1960-1973, 1973-1981 y 1982-1989, la productividad
norteamericana aumentó, respectivamente, en un 2 por
ciento, un 0,2 por ciento y un 1,7 por ciento. Mientras que en
Japón, esas tasas son del 9,1 por ciento, del 2,7 por
ciento y del 3,3 por ciento durante los mismos
períodos(6). Se observará la identidad de
las fases de ahogo y de recuperación, que revela el
carácter mundial de la reproducción del capital;
pero también se observará el mantenimiento
bastante vigoroso de la productividad japonesa, realizado gracias
a una acumulación de carácter más bien
intensivo. Estas diferencias en el modo de acumulación del
capital en EE.UU. y en Japón se explican por diferentes
factores.
En primer lugar, hay que destacar la composición
sectorial de la acumulación del capital, tal como se
revela en la estructura de
la producción. En EE.UU., la distribución del PIB muestra que la
participación de la industria
pasó del 38 al 33 por ciento entre 1965 y 1988, frente al
43 y al 41 por ciento, respectivamente, en Japón. Esa
participación, para la industria
manufacturera, que es más significativa, pasó del
28 al 22 por ciento en EE.UU. y del 32 al 29 por ciento en
Japón. Esto muestra el dinamismo y la vitalidad del
capital productivo en Japón, en comparación con el
capital norteamericano. Esta vitalidad se obtuvo gracias al
afán de inversiones
industriales hecho por Japón y que llegó al 17 por
ciento de su PNB desde 1972, frente a sólo el 12 por
ciento en EE.UU. Paralelamente a la regresión de la
participación industrial, se observa una progresión
de la participación de los servicios, que
llega al 65 por ciento del PIB en EE.UU., frente al 57 por ciento
en Japón. Esta progresión muestra la importancia
cada vez más grande del capital improductivo
norteamericano con relación a su capital
productivo(7).
En segundo lugar, hay que destacar el carácter
relativamente más frágil de las empresas
norteamericanas con relación a las japonesas. Esta
fragilidad es, en primer lugar, de orden financiero: alza del
coeficiente endeudamiento/fondos propios(8), baja del coeficiente
beneficio neto/carga de interés neta(9). Esta
situación vuelve a las empresas
norteamericanas muy sensibles a las variaciones de la coyuntura
económica nacional, y también internacional (alza
del precio del petróleo, por ejemplo), y poco aptas para
acompañar a largo plazo las exigencias de los cambios
tecnológicos en curso. Además, se vuelven presas
fáciles para una absorción por parte de firmas
extranjeras.
La fragilidad aparece también a nivel de las
posibilidades de innovación que revelan esas empresas.
Aunque los gastos de
investigación para el desarrollo son de un
nivel comparable en EE.UU. y en Japón, hay que destacar,
sin embargo, que los esfuerzos en este campo los hacen en
Japón esencialmente las empresas privadas (más de
80 por ciento del esfuerzo), mientras que en EE.UU. y en los
demás países industrializados, este esfuerzo es, en
general, obra del Estado. Esta
diferencia revela una mayor autonomía de las empresas
japonesas y ofrece un mayor margen de maniobra al Estado
japonés
para financiar programas de
investigación estratégicos. Estas
diferencias, más la importancia de la dimensión
aplicada de la investigación en Japón, explican el
aumento de la cantidad de patentes japonesas y la
disminución de las de EE.UU. Además, hay que
recordar que los índices de encuadramiento en las empresas
japonesas son significativamente más elevadas que los que
existen en EE.UU. En efecto, en Japón se cuentan 5.000
técnicos por un millón de habitantes, frente a
sólo 3.500 en EE.UU.
Hay que destacar, por último, un elemento de gran
importancia: el relativo al carácter de la
organización del trabajo que reina en las empresas
norteamericanas y que es de tipo tayloriano, que asimila al
trabajador a un simple factor de producción, excluido de
la operación de la creatividad y
de la innovación. Mientras que en Japón,
las relaciones sociales en general permiten una mayor integración y pertenencia de los
trabajadores a sus empresas y a los objetivos de
éstas, lo cual hace a estas empresas más flexibles
y aptas para reaccionar mejor ante las mutaciones estructurales y
las fluctuaciones coyunturales.
Investigación para el desarrollo, índices de
encuadramiento y relaciones sociales en las empresas son factores
que determinan ampliamente el curso de la innovación y del
progreso en las empresas, y que diferencian y explican los
resultados de las japonesas en comparación con las
norteamericanas. Y esta diferencia hace, además, que las
empresas japonesas estén claramente mejor situadas para
gestionar las mutaciones tecnológicas, financieras,
comerciales y monetarias que caracterizan a una economía
mundial en búsqueda de una salida de la actual crisis del
capitalismo.
Señalemos que el mercado financiero no ha dejado de
sancionar la fragilidad norteamericana: las empresas que han
visto disminuir su cotización financiera han sido 4,2
veces más numerosas que aquéllas cuya
cotización subió durante los primeros seis meses de
1990. Recordemos que en el punto más bajo de la
recesión, en 1982, ese coeficiente no había
superado el 2,8. Además, hay que destacar que incluso las
empresas que intentaron aumentar sus tasas de ganancia
sólo pudieron hacerlo gracias a montajes financieros, y no
apoyándose en la creatividad
industrial.
En tercer lugar, y como conclusión de lo que antecede,
ahora comprendemos por qué EE.UU. no podía tolerar
un aumento del precio del petróleo, que no habría
dejado de socavar peligrosamente un sistema
productivo de fragilidad avanzada. Por otra parte, esta
fragilidad ya quedó claramente revelada con motivo del
primer "choque petrolero", de 1973-1974, y del segundo choque,
producido en 1979-1980, aunque, en esa época, EE.UU. era
muy poco dependiente del abastecimiento externo de
petróleo, a la inversa de Japón y Alemania.
Estos países pudieron entonces digerir y amortiguar los
dos choques movilizando substanciales ganancias de productividad
gracias a la flexibilidad y a la dinámica de sus estructuras
productivas. En cambio, EE.UU. sufrió una clara
agravación de todos sus desequilibrios, que, desde
entonces, se volvieron estructurales (desequilibrio
presupuestario, que llegó a 220.000 millones de
dólares en 1991; desequilibrio de la balanza
comercial, que llegó a 143.000 millones de
dólares en 1988). En realidad, estos desequilibrios no son
más que el reflejo de una dinámica de
acumulación que acusa diferentes signos de ahogo, en
comparación con el dinamismo de acumulación del
capital japonés.
A partir de este breve análisis, podemos destacar lo
siguiente:
La relativa fragilidad de la economía norteamericana ha
sido la causa del surgirniento de una dinámica de guerra
con el fin de impedir todo reajuste significativo del precio del
petróleo, que no habría sido digerido por
estructuras económicas frágiles y que no
habría dejado de precipitar la decadencia norteamericana y
amenazar aún más su papel de liderazgo. De modo que
el poderío
militar norteamericano, cada vez más desproporcionado con
relación a su base económica, ha sido movilizado en
auxilio de una economía estructuralmente decadente.
Esta tendencia belicista ha sido reforzada por un capital
improductivo cada vez más importante(10), con una base
productiva cada vez más estrecha y frágil, incapaz
de sostener la valorización del capital en su conjunto. De
ahí la tendencia rentista y especulativa del capital
norteamericano, que se ensaña con las fuentes de
sobreganancia, en este caso petroleras, a fin de controlar mejor
la renta cobrada por los Estados extractores. Del mismo modo,
el Estado
norteamericano, al importar cada vez más petróleo,
se convierte en parte acreedora en el reparto de las
sobreganancias, a través de los impuestos fiscales sobre
los aceites minerales.
Para los norteamericanos, la guerra contra Iraq ha sido un
modo de librar una guerra contra Japón y Alemania como
potencias mundiales ascendentes. En efecto, para los
norteamericanos, correr el peligro de un aumento del precio del
petróleo de alrededor del cuarenta por ciento, tal como
reivindicó Iraq, viene a ser aceptar el riesgo de que la
mayor renta que de ello se deriva sea, en lo esencial, reciclada
comercialmente por las economías japonesa y alemana,
debido a sus ventajas competitivas, posibilitadas por su
dinamismo industrial. Esto significaría la
aceleración del ascenso de estas economías y la
precipitación del ocaso norteamericano. Sin hablar del
hecho de que este ocaso podría abrir nuevas perspectivas a
estas economías ascendentes para que se doten del
poderío militar que necesitan para el completo desarrollo
de su papel de liderazgo. Por eso, Japón y Alemania no
eran abiertamente favorables a un desenlace militar de la crisis
del Golfo. Su participación en el financiamiento
de la guerra, más tarde, corre el peligro de volverse
contra ellos en la medida en que, en la competencia
internacional, EE.UU. tendrá dos temibles armas a su favor:
su poderío militar y su control de la
renta petrolera, pudiendo ésta ser reciclada en beneficio
propio gracias a su supremacía en lo militar.
Además, esto ya ha comenzado, puesto que lo esencial de
los contratos para la
reconstrucción de los países aliados del Golfo ha
pasado sin licitaciones, es decir, sin competencia internacional,
a manos de los norteamericanos, Esto presagia el nuevo orden
económico internacional, que ya no será regulado
por el mercado (tan alabado por los norteamericanos), sino por un
"Rambo", que desempeñaría las funciones del
famoso perito tasador de la teoría
liberal.
Los análisis anteriores muestran que, en el seno de los
países del Norte, la guerra económica podría
redoblar en intensidad, y esto no dejaría de influir en la
configuración del nuevo orden económico mundial que
los norteamericanos intentan instaurar conforme a sus exclusivas
exigencias … a menos que los diferentes imperialismo
occidentales y japonés acepten fusionarse bajo la bandera
de la pax americana "new look". Pero en este caso ¿no
amenazaría esto con frenar o amortiguar el impulso de las
economías ascendentes? Y en caso contrario, es decir, si
las economías ascendentes rechazan la bandera
norteamericana, el nuevo orden ¿será multipolar,
presagiando eventuales guerras
interimperialistas?
En estos ejercicios futuristas, las cosas se complican
aún más cuando en el análisis se hace entrar
a la URSS. Pues ¿aceptará la URSS el estatuto de
satélite en este juego, o
aún desempeñará el papel de una potencia
mundial, utilizando también, a su manera, su no menos
temible poderío militar? Creemos que, probablemente,
podría estar tentada de hacerlo, por diferentes razones:
importancia de las industrias de
armamento de la URSS en los equilibrios económicos rusos;
importancia de estas industrias también en el desarrollo
de las fuerzas productivas, pues los descubrimientos
tecnológicos se realizan, la mayoría de las veces,
en el sector militar, y luego son aplicados en el ámbito
civil; además, dentro de unos diez a catorce años,
la URSS será importadora de petróleo, y, por eso,
no puede desinteresarse de un Golfo que, a su lado, nada en
petróleo …
Por las diferentes razones anotadas, nos inclinamos más
bien a pensar que la lucha entre las diferentes potencias
mundiales amenaza con intensificarse, pues los intereses
establecidos parecen poco convergentes … a menos que todas esas
fuerzas mundiales, económicas y militares, entren en las
filas norteamericanas. Pero ¿contra quién y por
cuánto tiempo? Contra el Sur, muy probablemente, pero por
un corto periodo de tiempo, verosimilmente.
También es verdad que, en todos los casos supuestos, no
es seriamente previsible un orden mundial estable en ausencia de
una salida clara de la crisis del capitalismo mundial. Por esta
razón, los países del Sur podrían aprovechar
las contradicciones existentes entre los países del Norte
(incluida la URSS) para actuar sobre la configuración de
un eventual futuro orden mundial estable. Esto requiere mucho
trabajo de coordinación, que no es imposible de realizar,
habida cuenta del interés de los países del Sur, de
los múltiples desafíos a los que estos se enfrentan
y de la nueva conciencia acerca
de todo lo que está en juego, que la guerra del Golfo ha
hecho surgir entre las masas populares y la clase política en los
países del Sur. Este será el objeto del siguiente
punto.
Esta parte será tratada a manera de conclusión.
Intentará prever el perfil de la futura dinámica
socioeconómica en la región del Magreb, observando
el modo en que fue vivida la crisis del Golfo tanto por las masas
populares magrebies como por la clase política de esta
región. En efecto, esta vivencia refleja una cierta
percepción de los hechos y anuncia una
cierta proyección del futuro, a partir de una nueva
visión de si mismo y del otro.
El comportamiento
de todas las fuerzas populares y políticas
magrebíes abiertamente pro-iraqui y anti-occidental, o no
significa, fundamentalmente, un evidente retroceso de la ideología del discurso
imperialista, desde los puntos de vista económico,
político y jurídico.
A nivel político y jurídico, la
utilización ideológica de valores
universales, tales como los derechos humanos, la
democracia, la
libertad,
etc., por parte del imperialismo
ha sido desenmascarada y quebrantada por la brutalidad de la
reacción imperialista y su encarnizamiento en aplastar con
violencia y en
sangre toda
veleidad del Sur de controlar el precio de sus riquezas naturales
para realizar su construcción nacional. Y así como el
capital internacional partía ayer a la guerra contra el
Sur para saquear sus riquezas en nombre de una misión
civilizadora, hoy parte a la guerra para impedir el control del
Sur sobre sus riquezas naturales en nombre de la legalidad
internacional … probablemente porque los "bárbaros" de
ayer (según el capital) se han reconvertido, entretanto,
en "bandidos", bajo la influencia de la civilización
capitalista.
Y así como el capital generó ayer el surgimiento
de movimientos nacionalistas para la liberación y la
independencia
política, hoy también podría contribuir a
profundizar las aspiraciones a una liberación social y
económica.
A nivel económico, la guerra del Golfo también
ha revelado el carácter ideológico de las teorías
económicas dominantes relativas a la cuestión del
desarrollo y a la de las relaciones económicas
internacionales. En efecto, durante mucho tiempo, estas teorías
defendieron una concepción del desarrollo basada en la
interdependencia, la ayuda internacional, la cooperación
internacional científica y técnica, las virtudes de
la transferencia tecnológica y de la
especialización internacional, etc. Pero aquí
también, la práctica imperialista durante la guerra
ha quebrantado esos postulados y desenmascarado su
carácter ideológico.
En efecto, los acontecimientos del Golfo han demostrado
claramente que esta ayuda no es, en realidad, más que el
precio de la aceptación de la satelización y la
dependencia política y económica; puesto que los
Estados imperialistas, y las instituciones
internacionales que están a su sueldo, no han vacilado en
reducir, bloquear, o suspender esas ayudas a todos los Estados
que adoptaron, incluso con moderación, una posición
diferente de la de los países coaligados. Mientras que los
que entraron a las filas tuvieron derecho a las migajas de los
países imperialistas y sus instituciones
internacionales.
Por su parte, el mito de la
asistencia científica y técnica, que se supone
acelera el desarrollo económico de los países del
Sur, se desvaneció rápidamente cuando en Francia se
impidió que estudiantes iraquíes se inscribieran en
hileras de tecnología avanzada,
y, en Inglaterra,
estudiantes iraquíes fueron incluso detenidos y
considerados como prisioneros de guerra. Paralelamente, e incluso
antes del desencadenamiento de las hostilidades, muchos
países árabes simpatizantes con Iraq se encontraron
en la lista de los países sometidos a control en la
transferencia de tecnología
norteamericana. Todas estas represalias económicas, y
otras más (ejercidas discretamente, como, por ejemplo, la
reducción o la anulación de becas de
cooperación), han echado hacia atrás los mitos y el
imaginario, y han suscitado en los países del Sur una
conciencia de lo
vivido y de lo real.
Esta conciencia se plasmará, inevitablemente, en el
surgimiento de una nueva visión de si mismo, de la
sociedad y del
mundo, que no dejará de influir sobre los enfoques y las
prácticas del desarrollo económico.
Ya en la lectura de
los discursos
políticos actualmente dominantes en los países
magrebies podemos detectar fácilmente los signos
prometedores de una nueva conciencia y la voluntad de aceptar los
desafíos que ha revelado la guerra del Golfo. Estos
discursos
mencionan, muy a menudo, la situación de dependencia
económica (en lugar de la interdependencia); destacan el
carácter imperialista de las relaciones
internacionales (en lugar de la cooperación);
redescubren las virtudes de apoyarse en sus propias fuerzas (en
lugar de la ayuda de los países amigos); insisten en las
virtudes del trabajo, del saber y de la creación (en lugar
de la transferencia tecnológica); recuerdan la necesidad
de elaborar un consenso nacional que permita aceptar los
desafíos (aquí se defiende la necesidad de la
construcción nacional en lugar de la integración en el mercado mundial); invitan
a una profundización de la cooperación Sur-Sur, en
el marco de la construcción de conjuntos
regionales que posibiliten una mejor gestión
de las obligaciones
internacionales; sienten cada vez más la relación
entre lo económico y lo político, rompiendo
así con una visión economicista del desarrollo,
vehiculada por las teorías dominantes, etc. Estas
mutaciones en los discursos políticos reflejan las
reacciones de las masas populares, que proclamaron sus
sentimientos antiimperialistas y su aspiración a una
liberación económica y social. Estas mutaciones
anuncian un saludable despertar en sociedades
árabes rentistas, especulativas e improductivas, que han
devaluado el trabajo, el
saber y la creación, para hundirse en el consumo y la
extraversión resignada. Este despertar podría
desembocar, en la práctica, en la rehabilitación de
un conjunto de valores,
necesarios para todo proyecto de construcción
económica nacional que quiera gestionar las obligaciones
internacionales a partir de un enfoque estratégico y de
una visión global del fenómeno del desarrollo.
También podría hacer retroceder los egoísmos
nacionales y reactivar la dinámica de construcción
de conjuntos
económicos (Magreb) más fiables, que permitan una
mejor gestión
de las obligaciones internacionales y una mayor autonomía
colectiva. Este despertar también podría dar paso a
una mayor cooperación entre países del Sur, para
volver a poner sobre la mesa de negociaciones el expediente
Norte-Sur, en la perspectiva de un nuevo orden mundial menos
coercitivo.
Todo esto significa que la guerra del Golfo es un momento que
podría tener el mérito de haber acelerado la
historia, al
engendrar la intensificación de las luchas a todos los
niveles y profundizar las aspiraciones de los pueblos del Sur a
la liberación económica y social. Esta lucha
será, sin duda, ardua y, a veces, sangrienta, pues todas
las fuerzas sociales (nacionales, regionales o internacionales)
que han acumulado fortunas y edificado intereses en base al orden
mundial establecido se opondrán a todo intento de cambio
de este orden en sus fundamentos y su esencia. El próximo
periodo amenaza con caracterizarse por las tensiones y la
desestabilización. De modo que la guerra del Golfo
habrá constituido s610 un primer episodio sangriento de
una economía mundial en grave crisis.
* Abdel-Ydil Bedui (Túnez). Profesor de Ciencias
Económicas. Universidad de
Derecho, Economía y Administración, Túnez.
(1) Recordemos que ese precio había llegado a 34
dólares, frente a 3,4 dólares en 1973. Desde 1982,
ese precio no ha hecho más que bajar. Y los
norteamericanos hablan de fijarlo en 10 dólares el barril
después de la guerra del Golfo.
(2) A titulo indicativo, M. Masarat considera que, en 1973,
los Estados extractores sólo recibieron, en conjunto, el 7
por ciento del verdadero valor de mercado de su petróleo
crudo (contrariamente a su participación formal, que era
del 55 por ciento y estaba calculada teniendo como base el precio
declarado), mientras que los Estados consumidores se apropiaban
del 62 por ciento de ese valor, en forma de impuestos, y los
cárteles petroleros, del resto.
(3) De estas estadísticas se excluye a la URSS, Corea
del Norte, la antigua República Democrática
Alemana, Checoslovaquia, Cuba,
Bulgaria, Albania, Mongolia y Namibia.
(4) Las reuniones de los siete países más
industrializados intentan responder a esta exigencia. Al lado se
han establecido estructuras informales, como la Comisión
Trilateral y el Council of Foreign Relations, que se dedican a
reflexiones sobre el futuro de las relaciones
internacionales. En todos los casos, los países del
Sur se encuentran apartados porque son considerados simples
tierras adentro de las economías centrales.
(5) En el largo período 1965-1988/1989, la tasa anual
de crecimiento del PIB japonés es casi el doble de la de
EE.UU. (5,7% frente al 3%).
(6) Entre 1960 y 1989, la tasa anual de crecimiento de la
productividad japonesa es cuatro veces superior a la de la
economía norteamericana (5,4% frente al 1,3%).
(7) Y, además, encabezado por un lobby judío
bastante influyente, protector de un Israel amenazado
por una potencia iraquí ascendente.
(8) Este coeficiente pasó del 47,3% en 1980 al 72,3% en
1988.
(9) Este coeficiente pasó del 1,17 durante los
años setenta al 0,76 en 1980, para cer al 0,3 1 en
1991.
(10) Estas mutaciones sectoriales están consideradas
por la teoría
económica (Clark) como parte de la evolución histórica normal del
capitalismo. Sin embargo, consideramos que, para mantenerse, este
rápido crecimiento del sector terciario (los servicios)
debe estar sostenido por una dinámica base productiva, que
produzca suficiente valor como para garantizar la
prosecución de la valoración del capital.
Autor:
Efrain Valdeos Bensa
Especialidad: Chef internacional y administrador de
alimentos
Instituto de los Andes
Lima-Perú
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