El cine argentino
en la década del ’30
Microhistoria de vida
1.
Introducción
2. Contexto histórico –
mediático
3. El desarrollo de la
cinematografía argentina
4. El cine y las salas de
barrio
5.
Conclusión
6.
Bibliografía
1. Introducción
José Iriarte (79 años. Nació el 6
de junio de 1920 en la ciudad de Necochea, Provincia de Buenos Aires.
Oficio: relojero)y Elsa Juana Craba de Iriarte (75 años.
Nació el 10 de mayo de 1924 en el barrio porteño de
Belgrano. Oficio: modista). Barrio donde viven: Caballito.
Relación de parentesco conmigo: abuelos. Relación
de parentesco entre ellos: esposos. Medio sobre el que relatan:
cine.
José
Yo era un loco del cine. Iba a la escuela,
hacía la tarea y me iba al cine. ¿A que no saben
cuántos días por mes iba al cine?. 30 días.
Una barbaridad. ¿Y a qué no saben cuánto
valía la entrada?. 10 centavos.
Desde los 5 a los 9 años viví en
Avellaneda, después me mudé a Caballito, a
Cachimayo y Santander, y ahí estaba el cine "Asamblea".
Ahí repartía programas en la
calle con otros chicos pero como yo era muy educadito, prolijo y
me vestía bien entonces me mandaban al centro a poner los
avisos clasificados del cine. También me acuerdo que le
llevaba mate a los acomodadores y me daban 10 centavos. Para
mí 10 centavos era una maravilla porque eso era lo que
salía una entrada. También podías juntar los
envases de cierto tipo de mercaderías del almacén y
te regalaban entradas para el cine. Por ejemplo, tenías
que juntar papeles de yerba o de manteca de equis marca. Estoy
hablando de cuando yo tenía 10 años. Hace 70
años.
Cuando tenía 16 me mudé a San Juan y
Boedo. En Boedo estaba el Cine "Moderno", "Alegría", el
"Nilo", "Los Andes" y el "Cuyo". Los buenos eran: "Los Andes", el
"Nilo" y "El Cuyo". Los baratos, que eran de medio pelo para
abajo, donde se hacía mucho barullo y no te costaba nada
la entrada eran el "Moderno" y el "Alegría". Pasaban
películas de convoys y de pistoleros. Eran cines chicos,
familiares y más que nada iban las mujeres y los chicos
porque los hombres trabajaban.
A mi mama y a mí nos encantaba el cine. Tanto es
así que mi vieja no se llevaba bien con Elsa y entonces yo
que sabía que el cine era su punto débil, le
regalaba una entrada para comprarla. Ella era loca del cine.
Había uno a 60 metros de mi casa cuando vivía en
San Juan y Boedo. Entonces la invitaba a mi mamá a ver
películas habladas en castellano porque
no sabía leer y ya se quedaba contenta.
El cine funcionaba matiné, vermout y noche. Se
pasaba tres veces la misma película, generalmente de
convoys. Argentinas no había o muy pocas. Se daban tres
películas por 10 centavos. Te pasabas en el cine tres
horas como nada. Entre película y película se
hacía un intervalo, te vendían helados y caramelos
y pasaban "Sucesos Argentinos", que era un noticioso del momento
de acá y de Europa.
También cuando terminaba una película podía
venir un dúo que se llamaba "número vivo". Era para
generar fuentes de
trabajo. Había dos tipos que tocaban la guitarra y uno que
cantaba o un malabarista.
Varias veces fui al cine en La Plata y ahí no
pagabas entrada sino una consumición. Tomabas un café
con leche o una
bebida o comías un sandwich mientras mirabas la
película.
Yo veía muchas películas del far west. Las
películas del far west me acuerdo que se daban en 10 o 12
episodios: lunes, miércoles y viernes. Valían poco
pero te enganchaban. Tres veces por semana tenías que ir
de cajón. Eso movía mucho a la gente y si te
perdías algún capítulo le pedías a
alguien que te lo contara.
Las películas eran más cortas que ahora,
duraban una hora más o menos. Por ejemplo, cuando vi "Lo
que el viento se llevó" ese día dieron una una sola
película porque era muy larga. Esa la vi como tres
veces.
También vi muchas películas mudas,
películas de Carlitos Chaplin y Los Tres Chiflados.
Pasaban escritura pero
si no sabías leer, mirando los gestos y los movimientos
entendías todo.
De las argentinas una que me acuerdo es "La guerra
gaucha". Otra: "Todo un hombre" con
Amelia Bence. También las de Niní Marshall como
"Catita" y "Puertas cerradas" con Libertad
Lamarque, y entre los artistas estaban Luis Sandrini, Hugo del
Carril, Zuly Moreno y Carlos Gardel. Nunca había escenas
de obscenidad ni desnudos. Tampoco existía como ahora que
ponen si es prohibida para 18 o para 13. Todos podían
verlas. Eran buenísimas. Yo no sé por qué no
pasan esas películas ahora.
Elsa
Una de las cosas que me acuerdo es cuando vino el
dirigible y fuimos a la plaza "Balcarce" a ver cómo
pasaba. Esto fue en el año del ajo. En esa época yo
siempre miraba las películas de Gardel y el día que
pasaba el dirigible yo había arreglado para ir al cine a
la mañana y me quedé pensando que no iba a poder ver la
película.
Otra cosa que me acuerdo es que en el almacén te
daban bonos. Cada 5
pesos de bonos te daban
una entrada y así mi viejita iba al cine con los nenes.
Nos llevaba a los cines de Belgrano o de Nuñez como el
"Saavedra" o el "Estrella". No se daba ir al centro porque por
ejemplo el "Elite" nos quedaba a dos cuadras de casa. En el
"Saavedra" llegué a ver cine mudo y te ponían
música de
fondo mientras pasaba la película.
La primera película que vi fue "Flor de Durazno".
Otra que me gustó fue "Cuesta Abajo" y "Melodía de
Arrabal" o las de amor aunque a
mí lo que más me gustaba del cine era Carlos
Gardel.
Yo tendría 10 años. Y tengo una
anécdota increíble. El día que murió
Gardel fui al cine a ver "El día que me quieras". Cuando
salí una amiga de la cuadra me dijo: ¿A qué
no sabes quién murió?. Y yo le dije: Mira, mientras
no sea Gardel cualquiera. Y me dijo: Murió Gardel. Yo
tenía una locura muy grande por Gardel. Me gustaba
cómo cantaba, sus películas, todo. Como las chicas
ahora con los actores o los conjuntos de
música.
2. Contexto
histórico – mediático
"No se puede tener una visión viva de lo que fue
el país sin ver las películas argentinas. En
particular del cine que fue totalmente libre. Desde su origen fue
libre, democrático y competitivo, hasta 1945". (Domingo Di
Núbila).
Cualquier análisis sobre el desarrollo de
los medios de
comunicación en la Argentina permite
reconstruir una historia más general,
que abarca aspectos políticos, sociales, culturales y
económicos del pasado nacional.
El cine, por ejemplo, se remonta a 1896 cuando se
efectuaron en el país las primeras proyecciones
cinematográficas. Para 1900 aparecen las primeras salas
específicamente dedicadas al cine y los primeros
noticieros. Hacia 1907 se realizaron los primeros ensayos de
cine sonoro pero recién en 1933 logra afianzarse el
sonido,
momento en el cual nace una verdadera una industria
nacional.
Vale recordar que la Argentina desde
1916 a 1930 se halló en manos de presidentes radicales. En
primer lugar, Hipólito Yrigoyen; luego Marcelo T. de
Alvear y nuevamente Yrigoyen hasta el golpe militar de
José Felix Uriburu, en el '30. A partir de ese año
y hasta 1943 se extendería un período conocido como
la Década Infame. Es decir, luego de una etapa
tímidamente populista como fue la radical comienza la
restauración conservadora. Durante esa larga década
se van a suceder tanto gobiernos militares como pseudo
democráticos, que accedieron al poder mediante
el fraude
patriótico.
No hay que olvidar que a fines de 1929 estalla la bolsa
de Wall Street en Estados Unidos y
con ella una crisis
financiera que se extiende hasta la Argentina.
Para aquel entonces, se percibe en el país un
avance del fascismo europeo
entre militares y civiles nacionalistas. También, una
aguda desocupación, recesión y
empobrecimiento de los sectores populares; freno de la inmigración; una política
caracterizada por el fraude, la
corrupción
y la acentuación de la dependencia económica con
Gran Bretaña.
Estos procesos
repercuten en los productos de
la cultura de
masas. Por ejemplo, Enrique Santos Discépolo escribe los
tangos "Yira, Yira" y "Cambalache"; y Roberto Arlt detalla los
deseos y las pasiones de los sectores populares de Buenos Aires en
sus "Aguafuertes porteñas".
Asimismo, hacia 1930 se acentuó la política de
sustitución de importaciones y
esta tendencia desarrolló dos fenómenos: la
industrialización y la migración
rural. Esa fluencia de migrantes internos a las ciudades
también provocó un brutal crecimiento
demográfico en Buenos Aires y su creciente
urbanización; una reducción del analfabetismo
dado el mejor acceso a los servicios
educativos públicos y un auge de la industria
cultural de masas.
La ciudad se modernizaba. Surgieron nuevos empleos como
el de secretaria, manicura, telefonista, empleada de tienda
mientras que las mujeres de los sectores más favorecidos
continuaron con su ocupación de damas de beneficencia.
Muchos avances se incorporaron a la vida cotidiana como el
automóvil, los artefactos eléctricos y muebles para
el baño y la cocina.
La actividad cultural se intensificó y por
ejemplo, los medios
gráficos y la industria editorial
experimentaron los beneficios del aumento del consumo
cultural. Para esta época, los diarios alcanzaron tiradas
excepcionales, aparecieron nuevas revistas populares y las
editoriales argentinas consiguieron dominar el mercado
hispanohablante.
También la radio
amplió su éxito y
el cine alcanzó un verdadero desarrollo, ya
que hacia 1930 existían en el país más de
1.000 salas y a partir de 1933 con la introducción de las primeras
películas sonoras ("Tango" y "Los
tres berretines") se abrieron alrededor de 600 salas preparadas
para este nuevo adelanto tecnológico. Además, se
fundaron las dos primeras productoras argentinas: Argentina Sono
Film y Luminton, responsables de la realización de los dos
filmes antes mencionados.
3. El desarrollo de la
cinematografía argentina
La cinematografía había constituido, desde
la segunda década del siglo, un entretenimiento importante
de los sectores medios
urbanos, con algunos éxitos nacionales en la etapa muda
como "Nobleza Gaucha", en 1915. Este producto
impactó no sólo por su entretenimiento sino
también por su contenido social ya que mostraba la
situación del proletariado, del gaucho dentro de la
sociedad
feudal. Esta película reflejaba la opresión del
patrón y también los deseos de justicia, de
progreso y de liberación de los inmigrantes que trabajaban
en las estancias cultivando las tierras de otros o en el puerto
para exportar el producto de
esas tierras.
A partir de estos filmes pioneros, la afición por
el cine nacional se desarrolló y en consecuencia, la
producción. Pero en la década del 20
se evidenció una discontinuidad artística del cine
nacional, ya que las películas argentinas no podían
competir con las norteamericanas y europeas. Por supuesto, esto
continuó hasta que llegó el sonido y el
propio idioma.
Puede decirse que en los '20 predominó el
teatro, el
cual contribuyó posteriormente al desarrollo del cine
argentino junto con la novela por
entregas, el tango y la
historieta.
En las primeras épocas de la
cinematografía argentina se produjo un gran número
de películas con relación al tango, las cuales se
instalaron exitosamente en el mercado nacional
y extranjero gracias al auge de este género
musical. Su éxito, según Claudio España en
"Reportaje al cine argentino", dependió de su lenguaje
coloquial, la imagen
porteña que se paseó mitificada por todo el
interior del país, la presencia de los grandes artistas
del teatro, el
cabaret y la revista en la
intimidad de la sala de proyección y las figuras de
orquestas y cantantes populares que se escuchaban por la radio.
Así surgieron actores como Carlos Gardel,
Libertad
Lamarque y Hugo del Carril, entre otros.
Por su parte, el periodista y crítico
cinematográfico Domingo Di Núbila señala que
con las primeras películas sonoras comenzó la
difusión masiva de mensajes sociales y políticos,
que a veces caían en la demagogia y el
dramatismo.
El cine apuntó, entonces, al público
masivo y los filmes intentaron reflejar la realidad desarrollando
ciertos imaginarios sociales cuyos ejes temáticos eran la
vida cotidiana, el costumbrismo, la modernidad, lo
popular, lo nacional, el humor, la hipocresía, la familia,
el trabajo, la
actualidad política y lo criollo.
Por ejemplo, el tango, el fútbol, las carreras,
la medicina, la
educación,
la pobreza, el
fraude electoral fueron tópicos de películas como
"Los tres berretines" (1933), "Maestro Levita" (1938) y "Puerto
Nuevo" con Pepe Arias, "El viejo doctor" (1939) con Enrique
Muiño y "Ya tiene comisario el pueblo" (1936).
Otros filmes como "Los muchachos de antes no usaban
gomina" (1937), "Fuera de la ley" (1937) o
"Tres anclados en París" (1938) constituyeron un
testimonio muy fresco y sagaz de la Argentina en la década
del '30, con su política liberal y conservadora y su
pueblo trabajador y escéptico.
España dice asimismo que "en sólo tres
años (1933 a 1936), los realizadores han aprendido una
técnica y también han encontrado un estilo personal y
fórmulas generales para adaptar el modo de cada uno al
gusto colectivo. Todos los realizadores tienden a incorporar
todos los estratos sociales, y especialmente a la clase media,
que ya ha ido adquiriendo formas y movilidad propias, heredera de
la inmigración, consumidora
incansable".
Pero en los últimos años de la
década del '30 se empezaron a abrir paso películas
con un enfoque más serio y conciente de la realidad y
más alejadas de las imitaciones de los productos de
los países desarrollados.
Las películas adquirieron entonces identidad
nacional en la medida que mostraban problemas
concretos de la vida diaria y lograban captar el modo de vida las
clases medias y los sectores humildes. Es importante recordar la
movilidad social que existía en aquella época y la
confianza que existía en el país y en las
posibilidades colectivas de ascenso social. El trabajo y
el estudio se habían convertido en vehículos para
acceder a un mejor nivel de vida, sobre todo por parte de los
hijos de inmigrantes y aquellos que se habían desplazado
del campo a la ciudad.
El migrante interno apareció como un nuevo actor
social y las películas de esa época contribuyeron a
incorporarlo en el imaginario del momento.
Asimismo, en 1938, se estrenó "Mujeres que
trabajan", de Manuel Romero, donde Niní Marshall
interpretó el papel de
Catita y ahí se expuso otro fenómeno social: la
incorporación masiva de la mujer al
estudio y al mercado de trabajo en la Argentina. Generalmente,
las realizaciones de Romero causaban un gran impacto en el
público porque denotaban preocupación por la
modernidad y
todos los cambios que producía como la movilidad social,
las reivindicaciones laborales, la migración
interna, la inserción cultural de los inmigrantes y hasta
el divorcio.
También en el '38, salió "Kilómetro
111", inspirada en el drama de los agricultores explotados por
los intermediarios; y en el '39, "Prisioneros de la Tierra",
basada en el trato inhumano que se producía en los
yerbatales.
"Aquel era un cine libre, competitivo, arriesgado.
Contrasta con un cine que debe contemplar intereses", manifiesta
Di Núbila, ya que hacia en 1940, esta industria comienza a
utilizarse como medio del sistema imperante
para difundir y fijar las pautas de una sociedad
burguesa, acrítica y ordenada.
El éxito del cine nacional en el ámbito
interno y su expansión en el mercado latinoamericano
permitió un aumento sostenido de su producción: 15 en 1936, 28 en 1937, 40 en
1938, 50 en 1939, 49 en 1940, 47 en 1941 y 56 en 1942.
Este auge posibilitó la consolidación de
un grupo de
directores formado por José Ferreyra, Mario Sofficci,
Manuel Romero, Leopoldo Torres Ríos, Lucas Demare y Hugo
del Carril que produjeron algunos de los títulos ya
mencionados y otros como "La muchacha de a bordo", "Pelota de
trapo", "La vuelta al nido" "Viento norte" y "El
hincha".
4. El cine y las salas de
barrio
Es evidente que el cine ejerció un papel
socializador importante en la Argentina de los años '30 en
adelante. Por aquel entonces existían, solamente en la
Capital
Federal, alrededor de 200 salas que se dividían entre las
del centro y las de los barrios.
Los grandes complejos ubicados cerca del Obelisco eran
los más formales y contaban con las mejores carteleras, ya
que en ellos se lanzaban los títulos más
importantes para la taquilla. En cambio, los
cines barriales se especializaban en determinados géneros
y ofrecían las películas de moda varias
semanas más tarde que en los grandes cines y casi siempre
acompañadas de un nuevo serial de cowboys o un film
romántico.
Además, según señala el texto
"Luz,
Cámara, Memoria…" de
Fernando Ferreyra, se habían establecido para las mujeres
días especiales con descuentos y los chicos podían
repartir volantes entre los vecinos, lo que les permitía
adquirir una entrada gratis para la función
del sábado.
Ferreyra manifiesta que en las primeras épocas
las invitaciones al cine constituían una salida de gala ya
que iban acompañadas de las orquestas típicas de
tango. Cuando surgieron las matinés de larga
duración, que llegaron a proyectar cuatro películas
seguidas, pronto fueron ocupadas por muchachos que hicieron del
cine un punto de encuentro y parejas que las utilizaban como
"zaguán de moda".
Un barrio que merece una distinción especial es
Almagro, ya que en el cruce de las avenidas San Juan y Boedo
llegaron a coexistir 8 cines. "Los Andes" y el "Select Boedo"
tenían una construcción similar y estaban en la misma
vereda. A pocos metros funcionaba el "Nilo", "El Bristol"
(Independencia
entre Boedo y Colombres), el "Cuyo" (Boedo 858), el "Cine Teatro
Boedo" y el "Follies Boedo". En el "Moderno" (Boedo 937)-conocido
como "La Piojera" por su público poco recomendable- se
proyectaban tres películas y la entrada valía 10
centavos los días de semana y 20 los domingos,
según cuenta el historiador Vicente Cutolo. También
existía el pequeño cine "Alegría" (Boedo
785), el "San Juan Select" (San Juan entre Loria y 24 de
noviembre)y el "Del Plata" (Av. La Plata y Carlos Calvo). El
único que continúa en la actualidad es el "Gran San
Juan" (San Juan 3246) pero proyecta solamente material
condicionado.
José Agustín Ferreyra, un precursor de la
cinematografía argentina, era de Boedo y en el cine "Los
Andes", estrenó en 1930, "La Patria de los Gauchos". Otro
dato curioso que aporta Cutolo es que la primera película
sonora resultó ser un cortometraje llamado "Mosaico
Criollo", que la Asociación Cinematográfica
Argentina, estrenó en la Galería Ariel de la calle
Boedo.
La historia de un país
está vinculada a las relaciones que se establecen entre
sus universos simbólicos y sus procesos
concretos. Por esa razón, todo análisis sobre el desarrollo de los medios
de comunicación permite mostrar
comportamientos, sueños y expectativas de los actores de
una nación
en determinados momentos del pasado.
En el caso del cine argentino, los imaginarios sociales
que circularon en sus películas permiten reconstruir
visiones, creencias, mitos y
proyectos de
diferentes generaciones.
Y cuando hablamos de imaginario tomamos el concepto que
propone Fortunato Mallimacci, en su texto "Cine e
imaginario social", cuando sostiene que pensar lo imaginario es
pensar la producción social de significaciones, lo
simbólico, en tanto elemento constitutivo de las sociedades,
que a su vez no se puede separar del problema del poder, como
imposición de redes de sentido que
instituyan un orden y como reacción de significaciones que
subviertan el mismo.
Si tomamos la década del '30, observamos el
nacimiento de una verdadera industria del cine nacional -con el
advenimiento del sonido- y el surgimiento de nuevas ideas y
representaciones que darán sentido y pertenencia a
sectores sociales antes relegados como los grupos medios,
los trabajadores y los migrantes internos.
No hay que olvidar que los años '30 comenzaron
con una gran crisis
financiera que se propagó hacia otras áreas como lo
político, lo social, lo cultural y hasta lo religioso. En
aquel momento comienza el quiebre del modelo liberal
hegemónico que había sostenido a la Argentina hasta
entonces y comienza un nuevo momento, de la cual dará
testimonio el cine nacional. Esa etapa está signada por el
deseo de ascenso social, las ansias de mejoras laborales y de
igualdad. Una
época formada por una clase tradicional,
oligárquica y conservadora, como siempre reticente al
cambio, y por
un grupo bajo y
medio integrado por migrantes internos e hijos de inmigrantes con
deseos de una oportunidad.
Según Mallimacci, "el cine es un medio cuya
especificidad exige ser abordada desde tres grandes niveles: como
medio de comunicación, como lenguaje y
como industria". Y explica que como medio de comunicación
es un espacio para el discurso,
donde una sociedad particular, nos habla y se escucha.
También puede ser considerado como sistema
lingüístico ya que los mensajes en los films se
formalizan a través de recursos, cuya
materialidad expresiva debe ser organizada para que sea
comprensible por el espectador. Y también lo define como
sistema industrial, el cual es tributario del teatro, del circo,
del cabaret, de la pantomima, de la revista, de la
ópera, de la zarzuela y de tantas otras ofertas del
espectáculo popular, a las cuales relegó y
absorbió.
Por estas y otras tantas razones, la
cinematografía argentina muestra
cómo los films de determinada época hablan sobre el
pasado, el presente y el futuro de una sociedad
heterogénea, dividida y cambiante. A través de esas
cintas de celuloide no sólo se proveía
entretenimiento sino que a su vez se criticaban las características de una sociedad egoista y
maniquea y se les proporcionaba una identidad a
los nuevos grupos
sociales.
Por ese y otros muchos motivos, los integrantes de esa
generación no dudan en afirmar que las películas
del '30 eran "buenísimas". Quizás porque
permitían más contacto entre la gente, más
familiaridad, porque hacen evidente la existencia de un tiempo libre que
ya no existe en esas dimensiones. Tal vez, porque constituyeron
un lugar de referencia o porque permite recordar que no eran tan
solo ficción ya que a través de ellas se
podía soñar y en muchos casos, ver cómo los
proyectos se
hacían realidad.
En la actualidad, ya no quedan aquellos cines de barrio,
de tres películas por 10 centavos, ni tampoco aquel
espacio generador de identidad y de
encuentro. Hoy, los shoppings, los grandes complejos
cinematográficos y la
televisión nos ofrecen otras oportunidades: la ansiada
seguridad,
soledad y distracción anestesiante del hombre
posmoderno.
Arlt Roberto, Aguas Fuertes Porteñas – Buenos
Aires, ida cotidiana, Buenos Aires, Alianza Bolsillo, 1993.
Cutolo, Vicente, Historia de los barrios, Ediciones Elche,
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Argentina- Etapas económicas y políticas
1850 – 1993, Buenos Aires, Editorial Biblos, 1997.
Autor:
María José Iriarte
Periodista y estudiante de Ciencias de
la
Comunicación
Universidad de
Buenos Aires