En memoria del
Excmo. Señor Mariscal Don Francisco Solano
López,
Presidente de la
República del Paraguay y
General en Jefe de su Ejército.
"Vengo como un hombre que
viene a rendir homenaje al Paraguayen el nombre de su sagrado
Mariscal Francisco Solano López y hago llegar el abrazo
del pueblo argentino a esta Patria tan respetable y tan
querida".
General D Juan Domingo Perón,
Presidente de la República Argentina,
Asunción, 16 de agosto de 1954
El "Parque Nacional Cerro Corá", fue creado por
el decreto Nº 20.698 el 11 de febrero de 1976,
declarándose una superficie de 12.038 has.
Cerro Corá -en guaraní: escondido entre los cerros-, es un
paraje casi inmediato a la actual frontera con
Brasil y a una
decena de kilómetros al sudoeste de las ciudades de
Pedro Juan Caballero y Punta
Porá, en el XIIIº Departamento de
Amambay, República del Paraguay.
Se encuentra al sur del río llamado
Aquidabán y a un lado del riachuelo, brazo de del
anterior, el Aquidábanigüi también conocido
como Niguí.
Allí, a partir de la madrugada del 1
de marzo de 1870,
sucedió el último combate de la Guerra del
Paraguay, Guerra Grande, Guerra do Paraguai o de la Triple
Alianza, que fue, a decir por el Coronel D Felipe
Varela:
"…una guerra premeditada, guerra estudiada,
guerra ambiciosa de dominio,
contraria a los santos principios de la
Unión Americana, cuya base fundamental es la
conservación incólume de la soberanía de cada
República".
Y podemos ir más allá en los
conceptos:
"La guerra al Paraguay es la primera evidencia del
reniego signado en Caseros: el primer signo visible de la
destrucción de las fuerzas propulsoras de la grandeza de
Hispanoamérica, pactada en Caseros".
Una misma línea de conducta, mejor
dicho: de inconducta, guía a los pocos hombres que
llevaron adelante la hazaña de Caseros y del Paraguay. Las
víctimas también las mismas y los mismos gestores
reales.
Caseros y paraguay, dos nombres unidos en una
distancia de trece años, encierran en su paréntesis
la vigencia trágica de una determinación
claudicante de una minoría intelectual, que llevó
el unitarismo entreguista rivadaviano a sus últimas
consecuencias".
En relación a esta "alianza criminal",
recordaba José Mármol:
"Ambos gobiernos, brasilero y
argentino, se aliaron en propósitos y medios desde
ese momento infausto, y bajo la debilidad criminal y de una
política
cobarde".
"…El tratado mentía indignamente, y
una mentira tan mal
disimulada a la perspicacia, a la intuición de los
pueblos, es siempre un desdoro, una vergüenza para los
gobiernos que se permiten tales ardides y fascinan con tales
cubiletes".
Por los ríos del Paraná, Paraguay y
Uruguay
fluía la vida. Por las tierras de vegetales
selváticos o esteros relumbraba tranquilos y serenos
días. Hasta que, una vez, los hombres de tres naciones
trajeron los ojos negros de los cañones, el rumor
combativo de las caballerías, los efímeros
campamentos saturados de carpas blancas, los infantes que
disparaban con fusiles a veces, y embestían con bayonetas
otras. Venía la guerra con todos sus
seguidores. Y la muerte
inició su sucesión de largas y macabras jornadas
sanguinarias; la tierra,
antes verde y ahora roja, se convertirá en tumbas y
cementerios.
Las causas esenciales de esta guerra inmoral, ocurrida
entre 1865 y 1870, fueron los intereses británicos, la
ambición brasileña y la ceguera argentina. El
diputado Bustos Fierro, en sesión del 5 de mayo de 1954,
expresaba:
"El imperialismo
inglés
aparece en ese momento sobre Paraguay, sobre ese suelo virgen en
cuanto al crédito
público, que durante sesenta años no había
tenido un solo centavo de deuda con el extranjero, ofreciendo,
para reparar la desolación de la guerra, un
empréstito de 200.000 libras esterlinas, que
–escuché con pavor en la Honorable Cámara- se
reconoció después en la increíble suma de
1.400.000 libras esterlinas. Se hipoteca el destino
económico de la república guaranítica y del
Plata; se lo "yugula" a los intereses del imperialismo
avasallante".
En secreto se hizo la trama, y desde la prensa se
fogoneó el incendio. Paraguay se había mantenido
prescindente de las guerras
civiles entre provincias, y el aislamiento le dio impulso propio.
Un aislamiento totalmente justificable si se tiene en cuenta la
perversa política liberal porteña erigida por
"derecho universal" en heredera, jefa y dueña de la
nación;
le dio medio siglo de prosperidad, y luego su aniquilamiento a
manos de traidores y cipayos al servicio del
imperio inglés y de la masonería.
Refuerza este concepto
Giménez Vega:
"La guerra con el Paraguay, por sus antecedentes, sus
alianzas y pactos secretos –preparativos para un crimen
furtivo y no para una guerra- fue la expresión más
acabada de cansancio, de claudicación y de entrega. Sus
gestores fueron hombres que no probaron su fe en los destinos
americanos en la lucha por la libertad, sino
que crecieron en el juego de la
clandestinidad y de la fuga, compartiendo, en la embajada
sobornadora, el vino del triunfo por el poder,
embriagados en el "odium plebis" que satura toda su literatura
parlanchina".
El progreso "independiente" de Paraguay daba por
tierra con las
teorías
liberales de "libre comercio",
"empresa privada"
y "progreso liberal".
El mismo Dr. Alberdi lo nota y lo dice:
"Hoy mismo, en 1865, ¿por quienes esta
bloqueado el Paraguay sino por sus eternos bloqueadores de toda
la vida, los intereses monopolistas de los que tienen las puertas
del Plata?".
Mientras la prensa liberal levantaba diatribas y
mentiras, y el General Bartolomé Bartolomé Mitre,
"el enano de talla raquítica", preparaba la ruina
del Paraguay, le reconocía al Mariscal Francisco Solano
López:
"V.E. se halla en muchos aspectos en condiciones
mucho más favorables que las nuestras. A la cabeza de un
pueblo tranquilo y laborioso que se va engrandeciendo por la paz
y llamando en ese sentido la atención del mundo; con medios poderosos de
gobierno que saca
de esa misma situación pacífica, respetado y
estimado por todos los vecinos que cultivan con el relaciones
proficuas de comercio; su
política está trazada de antemano y su tarea es tal
vez más fácil que la nuestra en estas regiones
tempestuosas, y es como lo ha dicho muy bien un periódico
ingles de esta ciudad, V.E. es el Leopoldo de estas regiones,
cuyos vapores suben y bajan los ríos superiores
enarbolando la bandera pacífica del comercio, y cuya
posición será más alta y respetable, cuanto
más se normalice ese modo de ser entre estos
países."
Increíblemente el que escribía esto estaba
preparando la trama que llevaría al genocidio casi
completo del "pueblo tranquilo y laborioso".
La planificación del genocidio estuvo lista
mucho antes del conflicto,
bajo la batuta inglesa. Los últimos detalles se convienen
en Buenos Aires
con la reunión del gabinete en pleno, el representante
brasilero y el propio representante inglés, Eduard
Thornton. Preveía la distribución del botín de guerra y
prohibía entablar conversaciones de paz por separado; es
decir, una guerra "de aniquilamiento".
La prensa imperial y mitrista venía preparando el
ambiente, con
mentiras y diatribas contra "el tirano López", que
"ha infringido todos los usos de las naciones civilizadas"
y el
periódico Standard de Buenos Aires anticipaba que
Mitre "llevará en su victoriosa carrera, además
del peso de glorias pasadas, el impulso irresistible de la
opinión
pública en una causa justa". Las futuras acciones de
guerra dejarán bien en claro quienes fueron los "salvajes"
y genocidas: el Gral. Mitre, que antes llamó al Mcal.
López "el Leopoldo de estas regiones" ahora lo
llama el "Atila de América", "la última
vergüenza del continente" y habla "de los paraguayos
libres que gimen bajo un tirano". Y para eliminar los
gemidos, piensa "eliminar a todos los que
gimen".
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