- Misión y
civilización - Don
Vasco de Quiroga (+1565) - Carta
de la reina Isabel - Dificultades
abrumadoras - Pueblos-hospitales
- Una
utopía cristiana - La
región rebelde de Michoacán - Pacificación
de Michoacán - Primer obispo de
Michoacán (1538) - La
sede episcopal de Pátzcuaro - El
Seminario «Colegio de San
Nicolás» - Fundador de
pueblos cristianos - «Información
en Derecho», y en amor - Reglas y
ordenanzas de los pueblos-hospitales - Muerte
pacífica - Santa Fé
de La Laguna
Don Vasco de Quiroga fue sin duda alguna el personaje
más importante e influyente para la historia de Pátzcuaro
a principios de
la época colonial. Nació en la villa Madrigal de
las Altas Torres en España.
Fue instruido como abogado. Este hombre sabio y
dedicado llegó a la Nueva España en el año
1531, a la edad de 60 años y como miembro de la segunda
Audiencia, un cuerpo administrativo y judicial enviado por la
corona para gobernar la colonia. Dicho grupo fue
comisionado para organizar el territorio y reparar el daño
hecho por la primera Audiencia, presidida por el inescrupuloso
Nuño de Guzmán, quien fue capaz de utilizarla para
obtener el poder y
control que luego
aplicó en su beneficio personal. Fueron
las noticias de la
llegada de la segunda Audiencia las que provocaron la brutal
estampida de Guzmán hacia lo que ahora es
Michoacán.
Dos años después de su llegada, en 1533,
don Vasco de Quiroga organizó su primer pueblo
experimental llamado Santa Fe de México,
nombrado así por su ubicación cerca de la ciudad
capital. En
ese mismo año fundó otro en la ribera del Lago de
Pátzcuaro y lo llamó Santa Fe de la Laguna, lugar
que puede ser visitado y admirado aún en la actualidad.
Posteriormente fundó los hospitales de Tzintzuntzan,
Pátzcuaro, Uruapan, Acámbaro y Cuitzeo. Este tipo
de comunidades fueron esencialmente centros para peregrinos
provenientes de otros lugares del país.
Siguiendo su nombramiento como el primer Obispo de
Michoacán, hacia 1538, don Vasco tuvo la oportunidad de
llevar a cabo plenamente sus intenciones de rehabilitar a los
Purhépechas y elevar sus niveles de vida y cuidados. Sus
planes incluían el reforzar las comunidades, en las cuales
la tierra
pertenecía a todos y cada familia
tenía su propia vivienda y parcela privados. La labor en
los campos y granjas comunales se realizaba de manera rotatoria,
lo que permitía a los indígenas ser autosuficientes
y a la vez tener tiempo libre
para recibir instrucción y práctica espiritual,
también para trabajar en industrias
especializadas, a través de las cuales podían
negociar mutuamente.
Así, don Vasco – luego mejor conocido
cariñosamente entre los nativos como "tata" (papá)
Vasco – continuó estimulando a los desmoralizados
Purhépechas para formar comunidades y desarrollar
diferentes actividades en cada una. No pasó mucho tiempo
antes de que cada población se dedicara a un determinado
producto o
artesanía, enriqueciendo algunas de las técnicas
introducidas por "tata" Vasco con las propias técnicas
prehispánicas y viceversa. Aún ahora y a
través de los siglos es posible admirar el policromado de
las lacas de Uruapan (cuya técnica es
prehispánica), escuchar el rítmico golpear de los
marros que forjan el cobre en Santa
Clara (hoy Villa Escalante). Es más: en algunos de los
comedores más elegantes de nuestro país y del
extranjero se sirven las viandas en la finísima loza de
Patamban y los excelentes trabajos que se realizan en madera y
cerámica dan vida a la decoración de
miles de hogares en muchos lugares del mundo.
Don Vasco de Quiroga murió en la ciudad de
Pátzcuaro el 14 de marzo de 1565 a la edad de 95
años, con lo que se cerró uno de los más
importantes capítulos de la historia de Michoacán,
pues a su muerte la sede
de la diócesis fue transferida a Valladolid, ciudad
favorecida por los virreyes para convertirse en la nueva capital
de la provincia.
Sus restos descansan ahora en la Basílica de la
Virgen de la Salud, que el mismo
fundó en Pátzcuaro. Según la creencia de los
naturales de la región, el espíritu de "tata" Vasco
aún se percibe por los lagos, valles y montañas de
esta tierra que
tanto amó.Ha habido pocas personas a través del
tiempo que hayan logrado tanto en lo que pudiéramos llamar
el "ocaso" de la vida. La veneración que el pueblo
Purhépecha prodiga a don Vasco hace de él mucho
más que una figura del pasado histórico. Su
memorable ejemplo, las instituciones,
especialidades y comercio que
él creó aún persisten y se han enriquecido
de diferentes maneras, lo que hace de este hombre, alguien fuera
de lo común, que forma parte de un vivo
presente.
Misión y
civilización
En su libro Misión y
evangelización en América, Pedro Borges pone de
manifiesto tres cosas muy importantes: Primera, que en las Indias
el esfuerzo evangelizador fue siempre acompañado por un
denodado esfuerzo civilizador, según el cual se adiestraba
a los indios en letras y oficios diversos, tratando de elevarlos
a formas de vida personal y comunitaria más perfectas.
Segunda, que ese empeño civilizador no trató de
hispanizar al indígena, sino de introducirlo en una
civilización mixta. Y tercera, que toda esa obra educadora
de los indígenas fue directamente destinada a la fe, pues
estaban convencidos los evangelizadores de que un cierto grado
mínimo de elevación humana era condición
necesaria para el cristianismo.
En 1552 escribía al respecto Francisco
López de Gómara: «Tanta tierra como tengo
dicho han descubierto, andado y convertido nuestros
españoles en sesenta años de conquista. Nunca
jamás rey ni gente anduvo y sujetó tanto en tan
breve tiempo como la nuestra, ni ha hecho ni merecido lo que
ella, así en armas y
navegación, como en la predicación del santo
Evangelio y conversión de idólatras; por lo cual
son los españoles dignísimos de alabanza en todas
las partes del mundo. ¡Bendito Dios, que les dio tal gracia
y poder! Buena loa y gloria es de nuestros reyes y hombres de
España, que hayan hecho a los indios tomar y tener un
Dios, una fe y un bautismo, y quitándoles la
idolatría, los sacrificios de hombres, el comer carne
humana, la sodomía y otros grandes y malos pecados, que
nuestro buen Dios mucho aborrece y castiga. Hanles también
quitado la muchedumbre de mujeres, envejecida costumbre y deleite
entre todos aquellos hombres carnales; hanles mostrado letras,
que sin ellas son los hombres como animales, y el
uso del hierro, que
tan necesario es al hombre; asimismo les han mostrado muchas
buenas costumbres, artes y policía para mejor pasar la
vida; lo cual todo, y aun cada cosa por sí, vale, sin duda
ninguna, mucho más que la pluma ni las perlas ni la plata
ni el oro que les
han tomado, mayormente que no se servían de estos metales en
moneda, que es su propio uso y provecho, aunque fuera mejor no
les haber tomado nada» (Hª de las Indias, I p., in
fine).
Y en 1563 decía Martín Cortés al
Rey en una carta: «Los
frailes, ya V. M. tiene entendido el servicio que
en esta tierra han hecho y hacen a Nuestro Señor y a
Vuestra Majestad que, cierto, sin que lo pueda esto negar nadie,
todo el bien que hay en la tierra se debe a ellos, y no tan
solamente en lo espiritual, pero en lo temporal, porque ellos les
han dado ser y avezádoles a tener policía y orden
entre ellos y aun obedecer a las audiencias» (+P. Borges,
Misión VII).
Pues bien, uno de los modelos
más perfectos en México de esta acción
a un tiempo civilizadora y evangelizadora lo hallamos en don
Vasco de Quiroga (ib. 97-103). Éste fue el primer obispo
de Michoacán.
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