Investigación
musicológica y creación musical
contemporánea: posibilidades de
retroalimentación
Este congreso ha reunido en esta sesión varias
comunicaciones dedicadas al estudio, desde diferentes
perspectivas, de músicas creadas en las últimas
décadas. Con seguridad, todas estas ponencias
presentarán algunos rasgos comunes, directamente
relacionados con el tema central que aquí trataremos.
También existen semejanzas, por supuesto, entre las
diferentes aproximaciones al estudio de la música
romántica, o al del canto gregoriano. Pero interesa
concentrarse ahora en una característica consustancial a
toda investigación musicológica dedicada a la
creación musical estrictamente contemporánea, y
que, por definición, resulta privativa de este
ámbito de estudio. Se trata de la coincidencia en el plano
temporal, es decir, la simultaneidad, entre la creación
musical estudiada y la propia actividad
musicológica.
Sabemos que el trabajo de eminentes musicólogos
ha servido, y así seguirá siendo, para redefinir
nuestra visión sobre un determinado objeto de estudio (sea
éste un periodo histórico, un género
musical, un músico en particular, etc.).
Esa tarea, o más bien aspiración,
también es compartida por la investigación musical
que explora la contemporaneidad. Pero, a diferencia de la
musicología que se enfoca hacia momentos históricos
más lejanos, la que se centra en el presente ofrece un
atractivo peculiar: la posibilidad de interferir en el propio
objeto de estudio, modificando la realidad analizada.
Utilizando un símil extraído del
ámbito de las ciencias (algo, por otra parte, tan
característico en la composición musical que se
denomina contemporánea), lo que aquí comentamos
recuerda al principio de indeterminación,
también llamado de incertidumbre, fundamental para
la mecánica cuántica. Entre las primeras
consecuencias de este hallazgo de Heisenberg encontramos que la
observación de un fenómeno puede alterar el
fenómeno mismo. Si, por ejemplo, quisiéramos
observar con un microscopio imaginario un electrón en
movimiento, su órbita se vería perturbada por la
luz utilizada en nuestra observación. Retornando a la
musicología, surge la duda: la observación, el
estudio de una realidad musical viva, ¿modifica la
realidad observada? Si admitimos esta posibilidad, estaremos
reconociendo al musicólogo la capacidad de interferir en
el desarrollo futuro de la música que estudia. Ahora bien,
esta capacidad, exclusiva de la musicología enfocada hacia
el presente, sólo se actualizará si y cuando
nuestro microscopio imaginario apunte correctamente al objetivo
deseado, y su luz llegue a alcanzarlo.
La consciencia de que el trabajo del musicólogo
puede afectar, interferir en el trabajo del compositor o
intérprete de música contemporánea,
generando ecos y respuestas en la evolución creativa de
los creadores, tiene también su cotejo desde el punto de
vista de estos autores. ¿Qué puede encontrar, por
su parte, un compositor o intérprete en la labor del
musicólogo?
La respuesta más inmediata: un análisis de
su trabajo. Y, siendo todo análisis una
interpretación, si ésta resulta coherente
desprenderá, tácita o expresamente, una
valoración. Pero las implicaciones de la labor
musicológica no terminan aquí. Esa
valoración obedecerá a determinados principios
estéticos o técnicos, que pueden estar integrados
en un sistema más complejo. En fin, el compositor o
intérprete, cuyo trabajo obedece también a unos
principios estético-técnicos quizá derivados
de un sistema, ve confrontados sus planteamientos con los del
musicólogo. Una dialéctica crítica entre
ambos sistemas, pensamos, es necesaria para el desarrollo
coherente del pensamiento musical compositivo, interpretativo y
musicológico.
Se puede objetar, ante el razonamiento anterior, que la
función valorativa del hecho musical, como resultado de su
confrontación con un sistema de valores preestablecido, es
una ocupación propia de la crítica musical, y por
tanto ajena al trabajo estrictamente musicológico.
Además, y hablando de la crítica, también
podría argüirse que ésta siempre ha
desempeñado y sigue desempeñando su función
con simultaneidad a la creación musical, precisamente lo
que antes habíamos reservado a la musicología
dedicada al estudio del periodo contemporáneo.
Respecto a esto último, es cierto que la
crítica musical, durante toda su historia, siempre se ha
desarrollado sincrónicamente a la música que
criticaba. Además, por sus características, la
crítica ha provocado cambios trascendentales en la
evolución de la música. Pero esas mismas
características le impiden desarrollar plenamente la
función que atribuimos a la musicología. La
crítica musical es víctima de numerosas
limitaciones: temporales (sus dictámenes no suelen estar
demasiado meditados), de extensión (lo que llega a
provocar cortes y otras mutilaciones), o de estilo (siempre
condicionado por el público receptor del mensaje), por no
hablar de las presiones comerciales de toda índole que
afectan al trabajo del crítico musical. La
musicología, sin ser del todo ajena a estos
condicionantes, sí puede y debe aspirar a trascenderlos,
para poder presentarse como verdadera ciencia. Hablaremos
entonces de una musicología crítica, aunque
la expresión nos parezca algo redundante.
Se ha señalado ya la necesidad de una
confrontación entre la perspectiva musicológica y
la actividad musical por ella estudiada. Pero para que pueda
establecerse alguna dialéctica entre estos sistemas de
pensamiento, junto a los elementos diferenciadores,
característicos de cada sistema, deben existir algunos
comunes, que al menos nos permitan comprender que el
musicólogo, el compositor, el intérprete o
cualquier otro participante en la discusión se refieren a
una misma cosa. Existiendo esos presupuestos comunes,
básicos, la comunicación puede tener lugar. Sin
embargo, es posible que no exista acuerdo ni siquiera en los
fundamentos. En ocasiones, incluso el concepto mismo de
"música", tal como lo entienden determinados autores,
impide la posibilidad de establecer un diálogo con un
compositor o intérprete vinculado a nuestro
tiempo.
Mencionamos todo esto porque a menudo detectamos en el
trabajo de algunos musicólogos planteamientos que poco o
nada tienen que ver con el pensamiento musical actual, al menos
tal y como éste se concibe hoy en la tradición de
Occidente. Y resulta muy difícil establecer un
diálogo como el que se ha propuesto desde unas coordenadas
mentales tan lejanas a las reflexiones de los compositores e
intérpretes dedicados a la creación musical de
nuestro tiempo, es decir, de quienes han seguido el desarrollo de
nuestra tradición musical hasta la actualidad y pretenden
continuarlo.
Para subrayar la actualidad de estas disfunciones en el
panorama musicológico español, analizaremos un
artículo de la Revista de la Sociedad Española de
Musicología. Aparece en el último número
publicado en el momento de escribir estas líneas. Lo firma
Marcos Andrés Vierge, y se titula nada menos que
Sonido, forma y belleza. Como se nos informa desde el
resumen, este artículo "reflexiona sobre la
relación entre los conceptos de sonido, forma y belleza,
desde el punto de vista de la expresión musical
occidental".
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