- Resumen
- Los enfoques tradicionales vs el
paradigma de la sustentabilidad - Didáctica
para una educación ambiental
sustentable - Conclusiones
- Bibliografía
citada
Resumen
El grave problema medioambiental que padece la especie
humana ha derivado en una verdadera crisis
planetaria, la cual se ha visto enmarcada por intensos debates a
nivel internacional. A este respecto los esfuerzos en lo
individual y lo colectivo no han propiciado un verdadero cambio en las
formas y estilos de pensar, sentir y manejar dicha
situación problemática. La génesis del
problema se sitúa en las vertientes del proceso
educativo, el cual sólo ha servido para estructurar un
discurso
oficialista que en nada contribuye al necesario equilibrio
social, humano y ecológico. Es la falta de propuestas
educativas coherentes con esta realidad la que no han permitido
llevar a las sociedades
actuales a la adecuada alfabetización científica y
tecnológica que se precisa, y mucho menos al logro del
sustrato cognitivo, afectivo e ideológico que exige un
cambio de paradigma que
apunte a la sostenibilidad.
Introducción
A la entrada del nuevo siglo el estigma de la
supervivencia parece ser el denominador común. El grave
conflicto
medioambiental que padece la especie humana fue en su momento
destacado por diversos investigadores, destacando entre ellos
Bybee (1991), quien lo denominó como una auténtica
emergencia planetaria. Para adecuarse a este nuevo escenario,
inédito por sus formas, la humanidad enfrente un complejo
proceso de transformación, el cual precisa de la construcción de nuevos paradigmas
bajo los que pueda enmarcar su quehacer social. Este hecho exige
incursionar en intensos debates teóricos y conceptuales,
los cuales incorporen el cúmulo de rituales, mitos y
leyendas,
formas y usos, hábitos y costumbres, que en asombrosa
sinergia han
dado vida a lo largo del tiempo a los
modelos de
organización socio-cultural. A este
respecto, la dinámica de estos tiempos aciagos, llamados
por algunos como "del conocimiento"
han incorporado un caudal de información, mucha de la cual solo ha
contribuido a la confusión bajo la que actualmente se
tratan estos temas.
En este orden de ideas, organismos como la UNESCO han
impulsado una política
internacional de concienciación, instituyendo la
"Década de la Educación Para el
Desarrollo
Sustentable (2005-2014)", la cual define por sí misma
la necesidad de educar pensando en un futuro común, sin
que hasta la fecha se haya podido cualificar y cuantificar los
beneficios de esta iniciativa, la cual corre el riesgo de
diluirse en medio de debates políticos e intereses
comerciales, tal como ha ocurrido con las cumbres de Río
(Cumbre de la Tierra,
1992) y Johannesburgo (2002). Suerte similar ha corrido el
Tratado de Kyoto y el tan conocido informe
Brundtland sobre el desarrollo
sostenible (Comisión Brundtland: Comisión
Mundial del Medio Ambiente
y del Desarrollo,
1983), entendiendo este paradigma como aquel que satisface las
necesidades de las actuales generaciones sin comprometer la
supervivencia de las futuras descendencias, privilegiando el
equilibrio social, económico y ecológico; dicho de
otra manera: alcanzar la justa medida entre la actividad humana y
la estabilidad ecológica. A la postre la percepción
que se tiene en el imaginario colectivo es que se trata de
simples epístolas cargadas de buenas
intenciones.
A todo lo anterior se suma la falta de propuestas
educativas que lleven al logro de una alfabetización
científica y tecnológica efectiva, derivando su
ausencia en la consolidación de sociedades carentes de los
sustratos cognitivos, afectivos e ideológicos que permitan
su arraigo cultural. Este podría explicar el por
qué del fracaso de muchas iniciativas locales o regionales
(ejemplo: diseño
de ecotecnologías), mismas que han quedado en esfuerzos y
éxitos focalizados y de bajo impacto social. Incluso entre
los docentes,
responsables de operar las estrategias
pedagógicas que lleven al cambio radical en las escalas de
valores de sus
estudiantes (y por ende en el de sus actitudes),
quienes no han podido concretar una mediación efectiva,
debido en parte a que ni ellos poseen las percepciones y los
comportamientos necesarios para modelar su discurso, quedando su
participación en triviales respuestas de carácter localista (Edwards et al.,
2004), definidas como atomistas, de corte cartesiano.
Los enfoques
tradicionales VS el paradigma de la
sustentabilidad
Es así como no existe un arquetipo educativo que
pueda ser empleado más allá del nivel escolar de
que se trate, discurriendo los niveles de intervención
educativa, inmersos en los múltiples diseños
curriculares internacionales, entre los siguientes abordajes
modélicos:
- Conservacionista. Enfocado a la
preservación de los recursos
naturales, sin que se considere su aprovechamiento con
fines comerciales. Se asume como una actitud
pasiva ante el medio ambiente, de
carácter contemplativo, cuyos referentes se
sitúan en los enfoques místicos y espirituales
con los que el hombre
primitivo veneraba a la naturaleza.
Su abordaje es básicamente empírico, centrando el
proceso de enseñanza–aprendizaje de
la Educación
Ambiental en saberes tradicionales (construcciones
sociales). Se destaca su presencia en países
latinoamericanos. - Ecologista. Centrado en el estudio de los
recursos
naturales a partir del dominio
teórico-conceptual que posee el ser humano de su entorno
biótico y abiótico. Define su nivel de
intervención a partir del conocimiento que se tiene de
la naturaleza, sus ciclos y estadios. Su abordaje es
disciplinar y su perspectiva didáctica se sustenta en el estudio de la
ecología
como ciencia
rectora, sin profundización social y
económica. - Ambientalista. Asocia aspectos del saber
tradicional con el ecológico, producto
éste último de la divulgación
científica. Obedece a un neoanalfabetismo ilustrado, el
cual determina abordajes educativos, conceptuales y
metodológicos, situados, tales como sembrar árboles, pintar letreros, limpiar fincas,
etc. Se puede entender como interdisciplinar en tanto su
abordaje didáctico se concentra en todas las disciplinas
que contempla el currículo. Intenta el reconocimiento de
la diversidad biológica con sentido social. - Medioambientalista. Conjuga el "saber
común" con el "saber científico". Se integra a
partir de las llamadas Ciencias
Naturales. Se admite bajo una conjunción de objetos
de estudio separados de acuerdo a las distintas disciplinas que
lo integran. Su enfoque es multidisciplinar y su didáctica sienta sus raíces en los
abordajes por "módulos". - Holista. De corte integrador, se adjudica el
estudio de los fenómenos bajo una óptica que asocia todo tipo de
conocimiento (tradicional, común, ecológico,
científico, etc.), aceptando la subjetividad de lo
objetivo,
entendiendo que el ser humano es parte de aquello que dice
estudiar. Tal como lo afirma Ruiz (2000: 11) "Integrar no es
sumar ni conjuntar, sino que presupone la interconexión
de las cosas sobre la base de que entre ellas no existe la
separabilidad (sic) con que insistimos en percibirlas". Esto se
resume en que la educación, para este caso ambiental, debe
ser para la vida, en la vida y de por vida (Ruiz, 2000:14).
Contiene una dimensión ética y
afectiva, con amplio sentido social. Se entiende como
transdisciplinar, dado que impregna todo el
currículo. - Sustentable o Sostenible. Orientado hacia lo
que se ha definido como un nueva visión
pedagógica (González, 2007), propugna por una
cosmovisión que afirma que si bien es necesario
enseñar desde la naturaleza, esto no basta, aun cuando
ésta se constituya en una excelente objeto de
aprendizaje; es necesario educar para un medio ambiente
dinámico y cambiante, el cual exige adoptar una actitud
proactiva ante él. Partiendo de lo que se sabe sobre el
medio ambiente se debe estructurar una ética en torno al rol
que el ser humano debe cumplir, considerando sus relaciones,
límites y alcances. En el plano educativo
se habla de estimular la formación de sociedades
benéficamente justas y ecológicamente
equilibradas, que conserven entre sí una relación
de interdependencia y diversidad (González, 2007). Por
ello tiende a ser un abordaje mixto, que propende a la
transversalidad del currículo.
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