Según Mertens, (2000) la Formación por
competencias no es solo incorporar la dimensión de
aplicación de conocimientos y habilidades, sino que se
corresponda con las necesidades estratégicas de la empresa
en todos los sentidos.
Como una de sus dimensiones fundamentales está la
identificación de competencias. Existen enfoques, con una
base epistemológica y psicológica diferente. Como
quiera que se vea el problema, la competencia no puede separarse
del sujeto que la posee o que la demuestra. De ahí que sea
una cuestión no resuelta la aclaración de su lugar
en la persona, su génesis y adquisición.
Los enfoques del concepto competencia en el
ámbito del trabajo son: conductista, funcionalista,
constructivista. También se plantean metodologías
diferentes para identificarlas: funcional, estructural y
constructivista. Conceptos y metodologías están
relacionadas.
En la metodología del análisis conductista
se utilizan algunos instrumentos para determinar las competencias
básicas o genéricas a partir del análisis de
la actividad productiva. Su categoría central es la
ocupación y tarea. Se basa en el desempeño
efectivo. Parte de la persona que realiza bien su trabajo, sus
comportamientos laborales. Se critica su concepto muy amplio de
competencia y partir de alto desempeño del
pasado.
En el análisis funcional como su nombre lo indica
se valoran las funciones, pasa por las que corresponden a
elementos de competencia que configuran posteriormente los
componentes normativos. Aquí se centra en el
resultado que se espera lograr, no en como se hace. El
concepto de función es más amplio que el de tarea
(CONOCER, 1998).
El enfoque constructivista tiene como eje el
desempeño y percibe el trabajo en el sentido de plantearse
estrategias de construcción del conocimiento. Tiene dos
estrategias de identificación que son la Formación
en Alternancia y Pedagogía de la Definición. Ambas
son aplicables a diferentes niveles. No solo identifica sino que
va al desarrollo de competencias. Se aplica en el propio
desempeño (CONOCER, 1998).
Indistintamente se utilizan los términos de
competencia, competencia laboral y competencia profesional. No
existe acuerdo en su conceptualización ni tampoco una
profundización en su explicación teórica.
Dentro del enfoque conductista con la metodología del
análisis ocupacional, nos encontramos diferentes
definiciones, pero todas centradas en los atributos de la persona
que determina un desempeño superior o exitoso.
En sentido general todos se refieren a un conjunto de
características o atributos entre los que incluyen
conocimientos, habilidades, actitudes, destrezas (Muñoz,
en CINTERFOR, 2000) y en el marco empresarial se incluyen valores
(Electricidad de Caracas, Manesa, Buck Consultants,
Petróleos Venezuela). Así se plantea como
competencia la enumeración de un conjunto de
atributos y por otra parte se establece una relación con
el resultado o desempeño requerido.
En el enfoque funcional se pone énfasis en las
tendencias globales del mercado y requiere de indicadores
identificables en el campo laboral. La persona es competente
cuando demuestra que sabe (Conocer, 1998) cuando se identifica en
las normas (NCVQ en CINTERFOR, 2000).
En el enfoque constructivista se concibe la
competencia como que emerge y se desarrolla al estar
consciente la persona de los conocimientos, habilidades y
destrezas que posee, así como el contexto donde son
susceptibles de ser aplicados (CONOCER, 1998). Uno de sus
promotores B. Schwartz la concibe como la actitud de un individuo
para desempeñar una función productiva en
diferentes contextos de trabajo y en base a resultados esperados
(CONOCER, 1998).
En cuanto a su definición unos autores lo hacen
en términos de capacidad (Salas, 1977; Bazdresch,
1998, Engels, 1986) donde incluyen tanto elementos cognoscitivos
como los conocimientos y habilidades, y otros más
dinámicos como las actitudes, lo que desde el punto de
vista personológico es inadecuado (D´Angelo,
2000).
En otros casos, la expresan como conjunto de
atributos donde incluyen los conocimientos, destrezas,
actitudes (Liuch; Mertens, 1998; Caro, 2000) algunos
además de estos atributos le incluyen los valores
(Muñoz, en CINTEFAR, 2000; Boyatsis, en Cuesta,
2001).
Todas estas acepciones de la competencia están
relacionadas con el desempeño pero en la perspectiva
futura y no evidente. En ninguno de ellos aparecen elementos
indicadores de evidencia de desempeño o la necesidad de su
reconocimiento mediante demostración.
En ellas se ve, no obstante, que no se refieren a
cualquier tipo de conocimientos, habilidades o actitudes sino que
están vinculadas al desempeño del área
laboral de que se trate.
Pocos casos definen esta categoría dándole
un lugar de mayor relevancia y papel dentro de la persona. M.
Fiddler (1994) la identifica como una cualidad individual o
Gonczi en CINTERFOR (2000) que la ve como una compleja estructura
de atributos necesarios para el desempeño.
Estos autores, sin profundizar en sus aspectos
teóricos, van dándole forma a ese conjunto de
atributos no llegando a una concepción más profunda
de cómo al entrar en relación para un determinado
fin puede lograr una estructura compleja donde probablemente se
produzca una cohesión funcional de la
personalidad.
En el caso de autores cubanos, desde 1977 se interesaron
por esta cuestión. R. Salas (1977) realiza un trabajo en
el área organizacional donde concibe la competencia como
una capacidad, diferenciándola del desempeño. Por
otra parte, Guach, J. C. (2000) presenta un concepto interesante
al verla como un modo de funcionar la persona para posibilitarle
tomar decisiones. Encontramos más recientemente a A.
Cuesta que en esa misma esfera, asume la definición de
Boyatzis expresada como características subyacentes cuya
relación causal está en una actuación
exitosa, (Cuesta, 2001). También se encuentran trabajos
realizados en el área educativa que van a competencias
especificas como; cognoscitiva (Valladares, 1996) que las ve como
procedimientos y modos de acción; comunicativa
(Fernández, 1999) que la define como una
orientación psicológica; y profesional (Forgas,
2003; D´Angelo, 2000) que la conceptualizan como
integración de un conjunto de aspectos
profesionales.
Como se puede apreciar es un término que cada vez
se utiliza más en variados campos, pero que no ha llegado
a una elaboración teórica acabada. En la
mayoría de las definiciones se destacan aspectos a los que
se les da más peso que a otros. Se pudieran resumir sus
características de la siguiente forma:
- Está integrada por diferentes elementos, uno
de los cuales está referido a las acciones o
procedimientos de la actividad profesional o
laboral. - Sus elementos componentes son de diferente
carácter. - Funciona de manera integral, por lo que supone una
estructura. - Está condicionada por su relación con
la actividad laboral específica. - Su funcionamiento holístico e integral lleva a
que sea vista como una capacidad. - Relaciona la teoría y la
práctica.
Teniendo estos conceptos como premisa se conciben
diferentes diseños curriculares dirigidos a la
formación por competencias.
Una
conceptualización de la competencia
profesional.
Los enfoques hasta ahora vistos y el estado actual de la
categoría no permiten plantear que su
conceptualización esté resuelta.
Ni la concepción ocupacional, ni la funcional ni
la constructivista pueden explicar adecuadamente la
concepción y origen de la competencia. Una de las
razones que lo impiden es el marco en que se han desarrollado.
Están permeadas por la práctica o desempeño
laboral. Por tal razón, se requiere de un análisis
apartado de estas condiciones.
Indiscutiblemente no puede separarse la competencia del
ámbito en que se requiere. Las características y
condiciones de actividad productiva o social determinan aspectos
de contenido de las competencias. Pero este hecho no elimina la
realidad de que ella constituye una estructura compleja de la
persona, que la hace desempeñarse de manera integrada en
determinadas condiciones de actividad. De ninguna forma puede
limitarse a una visión enmarcada en el contenido de los
cargos o puestos específicos de trabajo, auque puedan ser
su referente.
En ella se interrelacionan de manera integral un
conjunto de elementos que determinan la calidad y el alcance de
los fines que los cohesionan. Incluye capacidades, conocimientos,
habilidades, destrezas, actitudes, motivaciones y
valores.
Si se trata de un nivel de funcionamiento con una
calidad en los marcos de una determinada actividad, no
bastarán los aspectos cognoscitivos sino que entran a
jugar un papel decisivo los elementos dinámicos que
comprometen afectivamente a la persona con ese actuar y que la
impulsan a ello.
En la literatura que ha intentado ser cuidadosa se ha
hecho referencia a quien se considera el creador del concepto
competencia en 1965, Noam Chomsky. Desgraciadamente el
traslado del término a diferentes áreas ajenas y la
elevada especialización del ámbito donde surge han
imposibilitado que su transferencia implique una real
asimilación de su contenido. De esta manera han surgido
diferentes manipulaciones.
Sin pretender agotar la profundidad de un concepto tan
complicado es conveniente acotar una cuestión vital de lo
expresado por Chomsky. El autor plantea la distinción
fundamental entre la competencia y la actuación. Esta
última no refleja directamente la competencia (Chomsky,
1965) Esta es subyacente y entre la competencia y la
actuación, juegan un papel fundamental las
características y limitaciones de procesos que
están comprometidos e imponen regulaciones a la
actuación.
Lo que la persona hace (actuación) tiene que
distinguirse de lo implícito (competencia). Si bien,
generalmente, se utiliza la vía de la actuación
para conocer o identificar las competencias, es un error
considerar que la competencia se reduce a la actuación
(Chomsky, 1981).
En la base de la competencia permanecen un conjunto de
estructuras que interactúan entre sí y con otras de
sistemas diferentes y si bien se diferencia de la
actuación, se desconocen completamente las relaciones
entre ellas que se atribuyen a la existencia de "estructuras
internas" y "estructuras externas" o "superficiales" (Chomsky,
1982).
Las tesis de Chomky son reafirmadas por recientes
investigadores que reconocen sus certeros aportes distinguiendo
las teorías que se refieren a la competencia (saber,
habilidades y creencias para actuar) de las teorías
que se refieren a la forma en que utilizamos tal saber. Para
aclarar esta cuestión se ha llamado teoría de
competencia a las representaciones de medios para la
acción socialmente adecuada y a las teorías de la
actuación las denominan teorías para la
producción de la acción. En las
premisas están los razonamientos, representaciones,
conocimientos, comprensión, modelos, etc cuya
explicación científica difiere de las otras
teorías en las que se encuentran las intenciones, las
formas de utilizar, de realizar la acción, la que se
ilustra en como a veces la acción toma una forma que
difiere de nuestra representación (competencia) y la
persona se ve en la necesidad de hacer una
reinterpretación de la misma "no fue esa mi
intención" (Harre, 1983).
Para Chomsky la competencia (en el caso del lenguaje) es
un atributo que se articula y perfecciona mediante la
interacción con el entorno (Chomsky, 1974).
Independientemente de su posición innatista con respecto
al origen de formaciones psíquicas en la persona que lo
llevó a extenderlas a su papel social o a concebirlas como
los brazos y las piernas, su teoría revoluciona aspectos
importantes del conocimiento del hombre. Como el dijera no
distinguir competencia de actuación es una
"confusión conceptual". A él se debe la idea
acertada de que el aprendizaje solo puede tener sentido si no se
aplica a los repertorios de comportamientos sino a las
características significativas que lo determinan en este
caso a la competencia subyacente.
Como expresara el autor, el concepto de competencia debe
ubicarse en un nivel como categoría junto al de
aprendizaje y comportamiento sin limitarlo a un terreno
específico y tomando como premisas sus aportes en la
explicación del mismo, aunque hayan salido del estudio
específico del lenguaje humano.
Para Chomsky "la estructura superficial es a menudo
engañosa y nada explicita" y supone propiedades más
abstractas que no se evidencian directamente, por lo que la
competencia no puede ser explicada por el
comportamiento.
Esto significa sin lugar a dudas que los mecanismos de
formación de la competencia difieren de los mecanismos de
formación de la actuación.
A nuestro juicio basado en la concepción
histórico-cultural, la competencia es la posibilidad de
integrar un conjunto de funciones y estructuras de diferentes
niveles de terminación y de momentos de
culminación, que al orientarse hacia una profesión
o actividad se perfecciona, se integra y coordina
funcionalmente.
Las funciones psíquicas superiores son el
resultado de un proceso histórico y cultural sobre la base
de las relaciones sociales en el que se incluye un período
externo (Febles, 2000).
El hombre es capaz, ante situaciones reales o
académicas, mediante su autorregulación, su
conocimiento de sí y sus recursos de seleccionar aquellos
componentes que le permiten actuar de manera más
competente. En la medida que para él tenga más
sentido y motivación dicha actividad, se la represente
mejor, así integrará y seleccionará todo lo
que tiene formado y lo potencial. Comienza de esta manera un
proceso rápido o más lento de perfeccionamiento,
incorporándole contenidos y cambios para conformar su
competencia.
La competencia formada es subyacente a la
actuación lo que se evidencia en las diversas
combinaciones de ambas. Existen casos en que estando formada la
competencia puede truncarse si en el desempeño profesional
incorpora elementos negativos que sin llegar a considerarse
incompetente ponen al sujeto en una posición no ajustada a
las exigencias.
Según Vigotsky (1987) "el hombre crea él
mismo estímulos que utiliza como medios para dominar su
conducta". Si no hubiera sido preparado en una profesión y
se encontrara en una situación problémica, se
vería impelido de seleccionar los procesos y estructuras
que considere le permiten resolver la
situación.
Constituye una tarea de la ciencia descubrir las
relaciones y enlaces de los integrantes de la competencia y sobre
todo el carácter de su contenido. ¿Gracias a
qué se realiza la integración? ¿El contenido
de la profesión, el sentido de la profesión para el
sujeto, la lógica de la profesión?
Por otra parte, cuál es la relación y el
tipo de enlace entre la competencia y la actuación. Al
plantear sus componentes solo estamos aportando a uno de los
aspectos de la investigación.
Lo difícil y urgente es buscar la esencia de esa
forma superior, ya que cobra mayor sentido el pensamiento de Marx
de que "si la forma de manifestación y la esencia de las
cosas coincidieran directamente, entonces cualquier ciencia
sería innecesaria" (Marx, en Vigotsky (1991) Tomo 5 obras
completas).
Para seguir su posición materialista hay que ver
la competencia como una estructura psicológica que es
socialmente determinada.
La competencia, por tanto, incluye diferentes elementos
por lo que no puede reducirse a ninguno de ellos. Asimismo,
está sesgada por el carácter de la actividad a la
que se orienta y que establece exigencias, pero tampoco puede
reducirse a términos de desempeño o
resultados.
Ellas son producto de la enseñanza y la
actividad, estando en constante desarrollo. Cuando se ponen en
juego, se aplican a la actividad, se van estructurando mejor y
funcionan con un nivel cohesionado que determinan la calidad del
desempeño.
El concepto de competencia profesional que
proponemos la define como una estructura psicológica,
holística, compleja, de componentes que llevan a un
funcionamiento integrado del sujeto orientados al
desempeño de la profesión.
Componentes que
conforman la estructura
Cuando se intenta expresar los componentes de una
estructura compleja, se corre el riesgo de que se afecte de
alguna manera la visión de sus relaciones y
dinámica. No obstante, es imprescindible para su
comprensión realizar un análisis de cada uno para
lograr tener una idea de su magnitud que de ninguna manera
refleja la manera y determinantes de su integración y
funcionamiento y mucho menos de su génesis.
Los componentes de esa estructura, a nuestro juicio, son
las capacidades, las actitudes y motivos, los valores y el que
consideramos el componente esencial, el modo de actuación
profesional.
Las capacidades no pueden existir fuera de una actividad
dada. Con relación a la competencia más que hablar
de una capacidad, es necesario hablar de capacidades. Como
expresa Mertens (2000) las competencias se refieren a capacidades
integradas y no a la suma de saberes. Ni puede reducirse a la
capacidad de realizar tareas en el puesto.
Como componente de la competencia preferimos incluir en
las capacidades, los conocimientos y sistemas de operaciones y
acciones genéricas que el individuo ha desarrollado en su
vida y que pueden ser transferibles a diferentes actividades. No
obstante, al ser consideradas dentro de una competencia
profesional, son seleccionadas por el carácter de la
actividad dada. Ellas están vinculadas a los procesos
intelectuales que se traducen en estrategias de aprendizaje,
manejo de información, etc.
Estas capacidades, y por tanto sus componentes, son el
producto de una selección de "actividades
psíquicas" que realiza el hombre entre sus capacidades
elementales ya formadas, cuando inicia la profesión o se
prepara para ella. Esa selección está determinada
por las exigencias objetivas del tipo de actividad (Rubinstein,
s/f). Por eso, aunque genéricas, su selección
obedece a la profesión y forman parte de la competencia
profesional.
Pero esas capacidades por sí solas, no determinan
la competencia en una esfera específica. Cada
profesión tiene sus modos de proceder con los objetos que
se relaciona. Es por ello que la competencia incluye otro
componente que identifica un conjunto de acciones que llegan a
conformar el modo de actuación
profesional.
Como plantea Rubinstein (s/f) a ellas no se incorporan
contenidos formales, sino que reflejan determinadas relaciones
que se generalizan para constituirse en capacidades
específicas. En este caso, específicas de la
profesión. Por tanto, son operaciones
históricamente formadas como resultado de relaciones en la
esfera de objetos y que se han conformado mediante procesos
internos del sujeto que le permiten su
aplicación.
El rendimiento de la persona depende de lo bien
reguladas y del funcionamiento de esas operaciones o formas de
actuar de la profesión dada (Rubinstein, s/f).
Por eso es imprescindible los procesos de
análisis y generalización de esas relaciones y la
organización de esas operaciones asimiladas, en la esfera
de que se trate. El hombre tiene que hacer suyo el sistema de
operaciones mediante esos procesos. Estos son de naturaleza
activa y mediada por personas. El sistema de operaciones incluye
los conocimientos específicos de la
profesión.
El modo de actuación profesional es una
categoría poco utilizada, pero que refleja un componente
complejo de la competencia profesional. Es su principal
componente.
Se ha planteado que el modo de actuación
es una generalización de los métodos que deben
desarrollar los profesionales (Mestre, 1996) pero no puede verse
de manera tan simple por cuanto no solo incluye el dominio de los
métodos específicos de la profesión, sino
que también materializa una lógica en el proceder
del profesional.
En él se incluyen también las habilidades
profesionales, así como la representación de las
tareas y los resultados de la profesión.
Los métodos que forman parte del modo de
actuación son los que constituyen los sistemas de
operaciones y acciones específicas determinadas desde el
interior de la profesión, y mucho más, de la propia
organización en que se aplica. Aquí se incluye el
dominio de los instrumentos y herramientas particulares para la
solución de los problemas típicos de la
profesión, las tecnologías propias de ella y a
veces el marco de aplicación, el trabajo con diferentes
métodos que no solo se refieren al plano práctico
sino intelectual. La definición de éstos para la
profesión de que se trate, determina que se identifique
adecuadamente el modo de actuación.
Pero no basta con tener precisados los métodos,
es necesario que se organicen con una determinada lógica
que no incluye solo la secuencia al proceder, sino que tiene en
cuenta las condiciones, características y naturaleza de la
profesión.
Otro componente del modo de actuación profesional
lo constituyen las habilidades profesionales. Como expresa
Mestre (1996), son una generalización de habilidades,
determinada por las características de la
profesión.
Están conformadas por sistemas de acciones con
cierta independencia y cuyo contenido está determinado por
la profesión (Talizina, 1985). Son, por tanto, como
expresa Lanuez (1990) formaciones ejecutoras particulares de la
profesión.
Como se ha visto, una de las cuestiones que
contribuyó a superar el conductismo es la
afirmación demostrada por algunos investigadores acerca de
la relación entre las acciones y el contenido
psicológico interno. En este sentido se explica tanto la
relación entre ellos como lo errado de considerar que la
sucesión de movimientos directamente visibles es
idéntica a la estructura psíquica
interna.
Las acciones son reguladas por formaciones
psíquicas en las que están presentes
representaciones de la acción, anticipación de la
meta o resultado que se alcanzará con la acción,
así como la predicción del programa de
acción y sus condiciones. En las acciones juega un papel
todo este proceso no sólo cognoscitivo, el cual tiene un
carácter complejo, donde intervienen un conjunto de
capacidades de carácter secuencial y jerárquico en
dependencia de la complejidad de la tarea (Luria, 1970 citado por
W. Hacker).
Las acciones, que llegan a constituirse en
métodos y forman parte del modo de actuación del
profesional, tienen un carácter generalizado y
proporcionan un margen de libertad para la actuación
individual.
Mientras mejor formado esté ese contenido interno
será más efectiva la representación del
proceso tecnológico y la estimación de los posibles
errores. La tarea de la enseñanza y el entrenamiento esta
en lograr la formación óptima. En ella es de gran
importancia el hecho de que el desarrollo y entrenamiento en las
estructuras psíquicas es determinante y superior a la
enseñanza de las acciones propiamente externas (Hacker,
1987). Por eso el modo de actuación debe permitir
formas de proceder diferentes y la selección de programas
de acción que conduzcan a la misma meta. Con esto se
estimula la creatividad y el modo de proceder
individual.
De ahí que la competencia para la acción
se logra cuando se alcanza un nivel de regulación elevado
(de esas acciones) y ello es posible cuando se estimula el
contenido interno (representaciones, estrategias de
búsqueda, procesos con la información,
previsión de errores, decisiones, etc) y cuando se
capacita al hombre para aprovechar los grados de libertad que le
posibilitan un modo de proceder individual.
En este sentido, es conveniente aclarar que como expresa
Abuljanova-Slavskaia (1987) el desarrollo de la personalidad no
se limita a lograr la regulación consciente de su
actividad sino el aprovechamiento al máximo de sus
potencialidades y el lograr un cambio en la posición del
sujeto con la realidad, elevarlo a un nuevo nivel.
Estos componentes: dominio de métodos,
habilidades profesionales, secuencia de acciones de la
lógica de la profesión, así como la
representación de las tareas y los resultados constituyen
el modo de actuación de ese profesional. En ellos
se da una unidad indisoluble de elementos teóricos y
prácticos que pueden llegar a un grado de
generalización tal que adquieran independencia relativa y
distingan a unas profesiones de otras.
Otro de los componentes de la competencia profesional
está en las actitudes que expresan la
relación del hombre con esa profesión. No es
posible ser competente si no ha incorporado sentimientos,
convicciones relacionadas con el contenido y modo de
realización de esa profesión.
La motivación profesional es otro de los
elementos que la integra. Las necesidades, deseos e
interés en el contenido (teórico y práctico)
de la profesión influyen en la formación de esa
estructura compleja y en el propio desempeño.
Por último, la integran los valores que
expresan el significado que los objetos tienen para el hombre. No
puede haber competencia ni formación de ella si no incluye
el conjunto de significados personales que para ese hombre tiene
la profesión, la asimilación de la cultura de la
organización donde la aplica.
Todos estos componentes forman parte del conjunto sobre
la base de la interacción condicionada por la
relación del hombre con la profesión.
Todos ellos funcionan interrelacionados y solo se han
separado para su estudio. Pueden llegar a fusiones que distinguen
competencias históricas bien definidas.
Todos sus componentes no tienen el mismo grado de
condicionalidad por la profesión, aunque reciben esa
influencia.
De esta forma, la competencia profesional es una
compleja estructuración a la que se llega mediante la
enseñanza y la vida, que incluye un conjunto de
componentes de diferente carácter que permite el
funcionamiento holístico y autorregulado vinculado al buen
desempeño en una profesión.
CONCLUSIONES
Desde la aparición del concepto de competencias,
nunca antes había sido tan utilizado por las diferentes
esferas de la vida. Por eso se le atribuye un carácter muy
dinamizador, sobre todo, en el área de la
gestión.
Este uso extensivo no ha logrado que se elabore un
concepto adecuado, ni que se esclarezca su génesis y
desarrollo.
Es posible que su incorporación a la actividad
laboral haya contribuido a que aún no exista una base
teórica al respecto. Por tales razones existen numerosas
definiciones de la competencia que la colocan como atributos,
actuaciones basadas en normas, desempeño. Son pocos los
que han incursionado en la profundidad de esta categoría
para continuar los estudios que en la lingüística
aportaron tesis importantes sobre esta
cuestión.
Para seguir estas ideas la competencia hay que verla en
la persona formada (como otras estructuras psicológicas)
sobre la base de las relaciones sociales, con un carácter
integral y holístico de un conjunto de procesos, funciones
y propiedades que dan un nivel de ejecución. Cada uno de
sus componentes se integra, pero pueden tener diferentes niveles
de compromiso en ella.
Si bien es esencial la diferencia entre competencia y
actuación, es evidente que existen vínculos. En
este camino del conocimiento quedan muchas interrogantes
referidas a sobre que base se relacionan competencia y
actuación, cuáles son los procesos de
génesis de ambas, cuáles son las premisas de
selección de los componentes de la competencia, qué
los une, qué principios están materializados en su
carácter integral.
El camino es largo pero urgente porque el desarrollo del
mundo mercantil, organizacional y gerencial no tiene
intención ni de esperar a aclarar esas preguntas ni tiene
posibilidades de dar luz a la teoría científica en
esta cuestión.
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ANEXO
Autor:
Berta González Rivero
Dra C. Psicológicas y Profesor e Investigador
Titular
CEPES – U. Habana
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