Extendiendo la auto-percepción o la auto-consciencia, desde el punto de vista metafísico y racional? (página 2)
Teorías
sobran e hipótesis abundan…
Una teoría
reciente propone que la manera de establecer y de encontrar la
solución a este dilema, deriva, como sucede en la física, y en las
matemáticas de "saber hacernos las
preguntas válidas" para encontrar respuestas
acertadas.
Figura 1
En este respecto, consideremos una ilusión
óptica
por muchos reconocida: el "triángulo
imposible".
El triángulo en la figura 1 es una versión
esquemática del llamado "triángulo imposible" o
triángulo de Penrose en el cual M. Escher basó
muchas de sus obras artísticas.
La pregunta oportuna y, quizás científica,
sería:
¿Cómo explicar la "existencia", observada
en nuestro cerebro, de esta
figura geométrica del modo en que la percibimos? — ya
que para nosotros es tan "real", como una alucinación es
para quien la advierte.
Pero, es mucho más adelante (figura 2), cuando
observando el triángulo desde una perspectiva distinta,
que realizamos que nuestra apreciación es meramente
ilusoria.
Escultura del triángulo
imposible en Perth Australia…
Figura 2
Entonces, la válida cuestión se convierte
en:
¿Cómo explicamos que nuestra percepción
nos burlara de esa manera, distorsionando lo real?
Y, ¿cuáles son los mecanismos neurales que
la explican?
No es que nuestra auto-percepción sea un simple
truco visual o de la emoción, sino que es posible que
ésta sea una distorsión, producto de
programas de
adaptación que forman parte vital de la actividad
cerebral, pero de una índole indescifrable, que aun no
entendemos.
Es como si la distorsión fuera, otra
expresión subrepticia de la naturaleza
funcional del cerebro humano y de cómo, este órgano
extraordinario, se comporta de maneras oscuras.
Qualias
Son constructos de orden filosófico sujetos a
críticas y aceptación por su habilidad, especial,
de clarificar nuestras nociones de la consciencia.
Por ejemplo, cualquiera se pregunta (si uno está
dotado de los elementos-receptores requeridos en la retina):
¿Cómo es posible distinguir lo rojo, o la rojez, en
un tomate?
La respuesta es que lo que se percibe es una
impresión rica en qualia, porque ella es independiente de
los atributos del tomate.
Cascada, por M. C.
Escher
Entonces, uno se pregunta: ¿Cómo se
explica la presencia de qualias del modo que las percibimos? Ya
que éstas pueden consistir en fantasías, o
espejismos de discernimiento y, tal vez, en nada
más.
Valdría la pena, entonces, decir que es tan
posible explicar la realidad de una qualia como igualmente lo es
la de explicar la del triángulo imposible.
Pero, hay más. Hoy se entiende que qualias poseen
la función
adaptiva que la visión de color nos ofrece
y que éstas nos ayudan a leer las expresiones faciales,
más discretas, con que otros nos responden — como
sería el enrojecimiento facial.
Lo que, habiéndolo leído en una revista
científica, creeremos, sin problemas,
aunque no sea confirmado por la evidencia
suministrada.
Es permisible, entonces, adoptar la posición de
que lo que llamamos consciencia es un truco de
auto-percepción, cerebral — o una ilusión
apócrifa sin bases para sustentarla.
De ser así, entonces este fenómeno tan
elusivo, que llamamos "consciencia" ¿es sólo un
truco más que nos propone la actividad cerebral? Como el
triángulo de Penrose o una alucinación
cualquiera.
Pero, a la sazón, si la consciencia o el acto
mismo de estar consciente es un truco, ¿de qué nos
sirve abordar esa falsa noción para ansiar definirla como
función y para querer determinar su locus?
La consciencia definida — la captura del fuego
fatuo
La consciencia no es fuego fatuo. A pesar de ser tan
elusiva, es algo de nuestro mayor interés,
que se confunde y se torna menos conspicuo, mientras mayor
atención le prestamos.
Lo que nos recuerda de tantas partículas
subatómicas reconocidas por inferencia, la más
famosa: al que resultara del Experimento del Neutrino de Cowan y
Reiner.
En esas características, la consciencia, nos
recuerda lo que postulara Heisenberg cuando, en la física,
concibiera su Principio de la Incertidumbre, con las propiedades
alternativas de partículas que no podían coincidir
en espacio si se medían su velocidad y
posición. (Véanse mis artículos acerca de la
simetría).
Para muchos la conciencia
consiste en una abstracción que es indefinible por
nuestros métodos
conocidos, y, que para otros es una concepción que no
posee límites
bien establecidos y que carece de valor
heurístico.
Pero, sea como sea, este enigma es un fenómeno
poderoso en su magnetismo
intelectual, científico y a la vez filosófico.
Fenómeno el cual hemos, arbitrariamente, negado a otros
animales, por
no ser miembros del exclusivo club de nuestra especie
súper-dotada intelectualmente.
Sin embargo, basados en el estudio de síndromes
de lesión cerebral, sabemos que la consciencia, por lo
menos en sus manifestaciones, existe — aunque no entendamos lo
qué es ni de dónde viene — y que además,
disfrazada como altruismo, existe en algunas otras
especies.
Pero, aun así, nada parece ser conclusivo…
Porque el campo está lleno de incongruencias y
contradicciones.
En lo único en que todos, quienes estudian este
dilema, parecen estar de acuerdo, es en la noción de que
sea — lo que al final resulte siendo — la consciencia: que
esta función reside en el cerebro y en ningún otro
órgano del cuerpo.
El problema
egregio
El inconveniente que parece desafiarnos, para lograr su
entendimiento, es el de discernir lo siguiente:
¿cómo se establece, cómo se logra y de
dónde proviene la auto-cognición?
Las qualias, como noción, han entrado en el
cuadro para ofrecernos algunas esperanzas, pero nada más
que algunas esperanzas en la solución de este
puzle, ya que nada definitivo nos aportan de una manera
práctica.
Si la conciencia es propiedad del
cerebro: Entonces, es parte ¿de todo o de fragmentos del
cerebro?, ¿emerge ésta cuando el cerebro adquiere
un grado específico de complejidad funcional? — o,
¿simplemente emerge, porque está presente dentro
del encéfalo de manera inextricable?
O, ¿sólo algunas partes del cerebro
están conscientes, y otras no?
La evidencia que hoy se acepta, acerca de lo
último enunciado, es que estamos inconscientes de la mayor
parte de las actividades mentales de nuestro cerebro.
Entonces quedan preguntas aún más
profundas que conducen a la determinación de: ¿en
qué nivel de actividad las funciones de
percepción, memoria y
lenguaje
participan en el establecimiento de este fenómeno tan
importante?
La realidad, como Damasio concede, permanece
ésta: y es, que no la sabemos…
Muchos neurólogos, Damasio, notable entre ellos,
han encontrado en las preguntas, que los filósofos de antaño se formulaban,
elementos de índole metafísica
para adaptarlas a la fisiología del cerebro y aplicarlas a las
nociones establecidas de las neurociencias en un esfuerzo de
tratar de iluminar el camino — lo que no se logra.
(Véase: Looking for Spinoza… por António
Damasio).
Lo último que nos resta, es preguntarnos:
¿Qué propósito conclusivo nos servirá
el haber establecido y definido la consciencia y determinar su
locus — si es que alguno existe?
Consciente e
inconsciente…
Como fenómeno de adaptación, quizás
determinarlo, nos ayude a entender los aspectos más
delicados y nobles de nuestras funciones mentales, de las que
estamos tan orgullosos porque nos son tan especiales y
únicas — ya que nos confirman como el homo S.
sapiens, digno de albergar un alma inmortal
— como así piensan algunos.
Pero, ¿es eso todo lo que nos
proporcionará?
Confrontando tantos y tan diversos acertijos, muchos de
los más destacados de los neurocientíficos
modernos, con Francis Crick a la cabeza, han decidido que lo que
se debe de aspirar es a lograr una correlación neural de
la consciencia. Destacar las partes del cerebro que por su
naturaleza y actividades implementan los estados de
cognición. Creyendo que con esa solución — no tan
simple como aparenta ser — el problema filosófico
cesaría de existir en su totalidad.
La única ventaja que esta "solución"
ofrece es que transforma la consciencia en un problema
empírico que puede ser sujeto a la exploración
práctica.
Terminaría siendo de esta manera:
- ¿Qué es la consciencia?
- ¿Qué partes del cerebro se activan
cuando ésta ocurre? - ¿En qué modo especial se activan esas
regiones, cuando la están representando?
Para lograrlo se postula el uso de técnicas
de imaginería cerebrales de carácter computarizado, que hasta ahora son
inexistentes.
Pero existen otros aspectos del fenómeno que la
consciencia representa y que son menos accesibles al estudio
directo. Éstos son los que involucran la subjetividad —
como son el sentimiento del libre albedrío, y la ética. Que
hoy se cree que residen en la corteza cingulada anterior,
región localizada en el lóbulo frontal.
Pacientes con daños en esta región se
quejan de que sus acciones
ocurren sin su participación directa, como existe en el
mutismo aquinético.
Porque es aparente, que como se comprende ser el caso
con las leyes de la
física y de la metafísica. Que la consciencia —
como sucede con la gravedad, la masa y las cargas
magnéticas — debe de poseer leyes definidas para
establecer su existencia.
Pero, ¿cuáles son estas leyes?
No las sabemos.
Pero, si la consciencia es un truco, fruto de la
imaginación. Entonces, ¿de qué mejor
alternativa pudiéramos ocuparnos en lugar de tratar de
hallarle una explicación a este dilema? — ya que la
explicación es inalcanzable por su naturaleza
propia.
Y, cuando haciéndolo así estemos,
preguntémonos: ¿Quién creó este truco
tan desagradable para que nuestras existencias humanas, debieran
de aceptarlo como un acertijo sin posible
solución?
Preguntémonos, cuando percibimos algo,
cómo logramos observarlo, haciéndonos las
siguientes preguntas:
- ¿En qué consisten, exactamente, las
actividades de nuestro cerebro cuando percibimos que algo es
una "emoción"? - ¿Por qué esta actividad especial posee
propiedades ilusorias que nos inducen a creer que son
extrañamente únicas? - ¿Qué hace que esta impresión se
produzca y de dónde proviene? - Y, ¿de qué nos sirve como proceso
adaptivo? ¿Por qué fue así estructurada?
Y, ¿por qué posee tantos aspectos que hacen de su
entendimiento, algo especial e importante para
nosotros?
Modestamente, hemos de admitir que no lo
sabemos.
Corteza cingulada
anterior
Cuando experimentamos apariencia de una
"sensación" en el cerebro — sabemos que la percibimos y
que podemos diferenciarla y darle nombre específico. Lo
que no sabemos es el cómo y el por qué ésta
ocurre.
Quizás sea un fenómeno de utilidad
evolutiva que permanece irresuelto, pero que nos proporciona
ventajas de adaptación aun desconocidas.
Es como el triángulo de que antes
habláramos, que es una percepción que nos
engaña, pero con qué finalidad lo hace, y por
qué estaremos mejores por haber sido engañados de
esta singular manera — es lo que no entendemos.
Es que, como algunos proponen, el Dios que creara
el Universo se
jacta de sernos un misterio indescifrable, del que
podríamos lograr muchos conocimientos — pero sin
entenderlo en su totalidad.
La consciencia posee aspectos verdaderamente
desconcertantes en sí, ya que no parece ser esencial en su
desenmarañe para nuestra función intelectual,
emocional o para preservar nuestra existencia. Es como si no
"desea" ser desenmarañada.
Entonces, ¿por qué Dios, o la Naturaleza,
se las arregló para instituirla?
No sería, porque su entendimiento nos
daría acceso a conocimientos de orden superior — como
Prometeo robando el fuego sagrado.
Prometeo
O quizás, porque el deseo de lograr su
entendimiento nos dotaría de ambiciones intelectuales
y vanas, que, como seres únicos, elevaría nuestros
hubris en aspectos de exaltación insospechada.
O porque nos da testimonio de que tenemos una vida
espiritual que trasciende la del cerebro, con elementos de
morfología
física sin aspiraciones místicas.
Desafortunadamente, y, quizás por su complejidad
extrema, el estudio de la consciencia aun permanece durmiente,
aunque tantos se jactan de haberla explicado — sin haberlo
logrado en lo más mínimo.
Preferimos considerarla como acertijo en espera de
solución — como tantos de los "hallazgos" en la disciplina de
la física: descritos sí — pero muy distantes de
haber sido revelados y mucho menos de haber sido
entendidos.
En resumen
La consciencia ha sido una entidad misteriosa que ha
desafiado en su complejidad enorme, nuestro
discernimiento.
Querer comprender y adentrarnos en lleno a su
significado ha sido la ambición de filósofos,
físicos, psicólogos y neurocientíficos: sin
haberlo, finalmente, logrado.
En esta lección, una vez más, hacemos un
esfuerzo a definir un problema, a discutir su situación
— en términos de su comprensión — y a analizar
el estado de
nuestras labores científicas hacia una
solución.
Como decía Gandhi: La victoria está en
la lucha…
Bibliografía
- Churchland, P. M. (1996). The engine of reason,
the seat of the soul. MIT Press, Cambridge MA. - Damasio, A: (2003) Looking for Spinoza: Joy,
Sorrow and the Feeling Brain Harcourt - Crick, F. H. C. (1993). The astonishing
hypothesis. Charles Scribner, New York. - Larocca, F. E. F: (2007) Déjame que te
cuente genoma: La Tragedia Errante del Hubris
Patológico (en varios portales del Internet) - Ramachandran, V. S. (1998). Phantoms in the
brain. William Morrow, New York. - Symposium on the Celebration of the Neutrino Los
Alamos Science, Nov. 25, 1997 - Searle, J. (1994). The rediscovery of the
mind. MIT Press, Cambridge MA. - Weizkrantz, L. (1986). Blindsight. Oxford
University Press
f.larocca[arroba]codetel.net.do
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