Algunas puntualizaciones sobre el problema de la violencia en la intervención psicoanalítica
- Agresividad y violencia:
necesaria distinción
metodológica - La
agresividad en psicoanálisis: lacan en su retorno a
Freud - La
ilusión de neutralidad: psicoanálisis y
psicoanalismo - De la
neutralidad a la violencia: dimensión de lo
sin-palabras - Bibliografía
Una perspectiva
socio-política
¿No sabemos acaso que en los
confines donde la palabra dimite
empieza el dominio de la
violencia, y
que reina ya allí,
incluso sin que se la
provoque?
Jacques Lacan, 1954
El presente ensayo busca
puntualizar algunos elementos para pensar el problema de la
violencia en la intervención psicoanalítica. Tal
ejercicio supone el desarrollo de
la relación-distinción entre agresividad y
violencia, tanto desde un plano socio-político,
particularmente lo que refiere a lo postulado por Foladori; tanto
desde un plano psicoanalítico, particularmente lo que
refiere a las primeras concepciones de Lacan en su lectura de
Freud. Esto
permite abordar el problema en cuestión desde Castel,
distinguiendo los planos intraanalítico y
extraanalítico, en relación a la neutralidad
psicoanalítica. Por último se desarrolla el
problema de la violencia, concluyendo con las nociones de Piera
Aulagnier al respecto.
AGRESIVIDAD Y VIOLENCIA: NECESARIA
DISTINCIÓN METODOLÓGICA
Siguiendo a Foladori (2006) es posible distinguir con
bastante claridad, sin dejar de comprender la complejidad del
fenómeno, agresividad de violencia.
La agresividad se juega en un plano instintivo que
supone esencialmente una relación entre pares, es decir,
una relación entre iguales. De esta forma la agresividad
se enmarcaría en un plano adaptativo siendo inhibida al
dejar de cumplir la función
particular que le pertenece. Por ejemplo, un macho que ataca a
otro macho por el dominio sobre un territorio y el consecuente
derecho a reproducción con las hembras de dicho
territorio, cesa su ataque agresivo una vez que el otro se ha
rendido reconociendo su derrota. Esto supone la inhibición
de la agresión por ser esta innecesaria funcionalmente.
Por otra parte ante la agresión de un par existe la
posibilidad de enfrentar al agresor o huir de este, tal y como
ocurre al inicio y comienzo del ejemplo recién descrito.
Foladori anuda el origen de la agresividad en el plano de lo
humano a la vida intrapsíquica por medio del concepto de
pulsión en la obra de Freud. Esta dimensión se
retomará más adelante problematizando el carácter individual y no social de la
agresividad.
La violencia por su parte remite a un plano
socio-político en la medida que no se enmarca en una
relación de igualdad sino
que en una relación de desigualdad, en donde tal
jerarquía es determinada por las relaciones de poder. Sin
embargo se debe entender que, siguiendo la tesis de
Foucault, el
poder no supone una dimensión puramente represiva
susceptible de localización estatal (al modo marxista),
sino que supone un marco de relaciones sociales que posibilita y
regula la relación entre los individuos, con efectos de
saber y la consecuente creación de discursos
(Albano, 2005). Para Foladori la violencia acontece cuando un
individuo o un
grupo de
individuos se encuentran a merced de un OTRO, en tanto este puede
disponer del ejercicio de un poder total sobre dichos individuos.
Esto supone que la relación de desigualdad es sostenida en
la medida que le es delegado a este OTRO, por medio del
investimento de su lugar, un poder particular; en otras palabras
se le atribuye un saber hacer. De esta manera el OTRO deviene
ejercicio del poder total, ante el cual, a diferencia de lo que
ocurre con la agresividad, no hay posibilidad de huida. Esto
supone una particular organización de la estructura
social y sus relaciones de poder.
La paradoja denunciada por Foladori es la del poder en
su dimensión de
‘delegación-apropiación’. La
dimensión socio-política supone
la
organización de individuos de manera tal que estos
delegan poder en ciertos ‘representantes’, sin
embargo una vez delegado este es ejercido por los representantes
quienes se apropian del poder en la medida que son avalados por
la investidura que los individuos han hecho sobre su lugar de
delegados; por tanto el poder es ejercido sobre los mismos
individuos de los cuales partió la delegación sin
consideración de sus particularidades. En este sentido
el Estado
supone un grado máximo de representatividad de los
individuos ubicados en dicho marco institucional siendo la
Ley vigente el
modo por el cual se ejerce y autolegitima, en tanto saber sobre
lo social, el ejercicio del poder. Por tanto desde esta
perspectiva el acto institucional, por ejemplo la defensa de un
estado de
derecho, supone per se un acto de violencia en la
medida que se sustenta en dos condiciones esenciales: una
relación de jerarquía, que sustentada en el poder y
control social
excluye la dimensión afectiva; y la imposibilidad de
escapar a la situación, en tanto no existe respuesta ni
defensa ante este acto total. En consecuencia se aprecia que la
relaciones de poder y saber se organizan de tal forma que los
mismos individuos pueden llegar a justificar tal
operación, sin embargo existen bastantes excepciones en
donde la violencia de tales actos queda expuesta siendo
más difícil dicha justificación.
En conclusión se polariza la relación
agresividad-violencia en los planos instintivo y social,
pudiéndoselas distinguir aunque estas aparezcan en
diversas ocasiones entrelazadas. ¿Es posible, sin embargo,
pensar en este contexto la agresividad y la violencia en el marco
del psicoanálisis? Vamos por
partes.
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