- Biografía
- Principales
obras - Explicación
acerca de la conciliación de la teoría
creacionista con la teoría
evolucionista - Apéndice:
"El fenómeno humano" - Conclusiones
Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) Fue un
paleontólogo y filósofo francés que
aportó una muy personal y
original visión de la evolución. Miembro de la orden jesuita, su
concepción de la evolución, considerada ortogenista
y finalista, equidistante en la pugna entre la ortodoxia
religiosa y científica, propició que fuese atacado
por la una e ignorado por la otra.
En esta investigación se recopila su visión
filosófica, acerca de la conciliación de la
teoría
creacionista con la teoría evolucionista, y además
se incluye un apéndice acerca de su importante obra "El
Fenómeno Humano"
2.0 Biografía
Nació en Sarcenat (Auvernia, Francia) el 1
de mayo de 1881, y muere el 10 de abril de 1955, el día de
Pascua, en Nueva York como era su deseo.
Es el cuarto hijo de una familia numerosa.
Su padre, naturalista aficionado, influye decisivamente en su
vocación profesional; y la religiosidad de su madre en su
formación espiritual.
Cursa los estudios de ciencias y
letras en el colegio jesuita de Mongré
(Villefranche-sur-Saône).
El 1899, a los 18 años de edad, ingresa en el
noviciado jesuita de Aix-en-Provence. Allí, y más
tarde, en 1908, en el colegio jesuita de Hastings (cerca de
Piltdown, Gran Bretaña), cursa estudios de
teología, tras los cuales es ordenado
sacerdote.
Es en esa época, durante su estancia en Gran
Bretaña, en 1909, cuando conoce al naturalista Charles
Dawson con quien compartirá la afición por la
paleontología. Y es en 1912 cuando Chardin se ve envuelto
en el escándalo del Hombre de
Piltdown. Le une a este escándalo el hecho de ser uno de
los primeros en conocer el descubrimiento de su amigo. El
descubridor del supuesto hombre de Pitdown fue Charles Dawson, y
Dawson junto a Smith Woodward, paleontólogo del Museo
Británico de Londres fueron quienes lo presentaron a la
Sociedad
Geológica de Londres. No obstante, han sido muchos los
intentos (después de que Chardin adquiriera relevancia, no
antes) de, con mayor o menor sutileza, unir su figura a aquel
fraude, en unas
ocasiones insinuando su participación, en otras, el
conocimiento del mismo.
En 1912 entra a trabajar en el Museo de Historia Natural de
París, trabajando junto a Marcellin Boule,
paleontólogo quien había exhumado el primer
esqueleto completo de un neandertal. En el Instituto de
Paleontología Humana entabla amistad con Henri
Breuil y participa con él (en 1913) en excavaciones en la,
entonces recientemente descubierta (1903), Cueva de El Castillo
de Puente Viesgo (Cantabria, España).
Entre 1914 y 1919, permanece movilizado en el frente
como camillero recibiendo la Medalla al Merito Militar y
Legión de honor.
En 1916 y 1919, publica sus primeros trabajos : La vida
cósmica y El potencial espiritual de la materia. En
ellos ya se transluce lo que será el núcleo de su
pensamiento.
De 1922 a 1926, obtiene en La Sorbona tres licenciaturas
de ciencias
naturales: geología,
botánica y zoología, y alcanza el
doctorado con su tesis Mamíferos del Eocenos inferior
francés y sus yacimientos.
En 1923 realiza su primer viaje a China por
encargo del Museo de París. Otra vez en París,
imparte clases como profesor en el
Instituto Católico. Un artículo suyo sobre el
pecado original es la causa de sus primeros enfrentamientos con
la Ciudad del Vaticano. Se ve obligado a abandonar la enseñanza y regresa a China donde participa
junto a Henri Breuil en el descubrimiento del Hombre de
Pekín el pariente más cercano del Pithecanthropus,
Hombre de Java.
En 1931 participa en la Travesía Amarilla
recorriendo el Asia Central.
Hasta 1951, que se establece en Nueva York, prosigue una intensa
actividad científica marcada por numerosos viajes de
estudios: Etiopía (1928), los Estados Unidos
(1930), la India (1935),
Java (1936), Birmania (1937), Pekín (1939 a 1946),
Sudáfrica (1951 y 1953).
En 1951 ingresa en la Academia de las Ciencias de
Francia.
Muere en Nueva York, el 10 de abril
de 1955, el día de Pascua.
Un año antes, durante una cena en el
consulado de Francia de esa misma ciudad,
confió a sus amigos: "Mi deseo sería morir el
Día de La Resurrección".
Gran parte de su obra fue publicada con carácter póstumo por
Jeanne Mortier, a la que nombró
su albacea para temas editoriales. Esta
obra ocupa trece volúmenes.
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