RESUMEN
El Síndrome Metabólico ha alcanzado la
magnitud de "epidemia", convirtiéndose en uno de los
principales problemas de
salud
pública del siglo XXI y su mayor consecuencia adversa
es la morbilidad y mortalidad por patologías
cardiovasculares.
Asociado al incremento de la prevalencia de obesidad en
niños y
adolescentes,
el Síndrome Metabólico está afectando
dramáticamente a este grupo
poblacional; desestabilizando los presupuestos
sanitarios de muchos países desarrollados o en vías
de desarrollo y
lo que es peor, afectando notoriamente la calidad y
expectativa de vida de estas personas.
Ante la apremiante necesidad de establecer un consenso
internacional de criterios diagnósticos del
Síndrome Metabólico en adolescentes, recientemente
se realizó el primer intento de acercamiento a la
creación de un sistema de
clasificación.
El
problema
Las primeras descripciones sobre alteraciones
metabólicas complejas datan de la década de los
años veinte del pasado siglo; por parte de Kylin, un
médico sueco que definió la asociación entre
hipertensión arterial, hiperglucemia y gota
(1).
Después de numerosos acercamientos, fue Reaven
quien sugirió en su conferencia de
Banting en 1988; que una serie de factores de riesgo coronario
que incluían: intolerancia a la glucosa,
hiperinsulinemia, hipertensión arterial (HTA) y
dislipidemia (aumento de triglicéridos y descenso del
HDL-colesterol), tendían a ocurrir en un mismo individuo en
la forma de un síndrome, que denominó "X", en el
que la resistencia a la
insulina constituía el mecanismo fisiopatológico
básico. Sin embargo, de manera sorprendente, Reaven no
incluyó la obesidad en el síndrome; también
denominado Síndrome de resistencia a la insulina,
Síndrome de Reaven, El quinteto de la muerte,
Síndrome dismetabólico o sencillamente
Síndrome Metabólico, entre otros
(2).
Magnitud del problema
El síndrome metabólico (SM) ha alcanzado
la magnitud de "epidemia" y la mayor consecuencia adversa es la
enfermedad cardiovascular (ECV); ya que las alteraciones
metabólicas asociadas al síndrome, de hecho, son
factores de riesgo de enfermedad cardiovascular y una de estas
alteraciones, la resistencia a la insulina, también
predispone al desarrollo de Diabetes Mellitus
(DM) tipo 2.
Fisiopatología
El uso de nuevos parámetros bioquímicos y
funcionales de tejido adiposo, pueden ser una vía
más práctica para incorporar marcadores
proinflamatorios. El tejido adiposo es un órgano
secretorio activo que elabora una variedad de adipocitoquinas,
incluyendo Factor de Necrosis Tumoral alfa
(FNT-α), interleucina 6, leptina,
adiponectina y resistina; que pueden mediar muchos de los cambios
metabólicos del síndrome, por su relación
con la resistencia a la insulina y su efecto aterogénico
(3).
Algunos factores de riesgo enumerados para el SM, no
están incluidos en el score de riesgo Framingham. Estos
incluyen obesidad abdominal, estado
proinflamatorio (elevados niveles de Proteína C Reactiva),
glucosa en ayunas alterada, tolerancia a la
glucosa alterada y estado protrombótico (altos niveles de
fibrinógeno). Las guías del ATP III no recomiendan
la medida rutinaria de estos nuevos factores de riesgo; aunque su
medición es opcional
(4).
El poder
predictivo del SM tanto para la enfermedad coronaria como para la
aparición de diabetes, es aumentado por la presencia de
niveles elevados de Proteína-C Reactiva (5).
Además, la disfunción fibrinolítica dada por
niveles aumentados del Inhibidor del Activador del
Plasminógeno-1 (PAI-1) parece ser un factor crucial en la
patogénesis de eventos
cardiovasculares en estos individuos (6) (figura
1).
Figura 1. Fisiopatología del
síndrome metabólico y su relación con el
riesgo cardiovascular. Adaptado de Reilly MP, Rader DJ. The
Metabolic Syndrome: more than the sum of its parts? Circulation
2003; 108:1546-51.
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