Los piratas y los representantes oficiales de la corona española en la Venezuela de los siglos XVI y XVII: ¿Una relación civil y militar? (página 3)
Responsabilidades
Directas
Gobernador y Capitán General
-Organizar y ejecutar todas las políticas de interés concernientes a la
provincia que le tocare.
Alcaldes Ordinarios de Gobernador
– Figuras más próximas al mayor
representante en la provincia y ejecutor directo de las
políticas de conquista, exploraciones, entre otras
labores de mayor relevancia.
Regidores
-Encargados directos de las ejecuciones de las
distintas políticas en los cabildos de las
ciudades, villas, comarcas y cualquier otro pueblo de
españoles.
Procurador General
-Veladores de los intereses de su majestad y
legalmente habilitados representantes ante cualquiera de
los tribunales provinciales.
Cont. Cuadro N° 3
Cargos
Responsabilidades
Directas
Depositario General
-Oficiales encargados de la guarda-custodia de
los bienes reales.
Escribanos
-Encargados de anotar todos los acontecimientos
de cualquier orden suscitado en las distintas
unidades.
Fuente: Actas del Cabildo de Caracas, Tomo XV, 1677;
Consejo Municipal de Caracas; 1997. Elaboración
propia.
Además de las responsabilidades
burocráticas, políticas y militares que
tenían los diferentes representantes oficiales del rey en
sus colonias de ultramar y en los propios puertos del país
peninsular, debían recibir cédulas y despachos
reales para organizar y ejecutar los sistemas de defensa. En el
subsiguiente cuadro se podrán observar algunas de esas
disposiciones de la corona para hacerle frente a cualquiera que
se le considera como enemigo, principalmente, a los corsarios y
piratas.
Cuadro Nº 4
Despacho de Cédulas y Provisiones dadas a los
Oficiales Reales para los Resguardos y Defensa de los Reinos de
su Majestad contra todo enemigo
1486-1567
Día | Mes | Año | Descripción de las |
13 | Marzo | 1486 | -Real cédula enviada al corregidor de |
15 | Octubre | 1502 | -Real provisión en donde se ordena a los |
01 | Junio | 1505 | -Real Cédula mandando armar fustas contra |
05 | Febrero | 1509 | -Reales cédulas expedidas al Corregidor |
21 | Abril | 1513 | -Real Cédula de Sevilla mandando a que |
13 | Junio | 1522 | -Provisiones para armar una escuadra contra |
13 | Julio | 1522 | -Real provisión despachada a los |
11 | Agosto | 1522 | –Registro de la vuelta de algunos |
11 | Septiembre | 1522 | -Asiento real con los comerciantes de Sevilla |
Cont. Cuadro N° 4 | |||
Día | Mes | Año | Descripción de las |
18 | Abril | 1525 | -Asiento igual al anterior. |
14 | Mayo | 1528 | -Real provisión para hacer armada para |
13 | Agosto | 1528 | -Nombramiento de general de armada contra |
13 | Febrero | 1533 | -Despacho de real asiento para hacer Armada |
25 | Septiembre | 1534 | –Carta |
18 | Diciembre | 1534 | -Orden a Marín de Rentaría para |
24 | Noviembre | 1551 | -Cédulas del príncipe concediendo |
01 | Enero | 1553 | -Real provisión despachada para estimular |
08 | Diciembre | 1554 | -Concedió título de Capitán |
20 | Diciembre | 1554 | -Real prohibición del corso en las |
05 | Abril | 1555 | Real Cédula notificando la anterior |
03 | Junio | 1567 | Cartas de Don Álvaro de Bazán |
Fuente: de Azcarraga y de Bustamante, José
Luís (1950).El corso marítimo. Madrid.
Pp.231, 232,233. Elaboración propia.
Las acciones corsopiráticas en
América para mediados del siglo XVI habían arropado
ya a casi todas las plazas españolas notorias, ello
suponía, dar respuesta rápida y contundente por
parte del gobierno monárquico español. De
allí que se decidiera invertir grandes esfuerzos
políticos, militares y económicos para la defensa
por mar y en tierra de todos los considerados bienes de su
católica y sacra majestad el rey.
A los representantes de la realeza castellana les
sería entregado, en primera instancia, la responsabilidad de explorar e ir progresivamente
conquistando los distintos lugares, tanto insulares en el Caribe,
como en las costas y tierra adentro del nuevo continente. Pero,
en la medida en que fueron apareciendo los otros europeos con el
propósito de disputarles el hallazgo; la católica
monarquía española se vería
obligada a montar en armas y demás pertrechos a sus
oficiales reales y hasta a los propios habitantes comunes de las
recién fundadas comarcas. En el cuadro antes descrito
puede observarse la implementación de esta política
de defensa, la cual, se sustentó, en un cuerpo
jurídico fundamentado en los despachos de cédulas y
demás edictos reales, con el fin de legalizar lo que
pudiera considerarse como un justo derecho a la
defensa. En el próximo cuadro se podrá observar
un ejemplo de cómo – además de los
representantes oficiales – a los pobladores se les montaba
en armas para repeler los ataques piráticos.
CUADRO Nº 5
Partidas de Vecinos y Oficiales Reales montados en
Armas y otros
Pertrechos para contrarrestar los ataques
piráticos
Apellidos | Nombres | Armamentos y demás |
RRiberos [sic] | Manual | -Una espada; una rrodela, una sargenta, una |
DeVegas | Goncalo [sic] | -Una celada [sic], un negro con sus arcos e |
Campuzano [sic] | Pedro | -Dos cavallo ensillados y enfrenados, una lanca, |
Castellanos | – | -Proveyose de pólvora [sic] |
Anriquez [sic] | Andres [sic] | -Proveyose de pólvora [sic] |
De Manzarres [sic] | Antonio | -Un arcabuz aderezado, dos cavallos con sillas y |
Capitan [sic] Ballesteros | – | -Dos cavallos ensillados y enfrenados, una |
De Torquemada [sic] | Juan | -Un cavallo [sic] ensillado y enfrenado, una |
De RRua [sic] | Gabriel [sic] | -Una espada y una rrodela [sic]. |
Ballesteros | Pedro | -Una espada. |
De RRios | Juan (1era vez) | -Un arcabuz, un cavallo [sic] ensillado y |
De Sanmillán | Juan (1era vez) | -Una lanca y una darga [sic]. |
Con. Cuadro N° 5 | ||
Apellidos | Nombres | Armamentos y demás |
Riveros | Goncalo [sic] por Pedro de Lerma | -Una lanca y una espada. |
De Lara | Diego | -Una espada, un arcabuz con sus |
De Quiñones | Cristóbal [sic] | -Un arcabuz con sus aderezos. |
De Arberosa | Gaspar | -Un atanbor [sic]. |
Marquez [sic] | Francisco | -Un atanbor [sic]. |
Fuente: AGI, Patronato, 267,N. 1, R. 49,1/8, 1/9, 1/20,
1/21, 1/22, 1/23; 15-VIII-1570 Elaboración
propia.
Los anteriores datos pertenecen
a un grupo de
vecinos que sin experiencias en el manejo de armas, les
correspondió, como a muchos otros habitantes de los
distintos poblados de esa América
española del siglo XVI, enfrentar las agresiones
corsopiráticas.
Conjuntamente a las políticas
jurídicas dispuestas por los monarcas españoles y
al hecho de armar a sus representantes oficiales y a los
pobladores; debió articularse un sistema de
defensa marítimo y terrestre. Es decir, que se hacia
imprescindiblemente necesario conformar toda una estructura
para proteger las posesiones ultramarinas novohispánicas
que debía contemplar sinnúmeras flotas reales y
edificaciones amuralladas.
La erección de fortificaciones, cuyos
restos aún hoy se conservan en nuestras costas,
corresponden, siguiendo el vocabulario de la época, a
la "defensa estática", iniciada a gran escala en
el siglo XVI.
Pero los fuertes, por sí solos, no bastaban
para guarecer las costas: debían completarse con la
"defensa móvil", constituida por buques menores para
recorrer las costas y el resguardo de alta mar o corso, formado
por embarcaciones mayores capaces de batirse en mar abierto.
(Ortega Rincones, 2003, p.26)
En este mismo orden de ideas y continuando con lo
expuesto por la investigadora – historiadora Eulides Ortega
Rincones (2003), se tiene que:
…Se precisaba constituir un auténtico
Resguardo Marítimo, que implica la conjunción de
esfuerzos y recursos
materiales,
organizativos, legislativos y humanos en cierta escala para
conformar una estructura ad hoc, orientada y dedicada
expresa y exclusivamente a prevenir y combatir las incursiones
de navíos extranjeros…(p.26)
Puede decirse -para recapitular y avanzar en lo
expuesto- que desde el momento mismo en los cuales se suscitaron
los primeros asentamientos de españoles en las distintas
regiones del nuevo mundo, se implementó, casi a la par de
las fundaciones de los poblados, los sistemas de
resguardos para protegerse de los ataques que llevaban a cabo,
esporádicamente, los indígenas. Los fuertes
edificados con el fin de garantizar la vida de los ocupantes
europeos se limitaban a amparar las ciudades más
importantes para la Corona, el resto de las comarcas
quedarían desguarnecidas por no creerse necesaria su
custodia. Principalmente, se fortificarían las plazas que
poseyeran riquezas, así como las que presentaran mayores
resistencias
de los naturales.
Con el advenimiento de las operaciones
piráticas a predios americanos, más de medio siglo
después de la conquista y progresiva colonización,
los pocos edificios destinados a la seguridad contra
los factores de los aborígenes más aguerridos,
resultarían ineficaces al momento de defender las
posesiones coloniales ante las escuadras de los aventureros
llegados a ellas a buscar rentas por la vía del expolio,
el amedrentamiento y otras prácticas propias del vil
oficio del piraterismo.
La idea de fortificar las posesiones ultramarinas para
Castilla, sería primigenia a la presencia de los pillos
del mar. Antes de que estos llegaran, ya los españoles
habían aplicado medidas para abrigarse de los enemigos de
entonces, es decir, de los indígenas – como se ha
referido – pero las arribadas de los facinerosos piratas tomaron
por sorpresa a los representantes oficiales de la católica
corona, quienes, junto a los demás colonos,
quedarían desprotegidos por la infuncionalidad de las
primitivas y escasas guarniciones.
Los nuevos enemigos de la corona española
además de plantearles un problema mayor, la obligaba a
buscar prontas soluciones. No
habría otro remedio que el de defenderse por tierra y por
mar, así se daría comienzo a la creación de
las Flotas de Armada y a los Cinturones de Fuertes extendidos a
lo largo y ancho de América, primordialmente, en las
plazas del insular Caribe y de las ciudades importantes de tierra
firme. El sistema de defensa español se originaría
en el mar, seguido complementariamente, por tierra. Primero se
desarrollarían las flotas para perseguir y atacar en sus
propias bases de operaciones a los pillos del mar y, luego, se
erigirían una cantidad de edificios de piedra para repeler
desde las propias ciudades fortificadas a esos aventureros. Los
barcos que integrarían esa Armada Real, estarían
provistos de cañones de gran alcance, además de:
jarcias, arboladuras, lonetas, crotines, brines, breas,
alquitrán, boletería entre otros productos para
el aderezo de las naves y, para la tripulación: armamento
de mano, pistolas, sables, puñales y pedreros para la
defensa hombre a
hombre. Las fortificaciones, por su parte, estarían
provistas también, con cañones de largos disparos y
una serie más de cañones menores; igualmente,
conformada por un regimiento de soldados y oficiales reales
adiestrados para hacerle frente a los declarados enemigos del
monarca de Castilla.
Cuadro Nº 6
Tipos de Cañones y sus Utensilios tanto para
Fuertes como para Naves
(Principalmente de los siglos XVI y
XVII)
Instrumento | Efectos y Accesorios / |
-Pedreros | -Cañón corto de bronce o hierro: lanza proyectil, horquilla de |
-Cañones | -Para disparos de largo y corto alcance: |
-Morteros | -Para disparos con algo de precisión: |
-Obuses | -Para disparos de proyectiles huecos: agujas, |
Fuente: Santiago- Gerardo Suárez (1978)
Fortificación y Defensa. Caracas; Pp. LIII, LXV, LXVI.
Elaboración propia.
La conquista de América, tanto para los
españoles como para el resto de los europeos que
también colonizaron en el novomundo, planteó una
modernización progresiva de los armamentos y del cuerpo de
elementos que los constituyen, así, la evolución desde mediados del siglo XVI
será una constante en los años y siglos siguientes.
Se pasa del primitivo sistema de molturación a los
morteros y cañones de trituración con pilones lanza
piedras y balas huecas. En tanto que, el avance mismo de la
industria
armamentística, supondría la habilidad de manejar
los procesos
metalúrgicos con inventos de
aleaciones
creadas por grandes artesanos. Por su parte los cuerpos militares
debían andar al mismo ritmo que anduviese el desarrollo de
la empresa de
las armas, así que, ejércitos y armamentos
debían conjuntarse con uno solo.
Cuadro Nº 7
Existencia y Evolución Histórica de
algunos Cuerpos Militares
Cuerpo Militar (u | Descripciones |
Los Caballeros Teutónicos | -Hombres con el oficio de monjes y soldados, se |
Los Jenízaros | -Cuerpo del ejército Otomano que |
Los Mosqueteros | -Mercenarios principalmente a las órdenes |
Los Granaderos de la Guardia | -Cuerpos que fungían como guardia |
Cont. Cuadro Nº 7 | |
Cuerpo Militar (u | Descripciones |
Los Cadetes | –Grupos |
Fuente: Jean – Jacques Maurreau (1980) Los Grandes
Cuerpos Militares del Pasado.- Barcelona – España.
Elaboración propia.-
Venezuela como particularidad de la generalidad
americana, no podían quedar excluida ni de la
organización política –
administrativa española, ni de las actuaciones de los
otros europeos arribados como corsarios o
corsopiratas.
En principio la responsabilidad de la provincia de Venezuela fue
entregada a los Welser de Augsburg, de tal manera que muchos
españoles contratados como oficiales reales por merced del
rey católico de Castilla, quedarían bajo las
inmediatas órdenes de los extranjeros alemanes. Entre esos
españoles estaría el incansable explorador –
conquistador, Juan de Villegas, quien actuaría investido
como Capitán General de la provincia, nombrado por los
propios Welser y ratificado por el monarca cuando la colina quedo
definitivamente en manos de este. La fama y confianza alcanzada
por Villegas se sustentaría en su obra conquistadora, que
resultó, en la fundación de varias ciudades. Un
tanto después, este oficial real recibiría del
gobernador español, el licenciado Juan Pérez de
Tolosa (uno de los gobernadores al término del gobierno
alemán) el nombramiento de Teniente General, lo cual le
avivaría aún más su espíritu
colonizador. De manera que, la etapa histórica inicial de
la provincia venezolana quedará a cargo de Villegas, tanto
en su fase exploratoria como en la de fundar y organizar centros
poblados.
Al Capitán General y después Teniente
General, Juan de Villegas, le tocó enfrentar junto a sus
colaboradores, pequeñas escaramuzas con los habitantes
aborígenes de las distintas zonas que exploró;
más no le tocaría vivir en carne propia
enfrentamientos con los corsarios y piratas. Dado que, para el
año de 1553 cuando muere el oficial español, la
lucrativa actividad aún se movía en la zona insular
caribeña y, si hubo de tocar en tierra firme, no lo fue en
la provincia de Venezuela hasta la iniciada segunda etapa del
siglo XVI, aproximadamente hacia, el primer lustro de los
años sesenta de ese siglo.
Los primeros establecimientos de españoles en
Venezuela, tenían en común, la variedad de
elementos naturales para el provecho y sostenimiento de la vida,
así como para el desarrollo comercial entre las propias
ciudades de la provincia y, de estas, con las otras colonias
caribeñas y de tierra firme, siendo para ello necesario,
la interrelación por rutas marítimas
principalmente. Así que para, erigir cualquier poblado de
españoles en el nuevo mundo, debían seguirse las
instrucciones vedadas por la propia corona.
El trabajo de
las autoridades y de los pobladores sería arduo y
excesivamente cuesta arriba. Las misiones consistían
fundamentalmente, en ir de manera progresiva levantando ciudades
para garantizarles el derecho y la propiedad
colonial a los monarcas castellanos. A ello deben sumarse las
vicisitudes propiciadas por la misma naturaleza:
fuertes torrentes de lluvias, bosques densos e impenetrables,
animales
venenosos, ríos caudalosos de fuentes
corrientes, entre otras dificultades propias a los parajes
americanos. Pero la mayor perturbación a los planes y
ejecutorias de la conquista española en la América,
sería la piratería, la cual se haría presente
en la provincia de Venezuela, justo cuando ésta ya no era
regentada por los alemanes, sino por los propios oficiales reales
españoles.
El ordenamiento de la provincia de Venezuela
traería consigo la satisfacción sustentada por las
generosas riquezas aprovechables de los suelos, por lo
que muchos hombres harían falta para poblar y explotar
esos rentables bienes. Las
personas tenían que llegar a la provincia con su debida
permisología o licencia, expedidas éstas, por el
gobierno español, sin embargo, ante la información de la fértil colonia que
había ido tomando forma como resultado de su
conquista y de la fundación de importantes centros
poblados, otros extranjeros europeos y españoles mismos,
sin autorización, se atrevieron a la aventura para probar
también suerte, incluso, de otras partes de la propia
América acudían a Venezuela, de los cuales, algunos
se quedaban y otros como errantes, atravesaban el territorio en
busca de oportunidad y de allí partían a probar
suerte en otros lares.
Las distancias entre ciudades y las dificultades
geográficas y naturales entre unas y otras, no
permitían la
comunicación, lo que resultaba para los vecinos de las
distintas comarcas quedar vulnerables ante el acecho de los
indómitos
aborígenes, en principio, y después ante las
incursiones de las temibles escuadras piráticas. Las
vicisitudes afrontadas por los pobladores les obligó a
reclamar la presencia de las autoridades para su
protección, debiendo establecer los representantes de la
corona española en la provincia, los mecanismos para el
resguardo de las distintas ciudades importantes, objeto de la
atención de los aventureros del mar. Pero
antes de tomar cualquier decisión, los empleados oficiales
de la monarquía católica, debían escribirle
a su majestad planteándole las situaciones de la colonia y
pedir así merced real a efecto de poder aplicar
las políticas para la defensa de los distintos poblados
ante los siniestros ataques de piratas, corsarios y de cualquier
otro osado al lance y a la aventura.
Informada la monarquía hispana acerca de las
realidades que enfrentaban las posesiones coloniales de ultramar,
castigadas por el sometimiento feroz de la acción
pirática, tuvo que preveer con prontitud los despachos
para poder apoyar la lucha contra la canalla actividad y no dejar
desamparados a sus conciudadanos en el otro lado del mundo. Lo
demandado por los empleados del rey, básicamente eran:
armas, pólvora, soldados, municiones, caballos y
además la venia para disponer de los numerarios de las
cajas Reales a efecto de sufragar las adquisiciones de pertrechos
para la defensa.
El resguardo de la provincia de Venezuela
supondría estrategias para
poder aplicar la defensa necesaria contra las arribadas
corsopiráticas, y ello quedaba en manos de los
representantes oficiales de la corona. Los métodos de
protección no distaban mucho de los aplicados por los
colegas gobernantes de las otras provincias o colonias. Siendo el
rey de España el mismo dueño de todas las
posesiones hispanoamericanos, difícilmente alguna autoridad a su
servicio,
pudiera actuar por cuenta propia sin la plena aprobación
del monarca, así que las tácticas para adversar las
bandas de delincuentes marinos en sus afanes por los robos y
estraperlos eran más o menos similares unas y otras en los
distintos poblados de las ínsulas caribeñas y
tierra firme.
Los españoles que se habían
distraído en conquistar territorios, explorarlos, fundar
ciudades y someter por la fuerza de sus
armas a los descamisados naturales, no tuvieron tiempo para
ponerse a pensar que algún día se les
sobrevendrían tribulaciones más allá de las
que ellos mismos impusieron a los antiguos pisatarios de los
suelos americanos. Las fuerzas bélicas utilizadas para
consolidar la dominación del nuevo mundo, no
bastarían a la hora de hacerle frente a los inesperados,
es decir, a los disputantes corsarios y piratas al servicio de
los reinos opuestos
al plan
hegemónico exclusivista lusocastellano. Las aguas del
Caribe y sus plazas, así como los poblados importantes de
tierra firme, como por ejemplo, la provincia de Venezuela,
serían manjares fáciles al paladar de los
hambrientos de riquezas que infestaron los espacios más
recónditos de la América.
Los armamentos españoles superaban las flechas,
arcos, venenos y trampas de los arriesgado indígenas
antagónicos a dejarse someter por designios extranjeros.
Pero, cuando les tocó a los hispanos enfrentarse contra
los otros europeos que reclamaban participar del festín de
las nuevas tierras y quienes ante los mismos interpusieron a la
piratería; sucumbieron al poder bélico y a las
estrategias de los ataques y asaltos.
En franca desventaja los colonos de la provincia de
Venezuela para repeler los ataques y robos perpetrados por los
fanáticos piratas, hubieron de ingeniarse políticas
como: la de armar a todos los pobladores de las principales
plazas sitiadas, hacer recorridos por las zonas costeras en naves
de poco calado, construcciones de pequeñas torres de
vigilancia para mirar al mar y a los alrededores hasta donde
alcanzar la vista, entre otras estrategias para
defensa.
Como política más cónsona con la
realidad sufrida en las jóvenes provincias, se
harían petitorios a la monarquía española
para que comenzaran las construcciones de edificaciones
amuralladas y aderezadas con cañones de largo disparo para
poder rechazar con supremacía el ataque de los pillos del
mar. Pero el proceso
burocrático para la aprobación de los recursos
económicos necesarios, aunado a ello, el tiempo que se
tardaban en eregir las fortificaciones, permitió la
vulnerabilidad de las plazas que sería aprovechado con
creces por los rivales vecinos del viejo mundo.
En síntesis,
puede afirmarse que la corona española se pasaría
todo el siglo XVI y XVII intentando una defensa de sus posesiones
contra la actividad pirática sin mayores resultados. En
una que otra colonia como Venezuela se irían construyendo
algunas edificaciones amuralladas hacia los finales del siglo
XVII, consolidadas finalmente, hacia el siglo XVIII, cuando ya,
las demás corona europeas habían alcanzado
también propiedades en ultramar y decidieron unir sus
fuerzas bélicas, incluyendo la de España, para dar
cacería pirata a pirata hasta que fueron
desapareciéndolos de todos los predios americanos. Es
decir, que resultó infructuosa la política de
defensa y resguardo de las poblaciones que instruyó la
corona española junto a sus representantes
oficiales.
III.) Consideraciones finales: ¿Una
Relación Civil Militar?
Tarea nada fácil, esta, la de plantearse un
estudio de las relaciones civiles y militares a propósito
del tema de la piratería americana y de la oficialidad
real en la provincia de Venezuela de los siglos XVI y XVII. El
intento no deja de ser provocador y, más aun, cuando en
los períodos en referencia no existía del todo una
conformación de los sectores, ni militar, ni
civil.
Los europeos hispanos y lusitanos llegaron al nuevo
mundo repartiéndose las tierras y, en virtud a ello, se
dedicaron a ir explorando y conquistado espacios. Es decir que,
los primeros actos fueron los de poblar progresivamente las
distintas zonas que se convertirían en: comarcas, villas,
ciudades y demás formas de establecimiento. De manera pues
que, la idea de conformar algún tipo de ejército
para la defensa de las novoposesiones, no tendrían cabida
en los iniciales años del siglo XVI. Y, cuando más,
entre los conquistadores y los aborígenes se generaban
escaramuzas que no ameritaban la conformación de un cuerpo
militar para contrarestar dicha ofensiva.
Retomado la idea de las relaciones Civiles y Militares,
bien vale acotar que los grandes esfuerzos intelectuales
dirigidos a reflexionar sobre este tema -en particular en el caso
venezolano- están circunscritos al período
histórico que va desde la gesta emancipadora criolla
(S.XIX) hasta nuestros días (S.XXI). Pero, lo que no se
puede apreciar -al menos hasta donde se ha investigado- es
literatura
versada en torno al tema de
las relaciones civiles y militares en la Venezuela de los siglos
XVI y XVII. Menos aún, se han de encontrar trabajos
específicos sobre el tema objeto de esta
indagación.
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