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San Martín. En torno a sus orígenes (página 3)




Enviado por Jorge G. Paredes M.



Partes: 1, 2, 3

La
tradición oral

La historiografía actual pone mucho
énfasis en la conexión fundamental entre historia y memoria. En un
trabajo de
Frédérique Langue titulado. "Bolívar,
mantuano y héroe. Representaciones y sensibilidades ante
el mito
republicano", dice:

"…una investigación de tipo
historiográfico no pueda hacer caso omiso del análisis pormenorizado de las
representaciones y construcciones simbólicas. Ahora bien,
en la historia de las sensibilidades obviamente no cabe
«todo». No se trata solamente de inventariar pasiones
olvidadas, tampoco de poner de relieve
aconteceres extraordinarios, que rompen con el quehacer de
actores sociales descartados por la historia académica,
sino también de propiciar otra manera de escribir la
historia de América
Latina, de contrarrestar historias oficiales en un contexto
movedizo de globalización de la información y de las ideas".

La importantísima historia de las mentalidades
hace uso de un gran variedad de fuentes,
jugando un papel muy importante las fuentes orales y muy
especialmente la memoria
oral que llega incluso a compensar lo silencios de la
historiografía y los tabúes vigentes. Langue deja
perfectamente establecido que "el pasado no es ningún
capítulo cerrado y sólo para museografiar, sino que
puede ir cobrando sentidos nuevos e inéditos el
transcurrir del tiempo".

En un importantísimo trabajo de la historiadora
peruana Liliana Regalado de Hurtado titulado "Clío y
Mnemósine. Estudios sobre historia, memoria y pasado
reciente", se analiza, con meticulosidad y profundidad, la
discusión actual sobre las nuevas tendencias
historiográficas en cuanto a historia y memoria. Precisa,
citando a Antonio Mitre, que "El recuerdo constituido en
memoria y ésta en fuente para la historia requiere, ya lo
hemos mencionando, el mismo tratamiento al que debe someterse
cualquier testimonio y, además, hay que tomar en
consideración que los recuerdos son puestos a la vez
sincrónicamente lado a lado incluso cuando los hechos no
hayan sucedido simultáneamente y, diacrónicamente,
empleándose el criterio de antes y después"

(Regalado de Hurtado, L.: 2007, pp.35-36). Señala la
mencionada historiadora peruana que contra la apariencia de mayor
confiabilidad de la fuente testimonial ésta, en realidad,
es bastante difícil de manejar.

Lo anterior comentábamos porque, reconociendo que
el recurrir a la tradición oral, a la memoria colectiva de
los pueblos, a los testimonios individuales (aunque no lo sean
químicamente puros), es actualmente considerado parte
importante del quehacer de la ciencia
histórica e incluso de su enseñanza en la escuela, como se
puede muy bien apreciar, por ejemplo, en el libro de Dora
Schwarzstein "Una introducción al uso de la historia oral en
el aula", sin embargo, debe reconocerse que su utilización
es sumamente compleja y tiene que hacerse con extremado cuidado.
En realidad, seguirse los principios que
rigen la utilización de las fuentes de la
Historia.

En la problemática referente a los padres
biológicos de San Martín se ha recurrido a la
memoria colectiva y a testimonios de varios miembros de la familia
Alvear. Tengo la impresión que falta un mejor tratamiento
de estas fuentes pues no basta presentar los testimonios como
prueba. No se trata de pensar que lo que dicen las personas que
brindan un testimonio tiene que ser necesariamente verdad. No
olvidar que tras un testimonio personal subyace
un testimonio colectivo que es el que hereda el individuo. Y
en este específico caso son testimonio individuales basado
en una tradición familiar ya bastante añeja.
Leyendo los testimonios presentados, produce la impresión
que se hubieran generado a partir de un rumor o sospecha matriz o
primigenia y que a partir de allí se ha ido difundiendo en
el cerrado círculo de la familia Alvear.
Parece como que realmente no hubiera existido una real
revelación sino una sospecha o un "secreto a voces" que se
ha ido transmitiendo de generación en generación,
como se transmiten los rumores o "bolas". Téngase presente
que don Diego de Alvear, el supuesto padre biológico de
San Martín y a quien se atribuye haber revelado el secreto
a su hijo Carlos, murió en enero de 1830, es decir hace
178 años. La revelación de Joaquina está
anotada en su diario el 22 de enero de 1877, es decir, entre el
nacimiento de San Martín y la consignación de ese
dato había transcurrido más de noventa años.
No he podido apreciar un tratamiento meticuloso de las fuentes
testimoniales.

Chumbita, en el prólogo de su obra "El secreto de
Yapeyú" nos cuenta que:

"La primera noticia del secreto de Yapeyú me
llegó en forma casual en 1994, cuando escuché la
versión sobre su madre india que el
historiador uruguayo Reyes Abadie había recogido entre los
pobladores de la costa oriental del río Uruguay"…

La tradición oral desafiaba a la historia
oficial. Igual que en la saga de los bandoleros campesinos que
investigaba entonces, se oían dos campanas: la palabra de
la autoridad y la
voz popular. Yo había comprobado a menudo que las leyendas o
relatos de la memoria colectiva eran más fieles a los
hechos que los papeles, certificados y expedientes oficiales que
acumulaban pruebas para
ocultarlos".

Seguidamente señala que comentando, en 1999, con
los editores de su obra "Jinetes rebeldes" el episodio en el cual
San Martín, reunido en 1816 con indígenas para
solicitarles ayuda para atravesar los Andes hacia Chile y donde
les expresa que él también es indio, Simona Verger,
asesora de la colección de historia, le expresó
"que existían cartas o papeles
probatorios al respecto en manos de la familia Alvear, aunque
tenía entendido que por alguna razón legal "eso no
se podía decir". Explicó que ella pertenecía
a la familia, pues su apellido materno era Socas Alvear, y
prometió consultar a sus parientes. Al fin me dijo que no
pudo averiguar más, porque sus tíos no
querían hablar".

Luego nos dice:

"Cuando salió el libro, mencionando a la madre
indígena de San Martín y la existencia de una
versión transmitida en el seno de la familia Alvear,
Magdalena Christophersen se comunicó conmigo para
confirmar que eso era cierto, y que el verdadero padre no
había sido el capitán Juan de San Martín,
como algunos pudieron suponer, sino el marino español
Diego de Alvear y Ponce de León, explorador de las
Misiones y fundador del linaje de los Alvear en América.

Magdalena pertenecía a una rama de sus
descendientes, pues su bisabuelo noruego Pedro Christophersen se
casó con Carmen de Alvear, nieta del general Carlos de
Alvear, hija del médico Diego de Alvear y prima hermana
del presidente Marcelo de Alvear. Christophersen colonizó
las tierras del sur de Mendoza que su suegro comprara al cacique
Goyco, uno de los que acudieron al famoso parlamento con San
Martín. Magdalena no conocía a Simona Verger. El
secreto se lo contó su padre, quien a su vez lo
escuchó de su abuela doña Carmen; pero "no se
podía decir", porque el presidente Alvear les había
mandado a callar y destruir los documentos".

Chumbita señala que otros miembros de la familia
Alvear estaban al tanto de dicho secreto:

"El abogado Ramón
Santamarina, otro tataranieto del médico Diego de Alvear,
que no conocía personalmente a los Verger ni a los
Christophersen, lo sabía por su abuela Teodelina Bosch
Alvear y se manifestó dispuesto a testimoniarlo. Jorge
Emilio y Fernando de Alvear, descendientes directos del general
Alvear, también estaban informados de esa
tradición, aunque dudaban de la oportunidad de hacerla
pública".

Hugo Chumbita, Herrera Vegas y Ramón Santamarina
se presentaron ante la Comisión de Cultura del
Senado para plantear "el interés
público que revestía la filiación del Padre
de la Patria" proponiendo la necesidad de realizar la prueba del
ADN para
establecer la verdad. Los directivos del Instituto Sanmartiniano
y de la Academia Nacional de la Historia, consultados al
respecto, se opusieron a la iniciativa.

El ingeniero Jorge Emilio de Alvear procedió, a
pedido de Chumbita y las otras personas que apoyaban la necesidad
de aplicar la prueba del ADN para solucionar definitivamente el
problema de la paternidad de San Martín, a depositar una
muestra de
sangre en el
Banco Nacional
de Datos
Genéticos, en previsión de que más adelante
puedan realizarse los estudios correspondientes.

Una primera conclusión a la cual podemos llegar
es que no se puede negar la existencia del "secreto Alvear". Los
testimonios están allí y fuera de toda duda.
Incluso, aceptando los argumentos de la Dra Pasquali para
descalificar la revelación de Joaquina, que en realidad
-hay que reconocerlo- son de gran peso y no debidamente rebatidos
por Chumbita, queda por aclarar, cosa que –por otra parte-
no lo hace la citada prestigiosa historiadora, el porqué
de ese secreto entre múltiples integrantes de la familia
Alvear. Nos parece poco convincente pretender una
explicación recurriéndose a una supuesta maniobra
artera y canallesca, a un infundio de don Carlos Alvear con el
fin de enlodar la figura de San Martín. ¿Por
qué no lo hizo él, cuando aún vivía
San Martín, si su objetivo era
desprestigiarlo? ¿O vamos a tener que suponer tan
canallesco y cruel a Carlos de Alvear para haberse propuesto
enlodar la memoria de San Martín, su hermano si no
biológico por lo menos de Orden?

Sin embargo, no basta ni con la revelación de
Joaquina ni con los testimonios de la familia Alvear. Por ello se
ha recurrido a solicitar la prueba del ADN, lo cual, como era de
esperar, ha despertado la oposición de académicos e
instituciones
académicas que sostienen que no existe el menor indicio,
basado en las fuentes históricas de las cuales se dispone
en la actualidad y ateniéndose al expediente judicial de
la insanía mental de doña Joaquina, para sospechar
que los verdadero padres de San Martín sean otros a los
que los documentos históricos fidedignos revelan. Esta
supuesta certeza, valgan verdades, no es totalmente real y que no
deje abierta ciertas dudas, dudas razonables que no tienen por
qué no ser analizadas y enfrentadas sin prejuicios y mucho
menos desdeñando y ninguneando a estudiosos que sostienen
ideas diferentes. Lo peor que puede ocurrir es recurrir a la
táctica del avestruz: me niego a ver el problema y con
ello lo elimino. Todos sabemos a qué conduce esta actitud.

Testimonios que pretendidamente hacen referencia a
una herencia
indígena

Se argumenta también que son
múltiples los testimonios de personas que conocieron a San
Martín y que al referirse a su aspecto físico
señalan que tenía rasgos indígenas. Algo
más, que era común entre sus contemporáneos
esta referencia a su apariencia lo que motivó diversos
motes con el cual se le conocía, lo cual, asimismo,
aparece referido en las más importantes biografías que se han
hecho de San Martín. Es decir, que era ampliamente
conocido este hecho, pero que nadie sospechó una posible
sangre india.

Reconociendo que este argumento no tiene tan gran
contundencia, sin embargo es justo reconocer que es un hecho. Se
cita siempre, por ejemplo, que Juan Bautista Alberdi
conoció a San Martín en 1843, en Francia. Se
relata el encuentro que tuvo en la casa de don Manuel J. de
Guerrico

"Mis ojos clavados en la puerta por donde
debía entrar –nos dice- esperaban con impaciencia el
momento de su aparición. Entró, por fin, con su
sombrero en la mano, con la modestia y apocamiento de un hombre
común. ¡Qué diferente le hallé del
tipo que yo me había formado, oyendo las descripciones
hiperbólicas que me habían hecho de él sus
admiradores en América! Por ejemplo: Yo le esperaba
más alto y no es sino un poco más alto que los
hombres de mediana estatura. Yo le creía un indio, como
tantas veces me lo habían pintado; y no es más que
un hombre de color moreno, de
los temperamentos biliosos .Yo creía que su aspecto y
porte debían tener algo de grave y solemne; pero lo
hallé vivo y fácil en sus ademanes, y su marcha,
aunque grave, desnuda de todo viso de afectación"
(Busaniche, J.L.:1963, p.185)

Pero, como reconoce el propio Chumbita, el testimonio de
Alberdi hace referencia a que era común hablar de San
Martín como un indio, pero que Alberdi no encontró
esos rasgos fisonómicos. Hay que hacer notar que la
referencia a ser indio no era tanto a sospechar que podía
tener un progenitor o ancestro indígena sino a ciertas
características fisonómicas atribuidas a este
grupo
étnico.

José Luis Busaniche nos cuenta una
anécdota en la cual San Martín se expresó,
despectivamente, del peruano Torre Tagle llamándole "india
vieja". Como dice Busaniche, ignoramos "la edad que en
aquellos momentos contaba Torre Tagle; no recordamos tampoco su
retrato y es muy fácil que no fuera un Adonis".

(Busaniche: 1963, p. 163). Hacemos esta cita porque consideramos
que el utilizar el adjetivo indio para referirse a un personaje
no quería significar, necesariamente, que se quería
señalar que tenía un progenitor o un ascendiente
cualquiera de ese grupo étnico. Se le podía
utilizar con un sentido peyorativo, a manera de insulto,
explicable en una sociedad
claramente racista.

En el anexo a los fundamentos del proyecto de
resolución de la Honorable Cámara de Diputados
sobre la identidad de
la paternidad de San Martín, de 4 de octubre de 2006, se
consignan varios testimonios sobre la supuesta apariencia
indígena de San Martín, aunque ninguno, a nuestro
parecer, se refieren a una sospecha de progenitor u otro grado de
ascendiente indígena.

Vicuña Mackenna escribe: "San Martín
era un libertador, un intruso, un extranjero, un paraguayo, el
‘mulato San Martín’, como llamaban los
señores vecinos del Mapocho al ilustre
criollo…"
Repárese que se enfatiza lo de
ilustre criollo. Y también el mencionado historiador
chileno expresa: "…El instinto del insurgente, es
decir, del criollo…"

Asimismo, nos recuerdan que don José
Pacífico Otero también se refirió a ese
tratamiento: "El cholo de Misiones, como así lo
llamaban al Libertador del sur los españoles,…"

Esto refuerza la idea, antes señalada, del uso peyorativo
de las denominaciones indio y cholo. Lo que encontramos, a
nuestro parecer, también en el texto de
Pastor Servando Obligado transcrito en el mencionado
anexo:

"Época hubo en que corría, como moneda
corriente, y fue entre ciertas gentes creencia vulgarizada, que
don José de San Martín, no obstante la de y el don
de su padre, procedía de muy modesto linaje, al menos por
la línea materna. Bastante bronceado, de rostro anguloso,
indio misionero le llamaron los godos, y tape de Yapeyú,
el mariscal de las veinte batallas, [Miguel] Brayer, que
él destituyó la mañana de
Maipú".

Muy interesante es el texto de Jorge Sergi de su obra
"Historia de los italianos en la Argentina", publicada en
Buenos Aires,
en 1940. El párrafo
consignado en el mencionado Anexo es el siguiente:

"El mismo Libertador don José de San
Martín, no era blanco, ni desperdició
ocasión para hacer profesión de su origen indio,
como lo asevera el testigo presencial don Manuel de
Olazábal en sus Memorias, al
referirse a la convocación de los caciques y tribus en el
campamento de Plumerillo (Mendoza), antes de la batalla de
Chacabuco, cuando valiéndose del lenguaraz Guajardo, San
Martín les dijo: Les he convocado para hacerles saber que
los españoles van a pasar con su ejército, para
matar a todos los indios y robarles sus mujeres e hijos. En vista
de ello y como yo también soy indio, voy a acabar con los
godos que les han robado a ustedes la tierra de
sus antepasados, y para ello pasaré los Andes con mi
ejército y mis cañones.

Más tarde, en el manifiesto que dirigió
en lengua
indígena a los indios del Tawantinsuyo, a raíz de
su expedición al Perú, les confiesa que
también es indio por su color moreno y por haber nacido
entre los indios del Yapeyú, una de las treinta
reducciones de la Misión
Jesuítica.

Se sobreentiende que San Martín tenía
que ser lo que realmente afirmaba, de lo contrario no hubiera
convencido a los indios. En cuanto al San Martín que anda
por ahí, es una efigie hispanizada, que no tiene nada que
ver con la verdadera que nos pinta Samuel Haigh al final del
capítulo VI de su libro: Es de elevada estatura, bien
formado y todo su aspecto sumamente militar; su semblante es muy
expresivo, color aceitunado oscuro, cabellos negros y grandes
patillas sin bigote, sus ojos grandes y negros tienen
fuego."

Una lectura atenta
de todos estos testimonios nos llevan a ver que no son una
referencia directa y mucho menos indubitable sobre un posible
progenitor u otro ascendiente de raza india de San Martín,
como pretenden ver los defensores de la tesis en
estudio.

La referencia utilizada como un argumento de gran peso
de su confesión de ser él también un indio,
hecha en una reunión con indígenas en Mendoza, en
1816, y que se encuentra consignada por Manuel de Olazábal
en sus «Reminiscencias» sobre el libertador, puede
ser, así lo consideramos, una expresión
retórica (en su sentido de persuasión) en dicho
encuentro, cuando se necesitaba el apoyo de los indígenas
de la zona para el cruce de los Andes. Algo parecido a la
célebre expresión retórica de J. F. Kennedy
"Ich bin ein Berliner" literalmente "Yo soy un
berlinés".

No olvidemos, por otra parte, que San Martín en
su testamento, en el artículo adicional, al hacer
mención al estandarte de Pizarro que él
poseía y por su última voluntad devolvía al
estado
peruano, se expresa como todo un descendiente de los
conquistadores que reconoce la bravura del conquistador del
Perú:

"Es mi boluntad el qe. el Estandarte que el Bravo
Español Dn. Francisco Pizarro tremoló en la
Conquista de Perú sea debuelto a esta República (a
pesar de ser propiedad
mía) siempre que sus Goviernos hallan realizado las
Recompensas y honores con qe. me honró su primer
Congreso".

Racismo y culto al héroe

Dos aspectos importantes que subyace a esta
polémica sobre los padres de San Martín son el
racismo y el
culto al héroe.

El año 2000, año del sesquicentenario de
la muerte de
San Martín, el general Soria del Instituto Sanmartiniano
atribuyo, en declaración televisiva, que la tesis del
origen indio de San Martín no era sino una
"conspiración subversiva indigenista". El propio
Fernando De la Rúa, Presidente de Argentina en ese
momento, el 17 de agosto del 2000, nada menos que aprovechando su
discurso
oficial del día del desfile militar, lanzó una
arenga contra quienes pretendían "agraviar la memoria
del Libertador" sentenciando que el gobierno
mantendría "la inviolabilidad de sus
cenizas"

¿Existe realmente, en el fondo del debate, un
antiindigenismo por parte de los detractores de la supuesta madre
india de San Martín?

Fernando Ramón Bossi, en su artículo "San
Martín y los pueblos indígenas de nuestra
América" (abril 2001), consideraba que la polémica
sobre los padres de San Martín no era más que una
simple maniobra de los grupos de
poder para
trivializar la conmemoración del sesquicentenario. Bossi
dice al respecto:

"Un ejemplo de esto que afirmamos es el caso de la
discusión que se dio el año pasado con respecto al
general San Martín en el sesquicentenario de su muerte. Cuando
todo hacia prever que durante ese año la discusión
rondaría en torno a la
vigencia del mensaje sanmartiniano, las fuerzas de la
manipulación lograron desviar el debate hacia un terreno
vacuo. El "historiador" José Ignacio García
Hamilton en su libro Don José, Vida de San Martín
señala -entre muchas otras cosas- que el Libertador no era
hijo de Gregoria Matorras y Juan de San Martín como hasta
ahora se venía afirmando, sino que era hijo de Diego de
Alvear y una india guaraní. Del terreno
histórico/político, donde tendría que
haberse centrado la discusión, se desvió hacia
otro, más ligado al escándalo farandulero, por
ende, distractivo y también frívolo. Pero esto no
es todo, porque lo grave es que tanto historiadores como
políticos, periodistas, comunicadores sociales,
sociólogos y todo tipo de opinadores, llenaron
páginas enteras de diarios y revistas y espacios
televisivos y radiales dando sus puntos de vista sobre las
consecuencias de este "descubrimiento". No faltaron los
indignados ni los que aprovecharon para "humanizar" al
prócer, tampoco los arranques racistas y las
interpretaciones psicologistas, como asimismo la confusión
que reinó entre los grupos indigenistas new age. La
maniobra había prendido, de San Martín no se
hablaría otra cosa que no fuera sobre su origen familiar,
sus amores, sus "debilidades".

Considera Bossi que esa maniobra cuyo objetivo fue
distraer no fue inocente o inconsciente. Se aprovechó la
trivialización del personaje San Martín para
convertirlo en noticia. Los medios de
comunicación tuvieron material para llegar a su
público con algo que dejaba de ser el tema
fríamente académico para convertirse en lo que es
noticia. Esta es una faceta que no se puede negar pero que el
historiador actual tiene que enfrentar. Liliana Regalado de
Hurtado, en su libro ya citado, dice: "Hay que reconocer,
entonces, que los medios de
comunicación de masas y algunas de las industrias
culturales atienden la demanda
creciente del «consumo de
información» acerca del pasado con
características y resultados desiguales"
, (Regalado de
Hurtado: 2007, p. 27)

Para Bossi esta polémica no solo fue trivial por
excelencia sino que además fue totalmente
estéril:

"A un año del sesquicentenario de la muerte
del Libertador, ya no hay más espacios en los medios de
comunicación para hablar del Gran
Capitán, el tema ha "perdido interés", ya se han
desempolvado todos los documentos relativos a esa polémica
inconclusa y estéril y los custodios del Instituto
Sanmartiniano ya duermen tranquilos: es preferible que a San
Martín se lo tilde de bastardo, borracho, mujeriego,
ladrón y cobarde a que se lo vincule con la justicia
social, la unidad latinoamericana, la defensa del oprimido y la
lucha contra el imperialismo".

Consideramos que la posición de Bossi peca de
exagerada y que en el 2001 no supo apreciar las implicancias que
tomaría esta polémica. Innegablemente en los
argumentos de algunos de los que no aceptaban ni siquiera un
análisis de la problemática se esconde cierto
antiindigenismo. Ya el general Soria expresaba esta
posición hablando de una "conspiración subversiva
indigenista". Se habló que tras de ello estaba el comunismo
marxista y el castrismo.

Debemos señalar que Bossi no pudo sospechar que
el debate seguiría y que un historiador de raíces
indígena sería el abanderado de esta
polémica. Nos estamos refiriendo a Hugo Chumbita.
Él, en "Casi una vida. Datos biográficos" refiere
sobre sus padres:

"Nací en Santa Rosa, La Pampa, en 1940, cuando
aquélla era una pequeña ciudad de calles de
tierra y el
territorio todavía no era provincia.

Por el lado paterno –lo supe mucho
después–, algunos de mis antecesores riojanos eran
unos tipos quijotescos, el último cacique-gobernador de
Aimogasta y el caudillo montonero Severo Chumbita. Mi madre era
de una familia de ascendientes vascos y piamonteses que fueron a
poblar la Pampa Central".

No se vaya a pensar que estemos sugiriendo que las
investigaciones de Chumbita, muy serias
innegablemente, se expliquen por dichas raíces. Es un
factor a tener en cuenta, pero hay que considerar que ahora son
más los intelectuales
que toman en serio sus argumentos y participan del debate sin que
pueda atribuírseles un interés de tipo
étnico.

El otro aspecto fundamental que subyace en esta
polémica es el denominado culto al héroe. Don
Germán Carrera Damas ha estudiado con mucha perspicacia el
culto a Bolívar, en Venezuela. Ese
estudio puede ser aplicado también a San Martín, en
Argentina. Él es considerado Padre de la Patria y una
figura casi sagrada. Sobre él, a manera de una figura
totémica, recae el tabú. La historiadora argentina
Patricia Pasquali en "San Martín Confidencial. Su
correspondencia con Tomás Guido (1816-1849)", nos cuenta
como en la recopilación de los documentos de San
Martín que se hiciera en 1910, fueron éstos
manipulados para preservar la imagen de un San
Martín libre casi de defectos. Refiriéndose al
intercambio epistolar entre Tomas Guido y San Martín que
aparece en los Documentos del Archivo de San
Martín, Pasquali escribe:

"Por otra parte, las contadas de esas cartas que se
incluyeron entre los diez tomos de los Documentos del Archivo de
San Martín, recopilados por la Comisión Nacional
del Centenario en 1910 fueron impunemente seccionadas y hasta se
llegó a modificar la redacción original: por ejemplo, si San
Martín había escrito "todo se irá al
diablo",expresión por demás frecuente en él,
en la versión publicada se la trocaba por "todo se
frustrará"; por supuesto lo mismo sucedía con sus
manifestaciones subidas de tono: nos se podía admitir que
el Padre de la Patria dijera "malas palabras". Pero si eso era
sólo una cuestión de forma -aunque, por cierto,
bien significativa-, lo más grave fueron las supresiones y
cambios que afectan el contenido de sus cartas, llegando incluso
a desvirtuarlo; tampoco faltan las omisiones de los juicios de
San Martín -especialmente, los condenatorios- sobre otros
protagonistas de su tiempo o de todo aquello que pudiera resultar
demasiado íntimo, controvertido o
escabroso".

Esto es parte del culto al héroe, al
"héroe nacional-padre de la patria" en expresión de
Carrera Damas. Según Mario Briceño Iragorry, citado
por Carrera Damas, nuestra historia (la de casi todos los
países hispanoamericanos) no ha sido "sino la historia
luminosa o falsamente iluminada, de cabecillas que guiaron las
masas aguerridas, ora para la libertad, ora
para el despotismo".

Este aspecto del "culto al héroe" es el que
realmente subyace, y con mucho peso, en la polémica
referente a los padres de San Martín. Consideramos que un
historiador que se deje llevar por dicho culto no está a
la altura de lo que la ciencia
histórica demanda de él. Consideramos que la
búsqueda del la verdad debe ser su norte en éste y
en cualquier otro tema. No se concibe que existan personas o
instituciones intocables.

Otro punto, nada desdeñable, es el referente al
respeto que
merece una persona o
institución independientemente de si está viva o si
ya desapareció y se ha convertido en un personaje
paradigmático para una determinada comunidad. No
hace muchos años se presentó el caso de la
reacción de la comunidad musulmana por un supuesto ataque
a la figura de Mahoma. Lo propio en el mundo occidental cristiano
cuando las autoridades católicas consideraron que una
película, y también una novela de
José Saramago, no presentaban una imagen concordante con
la establecida por la Iglesia. Y
esto no sólo ocurre en el mundo religioso. La Unión
Soviética, a pesar que se proclamó un estado ateo,
endiosó las figuras de Lenin y Stalin. El culto a Stalin
es un culto realmente paradigmático, al igual que el culto
a Mao, El Gran Timonel, hasta antes del "gran viraje" tanto
soviético como chino. Esto lo menciono para hacer ver que
el culto al héroe es un hecho con el cual la ciencia
histórica tiene aún que batallar y no es, como
algunos pretenden, de fácil tratamiento. Los
"héroes" no han desaparecido y en sociedades
como la latinoamericana tienden a reaparecer. ¿Acaso no
existen "héroes" nacionales en la actualidad que dentro de
sus comunidades, o parte de ella, son realmente intocados e
intocables? Viéndolo desde esta perspectiva podemos tener
una mejor comprensión de la problemática referente
a los padres de San Martín.

Inconclusión

Queremos cerrar este trabajo reflexionando sobre el
sentido y objetivo de esta polémica. ¿Sólo
es encontrar la verdad? Hoy existe la posibilidad de solucionarlo
en forma relativamente fácil. De tomarse la
decisión política de utilizar
la prueba del ADN en poco tiempo el misterio
desaparecería. ¿Cuál es el temor?

Imaginemos que aplicada esta prueba los resultados
fueran en el sentido que los padres biológicos no fueron
don Juan de San Martín y doña Gregoria Matorras
sino Diego de Alvear y Rosa Guarú.
¿Cambiaría sustantivamente lo que conocemos acerca
de la vida de San Martín? Consideramos que no. ¿Nos
permitiría explicar adecuadamente, como pretenden los
defensores de esta posición, su retiro del ejército
español y su regreso a Sudamérica para pelear por
la independencia?
No lo creemos, porque ello implicaría pensar que el
secreto le fue revelado al propio San Martín por Diego de
Alvear o por Carlos, su supuesto medio hermano, si a éste
se lo hicieron conocer primero. Sobre esto no existe, al menos
así lo consideramos, no digo la más mínima
prueba sino la más mínima presunción. Se
presentarían nuevos enigmas.

Consideramos, por otra parte, que independientemente de
los resultados que pudiera dar la prueba del ADN, los padres de
San Martín serían siempre don Juan de San
Martín y doña Gregoria Matorras. Cualesquiera
otros, solo serían los padres biológicos. Algo
más, la figura de don Diego de Alvear y Ponce de
León sufriría mucho, toda vez que estaríamos
frente al abandono de un niño por parte de un padre que ya
hacía tiempo había dejado de ser un jovencito
imberbe para convertirse en un joven con profesión
importante y poseedor de una posición social y
económica nada desdeñable. Nada justificaría
ese abandono. Se puede argumentar, como pretende la familia
Alvear, que realmente no fue abandono porque Diego de Alvear
siempre se preocupó de la manutención de
José Francisco. De ello no existe la menor prueba
documental y no encaja con lo que sabemos de la niñez y
juventud de
San Martín.

Por otra parte, lo de la entrega del niño al
matrimonio San
Martín-Matorras para su crianza por parte de un prominente
peninsular a un relativamente modesto militar y funcionario de la
corona, no tiene visos de realidad. Por otra parte, qué
explicaría la decisión de adoptar un niño a
un matrimonio que ya tenía cuatro vástagos y al
cual de pocos años llevarían, con toda la familia,
a España.

En cuanto al argumento de lo supuestamente misterioso de
la decisión de San Martín de dejar el
ejército español y venirse a América a
luchar por la independencia, bastaría con plantear las
preguntas: ¿fue el único criollo que regresó
a América para integrarse a la lucha separatista?
¿Fue el único criollo que estando al servicio del
ejército español se apartó de él y
pasó a las filas de los separatistas?

Consideramos que lo ideal sería llegar a conocer
la verdad. Que ello en nada afectaría el concepto que
tenemos sobre la
personalidad de San Martín. Por ello consideramos
anacrónico, por decir lo menos, el querer conservar el
culto a San Martín libre de cualquier "mancha". San
Martín tiene su lugar egregio en la historia
argentina, latinoamericana y mundial. De ello no cabe la
menor duda y es por ello que sus compatriotas y toda la humanidad
debe tener la certeza que el revelar tal o cual aspecto de su
vida, por más "delicado" que parezca, sólo
ayudará a conocer más al personaje y ello
redundará en despertar mas nuestra admiración.
Sólo se puede amar lo que se conoce. Entonces, por
qué temer la verdad. La conclusión sobre este tema
solo podrá ser revelada cuando sin miedos ni tabúes
se decida conocer y aceptar la verdad. Lo repito, San
Martín siempre será San Martín.

Un punto sobre el cual sería bueno reflexionar es
el concerniente a lo éticamente permitido en la
investigación histórica. O es qué no existe
límite de ningún tipo. No poseo una idea totalmente
definitiva al respecto y por ello con esta simple
reflexión y duda cierro este trabajo.

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Jorge G. Paredes M.

Enero 2008

Lima-Perú

Partes: 1, 2, 3
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